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Deja entrar a la felicidad

-¡Esto está todo mal!- le recriminó el jefe.
-¡Dejaste tirado todo otra vez!- le criticó la mujer.
-¿Por qué no comprás un auto como la gente?- le cuestionó su madre. -El hijo de mi vecina Raquel se compró uno deportivo. Claro, él es gerente y tiene que ir elegante al trabajo.

Estos planteos eran los más destacables dentro de los que había recibido Pablo, aquella semana.
Su jefe era, por lo general,  indulgente, pero la situación esta vez era distinta y su benevolente caracter fue reemplazado por un frio temple y una dura mirada. Esta vez no habían perdones que aceptar y si el trabajo no era perfecto, él lo cuestionaría y destrozaría sin consideraciones a su empleado.
Aquel trabajo le había costado a Pablo una gran cantidad de salud, traducido en un sobre esfuerzo de días y semanas. En total, fueron casi 7 meses de arduo trabajo en el que tuvo que sacrificar los fines de semana y los feriados, que eran su descanso, para poder terminarlo en la fecha prevista. Trabajó de Lunes a Lunes, de sol a sol, sin francos ni feriados y sin faltas por enfermedad, cobrando el mismo sueldo y ni un centavo más.
Era de esperarse que esto causó un cambio en la relación entre Pablo y Carla, su mujer.
Ella dejó de trabajar para cuidar de su embarazo.
El médico les dijo que no había de que preocuparse y que el niño nacería sano, pero le dio a la mujer una serie de recomendaciones para que cumpla, entre las cuales era evitar el trabajo y hacer reposo, en lo posible.
El dinero apremiaba y la falta de ingresos de una de las partes les afectaba el día a día.
Era un problema importante, pero entre el problema de dinero y el problema del hijo, la opción elegida fue más que obvia y Carla se dedicó al cuidado de su vientre.
Los días pasaron y poco a poco la pareja fue subsitiendo. Debieron realizar recortes como las salidas en pareja y con amigos y los caprichos en ropa y comida, entre otras cosas.
Sobrevivian, pero al costo de afectar su relación.
Las cosas no venían bien para la pareja y el trabajar de manera casi permanente durante el  embarazo asomó la punta del lápiz que pondría la firma a su separación.
La otrora feliz pareja se desconocía, las conversaciones eran nulas y el silencio reinaba. Él solo prestaba atención a su trabajo y en ella crecía la bronca, angustia y amargura. El silencio a veces era eterno, solo roto cuando Carla le tenía una crítica, como cuando Pablo dejaba la ropa tirada cuando se cambiaba y cosas que antes no repercutían.
Para complicar aún más, la madre de Pablo veía lo triste que estaba su hijo y aprovechaba para meterle alguna comparación odiosa y que no aportaba nada.

-El hijo de ésta…el hijo de la otra…el hijo de tal… A todos les va bien, todos son expertos en sus vidas salvo yo, ¿no, mamá?

Aquella era una frase con la que comenzaba cada discución que Pablo debía afrontar con su madre sin la ayuda de Carla que hacía rato estaba cansada de presenciar ese tipo de peleas y ya no se reunía con ellos.
En cierta medida, Carla también comenzó tener el mismo pensamiento, pero no lo admitía. Veía a su amigas, a su alrededor, todos con vidas normales y cómodas y ella, con 8 meses de embarazo y un marido que trabajaba, trabaja, trabajaba y nunca estaba.

Llegado al noveno mes de embarazo, Pablo entró en su casa con una gran sonrisa. Tenía una gran noticia que contarle a su mujer.
Había llegado el día tan esperado por él, el día en que le contaría una gran noticia a su esposa. Lo había planeado todo. Había reservado un restaurante muy elegante y se había comprado ropa nueva. Además, la pasaría a buscar en un taxi cuyo modelo era el mismo que el auto nuevo que había comprado y que le entregarían la semana próxima. Había planeado cada detalle de aquella noche salvo algo que le sorprendió.
Encontró a su mujer sentada en el sillón. Una amiga le tomaba el brazo con fuerza mientras que le susurraba algo al oído.

«Se fuerte» alcanzó a escuchar Pablo.

-¿Qué pasa?- le preguntó a su esposa.

Carla estaba seria, pero estaba decidida. Ya había hablado todo lo que tenía que hablar con su amiga y ahora era el turno de actuar.

-Quiero que nos separemos- fue la bomba que tiró.

Pablo tenía todo preparado, salvo esto. Luego de meses de lucha, había logrado junto con su jefe completar un proyecto extremadamente importante y habían logrado un trato millonario para la empresa y él, por su gran trabajo, recibiría una cantidad de dinero tan grande, que podría dejar de trabajar durante un muy largo tiempo, aún manteniendo los lujos que quería darle a su esposa y a su hijo.
No le había dicho nada para que sea una sorpresa. Era poco probable que se haga y para lograrlo, todo debía ser perfecto y ese era el motivo por el cual su jefe se enojaba con él y el transmitía su enojo a su casa. También fue el motivo de las largas jornadas de trabajo y del sacrificio que hizo.
Pero ahora nada servía. Su mujer quería el divorcio y no hubo forma de hacerle cambiar de opinión, era demasiado tarde.
Pablo pasó los siguientes días en un hotel. Sin salir, sin hablar con nadie. Estaba deprimido.
Ahora poseía un auto nuevo, dinero y sobre todo, mucha soledad.
Acostado en la cama, mirando al techo, pensó que esto no podía terminar así. Debía recuperar a su mujer y contarle todo, ella va a entender.
Y fue así que salió del hotel y llegó a su casa con la ayuda de su flamante 0 km.
Aún conservaba la llave y la cerradura no había sido cambiada así que entró sin aviso. Sorprendería a su mujer y la recuperaría.
Pero fue ella quien le sorprendió. Carla estaba en el suelo del comedor. Las contracciones eran tan fuertes que no podía moverse.
Pablo la tomó en brazos y como pudo también agarró el bolsito ya preparado y partieron rumbo al hospital.
Carla se subió al auto nuevo y miró a su casi ex esposo pero no emitió juicio. El dolor era en todo lo que pensaba.
El parto pasó y el niño fue retirado de la madre para que lo limpien.

-Se lo devolveremos en unos minutos- les dijo la enfermera.

Carla estaba bastante cansada, sin embargo, necesitaba una explicación de lo que había visto antes.

-Creo que debes explicarme algo.

Pablo sonrió. Finalmente pudo explicarle a la mujer que amaba todo lo que había pasado en los últimos meses y todo lo que había hecho para que ella y su hijo puedan vivir con alegría.
Carla solamente lloró e intensificó su llanto cuando la enfermera le devolvió al recién nacido.

-Hola, Mateo- le dijo al pequeño.

Pablo comenzó a llorar.

-¿Aún quieres llamarlo así?
-Si. Tu padre se sacrificó por su familia y vos has hecho lo mismo por la nuestra. Este es mi regalo y mi forma de pedirte perdón.

Aquel fue el primer abrazo familiar junto al nuevo integrante. Carla cayó rendida de sueño. Mateo copiaba a su madre ante la mirada de su padre.
Pasadas unas horas, el pequeño Mateo se durmió y Pablo aprovechó el tiempo para ir a tomar un café con su madre.

