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La desgracia de saberlo

Lo supe antes que todos lo demás y no porque era el más listo ni podía ver el futuro, sino porque miré por la ventana en el momento justo.
Pasó hace un mes y el recuerdo permanece imborrable en mi.
Fue durante mi casamiento. Luego de una tanda de baile, la comida estaba siendo servida. Era de día y el salón contaba con unos grandes ventanales que abarcaban todo su perímetro, permitiendo una vista inmejorable a la ciudad. El salón se encontraba en el piso 40 del edificio más alto del país.
Era un momento de calma en el que todos disfrutábamos de la comida, cuando me asomé a ver el exterior y lo vi. Un avión. No, una nave, de esas que se utilizan para viajar al espacio estaba volando muy cerca nuestro casi en una posición vertical al cielo. Algunos llegaron a verla quedando sorprendidos por aquel espectáculo.
Luego fue seguida por otra, de distinto color al blanco y negro de la primera. La nave de color verde, le seguía los pasos a la anterior, sin embargo no la pudo alcanzar al salir humo de su interior y precipitárse al suelo ante la mirada de terror de mis invitados.
Mi flamante esposa me miraba, incrédula por lo que sucedía en el exterior.

-¿Qué pasa?- Me preguntó.

«¿Qué pasa?». Esas palabras aún siguen en mi mente. Lo último que le escuché decir, la última vez que oí su voz. «¿Qué pasa?» Me volví a preguntar, intentando decirlo con su tono, con su bello timbre armónico.

Algo en mi pensó rápido y respondió.

-Una bomba atómica viene y ellos están escapando de la tierra.

Su cara fue de terror y mi menté quedó en la nada mientras nos cubría con una tela militar que se encontraba en nuestra mesa, separada del resto de la gente. Cuando ví la bomba caer del avión, miré a los invitados. La mayoría permanecía ajeno a lo que estaba por suceder y continuaba deleitándose con el platillo principal, con el lomo al champignon. Otros seguían mirando a las naves como volaban, pero ninguno, nadie salvo yo supuso lo que sucedería.
Vi caer en cámara lenta aquel artefacto del día del juicio. Era redondo, como un tambór, con una cola, como la de un pez. Un pequeño aparato que entraría en el baúl de mi automovil y que era capáz de eliminar todo rastro de vida en kilómetros de radio. Luego me escondí, junto a mi esposa y esperé el fin. No podía pensar en nada. No pudimos decir nada. Solo nos miramos y unos segundos después, ella dejó de hacerlo y cerró los ojos. La vida, su alma, todo su ser abandonó el vehículo que utilizaba para la vida y su cuerpo cayó inherte sobre mi.
Yo me salvé, gracias a que la manta me llegó a cubrir el total del cuerpo, pero un sector del de ella quedó al descubierto. El tobillo, aquel que fastidió al mismo Aquileo, causó las mismas desgracias a la mujer que amé.
Fui el único sobreviviente de mi familia, amigos y conocidos.

Hoy, 30 días después, sigo soñando con aquel día mientras que me hacen pruebas de laboratorio.
Permanezco encerrado por el solo hecho de estar vivo, de haber sobrevivido a semejante exlosión con tan solo una tela de protección.
Algo hay en mi, dicen y por eso me mantienen prisionero en este lugar.
Aún sigo sin poder despedirme de todos y ni siquiera se si los han enterrado o cremado. Tan solo me dicen que yo no puedo salir, por el bien del resto de los ciudadanos.
Mis brazos ya no sienten los pinchazos de las agujas que extraen sangre. Mis pies están pálidos por la falta de glóbulos rojos y mi cabeza da vueltas constantemente. Viví, pero ahora estoy confinado a un hospital militar, donde no me dejan irme ni me dejan morir. Nadie siente piedad por mi, por lo que viví. Tan solo quieren saber como lo hice, como superé la explosión sin ningún tipo de repercusión negativa en el cuerpo. El haber sobrevivido era un castigo aún mayor al haber desaparecido aquel día. Me dicen que soy un milagro, que soy la clave para la supervivencia en el espacio y otras muchas tonterías. Lo cierto es que no me dejan ir, aunque me lo hayan prometido.

-Una vez que terminemos, podrás irte. Además, por tu cooperación, te haremos acreedor de una importante suma de dinero. Suficiente como para que comiences tu vida de nuevo.

Hasta ahí, sonaba bien y esperaba con ansias ese momento. Sin embargo, el militar no concluyó su discurso allí.

-Sin embargo- Continuó. -Al salir, deberás someterte a varias cirugías estéticas.

Mi cara fue de asombro.

-Si, entiendo como te sientes, pero debes comprender que aquí estás seguro. Si sales, es probable que de otros gobiernos o laboratorios te secuestren. Aunque la noticia de tu supervivencia no fue revelada por los medios masivos de comunicación, la historia de tu rechazo a la muerte fue filtrada por espías y la información de tu vida fue vendida a los mejores postores. Muchos te están buscando para hacerte pruebas. Si, al igual que las pruebas que nosotros te hacemos, pero ten algo por seguro. Tu eres de los nuestros y nosotros no te dejaremos morir, aunque no pueda afirmar lo mismo si otros te capturasen.

Desde ese aviso pasaron incontables días de dolor y sufrimiento. Al militar no lo volví a ver y desde hace tiempo considero que mi vida terminaría aquí.
No, me equivoco. Mi vida terminó cuando a un malnacido se le ocurrió disparar la bomba. Cuando un adefesio de ser humano jugó con la vida de los demás. Cuando un loco de mierda tuvo acceso al poder de causar tanto daño. Mi vida terminó en aquel día en que un hijo de puta se encabronó como a un nene que le negaron el juguete y quiso demostrar quien tenía los huevos más grandes.
Aquí, en mi celda, en cerrado, pienso. ¿Cuantos hijos de puta así quedarán libres?

