El declive de una próspera nación (el argentum de los templarios tercera parte)

Primeros en el mundo, mundo de vagos.
Segundos en pasión, pasión para robar.
Terceros en amor, amor por la demagogia.
Cuartos en inteligencia, inteligencia para el engaño.
Quintos en oro, oro en corrupción.
Sextos en fuerza,  fuerza de autodestrucción
Séptimos en belleza, belleza artificial.
Octavos en territorio, territorio malgastado.

Maldición es lo que nos aqueja, siendo una nación con recursos para ser un amo económico del mundo. Poseedores de todos los climas posibles, desde gélidos hielos hasta ardientes desiertos, con un punto medio de junglas y cascadas. Dueños de tierras tan fértiles que un dicho común es tirar una semilla y la planta crece.
Una nación, con potencial para alimentar al 10% de la población mundial, posee entre sus pocos ciudadanos, desnutrición y faltante de alimentos.
Una nación con potencial ilimitado, posee unos pocos dueños.

¿Cuando comenzó a decaer? Un estado infante que se unificó a mediados del S XIX y que supo crecer a la par de la potencias mundiales. Un estado cuyo potencial era reconocido por el mundo entero y su crecimiento constante y solidario lo hizo posicionar en los primeros lugares de todos las clasificaciones o ‘rankings’.
Con un esfuerzo comunitario y un mismo afán de crecimiento, este joven estado se alzó con cabeza firme ante un mundo que hervía de política, un mundo en constante cambio, en donde las invenciones estaban a la par del día. Todos cooperaban y el planeta entero lo reconocía. La tierra de la plata competía contra el gigante del norte con mucho orgullo. Era el auge, momento en que la materia prima era la reina y gracias a ella se podía crecer.
Todo indicaba que una nueva superpotencia había surgido. En ella se hacían avances permanentes en casi cualquier rubro de la época y gracias a sus interminables tierras fértiles, se poseía el capital necesario para el desarrollo.
El siglo XIX terminaba y junto a este, se había cerrado el mejor siglo de la historia del país, con la aclaración de que también había sido el primero de su vida.
El siglo XX comenzó a pedir de boca, el crecimiento continuó de forma acelerada. Con escasa población, en su mayoría conformada por inmigrantes europeos que buscaban un alivio a sus tristes vidas, el crecimiento tocaba su tope. Italianos, españoles, criollos y una primera generación de argentinos tenían como objetivo hacer crecer a estas tierras. Con idiomas diferentes pero con un mismo ideal, hombro con hombro, construyeron las bases y fundamentos, para luego encarar el crecimiento.
El principal sustento del país fueron sus tierras fértiles y su producción de materia prima y eso lo volvería inestable en un mundo de guerra.
Cómodos con el presente, no se invertiría en nuevas tecnologías agropecuarias. La tracción a sangre resultaba más económica y no había deseos de cambios. Craso error.
El gigante del norte sufría pérdidas en las competencias internacional, sus productos resultaban más costosos y de inferior calidad debido a la implementación de las primeras máquinas agrícolas y eso le dio ventaja a nuestros productores que producían menor cantidad pero mayor calidad.
Satisfechos con liderar el mercado, la idea de implementar las mejoras tecnológicas en el campo, quedó esfumada.

Nadie lo esperaba o por lo menos, nadie se imaginaba lo que iba a ocurrir. Una lucha armada en Europa, estados que quedarían desolados por políticas. Situaciones de siglos atrás volverían al reflote como nunca durante el siglo XX. Y fue así, como el 28 de Junio de 1914, los periódicos del mundo anunciaban el comienzo de una «Gran Guerra».
Las vidas humanas eran desechables y sus pérdidas eran millonarias. Se seguía luchando y los soldados necesitaban alimentarse. Con sus territorios derruidos y ante la imposibilidad de traer alimentos de la India y de China, se recurrió a América.
Ésta podría haber sido una gran oportunidad para nuestros productores, pero sus mentes perezosas y de poco afán de progreso hicieron que no pudieran cumplir las demandas solicitadas por los países en conflicto y así los pedidos y el dinero recayó en la competencia, en el gigante del norte, que había invertido en mejoras de producción años antes y su flamante capacidad de producción nos dejaba con la boca abierta de par en par.
Una gran oportunidad perdida, por dormir en los laureles, por no mejorar o por querer hacerlo demasiado tarde. Las posibles ganancias perdidas podrían haber significado el cambio a convertirnos definitivamente en la potencia mundial, pero se quedó allí, en la nada.
La guerra terminó y la situación del campo mejoró, aunque no por mucho. Una década después del fin del conflicto bélico, sucedió el conflicto económico que afecto al mundo entero. Por primera vez en nuestra historia, los índices económicos mostraban la baja y la situación fue preocupando a la población hasta que una década después comenzó el declive total. La invasión a Polonia el 1 de Septiembre de 1939 dio comienzo a la segunda guerra mundial y a la segunda posibilidad de crecimiento masivo del país.
Se necesitaban alimentos, no solo unos estados, sino el mundo entero los pedía a gritos. Era la oportunidad de crecer y recuperar la economía perdida. Pero la política entro en juego. Falsas creencias de enemistad con los llamados piratas y admiración por el poderío militar alemán nos trajeron bloqueos y sanciones que impedirían las exportaciones tan necesarias. Creamos nuestro propio boicot y eso nos atormentaría hasta el día de hoy.

Sin embargo, nada nos podía preparar para la figura que esperaba para tomar el poder. Un nuevo jugador entraría en escena al finalizar la guerra que, con sus actos, condenaría definitivamente a la tierra más próspera jamás encontrada.

Convertirse en mártir

-Si hablamos de mártires. ¿Qué se les viene a la cabeza?

-Los que se mueren por un ideal.

-Che Guevara

Los aportes de los chicos eran bastantes y el salón se inundó de nombres, aunque muchos de ellos en broma.

-Cristianismo-dijo Lucas en voz baja, casi en un murmullo.

El profesor lo escuchó y ordenó silencio.

-¿Qué dijiste, Lucas?-inquirió.

El joven estaba tembloroso. Sus nervios eran visibles.

-Vamos Lucas, repite lo que dijiste.

El rubio alumno enmudeció, provocando un silencio de sepultura en el ambiente.
El profesor entendió que el niño no hablaría por lo que tomó el primer paso.

-Cristianismo es lo que dijo Lucas, ¿es verdad?

El jóven alumno asintió con la cabeza, provocando risas de todo tipo y calibre.

-No entiendo por qué se ríen si lo que dijo su compañero es bastante acertado. Entramos en un tema muy interesante y ustedes ya tienen la suficiente edad para comprender las atrocidades de la historia, en especial la historia del cristianismo.

-Profesor, Lucas es judío y un judío es el más mártir entre los mártires.

-Chicos-comenzó el profesor. -Todas las religiones poseen sus mártires, pero hay que decir la realidad y esa es que el catolicismo se basó en tres pilares para captar adeptos.

El profesor miraba a la clase. Sabía que había captado su atención y no quería perder oportunidad de impartir una nueva apertura de cabeza.

-¿Alguien me puede decir cuales fueron esos pilares?

-Los mártires, obviamente-respondió un alumno del fondo, soltando una risa.