-¿Te acordás del hijo de Raquel?. El que era gerente- le preguntó ella.
-Si, mamá. Me acuerdo. El que se compró un auto deportivo porque tenía que estar elegante en su trabajo.
-Bueno- siguió la madre, sin darle importancia al reproche de su hijo. -Parece ser que se lo embargaron porque no podía pagarlo. Le dijo a todos que era gerente y en realidad simulaba trabajar en esa empresa.

Ambos rieron, comprendiendo que la vida del otro no siempre es como te la pintan y recordando que siempre, siempre y siempre, hay que dejar entrar a la felicidad.

 

La mentira de la bonhomía

-Si te tengo que describir en una palabra, esta sería bonhomía- Así me dijeron en una ocasión.

En ese momento simplemente agradecí, ya que supuse que aquella extraña y desconocida palabra era una cortesía y apenas despedí a la otra persona, entré a la página web de la RAE para buscar el significado:

Según la RAE, la bonhomía se define como afabilidad, sencillez, bondad y honradez en el carácter y en el comportamiento. Es una palabra que viene del francés y que se puede definir -casi- literalmente como «persona buena».

Me puse a pensarlo y puede ser que me describa, sin embargo, debo agregar una cosa a su definición: la ingenuidad.

Incapaz de decir que no. Incapaz de mirar con ojos de fuego a quien me quemó. Incapaz de no ayudar a quien me lo pida. Rara vez levantando la voz y siempre evitando llamar la atención.
Aunque, creo que así era yo en el pasado y la actual realidad está bastante alejada de aquel adjetivo. Crecer y madurar cambiaron las reglas de juego y la forma de ver la vida.
Haber tenído que elegir entre hacer lo correcto y aprovechar oportunidades es una herida que deja secuelas. No haber podido decir que no y haberme frenado por la moral impidieron que viva experiencias necesarias para crecer y poder ser un adulto serio.
Comportarse de una determinada manera para que la gente, extraños en su mayoría, diga que soy afable y buena gente, es algo que no debería importar. Son extraños y lo seguirán siendo.
No te darán más oportunidades por ser bondadoso, no te donarán dinero ni darán trabajo. No traerán negocios ni oportunidades simplemente por honrado, ni se convertirán en grandes amigos.

He cumplido 50 años. Mi estado civil: soltero, sin hijos y sin un digno historial de parejas.
La gente se pregunta por qué poseo aquel triste estado civil si es que soy «tan bueno» no dándose cuenta que ese es el principal motivo de mi soledad.
Aparentemente no muchos quieren acercarse a una persona que ya saben que va a actuar con honradez y con humildad y mucho menos quiere una mujer ser parte de una relación con una persona así.
Ahora me quedan mis recuerdos. La idea de un hijo propio se desvanece con el pasar de los días y con eso, pierdo alegría. Hace tiempo que mi sonrisa flaquea y eso también atenúa mi soledad. Es un ciclo que comenzó desde pequeño, un ciclo que me llevó hasta donde estoy.
Culpo a mis padres, en parte. Ellos instertaron en mí la chispa de la ética y la moral, de la bondad, del carisma y de la empatía. Pero yo, yo lo intensifiqué hasta el límite.
Convertirme en una buena persona fue mi meta desde pequeño. Nunca haciendo berrinches, siempre ayudando con las tareas domésticas y siempre buscando el cumplido del otro. Mis necesidades no eran mías y creía, con ingenuidad, que recibiría el mismo trato y cumplido de la otra parte.
De ahí en más, crecí con una idea fija. Ser bueno, ser bondadoso y ser honrado.
Ahora, que ya veo las cosas con una mirada crítica, me pregunto ¿para qué? ¿qué necesidad tenía de comportarme así?
Pensando en un ideal interno, para el resto de la gente era solamente un estúpido. Una persona de la que puedas aprovecharte y que puedas usar para tu propio beneficio.
Alguien a quien puedas pisar mil veces y puedas pedirle que te ate los cordones mientras estás en el suelo.
¿Quién quiere estar con una persona así? Ahora, a mis diez lustros de vida me puedo responder: NADIE.
Lamento haberme dado cuenta tarde. Lamento haber ayudado a aquellos que no se merecían mi ayuda. Lamento haber sido tan ingenuo y por sobre todo, lamento no haber disfrutado de la vida.

Amigo lector, si estás leyendo esto, hay algo que quiero que sepas:

La bonhomía es una mentira

 

 

El fin del romanticismo

«La bravura, la valentía, lo gallardezco, lo caballeroso y lo bizzaro han muerto…»

Así concluía el escrito presentado por el alumno  Juan Meres.
Su profesora, al leerlo, citó a sus padres casi de inmediato.

-Gracias por venir- Les dijo.

Lucía era profesora desde hacía 10 años y esta era la primera vez que había leído un escrito como ese.

-Soy profesora desde hace 10 años y es la primera vez que leo un escrito como este- Continuó. -Les he pedido a los chicos (les dice chicos para marcar distancia, pero la verdad es que la diferencia de edad entre ella y los «chicos» era corta) que escriban sobre la realidad, la actualidad, sobre lo que piensan. Esto lo hago desde hace algunos años y con esto puedo ver y analizar lo centrado o distraido que están.

Los padres la miraban en silencio y Lucía interpretó esto como una señal para que vaya al grano.

-Iré al grano. Los cité acá para hablarles sobre el escrito de su hijo y en primer lugar debo felicitarles por el léxico de Juan. Utiliza palabras cuya existencia es desconocida para el grueso de los alumnos y de incluso la sociedad en general, además de que su manera de redactarlo es lineal y entendible. Sin embargo, el contenido es el que me preocupa.

La profesora, dueña de 6 lustros de vida, se recogió la melena dorada y luego le entregó a la pareja, una copia del escrito de su hijo.

Los pdres lo leyeron y permanecieron en silencio una vez más.

-Juan ha escrito cosas muy duras y que me preocupan para su crecimiento sano. Pone que nunca rescatará a la dama en peligro, que no la ayudará ante problemas y que el amor para estas cosas no existe. Dice que abrirle la puerta a su cita, invitar la cena, cortejarla y enamorarla son cosas que no deben existir y que para él, su mujer será una persona más. -Concluyó Lucía, esperando una reacción de sus padres.

-Eso es el pasado, profesora- Respondió la sra. Meres. -Las historias de caballeros y princesas es cosa del pasado. Nosotros vivimos en una sociedad moderna y tolerante, donde ningún género es superior al otro, donde ningún hombre debe rescatar a una mujer. Nosotras nos podemos defender solas.

-Son historias, Sra. Meres. Nadie dice que son cosas que ocurren ahora…

-¿Cómo que no?- Interrumpieron los padres.

-¿Está hablando en serio, Lucía?- Recriminó el hombre.

-Hoy en día hay un tráfico muy grande de mujeres en el mercado negro- Añadió la mujer.

La profesora, incómoda por la dirección en la que estaba yendo la conversación, intentó frenarla.

-Quiero frenar esta conversación porque se está yendo por las ramas hacia un tema que nos trasciende y que es muy delicado.

Los padres de Juan entendieron el freno y se calmaron.

