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Vives en mis sueños

Atrapada estás.

Allí no hay luz que puedas ver.
No hay luz que te de esperanza.
Allí el túnel es infinito.

No luches.
Ríndete ya.
Escapatoria no tienes.
No deseo dejarte ir.

Vives en mí, pero no eres real.
Eres un recuerdo, un recuerdo que perpetuará.
No luches, pues no lograrás escapar.

Te deseo, pero no en realidad.
Anhelo tu potencial.
Amo el recuerdo que en mí está.

Pues no te deseo a tí. Sino a la memoria de tí.
La realidad es fria pero la memoria no lo es.
Al cerrar los ojos, el calor predomina y desde ese momento ya no lucho.
Por favor, tú no lo hagas.

Atrapada estás. Sin escape en el mundo que gobierno.

Atrapada estás. Vives en mis sueños.

El compañero ideal

Los extremos nunca fueron buenos para una persona. No todo es blanco y negro.
Los distintos matices del gris intermedio son los que diferencian el camino de cada una de las personas que habitan este mundo.
El enamoramiento se basa en un principio en la atracción física. Evidentemente no nos podemos enamorar si no nos sentimos atraidos hacia la otra persona.
Por el contrario, el amor hacia otra persona se puede producir por muchos factores;

 

Rocío tenía una dificil descición.

Le gustaba estar con Federico, porque junto a él, ella era ella. En otras palabras, junto a él, Rocío se relajaba y disfrutaba de la vida.
No solo eso, sino que durante el tiempo en el que estuvieron juntos, ella realizó varios proyectos personales y mejoró considerablemente su calidad de vida.
La pasaba bien con Federico, pero había un problema y este era que no se sentía atraida por él e intentaba postergar lo más posible los encuentros intímos.
Su pareja, por el contrario, buscaba constantemente la forma de acceder al cuerpo de su pareja.

Por el otro lado, estaba Agustín y cada vez que ella lo miraba, su cabeza se nublaba y  su sexo se humedecía.
En cada encuentro que tenían, ella no podía contener las ganas de amarlo en la cama.
Agustín era atractivo por donde se lo mire y Rocío lo presumía ante todos.
Junto a él, ella experimentó placeres que nunca había vivido.
Pero había un problema y este era que después del sexo, cuando la adrenalina del momento se disipaba, aparecía el silencio.

Rocío intentaba romperlo, un poco nerviosa, contanto algún chiste o hablando de temas sin sentido. Ella sabía que se estaba comportando de manera infantíl, pero no lo podía evitar.
Rocio no podía continuar con su extenuante vida y sabía que había llegado el día en que debiera elegir entre ambos. Entre su amor y su enamorado.

– o –

Habían pasado un par de años desde que la conoció y Federico aún se comportaba de manera infantil al lado de ella. El estaba perdidamente enamorado de Rocío y sentía mucha atracción hacia su magnífico cuerpo. Por este motivo intentaba poseerla casi todas las noches, aunque muy pocas veces lo lograba.
Federico pasaba todo el día pensando en ella, desconcentrandose en su trabajo, distanciándose de sus amigos y de sus pasatiempos y sobre todo, de su vida.
Pasaba día, tarde y noche buscando la forma de sorprender a su pareja. La atracción que sentía hacia su cuerpo no se había desvanecido con el paso de los años y, por el contrario, ésta aumentaba cada vez más.

– o –

Agustín estaba enamorado de Rocío, o mejor dicho, de su cuerpo y sabía que ella le correspondía el sentimiento. Pero sentía que mas allá de la lascivia, no tenían temas en los que hablar, no tenían proyectos que compartir. Muchas veces sus únicas conversaciones eran los propios acontecimientos de la vida.
Él sentía que quería más y ya dudaba sobre ella.
Ella actuaba de forma infantíl y Agustín sentía que ella intentaba complacerlo de mil maneras distintas.
Estaba aburrido, sin embargo, la atracción que sentía por el cuerpo de su pareja era muy grande. En otras palabras, estaba enamorado de ella, pero no la amaba y debía decidir si sería suficiente para su futuro.