-Si, ja ja, es cierto. El culto exagerado a los mártires. ¿Quién mejor que un héroe que sacrificó su vida por el resto para atraer fieles? -el profesor caminaba de un lado al otro del aula. -La historia cuenta miles de historias de estos héroes nada anónimos, pero nadie supera al cristianismo. El propio Jesús, que murió por nuestros pecados, para que nosotros vivamos. Que gran hombre debió ser, que ejemplo de persona. ¿Quién no seguiría el camino de tal majestuoso ser humano? Si, chicos, la mente humana es fácilmente manipulable. Pongamos un ejemplo, ¿les suena el nombre de San Jorge?

Todos los chicos murmuraron que si, pero ninguno podía recordar por qué. Tal vez era un nombre demasiado común para recordar su historia. Finalmente todos negaron y callaron.

-San Jorge es un claro ejemplo de manipulación mediante mártires. Veamos, si les digo que San Jorge murió por defender los ideales de la religión cristiana me creen, ¿verdad?

Los chicos asintieron.

-Claro, es bastante creíble, pero vamos a añadir más elementos a la historia. Si les digo que San Jorge murió por defender los ideales de la religión cristiana durante el imperio romano es aún creíble. Y si además decimos que en ese momento se llevaba a cabo una persecución a todos los cristianos por parte del emperador Diocleciano podríamos decir que es más que entendible. El emperador lo amenazó y él no renunció a su fe. Punto final para San Jorge a pesar de formar parte de la protección personal de unos de los más grandes emperadores que tuvo el imperio. No se a ustedes pero a mi me suena raro.

Los chicos estaban en silencio, escuchando con atención.

-A pesar de esto, de que a mi me haga ruido, la historia podría llegar a ser cierta, así que pongamos otro ejemplo y saquemos a San Jorge del imperio y pongámoslo a luchar con su espada contra un dragón.

El salón estalló en risas.

-Si, chicos. Hay otra versión de San Jorge, mucho más interesante que la primera y es que combatió nada más ni nada menos que contra un dragón, uno de esos dragones clásicos, con panza grande, alas prominentes y que lanzaba fuego por la boca.

Las risas continuaban en el recinto.

-Si, a mi también me causa gracia pero las historias de la antigüedad son así de extrañas. Como sea la cosa, resulta que en un pueblo de antaño, un dragón construyó su nicho de descanso sobre el río que abastecía de agua potable a todo el lugar. Sin posibilidades de enfrentarse a la bestia, no les quedó otra opción que irse suicidando, entregándose al dragón para que este devorara a un ciudadano del pueblo cada día. De esta forma, la criatura se distraía lo suficiente para que otros hombres recaudaran el agua necesaria. Así fueron pasando las semanas hasta que llegó San Jorge con su cruz y su espada y de un blandío le cortó la cabeza cual Perseo a Medusa. Como conclusión, el pueblo pagano se convirtió al cristianismo y todos felices.

Los chicos se miraban, ninguno podía creer esa simple historia como cierta.

-¿Cuál les parece más creíble?

Muy poco debate hubo en el aula y todos acordaron que la primera historia era más creíble.

-Durante el imperio romano hubieron persecuciones a los cristianos y muchos murieron por no negar su fe -opinó uno de los alumnos.

El profesor lo miró y le pidió que se levante y quede de pie.

-¿Podrías nombrarme a todos los emperadores que recuerdes?-preguntó el profesor.

-Julio César, Constantino, Nerón-respondió casi sin pensar. -Ah, y Cómodo, por la película.

-Gracias, puedes sentarte. ¿Alguno me puede decir otro emperador?

Los siguientes segundos fueron de puro silencio, solo roto para mencionar el nombre de Calígula o el de Augusto César.

-Pobre imperio romano-dijo en tono burlón el profesor. -Chicos, Julio César fue el procursor de la idea del imperio pero nunca fue emperador. El primero fue Augusto César, su sobrino nieto. Cómodo, hijo del gran Marco Aurelio, Nerón y Calígula seguro los recuerdan porque la historia los tomó como emperadores desastrosos, pero hubo uno de los que nombró Fede que es muy importante para el punto al que quiero llegar de toda esta charla. Constantino, el gran emperador y sobre todo, el gran cristiano. El hombre que remontó el imperio y lo convirtió a la fe de nuestro señor. El gran obrador del fin de la gran roma, recordado no solo por ser un buen regente, sino por su elección de cambiar la religión oficial del imperio y adoptar a Jesús como su salvador. ¿Cuantos de ustedes lo conocen como Constantino el grande y cuantos lo conocen como San Constantino?

Las manos se alzaron en su mayoría por la segunda opción.

-Una religión relativamente nueva que desplaza a una religión de miles de años como es la greco-romana. Unos locos que le hablan sobre su alma, sobre la otra vida y sobre tantas otras cosas que el romano promedio desconocía y temía. Todo cuestión de márketing.

Los chicos pusieron cara de enojo al insultar a su religión.

-Póngamoslo de la siguiente manera. Si por un lado tengo una religión cuyos dioses son inalcanzables y que desean ofrendas de dinero y objetos de valor, que al morir uno será torturado en el Hades y por el otro tengo a unos locos que me afirman que puedo dejar de hacer ofrendas, vivir una vida de pecados y hacer lo que se me de la gana siempre y cuando en mi lecho de muerte me convierta a su religión y me arrepienta de mis malas obras. Y sobre todo, si hago esto entonces mi alma, llegará al dios único y pasará una eternidad en el cielo, disfrutando de placeres inimaginables.

El profesor se había detenido en su escritorio y se sentó sobre este.

-Yo no sé ustedes, pero yo me lanzo de cabeza y a tomar por culo a los romanos y su panteón de infinitos dioses. Populismo, chicos. Populismo en su máxima expresión, salvo que, en lugar de ofrecer dinero, ofrecían una eternidad de paz. Y así fueron construyendo sus historias con los mártires. El hombre que murió por nosotros, por nuestros pecados, los hombres que murieron por abrazar su fe y luego fueron santificados. Los símbolos, además de la cruz.

-¿Está diciendo que la religión es cualquier cosa?

-Bueno. Cualquier cosa no es. Digamos que moldeó al mundo tal cual lo conocemos. El cristianismo, por muy malo que fuera en sus orígenes, en pocos siglos unió al mundo entero, pero sus inicios están basados en mentiras y engaños. Creencias truchas sobre el alma, sobre el más allá, cosas que nadie no muerto puede saber, pero que nosotros, como toda forma de vida sobre este planeta, somos seres que tenemos un ciclo y simplemente dejamos de existir.

El reloj del aula ya casi marcaba el horario de fin de la clase, pero nadie se había percatado.

-Volvamos a los pilares de la religión. Ya dijimos que uno de ellos eran los mártires, como en el caso de San Jorge en el imperio romano. Otro de los pilares era jugar con los pecados y lo desconocido, como acabo de mencionar. Si les dicen que robar, matar, violar y hacer todo lo que quieran está bien y que solamente pidan perdón antes de morir es un negoción. ¿Quién no lo aceptaría?

-Pero ser un buen cristiano es muy importante- opinó uno de los chicos.

-Si, Marcos. Pero eso es hoy en día, luego de miles de años de historia. En sus inicios era muy distinto. Eran minoría y necesitaban mentir para captar adeptos. Jugaban con las mentes de los demás, mentían, prometían cosas que no podían cumplir.

-Cómo los políticos-atinó Celeste, provocando nuevas risas.

-Si Cele, exactamente como los políticos y eso nos lleva al tercer pilar de la religión y posiblemente el más importante de los tres…

El discurso fue cortado por el timbre anunciando el receso.

-Seguiremos la próxima-sonrió el profesor, ante la decepción de los chicos.