-Hay desigualdad. A eso quería llegar. Hay desigualdad pero no entre nosotros sino en la escoria de la sociedad. Entre los antros más cerrados donde se disfrutan mujeres capturadas y donde hombres son obligados a matarse por unas monedas. La desigualdad no la produce el género masculino o femenino sino que la produce el género humano. Su perversión, su aburrimiento y el dinero acumulado. El ansia de poder, la lascivia y el afán a lo grotescto es lo que produce esta diferencia y es lo que quiso poner nuestro hijo en el escrito.

El señor Meres le cedió la palabra a su mujer.

-El grueso de la sociedad, desde antaño creció con la idea que de el hombre debe cuidar a la mujer. El macho fuerte por fuera, pero tierno por dentro, debe proteger a su amada que es débil por fuera y fuerte por dentro. Él no permitiría que le pase nada a ella y daría su vida por protegerla. Así fuimos educados y criados siendo niños, pero al llegar a la adultez, cuando nuestros cerebros comenzaron a madurar, nos dimos cuenta que no todo pasa como en las películas y en los libros. La mujer debe trabajar, debe ser independiente y debe de poder cuidarse, pero en su interior sabe que quiere tener a alguien que la proteja, es una necesidad básica de todos los séres humanos, el instinto de supervivencia.

-Es por eso que también vemos parejas disparejas- Aportó el padre. -La linda niña con el tatuado caco es un ejemplo.

La profesora intentó detener la conversación, pero esta vez no lo logró.

-Disculpe, profesora, pero ahora el camino que está tomando la sociedad es el mismo que tomaron los primeros programadores, que todo sea 1s y 0s. Distintos pero iguales y esto es lo que sabe y entiende nuestro hijo y que plasmó al escribir aquel texto.- Hizo una pausa y luego finalizó -Ahora le pedimos disculpas, pero debemos retornar a nuestros trabajos.

La pareja se levantó y ambos tomaron sus abrigos.

-Díganle que no pierda el romanticismo.-Les dijo antes de que salgan.

Los señores Meres la miraron y el padre le respondió.

-No, profesora. No lo va a perder. ¿Y sabe por qué? -el hombre hizo una pausa antes de finalizar- Porque el romanticismo está enterrado y cada día se le agrega una cadena pesada para que no salga.

Los padres salieron del aula, dejando a la profesora con un mal sabor de boca y una mala sensación en su interior.

Una tierra plana

Así es, vivimos en un planeta chato o en una tierra plana, como prefieran decirle.
La ley fue clara, los presidentes de todo el mundo habían llegado a un acuerdo y las leyes se cambiaron para siempre.
Estaba prohibido, so pena de muerte, cualquier tipo de discusión al respecto.
Nuestro planeta ya no era (y nunca fue) una esfera achatada en los polos. Por el contrario, era (y es) un disco aplanado de unos pocos kilómetros de espesor y nadie podía discutirlo.
Cientos de miles de físicos fueron ejecutados, como en la antigüedad y los que sobrevivieron, debieron cambiar de oficio.
El gobierno ahora lo comandaba una banda de pseudo científicos, quienes decidían los equipos tecnológicos que se podían usar y los que atentaban contra esta nueva realidad.
El concepto de gravedad se mantenía, pero ya no funcionaba igual. Al ser un disco plano, las cosas ya no eran atraídas al núcleo de la tierra sino que mantenían su propio equilibrio.
Los experimentos caseros fueron prohibidos y las imágenes desde el espacio fueron borradas. Todos rastro de inteligencia se fue perdiendo con el correr de los años.
La gente por supuesto que no lo aceptó y las autoridades debieron recurrir al subterfugio más eficiente, el bolsillo. La gente que acepó la teoría fue perdonada de todo pago de impuestos por un periodo de 10 años, mientras quienes quisieran mantener su pensamiento, deberíeron pagar impuestos 10 veces más caros y afrontar juicios penales.
Como el dinero siempre manda, la loca idea fue aceptada e instaurada y poco a poco la sociedad fue eliminando los tan acertados conocimientos que había adquirido en su historia.
Las comunicaciones por satélites habían sido prohibidas por ir en contra de la nueva ideología, al igual que muchas otras piezas de tecnología. El mundo involucionaba en ese aspecto, aunque, sorpresivamente, evolucionaba en otros.

-Estamos en un disco plano y el agua, al igual que todos los líquidos, busca su balance y siempre estará a nivel. Nunca habrá más agua en una parte del océano que en otra parte.-Decía un profesor de ciencias en la secundaria.

-Pero, profesor, yo leí en un libro viejo que encontré, que el planeta tiene forma de esfera.

El profesor, un hombre de unos 50 años, dueño con un malhumor constante, le reprochó.

-Eso es un absurdo. Seguro era un libro de chistes.

-Pero, profesor, lo leí en revistas también. Además, mi papá me contó que las personas son obligadas a creer cosas que no son ciertas.

-Tu padre es un ignorante. En esta clase se está para aprender. A ver si escuchas un poco y después enseñas al idiota que tienes como progenitor.

Los adolecentes no son dueños de sus impulsos y el joven estalló.

-¡Mi papá no es un idiota! Y LA TIERRA ES REDONDA.- Gritó

-¿Ah, si?- Le miró el profesor con sarcasmo. -Entonces me puedes explicar como el agua no se cae o no se junta toda en un sector. Digamos, si es una esfera entonces el agua se caería por todos lados, ¿no es así? O incluso nosotros. Si nosotros estaríamos en casi cualquier lado de una esfera, entonces nos deberíamos caer al espacio.

Acto seguido, el mayor tomó una esfera de plástico y le tiró un vaso de agua encima. El agua rápidamente cayó al suelo.

-¿Lo ves? ¿Cómo puede pasar eso?

El hombre se estaba burlando de su alumno quien, intimidado, no podía responder. La burla del profesor fue acompañada por el resto de la clase y el pobre alumno fue humillado ese día por sus compañeros y desde ese día sería conocido como «la esfera».

Por la noche, habló con su padre y días después volvió al confrontamiento.

-Pero, ¿y las sombras?- Le preguntó. -Jugando en la playa con mi hermano, noté como mi sombra se movía con el pasar de las horas.- Cuestionó el joven en otra clase.

-Las sombras se mueven por el sol.

-Además, ¿como puede ser acá de noche y en el norte de día al mismo tiempo?- El chico no estaba seguro si entendía lo que decía, pero hacía lo posible para recordar las palabras de su padre.

-¡Suficiente!- Le interrumpió el profesor. -Tienes suerte que vivimos en una sociedad moderna y tolerante porque hace 300 años tú -y tú brillante padre- hubiesen sido encerrados de por vida. ¡O peor!. Vete con el director.-Le ordenó.

El muchacho obedeció y entró en la sala del jefe del colegio, el hombre más inteligente que conocía.
Llamó a la puerta, pero nadie respondió.
Volvió a llamar, esta vez golpeando más fuerte y la puerta se abrió.
El despacho estaba vacío y el castigado alumno entró y esperó dentro.
Sin embargo, no pudo creer lo que sus ojos vieron.
Sobre el escritorio se encontraba una esfera celeste apoyada sobre una estructura que le permitía rotar. Encima de esta había una pequeña esfera de color amarillo, simulando ser el sol.

-¿Acaso serán el sol y la tierra?- Preguntó en voz baja.

En realidad, eso pensó, pero su pregunta fue hecha con el suficiente volúmen como para que fuese escuchado por el dueño de aquel despacho.

