El culo del éxito

-Es que no lo entiendo- dijo Ernesto.

Estaba furioso y decepcionado. Se esforzaba mucho a diario, pero la suerte nunca lo acompañó.
Su amigo Lucas lo escuchaba y le comprendía, el corría con la misma suerte que su amigo.
No eran populares, ni eran exitosos. Eran simples mortales con poco alcance.

-Mirá a esta otra. Pone una foto de un culo. UN CULO. Un poco de carne que muestra y mirá los miles de seguidores que tiene. Es que no lo entiendo. -continuó con su reproche.

-No te confíes en esos seguidores, la mayoría son hombres babosos que quieren eso todo el tiempo.

-Y funciona. Con ella aún no, pero esta otra viene mostrando el culo desde hace meses y ya apareció en la televisión. Y ni hablar de la otra que ya está en el teatro. Un culo tiene más impacto y más alcance que lo que hacemos.

Lucas miró a su amigo y entendió que no podría calmarlo, así que se despreocupó del tema.

-No logramos nada así. ¿Para qué nos esforzamos en pintar y pintar? ¿Para qué intentamos crear obras de arte cuando deberíamos estar mostrando el culo y así ser reconocidos?

Cansado de  las quejas de su amigo, Lucas le interrumpió.

-Hagámoslo-le dijo.

Ernesto lo miró desconcertado.

-¿Hacer qué?- le preguntó.

-Eso- respondió Lucas -Mostremos el culo. Deja que me lo afeite y luego pa’ adelante.

-No seas tarado.

-¿Qué podemos perder? Yo lo hago, si te querés sumar bienvenido, pero en principio las fotos por separado. Aún no me atraen los culos de los hombres.

-Deja de cachondeo, por favor -insistió Ernesto -No solamente es ridículo, sino que nos van a dar de baja la cuenta.

-No deberían.

-Pero lo harán. El culo de la mujer es arte, el culo del hombre es vulgaridad.

-Pero lo haremos bonito -replicó Lucas -pondremos una buena iluminación, un buen fondo. Incluso podemos poner fotos desnudos, tapándonos un poco como hacen algunas mujeres.

-Nos van a denunciar en tres días, Lucas.

-A que no.

-Apostemos, pero la multa que llegue la abonarás tú, por salame.

-De acuerdo, trato hecho.

Y así comenzaron las fotos. A un promedio de tres fotos diarias, sus culos aparecerían en reemplazo de los cuadros que pintaban.
Las fotos estaban con mala producción, mala iluminación, mal ángulo, dando un resultado opuesto a las fotos artísticas que querían mostrar, sin embargo, sus culos estaban en la red.
Luego de más de una veintena de fotos, llegó el destino temido y los amigos recibieron su primera denuncia. Una mujer los acusaba de pornográficos. Se trataba de una modelo de Internet que le ofendía las fotos que los amigos publicaban. La denuncia se hizo pública y una semana despues, los amigos ya tenían suficientes intimaciones como para empapelar su estudio. Se les exigía que cesen su actividad inmediatamente. Habían cartas amenazantes de todo color y redacción y mensajes privados y públicos que daban temor.

-Paremos con esto- le dijo Lucas, al leer una carta cuyo contenido atentaba contra su salúd personal.

-Si. Mejor lo dejamos -asintió Ernesto.

Sin embargo, dejarlo no fue suficiente y luego de escasos 8 días de publicaciones, los amigos fueron detenidos por la policia cuando estaban en pleno acto de producción de la foto de despedida.
Los cargos que recibieron los amigos fueron: exhibicionismo, incitación a la pornografía, publicación de contenido explícito no apto para menores, atentado contra la buena conducta y resistencia contra la autoridad.

-No hacía falta la foto de tu culo mientras escapabas de la policia, Lucas.

-La llamo: «El culo contra la ley. Cagaré donde quiera cagar».

-No hacía falta.

La noche la pasaron en el calabozo, en donde hicieron alarde de sus atributos traseros frente a la gente equivocada.
Casi fueron devorados por los presos cuando entró el oficial a cargo y les informó su excarcelación luego del pago de una fianza.

-Dos mil euracos- dijo Ernesto. -Me debés mil.