– o –

Entonces, ¿cúal es el verdadero sentimiento? y por sobre todo, ¿ha quién elegirias?

El pétalo

«Te has desprendido de mí.

Oh mi bello pétalo, ¿ya has madurado y por eso te separas de tu madre?

Vete, vuela con el viento y cumple tu destino.»

La madre lloraba al ver a su pétalo volar.

-Y ahora…¿qué será de mí sin mi madre que me cuide?

¿Cúal es mi proposito en esta vida? ¿A donde iré?.

Oh dulce viento que me acaricias y reconfortas, llevame a donde pueda opacar mi infinita tristeza.

El viento accedió y juntos viajaron.

Una lagrima brotó en el ojo derecho de ella. Era una lagrima de dolor y soledad.

La gota de llanto se formó alrededor de su iris de un hermoso color azul.

Se sentía sola y triste.

Tenía amigas y disfrutaba de cada salida. Sin embargo, cuando la adrenalina se agotaba y ella volvía a su cama, notaba lo grande que esta era y que no tenía a nadie con quien compartir ese gran espacio.

Ella no era una persona mayor, pero la amistad que le rodeaba ya había formado familia y eso acrecentaba sus apenas 27 años de vida.

Era el mediodia de un día Lunes y ella estaba sentada en un banco de una plaza.

El sol brillaba en un hermoso día sin nubes y su calor caía suavemente sobre su larga y hermosa cabellera rubia. Ella era una mujer de gran e indiscutible belleza.

Se había tomado un descanso durante su trabajo y había decidido pasarlo sentada en la plaza para disfrutar del día.

Aunque en realidad lo que ella quería era ver a las parejas caminar de la mano e imaginarse a ella en reemplazo de la desconocida. Esto lo hacía por necesidad, para no derrumbarse. Aunque, a causa de esto, una lagrima brotó de su ojo.

-¿Pétalo amigo, logras ver a esa chica sentada sola en aquel banco de la plaza?-. Preguntó el viento.

-Si, la puedo ver. Se la ve triste y una lágrima brota de su ojo.- Respondió el pétalo.

-Bueno amigo pétalo, eh allí tu misión. Caé sobre ella y atrapa sobre tu lomo la lágrima antes de que esta caiga sobre su mejilla.-

-Pero…¿Qué debo hacer después?.- Preguntó preocupada.

-Debes lograr darle felicidad.- Dijo el viento, agitándose

-¿Yo? ¿Y como puedo hacer eso si solamente soy un pequeño pétalo de rosa…?-

Ya era demasiado tarde. El viento había dejado caer el pétalo  y este hizo su mejor esfuerzo para que la lágrima de la triste mujer caiga sobre su lomo. Lo logró, aunque con mucho esfuerzo.

La lágrima se había deslizado por el cachete derecho y estaba a punto de caer al regazo cuando fue atajada.

-Gracias por atraparme.- Dijo la lágrima.

-El viento me ha dicho que debía atraparte para luego darle alegría a quien fuera tu dueña, aunque no se como debo hacerlo.

-Solo deja que ella te agarre y no te resistas. Luego, cuando te suelte, pídele nuevamente ayuda al viento y vuela hacia su otro ojo, entra suavemente en el y tu misión será completada.- Respondió la lágrima, antes de desaparecer.

Ella agarró al pétalo y éste, orando ayuda a su amigo, logró llegar a su ojo izquierdo.

Con una mueca de dolor, ella intentó quitarse el pétalo de su otro ojo, pero no pudo al primer intento.

Un hombre que pasaba por allí, vió toda la situación.

-Dejame ayudarte.- Le dijo.

Él, con delicadeza, removió el pétalo del ojo izquierdo, provocando así que una lagrima brotará de ese.

-Gracias.- Dijo ella, levantando la vista para ver quien le ayudó.

-Parece que aquel pétalo provocó que brotará una lagrima en tu ojo. ¿Sabes? A veces, este y el viento se confabulan para molestarnos un poco.-

Ella rió, secandose la lagrima.

El hombre la miró y luego vió su relój.