-Así es- Le dijo, mientras cerraba la puerta con llave al entrar. -Toma asiento.

El director Landon era un hombre de palabras tranquilas. Su calidez frenaba peleas y aflojaba corazones.
Durante las siguientes horas, habló con el alumno sobre la verdadera naturaleza del planeta. A Lucas, el alumno, no le costó trabajo entender las palabras del mayor. Por algún motivo, sentía que todo eso ya lo había escuchado, en los cuentos que su padre le contaba antes de dormir.

-Lucas- Continuó -Yo soy amigo de tu padre y se lo que te ha dicho. Ambos creemos que es momento de comenzar nuestro plan, pero no podemos hacerlo solo. Necesitamos tu ayuda.

-¿Mi ayuda?- Preguntó Lucas, dudoso.

-Tú nos vas a ayudar a transmitir el mensaje entre tus compañeros de clase, en el colegio. ¿Qué dices?

El joven, pensativo, dudó por unos instantes antes de responder. Debía tomar una decisión. Si hacía lo que le proponía su director, sería ridiculizado. Probablemente sería humillado y apartado, pero si lo conseguía, si lograba su cometido, entonces se convertiría en un héroe. Y ser aquello representaba su más grande sueño.
Finalmente levantó la mirada. Sus mirada era penetrante. Sus ojos serios ya no tenían duda.

-Cuente conmigo- Le respondió. -¿Qué debo hacer?

CONTINUARÁ…

Historias de denuncias (de comercios)

Lucas salía de la agencia municipal. Habilitación en mano, lo había conseguido. Su sueño del restaurante propio se estaba por hacer realidad.
Había estado ahorrando durante años en un trabajo de escritorio, donde día a día imaginaba ser su propio dueño, donde sus ansias de cocinar y de complacer a los demás se podían mezclar en un sueño de comidas caseras.
Empezaría de a poco, con un local pequeño y pocos cubiertos que atender. Quería hacer algo distinto, donde la gente pudiera verlo cocinar en el momento con la mejor calidad que pudiera costear aunque para eso deba renunciar a tener ganancias.
Y así fue. Con el flamante título en mano, comenzó su aventura culinaria donde él, junto a su mujer, se encargaron de amueblar y ambientar su «Petit Restaurante», o «PR», como le llamaban de cariño.
Durante varios días, Lucas y su mujer trabajaron incontables horas para dejar a PR  amueblado, ambientado, decorado y abastecido para su noche inaugural.
Se encontraban en una ubicación tranquila. No era el centro atiborrado de gente ni tampoco una zona fantasma. Se trataba de una zona de casas y comercios donde había poca gente, pero caminaban de día y de noche. Por lo tanto, sabían que debían atraer a las personas hacía su lugar y lo hicieron ofreciendo un menu de apertura extremadamente económico con platos finos, pero conocidos.
Las pocas mesas fueron ocupadas y al resto se le explicó que solo atendían una poca cantidad, para mejorar la experiencia del lugar, pero se les invitó a tomar una reserva para el día siguiente. Así las mesas fueron ocupadas día tras día y poco a poco el restaurante fue siendo reconocido. Al cabo de un año ya habían podido llevar el precio del menú al valor que creían para generar ganancias y el restaurante no paró de crecer en fama.
Sin embargo, todo cambió un día en el que se encontraron su negocio cerrado con un gran cartel que anunciaba la clausura por parte del ministerio de salud.
Habían sido denunciados por un supuesto comensal que acusó dolores y malestares luego de haber visitado el resutante.
La denuncia cayó por falsa, pero el daño estaba hecho. La gente comenzó a sospechar del lugar y las reservas fueron retiradas. La clientela se perdía. A causa de la desesperación, volvieron con las ofertas de sus orígenes y la gente fue atraída nuevamente, aunque en menor medida.
Poco tiempo después, una nueva clausura, por el mismo problema que la primera fue el verdugo del emprendimiento de Lucas y de su mujer. La nueva denuncia también se había caido por falsa, pero eso no bastó para recuperar la clientela y el restaurante cerró sus puertas al poco tiempo.
Nadie había reparado en que las denuncias eran falsas y, sobre todo, en la relación de ambos denunciantes. Unidos con el fin de destruir a su competencia.

 

Laura se había recibido de diseñadora de modas. Le gustaba diseñar la ropa y dus diseños eran reconocidos y valorados en la empresa donde trabajaba. Sin embargo, siempre eran modificados y a Laura eso le molestaba profundamente.
Sus diseños no salían al mercado como ella los imaginaba y su malestar fue creciendo poco a poco hasta el punto que debió renunciar a su trabajo para mantener la dignidad de sus prendas. Sola y con mucho esfuerzo, confeccionó a mano sus diseños, eligiendo desde la tela hasta la percha y el lugar donde estaría colgado en su flamante local.
La gente que ya conocía su estilo, acudió al local y quedaron maravillados con las prendas allí colgadas.
Cada una era una obra de arte, cuidada hasta en el más mínimo detalle.
Laura trabajaba durante dos meses creando la ropa y al tercero las vendía.
No llegaba a concluir el mes y la mercadería se agotaba.
Su popularidad fue en aumento y sus creaciones eran esperadas con ansias cada tercer mes.
Un día entró una mujer a su tienda y luego de pasear un largo rato, se dirigió a la dueña con bastante mal humor porque nada le quedaba. Laura entendió rápido la situación. Ella confeccionaba talles para mujeres delgadas, sabiendo que en ellas, sus diseños se lucían. Amablemente le pidió disculpas por no tener el talle, pero para la otra mujer eso no bastó y denunció al comercio por aquel hecho.
Laura fue obligada por la municipalidad a destinar la mitad de sus productos a tallas grandes y llegado el tercer mes, luego de los dos normales de confección, la gente se fue desilucionada de su local, al encontrarlo cerrado.
Fue, finalmente, al cuarto mes que abrió sus puertas.
La mitad de las prendas eran para personas que rara vez entraban por la puerta. Se trataban de diseños clásicos y nada agradables o estirados de los diseños de ella que daban un resultado anti estético.
Confeccionarlos fue más dificil de lo que creyó y le llevó mucho más tiempo, descuidando las prendas que más éxito le dieron.
Poco a poco la gente fue dejando de comprar en el lugar y la ropa se acumulaba a montones. Laura cayó en depresión y debió regresar a trabajar para otros, debiendo ver como sus diseños eran mutilados.