La croqueta rusa

-La fila es inmensa.
-Si, pero no importa. Tenemos reserva.
-¿Cómo conseguiste que te reserven?
-Un mago no revela sus trucos, je je. Lo cierto es que el dueño es mi primo y bueno, recurrí a favores de familia.
-Éres un puto genio, amigo, pero ojalá me toque a mi el premio.

Un grupo de seis chicos esperaban en la fila del restaurante para ser atendidos. Estaban confiados porque tenían reserva, algo casi imposible en aquel lugar y al cabo de pocos minutos pudieron ingresar.
Un restaurante inmenso que ocupaba toda una cuadra. Aquel día era especial y todo el sitio estaba cubierto con pequeñas mesas redondas de seis sillas.
Aquellos días especiales eran los sábados y el lugar cerraba sus puertas para recibir a pequeños grupos que poseían reservas.
Sobre las mesas, el menú tradicional reposaba sobre cada plato pero en el centro había una carta distinta, negra, con letras doradas que brillaban como el oro y en su centro estaba escrito el motivo de la concurrencia de tanta gente: «El desafío de la Croqueta Rusa».

El sitio era especial, el primer y único restaurante autorizado por el gobierno a servir aquel plato desafío.
Luego de registrarse en el sitio web del restó y de firmar unos acuerdo, se podía acceder al juego de la croqueta rusa.
Seis comensales sentados alrededor de la mesa. Seis croquetas de diferentes sabores, jamón, gambas, tocino, trufa, queso curado de oveja y finalmente el sabor misterioso. Por supuesto que los sabores eran opcionales, pero estos eran los más recomendados.
Los ingredientes de la croqueta misteriosa solo son conocidos por el titular del departamento de alimentos del país, pero los rumores dicen que la bechamel estaba hecha con LSD y que de sabor se trataba de hongos psilocibios, los famosos hongos alucinógenos.
Como sea el caso, aquel que probara la croqueta experimentaría al instante una sensación comparable a la iluminación budista. Comerla simbolizaba salir del plano astral, dejar el cuerpo en esta dimensión y dejar que el alma flotase libremente por todas las realidades posibles.

Un juego, una potente droga y una croqueta, solamente faltaba el nombre y de allí surgió la «croqueta rusa», emulando a aquel terrible juego con el arma.
Seis croquetas iguales, seis comensales, las frituras se sirven sobre un plato giratorio y cada uno lo hace girar a su gusto. Cuando todos hayan girado el plato, se toma la croqueta que se tiene enfrente y se la deben zampar, al unísono. Luego se ven las caras de cada uno hasta que el privilegiado se alce con la victoria y en su cara aparezca la sonrisa.
El efecto es inmediato y los afortunados cuentan que fue la mejor sensación de sus vidas. Calma, relajación y capacidad para hacer todo. El mundo estaba a sus pies hasta que el efecto del buñuelo desaparezca, unas cuantas horas después.

A medida que los grupos se sentaban en sus mesas  se ordenaban los platillos. Algunos querían primero disfrutar de la comida y otros directamente pasaban al juego.
El dueño de aquel bar de croquetas se le ocurrió una idea para atraer clientes antes de cerrar sus puertas para siempre. Decidió poner un poco de opioides a sus preparaciones para llamar la atención del público y comenzó a correr el rumor sobre sus croquetas mágicas.
Los chismes fluyen como el agua y al poco tiempo el pequeño bar comenzó a alborotarse de gente deseosa de probar la magia.
El bar creció como nunca y el dueño se estaba forrando tan rápido que comenzó a levantar sospechas en el gobierno.
Un enviado del departamento de salud fue de incógnito y en su paladar sintió el efecto de la droga en la comida. Al día siguiente el lugar fue clausurado generando polémica en el barrio.
Finalmente, luego de casi un año de espera, el bar cambió su locación, se mudó al sitio actual y reabrió sus puertas con su flamante menú aprobado por el gobierno y ofreciendo el desafío de la «Croqueta Rusa», de forma legal.
Un éxito sin precedentes que fue replicado por varios restaurantes a lo largo del siguiente año, pero ninguno alcanzó la fama del original.

Y aquí me tienen a mi, esperando en la fila junto a mis amigos para que nos atiendan. Es nuestra primera vez en este sitio y deseo con muchas ganas ser el ganador de la magnífica «Croqueta Rusa», tal vez, solo así, podré ser popular.

La falsa democracia

La clase comenzó y el profesor pidió a los alumnos que ocupen sus asientos.

-Se vienen las elecciones y quiero que repasemos y discutamos un poco todo este asunto de la votación. Será una clase distinta en la que quiero que participen todos los que quieran opinar. Vamos a tocar temas delicados y quiero conocer sus opiniones así que no se contengan.

Los alumnos miraban impacientes. Era la primera vez que el profesor se descontracturaba de esa forma.

-Según Plutarco, historiador del siglo primero, la democracia se define expresamente como el gobierno de los artesanos y de los campesinos.
Él consideraba que la etimología de la palabra democracia no hacía referencia a «demos», el pueblo y a «kratos», el poder, sino que provenía de una distinción mucho más antigua a los filósofos clásicos como el caso de Sócrates, su seguidor Platón y el seguidor de este último llamado Aristóteles. Esta distinción hacía mención a una época en donde los artesanos y los campesinos querían tener el control sobre sus vidas sin la insistente intervención de la nobleza y sus endemoniados impuestos.
Cansados de las opresiones y considerando que ellos eran los únicos merecedores del fruto de su propio esfuerzo, mujeres y esclavos de lado, decidieron organizarse y auto regirse. Imponerse leyes y normas de convivencia siempre bajo aprobación en asamblea pública.
En estas primeras formas de democracia, cada idea era discutida por los artesanos y campesinos y nada escapaba a la voluntad de la mayoría. Todos trabajaban y todos querían lo mejor para su economía personal. La participación era directa y concurrida, las ideas eran volcadas y discutidas. Las decisiones tomadas eran siempre serias y consensuadas. En pocas palabras, se proponía y votaba lo que mas provecho les podría traer.
Esta forma de regirse fue fructífera en amplio sentido. En poco tiempo Atenas se convirtió en el epicentro del mundo antiguo y sus costumbres fueron adoptadas a lo largo y ancho de casi toda la Grecia clásica.

El profesor caminaba de un lado al otro del aula.

-Se trata de un ejemplo del juego  ‘el capitalista’, el juego de cartas -dijo, mirándome

-No lo conozco- respondí.

-El mínimo de jugadores es de tres personas y se deben repartir todas las cartas del mazo. Es posible que sobren cartas pero ese no es el punto. El objetivo del juego es descartarte de todas las cartas de tu mano y hay premios y castigos para los ganadores y perdedores.
Las cartas de mayor valor son las de menor numeración y las de menor valor son los reyes, las damas y las jotas. Comienza un jugador arrojando a la pila la carta que prefiera, aunque siempre se opta por la de menor valor y la ronda continúa a medida de que los otros jugadores pongan cartas de mayor valor hasta que ya nadie tenga o quiera jugar más. Las cartas apiladas de esta forma se desecha y comienza una nueva ronda partiendo desde el jugador que puso la carta de mayor valor, o sea, la de menor numeración. Las cartas se pueden jugar en solitario, de a pares, de piernas e incluso en poker, si es que se tiene.
Como sea, lo interesante del juego es que el vencedor obtiene una gratificación y esa consiste en que el jugador que salió en última posición le debe entregar la carta de mayor valor que posea en la siguiente ronda al que salió en primera posición y este a su vez le puede dar cualquiera de las cartas que posea.

