Cosas imposibles

Al fallecer, recibí una notificación de un escribano.
El dueño de aquellos departamentos, aquel tipo viejo y solitario, me había dejado una carta.
«Querido amigo:
Tal vez te sorpreda ésta situación y espero que te sea grato recibir la noticia como lo es para mi escribir estas palabras. Soy poseedor de dos departamentos, cómo bien sabes, además de mi casa donde llevo viviendo una veintena de años, sin embargo, no tengo a nadie a quien dejarle herencia. Durante los años que gestionabas el pago de los alquileres, te fuiste volviendo un ser querido para mi, uno de los pocos que tenía y debo admitir que te tomé bastante cariño y estima. Las visitas mensuales para el cobro de los alquileres eran una bendición y fue por eso que tomé esta decisión. Véndelos si quieres o continúa con los alquileres y espero que tu vida mejore con este dinero adicional. Gracias por alegrarme los últimos años de vida. Un fuerte abrazo. El viejo charlatán H. Peña.»
Mi cabeza laburaba a mil por segundo. Había conseguido tres departamentos casi por milagro. Solamente por ser amable y cumplir con mi trabajo. No lo podía creer.
El escribano me miró. El tampoco podía entender la situación.
Me preguntó que quería hacer con los departamentos. Rápidamente le respondí que venderlos. Sin ser malagradecido, utilizaré parte del dinero para tomarme unas buenas vacaciones. Gracias, viejo charlatán.

Los amigos de mi novio tienen cuerpos de película. Se conocieron en el gimnasio y entablaron una pronta amistad. Se los notaba simpáticos, pero sobre todo, sexualmente activos. Al mirarlos, mi mente se imaginaba cada escena posible de una pelicúla triple X donde me consumián completa.
Me sentía mal por engañar, en pensamiento, a mi pareja, pero las ganas que les tenía eran mayores.
Un día, él invitó a sus amigos a mi casa, momento en que yo aproveché a salir con una amiga.
Al regresar, los encontramos bastante tomados, al igual que nosotras. Las risas fluyeron al igual que las miradas que se me iban. Mi novio lo notó y me llamó la atención pidiéndome hablar en la cocina. Era mí fin, sin embargo, su estado de alcoholismo era tal que me confezó que miraba a mi amiga con ojos de lujuria y me preguntó si quería, por esa noche, acceder a un cambio, aunque ellos fueran dos y ella sólo una. Accedí sin reparar si se trataba de una trampa. Por suerte no lo fue y debo admitir que mis sueños se quedaron bastante cortos contra la realidad.

Las horas pasaban y mi cabeza no se concentraba a pesar de haber tomado aquella pastilla que se anuncia como «milagrosa» para el estudio.
El examen final era dentro de pocos minutos y me había levantado temprano a dar un último repaso. Estaba más que perdido y el tema me era tan complejo como el idioma finés.
Apenas había entendido como realizar unos ejercicios básicos.
Realmente no entendí como aprobé los dos parciales para haber llegado a esta instancia.
Mi mente se sabía de memoria tres ejercicios, uno teórico y dos prácticos. Eso era todo y  cualquier cosa distinta a eso, no podría resolverlo.
Los nervios eran tan grandes al sentarme, que no hablé con nadie. Al fondo del aula me encontraba, acomodando nervioso los útiles y cargando el lápiz con más minas de las que necesitaba. Estaba seguro que desaprobaría. No había oportunidad alguna de aprobar y no veía como podía entender aquella materia tan compleja.
Recibimos las hojas con los tres ejercicios y poco después fuimos autorizados a verlas.

Ejercicio 1: Demuestre que todo campo diferenciable en el punto Ā, es continuo en Ā.

Era increible, era el teórico que sabía. Por lo menos no voy a tener un 1.

Ejercicio 2: Calcule el volumen de un cuerpo definido por: 2 x²+2y²+z² ≤ 3 , z≥√(x²+y²), y≥x

Era increible. Dos de los 3 enunciados eran los que me sabía de memoria, incluso podía llegar a aprobar.

Ejercicio 3: Halle la solución particular de la ecuación diferencial: y»+4y’= 8 que en (0;yº)tiene recta tangente de ecuación: y= 6x-1

Comencé a reir y lo continué haciendo hasta que recibí la libreta con el flamante 10 en esta pesada materia que aún sigo sin comprender.

El nombre de la mentira

En una sala, varios hombres discutían.

-¿Qué nombre le ponemos?- Preguntó el primero.
-¿Acaso importa?- Repreguntó el hombre que se encontraba a la derecha del anterior.

El segundo hombre recibió una bofetada.

-ESTÚPIDO- Gritó – El nombre lo es todo.

El hombre golpeado se reincorporó y continuó su opinión.

-Vamos a implementar un impuesto, no hay que disimularlo.

El hombre fue ignorado mientras los demás tenían una tormenta de ideas.

-Debemos llamarlo «Proyecto de claridad de riqueza para los pobres».
-No, que se llame «Plan de ayuda popular para el beneficio de los que menos tienen»
-Es muy largo. Mejor que sea «Sistema de ayuda universal».

La discución se acentuaba mientras que lo único que se discutía era el nombre.

– «Recurso de igualdad para los más carenciados»
-«Plan nacional de coperación voluntaria»
-«Proyecto de recaudación transparente»
-«Plan nacional de la verdad y la justicia a favor de los sectores carenciados y vulnerables.

Una vez más, la discución se centraba en lo más -según su opinión- trivial, el nombre.

-De nuevo lo hicieron- Le dijo el hombre que fue ignorado a su esposa, durante la cena.
-No puedo creer que sean así, tan tontos.
-Les importa poco y nada el país y su verdadero bienestar.
-¿No puedes hacer nada?