-No te debo nada. La apuesta la gané. Pasaron más de tres días hasta recibir la primer denuncia.

-Ja ja- rió Ernesto de forma irónica. -Es cierto -dijo, guardando la billetera.

Su lento caminar los encontró con que el taller en donde pintaban había sido clausurado al ser el lugar en donde las fotos eran producidas. Sus lienzos estaban dentro y temían no poder recuperarlos.

-En fin- dijo Lucas. -Por lo mejos logramos algo.

-Ser más pobres -rió Ernesto, permitiéndose una risa, la primera que ponía desde que comenzaron esta aventura.

Lucas se alegró y abrazó a su amigo, pero fueron interrumpidos por el constante sonido de notificaciones del móvil de Ernesto.
Parecía que el teléfono se había vuelto loco pero no, en realidad estaban recibiendo miles y miles de mensajes de gente que se enteró de lo sucedido y querían ver más fotos de sus artísticos culos.

-Más de diez mil seguidores en menos de tres horas, Lucas. ¿Sabes lo que significa? -dijo, emocionado.

Lucas asintió con la cabeza. -Si, que me tengo que volver a depilar.

El populismo radial

«-Hoy, recorrí las calles de tierra, de la Villa amigos. Un lugar, con gente humilde, con gente cariñosa. Un lugar, con gente. Con gente olvidada.

Las pausas al hablar eran a propósito. Intolerantes para muchos, pero efectivas en su cometido de resaltar cada palabra dicha en pequeños discursos.
Una mujer, elegántemente vestida, hablaba al micrófono en una pequeña sala cerrada.
Afuera de la sala, un hombre uniformado la miraba con ternura, mientras que otro se encargaba de transmitir el programa que se emitía una vez a la semana.
La mujer hizo una pausa y se acomodó el cabello cepillado y peinado. Su anillo de compromiso de oro y diamantes le estorababa y se lo quitó junto con el brillante y pesado collar que le molestaba al hablar. Dejó ambos artículos costosos a un lado y continuó.

-Sus calles de tierra, sus casas de tierra, sus manos y sus caras cubiertas de tierra, por no tener ni siquiera agua para asearse. Ellos son, los verdaderos pobladores, de nuestra sociedad, los que luchan, día a día, sol a sol, por un país mejor. Duermen en casas sin techos, en camas, sin colchón, pero ya no más. Hoy, repartí, colchónes, para que ellos, sintieran, como deberían dormir, no hoy, sino siempre.

Una nueva pausa intencional, creada para que la noticia de un mayor impácto.
La mujer ya había entrado en calor y quería continuar. Se desabotonó el primer botón de la camisa, dejando al descubierto una pequeña porción de sus pechos y se arremangó las mangas. Hablar y actuar le gustaba más que cualquier otra cosa.

-Ellos sonrieron. Gente humilde, gente trabajadora, como yo lo fui, como lo sigo siendo. Gente feliz de saber, que pueden tener, algo mejor y que nosotros, se lo podemos dar.

La hora se le pasaba rápido y en ocaciones debía ser cortada y sacada del aire para respetar el horario del siguiente programa.
Durante años el programa mantuvo la misma metodología, una mujer hablando durante una hora de lo que repartía a la gente humilde. Colchones, comida, heladeras, radios, incluso una vez repartió vestidos de novia y maquillajes, para que las mujeres se pudieran casar y exigió a las iglesias que brinden sus servicios de forma gratuita. ¿Te imaginas? Personas que desconocían lo que era un casamiento, encantadas con todo el trato que se les brindaba»

El anciano finalizó la historia.

-De esto pasaron casi cien años, y la situación de aquellas personas no mejoró en absoluto. ¿Qué entiendes de todo esto?- le preguntó al niño que lo escuchó atentamente durante todo el relato.

El chiquillo pensó un momento. A pesar de su corta edad, era una persona muy despierta y los doctores habían dicho que poseía una inteligencia muy superior a la media.

-¿Qué hablar por hablar no sirve? -arriesgó.

-Puede ser, pero no es todo. ¿Qué más se te ocurre?

El niño volvió a pensar y esta vez sonrió al creer que estaba en lo cierto.