-Entonces-le dije al profesor -el que gana es probable que siga ganando porque en cada ronda se garantiza una buena carta y deshacerse de una mala carta.

-Exacto-me respondió. -Los ricos serán siempre ricos y los pobres serán siempre pobres, a menos que suceda alguna situación extraordinaria y se inviertan los papeles.

-Para eso hay elecciones y democracia.-interrumpió Juan.

-Pero, lo cierto es que nos hemos alejado de esa palabra, incluso ni siquiera manejamos la definición de Platón de que la democracia es el gobierno del pueblo. Hoy tenemos un sistema de representación, votamos a un individuo para que tome decisiones por nosotros, para que nos represente y por lo general, se trata más de un concurso de popularidad de que votar a una persona realmente idónea para la tarea.

-¿Cómo se puede implementar el método anterior?-agregó Juan.

-En principio, si lo trasladamos al día de hoy, la democracia de la Atenas antigua equivale a implementar el voto calificado. Seguiríamos con el sistema de representación, pero cambia drásticamente el votante. En la antigüedad estaban excluidos los nobles, los esclavos y las mujeres de las decisiones. Salvando la distancias, los nobles serían los ricos, los esclavos los pobres y las mujeres los portadores de planes y subsidios que viven del esfuerzo ajeno. Básicamente las votaciones eran integradas por los participantes de la economía que deseaban mejores normas para mejorar sus trabajos.

-Es muy racista eso -cortó Mikél.

-Y es por eso que no se puede implementar. Pero solamente imagínense por un segundo que el voto calificado exista y que, no sé, digamos que solamente pueden votar los mayores de 25 años quienes se presume que ya se mantienen solos, o quienes no reciban ayuda del estado para no caer en el clientelismo.

-¿Y eso por qué? -dijo Mikél enfurecido, levantando la voz. Su familia era humilde y él estaba allí gracias a una beca.

-No sé. Estoy pensando en voz alta, asumiendo que la mayoría de personas de esa edad ya trabajan y son independientes económicamente hablando.

-El voto cambiaría mucho -agregó Lucía.

-Exacto. Candidatos no populares y sin los medios económicos para la campaña podrían llegar a ganar elecciones solamente planteando sus ideas y proyectos, sin necesidad de hacer demagogia.

-Excluir a los pobres de la votación es racismo, profesor. Les está negando la posibilidad de mejorar.

-Estás equivocado, Lucas. -respondió, observando al muchacho de pelos rubios que formuló la pregunta. -Lamentablemente los pobres van a seguir siendo pobres y solamente podrán cambiar su situación ante alguna situación extraordinaria, como pasa con el juego de cartas. Pero mientras mayor educación posean, mayor es la probabilidad de lograr ese milagro. Los pobres son utilizados, Lucas. Son utilizados por los políticos para sus campañas. Siempre fue así y siempre será así. En nuestro país una tercera parte de la población son los esclavos y mujeres de la antigüedad, totalmente dependientes del día a día y atados de pies y manos ante el pescado fresco.

-No está bien lo que dice, profesor. Los pobres tienen los mismos derechos que cualquiera de nosotros y el votar es un derecho -se escuchó la dulce voz de una joven.

-No se trata de eso, Romina. Estamos de acuerdo en que merecen los mismos derechos y que sus vidas no fueron fáciles, pero de esta forma, de mantener este sistema en que se los manipula para votar por un candidato para que gane las elecciones, les hace peor, les niega la posibilidad de salir del estanque. El famoso ‘candidato de los pobres’ quiere mantenerlos en su condición de tal para asegurarse el trono y eso debe cambiar.

-Los pobres saben lo que están votando, no son tontos que quieren permanecer siendo pobres.

-En eso estás equivocada, Romina. Tú miras a un pobre desde tu perspectiva, desde la mirada de una alumna que asiste a una escuela privada, que posee educación y que posee las suficientes conexiones entre sus neuronas como para ser alguien distinto en el mundo actual, pero un pobre no posee tales conexiones. Su cerebro no puede permitirse el lujo de pensar porque solamente está enfocado en la tarea de sobrevivir, a veces sin mirar el costo. El pobre es fácilmente manipulable si se le da el premio adecuado. Tu no venderías ni tu cuerpo ni tu voto por un mes de pastas gratis, sin embargo, para el pobre eso significaría que durante un mes no se tiene que preocupar por la comida y para ellos, eso es lo más cercano a un milagro.

-¿Qué ganarían ellos impidiéndoles votar?

-¿Ellos? No, Javier. La pregunta es ¿qué ganaríamos todos?. Ganaríamos tener mandatarios que realmente quieran servir al pueblo y no inflarse los bolsillos de dinero y poder. Ganaríamos mejores condiciones para todos, ganaríamos el futuro. Mientras más clase media, menos poder tendrá la «United fruit company», menos controlados seremos y más igualdad habrá.

-¿Para darle una vida mejor a un pobre, hay que prohibirle el voto?

-No digo eso, Joaquín. Hablamos del voto calificado el cual tendrá que ser regulado. Por ejemplo, yo dije que deberían poder votar los mayores de 25 años. ¿Qué otras condiciones agregarían?

-Que no sea obligatorio y haya que registrarse para votar.
-Que solamente voten los que trabajan.
-No, que voten solamente quienes no reciban ayuda del gobierno.
-O que vivan solos.
-Que no posean cientos de inmuebles.
-Que posean secundario completo.

El profesor miraba como los alumnos discutían entre ellos los criterios para el voto calificado y casi al finalizar la clase habían llegado a un acuerdo de condiciones y las habían escrito. Mikél fue el encargado de entregarlas, con una sonrisa en su rostro, satisfecho por el resultado.

-Esto, chicos. -dijo el profesor sosteniendo la hoja que le entregaron -esto es la verdadera democracia. Ponerse de acuerdo entre todos, sin importar el tiempo que lleve, para establecer mejores condiciones para el pueblo. Los felicito.

El timbre sonó y la clase había finalizado. El hombre se retiró del aula sonriendo, creyendo que había dado la mejor lección de su vida.

La noche de las brujas (solo para mayores de edad)

NOTA: UN CUENTO FUERTE. PROHIBIDA SU LECTURA A MENORES DE EDAD Y A PERSONAS DE SALUD SENSIBLE. NO ACONSEJO SU LECTURA. LEER CON PRECAUCIÓN. GRACIAS.

 

«El aquelarre comienza. La música suena en el ambiente y los calderos ya burbujean.
Brujos, magos, hechiceros, alquimistas, nigromantes y otros ocultistas son los protagonistas de este encuentro que se celebra cada 31 de Octubre.

-En el último día del octavo mes nos reuniremos- comenzó a decir el viejo Slogan. -Repasemos un poco de historia para empezar.

A los presentes les aburría esta parte, en donde el más anciano de los conjuristas relataba la historia del comienzo de su día festivo, del por qué se trata del mes ocho cuando Octubre es el décimo mes del calendario actual y de como los brujos originales fueron creados.
Salvo para los nuevos, para los ingresados recientemente que escuchaban con atención, la historia era algo que no importaba y solamente estaban allí para el descontrol, para las fiestas, sacrificios y diversión.
Todos los presentes esperaban la llegada de este día. Ellos eran ingenieros, arquitectos, empleados estatales, médicos, desempleados y gente perteneciente a todo estrato social.
Todos mantenían una vida común y normal, ante la mirada de los bárbaros, de los extranjeros a sus creencias, pero mantenían un detalle en común. A partir de la llamada hora de las brujas, las 19 horas, del último día de Octubre, se reunían lejos de la mirada del mundo y se quitaban sus disfraces para liberar sus más oscuros instintos.