El hombre negó con la cabeza. Se lo notaba triste.

-Se esmeran en tapar con un bache el error que hicieron y acusan a otros de tener que recurrir a esto….
-En lugar de hacer las cosas bien- le interrumpió su esposa.
-En lugar de hacer las cosas bien- Repitió el hombre.

Se hizo un silencio incómodo. Ambos compartían el mismo pensamiento y se sentían peces fuera del agua.

-¿Qué pasó con ese tonto proyecto de armar a la población para combatir la delincuencia?
-¿Te refieres al «Plan de defensa de la comunidad para la paz»?. Ya está a medio camino de ser aprobado.
-Oh, dios mío. Se va a poner muy feo todo.
-¿Más de lo que está ahora? Discutí para armar un plan de defensa, de leyes y de educación, pero no. El desastre que armaron parece que fue culpa de otro y ahora buscaron un plan tonto con un nombre que lo hace parecer la salvación.
-Por lo menos te mantienen allí, en las altas esferas.
-Mi amor- suspiró -No me dejan ir. Estar allí es como estar en una convención de física donde los disertantes solo sepan de fotografía y busquen el lado «bonito» de las cosas.
-No puedes seguir así.
-Algún día habrá gente que piense. Ese día, descansaré.

Al día siguiente, un nuevo problema tomaba impulso.
Un grupo de jueces, en unión con fiscales y abogados, habían llenado los tribunales con denuncias al primer mandatario.
Rápidamente, las denuncias fueron archivadas y la orden del nuevo plan de remoción y persecución de los cómplices fue traido para que se le ponga el nombre.
De nada sirvió pedir que se lean y revisen las denuncias. Todo lo que importaba era el absurdo nombre. Esas personas, los denunciantes, desaparecerían de la vista del público mientras que el pueblo aplaudiría la medida con el exagerado e irreal título.

-«Plan contra el terrorismo y a favor de los pobres».
-«Plan de lucha popular para la creación de un país feliz».
-«Proyecto de paz y justicia verdadera y real»

La discusión continuó por unos minutos y finalmente el nuevo nombre fue votado.

El ganador fue el «Proyecto de liberación de terroristas para garantizar la paz, la verdad y la justicia popular».

El día de trabajo había terminado y el hombre que nunca era escuchado salió del edificio del gobierno, resoplando.

-Un día más en la oficina…-dijo mientras subía a su auto.

La granja del futuro

«Bienvenidos sean a la granja del futuro donde tus deseos pueden cultivarse.
¿Quiere un corazón nuevo? ¿Por qué no?. ¿Se siente poco másculino con su miembro actual? Tenemos la solución.
Nuestros animales son 100% naturales y saludables, alimentados con granos y cereales y destinados a llevar una vida placentera sin corrales ni confinamientos. Esto garantiza que los cultivos salgan con la mejor calidad.
Los cultivos demoran hasta un plazo máximo de 2 años para órganos importantes y de 3 a 6 meses para cultivos estéticos.»

Parecía un cuento de alguna página relatos de humor, pero era la mera realidad.
Se trataba de una pauta publicitaria que se presentó por primera vez hace casi 5 años y que al día de hoy la seguían transmitiendo sin modificaciones.
La granja es tan real que daba miedo el solo pensarlo.
Al principio fue rechazada por organizaciones de derechos humanos y de animales de todo el mundo. Luego sufrió varios escraches y boicots. Finalmente, luego de superar las trabas legales y técnicas de operatoria y salubridad y las públicas de manifestaciones, debió enfrentarse al miedo de la gente a este nuevo proceso.
La granja estaba predestinada a desaparecer, sin embargo, todo cambió con una maniobra publicitaria de su flamante jefe de prensa.
La empresa invirtió millones en una jugada que podría haberle costado el fin pero que, por suerte para ellos, logró el efecto deseado y fue su pie de entrada hacia el cohete que estaba apunto de despegar.
Mediante manipulación genética, lograron crear una raza de vacas que produjeran leche materna humana. Miles de vacas fueron creadas y ordeñadas según las especificaciones del plan y su leche fue repartira en contenedores con el logotipo de la granja a todo el mundo.
Millones de bebés recibieron encantados la leche idéntica a la que sus madres podrían producir pero que, por algún impedimento, les era imposible.
A partir de ese momento, la demanda de leche fue en aumento y la empresa generó miles de millones en ganacias, otorgándole la credibilidad que tanto necesitaban.
Teniendo el abismal mercado lacteo, decidieron continuar con su verdadero objetivo.
El siguiente paso fue «regalar» partes del cuerpo que muchas personas tenían dañadas.
Un corazón humano fue criado en un cerdo y donado a un hombre Noruego de avanzada edad.
Por su vejéz, no era candidato para la lista de transplantes y él, rodeado de amorosos nietos, se reusaba a abandonar la vida.
Su caso fue recogido por el jefe de prensa de la granja y al hombre se le ofreció, gratuitamente, tanto el pasaje de ida y de vuelta como el alojamiento, la intervención quirúrgica y todo lo que necesitara.
El hombre tuvo dudas y decidió rechazar la oferta. A pesar de que le quedaban pocas semanas de vida, daría hasta su último aliento para jugar con sus hijos y nietos.
Luego de pensar el plan de acción, al brillante publicitario se le ocurrió una idea imposible de rechazar para el hombre. Se le prometió que si fallecía a causa de ellos o del corazón, su familia recibiría una suma de dinero tan grande que podrían vivir como reyes el resto de sus vidas.
El hombre, cada vez más endeudado por los gastos médicos que demandaba su debilitado corazón, accedió y la operación se llevó a cabo pocos días después.
El cerdo fue sacrificado para extraer el corazón humano cultivado en él y su cuerpo fue dado a una familia pobre donde su carne sirvió de alimento.
Por su parte, el hombre recibió un nuevo corazón y la vitalidad que recibió fue tan grande que la noticia hizo eco en todo el mundo.
El jefe de prensa lo había logrado una vez más y ahora los pedidos se amontonaban.
La empresa creció a niveles insospechados y luego de años de lucha y desprecio, habían sido reconocidos con el premio nobel de la paz.
A pesar de que cobraban dinero por cada pedido, el monto era bastante inferior al de los tratamiento médicos tradicionales. La gran demanda que tenían les hacía mantener los precios bajos.
En la granja se crian mayoritariamente cerdos, aunque el negocio de leche materna ordeñada de las ubres sigue dando sus réditos.
Según una revista médica de prestigio, por año se salvaban más de 10 mil personas que hubiesen muerto al no ser candidatas a recibir transplantes de órganos.
Luego de la muerte de los animales, estos eran procesados y limpiados. Su carne era empaquetada y enviada a diferentes comedores comunitarios. Nada del animal se desperdiciaba.
Sin embargo, las manifestaciones continúan. Muchos opinan que están criándo animales para matarlos mientras que otros reclaman en lo poco ético que resulta todo. «Están yendo contra la naturaleza del señor» era el mensaje más común que se escuchaba.