Una historia con esperanza

Habían nacido en el seno de una familia amorosa y, a todas miradas, normal.
Él y su hermano dos años menor, vivían con sus padres en un modesto hogar de clase media. No les sobraba, pero tampoco les faltaba y los cuatro pasaban sus días entre juegos y risas.
Al cumplir el hermano mayor los 4 años, momento en que el niño florece su alegría, la familia fue asaltada de forma violenta.
Un error entre los cacos les habían conducido ante la casa de esta sencilla familia que no nadaban en dinero, como ellos pensaban y al creer que la familia se estaba resistiendo, los dos malvivientes discutieron entre ellos.
La discución se fue tornando cada vez más violenta, hasta que uno de los dos sacó un arma del bolsillo de su campera y terminó con la vida de los amorosos padres frente a la atónita mirada de los hijos quienes estaban paralizados en sus lugares.
El otro paria se llevó las manos a la cabeza, no pudiendo creer lo que su compañero acababa de hacer. Nuevamente hubieron discuciones.
El asesino quería busar las joyas y llevarse todo lo de valor mientras que el cómplice quería largárse en ese momento. No se pusieron de acuerdo salvo en el hecho de que los disparos habían atraido a los vecinos y que la policia estaba en camino.
Finalmente decidieron salir, sin embargo, el complice se detuvo y miró a los pequeños huérfanos. Algo dentro del mafioso resurgió, un sentimiento que conocía pero no recordaba: la empatía.
El hombre tomó a los niños y se los quiso llevar, pero fue detenido e increpado por el otro. Nuevamente la discución se tornó violenta y como un calco espejado de la primera escena, el hombre, que quería velar por los pequeños, arremetió contra el asesino de los padres de estos y acabó con su, nada premiable, vida.

Quedaron solos, el hombre y los dos niños. Los pequeños miraban al mayor, al cómplice del asesino de sus padres, con ojos perdidos.
La sirena se podía escuchar a lo lejos anunciando que el tiempo de desición había terminado.
Los tres partieron apresurosos para evitar ser detectados, rumbo a la casa de maleante.
Al llegar, el hombre tomó una valija, la llenó con dinero y objetos de valor y luego partieron rumbo a la estación ferroviaria.
Gracias a un conocido, consiguió 3 billetes para el tren que estaba partiendo, rumbo a una ciudad bastante alejada de la capital en donde vivían.
Allí, en esa pacífica localidad, los tres continuaron sus vidas juntos, formando una nueva familia.
El hombre cuido a los pequeños como si fueran suyos propios, renunciando a su vida de mafioso y comenzando a trabajar honradamente.
Los años pasaron y poco a poco los niños crecieron. El hombre probó ser un padre interesado y preocupado por el crecimiento y desarrollo de los nenes. Junto a él, ellos asistieron a clases y fueron educados en modales y comportamiento, todo lo contrario a lo que el hombre predicó, al ser complice del asesinato de sus verdaderos padres.
Por primera vez en eternos años, los nenes sonrieron y eso llenó de amor al hombre mayor que había conseguido cambiar su vida. Sin embargo, para su desgracia, su pasado lo persiguió y le encontró. Un conocido de su antigüo compañero buscó revancha y la consiguió.

Una escena repetida, el nuevo padre de los nenes fue asesinado frente los ojos de los pequeños. Pero, a diferencia de la otra vez, en esta oportunidad un policia se encontraba en el lugar y acudió de inmediato abatiendo al asesino.
Luego, los nenes fueron llevados a la comisaria donde el uniformado conoció su historia.
El policia sintió pena por aquellos niños y decidió adoptarlos de forma legal.
Lamentablemente, la convivencia fue corta y el policia fue rechazado para doptar. Las razones de esa desición no llegaron a sus oídos y los niños fueron llevados a un orfanato en la capital. Allí recibieron cuidados precarios hasta que las autoridades del lugar desaparecieron con el dinero que les otorgó la ciudad y los pequeños quedaron nuevamente a la deriva.
Sin nadie que cuidara de ellos, debieron tomar una desición, quedarse debajo del techo del abandonado lugar o arriesgarse en la calle.
Los hermanos optaron por lo segundo y se aventuraron, juntos, en la jungla de cemento.
Tenían 13 y 11 años respectivamente y sus cabezas eran ya concientes de su situación. Tenían un poco de dinero que les dió el policia antes de ser obligado a entregarlos, que usaron para comprar alimentos básicos y en poco tiempo, el mayor consiguió un trabajo de pocas horas en un restaurante de mala muerte, en donde hacía las veces de ayudante de limpieza.
Era un trabajo denigrante para cualquier adulto que se autorespetara, pero para el mayor de los hermanos era el suficiente dinero como para alimentarse y sobrevivir. La facha del lugar era digna de la de un establecimiento en una película de terror, sin embargo, el dueño cumplía con los pagos que le había prometido al pequeño, quien demostró ser un trabajador incansable. Los clientes, por su parte, demostraron su generosidad para el pequeño, dándole monedas, que a veces debía ganar de forma humillante y colaboraciones de ropa y abrigo.
Poco a poco fueron metiéndose en la historia de los hermanos huérfanos hasta que el dueño del lugar se enteró que ambos dormían en la intemperie y les ofreció descansar dentro del bar y darle un trabajo a su otro hermano.
El mayor comenzó a cocinar y el menor se encargaba de la limpieza. Ambos eran incansables y agradecidos, algo muy raro en la gente que frecuentaba el lugar.
Pasaron unos dos años de relativa tranquilidad para los pequeños hasta que el lugar fue cerrado por la municipalidad. Nuevamente los chicos quedaron sin un lugar donde estar, aunque ahora tenían la ventaja de tener bastante dinero ahorrado.
El amor de sus padres biológicos, sus verdaderos progenitores, había sido tan grande que les perduraba en sus corazones y eso es lo que les hacía mantener la calma en todo momento.
Con el dinero ahorrado, no tenían que volver a la calle y alquilaron una pequeña habitación en uno de los lugares más detestables de la ciudad.
Los trabajos que consiguieron fueron igualmente de repulsivos, pero poco a poco fueron juntando el suficiente capital para ir cambiando sus vidas.
Los años pasaron y la historia de aquellos hermanos fue pasando de boca en boca hasta caer en los oídos de un escritor poco reconocido, que se encontró con ellos y juntos escribieron el libro de sus vidas.

«Nuestra vida. El relato de unos hermanos múltiplemente huérfanos» Se convirtió en el mayor libro vendido en el año de su publicación y meses después, la película de su historia ya estaba en camino.

Su historia posee un final feliz. Gracias al dinero recibido, pudieron relajar sus almas y cuerpos y dedicarse a vivir. Sus caminos se distanciaron, ya no vivían ni pasaban todo el día juntos. Cada no fue haciendo su vida con la paz que se merecían.
Ambos se casaron, tuvieron hijos y luego estos les dieron nietos a los que amaron durante el resto de sus días y finalmente, cuando ambos ya eran ancianos, los hermanos se reencontraron y se miraron. Ambos asintieron con la cabeza y se fueron a dormir juntos, como cuando eran unos pequeños huérfanos sin hogar.
Sus cuerpos, tomados de la mano, fueron encontrados a la mañana siguiente por sus hijos. Los hermanos fueron enterrados juntos, al lado de donde sus padres descansaban, con la portada del libro grabada en su lápida.