-¿La mujer de la historia quería que la gente la reconociera? -preguntó.

El anciano asintió con la cabeza, indicando que se adentraba en el camino correcto.

-¿La mujer de la historía repartía cosas solamente cuando hablaba en la radio?

-Creemos que si, pero no te lo puedo asegurar.

-¿Y solamente le repartía a los pobres?

-Así es. Solamente repartía cosas en los sectores más humildes.

Federico no parecía tener trece años, razonaba como una persona mucho mayor, aunque con la ingenuidad propia de un nene.

-Pero dijiste que se vestía de forma elegante. ¿Repartía cosas vestida de esa forma?

-Si siempre vestía así no lo sé, Fede, pero en las fotos si estaba elegante.

-Abuelo, el hombre que estaba con ella al principio, ¿era policia?

-No, era militar.

-¿Y por qué repartía ella las cosas y no lo hacía el ejército?

Su abuelo lo miró. Sus preguntas le sorprendían.

-El ejercito si repartía, no creas que por que lo decía en la radio, entonces era la única que lo hacía.

-Pero vos me dijiste que la radio cuando apareció era más importante y más escuchada que el video con mayor cantidad de visitas de YouTube.

-Así es, en esos tiempo la radio era la única forma en todo el mundo de que las personas se enteren de lo que sucedía y la gente creía que todo lo que se decía era verdad, salvo cuando se trataran de las novelas de jabón.

-Entonces, ¿por qué el ejército no anunciaba que ayudaba?, como lo hacía ella.

-Porque no hacía falta anunciar cada buena acción. La mujer de la historia solamente hacía las cosas para su propio beneficio.

-¿No le importaban las personas a las que le daba cosas?

-Para nada.

-¿Y por qué lo hacía? Abuelo, por qué hacían esas cosas si no eran verdad.

-En sus cabezas lo creían cierto, Fede -le respondió su tata, con ternura. Allí está la clave de todo esto. En sus cabezas creían que ayudaban, pero en sus actos solamente les dieron falsas esperanzas.

-Dales pescado y dependerán de ti durante toda su vida. Dales una caña y muéstrales como pescar y ya nunca más pasarán hambre» -recordó el muchacho. -Les daban pescado para que dependan siempre de ellos. ¿Ese es el punto de la historia? -finalmente atinó a decir Federico. -¿Que les daban pescado para que no mueran, pescado con papas y vino para darles algo mejor y que sean felices hoy, pero nunca les enseñaron a pescar para que no dependan de nadie más?

El abuelo miró su relój. La hora era tarde y la orden de dormir emanó del viejo.

-Abuelo, ¿la mujer de la historia fue una mujer de verdad? -le preguntó su nieto, al acostarse en la cama.

El abuelo le sonrió mientras apagaba la luz.

-Buenas noches, mi amor -le dijo al salir.

Luego dio unos pasos en silencio «Si todos pensaran como él, que distinto hubiese sido todo».

El gran gladiador

-CON USTEDES, EL GRAN GLADIADOR- anunciaba el presentador del espectáculo.

Los rumores de que si ganaba esta batalla sería liberado de la esclavitud eran demasiados y habían llegado a los oídos de Austríx. Estaba muy emocionado y ansiaba que el espectáculo de sangre de comienzo. Deseaba derramar la sangre de su enemigo sobre la arena sagrada y coronarse campeón de los juegos de primavera.
Confiaba en que sería su última batalla y podría descansar de su triste vida como luchador.
Ansiaba con caminar por la ciudad, saludar a las personas y llevar una vida normal.

