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El mundo de las denuncias

Juan vivía en un mundo distinto al nuestro, un lugar en el que desde el nacimiento se inculca a los hijos el arte del silencio, en donde eres dueño de cada palabra que dices y que puede traerte infortunio en un futuro.

-Siempre debes cuidar lo que dices, nunca digas nada malo a menos que estés solo y que el lugar esté limpio.

Con lo de limpio, la madre de Juan se refería a que no hayan cámaras ni micrófonos activos.
No era raro encontrarse este tipo de cosas en las casas, cualquier visita las podía poner.
Un empleado que venga a hacer un trabajo, un amigo o familiar que venga de visita y la empleada doméstica eran los sospechosos de siempre, aunque se habían puesto de moda los llamados «tiradores». Personas habilidosas que arrojaban pequeños micrófonos en balcones o ventanas abiertas sin ser descubiertos.
Todo se hacía con la finalidad de escuchar las conversaciones privadas de la gente y obtener algún dato que sirva para una posible denuncia.
En eso se había convertido la sociedad, en un mundo cubierto por un océano de escraches y sanciones, un lugar en el que la gente vivía con miedo de «pisar el palito» y en donde la mera opinión y calentura eran usadas en contra cuando de una denuncia se tratase.
Cualquier conversación, palabra, correo, mail e incluso rumor era la fuente de trabajo de miles y miles de abogados y para combatir este problema, la sociedad fue evolucionando hacia el silencio.
Se estimaba que, en el año en que nació Juan, cada persona mayor de 10 años había recibido por lo menos dos denuncias por malos tratos, habladuría o calumnias por parte de gente que puede que nunca haya conocido.
Sin embargo, lo peor que uno podía hacer era insultar a un abogado.

-Estos abogados hijos de puta.
-Ojalá se mueran.
-Gente de mierda que son.

Frases como esas, que dichas en nuestro ámbito privado no son más que meros descargos, eran las navidades de los caranchos y daban lugar a los juicios más jugosos para los rastreros.
La educación cambió y desde el nivel primario se enseñaba derecho a los niños. Escuelas orientadas a la abogacía con egresados casi totales destinados a continuar la carrera universitaria de orientación igual a la recibida en su educación inicial.
Muy pocos eran los que desafiaban la normalidad y optaban por otras carreras, como la ingeniería, la arquitectura y la medicina, pero se trataba de un porcentaje ínfimo.
Se estimaba que cuarenta de cada cien ciudadanos eran abogados y que un pequeño diez porciento del resto eran profesionales en ciencias duras.
Las pequeñas y medianas empresas eras escasas y el mundo los dominaban las grandes corporaciones.
El avance científico era lento, demasiado y la falta de profesionales no solo había frenado el progreso, sino que la tecnología dio un paso hacia atrás y en varios casos se volvían a usar cosas que otrora era consideraban obsoletas, como la máquina de escribir y las videocintas.
La falta de medicamentos era un problema y la salud de había vuelto increiblemente costosa. El simple Ibuprofeno era un lujo, regalado en ocaciones especiales.
Todo progreso fue decayendo y los bienes resultaban demasiado costosos, motivo por el cual la gente buscaba un pequeño adicional escuchando y haciendo juicios.
Por suerte y luego de una gran lluvia de demandas, se logró establecer un honorario fijo para este tipo de causas, un ganancia menor que no alcanzaba para una vida digna.
Es por ese motivo que se estimaba que cada persona realizaba unas tres o cuatro denuncias por mes para intentar tener más dinero.
Las cortes habían florecido, los jueces entregaban fallos como si se tratasen de hamburguesas en una cadena de comida rápida. Todo era expeditivo y express.

Pero Juan nació distinto al resto, el quería decir lo que sentía y al cumplir la mayoría de edad legal, le llovieron las denuncias. Literalmente llovieron sobre su casa. Tenía tal cantidad que fue necesario contratar un avión por el servicio postal.
Mas de un millón de cartas para presentarse en la corte. Le reclamaban más dinero del que nunca podía juntar él, su familia y todas las generaciones anteriores durante toda su historia. Juan estaba siendo preso de sus palabras, sus opiniones y sus sentimientos.
Lamentablemente no le quedó otra opción que tomar una pistola y acabar con su vida.

El imaginario ruido del martillo del arma lo despertó. Todo había sido un sueño. Ese mundo de denuncias fue creado en su imaginación y no era real. Se levantó y fue a tomar agua, pero tropezó en el camino con su perro y cayó al suelo. El golpe espantó al animal revelando debajo de él una nota que Juan había querido ocultar. Una denuncia que había recibido por parte de una persona que no conocía por calumnias e injurias.
Juan cerró sus ojos y recordó su sueño, pensando en si realmente algún día llegará esa realidad.

Cuentos improvisados

La improvisación se me da muy bien, debo admitir.
Cada vez que comienzo con un cuento o una historia, se oscurece el mundo a mi alrededor y me quedo enfocado en completarla. La vivo y es por eso que la entiendo.
Todos, absolutamente todos los cuentos puestos en esta página fueron ciertamente improvisados. Teniendo solamente una frase, una situación o una ínfima idea es cuando me siento a escribir. En ese momento todo desaparece. El teléfono puede sonar mil veces y no lo contestaré. Existimos solamente el teclado, el monitor, la silla, la pequeña luz blanca de la bombilla, mi cabeza y mis dedos. Todos trabajando en conjunto para completar el escrito.
A pesar de haber publicado tantos cuentos en esta página (y otros tantos en una página más vieja que iré rescatando y actualizando), la mayoría de mis cuentos y mis historias, de mis ideas en definitiva, no son escritas.
Son momentos en que hablo solo, con mi familia o con mi esposa. Momentos en que no me importa si soy escuchado o no, solamente me enfoco en crear la historia una vez comenzada, una vez que tuve el pie.
Sin embargo, al llegar mi hijo a mi vida, me regalaron a un ser al que le gusta escucharme, que me presta atención y me mira fijo cuando le estoy improvisando un cuento.
Tiene casi cuatro meses de vida y desde que nació, le he contado unos diez cuentos cada dos semanas, como mínimo. Eso representan decenas de historias, de las cuales algunas terminan resultando en buenos cuentos.

Acá pondré esas historias que bien salieron y que tan orgulloso me hacen sentir.
La primera historia que recuerdo que me quedó muy bien fue la del león en la granja. Sin embargo, la extendi y la puse en una entrada aparte, por lo que no estará en este recopilatorio. Siempre teniendo en claro que son historias muy cortas.