Entrevista al creador de estas historias

-Era hora de que nos revisemos un poco la cabeza.
-¿Qué quieres decir?
-Que te entreviste. De contar como son creados tus cuentos.
-Pero si todo eso ya lo sabes. Tú eres yo y yo soy tú.
-Pero el lector eso no lo sabe.
-Ahora si.
-Bueno, de acuerdo. Ambos somos la misma persona, pero en este momento, te dividirás y esta parte tomará la personalidad de un reportero que te va a hacer una entrevista.
-Y esta otra parte se meterá en el papel de entrevistado. Sin embargo, tengo una pregunta.
-Dime.
-¿Quién cocinará? Dentro de poco vendrá, tú sabes, y la comida deberá estar lista. Ella trabaja demasiado para mantenernos y lo menos que se merece es eso.
-No te preocupes, la entrevista no durará mucho.
-¿Y si pasa?
-Entonces nos dividiremos en una tercera personalidad para que cocine mientras que nosotros continuamos.
-¿Cuantas personalidades puedo tener?
-Todas las que sean necesarias para este cuento.
-Entonces, ¿esta entrevista es también un cuento?
-Así es. Se trata de un cuento en el que vas a relatar el proceso de creación de los otros cuentos.
-¿Cuál proceso de creación? Bien sabes que no tengo nunca nada planeado y que las cosas van saliendo a medida que las escribo.
-¿Este cuento también?
-Por supuesto. Este cuento no es la excepción.
-¿Lo vas a revisar cuando lo termines?
-Lo dudo.
-¿Cómo es el proceso de revisión de las historias?
-No hay.
-¿Cómo es eso?
-La historia se termina y termina. Rara vez la reviso en busca de incongruencias o de errores de ortografía.
-¿Por qué no lo haces?
-Porque luego de terminar un cuento ya no quiero saber más nada de él y quiero empezar con el siguiente. Me pasa con los libros y la poca publicidad que les doy.
-Cuenta un poco más sobre eso.
-Al momento de entregar el material del primer libro, Relatos de Humor Pensante, a la editorial, el libro se convirtió en historia pasada y al día siguiente ya había comenzado a escribir la segunda parte. Por supuesto que, al recibir el libro terminado, me emocioné, sin embargo, no le hice publicidad y continué escribiendo el segundo, Relatos de Humor Pensante: Un nuevo amanecer.
-¿Quedaste satisfecho de cómo había quedado el primero?
-No. Al escribir el segundo me di cuenta de que no me habían gustado la forma de escribir las historias. No eran cuentos, ni siquiera narraciones. Era un limbo de escritura cuyas ideas me gustaban pero no supe darles un buen formato.
-¿Por ejemplo?
-Neftus.
-¿Qué no te gustó?
-La idea me gustó mucho y siento que la desaproveché. La historia pasada relatada en parte en memos y notas, la conspiración, la trama en general me gustaba. Sin embargo, eran mis comienzos de «escritor formal» y la apuré mucho.
-¿Cómo te hubiese gustado que fuera?
-Una novela.
-¿Tanto la podías extender?
-Si. Creo que si.
-¿Por qué no lo haces?
-Por ahí algún día lo haga. Sinceramente tengo muchas ideas de novelas. Son tres a medio camino.
-Eso es mucho.
-Si, pero tengo un problema y es que no logro mantener la concentración durante tanto tiempo como para escribir tanto.
-Pero, El Fin, es una novela entretenida.
-Si y me encanta. Pero no fue la primera que escribí, lejos de eso. Sin embargo fue la primera que terminé.
-¿Qué pasó con las otras? ¿No te gustaban?
-Si me gustaban. Pero necesitaba algo que me empuje a continuarlas. Tengo muchos borradores con páginas y páginas escritas de historias que me interesan y me parecen atrapantes. Por ahí ahora que terminé una novela, puedo completar las otras.
-El Fin es la primera novela que completaste. ¿Tiene continuación?
-Si. Al igual que me pasó con los otros libros, al terminarlo y enviarlo a la editorial, me pareció historia pasada y comencé a escribir la segunda parte de la que espero sea una trilogía.
-Como que lo que quieres es escribir y nada más.
-Exacto. Yo solo quiero escribir historias. Se que tengo mucha capacidad y me jacto de mi imaginación, de mi inventiva.
-¿Te copias de ideas o como te basas para contar las historias?
-En la mayoría de las veces, de nada. Me siento a escribir y mis manos y cabeza trabajan juntos. No existe nada más alrededor y no deseo ser interrumpido. A medida que voy escribiendo las historias salen solas.
-¿Y en las otras?
-Pueden ser situaciones que me hayan pasado. Deseos de mi interior. También puede pasar de ver por la calle cierta situación y distorcionarla tanto como para hacer un cuento.
-Basicamente te sentás, escribís y salen.
-Si.
-Volviendo al tema anterior. Solo querés escribir historias, pero eso no te va a llevar a ningún lado sin dinero.
-Ese es un problema.
-¿El qué?
-El dinero. Lejos de ser un escritor autoproclamado, yo me quiero dedicar a escribir y nada más. Necesito a alguien que se encargue de la publicación y creí que las editoriales se moverían un poco para promocionarme, pero me equivoqué.
-¿Sirvió de algo pagarle a una editorial?
-No, de nada. Por eso, el siguiente libro, la tercera entrega de los Relatos de Humor Pensante, va a ser autopublicada. Luego veremos que pasará con la continuación de El Fin.
-¿Cuantas ídeas de libros tienes?
-Por el momento tengo tres libros publicados, uno por año es mi objetivo y por ahora lo estoy cumpliendo. Este año sacaré la tercera entrega de los cuentos y para el año que viene la segunda parte de El Fin. Luego de eso veré si saco la cuarta entrega de cuentos o la tercera -y última- parte de la novela.
-Un libro por año es meritorio.
-Más si la gente supiera que apenas le dedico una hora al día a escribir ya que el trabajo que tengo me consume casi toda la vida. Desde que estoy acá, mi vida fue completamente relacionada al trabajo.
-Si no trabajaras, si te dedicaras de lleno a la escritura, ¿cómo te imaginas que sería?
-El paraiso. Creo que si me dedicara todo el tiempo que quiero a escribir podría, tranquilamente, tener tantas historias como para abarcar dos o incluso tres libros por año.
-¿Realmente lo crees así?
-Estoy seguro de eso. Pero no soy bueno para la publicidad. Si tan solo tuviera una oportunidad.
-Las oportunidades hay que generarlas y no esperarlas.
-Es cierto y creo que por eso, esto no será más que un pasatiempos.
-Ojalá se de.
-Ojalá…
-…en fin. Algún día sera una realidad y tendremos reconocimiento, pero ahora, debemos comenzar a preparar la comida.
-Bueno.