Las pócimas estaban listas. El fuego se apagó y los calderos fueron sumergidos en agua helada para que el brebaje se enfríe y pueda ser ingerido.
Se cocinó un poderoso opioide en cantidades prácticamente industriales. Media docena de calderos conteniendo centenas de litros de la poderosa droga. De menor a mayor efecto estaban distribuidos, siendo los de mediano efecto los más elegidos por la mayoría y los más suaves bebidos por los interesantes.
Los primeros dos calderos contenían la cantidad suficiente de droga como para hacerte pasar una noche agradable y descontracturada.
Los siguientes dos contenían la pócima de efecto medio que liberaba de todas las ataduras sociales a quienes lo bebían pero les hacían mantener la lucidez.
Los últimos dos calderos poseían el caldo más potente, el que nublaba de sentidos a todo aquel que lo ingiera, en otras palabras, les destruía el cerebro. Al ser tan poderoso, era reservado solamente para las víctimas de aquella noche, en un intento para que no sientan y en cierta forma, que disfruten, de las torturas a las que serían sometidas.

Las víctimas variaban. Desde niños, pequeños infantes, hasta ancianos, pasando en el medio por adolescentes y adultos. Pequeños chicos extraviados o secuestrados, jóvenes atraídos por la idea de fiesta y drogas, adultos pobres y vagabundos y ancianos sacados de las casas de retiro completaban el grupo de las víctimas. Decenas de ellos y a todos se les daba de tomar la pócima de mayor efecto, antes de comenzar.
Algunos ancianos y niños fallecían al instante, por efecto del narcótico, pero la mayoría sobrevivía hasta que comenzaban los juegos.
El viejo Slogan mantenía el derecho a elegir a la primera víctima y casi siempre eran mujeres hermosas a las que desnudaba y violaba analmente hasta que la sangre emanaba de la muchacha que parecía disfrutar de lo que sucedía, gracias al efecto de la pócima.
Luego de satisfacer su apetito, amputaba las piernas y cortaba la cintura de la mujer apartando la cadera para dejarla colgando y que el que quisiera se satisfaga con el pedazo de carne. La primer víctima falleció desangrada, con una sonrisa en su rostro, algo posible gracias al efecto de la droga.
Una vez que el anciano cumplió su capricho, se apartó de la celebración y permaneció sentado en un pedestal diseñado exclusivamente para él.
Desde ese momento comienza la verdadera barbarie, la cual soy incapaz de continuar escribiendo. La vida no valía, eran objetos que hablaban, reían y sangraban y todos terminaban irreconocibles, como si de un rompecabezas se tratara. Hoy cuento todo esto al ser uno de los iniciados y al sentirme distinto en aquel aquelarre del cual no participé más que como mero espectador. El infierno me espera y no me quiero demorar. Dejo esta nota para que aquel que la encuentre sepa el motivo de mi partida. Adios y perdón.»

ESTO PODRÍA SER UNA HISTORIA DE TERROR Y HORROR CUALQUIERA, PERO LAMENTABLEMENTE PASA EN NUESTRA SOCIEDAD. GENTE RETORCIDA Y CON EL CEREBRO PODRIDO BUSCANDO PLACERES EN LOS MÁS CRUELES ACTOS. ACTOS QUE NOS REPUGNAN, NOS HACEN VOMITAR Y TENER PESADILLAS DURANTE AÑOS, PERO QUE A ESTOS INHUMANOS LES DIVIERTE Y GOZAN. DESGRACIADA ES CIERTA PARTE DE LA HUMANIDAD, DESGRACIADOS SON LOS MUCHOS QUE DISFRUTAN CON EL MORBO.
UNA FOTO, UN VIDEO, UNA NOTICIA, UN HECHO SUCEDIDO A NUESTRO ALREDEDOR. LO MIRAMOS Y LO COMPARTIMOS. POR SER CURIOSO, DIRÁN, PERO NO. ES EL MORBO QUE LOS LLAMA Y LOS ATA. LLEGAMOS A UN PUNTO EN LA HISTORIA EN EL QUE NO NECESITAMOS LA MUERTE PARA SATISFACER NUESTRAS NECESIDADES. EL IMPERIO ROMANO CAYÓ HACE TIEMPO. SIN EMBARGO, LA GENTE SIGUE NECESITANDO LO OSCURO PARA SENTIRSE REALIZADO. ¿ACASO NUNCA CAMBIAREMOS?

El mundo de las denuncias

Juan vivía en un mundo distinto al nuestro, un lugar en el que desde el nacimiento se inculca a los hijos el arte del silencio, en donde eres dueño de cada palabra que dices y que puede traerte infortunio en un futuro.

-Siempre debes cuidar lo que dices, nunca digas nada malo a menos que estés solo y que el lugar esté limpio.

Con lo de limpio, la madre de Juan se refería a que no hayan cámaras ni micrófonos activos.
No era raro encontrarse este tipo de cosas en las casas, cualquier visita las podía poner.
Un empleado que venga a hacer un trabajo, un amigo o familiar que venga de visita y la empleada doméstica eran los sospechosos de siempre, aunque se habían puesto de moda los llamados «tiradores». Personas habilidosas que arrojaban pequeños micrófonos en balcones o ventanas abiertas sin ser descubiertos.
Todo se hacía con la finalidad de escuchar las conversaciones privadas de la gente y obtener algún dato que sirva para una posible denuncia.
En eso se había convertido la sociedad, en un mundo cubierto por un océano de escraches y sanciones, un lugar en el que la gente vivía con miedo de «pisar el palito» y en donde la mera opinión y calentura eran usadas en contra cuando de una denuncia se tratase.
Cualquier conversación, palabra, correo, mail e incluso rumor era la fuente de trabajo de miles y miles de abogados y para combatir este problema, la sociedad fue evolucionando hacia el silencio.
Se estimaba que, en el año en que nació Juan, cada persona mayor de 10 años había recibido por lo menos dos denuncias por malos tratos, habladuría o calumnias por parte de gente que puede que nunca haya conocido.
Sin embargo, lo peor que uno podía hacer era insultar a un abogado.

-Estos abogados hijos de puta.
-Ojalá se mueran.
-Gente de mierda que son.

Frases como esas, que dichas en nuestro ámbito privado no son más que meros descargos, eran las navidades de los caranchos y daban lugar a los juicios más jugosos para los rastreros.
La educación cambió y desde el nivel primario se enseñaba derecho a los niños. Escuelas orientadas a la abogacía con egresados casi totales destinados a continuar la carrera universitaria de orientación igual a la recibida en su educación inicial.
Muy pocos eran los que desafiaban la normalidad y optaban por otras carreras, como la ingeniería, la arquitectura y la medicina, pero se trataba de un porcentaje ínfimo.
Se estimaba que cuarenta de cada cien ciudadanos eran abogados y que un pequeño diez porciento del resto eran profesionales en ciencias duras.
Las pequeñas y medianas empresas eras escasas y el mundo los dominaban las grandes corporaciones.
El avance científico era lento, demasiado y la falta de profesionales no solo había frenado el progreso, sino que la tecnología dio un paso hacia atrás y en varios casos se volvían a usar cosas que otrora era consideraban obsoletas, como la máquina de escribir y las videocintas.
La falta de medicamentos era un problema y la salud de había vuelto increiblemente costosa. El simple Ibuprofeno era un lujo, regalado en ocaciones especiales.
Todo progreso fue decayendo y los bienes resultaban demasiado costosos, motivo por el cual la gente buscaba un pequeño adicional escuchando y haciendo juicios.
Por suerte y luego de una gran lluvia de demandas, se logró establecer un honorario fijo para este tipo de causas, un ganancia menor que no alcanzaba para una vida digna.
Es por ese motivo que se estimaba que cada persona realizaba unas tres o cuatro denuncias por mes para intentar tener más dinero.
Las cortes habían florecido, los jueces entregaban fallos como si se tratasen de hamburguesas en una cadena de comida rápida. Todo era expeditivo y express.