 

Manuel contaba con la ayuda de su socio y de tres empleados, dos hombres y una mujer, para mantener su oficina. Las cosas le iban bien, pero claro, no fue siempre así.
Comenzó solo pero con la ayuda monetaria de sus padres quienes confiaban en su hijo.
Manuel había sido criado y educado para convertirse en una persona educada, trabajadora y con modales.
Desde chico sus padres le habían regalado una computadora y el joven fue creciendo con aquel aparato, ayudando a sus vecinos con la parte informática.
Luego de años de ayuda desinteresada y bajo consejo de los padres, puso una oficina en donde asesoraría y vendería todos los equipos de computación.
La gente comenzó a comprarle y su oficina se expandió.
Con el aumento de clientes sabía que necesitaría ayuda y fue entonces cuando su mejor amigo, un conocido de su infancia, entró en el negocio. Ambos acordaron ser socios y juntos crecieron.
Mudaron sus oficinas a un gran edificio donde les mejoraría el prestigio y contrataron a tres personas. Dos hombres expertos en informática y una mujer con experiencia en administración.
Con la guía de ambos amigos, la gente era bien recibida y bien tratada. Sus dudas eran contestadas y todos recibían un trato agradable. Sin embargo, algo molestó a la recepcionista.
A pesar de que su sueldo base era mayor que el de los hombres, ellos cobraban una mayor cantidad que ella. Esto se debía a que los vendedores recibían un adicional por cada cliente que conseguían. Eso les hacía mejorar su trato y que la confianza en el negocio creciera. La situación se incrementó en las fiestas, donde la ganancia de los dos hombres llegó al doble del sueldo del de la mujer y pasada la época de festividades, ella encaró a sus jefes y les reprochó la situación.
Ellos le explicaron que hay meses que ella cobra más que los otros y que su sueldo no estaba atado a conseguir clientes. Ella siempre tendría el importe asegurado en cambio ellos no y debían de trabajar bastante para alcanzar lo que ella cobraba todos los meses.
La explicación no le bastó y demandó que ella también reciba comisiones por atender y recibir a la gente ya que, si ella no les recibía con una sonrisa, ningún cliente regresaría.
Manuel y su socio y amigo no estuvieron de acuerdo con la explicación y le dijeron que son dos tipos de trabajo distintos. La muchacha se puso a llorar y Manuel le apoyó la mayo sobre el hombro para intentar calmarla.
El toque fue muy sorpresivo para la joven y su cara le cambió por completo. Las lágrimas fueron reemplazadas por odio. Tomó sus cosas y no regresó en toda la semana.
Al comienzo de la semana siguiente, los amigos recibieron una denuncia de acoso y debieron someterse a los tribunales.
Su abogado, conocido y amigo del padre de Manuel, tenía experiencia en este tipo de casos y conocía a sus clientes. Sin embargo, les explicó que no quedaría otra que llegar a un acuerdo económico con la mujer. Ellos accedieron y la suma que le pagaron repercutió en su economía. La oficina en el lujoso edificio debió ser dejada y ambos amigos, sin empleados, debieron recomenzar en el pequeño taller donde empezaron su aventura.
Años de lucha para regresar al comienzo, se dijeron mientras se abrazaban.

 

Estas son historias inventadas pero que reflejan el hoy en día.
¿En qué nos hemos convertido?
¿Hasta que punto hemos llegado para arruinar al prójimo?
Hoy en día una denuncia puede arruinar una vida entera de lucha. Hoy en día, denunciar es sencillo y, para muchos, divertido. No hacen faltan pruebas para denunciar. Solamente ponerse en el papel de víctica y acusar. Luego pedirán disculpas, pero el daño ya estará causado.

En un océano de denuncias somos capaces de hundir la pequeña tabla flotadora que encontramos y la que tiene el otro, sin importarnos el esfuerzo que hizo para conseguirla.
No nos damos cuenta que en lugar de hundir, podemos unirnos, y así, construir un barco donde no haya que nadar nunca más.

Un anciano no tan sabio

Lee Hai era un anciano conocido por su fama de sabio.
Hombres y mujeres de su pueblo y de lugares más lejanos acudían a él en busca de consejo cuando no podían resolver sus problemas.
Lee Hai siempre estaba para aquellos que lo necesitaban y las respuestas del anciano causaban gran admiración en su hijo, Nei Hai.
El niño creció escuchando los consejos de su sabio padre y durante días, meses, años y décadas y se preparó para seguir los pasos de su progenitor cuando este ya no pueda continuar.

Un día, una pareja joven se acercó al viejo y pidió su consejo. Como gratitud por la molestia, habían traido una canasta adornada conteniendo varios tipos de panes dulces provenientes de cada rincón del reino. Un regalo bastante costoso. Lee Hai los repartió entre todos los presentes y se sentó a escuchar el problema de los visitantes mientras que su hijo se escondía, como siempre lo hacía, para escuchar a su padre y responder primero, en su mente, en silencio.

«Nuestro hijo ha crecido y ya no quiere trabajar en nuestra granja. No nos escucha. Se rebela constantemente y a pesar de que le castigamos prohibiéndole salir y haciéndole trabajar, él se rehusa. Se pasa el día caminando por el mercado del pueblo, hablando, riendo y tomando copas con los mismos vendedores de verduras a quienes nosotros les vendemos y recién regresa a altas horas de la noche.
Le hemos dicho una y otra vez que nos debe ayudar con la cosecha para poder vender aún más y así poder tener un mejor futuro, pero no nos hace caso.»

La pareja finalizó el relato.
El anciano rascó su larga barba blanca y miró hacia el cielo. Esto significaba que estaba pensando en la situación.
Mientras tanto, su hijo, aún oculto, pensó rápidamente una solución.
«Los padres deberían obligarlo a trabajar para que conozca el verdadero significado del esfuerzo que ellos hacen y una vez que lo entienda, ya no necesitarán obligarlo más».
El hijo no pensó en otra cosa y esperó a que su padre hablase.

«Mmmm» Dijo Lee Hai. «Si mal no recuerdo, hasta hace un año atrás ustedes vendían menos verdura y el generoso regalo que han traido en el día de hoy les sería imposible de afrontar».

Hombre y mujer se miraron. Se sintieron indignados por las palabras del anciano.
«Con todo respeto, Lee Hai, esto lo hemos conseguido con el nuestro propio esfuerzo y venimos aquí para recibir un consejo para saber que hacer con nuestro hijo.»

Lee Hai los miró y volvió preguntó. «¿Désde cuando su hijo ya no desea trabajar y desea tomar copas con los vendedores de verduras?»

Los padres se miraron y respondieron que desde hace unos meses.

El anciano los volvió a mirar y al cabo de un minuto finalmente les respondió.

«Vinieron aquí en busca de un consejo para su hijo. Pero escuchándolos, debo concluir que soy yo quien les debe pedir consejo. Pues su hijo, sin admitirlo, los ayuda más de lo que puedan imaginar, mientras que el mío se desvía más y más se su camino».

Nei Hai se movió, delatando su escondite. Las palabras de su padre le alteraron.

«Su hijo, en sus constantes copas con los vendedores, ha logrado que ustedes o vendan más verdura o vendan la misma cantidad a un mejor precio. Como sea el caso, su hijo les ayuda mucho más de lo que ustedes se imaginan. En cambio, el mío se esconde día tras día detrás de aquella cortina, pretendiendo ser alguien que no es. Es por eso que yo les debería pedir consejo a ustedes».

La pareja se miró y comenzó a atar cabos. Tenía sentido como tan repentinamente les compraban más cantidad de verdura y a un mejor precio. Su hijo realmente les ayudaba.
Los padres se despidieron del anciano con una gran sonrisa y regresaron a su granja.

Lee Hai, por su parte, corrió la cortina y puso en descubierto a su hijo.
Con una tierna mirada le dijo.
«Hijo, tú no deseas seguir mis solitarios pasos. Se que deseas una vida con una mujer a tu lado. Yo he recorrido un gran camino, he vivido y conocido todo el mundo y a causa de eso, no tuve a nadie a quien amar por mucho tiempo. Tú no has pasado por mi camino, estás casado, tienes hijos. Disfruta de la vida».