La puerta de la casa se abrió. Mi prometida entró, sonriendo. Me saludó con un tierno beso mientras miraba como una lágrima caía por mi mejilla.
Ella me miró e inmediatamente entendió el motivo de mi tristeza.
El abrazo que me dio fue más que placentero y servía para mantenerme en pie en aquellos momentos.
Con un gesto, le indiqué que la comida estaba servida y le mostré mi último cuento. Es mi fan número 1.

 

En el más allá

Aún recuerdo como comenzó todo.
Era un día Martes y el pronóstico anunciaba que sería un día de mucho calor, con temperaturas máximas cercanas a los 35ºC.
Como todas las mañanas, me dirigía hacia el trabajo. Por la mañana el clima era agradable y las funestas temperaturas se harían presente al mediodía.
Al bajar del autobús, comencé a sentir un malestar en el pecho. Sin previo aviso y sin posibilidad de defenderme, caí al suelo ante la mirada de los otros transeuntes.
Éstos no reaccionaron y muchos siguieron de largo. Solamente un muchacho joven, de mi edad (aunque yo ya no me considere de tan corta vida), se agachó y me intentó hacer reaccionar.
No vestía mal, no llevaba mala pinta ni tampoco tengo una cara de pocos amigos o marcas amenazantes en el cuerpo. Era una persona común y corriente que sufrió un ataque al corazón en el medio de la calle y solamente una persona se acercó a ayudar.
Luego del primer movimiento, se acercaron otros tantos, aunque la mayoría miraba con curiosidad más que queriendo aportar  algo útil. Hubo mucho murmullo alrededor y la gente se hizo más presente al aparecer la ambulancia.
El joven muchacho sintió mi falta de respiración e intentó practicarme resucitación. Desconozco si sabía lo que hacía, pero su accionar era meritorio de una medalla. Igualmente era tarde y mi alma ya había abandonado el cuerpo que pasé tantos años en tonificar.
Tanto tiempo perdido en el gimnasio, tantas horas de esfuerzo y noches de hambre para poder tener un cuerpo agradable a la vista. Al morir, solo pude reir.
Los paramédicos tapaban mi cuerpo sin vida con una sábana blanca y lo colocaron en la camilla, ya dispuestos a retirarse de la escena. No había nada más para hacer.
El muchacho insistió en ir en la ambulancia y permanecer junto al cuerpo hasta que alguien lo reclame. Había tomado mi mochila con mi billetera y mi teléfono celular y se disponia a esperar recibir algún llamado para informar la noticia. Nuevamente, su actitúd era digna de mérito y reconocimiento.
Las horas pasaron y el teléfono sono mil veces. Lamentblemente eran todos mensajes y, al no saber la clave de desbloqueo, no se podían responder. Finalmente el móvil sono. Se trataba de mi prometida. No se si fue bueno o malo que ella sea la primera en enterarse de la noticia, pero así ocurrió.
Al principio no lo creía y pensaba que me habían robado el celular. Sin embargo, al final fue puesta al oído de un médico y cayó. Pocos minutos después llegó, desesperada y a los gritos, preguntando por mi. Una mujer mayor la recibió en brazos y la abrazó mientras que ella lloraba. La llevó hasta mi cuerpo sin vida en donde mi prometida lloró hasta desmayarse.
El muchacho que me había acompañado lagrimeó al ver la triste escena.
Al cabo de una hora, ella recobró el conocimiento y comenzó a preguntarme que pasó. Estaba triste pero ya no le salían lágrimas. Sus lagrimales se habían secado.
El joven le explicó lo que pasó y se ofreció a llamar a los conocidos para informarles de la noticia. Sin fuerzas ella le mostró el código de desbloqueo del teléfono y le susurró los nombres de quienes llamar. Mis padres fueron los primeros. Al llamarlos, el muchacho les dijo que yo estaba internado en el hospital. Ellos no lo creyeron y supusieron que era algo peor lo que sucedió. Llegaron por separado. Primero mi padre, quien dejó su auto estacionado en un lugar propenso para ser llevado por la grua y minutos más tarde, mi madre, que no esperó a recibir el cambio al bajar del taxi.
Ambos vieron a mi prometida aferrada a mi cuerpo y comenzaron a llorar. Es la primera vez que los veía así y mi alma comenzó a temblar. Se abrazaron fuertemente mientras que se preguntaban cómo había pasado. Ninguno de los tres lo podía creer.
El otro joven finalmente se retiró, al sentir que ya no era necesitado, pero antes llamó a una última persona, a mi tía para que comunicara la noticia.
Mis hermanos llegaron desesperados. Los llantos hacían eco en gran parte del piso del hospital. Incluso las enfermeras y el personal de limpieza y administrativo se unieron a las lágrimas al comprender que mi vida, en muchos casos normal, se había esfumado en un segundo, sin previo aviso y sin cuartel.
Luego llegaron mis primos y mis tíos. Todos, sin excepción, lloraban mi deceso.
Mi alma temblaba. Sus vibraciones me causaban malestar a pesar de haberme separado de aquel cuerpo que vivió apenas 30 primaveras.
Uno de mis tíos se ocupó de planear el velatorio y luego el funeral. Sería enterrado junto a mis abuelos, aunque hubiese preferido ser cremado. El entierro conlleva gastos exuberantes y una carga pesada a aquellos quienes aún permanecen en este mundo.
Apenas tuvo voz para hablar, mi prometida llamó a uno de mis amigos y le contó la noticia.
Él no lo podía creer, al igual que cada uno de los otros que se enteraron antes.
Un rato después, mi cuerpo fue retirado de la sala del hospital y fue llevado a la sala de velación donde esperaba impaciente mientras era vestido y maquillado.
Durante el viaje mi alma fue succionada por «algo» y llegué a un lugar donde por fin dejó de temblar. Un clima agradable, lejos del extremo calor anunciado por el servicio meteorológico y un cielo despejado fue lo primero que vi.
Me sentía en paz, relajado. como si mi cerebro hubiese liberado una gran cantidad de endorfinas. Lástima que mi cerebro ya no se encontraba conmigo y ahora solo era «algo», llevado por la situación.
En medio del cielo, una voz resonó en todo lo que quedaba de mi ser.