Lo cierto es que, a pesar de todos los comentarios y pensamientos en contra, la granja hacía más bien que mal y poco a poco la gente se fue acostumbrando a la ídea de tener órganos humanos criados dentro de animales en su interior.
Muchos lo usaron para prolongar su vida mientras que otros para mejorar la nuestra.
¿Por qué una mujer puede aumentar su busto con una sustancia anti natural y yo no puedo mejorar mi hombría con un modelo idéntico al mío pero más grande?

La máquina en la sala de espera anunciaba el siguiente turno, el 17.
Tengo el número 43 y me espera un largo día por delante.

Recuérdame

-Recuérdame.
-No digas eso.
-Es lo último que te pido.

El hombre comenzó a llorar.

-No, por favor, aún no. No estoy listo.

La mujer que estaba recostada sobre la camilla, le sostenía la mano.

-Ya es hora, mi amor.
-No. Aún no, por favor no.
-Hiciste todo lo que pudiste.

Carla miraba a su marido con ternura. Luciano había sacrificado su vida para cuidarla y lo sabía.
Ella sufría del corazón y con el paso del tiempo su condición fue empeorando hasta el punto que la única solución posible era un transplante. Sin embargo, conseguir un donante resultó una proeza imposible de superar y su condición de embarazada aceleraba su pase a la otra vida.

-Debes soltarme. Ya te he causado mucho sufrimiento.

Carla tosió. Un poco de sangre salió de su boca. Su cuerpo ya no aguantaba y su final estaba próximo.
Las cuentas del hospital eran elevadas, a pesar de que su médico, conmovido por aquella pareja, no cobraba honorarios por tratarla. Para costear las facturas, Luciano trabajaba casi de sol a sol, sin descanso, pero gracias a eso ella podía recibir los cuidados que necesitaba.

Se habían conocido en un cumpleaños, gracias a los caprichos del destino.
No solamente quedaron atraídos físicamente, sino que su amor fue la envidia de todo su mundo.
Sin embargo, tiempo después, al cumplirse su primer aniversario de casados, a Carla le diagnosticaron un severo problema cardíaco que no tenía cura ni tratamiento, siendo la única opción posible, el transplante.
Buscaron de todas las formas posibles de conseguir un donante, aunque sin éxito. Su ubicación en la lista de espera era muy baja y nunca llegarían a tiempo.
Al cumplir los 30 años, Carla desnudó su pensamiento. Quería tener un hijo, quería que aunque ella dejara el mundo, traer una nueva vida que le de amor y esperanzas a su amado esposo, quería que Luciano fuese padre.
Al poco tiempo ella quedó embarazada y se sentían confiados en que Carla pudiera conocer a su hijo, pero,  al cumplir las cuarenta semanas de embarazo, su condición empeoró y la tuvieron que internar de urgencia.

El médico entró por la puerta. Quería controlar los signos vitales de su paciente.
Al verlos, suspiró y miró a Luciano. Luego inyectó a Carla con una jeringa que traía en el bolsillo.

-Es para que por fin puedas dormir- le dijo, con lágrimas en los ojos.

Luego abandonó la escena, volviendo a mirar a Luciano al salir.

-Ya es hora, mi amor.

Él lloraba sin consuelo.

-No, aguanta un poco más, te lo ruego.
-Estoy cansada. Por favor, déjame dormir.
-Por favor, un poco más -sollozaba

La mujer durmió mientras que escuchaba el lamento de su pareja.
Luego se despertó con un sobresalto y se sentó en la cama. Estaba sola.
Se desabotonó el pijama y miró su pecho. Una cicatriz lo marcaba.
Luciano verdaderamente había sacrifiado su vida por ella.
Carla miró la foto de él, que había enmarcado y puesto en su mesita de luz y lloró.

-¿Por qué lo hiciste? -le preguntó a la imagen.
-Porque merecías vivir- alguien respondió.

Carla se sorprendió.
Una figura blanca apreció frente a ella y tomó la forma de su difunto esposo.

-¿Cómo es posible?
-No lo sé.
-Creí que estabas muerto.
-Mientras me recuerdes, yo no moriré- dijo él, con calma.

Carla se levantó y se acercó a aquella figura. No tenía miedo.

-Te extraño demasiado- le dijo.
-Yo también.

No podía contenerse. La necesidad de abrazarlo era demasiado grande.
Sus brazos rodeadon el cuerpo de su marido y lo apretaron con toda su fuerza.

-Calma, calma- le respondió él.