La leyenda de Austríx comenzó cuando tuvo una idea radical para la época.
Decidió abandonar el cuerpo tallado en marmol que poseía para dar paso a un cuerpo entrado en carnes, cubierto por una densa capa de grasa que hacía las veces de coraza protectora.
Tuvo esta idea al ver como un cerdo salvaje, muy gordo, salvo su vida cuando la lanza que lanzó un compañero apenas le dañó, al cazar.
Desde entonces decidió cambiar su dieta por trigo, cebada y alimentos que le brindasen un mayor cuerpo, o como él decía, mayor protección.
Verlo entrar en la arena la primera vez fue raro, el público ya no lo reconocía por el drástico cambio que había tenido, sin embargo, su plan funcionó perfectamente y las heridas que recibía eran superficiales, haciendo que se recupere rápidamente. La gente comenzó a creer que era inmortal, un Dios guerrero.
Pero para él, había sacrificado velocidad por protección y le había sido útil.
Al poco tiempo, cada escuela de gladiadores contaba con su luchador obeso, pero ninguno alcanzaba la superiodidad del invencible Austríx. Su leyenda se fortaleció tanto hasta el punto que ahora enfrentaba al último enemigo de su vida.

Al ganar,  a Austríx le fue ortogado el Rudis, la legendaria espada de madera hueca que simbolizaba su libertad. Ligera como el aire y tallada con sus victorias de sangre en la arena. Aquel era el símbolo de una nueva vida, ya no era un esclavo y no combatiría a muerte nunca más.
Austríx sostuvo la espada, la miró y quedó en silencio mientras la multitud aclamaba su nombre.

-Austríx, desde ahora éres un hombre libre. Dejarás las arenas de combate y vivirás en la ciudad, como un ciudadano romano más. Buscarás un oficio, pagarás impuestos, tendrás tu casa y formarás una familia donde criarás a hijos lejos de la sangre que te dio esta nueva vida.

Al escuchar esas palabras y comprender las responsabilidades a asumir, la idea de caminar por las calles de Roma y de llevar una vida normal se esfumaron. Su corazón dudó y se encogió. Ya no quería esa vida y estaba siendo obligado a llevarla.

-No conozco otra vida y ya superé 30 inviernos. Yo no puedo vivir como un ciudadano más. Lo siento, pero me he dado cuenta que quiero continuar aquí.

Su lanista no entendía las palabras de aquel hombre libre.

-¿Acaso quieres continuar con esta vida de penas, dolor, sangre y muerte? -le preguntó, indignado.

Austríx lo pensó durante unos instantes y su respuesta fue positiva.

-Soy gladiador y eso es todo lo que se ser. Quiero permanecer en mi rituna, si me lo permites.

Su lanista aceptó con gusto, para él, la presencia de Austríx simbolizaba grandes sumas de dinero y no lo desaprovecharía.

Después de todo el esfuerzo y sacrificio para obtener la libertad, Austríx continuó siendo gladiador, permaneció en su rutina diaria y no la cambió por nada más. De alguna forma, se había acostumbrado a esa vida y al caber la posiblidad de perderla, decidió permanecer en ella.

¿La respuesta de Austríx les parece erronea?
¿Debería haber elegido la libertad?
¿Debería haber intentado escapar de la rutina y comenzar una nueva vida?
Austríx decía que era gladiador y que solo eso sabía hacer, ¿no les pasa a ustedes día a día?
¿No nos animamos a cambiar solamente por el hecho de estar cómodos en lo que hacemos?
La rutina es peligrosa, es un arma de doble filo y debemos desafilarlo para que no nos afecte.
Debemos reinventarnos para que, cuando tengamos nuestro objetivo de libertad, no demos marcha atrás.

El judío y el nazi

Un recluso caminaba muy despacio, entorpeciendo el camino para todos.
Era su forma de revelarse contra la injusticia de estar retenido allí contra su voluntad.

-Todos los que ves en este lugar son culpables, Hans. Que su aspecto demacrado no te confunda, todos y cada uno de ellos merecen pagar por el daño que causaron.

Hans era un guardia nuevo, lleno de ansias de trabajar, pero se mostraba en duda sobre lo que se hacía en aquel lugar.
Su comandante le intentaba explicar la situación, para que se centre en el trabajo. Era un joven prometedor y con mucho futuro.

-Tú eres un joven prometedor y con mucho futuro y debes comprender que estos remedos de personas son los causantes de todos los problemas que hay, no solo nuestros, sino de todo el mundo, ¿puedes comprenderlo?

-¿Incluso los niños?- preguntó el flamante guardia.