-Aún no es tú tiempo. Ve y disfrútalo. Elimina aquellos pensamientos de la cabeza. Eres amado aunque no lo admitan. Ve y disfruta de todos los placeres que te negaste que para eso fuiste creado.

Aquella voz se parecía a la mía cuando me hablaba para dentro, cuando pensaba, pero más solemne, con más fuerza.
Nuevamente «algo» me succionó y desperté en mi cuerpo mientras que me acomodaban para el velatorio. Estaba dentro del cajón cuando abrí los ojos y dejé helado al personal de la funeraria.
Nadie lo podía creer, ni yo mismo.

De esto han pasado casi dos meses y ahora, por fin, me siento capaz de disfrutar de los placeres de la vida. Mi apareciencia física me importa, pero no tanto. Mi trabajo me importa, pero no tanto. Quienes estuvieron llorando mi pasar, ahora me importan mucho más.
No se cuanto me durará este sentimiento, esta nueva vida, pero se que debo disfrutarla lo más que pueda.

 

Los dos caminos 2

Un auto frenó unos metros más adelante. Sin embargo, esto no era problema para Gastón y su moto.
Juntos, sorteaban una gran cantidad de obstáculos y fluían por el tráfico esquivando auto por auto. Esta vez, tenía una bicicleta a su lado que también quería pasar, pero él, al estar motorizado, elegiria primero por donde pasar al auto.
Gastón decidió pasar al auto que frenó, por la izquierda, por el lugar donde se sienta el conductor. Fue la desición correcta y al pasar, pudo ver como el andar de la bicicleta fue interrumpido por la puerta que se abrió de improvisto. El muchacho que manejaba el rodado fue expulsado de su asiento y su cabeza chocó contra el pavimento.
Gastón decidió pasar al auto que frenó, por la derecha, por el lugar donde se sienta el acompañante. Fue la desición incorrecta y al abrirse la puerta del acompañante del auto, Gastón fue despedido de su moto y su cabeza, sin casco, chocó contra el pavimento. El golpe no fue letal, pero las consecuencias serían permamentes.

 

Sol caminaba por las calles de la ciudad en busca de un lugar donde comer.
Era mediodia y la panza le rugía. Aquel mediodía se cumplía un año desde que había abandonado la comida chatarra para comenzar a cuidarse. Después de unos primeros días y meses en el que la adicción le insistía en que vuelva a aquellas comidas, su cuerpo comenzó a demostrar su agradecimiento y Sol se veía y sentía más sensual y llena de vida que nunca. Pensó que podía darse aquel capricho sin caer en la adicción. Sus piernas se frenaron en la entrada del restaurante.
Sol decidió pasar de largo y buscar una opción más saludable. No quería caer en la tentación de aquella comida y la mejor forma era evitarla. Entró al siguiente restaurante y pidió una opción más sana. Al entrar, su sonrisa fue admirada por varios de los comensales.
Sol decidió entrar y darse un gusto. Después de todo, una simple hamburguesa no la volvería a ser adicta. Lamentablemente, su increible sabor le recordó aquella nostalgia de antaño. Sol continuó comiendo sin reparar que volvía a su anterior y desdichado ser.

 

Ludovico estaba temblando por primera vez en su vida. Siempre había sito un tipo rudo, pero ahora, los investigadores tenían el poder y el lo sabía. Fue cuestionado y torturado psicológicamente. El objetivo era romper el omertá de su banda y confesar todos y cada uno de los crímenes de los que fue cómplice. Para eso, le ofrecieron un trato de protección a testigos.
Ludovico aceptó el trato y rompió el código de silencio.  Contó todos los planes en lo que estaba implicada la banda y dio nombres y datos reveladores. Los investigadores utilizaron la información y por fin pudieron apresar a todos los miembros de la banda más buscada del lugar. Ludovico permaneció ileso gracias al plan de protección a testigos.
Ludovico no aceptó el trato y mantuvo silencio. Temía lo que le pudiera suceder y por eso decidió callar. Los investigadores no tuvieron más opción que dejarle ir y él regresó al lado de su banda. Al llegar, fue asesinado sin piedad. A pesar de saber que no había dicho nada, el haber sido capturado era motivo suficiente como para silenciarlo para siemre.

Adán: Un padre que no fue

Adán recorrió el enorme cuerpo sin vida de su rival. Aún no entendía como semejante monstruo cayó de bruces por un simple disparo de su cervatana.
Al derrotar al gigante, el pecho se le infló tanto que ya sentía que podía enfrentarse a todo lo que su creador le tirase. Por primera vez fue conciente de su gran ingenio y del terrible arma que eso significaba.

-No hay nada que no pueda lograr- Exclamó con pleno orgullo.

Mientras tanto, Dios ocupaba su tiempo inmortal en el cuidado -a distancia- de Caín, el primer ser humano creado y nacido en la tierra.

-Aquel niño será semejante a mi, semejante a tú Dios- Le dijo a Eva en una de las infrecuentes visitas al bebé.

Eva solo asentía feliz de que su hijo, su fruto, su nueva sensación, crecería y sería semejante a su creador. La experiencia de haber dado a luz y de criar a un niño era basta y llena de emociones. Sin embargo, la ausencia de Adán le provocaba un sentimiento nada agradable en su seno.

-Por favor, traemelo de vuelta.- Imploraba la mujer.

-Todo a su tiempo, mi preciosa. Ten paciencia y confía en mi.

Los días, las semanas, los meses y los años transcurrieron rápidamente para uno y léntamente para otra.
Mientras que Eva dedicaba sus días al cuidado de su hijo, Adán exploraba aquel mundo abierto para él.
El paso del tiempo lo había convertido en un feroz guerrero. La caza y la supervivencia le costaba poco esfuerzo y se sentía casi omnipotente.
Pero Adán no sabía que aún tenía una dificil prueba que superar.
Dios, su creador, se enfrentaría a él. Eva sufría una aguda angustia que repercutía en su hijo y le enfermó. Si Adán no regresaba, Caín no sobreviviría y eso no lo podía permitir.

Caminando por el bosque, escuchó un ruido ensordecedor. Era algo que nunca antes había escuchado.

-Debe ser un nuevo animal.

Su pies, protegidos con cuero de vaca, se movieron con ligereza y pronto encontraron la fuente del ruido. Se trataba de una cascada, pero no como las que tenía en el Edén, sino infinitamente más grande y temerosa. Ésta, desenbocaba en un rio tan extenso como la misma visión.

-¿Será este el rio del fin de la creación?- Se preguntó.