Sus palabras eran serenas y lentas, justo lo que ella necesitaba.

-¿Por qué lo hiciste?- volvió a preguntar, mientras que seguía abrazándolo.
-Tú sabes por qué.
-No. No lo sé. Dímelo por favor.
-¿Cómo que no lo sabes si es muy fácil?
-No te entiendo, Lucho.
-Lo hice porque tu vida era más importante que la mía.
-¿¡Cómo puedes decir eso!? YO QUERÍA QUE VIVIERAS. -se desesperó
-Yo también. Pero una vida sin tí no valía para mí. Además, ahora estaremos siempre juntos, porque juntos, hemos creado algo maravilloso.

Carla se miró al pecho.

-Esta marca es un recuerdo tuyo y dentro mío, tú vivirás por siempre. ¿Te refieres a eso?
-No, mi amor. No me refiero a eso.
-¿Entonces a qué?
-Despierta y lo verás.
-¿Acaso estoy dormida?

Luciano asintió con la cabeza.

-Y si despierto, ¿tú estarás?
-Yo siempre estaré contigo mi amor, pero ahora debes despertar.

Carla despertó del sueño dentro del sueño.
Era de noche y se levantó de la cama.
Se dirigió a la otra habitación de la casa, en donde un pequeño de dos años demandaba a su madre. Ella lo vió y sonrió.

-Gracias, mi amor- dijo en voz baja.

Luego de calmarlo y asegurarse de que esté dormido, se retiró.
El niño descansaba dentro de una cuna adornada en donde una brillante chapa dorada resaltaba.
En ésta, se podía leer un nombre. Luciano, decía.

 

 

La princesa y el rascacielos

Una tarde, la princesa discutió con sus padres.

-NO- Les gritaba.

-Princesa, debes entender- Le respondían.

Su mamá, la reina y su papá, el rey, querían que su hija, la princesa, ayude a la gente del pueblo.
La princesa debía repartir bolsas con pan, tomate, cebolla y frutas a quienes tenían hambre, pero la pequeña se negaba.

-NO- Les volvía a gritar. -No quiero.

La pequeña princesa no quería darle comida a extraños.

-¿Por qué? -Les preguntaba.

Sus padres le respondieron que esas personas no poseen nada para comer y, cuando uno tiene, es su obligación compartir con los que menos tienen.
La niña los miraba, intentando entender esas palabras.

-¿Mis juguetes también?

-Solo si tú lo deseas, mi amor- Respondió la reina.

La princesa lo pensó un rato y finalmente respondió a sus padres.

-NO. La comida y los juguetes son míos.

Sorprendidos por la respuesta de su hija, sus padres abandonaron la habitación de la pequeña y no regresaron.
La princesa, por su parte, continuó jugando hasta el anochecer.
Cuando por fin se cansó, la panza le rugió.

-Mamá, tengo hambre- Dijo, pero nadie la escuchó.

La pequeña salió de su habitación y recorrió el castillo hasta llegar a la habitación de sus padres.

-¿Mamá? ¿papá?

Nadie le respondió. La habitación estaba vacía y las luces apagadas.
Entonces, la pequeña recorrió todo el castillo en busca de sus padres, pero no los encontró.
Continuó su camino por las calles del pueblo, en busca de alguien que la ayude, pero no encontró a nadie.
La princesa continuó caminando hasta que el sol salió. Había llegado a un lugar desconocido para ella, una ciudad con grandes edificios y principalmente, uno que era tan alto que llegaba hasta el cielo.
Ella caminó hasta llegar a la entrada de aquel lugar y se sentó.
La pequeña estaba agotada de tanto caminar y tenía mucha hambre.

Una madre con su hijo salió del gran edificio y pasó junto a ella. El nene llevaba una hamburguesa en su mano.
El rico olor atrajo la atención de la princesa, cuyo estómago no paraba de rugir.
La madre del nene la miró y se frenó.

-¿Tienes hambre, princesa?-Le preguntó.

-Si- respondió, tímidamente.

-¿Quieres una hamburguesa?- Le preguntó

-No le des. Es mi comida.- Gruño el nene.

Su madre, con calma, le explicó que hay que ayudar a la gente y, cuando uno tiene, es su obligación compartir con los que menos tienen.
El niño comprendió el mensaje de la madre, y le dió la hamburguesa que acababa de comprar.
La princesa lo miró.

-Gracias- Le dijo mientras sonreía.

-De nada- Le respondió el nene.

La pequeña tenía mucha hambre y la hamburguesa estaba muy rica, tanto que la comió en pocos segundos, pero aún seguía perdida en aquel extraño lugar.

-Hija..hija, despierta.

La pequeña despertó. Todo había sido un sueño.
Se había quedado dormida jugando en su habitación.

-Mami, ¿llevamos comida?

-¿A donde? Preguntó sorprendida, la reina.

-A los que tienen hambre, como yo.

Su madre la miró y le dió un fuerte abrazo y durante toda la noche, la princes y la reina repartieron comida a quienes más lo necesitaban.

 

Un buen viaje

-Fue un buen viaje.
-El mejor de nuestras vidas.
-El mejor, por ahora.
-¿Lo crees?
-Por supuesto.
-Después de todo lo que gastamos, ¿crees que podamos volver a hacer un viaje como este?

La pareja se miró. Habían invertido gran parte de sus ahorros en el viaje.
Habían vivido en el pueblo de «Fraile Muerto» durante toda su vida y, por primera vez, decidieron viajar.
Era su luna de miel y ambos decidieron ir a Roma, la ciudad de sus sueños.
Salir del país no era algo nuevo para Carla, ya que, por su trabajo, cruzaba la frontera hacia el país considerado «hermano», por lo menos una vez por semestre

-¿Cómo es?- Le preguntaba su ahora flamante marido, a su regreso.