-Tengo un poco de tiempo disponible, que te parece si cambiamos esa lagrima por un rico café.- Preguntó una leve sonrisa.

Al interpretar aquella sonrisa como sincera, ella aceptó, se levantó y por primera vez en mucho tiempo su corazón sonrió.

Al ver la escena desde el suelo, el pétalo fue nuevamente atrapado por el viento.

-Misión cumplida.- Le dijo, volando hacia su nuevo destino.

¿Qué pasaría si…

1) …una guerra mundial hiciese desaparecer al 99% de la población mundial?

Si solamente quedaran unos pocos seres humanos habitando en toda el planeta:

¿Seríamos capaces de sobrevivir?

2)…esa persona a la que tanto querés, vive una vida feliz con otro?

Si la querés y amás en silencio mientras que es feliz con otra persona:

¿Serías capaz de confesarle tu amor arriesgandote a entristecerla y perderla para siempre?

3) …una enfermedad zombie enfermara a tu pareja?

Aunque sea un no-muerto sigue siendo, por fuera ,la persona a la que le aceptaste el amor:

¿Serías capaz de matarlo o permitir que otro lo mate?

Que lindo sería que si ese otro que te hace feliz, despues de una pandemia mundial, vuelve a vos convertido en zombie y yo pueda estar allí para salvarte y decirte: «él ya está muerto, pero yo estoy aquí por y para vos».

¿Hace falta el apocalipsis para decirte que te quiero?

La inflación

Mi estimado:

Nos conocemos desde hace mucho.

Eras muy pequeño cuando te vi por primera vez.

¿Recordás el miedo que tenías al tocarme?
¿Recordás que pensaste que no eras merecedor de mí?

Recuerdo que la primera vez que nos vimos te hice muy feliz.
Nunca voy a olvidar tu cara llena de alegría.

Lamentablemente después de la felicidad viene el dolor.
Nos separamos. Te cambié por otro, lo admito. Vos eras feliz y ya no me necesitabas.

Un mes después nos volvimos a encontrar.
Me dijiste que habías luchado durante todos estos días por tenerme de nuevo.

Estabamos contentos, pero algo era distinto y no pude hacerte tan feliz como la primera vez.
Estaba mal y nuevamente me tuve que marchar.

Mes a mes vos luchabas por mí, por tenerme.
Mes a mes, al lograrlo, tu sonrisa desaparecía.

Mes a mes tu felicidad aumentaba y la mía disminuía.
Cada vez que nos veíamos te hacía menos y menos feliz..

Pasaron unos años y hoy seguís luchando por mí como aquel primer día.
Pero ya solo luchas por tenerme y no porque confiás en que te haga feliz.

Lo cierto es que hoy ya no soy lo que era antes.
Por eso decidí escribirte esta carta.

Gracias por tu esfuerzo.

Gracias por luchar por mí y que quieras tenerme siempre.

Entendeme, no es culpa mía no poder hacerte feliz como antes.
Otros me quieren al igual que vos y mi valor depende de ellos.

Aunque cada día menos, siempre tuyo.

El billete de 100 pesos.

El falso jarrón de la abuela

El jarrón de la abuela es una antigüedad. Este está guardado en un armario diseñado únicamente para él.

Es un regalo de su casamiento hace ya incontables años.

Su valor monetario es incalculable, tanto así que los nietos piensan que si lo venden, la abuela podrá disfrutar sus últimos momentos viviendo como una reina. Y su valor sentimental es aún mayor (al menos, eso pensaban).

Aunque, lo cierto es que, ese ese jarrón ya no es el jarrón de antaño y esto solo la abuela lo sabe y calla.

Hace ya muchos años, la abuela (sin haber obtenido ese titúlo aún) limpiaba el jarrón, que estaba apoyado sobre un pedestal, recordando el día de su casamiento. Su mente estaba enfocada en ese día y con un descuido de su mano derecha, empujó al jarrón que cayó al piso.

Para su buena suerte, la alfombra amortigüó la caída, aunque no evitó que un pedacito del jarrón se desprendiera, arruinando su perfecta figura.