La adrenalina le llenó el corazón. Deseaba con amplias ganas, conocer el fin de la creación, el fin de todo lo que Dios creó. Sin embargo, necesitaba una embarcación que sea sumamente resistente.
Abajo, en la playa donde desembocaba la cascada, pudo ver a un gigante como acomodaba alimentos dentro de un gran barco.

-Es perfecto- Se dijo, mientras trazaba un plan.

La embarcación se veía sumamente resistente y seguramente aquel gigante era un constructor y no un guerrero. No debía matarlo, sino convencerlo de viajar juntos.
Durante su viaje, se topó con todo tipo de gigantes, los temibles guerreros, los amables cocineros y los despreocupados agricultores, pero era la primera vez que se encontraba con un constructor.
Debía de buscar la forma de llegar a un acuerdo y para eso, debía obsequiarle una creación tan impresionante como aquel navío. Debía de pensar algo antes de que el barco zarpe.
La mente de Adán pensaba mientras que buscaba como descender de la cascada y llegar a la playa, mientras que el cuerpo de Eva se deterioraba, al igual de el de su hijo.
Por primera vez, Dios estaba preocupado.

Cosas imposibles

Al fallecer, recibí una notificación de un escribano.
El dueño de aquellos departamentos, aquel tipo viejo y solitario, me había dejado una carta.
«Querido amigo:
Tal vez te sorpreda ésta situación y espero que te sea grato recibir la noticia como lo es para mi escribir estas palabras. Soy poseedor de dos departamentos, cómo bien sabes, además de mi casa donde llevo viviendo una veintena de años, sin embargo, no tengo a nadie a quien dejarle herencia. Durante los años que gestionabas el pago de los alquileres, te fuiste volviendo un ser querido para mi, uno de los pocos que tenía y debo admitir que te tomé bastante cariño y estima. Las visitas mensuales para el cobro de los alquileres eran una bendición y fue por eso que tomé esta decisión. Véndelos si quieres o continúa con los alquileres y espero que tu vida mejore con este dinero adicional. Gracias por alegrarme los últimos años de vida. Un fuerte abrazo. El viejo charlatán H. Peña.»
Mi cabeza laburaba a mil por segundo. Había conseguido tres departamentos casi por milagro. Solamente por ser amable y cumplir con mi trabajo. No lo podía creer.
El escribano me miró. El tampoco podía entender la situación.
Me preguntó que quería hacer con los departamentos. Rápidamente le respondí que venderlos. Sin ser malagradecido, utilizaré parte del dinero para tomarme unas buenas vacaciones. Gracias, viejo charlatán.

Los amigos de mi novio tienen cuerpos de película. Se conocieron en el gimnasio y entablaron una pronta amistad. Se los notaba simpáticos, pero sobre todo, sexualmente activos. Al mirarlos, mi mente se imaginaba cada escena posible de una pelicúla triple X donde me consumián completa.
Me sentía mal por engañar, en pensamiento, a mi pareja, pero las ganas que les tenía eran mayores.
Un día, él invitó a sus amigos a mi casa, momento en que yo aproveché a salir con una amiga.
Al regresar, los encontramos bastante tomados, al igual que nosotras. Las risas fluyeron al igual que las miradas que se me iban. Mi novio lo notó y me llamó la atención pidiéndome hablar en la cocina. Era mí fin, sin embargo, su estado de alcoholismo era tal que me confezó que miraba a mi amiga con ojos de lujuria y me preguntó si quería, por esa noche, acceder a un cambio, aunque ellos fueran dos y ella sólo una. Accedí sin reparar si se trataba de una trampa. Por suerte no lo fue y debo admitir que mis sueños se quedaron bastante cortos contra la realidad.

Las horas pasaban y mi cabeza no se concentraba a pesar de haber tomado aquella pastilla que se anuncia como «milagrosa» para el estudio.
El examen final era dentro de pocos minutos y me había levantado temprano a dar un último repaso. Estaba más que perdido y el tema me era tan complejo como el idioma finés.
Apenas había entendido como realizar unos ejercicios básicos.
Realmente no entendí como aprobé los dos parciales para haber llegado a esta instancia.
Mi mente se sabía de memoria tres ejercicios, uno teórico y dos prácticos. Eso era todo y  cualquier cosa distinta a eso, no podría resolverlo.
Los nervios eran tan grandes al sentarme, que no hablé con nadie. Al fondo del aula me encontraba, acomodando nervioso los útiles y cargando el lápiz con más minas de las que necesitaba. Estaba seguro que desaprobaría. No había oportunidad alguna de aprobar y no veía como podía entender aquella materia tan compleja.
Recibimos las hojas con los tres ejercicios y poco después fuimos autorizados a verlas.

Ejercicio 1: Demuestre que todo campo diferenciable en el punto Ā, es continuo en Ā.

Era increible, era el teórico que sabía. Por lo menos no voy a tener un 1.

Ejercicio 2: Calcule el volumen de un cuerpo definido por: 2 x²+2y²+z² ≤ 3 , z≥√(x²+y²), y≥x

Era increible. Dos de los 3 enunciados eran los que me sabía de memoria, incluso podía llegar a aprobar.

Ejercicio 3: Halle la solución particular de la ecuación diferencial: y»+4y’= 8 que en (0;yº)tiene recta tangente de ecuación: y= 6x-1

Comencé a reir y lo continué haciendo hasta que recibí la libreta con el flamante 10 en esta pesada materia que aún sigo sin comprender.

El nombre de la mentira

En una sala, varios hombres discutían.

-¿Qué nombre le ponemos?- Preguntó el primero.
-¿Acaso importa?- Repreguntó el hombre que se encontraba a la derecha del anterior.

El segundo hombre recibió una bofetada.

-ESTÚPIDO- Gritó – El nombre lo es todo.

El hombre golpeado se reincorporó y continuó su opinión.

-Vamos a implementar un impuesto, no hay que disimularlo.

El hombre fue ignorado mientras los demás tenían una tormenta de ideas.

-Debemos llamarlo «Proyecto de claridad de riqueza para los pobres».
-No, que se llame «Plan de ayuda popular para el beneficio de los que menos tienen»
-Es muy largo. Mejor que sea «Sistema de ayuda universal».

La discución se acentuaba mientras que lo único que se discutía era el nombre.

– «Recurso de igualdad para los más carenciados»
-«Plan nacional de coperación voluntaria»
-«Proyecto de recaudación transparente»
-«Plan nacional de la verdad y la justicia a favor de los sectores carenciados y vulnerables.

Una vez más, la discución se centraba en lo más -según su opinión- trivial, el nombre.

-De nuevo lo hicieron- Le dijo el hombre que fue ignorado a su esposa, durante la cena.
-No puedo creer que sean así, tan tontos.
-Les importa poco y nada el país y su verdadero bienestar.
-¿No puedes hacer nada?