-Lindo, pero no tanto como el lugar que nos espera.

La corta respuesta evitaba a Clara pasar por el interrogatorio a su regreso, momento en que solamente quería un abrazo y un colchón.
Mediante métodos pocos convencionales, Carla había conseguido un trabajo en una empresa de reparto nacional e internacional y, al ser de un pueblo del interior del país, se encargaba del poco reparto que había en esa zona.
Su sueldo consistía, en su mayoría, en comisión por entrega, pero al ser un pueblo tan pequeño, al igual que sus vecinos, éste apenas alcanzaba para cubrir las necesidades básicas de la pareja.
Ambos tenían 29 años y habían pasado juntos gran parte de sus vidas. Era una pareja que se amaba, cuidaba y quería.
Él trabajaba en la granja de la familia. Ella se había mudado desde un pueblo vecino.
Al poco tiempo de cumplir los 22 años, un gran incendió destruyó casi todo el pueblo. Muy pocos fueron los sobrevivientes, entre ellos, Carla y Federico, quienes perdieron a toda su familia, a sus padres, hermanos y abuelos. Ambos quedaron huérfanos en vida.
Al recibir dinero, por parte del alcalde, para que se recuperen económicamente, los chicos se miraron y quedaron unidos desde ese entonces. El haber perdido a sus familias, fundió con plomo aquella relación.

El dinero apenas alcanzó para arreglar la estancia de la familia de Federico, lugar donde ambos comenzaron su vida juntos. Él trabajaba arduamente, día y noche, cada día de semana, cosechando y cultivando para subsistir. Aún así, el dinero escaseaba.
Carla logró conseguir trabajo como mensajera y la vida comenzó a ser un poco más fácil.
Federico podía dormir un poco más y no levantarse al amanecer, pero seguía sin alcanzar. Pero todo cambió unos años después. Con 26 años, Carla fue a realizar una entrega a un pueblo cercano. Al llegar, llamó a la puerta y fue recibida por un hombre elegantemente vestido.

-Su pedido, señor.

El hombre miró a la joven y la invitó a pasar.

-¿De donde vienes?- Le preguntó.

-De Fraile Muerto.

-¿Donde queda? ¿Está muy lejos?

-A 12 horas de distancia.

El hombre se quedó sorprendido.

-¿Manejaste durante tanto tiempo?

-No, señor- Respondió ella. -No tengo auto.

Hubo confusión en el hombre.

-¿Cómo viniste?

-En bicicleta.- Dijo, señalando el vehículo tirado a un costado de la casa.

-Por diós, mujer. ¿Has estado andando en eso durante tanto tiempo?

Carla asintió, provocando un temblor en el otro hombre.

-Ven, siéntate y relájate. Te traeré algo de tomar.

-No, señor. Gracias. Debo irme y seguir con los repartos antes de que anochezca.

-Has estado andando en una bicicleta durante medio día. Te mereces un descanso.

-No puedo. Si no hago las entregas, no recibo el dinero que necesitamos para sobrevivir.

-¿Estás casada?

Carla asintió.

-Si, nos casamos ayer y a causa de eso no realicé ninguna entrega. Por eso debo irme.

-Primero debes descansar y reponer fuerzas. Te traeré algo de comer, mientras tanto, cuéntame un poco de tí.

Al escuchar, el hombre se entristeció con su historia. Su corazón estaba afligido.

-Debo confesar que, cuando te ví, la lascivia me llenó el corazón, pero ahora, solo siento tristeza por tí.

-¿Qué es lascivia?

-No importa eso ahora. No importa lo que quería al verte, pero lo que más quiero ahora es ayudarlos.

El hombre se presentó como un empleado de alto cargo de la empresa repartidora.

-Soy de aquí, pero vivo en Buenos Aires y cada vez que pida que me traigan un paquete, voy a pedir que seas tú la que lo haga. Serán dos veces al año como mínimo y eso te traerá buena ganancia, además de que tendrás todos los gastos pagos.

Carla sonrió. Le estaban ofreciendo más dinero que con el que podía soñar.

-Gracias- Dijo mientras se retiraba.

-Espera.

El hombre le entregó a ella el paquete que le había traido.

-Quiero que lo conserves y lo leas. Tal vez podrán ir allá algún día.

Varias horas después, la mujer regresó a su casa y le entregó el paquete a su marido.

-¿No pudiste hacer la entrega?

-La hice, pero no sabes lo que pasó. Es un milagro.

Carla relató lo sucedido y comenzó a llorar. Fue contenida por su esposo.
Luego abrieron el paquete devuelto.

«Roma: La ciudad de los sueños»

Se trataba de un libro turístico. Un libro donde parejas habían decidido pasar su luna de miel en la milenaria ciudad y luego relatan sus viajes.

-Vayamos.- Dijo Federico.

-No tenemos dinero. -Se lamentó Carla.

-Aunque nos cueste, aunque sacrifiquemos todo, nos lo merecemos.

Aquel día, la esperanza del viaje los cegó.

Federico se había obsesionado con visitar otros lugares, con viajar y conocer.
Carla, por su lado, estaba nerviosa con su primer viaje fuera del país. Se trataba de un viaje de dos días de ida y dos de vuelta, pero su ganacia de ese solo viaje sería mayor a lo que ganó en los últimos años, todo junto.
A su regreso, fue inundada a preguntas por parte de su pareja.
Carla solo quería descansar, pero igualmente compartió todo lo que vió, con su marido.

Los años pasaron y gracias a estas entregas, la pareja comenzó un fondo de ahorro, el que pronto se acumuló y alcanzó para el viaje.