Pero Juan nació distinto al resto, el quería decir lo que sentía y al cumplir la mayoría de edad legal, le llovieron las denuncias. Literalmente llovieron sobre su casa. Tenía tal cantidad que fue necesario contratar un avión por el servicio postal.
Mas de un millón de cartas para presentarse en la corte. Le reclamaban más dinero del que nunca podía juntar él, su familia y todas las generaciones anteriores durante toda su historia. Juan estaba siendo preso de sus palabras, sus opiniones y sus sentimientos.
Lamentablemente no le quedó otra opción que tomar una pistola y acabar con su vida.

El imaginario ruido del martillo del arma lo despertó. Todo había sido un sueño. Ese mundo de denuncias fue creado en su imaginación y no era real. Se levantó y fue a tomar agua, pero tropezó en el camino con su perro y cayó al suelo. El golpe espantó al animal revelando debajo de él una nota que Juan había querido ocultar. Una denuncia que había recibido por parte de una persona que no conocía por calumnias e injurias.
Juan cerró sus ojos y recordó su sueño, pensando en si realmente algún día llegará esa realidad.

Cuentos improvisados

La improvisación se me da muy bien, debo admitir.
Cada vez que comienzo con un cuento o una historia, se oscurece el mundo a mi alrededor y me quedo enfocado en completarla. La vivo y es por eso que la entiendo.
Todos, absolutamente todos los cuentos puestos en esta página fueron ciertamente improvisados. Teniendo solamente una frase, una situación o una ínfima idea es cuando me siento a escribir. En ese momento todo desaparece. El teléfono puede sonar mil veces y no lo contestaré. Existimos solamente el teclado, el monitor, la silla, la pequeña luz blanca de la bombilla, mi cabeza y mis dedos. Todos trabajando en conjunto para completar el escrito.
A pesar de haber publicado tantos cuentos en esta página (y otros tantos en una página más vieja que iré rescatando y actualizando), la mayoría de mis cuentos y mis historias, de mis ideas en definitiva, no son escritas.
Son momentos en que hablo solo, con mi familia o con mi esposa. Momentos en que no me importa si soy escuchado o no, solamente me enfoco en crear la historia una vez comenzada, una vez que tuve el pie.
Sin embargo, al llegar mi hijo a mi vida, me regalaron a un ser al que le gusta escucharme, que me presta atención y me mira fijo cuando le estoy improvisando un cuento.
Tiene casi cuatro meses de vida y desde que nació, le he contado unos diez cuentos cada dos semanas, como mínimo. Eso representan decenas de historias, de las cuales algunas terminan resultando en buenos cuentos.

Acá pondré esas historias que bien salieron y que tan orgulloso me hacen sentir.
La primera historia que recuerdo que me quedó muy bien fue la del león en la granja. Sin embargo, la extendi y la puse en una entrada aparte, por lo que no estará en este recopilatorio. Siempre teniendo en claro que son historias muy cortas.

«La planta soñadora»
Es la historia de una pequeña planta que creía en un jardín inmenso. Estaba rodeada de hermosas rosas, elegantes girasoles, inmensos robles y todo tipo de plantas.
Pero la pequeña planta no se sentía feliz. Estaba aburrida y no quería ser quien era.
Deseaba ser larga y hermosa como una rosa. Lo deseó tanto que su deseo se cumplió y al día siguiente se había convertido en una larga y bella rosa roja. Se sentía a gusto siendo aquella flor hasta que vino el jardinero y de forma cruel, cortó con tijeras a todas sus amigas rosas y se las llevó. Entonces tuvo miedo y miró al girasol, siempre recto, mirando al sol, desafiando a las abejas que le asechan. Deseó ser como el girasol y lo deseó tanto que al día siguiente se había convertido en uno. Era un día de mucho sol y nada le hacía perder la postura. Sin embargo, la hija mayor granjero llegó y arrancó al pequeño girasol desu sitió. Uno a uno fue quitándole los pétalos y pronunciando frases de amor hasta que ya no quedaron y la flor fue olvidada en el suelo. Olvidada y triste, miró al fuerte roble y deseó ser como él. Lo deseó tanto que al día siguiente amaneció siendo aquel árbol.
Siendo un roble, se sentía grande y poderoso. Nada podía dañarlo, eso creía y estaba equivocado. Llegó un hombre y junto al granjero talaron al roble para utilizar su madera.
Del árbol quedó solamente su tronco y desde esa posición pudo ver a una pequeña plantita igualita a como era él antes y deseó volver a ser ella.  Lo deseó tanto que por fin pudo despertar. Todo había sido un sueño. La pequeña planta seguía siendo planta y seguía siendo pequeña y por fin pudo sonreir y disfrutar de la vida siendo quien era.

«Vos sos vos. Sos como sos y nunca tendrás mejor papel que siendo tu mismo. Al crecer te formarás y aunque pienses que ser como otro es mejor, nunca olvides que siendo vos mismo es como mejor puedes vivir»

 

«El tren volador»
Un hombre construyó un tren y le puso alas para volar. También le dio un cerebro para que pudiera hablar con sus pasajeros y preguntarles hacía donde ir. Podía llevar hasta cuarenta personas al mismo tiempo y para viajar en el tren volador se debían de hacer largas filas.
El tren disfrutaba mucho de viajar y más lo hacía cuando habían niños a bordo. Sus caritas con risitas le daban alegría y la mayoría le agradecía el viaje.
La noticia del tren volador fue llegando a todos lados y un día llegó un hombre muy rico y quiso comprarlo.
-No estoy en venta -dijo el tren, enojado.
-Tu creador necesita dinero y yo se lo ofrecí, por lo tanto, serás de mi propiedad y harás lo que yo diga- respondió el hombre rico.
La gente del pueblo se preocupó y entre todos juntaron todo el dinero que podían poner. Sin embargo, no pudieron juntar ni la mitad del dinero que se le había ofrecido al creador.
Todos se entristecieron el día en el se firmaron los papeles y que el tren pasó a ser propiedad de aquel hombre.
Pero grata fue la sorpresa de todos, al ver que al poco tiempo se creó una estación en la que se colocó un cartel que el viaje en el tren volador sería gratuito y únicamente para los niños que nunca hayan viajado ni en tren ni en avión.
Nadie podía creer la actitud del hombre rico y el alcalde del pueblo fue a su encuentro.
-Yo no tuve padres. Mi infancia la pasé de trabajo en trabajo y no conocí un tren hasta mis veinte años. Deseo que todos los chicos que pasan por situaciones parecidas a la mía puedan experimentarlo y disfrutarlo. Muchos piensan que porque tengo dinero soy malo y deseo que no lo piensen más.