«La planta soñadora»
Es la historia de una pequeña planta que creía en un jardín inmenso. Estaba rodeada de hermosas rosas, elegantes girasoles, inmensos robles y todo tipo de plantas.
Pero la pequeña planta no se sentía feliz. Estaba aburrida y no quería ser quien era.
Deseaba ser larga y hermosa como una rosa. Lo deseó tanto que su deseo se cumplió y al día siguiente se había convertido en una larga y bella rosa roja. Se sentía a gusto siendo aquella flor hasta que vino el jardinero y de forma cruel, cortó con tijeras a todas sus amigas rosas y se las llevó. Entonces tuvo miedo y miró al girasol, siempre recto, mirando al sol, desafiando a las abejas que le asechan. Deseó ser como el girasol y lo deseó tanto que al día siguiente se había convertido en uno. Era un día de mucho sol y nada le hacía perder la postura. Sin embargo, la hija mayor granjero llegó y arrancó al pequeño girasol desu sitió. Uno a uno fue quitándole los pétalos y pronunciando frases de amor hasta que ya no quedaron y la flor fue olvidada en el suelo. Olvidada y triste, miró al fuerte roble y deseó ser como él. Lo deseó tanto que al día siguiente amaneció siendo aquel árbol.
Siendo un roble, se sentía grande y poderoso. Nada podía dañarlo, eso creía y estaba equivocado. Llegó un hombre y junto al granjero talaron al roble para utilizar su madera.
Del árbol quedó solamente su tronco y desde esa posición pudo ver a una pequeña plantita igualita a como era él antes y deseó volver a ser ella.  Lo deseó tanto que por fin pudo despertar. Todo había sido un sueño. La pequeña planta seguía siendo planta y seguía siendo pequeña y por fin pudo sonreir y disfrutar de la vida siendo quien era.

«Vos sos vos. Sos como sos y nunca tendrás mejor papel que siendo tu mismo. Al crecer te formarás y aunque pienses que ser como otro es mejor, nunca olvides que siendo vos mismo es como mejor puedes vivir»

 

«El tren volador»
Un hombre construyó un tren y le puso alas para volar. También le dio un cerebro para que pudiera hablar con sus pasajeros y preguntarles hacía donde ir. Podía llevar hasta cuarenta personas al mismo tiempo y para viajar en el tren volador se debían de hacer largas filas.
El tren disfrutaba mucho de viajar y más lo hacía cuando habían niños a bordo. Sus caritas con risitas le daban alegría y la mayoría le agradecía el viaje.
La noticia del tren volador fue llegando a todos lados y un día llegó un hombre muy rico y quiso comprarlo.
-No estoy en venta -dijo el tren, enojado.
-Tu creador necesita dinero y yo se lo ofrecí, por lo tanto, serás de mi propiedad y harás lo que yo diga- respondió el hombre rico.
La gente del pueblo se preocupó y entre todos juntaron todo el dinero que podían poner. Sin embargo, no pudieron juntar ni la mitad del dinero que se le había ofrecido al creador.
Todos se entristecieron el día en el se firmaron los papeles y que el tren pasó a ser propiedad de aquel hombre.
Pero grata fue la sorpresa de todos, al ver que al poco tiempo se creó una estación en la que se colocó un cartel que el viaje en el tren volador sería gratuito y únicamente para los niños que nunca hayan viajado ni en tren ni en avión.
Nadie podía creer la actitud del hombre rico y el alcalde del pueblo fue a su encuentro.
-Yo no tuve padres. Mi infancia la pasé de trabajo en trabajo y no conocí un tren hasta mis veinte años. Deseo que todos los chicos que pasan por situaciones parecidas a la mía puedan experimentarlo y disfrutarlo. Muchos piensan que porque tengo dinero soy malo y deseo que no lo piensen más.

«No siempre el rico es el malo y el pobre es el bueno. Siempre hay que conocer a la persona y conocer su interior, solo así podrás conocer la verdad de su corazón»

 

«El oso del circo»
Mamá y papá oso vivian junto con su hijo en el bosque. El pequeño era aún muy chico y débil para estar por su cuenta y pasaba sus días jugando con sus padres.
Pero un día, un grupo de hombres lo atrapó y se lo llevaron al circo que tenían. Lo ataron a una soga y el pequeño luchó por escapar y volver con sus padres. Lloraba cada noche extrañándolos.
Fueron pasando los días y los años. El pequeño oso había crecido y sus ansias de escapar se habían apagado. Se había acomodado a su vida. Vivía encadenado, pero le daban comida y no lo lastimaban. El calor de sus padres permaneció en su interior pero ya no luchaba por verlos. Había aceptado su destino.
Un día llegaron al circo un papá con su hijo y el pequeño, al ver a tan grande animal atado con una pequeña soga que fácilmente podía romper le preguntó a su papá por qué no se escapaba.
-No se escapa porque esa soga, por más que sea pequeña, representa un recuerdo de su pasado. Seguramente ese oso fue traido a la fuerza desde pequeño y siendo tan chico no pudo escapar, por más que lo haya intentado mil veces y ahora de grande le queda ese recuerdo, que la soga es irrompible.
El niño dudó por un instante y volvió a preguntar.
-¿Por qué no lo intenta ahora que es grande y fuerte?
El padre miró al oso y vio como se levantaba para recibir su merienda.
-Porque se acostumbro a su vida. Porque está cómodo con su encierro. -respondió.

«Cuando te sientas cómodo con un problema, preocupate. Nunca dejes de intentarlo, por más que no lo logres ni a la primera ni a la segunda ni a la décima vez. Cree siempre en tu pensamiento y nunca dudes de él.»

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Un león en la granja

En una pequeña granja alejada de la ciudad, vivían en paz muchos animales.
Habían gallinas que ponían huevos junto a un gallo que las miraba.
Habían vacas que pastaban sin preocupaciones, acompañadas por ovejas lanudas que eran madres y que con sus tiernos balidos llamaban a sus pequeños bebés a comer.
Patos y cerdos disfrutaban del agua y del barro por igual. Los primeros salían cuando el sol más fuerte estaba y estiraban sus alas, mientras que los segundos podían permanecer en el lodo durante todo el día.
Todos eran grandes amigos y disfrutaban en armonía gracias a la protección que les daba el perro guardían del granjero.
Como su dueño casi nunca se encontraba presente en la granja, la seguridad recaía sobre su mejor amigo, un pastor belga de gran inteligencia y gran porte que ahuyentaba a cada lobo que se acercaba. Duro como una roca, el perro velaba por la seguridad de todos los animales de la granja. Siempre atento y vigilando y gracias a él, la paz reinaba.
El único animal que superaba al perro en valentía y gallardía era el caballo, pero este siempre se encontraba al lado del dueño y juntos salían a todos lados. El caballo y el granjero eran inseparables y por eso la seguridad recaía únicamente sobre el perro, que hacía un gran trabajo.