-No se si debamos gastarlo.- Dijo ella una noche.
-Nos prometimos hacerlo. Nos lo debemos.
-¿Estás seguro de gastarlo todo?
-Yo si, pero es tú dinero, tu esfuerzo y tu sacrificio. Es tu decisión.
-NO- Lo paró ella. -Es NUESTRA decisión.
-Yo no gané ese dinero.
-Tú me has ganado a mí. Me diste un hogar, me mantuviste durante muchos años. Trabajaste día y noche por nuestro bien. Sin tí, yo hubiese muerto.

Federico lagrimeó.

-Hagámoslo- Dijo ella.

Al día siguiente sacaron los pasajes y el hotel. Estarían dos semanas enteras en la tan ansiada ciudad. Luego de varios años de lucha y esfuerzo, podían finalmente descansar.

-Te amo.
-Te amo.

Ambos se miraron y besaron. Su amor florecido mientras el avión despegaba de regreso a su hogar.

El último escalón

La lente se mueve y las personas aplauden a su ídolo artificial.
Por orden del segundo,  la masa se levanta del asiento y continúa vitoreando al frio metal.
Adelante de todos, un hombre se prepara para sentarse en una -visiblemente cómoda- silla, con tapizado de tela similar al cuero. Junto a él, se ve la silueta de otro hombre parado. La diferencia de estaturas es notable.
El contorno de ambos hombres es tapado por la oscuridad. Las luces estaban con la masa aplaudidora.
El segundo levantó la mano y su séquito fue calmando el estruendo. La calma reinó una vez más mientras que las luces cambiaban de objetivos y se dirigian hacia la posición de los dos hombres.
La luz iluminó los cuerpos de ambos, al igual que el espacio a su alrededor. La diferencia de estatura se debía a que el segundo hombre se encontraba parado dos escalones más abajo que el primero.
El primero, por otro lado, no tenía intención de hacerle subir ni él de bajar. Su rostro denotaba una gran sonrisa, ayudada por las maravillas del maquillaje moderno.
Todos se encontraban presentes por ellos, sin embargo, la mayoría de los invitados conocía solamente a uno de los dos personajes principales.
El hombre sonriente se sentó en la silla y miraba de manera penetrante al hombre de pie y con rostro nervioso.
La silla giró 90 grados, apuntando a la masa. Su ocupante abrió la boca y comenzó a hablar.
Las luces comenzaron a moverse por todo el lugar. De rojo a azul, de azul a verde, de verde a amarillo, de amarillo a anaranjado y de este último volvía al primer color y continuaba la secuencia. En total eran unas 5 luces que bailaban al compás de una música estrombótica e inexistente.

-Bienvenidos- Anunció. -Lamentamos haberlos hecho esperar, pero la televisión en vivo es así y debíamos muchas tantas publicitarias.

La sonrisa del hombre se acentuó más, volviéndose forzada.

-Después de todo, sin nuestros anunciantes, no estaríamos aquí ni ustedes, ni yo, ni nuestro invitado que tiene ganas de irse, por lo que se ve.

La masa echó una carcajada, esta vez, sin orden del segundo.

-Venga, hombre. Relájate. Es sólo un juego…- Ambos hombres se miraban, el segundo apenas sosteniéndose. Sus pies ya no aguantaban los nervios. -…un juego en el que podrás volverte MILLONARIO.

Esta vez si, el segundo levantó la mano y el cúmulo de gente aplaudió. Cada uno de los allí presentes ocultaba una clara envídia al hombre a punto de desmayarse.

-Con tan solo dos respuestas más, podrás convertirte en un nuevo rico en nuestro…

El segundo hombre no aguantó y cayó sobre el escalón golpeándose la cabeza.
El primero hombre, borró su sonrisa y acudió rápidamente a socorrerlo.

-Est…estoy bien- Aclaró el segundo, poniéndose nuevamente de pie.

-Sientate, amigo- Dijo el primero, acercándole su cómoda silla y ofreciéndole un trago de agua.

El espectáculo previo servía para que aumente la audiencia, llegando a niveles insospechados para los creadores, productores y organizadores.
Un murmullo resonó en la oreja del primer hombre, quien volvió a recuperar su sonrisa.

-Amigo mío, no quiero que te asustes, así que sostente de mi silla, pero debo decirte que nos hemos convertido en ¡los primeros de la noche y del año!. Me informan que en este momento, millones de personas están presenciando nuestros actos en todo el mundo.

El segundo volvió a dirigir a su ejército y les comandó que aplaudan con más vigor.

-Hoy, sábado 24 de Diciembre, estamos siendo testigos de algo impensable, algo que no podríamos haber imaginado que sucedería contigo. Después de agotar todas las ayudas en los primeros dos pasos y luego de dudar una y otra vez en cada respuesta, has logrado escalar hasta la cima, donde un solo paso te separa del «cofre de oro».

Con una seña, un cobre dorado apareció junto a él. Dentro se encontraban varios papeles verdes, representando dólares americanos y sobre ellos, un sobre donde la última pregunta descansaba desde que los comienzos del espectáculo, hacía ya 3 años.

-¿Estás listo?

El otro hombre asintió con la cabeza, mirando como el sobre se abría y un papel era sacado.

-Muchos historiadores concuerdan que la conspiración contra Julio Cesar tomó como punto cúlmine el año 44 antes de nuestra era. Más precisamente, el día 15 de Marzo de ese año. Varios de los que él consideraba como aliado, le tracionaron y asesinaron en las puertas del teatro «Pompeyo». El objetivo de este grupo era regresar el poder al senado y restaurar la paz. Luego del magnicidio, se auto titularon.- El hombre hizo una pausa. -Antes del «cofre de oro» deberás responder correctamente, ¿con que nombre se autoproclamaron?.