La abuela se entristeció, había cuidado tanto a ese jarrón y por un simple descuido ahora ya no sería el mismo.

La abuela pegó el pedacito de jarrón y ante la mirada de un tercero el jarrón se veía sublime, intacto. Pero para la abuela, el jarrón ya no era el mismo. Después del hecho, su vida prosiguió, aunque ahora con menos alegría.

Fueron pasando los días, los meses y los años y durante ese tiempo el jarrón había sufrido varias caidas y roturas. Sin importar donde se lo coloque, el jarrón siempre buscaba una forma para aterrizar en el piso de alfombra y romperse.

La habilidad de la abuela para repararlo era maravillosa, tanto así que nadie se daba cuenta lo roto que estaba en realidad. Y por sobre todo, nadie se daba cuenta que ahora era mas pegamento que jarrón.

Es por esto que la abuela mandó a hacer un armario de vidrio destinado para velar por siempre por el jarrón y así,pensaba, que este permanecería entero hasta el último momento de su vida.

Pero lo cierto es que la abuela ya no tenía sentimientos por este falso jarrón y se entristecía aún mas cuando pensaba en todo el tiempo que pasó a su lado, cuidandolo.

Pero…¿por qué no se deshacía de el?

La respuesta era sencilla. La abuela le tenía miedo al que dirán. Que dirán sus hijos al haber hablado tan bien de una mentira y por sobre todo, que pasará con sus nietos los cuales solo iban a visitarla, para ver a su «invaluable» reliquia…

Así es el falso amor, como el falso jarrón de la abuela.

Al principio es nuestro mas valioso objeto, el cual sacamos a relucir, y, ¿por qué no?, a presumir.

Pero lo cierto es que en algún momento se caerá. Sin importar la causa y el motivo, el amor falso se caerá al suelo y se romperá.

Nosotros somos capaces de arreglarlo para que aparente seguir perfecto ante los ojos de terceros, aunque por dentro sabemos que no es lo mismo y que algo cambió.

El falso amor, como el jarrón, se seguirá cayendo y nosotros lo seguiremos reparando hasta que llegue el momento en que ya no quede nada de ese primer sentimiento.

Nos preguntaremos continuamente, ¿por qué seguir?

E inmediatamente nos responderemos. Porque…¿Qué va a ser de nosotros sin el jarrón?.

Historias de causalidades

Javier se había perdido.

Estaba oscureciendo y no conocía el camino de regreso al hotel.

Había dejado el mapa en el restaurante donde tomó unas cervezas y no se dió cuenta hasta ya haber caminado varias cuadras en una dirección determinada.

Había llegado hasta un barrio recidencial y no se vislumbraba a nadie por el camino. No había nadie a quien preguntarle el regreso a su pequeño hotel de una estrella y Javier se estaba comenzando a preocupar.

 

 

Lucia estaba nerviosa.

Ese día debía presentar su tesis para recibirse.

Había pasado toda la noche en vela, estudiando. Poseía todos los temas en la cabeza, sin embargo, la magnitud del evento era tan grande que le hacía dificil concentrarse.

Como ya era tarde, salió de su casa apresurada. Quería llegar con tiempo a la universidad, pero para su mala suerte el tráfico era un caos. Luego de varios minutos de espera sin avances, decidió bajar del táxi e ir corriendo. Sabía que no llegaría a tiempo.

 

 

Juan estaba cansado.

Salió de la oficina mas tarde de lo que debía y debía apurarse a llegar a su casa.

Decidió tomar un taxi y bajarse a dos calles de distancia para que su esposa no descubra que volvió sin su auto, aunque no sabía como iba a poder disimular el olor a alcohol que tenía impregnado.

Cuando bajó, tropezó con un joven nervioso que estaba perdido, buscando el camino de regreso.

A pesar de estar apurado, Juan le ayudó. Él conocía donde quedaba aquel pequeño hotel.

Su dueño y Juan eran amigos y en esa noche estaban tomando unas copas en la oficina del último.

Fueron unas cuantas copas que obligó al personal de limpieza permanecer horas extra en la oficina.