Un día llegó a la granja una jaula, traida por el granjero. Se trataba de una jaula muy grande como para pertenecer a una vaca o un cerdo y además se movía mucho, causando pánico en todos los presentes.
Permaneció tapada y cerrada durante toda la mañana y finalmente a la tarde el granjero la abrió.
De dentro salió un inmenso león y el miedo en la granja se hizo notar.
Los patos volaron, las gallinas se escondieron en su gallinero junto al gallo. Las vacas y los cerdos se protegieron mutuamente en los rincones de la granja y las ovejas escondieron a sus bebés dentro de su lana. Todos comenzaron a llorar.
Los únicos que no se habían movido fueron el caballo y el perro, ambos firmes, dándole la bienvenida al nuevo integrante.
Sin embargo, el resto de los animales tenían miedo.

-¿Cómo pudieron traer un león  a la granja?
-Nos va a comer a todos.
-Es muy grande.
-Da mucho miedo.
-Un león no es para este lugar.

Todos los animales se quejaron y con razón. Temían por sus vidas porque el león era muy grande y poderoso y su mordida podía ser mortal para ellos.

Durante los siguientes días, el león permaneció en solitario en el centro de la granja y ningún otro animal se le acercó. Comía solo, dormía solo y pasaba todo el día en soledad. Nadie se daba cuenta lo triste que se encontraba con esta situación. El león quería hacer amigos, pero los otros se apartaban por temor.

Fue un día en el que el granjero partió rumbo a la ciudad acompañado del caballo cuando un gigantésco lobo atacó.
No se trataba de un lobo cualquiera, sino que este era el lobo más grande que podía existir y de un rápido movimiento atrapó a una de las ovejas entre sus dientes.
El perro saltó en ayuda del pequeño animal, pero fue fácilmente dominado por el tamaño y poder del depredador. Estando muy mal herido, el perro se desmayó y el lobo volvió a atrapar a su presa.
El pánico reinó en la granja, el perro nunca había sido derrotado y sin él, ellos estarían a merced de aquel lobo.
De pronto, el león se posó frente al lobo y le rugió, exigiéndole que suelte al animal.
El lobo poseía un mayor tamaño que el león y detuvo su marcha para batallar al recién llegado.
La lucha fue muy dura pero finalmente el león ganó y el lobo huyó.
Quedó muy mal herido, con sangre por todo el cuerpo, pero había logrado salvar a la oveja.

-Gracias- le dijo una vaca.
-Si. Pensamos que eras malo. Gracias. -dijo un cerdo

Uno a uno los animales le agradecieron al león y se disculparon por haberse apartado de él cuando llegó.

-Teníamos miedo de que nos lastimes- le explicó un pato.

El león, con mucho dolor en sus patas, se paró y habló:

-Yo se que soy un león y que no pertenezco a este lugar. Pero soy distinto al resto, yo no quiero ser león. No me gusta la violencia ni ser tan grande y en la selva yo no puedo estar. Es por esto que el granjero me trajo a este hogar, donde puedo vivir en paz.

Desde ese momento, los animales le dieron la bienvenida al león, disculpándose por haberlo juzgado por los rumores y por su apariencia.

«Nunca debes juzgar a nadie por los rumores y por la apariencia. Por lo que dicen de él. Primero debes conocerlo y conocer su corazón.»

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Todo perdido

¿Cómo te sentirías si de la noche a la mañana lo perdieras todo?
Imposible de describirlo, ¿no es cierto?. Solamente los que pasamos por esta indescriptible situación lo sabemos.

Un vacío y la eterna pregunta del “¿por qué a mi?” es lo que nos queda.
“Si siempre fui bueno y siempre ayudé a quién me lo pidió. ¿Qué hice mal?” Nos replanteamos segundo a segundo.

El perderlo todo simboliza el fin de uno. Desde el punto en que sucede la desgracia es que nos transformamos en otro ser, mutamos de personalidad para nunca regresar a quienes éramos.
“Se terminó el bueno y boludo que era” y por un unos instantes, que varían según cada uno, nos volvemos malintencionados, con ánimos de ver al mundo arder, en especial a quienes nos sometieron.

Vivir esos momentos es como ver una película de tu vida con un actor que se te parece pero que no éres.
Si pudiéramos mirarnos desde otro momento, criticaríamos el accionar de nuestro otro yo, pero el precenciar el instante del declive de tu vida te transforma y nadie lo puede puede frenar.
Depende de uno mismo poner un alto a la calentura, al accionar rápido y temerario. No todos podemos controlarnos en esos momentos y algunos terminan siendo víctimas de sus actos, a pesar de que el verdadero culpable de todo esté suelto y riéndose de la situación desde la comodidad de su guarida.

Nos replanteamos una y otra vez lo sucedido y buscamos la forma de culparnos por no haber previsto la situación. Pero coño, ¡No es nuestra culpa!
Me es inentendible el por qué mi cerebro quiere hacerme sentir a mí como el culpable. Porque no lo previne, era evidente que iba a suceder.
¡NO! Eso no debe ser así. Calla cerebro que aquí solo vale el corazón.
Si no lo planteamos antes era porque no nos veíamos en la necesidad de hacerlo. Nadie vive pensando en que le van a suceder las más viles desgracias. Nadie cuerdo realmente.

“Pero, deberías haberlo previsto, fuiste muy descuidado, vos no sos tonto, conocés la situación del país.” Te pueden decir, haciéndo objeto al cuestionamiento anterior que, porque no lo previne, es mi culpa que haya sucedido.
No señores, no es así. No es mi culpa, es culpa del hijo de puta que nos arruinó la vida. Basta pretender desligar la culpa. La responsabilidad del acto es cien por ciento del que lo comete y es en ese instante en que otros conocidos se suman a la disputa. No somos los culpables de lo sucedido, porque nunca debió suceder. Pero la gente no lo entiende y pretende hacerte cargar con culpa. «Yo nunca haría lo que tú hisiste», «Yo no soy tan descuidado», «Fuiste un estúpido al no haber tomado precauciones». ¿suena familiar?
Pretender ofuscar la culpa del mal nacido. «Y si, es obvio. Si lo hacías así invitabas a que te pase». Comentarios llenos de veneno que no hacen más que lastimar.