El silencio se hizo presente. La silla del segundo comenzó a moverse. Era la penúltima pregunta y ya no había quien podía ayudarle.

-Liberatores- Dijo, finalmente.

El presentador soltó el papel que contenía la pregunta y fue directo al cofre dorado, provocando enloquecimiento en la masa. Gritos de aliento se escuchaban.

-ES CORRECTO- Anunció el sonriente hombre.

El otro se levantó de la silla y ascendió hasta ponerse al lado del primero.
Ya no habían más peldaños ni desigualdad.

-Una pregunta. Una simple pregunta te separa de llevarte el gran premio de SETENTA MILLONES DE DÓLARES. ¿Estás listo?.

La gente no podía calmarse. Finalmente el segundo había perdido el mando y ahora formaba parte de la hinchada.

-Si gano, 4 millones serán repartidos entre la gente del público en cantidades iguales, en agradecimiento a sus ánimos.

El estallido y los cantos fueron imposibles de bajar. Era todo una fiesta y la final, la última pregunta no podía esperar más. Con ruido, con apoyo, con la cómoda silla, la pregunta debía responderse.

-¿Estás listo?- Preguntó el presentador.

El participante asintió con la cabeza.
El último sobre estaba siendo abierto, luego de años de permanecer oculto. La pregunta fue leída para adentro y luego expulsada de la boca.
Un silencio de cementerio se produjo de repente.

-Leonardo Da Vinci es un nombre conocido por casi todos nosotros. Sus creaciones fueron muy útiles tanto en guerra como en paz, sin embargo, lo recordamos aún más por sus obras de arte, como la «Gioconda» y la «Última cena».- El presentador hizo una pausa para generar suspenso.  -Por setenta millones de dólares, ¿Cuál es el nombre de la primera pintura reconocida a este gran hombre de la historia?.

El participante, serio hasta ese entonces, sonrió.
La gente lo vió y estalló en gritos.
El relój daba las 12, ya era navidad.

 

El Fin

Leo nunca podría haberse imaginado que al despertar se encontraría completamente solo. No había personas caminando. No había niños jugando, ni mascotas corriendo, no había siquiera autos circulando, pero sobre todo, no había ruido alguno. Nada salvo el viento.
Su esposa, su hija, sus conocidos… Todo rastro de vida se había esfumado.
Con sus ropas abandonadas como única pista, Leo luchará no solo para desvelar el misterio oculto tras la súbita desaparición, sino también para sobrevivir en el desolado nuevo mundo, donde cada decisión tomada podrá acortar o finalizar su vida.

 

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Adán: El gran guerrero

Con brazos y piernas del tamaño de árboles y un torso tan grande como la vista podía cubrir desde la posición en la que Adán se encontraba, el coloso era un adversario aparentemente imposible de vencer.
Un solo golpe podía acabar con la vida del primer hombre creado por Dios, sin embargo, el arma más letal del gigante era su aliento fétido, una horrible fragancia profunda que ahoga los sentidos y nubla la visión.

-¡Debes comer más hojas de menta y melissa!- Gritó Adán, cubriéndose el naso con un remiendo de tela que llevaba.

Luego, extrajo otro trozo de tela, que cubría las hojas del calor del sol y se las ofreció al coloso.
El gigante exámino la oferta del pequeño hombre y la aceptó.
Adán sonreía mientras que su adversario se tambaleaba. Las hojas habían sido mezcladas junto a otras hojas dañinas. Aunque peligrosas para el hombre, en el gigante tuvieron muy poco efecto, provocándole un pequeño vómito e incrementando su ira.
Adán recibió una fuerte porra que le sacudió todo su ser y le dejó al borde del desmayo.
Con sus pocas fuerzas, logró sacar otro tipo de hojas de n nuevo trozo de tela y las comió rápidamente. Como por arte de magia, el hombre se recompuso rápidamente. Dolor ya no sentía, pero el mareo de su cabeza se hacía importante.
Debía acabar con el gigante mientras posea concentración, de lo contrario, en pocos minutos se perdería en la infinidad de sus pensamientos y quedaría a merced del enorme ser.

El coloso, por su parte, miraba extrañado como el hombrecito corría de un lado a otro, sin entender que es lo que hacía.
Finalmente lo comprendió. Una improvisada cerbatana apuntaba a su frente. Adán había logrado crear unos dardos con una poderosa mezcla de las hojas curativas y las hojas tóxicas.
Aquella mezcla la usaba para cazar a los animales más feroces y ahora había aumentado la dosis al máximo que podía disparar.
El gigante comprendió la situación y golpeó al hombre, quien resistió de pie a pesar de habérsele roto varios huesos.

La batalla fue dura, aunque Adán contaba con una gran ventaja que desconocía.
El gigante estaba condenado a la derrota y así lo había vaticinado su creador.

«No deberás quitarle la vida. Pelea con él sin herirlo profundamente. Rompe su voluntad de explorar el mundo y quítale toda esperanza de pasar. Hazlo regresar a los brazos de Eva estando de pie para recibir a su primer hijo. No permitas que te lastime y si lo hace no deberás preocuparte porque yo te curaré. Su voluntad es muy grande y no podrás quebrarla fácilmente. Sin embargo, inténtalo sin matarle y si lo logras, te recompensaré largamente.
Quiebra su voluntad más no sus huesos.»

El gigante recordó las palabras de Dios con temor. No podría matar al pequeño hombre y tampoco lastimarlo en demasía. Estaba en una gran desventaja y a causa de eso, su derrota era inminente.

El arma funcionó y el coloso emitió un gran aullido de dolor mientras caía sobre sus rodillas.

«Una vida por otra» Pensó Dios, dolido.

Sabía que esto sucedería. Sabía que necesitaba que la chispa de vida del gigante se traslade al hijo de Eva. Todo era parte de su plan, pero aún así se entristecía.