Entró por la puerta trasera de la cocina y su mujer no se encontraba. Al ver una botella de vino, la abrió y se dispuso a servir dos copas.

 

 

Leo se estaba poniendo el casco.

Había decidido ir en moto. No estaba con ganas de ir, pero igual tenía que hacerlo, se lo había prometido a su primo, el dueño del restaurante, debido a que uno de sus mozos no iria a trabajar.

Para su buena suerte la única mesa de la tarde fue ocupada por un turista que ordenó un par de cervezas y las pagó por adelantado.

Luego de atenderla, el primo de Leo le agradecio la ayuda brindada y lo dejó en libertad.

Como aún era temprano, decidió aprovechar el tiempo y adelantar los trámites para que le otorgen el título, aunque el tráfico que había casi lo hizo cambiar de parecer.

Al estar con la moto, sorteaba el alboroto de autos con bastante facilidad y llegaría en muy poco tiempo a su destino.

En un momento una chica bajó de un táxi en plena calle y Leo estuvo a punto de arrollarla.

Él la reconoció, era una compañera de la universidad que estaba entre nerviosa y desesperada por llegar para presentar su tesis.

Leo se ofreció a llevarla.

 

 

Claudia tenía todo listo.

Su marido le había prometido que la ayudaría a cocinar la cena, pero ya se había retrasado.

Le prometió que saldría mas temprano de la oficina y que iría a su casa para que juntos cocinen, como lo solían hacer.

Había ido a comprar todos los ingredientes, junto a un par de botellas de vino. La idea de cocinar juntos le emocionaba mucho.

La espera continuaba y la preocupación aumentaba cuando una sirena se escuchó a lo lejos y su sonido se hizo cada vez mas y mas fuerte.

La ambulancia se había detenido a dos casas de distancia y olvidandose completamente su marido, decidió ir a contemplar la situación.

Minutos mas tarde fue sorprendida por su marido quien le dió un gran abrazo mientras que ella seguía contemplando la escena. Claudia sonrió y volteó para besarlo.

Su marido tenía mucho olor a alcohol. El había abierto una de las botellas de vino y como torpe que es, se le había caído y el contenido se derramó en su ropa.

 

 

Julián decidió cerrar mas temprano su negocio y decidió ir a tomar un café.

El restaurante estaba vacío y una sola mesa tenía rastros de haber sido ocupada. Sobre ella se encontraban un par de cervezas vacías y un mapa turístico.

Julián pudo elegir el lugar que mas le guste para sentarse y eligió uno frente a la ventana.

Por primera vez en el día se estaba relajando.

Se dispuso a leer el diario, intentando concentrarse a pesar del ruido proveniente de la calle.

Una ambulancia se hacía paso entre los autos para luego frenarse en la puerta del restaurante.

Julián vió como el conductor entró apresurado pidiendo direcciones. Debían llegar a una residencia y el GPS se había estropeado.

Viendo hacía la otra mesa, recordó que sobre ella había un mapa, aunque turístico, serviría y se lo entregó al chofer.

Este último, agradecido, retornó al vehículo y le entregó el mapa al medíco que viajaba en el otro asiento.

 

 

Todos estos son meros ejemplos de que nuestra vida está guíada por las causalidades y todo lo que pasa y pasará, es por algún motivo y para el beneficio de otros (y a veces, del nuestro).

Cuando la esperanza se pierde

«Al cerrarse la caja, lo único que quedó aferrada en ella fue la esperanza…»

Con esa frase concluía el tercer libro de autoayuda que había leído en este mes.

Este último, titulado «La esperanza», quería hacerle entender al lector que esto es lo último que se pierde.

Pero para Gabriel, esto era dificil de comprender.

Él sentía que la esperanza ya lo había abandonado.

Seguramente para el que ve su situación por afuera, dirá que es un ingenuo y que aún todo puede pasar, sin embargo, para Gabriel esto era una cruda y dura verdad.

Los años le habían pasado, aunque no era una persona mayor.

Aún no llegaba a la tercera década cumplida y ya sentía que su vida así sería.

El problema de Gabriel es que deseaba el amor de una mujer.