El hombre negó con la cabeza. Se lo notaba triste.

-Se esmeran en tapar con un bache el error que hicieron y acusan a otros de tener que recurrir a esto….
-En lugar de hacer las cosas bien- le interrumpió su esposa.
-En lugar de hacer las cosas bien- Repitió el hombre.

Se hizo un silencio incómodo. Ambos compartían el mismo pensamiento y se sentían peces fuera del agua.

-¿Qué pasó con ese tonto proyecto de armar a la población para combatir la delincuencia?
-¿Te refieres al «Plan de defensa de la comunidad para la paz»?. Ya está a medio camino de ser aprobado.
-Oh, dios mío. Se va a poner muy feo todo.
-¿Más de lo que está ahora? Discutí para armar un plan de defensa, de leyes y de educación, pero no. El desastre que armaron parece que fue culpa de otro y ahora buscaron un plan tonto con un nombre que lo hace parecer la salvación.
-Por lo menos te mantienen allí, en las altas esferas.
-Mi amor- suspiró -No me dejan ir. Estar allí es como estar en una convención de física donde los disertantes solo sepan de fotografía y busquen el lado «bonito» de las cosas.
-No puedes seguir así.
-Algún día habrá gente que piense. Ese día, descansaré.

Al día siguiente, un nuevo problema tomaba impulso.
Un grupo de jueces, en unión con fiscales y abogados, habían llenado los tribunales con denuncias al primer mandatario.
Rápidamente, las denuncias fueron archivadas y la orden del nuevo plan de remoción y persecución de los cómplices fue traido para que se le ponga el nombre.
De nada sirvió pedir que se lean y revisen las denuncias. Todo lo que importaba era el absurdo nombre. Esas personas, los denunciantes, desaparecerían de la vista del público mientras que el pueblo aplaudiría la medida con el exagerado e irreal título.

-«Plan contra el terrorismo y a favor de los pobres».
-«Plan de lucha popular para la creación de un país feliz».
-«Proyecto de paz y justicia verdadera y real»

La discusión continuó por unos minutos y finalmente el nuevo nombre fue votado.

El ganador fue el «Proyecto de liberación de terroristas para garantizar la paz, la verdad y la justicia popular».

El día de trabajo había terminado y el hombre que nunca era escuchado salió del edificio del gobierno, resoplando.

-Un día más en la oficina…-dijo mientras subía a su auto.

La granja del futuro

«Bienvenidos sean a la granja del futuro donde tus deseos pueden cultivarse.
¿Quiere un corazón nuevo? ¿Por qué no?. ¿Se siente poco másculino con su miembro actual? Tenemos la solución.
Nuestros animales son 100% naturales y saludables, alimentados con granos y cereales y destinados a llevar una vida placentera sin corrales ni confinamientos. Esto garantiza que los cultivos salgan con la mejor calidad.
Los cultivos demoran hasta un plazo máximo de 2 años para órganos importantes y de 3 a 6 meses para cultivos estéticos.»

Parecía un cuento de alguna página relatos de humor, pero era la mera realidad.
Se trataba de una pauta publicitaria que se presentó por primera vez hace casi 5 años y que al día de hoy la seguían transmitiendo sin modificaciones.
La granja es tan real que daba miedo el solo pensarlo.
Al principio fue rechazada por organizaciones de derechos humanos y de animales de todo el mundo. Luego sufrió varios escraches y boicots. Finalmente, luego de superar las trabas legales y técnicas de operatoria y salubridad y las públicas de manifestaciones, debió enfrentarse al miedo de la gente a este nuevo proceso.
La granja estaba predestinada a desaparecer, sin embargo, todo cambió con una maniobra publicitaria de su flamante jefe de prensa.
La empresa invirtió millones en una jugada que podría haberle costado el fin pero que, por suerte para ellos, logró el efecto deseado y fue su pie de entrada hacia el cohete que estaba apunto de despegar.
Mediante manipulación genética, lograron crear una raza de vacas que produjeran leche materna humana. Miles de vacas fueron creadas y ordeñadas según las especificaciones del plan y su leche fue repartira en contenedores con el logotipo de la granja a todo el mundo.
Millones de bebés recibieron encantados la leche idéntica a la que sus madres podrían producir pero que, por algún impedimento, les era imposible.
A partir de ese momento, la demanda de leche fue en aumento y la empresa generó miles de millones en ganacias, otorgándole la credibilidad que tanto necesitaban.
Teniendo el abismal mercado lacteo, decidieron continuar con su verdadero objetivo.
El siguiente paso fue «regalar» partes del cuerpo que muchas personas tenían dañadas.
Un corazón humano fue criado en un cerdo y donado a un hombre Noruego de avanzada edad.
Por su vejéz, no era candidato para la lista de transplantes y él, rodeado de amorosos nietos, se reusaba a abandonar la vida.
Su caso fue recogido por el jefe de prensa de la granja y al hombre se le ofreció, gratuitamente, tanto el pasaje de ida y de vuelta como el alojamiento, la intervención quirúrgica y todo lo que necesitara.
El hombre tuvo dudas y decidió rechazar la oferta. A pesar de que le quedaban pocas semanas de vida, daría hasta su último aliento para jugar con sus hijos y nietos.
Luego de pensar el plan de acción, al brillante publicitario se le ocurrió una idea imposible de rechazar para el hombre. Se le prometió que si fallecía a causa de ellos o del corazón, su familia recibiría una suma de dinero tan grande que podrían vivir como reyes el resto de sus vidas.
El hombre, cada vez más endeudado por los gastos médicos que demandaba su debilitado corazón, accedió y la operación se llevó a cabo pocos días después.
El cerdo fue sacrificado para extraer el corazón humano cultivado en él y su cuerpo fue dado a una familia pobre donde su carne sirvió de alimento.
Por su parte, el hombre recibió un nuevo corazón y la vitalidad que recibió fue tan grande que la noticia hizo eco en todo el mundo.
El jefe de prensa lo había logrado una vez más y ahora los pedidos se amontonaban.
La empresa creció a niveles insospechados y luego de años de lucha y desprecio, habían sido reconocidos con el premio nobel de la paz.
A pesar de que cobraban dinero por cada pedido, el monto era bastante inferior al de los tratamiento médicos tradicionales. La gran demanda que tenían les hacía mantener los precios bajos.
En la granja se crian mayoritariamente cerdos, aunque el negocio de leche materna ordeñada de las ubres sigue dando sus réditos.
Según una revista médica de prestigio, por año se salvaban más de 10 mil personas que hubiesen muerto al no ser candidatas a recibir transplantes de órganos.
Luego de la muerte de los animales, estos eran procesados y limpiados. Su carne era empaquetada y enviada a diferentes comedores comunitarios. Nada del animal se desperdiciaba.
Sin embargo, las manifestaciones continúan. Muchos opinan que están criándo animales para matarlos mientras que otros reclaman en lo poco ético que resulta todo. «Están yendo contra la naturaleza del señor» era el mensaje más común que se escuchaba.