Esa fue la última charla que tuvieron padre e hijo antes de que el anciano muriera.
Nei Hai, tomo su puesto como el sabio del pueblo y poco a poco la gente acudió a verlo para pedir su sagrado consejo.
Sin embargo, los consejos del hijo no eran igual de satisfactorios que los de su padre y poco a poco la gente dejó de acudir.
Decepcionado, Nei Hai rezó a su padre y le pidió un último consejo. Le pidió que le diga por qué la gente no acudía a verlo y no le traían panes dulces como su lo hacían con él.
La ansiada respuesta no llegó ese día, pero si lo hizo una semana después, cuando Nei Hai tropezó con una pequeña caja de madera que llevaba escrito su nombre. El anciano la abrió y sacó el trozo de papel que llevaba dentro. Al leerlo, lloró. La letra era la de su difunto padre.

«Para mi hijo. Se que quieres seguir mis pasos. Pero te pido que no lo hagas. Para llegar a ser sabio primero hay que saber escuchar. Para llegar a ser visitado y que te traigan panes dulces, hay que haber vivido y, para que la gente busque tu consejo, tendrías que haber renunciado a tu vida y a tu familia, que fue lo que yo hice. No cometas mis errores».

El nuevo sabio finalmente comprendió lo que le hacía no tan sabio y dedicó sus últimos años de vida a disfrutar de la compañía de su amada familia y en especial de su nieto, Lee Han, que entraba por la puerta cargando la tan ansiada canasta de panes dulces.

 

Leyendas de un amor perdido

¿En dónde estás, corazón mío?
Te he perdido y nunca más estarás acá.
He errado, pues soy joven. Me confundí y te dejé ir.
Un anhelo quedó en mi interior.
Añoro volverte a ver y besarte por primera vez, pero eso es imposible.
Por lo menos hoy, ya que he decidido perderte y no buscarte nunca más.

¿En dónde estás, corazón mío?
He crecido sin tí. He superado tu ausencia.
No, esa no es la verdad. No te he perdido porque siempre supe donde estás.
En la distancia deseo volverte a ver y besarte por primera vez, pero eso es imposible.

¿En dónde estás, corazón mío?
He madurado. Ya soy adulto y estoy casado. No contigo sino con otra.
Tengo esposa y dos pequeños que me alegran cada día. Dos pequeños que espero no sufran lo que yo sufrí y aún continúo sufriendo por amor. Pero el destino es cruel, lo aborrezco al jugar conmigo, con mi alma.
Solitarios días pienso en tí, en estar jugando con mis hijos, nuestros hijos.

¿En dónde estás, corazón mío?
Ahora soy anciano y el pasado me atormenta.
No tuve una mala vida, pero ya no deseo continuarla sin ti.
El recuerdo de tu sonrisa construyó un duro fuerte en mi interior.
Te he visto y a pesar de que las arrugas cubren tu piel, sigues siendo la más bella ante mis ojos.
No se puede escapar del destino, no se puede volver el pasado atrás. Solo deseo una cosa. Un solo deseo antes de dejar este cuerpo marchito. Decirte cuanto me arrepiento de no haberte besado aquella tarde cuando éramos jóvenes. Pero solo decirte sin decirme. Pues temo cuando lo pienso. Temo en el potencial rechazo. Aunque se que no sería así, al recordar tus ojos puestos sobre los míos. Una mirada llena de miedo te cubría y sin duda sentirías aquello que no me permitió olvidarte. Pero han pasado muchos años. El sentimiento en mi perdura, pero en tí lo desconozco. Se que tienes nietos que amas y que en la semana piensas en ellos. Yo solo espero que el domingo, un domingo, un día, lo pases pensando en mi.
El destino jugó conmigo y lo maldigo. ¡Ay! mi vida. He cometido un error imperdonable. Tendría que haber dejado todo por tí pero me acobardé. Tú también tendrías que haber luchado por mí, pero no se por qué no lo hiciste. ¿Será acaso la señal de mi derrota? ¿De mis sueños perdidos?. Deseo volver a mi juventud y darte aquel beso perdido y por fin entender tus verdaderos sentimientos.
Mi cuerpo no aguanta la tristeza y he de partir en pocos alientos. Bendito calor de la aurora que elimina mis pensamientos por un instante. Bendita sensación de paz que me cubre. Al fin podré descansar.

¿En dónde estoy?
Me siento raro. Estoy flotando, mirando a mi yo pasado.
Me veo en la calle, mirándola.
Nuestras bocas están cerca.
¿Acaso será el momento al que tanto deseé volver?
Si. Ese soy yo y esa es ella. Ambos jóvenes, demasiado jóvenes ahora que lo veo bien.
Este es el punto que me marcaría de por vida. Debía hacer que se besen, pero ¿cómo?
No tengo cuerpo, solo ojos y mente. Soy un mero espectador. Te maldigo destino por hacerme revivir mi pesadilla antes de partir. Déjame estar en paz. Desiste de la tarea, has ganado.
Ella, tan joven y radiante y yo, joven y descuidado. Ambos formaríamos una pareja muy atractiva. Si tan solo la hubiera besado, si tan solo…
Si. Ahora lo recuerdo bien. Maldita memoria que prefirió olvidar. Yo la besé. No, no lo hice, pero lo intenté y ella me rechazó. Ahora lo recuerdo.
Alcancé a ver el momento exacto de mi flamante recuerdo. Me acerqué a besarla y ella me rechazó corriendo la cara y se alejó de mi aquella tarde diciendo que no me quería.
Maldito destino. ¿Acaso este era tu plan desde el principio? ¿Vivir con un recuerdo falso y darme la paz justo antes de morir? Maldito seas. ¿Por qué ahora? ¿Para que pueda descansar en paz?

Si es así y ese era tu plan, gracias. Ahora por fin me siento feliz.
¿En dónde estás, corazón mío?

Una sociedad podrida (parte 1)

Era una bella mañana de sol. La primavera por fin había aparecido y el clima era más que agradable. Era un día en el que la temperatura era perfecta para hacer cualquier cosa.
Para comer pastas o tomar helado, para andar con abrigo o sin.
Además, añoro estos días de sol plácido porque tienen un efecto mágico en mis ojos y los vuelven negros brillantes. No lo puedo negar, era para atraer mujeres.
Me agradaba caminar por la calle y sentir las miradas de todas sobre mis órbitas.
Soy un casanova, lo sé y lo disfruto. Una conquista por semana era mi objetivo y lo cumplía sin problemas.
Volvía a la oficina y no pude evitar pasar por aquel lugar. Me producía rechazo, sin embargo, siempre me salía de mi camino para pasar por la puerta. Quería ver si estaba ocupado o no.