Acá aprendemos realmente a valorar a las personas que importan.
Aquellas que te apoyan el hombro, te escuchan y te dan la mano para que te levantes, emergen ante nuestros ojos y las que cuestionan tus métodos a todas voces y te usan como centro de novedades para chismes, comienzan a desaparecer de nuestro entorno.
En este punto podemos llegar a quedarnos solos. Pero lo vale. Darte cuenta de a quienes les importamos es una de las pocas cosas positivas que se puede sacar. Separar a quienes les importás y a quienes te utilizan como objeto de labia y conversación para aumentar su popularidad, es indispensable para seguir con nuestro futuro.
Está claro que estas personas posiblemente piensen que actuamos mal y debimos ser más precavidos, pero no lo expresan, retienen y callan esos pensamientos para solamente ponernos el colchón y amortiguar la caída.
Familiares, en mi caso. Amigos nada, solamente fui centro de chismes entre sus conocidos. Personas a las que consideré tan cercanas como un hermano solamente hicieron eco del asunto para tener la exclusiva ante otros. Esto demostró que les es más importante pasar la novedad que brindar una mano.
Solamente falsedades por parte de estos. Ni una visita, ni una palabra de apoyo, como si se tratara de un tema menor y distante. Les puedo asegurar que prontamente desaparecerán de mi lista, aunque me quede solo. Ni un simple mensaje preguntando en que podían ayudar o colaborar, ni una vez ofrecidos para visitarme. No entendiendo la gravedad del asunto y que al día siguiente pretendan dar charla simple pretendiendo que escuchemos sus problemas me hizo replantear todo. Desagradecidos.

Por otro lado, aparecieron los verdaderamente incondicionales, que estuvieron y están siempre presentes y siempre atentos para ayudar.
Dejando de lado sus vidas y sus compromisos, se dedican casi de lleno a la tarea de reconstruir nuestras vidas sin pedir nada más a cambio de el simple hecho de que dejemos de llorar. Gente que merece el cielo, que te dan su colchón para que no duermas en el suelo, sin tener segundas intenciones.
Soy afortunado al tenerlos, aunque no sea eterno.
A pesar de todo, este es un camino que debemos superar nosotros solos y nadie más, por más cercano que sea, jamás entenderá lo que sentimos y callamos.

“Debés ser fuerte, por tu familia” y “Salvo la salúd, todo se recupera” son las frases de cabecera.
Frases entendibles, pero que en ese momento no surten efecto.
¿Por qué debo ver lo positivo en esto? ¿Por qué simplemente no me dicen que todo es una mierda y nada más? Supongo que para que no haya silencio.
No necesito que me digan que debo ser fuerte por mi familia. Veo a mi hijo pequeño y por él haría hasta lo imposible. Sin embargo, cada vez que lo veo me desarmo. Me destruyo por dentro.

Debo ser fuerte por fuera, pero…¿quién me cuida por dentro?
Yo también soy una persona con sentimientos y por ahí no puedo afrontar esto solo. Soy el hombre, el que debe de poner el pecho a todo. ¿Por qué debo endurecerme si no quería hacerlo? ¿Por qué no hay nadie que me cuide a mí?
La respuesta, en mi caso, es sencilla. Mi pequeño hijo que me alegró la vida desde que nació y lo hace cada día en que lo veo sonreir.

Por un hijo todo se puede.

 

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Locuras del sano

«Esto es más que un cuento, es una historia para recordarme el conocimiento que solía tener en materia de mitología griega.
Por un lado tenemos a Áxiro, que es un invento mío, hijo del tristemente célebre, Dédalo, padre de Ícaro.
Por otro lado tenemos a Asclepio, dios de la medicina, cuya historia está poco desarollada y es por ese motivo que decidí utilizarlo. Ofiuco, como fue conocido posteriormente, tuvo gran importancia en los mitos, al punto de que fue acendido a los cielos, constituyendo el treceavo signo del zodíaco (olvidado para el horóscopo).
Es una historia exclusivamente para los amantes de la mitología, quienes podrán apreciar lo bien que quedó enganchada la historia con la ya conocida.»

 

Áxiro era el hijo menor de Dédalo, el gran arquitecto griego y por ende era hermano de Ícaro.
Áxiro vivia en exílio a causa de su padre, quien lo envío lejos para curarse la locura de su mente.
Áxíro era conciente de que, a pesar de que era extremadamente inteligente, sus pensamientos eran extraños y que causaba miedo en los hombres.
Con el correr de los años, sus brillantes, pero temidas, ideas fueron perdiendo humanidad y su mente se alejaba de la realidad donde vivía. Solamente su hermano mayor lo calmaba y le hacía mantener los pies en el suelo.
Áxiro amaba a su hermano, era su protector y su mentor y a su muerte, perdió completamente el sentido de la cordura.
Ícaro había muerto por su culpa, por desafiar el límite de las álas que había creado junto a su padre para escapar de la tiranía del rey Mínos.
Creyó ver al dios Sol y quiso seguirlo, sin importar que las álas que crearon se estaban derritiendo, haciendo que los hijos  del arquitecto se precipitaran al suelo.
El mayor, en un último gesto de amor, amortiguó la caída del pequeño, salvándole la vida.

Dédalo no supo que hacer. Al perder a su hermano, su hijo ya no vivía en este mundo. Estaba totalmente perdido.
Una tarde llegó a sus oídos que Asclepio, hijo del dios Apolo y poseedor del título del primer médico humano, estaba en la ciudad y decidió ir a verlo.
Asclepio examinó al pequeño y con una sonrisa tranquilizadora le dijo al mayor que su hijo tenía cura, pero que costaría tiempo y dinero.
Dédalo aceptó y dejó a su hijo en cuidado del otro hombre.