Lo cierto es que, a pesar de todos los comentarios y pensamientos en contra, la granja hacía más bien que mal y poco a poco la gente se fue acostumbrando a la ídea de tener órganos humanos criados dentro de animales en su interior.
Muchos lo usaron para prolongar su vida mientras que otros para mejorar la nuestra.
¿Por qué una mujer puede aumentar su busto con una sustancia anti natural y yo no puedo mejorar mi hombría con un modelo idéntico al mío pero más grande?

La máquina en la sala de espera anunciaba el siguiente turno, el 17.
Tengo el número 43 y me espera un largo día por delante.

Recuérdame

-Recuérdame.
-No digas eso.
-Es lo último que te pido.

El hombre comenzó a llorar.

-No, por favor, aún no. No estoy listo.

La mujer que estaba recostada sobre la camilla, le sostenía la mano.

-Ya es hora, mi amor.
-No. Aún no, por favor no.
-Hiciste todo lo que pudiste.

Carla miraba a su marido con ternura. Luciano había sacrificado su vida para cuidarla y lo sabía.
Ella sufría del corazón y con el paso del tiempo su condición fue empeorando hasta el punto que la única solución posible era un transplante. Sin embargo, conseguir un donante resultó una proeza imposible de superar y su condición de embarazada aceleraba su pase a la otra vida.

-Debes soltarme. Ya te he causado mucho sufrimiento.

Carla tosió. Un poco de sangre salió de su boca. Su cuerpo ya no aguantaba y su final estaba próximo.
Las cuentas del hospital eran elevadas, a pesar de que su médico, conmovido por aquella pareja, no cobraba honorarios por tratarla. Para costear las facturas, Luciano trabajaba casi de sol a sol, sin descanso, pero gracias a eso ella podía recibir los cuidados que necesitaba.

Se habían conocido en un cumpleaños, gracias a los caprichos del destino.
No solamente quedaron atraídos físicamente, sino que su amor fue la envidia de todo su mundo.
Sin embargo, tiempo después, al cumplirse su primer aniversario de casados, a Carla le diagnosticaron un severo problema cardíaco que no tenía cura ni tratamiento, siendo la única opción posible, el transplante.
Buscaron de todas las formas posibles de conseguir un donante, aunque sin éxito. Su ubicación en la lista de espera era muy baja y nunca llegarían a tiempo.
Al cumplir los 30 años, Carla desnudó su pensamiento. Quería tener un hijo, quería que aunque ella dejara el mundo, traer una nueva vida que le de amor y esperanzas a su amado esposo, quería que Luciano fuese padre.
Al poco tiempo ella quedó embarazada y se sentían confiados en que Carla pudiera conocer a su hijo, pero,  al cumplir las cuarenta semanas de embarazo, su condición empeoró y la tuvieron que internar de urgencia.

El médico entró por la puerta. Quería controlar los signos vitales de su paciente.
Al verlos, suspiró y miró a Luciano. Luego inyectó a Carla con una jeringa que traía en el bolsillo.

-Es para que por fin puedas dormir- le dijo, con lágrimas en los ojos.

Luego abandonó la escena, volviendo a mirar a Luciano al salir.

-Ya es hora, mi amor.

Él lloraba sin consuelo.

-No, aguanta un poco más, te lo ruego.
-Estoy cansada. Por favor, déjame dormir.
-Por favor, un poco más -sollozaba

La mujer durmió mientras que escuchaba el lamento de su pareja.
Luego se despertó con un sobresalto y se sentó en la cama. Estaba sola.
Se desabotonó el pijama y miró su pecho. Una cicatriz lo marcaba.
Luciano verdaderamente había sacrifiado su vida por ella.
Carla miró la foto de él, que había enmarcado y puesto en su mesita de luz y lloró.

-¿Por qué lo hiciste? -le preguntó a la imagen.
-Porque merecías vivir- alguien respondió.

Carla se sorprendió.
Una figura blanca apreció frente a ella y tomó la forma de su difunto esposo.

-¿Cómo es posible?
-No lo sé.
-Creí que estabas muerto.
-Mientras me recuerdes, yo no moriré- dijo él, con calma.

Carla se levantó y se acercó a aquella figura. No tenía miedo.

-Te extraño demasiado- le dijo.
-Yo también.

No podía contenerse. La necesidad de abrazarlo era demasiado grande.
Sus brazos rodeadon el cuerpo de su marido y lo apretaron con toda su fuerza.

-Calma, calma- le respondió él.

Sus palabras eran serenas y lentas, justo lo que ella necesitaba.

-¿Por qué lo hiciste?- volvió a preguntar, mientras que seguía abrazándolo.
-Tú sabes por qué.
-No. No lo sé. Dímelo por favor.
-¿Cómo que no lo sabes si es muy fácil?
-No te entiendo, Lucho.
-Lo hice porque tu vida era más importante que la mía.
-¿¡Cómo puedes decir eso!? YO QUERÍA QUE VIVIERAS. -se desesperó
-Yo también. Pero una vida sin tí no valía para mí. Además, ahora estaremos siempre juntos, porque juntos, hemos creado algo maravilloso.

Carla se miró al pecho.

-Esta marca es un recuerdo tuyo y dentro mío, tú vivirás por siempre. ¿Te refieres a eso?
-No, mi amor. No me refiero a eso.
-¿Entonces a qué?
-Despierta y lo verás.
-¿Acaso estoy dormida?

Luciano asintió con la cabeza.

-Y si despierto, ¿tú estarás?
-Yo siempre estaré contigo mi amor, pero ahora debes despertar.

Carla despertó del sueño dentro del sueño.
Era de noche y se levantó de la cama.
Se dirigió a la otra habitación de la casa, en donde un pequeño de dos años demandaba a su madre. Ella lo vió y sonrió.

-Gracias, mi amor- dijo en voz baja.

Luego de calmarlo y asegurarse de que esté dormido, se retiró.
El niño descansaba dentro de una cuna adornada en donde una brillante chapa dorada resaltaba.
En ésta, se podía leer un nombre. Luciano, decía.