Cuando llegué, miré para arriba y vi que el cartel gigante anunciaba que se estaba en proceso.
Era obligatorio por ley informar que estaba siendo utilizado y, aunque la mayoría de estos lugares se encontraba lejos de la ciudad, aún quedaban unos pocos en pie. Pequeños y modestos lugares donde uno podía matarse sin consecuencias…

Pero claro, no todo era tan sencillo y habían ciertas reglas a cumplir.
Primero se debía acordar de palabra y uno de los dos (o más) involucrados debía reservar el alquiler de alguno de los lugares autorizados para tal fin.
Con el tiempo, estos lugares pasaron de ser meros rectángulos sellados, simples habitaciones pequeñas donde un hombre con un arma es dificil de esquivar, hasta complejos lugares donde decenas de personas podían someterse «jugando» en diferentes arenas. Por supuesto que el tamaño del bolsillo dependía mucho y, en menor medida, las ganas que se desee a la otra persona que pase a la otra vida.
Luego de reservar el lugar, se debe pagar por adelantado. El pago se realizaba de forma electrónica y el dinero debía de estar debidamente justificado. Si una persona retaba a otra y la otra aceptaba, el que inició la propuesta debía de hacerse cargo de todo el proceso. En cambio, si fue de mutuo acuerdo entonces el pago se realizaría en partes iguales. Lo mismo sucedía hasta el máximo permitido por ley, 20 personas dentro de la sala.
La persona que decide retar a otra, debe notificarle mediante un escribano su intención, debiendo afrontar los costes de las notificaciones legales tanto del envío como de la respuesta.
Si el retado aceptaba, se procedía a reservar la sala que se quisiera, con el método que quisiera (aunque esto debería figurar en la primera notificación y luego ser acordado mediante notificaciones legales). Al vencedor no se le levantaban cargos por asesinato, sin embargo, no podría ejercer cargos públicos durante dos años.
Por el contrario, si no se aceptaba, al retador se le negaba por ley acercarse o hablar con su adversario frustrado durante un periodo de dos años. El retado podía exigir la expulsión del trabajo de su compañero en caso que quisiera, por sentirse amenazado por él.
Luego de alquilar, se notifica el día y la hora en que se llevará a cabo el asunto. En el lugar, mediante la presencia de otro escribano, se debía firmar un acuerdo legal, en el que ellos se someten por su propia voluntad y otras miles de cuestiones en letra chica que nadie se molesta en analizar. Supongo que en esas circunstancias uno quiere llegar al grano, al fondo y concluir lo más rápìdo posible.
El vencedor luego debía poner su firma en la última hoja del escrito declarándose como tal y si no lo hacía, tenía serias consecuencias.
Los familiares y amigos, por otro lado, debían de mantener y respetar la decisión tomada y contener las ganas de tomar «justicia» por mano propia frente al vencedor.

Al principio esto fue severamente criticado. Interminables manifestaciones, marchas, reclamos de organizaciones de derechos humanos y de distintos tipos de movimientos independientes cortaban las calles para impedir tremenda salvajada. Hasta recuerdo una conferencia de exégetas discutiendo si aquel acto estaba aprobado o no por el santo libro.  Fueron eternos meses para los gobernantes, sin embargo, se mantuvieron firmes con su accionar y al cabo de un año florecieron los resultados optimistas. La sociedad se mostraba menos tensa, el aire en las calles se volvía más cordial. Los problemas se arreglaban entre privados y nadie discutiría a menos que quisiera accionar en contra de otro, situación en que la mayoría evitaba.
Poco a poco fuimos volviéndonos mejores personas, no solo con nosotros mismos, sino con el prójimo. El miedo y el temor nos mantenían controlados. Las críticas aún permanecen, pero el método sirve. Después de todo, si sirvió para la religión, podría servir para esto también.
Sin embargo, a pesar de volvernos más tranquilos, aquella ley nos convirtió en potenciales asesinos, en personas que podrían matarse porque si y salir de aquella situación con sangre en las manos pero sin castigo.
Por suerte algunos podemos controlar nuestros impulsos y mirar a todos desde afuera. Los problemas de los demás no parecían tan importantes como para batirse a duelo.
Sin embargo, Julián me hacía perder el juicio. Su sola presencia me era irritable. Lo detestaba. Su andar, su sobrada forma de hablar y su altruismo eran molestos. Creía que hacía el bien, porque le daba una ayuda a los pobres cada tanto, todo el mundo lo consideraba un santo. El santo Julián le decía. Lo odio, lo desearía ver muerto. Estoy pensando en mandarle la intimación a duelo. Allí está, regresó de su almuerzo con el jefe. Seguro le da un nuevo aumento, el que a mi tanto me niegan. Odio esa sonrisa, no quiero verla más.
Hablaré con el jefe para pedirme el día. Debo organizar los pasos para el duelo.

El discurso del ángel

Era un día normal, un Martes cualquiera. Caminaba por el centro de mi ciudad. Como cada día, estaba trabajando. Me encargo de repartir correspondencia. Si, muchos me dirán repartidor, pero el término de ejecutivo de reparto de documentación me suena mejor, por lo menos para mi dignidad.
Se acercaba la hora de comer y mies pies pedían un descanso. Mis talones estaban cuestionando su trabajo y las plantas se negaban a dar otro paso sin un previo parate.
Caminando buscando una hamburguesería, noté que habían muchas personas reunidas en círculo. Siendo eso algo extraño, me acerqué. Un chico estaba tirado en el suelo, desmayado. Seguramente por el calor extremo que hacía. Estaba bien vestido, con un lindo pantalón y una elegante camisa.
Sin embargo, nada nos pudo preparar para lo que sucedió a continuación.
Una luz muy fuerte cubrió al joven y su cuerpo se elevó por los cielos y quedó clavado en una posición, con los brazos extendidos como si hubiese sido crucificado. Lz luz irradiaba de él y todo aquel que se encontraba allí, lo vio.
Un truco de magia bastante bueno, aunque luego nos dimos cuenta que era una verdad.

-ESCÚCHENME, HABITANTES DE ESTE PLANETA. ESCUCHEN MIS PALABRAS. ESCUCHEN AL ÁNGEL QUE LES HABLA.

Nos quedamos sorprendidos, duros en nuestros lugares. Yo era un cobarde y tenía miedo a lo desconocido y en ese momento, nada me pareció más extraño y ajeno a mi que eso.
Luego de un silencio, el ángel volvió a hablar.

-YO SOY UN ENVIADO DE DIOS. YO SOY QUIEN TRAERÁ PAZ AL MUNDO. MI LEY ES ÚNICA. MI LEY ES LA LEY. TIEMBLEN. TIEMBLEN AQUELLOS QUE DAÑAN. LA DAMNACIÓN DE LOS MALDITOS ES INESCAPABLE.

Sus palabras resonaban en todo el cielo y muchas personas enormemente distanciadas juran haberlo escuchado.
Aquel discurso estaba siendo transmitido en vivo y traducido al instante en cientos de idiomas.

-SE HA TERMINADO SU DECADENCIA. EL OCASO DE SUS VIDAS DEBE LLEGAR. ESTÁN ADVERTIDOS. TEMAN AQUELLOS QUE HAN HERIDO. TEMAS AQUELLOS CORAZONES OSCUROS.

Tanto a mi, como a todos los que le pregunté, el corazón les latía a mil por hora. Acelerado, frenético, temía. Temía porque yo no era bueno. No lastimé a nadie a proposito, pero tampoco ayudaba a los pobres. Pero el ángel estaba decidido y si según su criterio yo sufriría la damnación, nada podría hacer para evitarlo.