Así comenzó la historia de estos dos compañeros.
Áxiro encontró calma en la medicina y ayudar a curar a la gente lo regresaba a este mundo.
Gracias a su ingenio, la pareja pudo desarrollar tratamientos médicos y medicinas sanadoras. Estando conciente de la realidad, la inteligencia de Áxiro floreció y demostró ser superior a la de mortales y dioses por igual.
Sin embargo, a los ojos del mundo, Asclepio estaba solo.
Áxiro había perdido la vida en su locura, fue la versión que su padre dijo para proteger a su hijo. Esto él lo entendía y aceptaba con gusto. Por fin se sentía en calma y no le importaba que su nombre sea recordado.
Asclepio atendía solo a los pacientes y solo en contadas ocaciones Áxiro ayudaba, pero bajo otro nombre.

Se cuenta que durante uno de sus viajes, se toparon con Hipólito, hijo de Teseo y que poseía una enfermedad terminal. Al ser una enfermedad nueva para ellos, no pudieron encontrar un tratamiento efectivo y el hijo del héroe murió agonizando durante la tercera noche del tratamiento, bajo la vela de Áxiro.
Al ver el rostro del difunto, Áxiro no pudo evitar recordar a su hermano fallecido y sintió gran pesar en su corazón.
En silencio se prometió agotar su vida para que su hermano recupere la suya.

-No descansaré hasta reencontrarme con mi hermano Ícaro- le dijo a su mentor.

Asclepio lo miró, preocupado que su locura vuelva a aparecer despues de tantos esfuerzos.

-¿Cómo planeas hacerlo? -preguntó el médico.  -Tu hermano está muerto, su alma se encuentra en los dominios de Hádes.

Áxiro lo miró, dudando de la pregunta del otro, creyendo que la respuesta era evidente.

-Vamos a revivir a los muertos -afirmó.

Asclepio lo miró con preocupación. -Estás demente Áxiro. La locura ha vuelto a ti- se lamentó. Si quieres hacer esto, estarás solo, sin mi ayuda. Yo no seré parte de tus locuras ni de las consecuencias que esto pueda provocar.

Sin embargo, Áxiro era habil de palabra, capaz de convencer hasta al propio Odiseo.

-¿Acaso no buscas la inmortalidad? Fue lo que me mencionaste una vez, en Delos. Si engañamos a la muerte, no solo serás inmortal, sino que tu nombre será hablado y recordado por toda la eternidad. ¿No quieres eso?

Aquellas palabras fueron suficientes para el médico, que accedió al plan sin más miramientos.

-De acuerdo, Áxiro. Participaré en tu locura. Lo primero y escencial es conseguir una pisca divina de Thanatos, de la mismísima muerte. ¿Alguna sugerencia?

Ambos se pusieron a pensar como atraer al dios. No podían matar, debía ser una muerte no violenta, alguien que fallezca por enfermedad sería útil.
Al parecer, ambos pensaron en eso al mismo tiempo y utilizaron el cuerpo de Hipólito como carnada.
Horas después, el ser alado apareció para reclamar el cuerpo al Hades cuando fue interceptado por Asclepio, que salió a su encuentro en aparente gesto amigable.

-Me llevaré al hijo de Teseo para que sea juzgado por los tres reyes.

-Adelante -respondió el médico. -No hay nada más que yo pueda hacer por él.

Fue así que mientras que la deidad cargaba el alma del caído, Áxiro apareció tras las sombras y le clavó una jeringa al dios. LLegó a extraerle una pequeña cantidad de sangre antes de que sea apartado por el ser alado.
Thanatos marchó con el hálito vital de Hipólito, dejando a su atacante con su marca, un poderoso veneno que quitaba la vida en pocos minutos.
Asclepio, preparado, pudo contrarestar la escencia mortal del dios y salvó a su compañero de una muerte segura.
Ahora poseían el elemento más valioso, la sangre del dios de la muerte y con este elemento tan preciado sumado a la inteligencia de ambos, la cura contra la muerte llegó justo en el momento en que el héroe griego llegaba para buscar a su hijo caído.

Teseo arribó solo, sin compañías, ni siquiera la de su esposa. Había decidido enterrar a su hijo en silencio cuando fue alcanzado por la hábil lengua del hijo de Dédalo.
El héroe aceptó y el resultado fue mejor de lo que esperaron.
El alma de Hipólito regresó a su cuerpo casi de forma inmediata y padre e hijo regresaron a su hogar.

-Para todo lo que necesites -dijo Teseo antes de partir.

Los resultados fueron tan buenos, que Áxiro no dudó en tomar una dosis y partir rumbo a la tumba de su hermano. Partió sin siquiera despedirse de su mentór. Tenía gran ilusión en volver a ver a Ícaro.
Sin embargo, apenas comenzado el viaje, un fulgor blanco y brillante descendió de los cielos y cayó en el campamento de Asclepio.
Áxiro corrió lo más rápido que pudo, pero era tarde. El rayo del rey del Olimpo había fulminado al médico.
Zeus se encontraba al lado del cuerpo y el hijo del arquitecto pudo ver como el médico ascendía a los cielos, para convertirse en la estrella del portador de la serpiente.
Antes de partir, sintió como el rey de los dioses lo miraba.

«No lo hagas» Sintió que le decían a su cerebro.

Listo era Áxiro para comprender que no podía ni debía desafiar a la muerte, que el destino de todo hombre mortal era la muerte y que sus acciones sí importaban en este mundo y eran tenídas en cuenta.
Finalmente su locura había desaparecido.
Áxiro regresó a Creta para rendir homenajes a su hermano caído y a su médico amigo, que ambos perdieron la vida al ayudarle.

«NUESTRAS ACCIONES EN LA VIDA SÍ IMPORTAN» Es todo lo que podía pensar.

 

El clarísimo lenguaje inclusivo

«Estimadxs amigxs, estamxs reunidxs par acabar con el mitx del ebseletx lenguaje que les hembrxs de la RAE nes quieren impener.
Ne debemes ceder ni rendirnxs. Es ahere cuande debemxs luchar y cambiar le historie.
Desde tiempes antiguxs, les hembrxs come Cervantxs e Berges nes hicieren creer que la literatura se le escribe de una forma patriarcal. Debemes acabar con este. Ya ne vivimes en el añe mil nevecientes sine que estames en el sigle veintiuno y tedxs debemxs ser incluidxs.
Entences, debemes entre tedxs reescribir la histeria, nxestra histeria para que las nuevas generacienxs ne vivan aislades.»

La gente se miraba los unos a los otros. El tan ansiado y querido discurso con lenguaje sin distinción de género estaba resultando un tanto confuso, incluso entre los más expertos.
La organización no lo había pensado del todo y se reprocharon el no haber repartido el discurso por escrito para que la gente pueda seguirlo. Esto generó murmullos constantes entre los adeptos.