Aunque no de cualquiera, sino de una imposible para él. O al menos, eso creía.

Algo pasaba por su cabeza cada vez que pensaba en ella.

Esto no era muy seguido, pero cuando su imagen aparecía como un flash en sus pensamiento, la tristeza por no tenerla se hacía presente.

Pero, ¿qué le podía ofrecer?.

Aunque no se consideraba tan lindo, simpático o atlético cómo suponía fueron las parejas de ella, la respuesta era sencilla, amor.

Él le podia dar más amor que ningún otro, pero creía que eso no le bastaría.

Gabriel pensaba que una mujer así merecía a un hombre que se aproximaba a la perfección y él, estaba lejos de ellos.

Su principal miedo era el dinero. Miedo de que por si un milagro hacía que ella tambien quiera que estén juntos, el futuro los distancie por no poderse dar la vida que él creía que ella merecía.

Todos estos supuestos, eran lo que impedían que Gabriel le hable y la conozca. Todo estaba en su cabeza y podía, como no, ser real.

A diferencia de lo que la mayoría cree, la esperanza si se puede perder y de una forma muy facil.

Esta se pierde si uno espera un milagro, si uno no actúa para cambiar su presente.

Siendo estático, mirando desde lejos y encerrandose más y más en su circúlo de soledad.

Esto es lo que hacía Gabriel.

Para él, la esperanza se había perdido…

Semillas de la verdad

Caminando por el mercado, llegué a la parte de jardinería.
Entusiasmado como un nene entre chocolates, fuí directo a la parte de venta de semillas.
Había formado una pequeña huerta en el balcón de mi casa de la cual estaba orgulloso.
Formada por 2 grandes macetas de tamaño suficiente para plantar en ellas cinco pequeñas plantitas, mis pequeñas alegrías jardineras estaban a punto de explotar.
Tenía ocupada solo una de las 2 macetas. En ella, había plantado varias especias como el oregano, el cebollín,  la albahaca, la menta y el ají. Como dije, las macetas eran de generosas proporciones.

Tenía la posibilidad de sembrar cinco variedades más de condimentos. Solo alimentos, las plantas de decoración no me atren en absoluto.

«¿Qué puede ser?» Me pregunté.

Mis ojos pasearon por el eneldo y por el cilantro. Luego se desvíaron hacia la achicoria y a la acelga para finalmente desorvitar por completo.

«Calma, calma»

Para algunos era algo sin importancia, para otros un simple hobbie, pero para mi era otra cosa, en ese momento era mi mundo y mis emociones eran fuertes.
Aún no había terminado de decidir, cuando en un rincón ví que había un pequeño paquete de semillas. Lo tomé en mis manos para saber de que tipo de planta se trataba pero al darlo vuelta me sorprendí al ver que no había descripción alguna. Grande era mi sorpresa.
De color gris y con forma de estrella, eran las semillas más extrañas que jamás había visto.
Di vueltas el paquete para, buscando algun indicio, alguna pista de lo que sostenía en mis manos y en el fondo, sutilmente escrito decía «Semillas de la verdad».

Era un nombre atractivo para una flor, pero no me interesaban tanto las plantas no comestibles así que lo dejé a un lado.

-Aquellas son unas semillas muy especiales.

A mi lado se encontraba un empleado de la tienda, un hombre bastante mayor que yo, poseedor de una rara sonrisa. Me sobresalté al mirarlo, no me esperaba tener a alguien a mi lado.

-¿Qué tiene de especial? -pregunté sin emoción. ¿Se trata de una flor o de un condimento?

El hombre me miró, incrédulo por mi pregunta.

-Se trata de una flor, pero distinta a todas las que hayas conocido jamás. Verás, cada semilla germina en una noche y a la mañana siguiente aparece una hermosa flor blanca. Solamente se puede sembrar una por mes, cambiando tierra por una nueva, pero creo que con una sola semilla alcanza para el resto de tu vida.

-No comprendo. ¿Por qué es eso?