-NO HAY PALABRAS. YA NO QUEDA NADA PARA EVITAR VUESTRO DESTINO. NO HAY CIELO. NO HAY NIRVANA NI VALHALLA. NO EXISTIRÁN LOS ELÍSEOS NI LAS VÍRGENES ESTARÁN ESPERANDO.  NO HAY TRONO DE DAVID NI DE JESÚS. EL REINO DE DIOS ESTARÁ SELLADO PARA USTEDES, PARA LOS QUE ABUSARON DE SUS LÍMITES. CON EL ALBA COMENZARÁ LA VORÁGINE Y EL MUNDO VOLVERÁ A BRILLAR. LOS CONDENADOS ESTÁN ADVERTIDOS Y SU JUICIO CULMINARÁ EN 30 LUNAS CONTANDO DESDE LA QUE LLEGARÁ EN ESCASAS HORAS.

Han pasado 29 días desde aquel momento, casi finalizando el ciclo de purga y las palabras del ángel siguen estando vivas. Las televisoras decidieron recortar el discurso y ponerlo a las 12 hs de cada día luego de que suene el hímno nacional. Supongo que como recordatorio de lo que estamos viviendo.
Los niveles de audiencia nunca fueron tan altos. Todos estábamos atentos a las noticias. Cada minuto, cada segundo, cada instante podía resultar un momento único. Gente que era inexistente para nosotros era capturada y asesinada por el ángel.
Pero aquel ser no se limitó solamente a la captura de personas. Por las mañanas dedicaba su tiempo a limpiar ciertas zonas del mundo consideradas peligrosas. Zonas donde se produjeron desastres. Se llevó, quien sabe donde, los desperdicios nucleares, las armas nucleares, las armas biológicas, las armas químicas que la mayoría desconocíamos. Limpió lugares contaminados de radiación y mares y lagos contaminados por desechos industriales. El mundo estaba siendo limpieado y creo que desde que apareció, el aire se siente más fresco.
El cierre de las centrales nucleares afectó negativamente a muchos paises cuyas energías eléctricas dependían en gran parte de aquel proceso.
Falta poco para que concluya el tiempo que dio el ángel y estamos todos reunidos donde comenzó todo para despedirlo.
Aún sentía miedo de que me llevará, pero me tranquilizó el saber que los que fueron tomados, eran realmente unos malnacidos y yo, como tantos otros, estabamos lejos de eso.
Viviremos con miedo de nuestros pasos, pero a sabiendas que hay alguien que nos cuida, sin importar la religión.
Al cumplirse el plazo, el ángel volvió a aparecer. Se encontraba flotando en el cielo con los brazos estidaros para recibir un abrazo. Sus ropas eran las mismas con la que apareció la primera vez. Un pantalón elegante y una camisa arremangada hasta los antebrazos. Era la forma de vestir del joven quien sirvió de huésped del enviado de dios.

-SE HA CUMPLIDO EL TIEMPO Y HE CUMPLIDO MIS DICHOS. LA TIERRA FUE LIBRADA DE SUS PEORES MALES. HE DE PARTIR PERO ANTES DE HACERLO LES DEJO DICHO ALGO QUE DEBEN TENER SIEMPRE EN CLARO. NO HAY VIDA POSTERIOR. NO HAY CIELO. ESTA ES LA VIDA. ESTA VIDA ES LA QUE DEBEN DISFRUTAR. DISFRUTEN DE LOS PLACERES SIN DAÑARSE. DISFRUTEN DE LA COMIDA Y DEL SEXO SIN CAUSAR MAL AL OTRO. ESTÁN AQUÍ PARA DISFRUTAR NO PARA SUFRIR. ESTÁN AQUÍ PARA APRECIAR EL MILAGRO DE LA VIDA. SIN IMPORTAR LA RELIGIÓN, SIN IMPORTAR LAS RESTRICCIONES. SI QUIEREN VIVIR SIN COMER CERDO O SIN COMER CARNE, HÁGANLO. SI QUIEREN PASAR SU VIDA SIN MANTENER RELACIONES SEXUALES, HÁGANLO. DISFRUTEN A SU MODO SIN DAÑAR NI LASTIMAR A LA HUMANIDAD. VIVAN. ESE ES MI DESEO.

El sol brilló con mucha intensidad y el ángel desapareció. El muchacho que fue usado como vasija despertó en el suelo. Estaba muy confundido y le esperaría una gran lucha para comprender lo que le sucedió.

Por supuesto que no demoraron los chistes más clásicos. Después de todo, al parecer es verdad lo que decían, dios es Argentino.

Una historia sin sentido

El cielo se abrió y la Luna quedó al descubierto. Una piedra lanzada desde una gomera le había producido una hendidura y ahora la grieta se hacía cada vez mayor.
Poco tiempo pudo aguantar y la herida terminó por matarle. El hoyo producido se fue extendiendo y el contenido que rellenaba la roca blanca se vertió sobre el planeta.

En la Tierra, la gente brillaba con distintos colores, cada uno reflejando sus sentimientos.
Pero, al mirar al cielo, todas cambiaron y se mantuvieron en dos colores, el del miedo y el de la preocupación.

La gente corrió en una vorágine extrema. Era un mar de luces naranjas que se movían por doquier, intentando escapar de su destino. De negras a naranjas fueron alternando, produciendo un espectáculo hermoso visto desde el espacio.

La Luna se seguía vaciando, su líquido blanco, espeso e inodoro caía en forma de catarata a la tierra y cubría el suelo deborando todo a su paso.
Sin embargo, al ser tragadas por el contenido del satélite, las luces cambiaron de color de negro o naranja a un blanco más brillante que el propio medio donde se encontraban.
Sorprendidos porque sus luces no se habían apagado, estaban como flotando en aquella sustancia. Podían ver y respirar dentro de ella y para moverse debían nadar, pero si no lo hacían, no se hundían.
Algunas personas cambiaron su luz y comenzaron a brillar con un tono amarillento que nunca habían experimentado. Al tener ese tono, sus cuerpos descendieron al suelo y pudieron moverse libremente.
No pasó mucho hasta que entedieron lo que sucedía. El Sol, al observar la situación, se mutiló para que parte de su escencia caiga a la Tierra y salve a las personas.
El Sol se fue apagando poco a poco, a medida que la Tierra volvía a la normalidad.
Muchos perecieron, incluyendo aquel que provocó la herida a la Luna.

El maná del astro fue desaparecieron hasta que la estrella perdió todo su color. Sin embargo, no se perdió, sino que pasó a todos los humanos del planeta que ahora brillaban la intensidad del Sol.
Los hermanos habían desaparecido físicamente, pero sus escencias se fusionaron con las almas de los supervivientes.
Cada uno ahora poseía el poder de hacer crecer los cultivos, de dar calor y frio, de dar brillo y oscuridad, de reconfortar el día y de deslumbrar a su alrededor. En mayor y menor medida, cada ser humano poseía la magia del Sol y de la Luna en su interior.
El brillo y los colores continuaban, pero ahora alternaban entre dos, el blanco y el amarillo.
Los sobrevivientes no fueron muchos, sin embargo, gracias a lo sucedido, los cultivos, la ganadería, la pesca, la calidad de vida en general, aumentó para los que permanecieron de pie.
Cada persona se había convertido en un Sol y en una Luna en si mismos, no solo eso, sino que la mismísima Tierra, el propio planeta, también comenzó a brillar dándo origen a nuevas posibilidades, nuevos frutos, nuevos animales, nuevas comidas y nuevas ideas.

El brillo los mantenía con vida, era su esperanza y su alegría. Aquella era comenzó desde aquel día y se la conoció como la «Era de la grandeza».