«No siempre el rico es el malo y el pobre es el bueno. Siempre hay que conocer a la persona y conocer su interior, solo así podrás conocer la verdad de su corazón»

 

«El oso del circo»
Mamá y papá oso vivian junto con su hijo en el bosque. El pequeño era aún muy chico y débil para estar por su cuenta y pasaba sus días jugando con sus padres.
Pero un día, un grupo de hombres lo atrapó y se lo llevaron al circo que tenían. Lo ataron a una soga y el pequeño luchó por escapar y volver con sus padres. Lloraba cada noche extrañándolos.
Fueron pasando los días y los años. El pequeño oso había crecido y sus ansias de escapar se habían apagado. Se había acomodado a su vida. Vivía encadenado, pero le daban comida y no lo lastimaban. El calor de sus padres permaneció en su interior pero ya no luchaba por verlos. Había aceptado su destino.
Un día llegaron al circo un papá con su hijo y el pequeño, al ver a tan grande animal atado con una pequeña soga que fácilmente podía romper le preguntó a su papá por qué no se escapaba.
-No se escapa porque esa soga, por más que sea pequeña, representa un recuerdo de su pasado. Seguramente ese oso fue traido a la fuerza desde pequeño y siendo tan chico no pudo escapar, por más que lo haya intentado mil veces y ahora de grande le queda ese recuerdo, que la soga es irrompible.
El niño dudó por un instante y volvió a preguntar.
-¿Por qué no lo intenta ahora que es grande y fuerte?
El padre miró al oso y vio como se levantaba para recibir su merienda.
-Porque se acostumbro a su vida. Porque está cómodo con su encierro. -respondió.

«Cuando te sientas cómodo con un problema, preocupate. Nunca dejes de intentarlo, por más que no lo logres ni a la primera ni a la segunda ni a la décima vez. Cree siempre en tu pensamiento y nunca dudes de él.»

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Un león en la granja

En una pequeña granja alejada de la ciudad, vivían en paz muchos animales.
Habían gallinas que ponían huevos junto a un gallo que las miraba.
Habían vacas que pastaban sin preocupaciones, acompañadas por ovejas lanudas que eran madres y que con sus tiernos balidos llamaban a sus pequeños bebés a comer.
Patos y cerdos disfrutaban del agua y del barro por igual. Los primeros salían cuando el sol más fuerte estaba y estiraban sus alas, mientras que los segundos podían permanecer en el lodo durante todo el día.
Todos eran grandes amigos y disfrutaban en armonía gracias a la protección que les daba el perro guardían del granjero.
Como su dueño casi nunca se encontraba presente en la granja, la seguridad recaía sobre su mejor amigo, un pastor belga de gran inteligencia y gran porte que ahuyentaba a cada lobo que se acercaba. Duro como una roca, el perro velaba por la seguridad de todos los animales de la granja. Siempre atento y vigilando y gracias a él, la paz reinaba.
El único animal que superaba al perro en valentía y gallardía era el caballo, pero este siempre se encontraba al lado del dueño y juntos salían a todos lados. El caballo y el granjero eran inseparables y por eso la seguridad recaía únicamente sobre el perro, que hacía un gran trabajo.

Un día llegó a la granja una jaula, traida por el granjero. Se trataba de una jaula muy grande como para pertenecer a una vaca o un cerdo y además se movía mucho, causando pánico en todos los presentes.
Permaneció tapada y cerrada durante toda la mañana y finalmente a la tarde el granjero la abrió.
De dentro salió un inmenso león y el miedo en la granja se hizo notar.
Los patos volaron, las gallinas se escondieron en su gallinero junto al gallo. Las vacas y los cerdos se protegieron mutuamente en los rincones de la granja y las ovejas escondieron a sus bebés dentro de su lana. Todos comenzaron a llorar.
Los únicos que no se habían movido fueron el caballo y el perro, ambos firmes, dándole la bienvenida al nuevo integrante.
Sin embargo, el resto de los animales tenían miedo.

-¿Cómo pudieron traer un león  a la granja?
-Nos va a comer a todos.
-Es muy grande.
-Da mucho miedo.
-Un león no es para este lugar.

Todos los animales se quejaron y con razón. Temían por sus vidas porque el león era muy grande y poderoso y su mordida podía ser mortal para ellos.

Durante los siguientes días, el león permaneció en solitario en el centro de la granja y ningún otro animal se le acercó. Comía solo, dormía solo y pasaba todo el día en soledad. Nadie se daba cuenta lo triste que se encontraba con esta situación. El león quería hacer amigos, pero los otros se apartaban por temor.

Fue un día en el que el granjero partió rumbo a la ciudad acompañado del caballo cuando un gigantésco lobo atacó.
No se trataba de un lobo cualquiera, sino que este era el lobo más grande que podía existir y de un rápido movimiento atrapó a una de las ovejas entre sus dientes.
El perro saltó en ayuda del pequeño animal, pero fue fácilmente dominado por el tamaño y poder del depredador. Estando muy mal herido, el perro se desmayó y el lobo volvió a atrapar a su presa.
El pánico reinó en la granja, el perro nunca había sido derrotado y sin él, ellos estarían a merced de aquel lobo.
De pronto, el león se posó frente al lobo y le rugió, exigiéndole que suelte al animal.
El lobo poseía un mayor tamaño que el león y detuvo su marcha para batallar al recién llegado.
La lucha fue muy dura pero finalmente el león ganó y el lobo huyó.
Quedó muy mal herido, con sangre por todo el cuerpo, pero había logrado salvar a la oveja.

-Gracias- le dijo una vaca.
-Si. Pensamos que eras malo. Gracias. -dijo un cerdo

Uno a uno los animales le agradecieron al león y se disculparon por haberse apartado de él cuando llegó.

-Teníamos miedo de que nos lastimes- le explicó un pato.

El león, con mucho dolor en sus patas, se paró y habló:

-Yo se que soy un león y que no pertenezco a este lugar. Pero soy distinto al resto, yo no quiero ser león. No me gusta la violencia ni ser tan grande y en la selva yo no puedo estar. Es por esto que el granjero me trajo a este hogar, donde puedo vivir en paz.

Desde ese momento, los animales le dieron la bienvenida al león, disculpándose por haberlo juzgado por los rumores y por su apariencia.

«Nunca debes juzgar a nadie por los rumores y por la apariencia. Por lo que dicen de él. Primero debes conocerlo y conocer su corazón.»

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Todo perdido

¿Cómo te sentirías si de la noche a la mañana lo perdieras todo?
Imposible de describirlo, ¿no es cierto?. Solamente los que pasamos por esta indescriptible situación lo sabemos.

Un vacío y la eterna pregunta del “¿por qué a mi?” es lo que nos queda.
“Si siempre fui bueno y siempre ayudé a quién me lo pidió. ¿Qué hice mal?” Nos replanteamos segundo a segundo.

El perderlo todo simboliza el fin de uno. Desde el punto en que sucede la desgracia es que nos transformamos en otro ser, mutamos de personalidad para nunca regresar a quienes éramos.
“Se terminó el bueno y boludo que era” y por un unos instantes, que varían según cada uno, nos volvemos malintencionados, con ánimos de ver al mundo arder, en especial a quienes nos sometieron.

Vivir esos momentos es como ver una película de tu vida con un actor que se te parece pero que no éres.
Si pudiéramos mirarnos desde otro momento, criticaríamos el accionar de nuestro otro yo, pero el precenciar el instante del declive de tu vida te transforma y nadie lo puede puede frenar.
Depende de uno mismo poner un alto a la calentura, al accionar rápido y temerario. No todos podemos controlarnos en esos momentos y algunos terminan siendo víctimas de sus actos, a pesar de que el verdadero culpable de todo esté suelto y riéndose de la situación desde la comodidad de su guarida.