«Les repite, debemxs reescribir la histeria. Les grandes libres de la humanidad fueres creadxs per escriterxs maches, heteresexuales, que nunca fueren apartadxs ni aisladxs y per ese nunca supieren le que significa ser diferente.»

La gente seguía sin comprender el mensaje. Algunos decían que quería ayuda para reescribir los libros más conocidos utilizando el lenguaje inclusivo. Otros opinaban que debían de escribirse nuevas historias para reemplazar a los autores heterosexuales y un tercer grupo creía que debían reescribir los libros de estos autores para que las historias sean historias de gente que fue excluida y apartada.
La oradora hizo una pausa para ver al público. Esperaba que la aplaudieran al finalizar el párrafo pero no fue así. Algo estaba fallando. Miró a sus asesores y ambos levantaron los hombros, en señal de falta de entendimiento.

«Vivimxs en un memente de cambie. La lengue españele se ha transfermade incontablxs veces y vive en constante cambie. Esta es una de esas veces. El hey en día, el nueve sel que amanece sebre nuestrxs cabezxs. ES AHERE E NUNCA».

El discurso finalizó abrúptamente con un potente grito que despertó a los despistados oyentes y provocó una tibia reacción de aplausos.
El propio lenguaje se había defendido y ahora se reía del poco alcance de la oradora.
Una nueva torre de Babel había caído y las lenguas se confundieron.
La misma lengua había resultado victoriosa y esperaba que la única disertante del día comprenda que el lenguaje actual es el cúlmine de varios siglos de perfección y que la causa no está en la labia, sino en la educación…

….

Jodér que costó escribir así. El autocorrector casi estalla.

Por una Argentina con Mayores Integrados

«Estoy pasando uno de los momentos más difíciles de mi vida, la fundación tiene graves problemas financieros. En este último tiempo me he transformado en un mendigo. Mi tarea es llamar, llamar y golpear puertas para recaudar algún dinero que nos permita seguir.»

 Maldita y eterna corrupción que nos controla y gobierna.
¿Principios y moral? Olvidate. Si no podés, preparate a ser pisoteado, basureado y olvidado en un rincón junto a la antiguedad regalada por un familiar al que ya nunca ves.El doctor podrá tener su historia negra, pero no cabe duda que su moral le costó la vida. Un Argentino merecedor de poseer ese título, si se tomara en cuenta el pasado y no el presente de nuestra patria, cuando ser argento era sinónimo de progreso, de ideales, de libertad, de pátria, de ética, de moral y se superación. Adjetivos ya perdidos desde el inicio de la corrupción.Maldita y eterna corrupción que nos controla y nos gobierna, en donde cambiar las cosas es una invitación a perder la vida.
¿Atraverse a cambiar las cosas? Imposible sin sangre. La corrupción corrompe. El ansia de poder es una discapacidad, una enfermedad mental que afecta a la mayoría de la población mundial, más aún a la Argentina, la tierra más próspera jamas encontrada.
Con una capacidad casi milagrosa de recuperarnos de las crísis, el argentino debe conformarse con ser solo una sombra de lo que podría ser en el primer mundo. Alejados del mundo, pero poseedores de tierras en donde una lágrima cae y nace un árbol de llantos.Eternizarse es un juego en el poder, siempre de la mano de la maldita hipocrecía, útil para generar confianza.
«Si no estoy yo, nadie los va a defender» Discurso clásico de cualquier gremialista adicto a la soberbia, discapacidad que hablaba nuestro otro gran argentino.
Competir por títulos deportivos es el equivalente entre los clubes a competir por quien tiene más años a cargo de un gremio. Veinte, treinta títulos contra veinte y treinta años al mando.
¿Absurdo? Si, para el ser pensante, aunque no hay nada de humor en eso. El humor pensante se lo quedan los propios orquestadores de semejante puesta en escena que se rién de los pobres parásitos como nosotros que sentimos culpa al gastar nuestro sudor.¿Se puede resistir?
Nuestro médico no pudo. No formar parte de la cúpula podrida fue más que él y sus sueños se vieron ofuscados por las deudas. Eso hizo que se arrepintiera de habernos elegido como lugar para ejercer. Lógico.¿Extinción? Imposible. A menos de que se esté dispuesto a vivir con las manos rojas.
«Si total, no vivo mal. Podría ser peor» Es mi discurso conformista de siempre. Incluso siento culpa al pensarlo, sin entender, salvo cuando lo tecleo, que se puede ser mejor, incluso con sangre en el cuerpo.
Nadie se animaría. La historia es dura y el presente es sensible. Dictador, nazi y fascista son palabras utilizadas de primera y actuar bajo las sombras es algo que hacen los adictos al poder. Julio César, Claudio, Nerón e incluso el propio Marco Aurelio lo sufrieron, sin embargo, en su época la sangre no era pecado.
Los que nos movemos con ética no podemos cargar con el peso de esas responsabilidades, responsabilidades que nunca cargan los jefes de las mafias.Que poco agradecidos somos con los que -literalmente- dieron su vida por el pais y sin embargo, el más popular es el más recordado. Por que será que nuestros dos argentinos más grandes son recordados más en Estados Unidos que en sus propias casas. Y por qué la ética y moral se interponen en el camino de mover la basura al contenedor y dejar limpia la calle. 


Qui…lo…sa…
Es la frase que utilizo en estos casos.
Qui…lo…sa… ¿Quién lo sabrá?

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El águila romana

Cuenta la leyenda que el ejército romano conoció el miedo al  desembarcar en las extrañas y desconocidas costas de Británia.
Los rumores sobre el posible ataque a los druidas, poseedores de poderes mágicos, se habían extendido a lo largo y ancho de toda la república desde el momento en que Julio César anunció su intención de conquista en el norte.
Los soldados eran expertos en el combate convencional, en la guerra en espacios abiertos, lugares en donde podían desplegar su brillantes tácticas, pero la historia demostró una y otra vez que el ejército puede ser derrotado si el combate se hace en otras condiciones.
Anibal y sus hombres fueron prueba de ello durante más de una década. El general cartaginés puso de rodillas a la república Romana al entender las vulnerabilidades de sus protectores.
Mismo fue el caso del esclavo Espartaco, cuya ágil mente comprendió de primera instancia como se debía combatir contra el mayor ejército del mundo.