-Porque, amigo mío, la flor que nace te contará un secreto, un secreto que alguien oculta y que tu quieres saber, una verdad. Luego de contarlo, la flor morirá y la tierra en la que se plantó se convertirá en un erial.

-¿Qué una planta me habla y me dice una verdad?- pregunté ironicamente, bajando la vista para ver las pequeñas semillas grises.

-Así es. Llévala si quieres, pero ten cuidado.

Mi corazón dio un golpe fuerte. No me interesaban las plantas no comestibles, pero esta me llenó de curiosidad. Sería bueno conocer los secretos de los demás.
Me enfilé para las cajas y mis ánimos se desplomaron al ver las inmensas filas para pagar.
Me puse en el ultimo lugar, cuando escuché a una cajera me llamaba.

-Psst…por aquí señor- dijo, haciéndome señas para que me dirija a su puesto.

Pensé que tenía que dejar pasar a los otros delante mía, pero nadie pareció importarle el llamado.

«Genial» Pensé. Me iba a ahorrar mucho tiempo de espera.

Apoyé mis cosas sobre la cinta transportadora, dejando el misterioso producto para el final. Cuando llegó al ultimo producto, la cajera reconoció de inmediato las semillas y me dijo:

-Señor. Estas semillas son especiales y unicas. Por lo tanto no tienen precio. Y como tampoco tienen un codigo de barras, no puedo cobrarle nada por ellas. Así que puede llevarselas.

-Es mi día de suerte- le dije, sonriendo.

-Solo tenga cuidado con las flores. La verdad puede ser devastadora a veces. Se lo digo por experiencia-

-¿Cómo es eso?- pregunté mientras que bajaba la cabeza para guardar el cambio.

Al levantar la mirada, la cajera ya no se encontraba en su pueso y la caja volvía a estar cerrada para el público. Todo estaba siendo muy extraño. Ahora tenía demasiada intriga por las semillas.

Regresé a casa y me dispuse a las flores de la verdad. Ya mi curiosidad era demasiada.
Abrí el paquete y dentro noté una pequeña nota de papel con instrucciones del sembrado:

«Semillas de la verdad. Plantar una semilla cada vez que se quiera conocer la verdad sobre alguien. Una vez puesta en la tierra susurrar a la semilla el nombre de la persona de la cual se desea conocer un secreto, luego cubrir con tierra. Se puede plantar durante todo el año y no requiere agua. Plantar de noche. A la mañana siguiente florecerá diciendo la verdad, luego perecerá junto a la tierra en donde fue plantada. No se recomienda su uso. ÚSESE CON CUIDADO».

Ya había entendido todo. Era una broma de los empleados del mercado.

«¿Una broma de personas que no me conocen?» Me respondí.

Curioso como nunca, esperé a la noche para plantarla y le susurré el nombre de mi novia a quien notaba distante desde hace varios días. Quería saber lo que le pasaba, lo que ocultaba y no era capas de contarme.
Cubrí la semilla con tierra y me fuí a dormir.  Pamela ni se inmutó cuando me acosté a su lado y la abracé.

Al día siguiente, me levanté ansioso y vi como un capullo blanco estaba a mi espera. Yo estaba maravillado y aterrado.
Al acercarme para olerla, el capullo se abrió, floreciendo en mí presencia y produciendo un eco en mi mente.

«Ella no te ama…ella no te ama»

Estaba aterrado, pero sabía que la planta decía la verdad. Sin pensarlo dos veces, fui a hablar con ella. Era domingo y ese día ninguno de los dos tenía que ir a trabajar.
La discución que tuvimos fue larga y agotadora.
Pero al final de cuentas ella no pudo más y confesó que ya no me amaba y la razón por la cual no me lo decía es porque quería estar segura y que mi reclamo fue el empujón que necesitaba para terminar.

De forma fugáz, separó sus cosas y se marchó, dejándome en casa, en pijama, solo y triste.
En mi mente no pude dejar de pensar en la verdad que me dio la flor y en la miseria que me trajo al instante. Si no la hubiera arrinconado, por ahí podríamos habernos arreglado.
Decidí volver a la tienda y regresar la desdichosa bolsa de semillas al lugar del que la saqué.