Nos replanteamos una y otra vez lo sucedido y buscamos la forma de culparnos por no haber previsto la situación. Pero coño, ¡No es nuestra culpa!
Me es inentendible el por qué mi cerebro quiere hacerme sentir a mí como el culpable. Porque no lo previne, era evidente que iba a suceder.
¡NO! Eso no debe ser así. Calla cerebro que aquí solo vale el corazón.
Si no lo planteamos antes era porque no nos veíamos en la necesidad de hacerlo. Nadie vive pensando en que le van a suceder las más viles desgracias. Nadie cuerdo realmente.

“Pero, deberías haberlo previsto, fuiste muy descuidado, vos no sos tonto, conocés la situación del país.” Te pueden decir, haciéndo objeto al cuestionamiento anterior que, porque no lo previne, es mi culpa que haya sucedido.
No señores, no es así. No es mi culpa, es culpa del hijo de puta que nos arruinó la vida. Basta pretender desligar la culpa. La responsabilidad del acto es cien por ciento del que lo comete y es en ese instante en que otros conocidos se suman a la disputa. No somos los culpables de lo sucedido, porque nunca debió suceder. Pero la gente no lo entiende y pretende hacerte cargar con culpa. «Yo nunca haría lo que tú hisiste», «Yo no soy tan descuidado», «Fuiste un estúpido al no haber tomado precauciones». ¿suena familiar?
Pretender ofuscar la culpa del mal nacido. «Y si, es obvio. Si lo hacías así invitabas a que te pase». Comentarios llenos de veneno que no hacen más que lastimar.

Acá aprendemos realmente a valorar a las personas que importan.
Aquellas que te apoyan el hombro, te escuchan y te dan la mano para que te levantes, emergen ante nuestros ojos y las que cuestionan tus métodos a todas voces y te usan como centro de novedades para chismes, comienzan a desaparecer de nuestro entorno.
En este punto podemos llegar a quedarnos solos. Pero lo vale. Darte cuenta de a quienes les importamos es una de las pocas cosas positivas que se puede sacar. Separar a quienes les importás y a quienes te utilizan como objeto de labia y conversación para aumentar su popularidad, es indispensable para seguir con nuestro futuro.
Está claro que estas personas posiblemente piensen que actuamos mal y debimos ser más precavidos, pero no lo expresan, retienen y callan esos pensamientos para solamente ponernos el colchón y amortiguar la caída.
Familiares, en mi caso. Amigos nada, solamente fui centro de chismes entre sus conocidos. Personas a las que consideré tan cercanas como un hermano solamente hicieron eco del asunto para tener la exclusiva ante otros. Esto demostró que les es más importante pasar la novedad que brindar una mano.
Solamente falsedades por parte de estos. Ni una visita, ni una palabra de apoyo, como si se tratara de un tema menor y distante. Les puedo asegurar que prontamente desaparecerán de mi lista, aunque me quede solo. Ni un simple mensaje preguntando en que podían ayudar o colaborar, ni una vez ofrecidos para visitarme. No entendiendo la gravedad del asunto y que al día siguiente pretendan dar charla simple pretendiendo que escuchemos sus problemas me hizo replantear todo. Desagradecidos.

Por otro lado, aparecieron los verdaderamente incondicionales, que estuvieron y están siempre presentes y siempre atentos para ayudar.
Dejando de lado sus vidas y sus compromisos, se dedican casi de lleno a la tarea de reconstruir nuestras vidas sin pedir nada más a cambio de el simple hecho de que dejemos de llorar. Gente que merece el cielo, que te dan su colchón para que no duermas en el suelo, sin tener segundas intenciones.
Soy afortunado al tenerlos, aunque no sea eterno.
A pesar de todo, este es un camino que debemos superar nosotros solos y nadie más, por más cercano que sea, jamás entenderá lo que sentimos y callamos.

“Debés ser fuerte, por tu familia” y “Salvo la salúd, todo se recupera” son las frases de cabecera.
Frases entendibles, pero que en ese momento no surten efecto.
¿Por qué debo ver lo positivo en esto? ¿Por qué simplemente no me dicen que todo es una mierda y nada más? Supongo que para que no haya silencio.
No necesito que me digan que debo ser fuerte por mi familia. Veo a mi hijo pequeño y por él haría hasta lo imposible. Sin embargo, cada vez que lo veo me desarmo. Me destruyo por dentro.

Debo ser fuerte por fuera, pero…¿quién me cuida por dentro?
Yo también soy una persona con sentimientos y por ahí no puedo afrontar esto solo. Soy el hombre, el que debe de poner el pecho a todo. ¿Por qué debo endurecerme si no quería hacerlo? ¿Por qué no hay nadie que me cuide a mí?
La respuesta, en mi caso, es sencilla. Mi pequeño hijo que me alegró la vida desde que nació y lo hace cada día en que lo veo sonreir.

Por un hijo todo se puede.

 

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Demasiado largo

Crece y crece.
Hay veces que me sorprendo de lo largo que lo tengo.
Incluso, en aquellas oportunidades, hasta mi dama de turno se sorprendía.

-Mirá que hay veces que está tan largo que ya no parece ser el mismo. Y eso que ya te lo conozco desde hace tiempo -me dijo una vez.

Muchos hombres me envidian y desean tenerlo como el mío.
Sin embargo, por momentos se vuelve inmanejable.
Me han ofrecido utilizarlo en películas, pero me da verguenza mostrarlo.
Lo oculto de todas las formas que puedo y el momento más incómodo es cuando lo tengo así en la calle.
¡Dios mío! Cuanta verguenza paso en esos momentos. Evito todo contacto con la gente, aunque varias veces sentí me señalaban y se reían.

-No lo mires -le dijo una señora ofendida a un niño que, por la edad, parecía ser su nieto.

Lamentablemente ninguna dama me satisface y hace tiempo que descubrí las manos mágicas de un hombre. Él si que sabe como tratarlo y sentirlo trabajar es un festín a mis sentidos.
Cuando acaba su labor, todo vuelve a la normalidad para mi, aunque a él le molesta el residuo blanco que le dejo por todos lados. No es mi culpa, no puedo evitarlo.
Desde que me atiende, lo blanco que le dejo se multiplicó al punto de que parece que llegó la navidad. Esto no me pasaba con ninguna de mis damas de turno.
Lamento decirlo, pero como ese hombre, que posee uno similar al mío, no hay mejor opción para el trabajo.
Y encima de todo, me cobra menos que esas pretenciosas de uñas largas y labia berreta.
Con él vamos directo a los bifes, sin palabras que mediar más que un «Hola, ¿cómo estás?». Él sabe para que estoy allí y conoce como me gusta. ¿Mejor?  Imposible.

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez y me urge verlo. Estoy yendo a su encuentro, esta vez sin acuerdo previo. Voy de sorpresa porque ya no aguanto más y le pagaría lo que fuera por el inconveniente, él lo vale. Lo tengo muy crecido, tanto que siento que me va a explotar. Se me hace incómodo caminar y la gente se mosquea a mi paso. Entiendo que no les gusta que los toque, pero bueno, no puedo evitarlo, así de largo está.
Ya casi llego. Allí aguarda mi hombre favorito, dueño de esas increibles manos.
Ya llego, ya casi puedo sentir como comienza a trabajar sobre mi.
Está ya demasiado largo y verguenza me da caminar por la calle así.
Estoy a pocos pasos y ya puedo vislumbrar la entrada.

Pero ¿qué demonios?

«La peluquería se encuentra cerrada por vacaciones»

¡Maldición!

 

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