César había tenído una excepcional victoria en las galias y su objetivo era Roma. Quería poseerla, conquistarla, ser un dios entre los pobladores. Hambriento de fama y de poder, mantenía su mente fría y sus ojos fijos en su meta.
Roma no puede ser de un dueño porque la gente no lo aceptaría. Pero si obtenía el suficiente prestigio militar, si se convertía en el heredero de Alejandro Magno, el pueblo lo idolatraría y aceptaría ser comandado por él.
Debía seguir cosechando victorias, debía hacer que sus hazañas se cuenten en cada rincón de la república y para eso, debía ser aventurero, adentrarse a lo desconocido y traer las cabezas de los habitantes de los terrenos alejados y desconocidos.
En su mente solo un lugar se iluminaba, Britania.
Las historias de la magia de los druidas, habitantes de aquellas tierras, eran cuentos de miedo y terror. Seres con poderes sobrenaturales y poca tolerancia a los extranjeros eran los causantes de pesadillas de muchos ciudadanos romanos.
No se sabe quien o quienes introdujeron estos mitos, pero Britania siempre fue un lugar al que Italia nunca llegaría.

En el ejército están los armadores, comandantes, escuderos, legionarios, soldados, capitanes y su general al mando, todos y cada uno entrenados en el arte del combate militar y eran ampliamente disciplinados. Sin embargo, en cada legión había un hombre que no combatía, un hombre que era intocable por todos los ejércitos civilizados y aquel hombre era el portador del objeto más importante para los solados.
Ese hombre era el portador del estandarte, el portador del Águila dorada, símbolo de Roma. No luchaba y debía estar siempre en el frente de combate. Suicida era su misión pero casi nunca caía en la lucha. El Águila debía ser protegida a como de lugar y si se movía, los soldados debían seguirla, incluso si eso les traía la muerte. Aquel símbolo representaba el honor de cada soldado y el honor era para ellos más poderoso que la muerte.
A fe ciega debían proteger y sacrificarse por su símbolo. Perderlo significaba no solo la muerte, sino la humillación para los familiares en vida.
Sin embargo, al desembarcar en las costas de Británia, nadie, ni siquiera el portador del estandarte se animó a avanzar.
El aire era denso, la neblina abundaba y el sol estaba por siempre oculto, todo a causa de los poderes de los druidas.
El terreno era un bosque gigante y los árboles podían ser letales para los soldados acostumbrados a la lucha en campo abierto.
Julio César avanzó con su caballo pero ninguno de sus hombres le siguió. El miedo los dominaba.
A pesar de los gritos sus órdenes, gritos y golpes, no pudo hacer que sus filas marchasen y con esto, sus planes de conquista de Roma quedaban en el olvido.
Sin embargo, la genial mente del futuro tirano entró en acción y en un audáz movimiento, depuso su espada, tomó el lugar del portador del estandarte y marchó llevando el Águila dorada en sus manos.
El honor del soldado era mayor que el miedo a la muerte y apenas el estandarte se movió, los soldados lo siguieron para protegerlo.
César había entendido el poder de aquel símbolo, una fuerza más poderosa que el miedo y que el temor y lo aprovechaba para su propio beneficio. Los soldados seguirán al símbolo porque saben lo que representa y no lo dejarán solo en la batalla….

Hay pasado dos mil años desde ese momento y la historia nos ha demostrado una y otra vez las locuras que se hicieron por un estandarte.
La cruz cristiana, símbolo de incontables guerras y muertes a lo largo de nuestra historia es un ejemplo de ello. «Si matáis a un hereje, el cielo será vuestro» era un lema clásico durante los juicios en los tiempos de la inquisición en España.
La esvásticas nazis fueron otro gran símbolo bajo el cual millones de personas fueron asesinadas. Una deformación de un símbolo budista por siempre asociado a la extinción de incontables almas.
Un símbolo político, un escudo de club de fútbol, una marca de comidas, estandartes que se usan en una «guerra pacífica» por contról.
Dos mil años de historia manteniendo los mismos pensamientos.

Problemas en las puertas del cielo

-De ninguna manera, usted no puede entrar aquí.

De lejos presenciaba la discución entre la ánima y el cuidador de la entrada al cielo.
San Pedro, retirado hace poco tiempo, dejó a un reemplazo sin entrenamiento a cargo de juzgar las almas y dictamiar quien entraría al reino de Dios y quien era rechazado.

-Su corazón pesa más que la pluma de la verdad así que usted no puede entrar -repetía una y otra vez el flamante celador.

-Pero si todo lo que hice en vida fue ayudar a todos los que pude.

-No para la pluma en la balanza.

En mi mente no podía entender como aquel hombre no ingresaba al cielo, con honores. Un hombre con un corazón magnánimo y cuya historia es sobrecogedora. Su alma llevaba una carga muy grande al ser él quién debió poner fin a la vida de su único hijo para que no sufra más. Esa pena es la que le hacía perder el equilibrio en la balanza de Osiris.
Pero ahora todo es más burocrático. El nuevo empleado no es como San Pedro, no lee las historias de vida ni ve los resúmenes que yo preparo con basto esfuerzo.
Aquel hombre hizo todo bien y la entrada al cielo se le negaba por un trabajador que no quiere trabajar, que quiere cumplir su horario e irse, por un robot que hace el mínimo esfuerzo. «Si la balanza dice que no, entonces es que no.» repetía una y otra vez en su discurso. Es sabído que la balanza no es perfecta y la desición final debe ser arbitrada con la historia de vida y con el resumen que yo preparo, como lo hacía San Pedro.
Pero no, pusieron a un parásito al frente de una de las tareas más importantes y a mi me mantienen en este mísero empleo porque «soy demasiado bueno» para cambiarme de puesto.
Trabas, burocracia, mucha frustración y contactos.

-Por favor, quiero ver a mi hijo. Revise mi alma y verá que solamente hay bondad.

El nuevo empleado se miraba las uñas, haciendo caso omiso del pedido del hombre.

-No, la balanza dice que no. ADIOS.