El coloso terminó por caer. El enorme corazón dejó de latir y la sangre ya no fluyó por las grandes venas y arterias. Una vida había desaparecido mientras que otra había nacido.
El último latido del coloso fue precedido por el primer latido del hijo de la pareja de humanos.
La sangre que dejó de fluir por las enormes venas y arterias ahora fluía en los ínfimos capilares del infante.

Adán había salido victorioso y ahora caminaba sin rumbo. Dios estaba ocupado con el recién nacido, un bebé, algo nuevo para él y sus conocimientos y destinaría gran parte de su tiempo a su cuidado. El hombre, por primera vez,  ya no estaba bajo el manto de la protección divina y los peligros del nuevo mundo serían más y más peligrosos.
Eva temió por la vida del padre de su hijo, sabiendo que ya no contaría con la ayuda de su creador.

Éxito y fracaso

Dos amigos de la infancia se encuentran, como cada trimestre, en el bar de siempre.
Escritores de profesión y amigos de larga data, comparten sus vidas ante el otro.
Un joven sonriente, vestido de forma elegante y de andar calmado fue el primero en llegar y sentarse. Con respeto y cordialidad, saludó al dueño y a los mozos del lugar y pidió una una milanesa de pollo con papas fritas.
Al poco tiempo llegó el otro muchacho. Agitado, con ojos cansados, su cuerpo fatigado y sus movimientos torpes, entró al bar y fue saludado por el dueño y los mozos.

-Perdón por la demora. ¿Ya pediste?- Preguntó Santiago.

Martín asintió con la cabeza, obligando a su amigo a levantare y hacer su pedido. Minutos después, ambos recibieron sus platos. Uno comía una deliciosa -y grasosa- milanesa, mientras que el otro una saludable pechuga de pollo a la plancha con una ensalada.

-¿Estás a dieta?- preguntó Martín al ver el otro platillo.

-No. Pero si no como sano, engordo.

-¿Por qué no vas al gimnasio? -preguntó llevándose un bocado de fritura a la boca. Yo voy tres veces por semana.

-Desearía poder ir, pero no me dan los tiempos. Sabés muy bien que trabajo doce horas por día, de lunes a sábados y cuando regreso a casa lo único que quiero hacer es dormir.

Una pequeña pausa se hizo en dónde ambos miraron por la ventana.

-¿Cómo vas en tu trabajo?- preguntó Martín.

-Mal. Detesto ese trabajo. Me siento miserable y cada vez sumo más y más responsabilidades. Todos dependen de mí y me supera -respondió Santiago, derrotado -¿Y el tuyo?

La puasa se interrumpió para comer un bocado.

-¿Qué te puedo decir? -comenzó a decir, tronándo lo dedos de las manos -Es el trabajo perfecto para mí. Trabajo menos de la mitad del tiempo que vos, lo que me deja espacio suficiente para salir e ir al gimnasio, entre otras cosas. Gano suficiente dinero para viajar a europa dos veces al año y principalmente, es un trabajo que me encanta.

Martín trabajaba como guionista, además de ser uno de los principales cerebros creativos de diferentes ideas para un medio de publicidad. Trabajo que el otro amigo envidaba profundamente.

-No sabés la envidia que te tengo.

Santiago trabajaba en un pequeño estudio contable, en donde sus ideas creativas eran tan útiles como una puerta automática en un submarino. Era un trabajo tedioso y aburrido para él, que le consumía mucho tiempo, dándole una pequeña ganancia en relación a las responsabilidades que tenía. Poco ingreso en comparación de la cantidad de trabajo que hacía, pero lo suficiente como para sobrevivir sin lujos pero sin aprietos.

-Puedo meterte en mi trabajo.

-Ya hablamos de esto, te agradezco pero no lo voy a hacer.

-Dale Santi, te estoy ofreciendo ofrezco el trabajo de tu vida y lo rechazás.

-Sabés muy bien por qué digo que no. Sus reuniones creativas son algo que yo no comparto y no quiero compartir. Mi cabeza estará siempre limpia de sus cosas.

La cara del Martín era de incertidumbre. No entendía el rechazo de su amigo hacia algo tan inofensivo.

-Dale Santiago, ¿qué es lo peor que te pueda pasar?

-Es por principios.

-¿Principios? Por favor, no seas tonto.

-Aunque me demore, voy a ser reconocido por mi cuenta y por mi esfuerzo. Soy capaz de crear las historias con mi propia mente, sin ayudas.

-Las vas a crear. Pensá que ésto- dijo, señalando a la bolsa con marihuana que llevaba a un costado -es como la sal para la comida.

La cara de Santiago otro fue de  extrañeza, aunque ya sabía por donde continuaba la charla.

-Un chef puede cocinar los mejores platillos del mundo, lo más lindos, los más sabrosos, los mejores presentados, pero si a sus platos no les agrega sal, entonces ese chef puede ser superado, reemplazado y olvidado por un simple cocinero que te prepara unas papas fritas condimentadas. La sal mejora los platillos así como ésto mejora las ideas.  -dijo Martín, echándole aquel condimento a su guarnición.

Santiago pensó un momento antes de responder.

-Entonces, según tu criterio, cualquier persona sin ideas puede ser mejor que el mejor escritor si solamente le pone «sal», a sus escritos.

Ambos se quedaron callados. El reloj avanzaba y ya era tiempo de pedir la cuenta.

-Pensalo- le dijo mientras que se despedían.

Y aquel día, Santiago lo pensó seriamente por primera vez. Pensó si debía abandonar sus principios para intentarlo.
La idea no le entusiasmaba, pero continuar en su desdichado trabajo era algo que ya no quería ni soportaba y en su vida, los milagros no ocurrían.