Al mirar todo, solamente podía pensar que en lo maldito que era el nuevo. ¿Por qué le dieron ese trabajo a alguien que no piensa? Era un caso del síndrome de Homero Simpson y me hervía la sangre.
San Pedro se había retirado y ya no le interesaba nada relacionado a este trabajo ni al futuro de las ánimas. Lo había hecho duante miles de años y por fin se daba un descanso. No podía culparlo por hacerlo, pero debío aleccionar a su seguidor. Las cosas estaban cambiando para mal y yo solo podía mirar y callar. Quería meterme e interceder a favor del hombre pero no me harían caso.
Se que no me lo tengo que tomar personal, que esto es un trabajo, pero es un trabajo que requiere tacto, requiere sentimientos, requiere empatía y sobre todo, requiere poseer aún tu alma…

—- o—-

¿Cuantas veces lo vemos en nuestros trabajos? Miramos el poco esfuerzo que nuestro compañero hace por el bien común mientras que nosotros nos sacrificamo» para mejorar nuestro sitio de trabajo y ser recompensados.
Tirar para adelante, remar junto a tus colegas, avanzar y crecer son definiciones que no entran en la cabeza de algunos, sin embargo los vemos progresar o los vemos tener más suerte que nosotros.
¿Por qué sucede esto? ¿Acaso es culpa de los que nos esforzamos? ¿Acaso los otros viven de nuestros logros? ¿Estamos mal los que intentamos mejorar nuestros trabajos y los lugares en donde nos emplearon?
Si me contrataron es porque confían en mi. ¿No debería responder con dedicación y sacrificio o acaso debería asumir que si me contrataron es porque me necesitan y deberían agradecer todo lo que hago aunque sea poco y nada?

¿Deberían dejar de importarme las cosas?

El síndrome de Homero Simpson

-Yo lo llamo, el síndrome de Homero simpson

-¿El qué?

-El síndrome de Homero Simpson- repetí.

-No comprendo.

-Ya sabes, Homero Simpson, uno de los personajes más reconocidos a nivel mundial y que muchos le tenemos aprecio, en mayor o menor medida según sobre que etapa de él se hable. Por ejemplo, en las primeras etapas, en donde se desarrolla el personaje, se entiende que es una persona medio torpe, pero bonachón, con un corazón noble y que muchas veces lo vemos sacrificarse por su familia. Sin embargo, después de cierto tiempo comenzaron a ponerlo en situaciones ridículas y sin sentido ni trasfondo y la gente comenzó a perderle empatía. De ésta última etapa es donde saco este síndrome.

-Sigo sin entenderte-se limitó a decirme.

-Bueno- comencé, aclarando la garganta antes de avanzar con el discurso. -Homero es un personaje torpe, que hace locuras, en muchos casos, sin sentido, pero lo vemos que siempre se las arregla o pasa algo para que él termine con una mano colgando del acantilado y salvándose de caer al vacío. Es una persona que hace tonterías pero siempre al final del capítulo o al principio del siguiente vuelve a foja cero y misteriosamente la gente se olvida de lo que realizó hace pocos ¿días? ¿horas? ¿semanas?.

-Sigo sin comprender, Manuel.

-Veamos. En muchos capítulos vemos que Homero renuncia a su trabajo para cumplir con el guión semanal y afrontar una nueva actividad. Una actividad cómica o un trabajo con mucha visibilidad pero poca llegada, como vendedor de helados. Sin embargo, el capítulo termina y al siguiente se resetea la memoria de todos los habitantes de la ciudad y Homero vuelve a su trabajo en la planta nuclear.

-¿Entonces?

-Entonces, haga lo que haga, Homero siempre vuelve a su punto de inicio que es un trabajo estable con una familia que lo quiere y así se mantendrá hasta que realice una nueva cagada.

-¿Cagada?

-Si, cagada. Errores que no podemos permitir que sucedan en nuestra vida, pero que algunos los cometen, sin embargo, en muchos casos sin recibir consecuencia alguna.

-Sigo sin entender, Manuel.

-Pongamos un ejemplo. Supongamos que estás en tu trabajo y te esfuerzas todos los días en mejorar y mejorar, pero nadie te presta atención y a tu lado tienes a tu compañero o compañera que considera que es un privilegio para la empresa tenerlo o tenerla allí y por lo tanto, el esfuerzo que hace es menos que el mínimo posible, es casi nulo.

-Claro, es lo que te había dicho antes, cuando entré a la consulta. Te hablé sobre Carlos.

-De acuerdo, llamemóslo por su nombre y dime si me equivoco en lo que voy a decir. Carlos llega más tarde cada día pero es el primero en irse. No cumple con las obligaciones que le piden y cuando trabajas en equipo con él, su forma de no trabajo te desespera y sientes que debes hacer todo tú solo. ¿Es casí?

-Si.

-Sin embargo y a pesar de lo poco que hace, él sigue estando en tu misma posición, con menos trabajo que los demás porque la gente no confía en él pero mantiene su sueldo que debe ser igual al tuyo.

-¿Es como si fuese comunismo?

-No. Aunque parezca que no todos están en la misma posición, él sigue queriendo cobrar su sueldo cada mes y en su cabeza la figura de trabajo es tan sólida como la tuya.

-¿No comprende que no está trabajando o que cuando hace algo arruina el trabajo de los demás?

-Exacto. Y aunque parezca comunismo desde tu cabeza, al apropiarse Carlos del trabajo de los demás y mantener el mismo ingreso con el menor esfuerzo, en su cabeza sucede un mundo muy distinto, un mundo de igualdad laboral que se refleja en el ojo desatento de los jefes.

-En muchos capítulos se demuestra que Homero debería estar desempleado y que nadie lo debería contratar.

-Como tu compañero Carlos, que, a pesar de cometer errores, disminuir la calidad de trabajo general y generar malestar en el ambiente, sigue teniendo el mismo puesto que vos, que te esforzás cada día. A eso lo llamo el síndrome de Homero Simpson.

-Entonces, ¿qué hago?

-Lo que hacemos cuando no nos gusta un programa. Cambiar de canal.

-¿Qué quiere decir eso, Manuel?

-Quiere decir que si te quedas en el canal en donde Homero aparece, vas a ser absorbido por su ineptitud y fastidiado por la igualdad entre ambos, pero si cambias de canal, comienzas un nuevo trabajo, te podrás alejar de él para siempre.

-Pero, ¿por qué yo soy el que tiene que cambiar de trabajo cuando es Carlos quien tendría que haber sido despedido?

-Porque Homero es así. Hoy se equivoca, pero mañana comienza de nuevo con los recuerdos olvidados para el resto y no hay forma de que escapes, ni siquiera demostrando su ineptitud. Por eso la mejor solución es cambiar de canal y con esto terminamos por hoy. Te espero dentro de dos semanas.

Tomé mis cosas y salí del consultorio despidiéndome de Manuel y recordando sus palabras.
Debía cambiar de canal.