-¿Los niños? Piénsalo Hans. Son niños educados bajo los preceptos de sus malnacidos padres. Los pobrecillos son víctimas de los mayores y ya no pueden ser salvados. Nuestro deber es darles un eterno descanso -el hombre hizo una pausa para mirar por la ventana- a todos.

-¿Por qué no los matamos en lugar de obligarlos a trabajar?

-No Hans, eso es lo que ellos quieren. Ser mártires. Primero deben trabajar hasta agotarse. Deben trabajar hasta que ellos mismos decidan morir. Deben reparar el daño que han hecho. Nuestro trabajo es ocuparnos de los rebeldes, los que se rehusen a trabajar o a morir trabajando. Hans, ellos mismos deben purificar su alma antes de partir, no lo olvides.

Hans rescodaba las palabras de su instructor al llegar al «pueblo».

-Camina, maldito judío de mierda.

El uniformado gritaba en un alemán ensordecedor a un hombre vestido con un pijama a rayas que caminaba muy despacio, entorpeciendo el andar de toda la fila.

-Venga, muevete de una puta vez. -Advirtió otro soldado, mirando tanto a Hans como al Judío, provocando ravia en el primero.

-¿No me has escuchado? Camina judío, camina. -Volvió a gritar Hans, poniéndose nervioso.

Sin embargo, no importaban los gritos que recibiera, el reo no modificiaba su lento andar. Los ruidos ensordecedores no le molestaban, es más, ni siquiera le afectaban y eso era porque aquel hombre, llamado Moisés desde su circunsición, era mudo y sordo de su nacimiento y nadie salvo él lo sabía. Aquel era su gran secreto, que le ayudó a endurecer y soportar las terribles tareas sufridas en aquel campo de concentración en donde miles de personas, desconocidas entre si pero unidas por la religión, vivían esclavizadas a causa del delirio de un hombre.
Moisés no podía quejarse con palabras, no podía gritar de dolor, no podía pronunciar llanto alguno y ni siquiera hablar con sus compañeros de habitación, sin embargo, aquella deficiencia se había convertido en su as bajo la manga.
Ser mudo lo había convertido en una fría roca de arena, dura por fuera pero totalmente frágil por dentro y ser sordo le hizo esquivar los gritos y amenazas aparentando gallardía. Fue gracias a sus cualidad que aguantó con vida hasta ser liberado.

Corría el último año de la guerra y Hans se había convertido en un gran soldado y en una parte importante en control del campo de concentración. Siempre bajo las sombras, se ocupó de no ser reconocido por ningún recluso para no ser incriminado.
Había escuchado rumores de que la guerra se estaba perdiendo y que los rusos pronto tomarían el «pueblo» y comenzó a planear su huida.
Nadie conocía ni reconocía su rostro salvo el único hombre que jamás le temió, el pobre y fatigado Moisés a quien admiraba profundamente.
Al poco tiempo comprendió el secreto que escondía el Judío, pero calló y lo observó trabajar día tras día viendo como laboraba sin quejas y como su salud se deterioraba con la baja del sol.
Durante varios meses lo observó, imponiéndole trabajos más arduos solamente para ver la reacción del otro. Su fascinación por el hebreo era inmensa hasta el punto que planeó utilizarlo para su plan de escape.
Aprovecharía su condición de fantasma para hacerse pasar por el hijo de Moisés y así escapar, sin embargo, todo cambió cuando lo citó a su oficina. Hans tenía preparada una pequeña comida de bienvenida que fue engullida en instantes por el Moisés. Débil, cansado, con incontables cortadas en el cuerpo pero dueño de una mirada de fuego. Todos esos eran los adjetivos que el soldado pensaba, pero al caer un pequeño sobre al suelo, Hans lo levantó más rápido que el otro y miró su contenido.
Su alma regresó a su cuerpo luego de estar ausente durante la permanencia en el campo de concentración. Una pequeña colección de fotografías de la familia del Judío, con sus padres, hermanos, primos y tíos, todos jugando y divirtiéndose le recordó mucho a las fotos que se tomaban en su casa cuando el era muy chico.
Ambas familias eran parecidas y Hans comprendió que aquel hombre no tenía la culpa de nada de lo que sucedía. Reconoció que ambas familias eran iguales y que el hombre no se merecía esta suerte. El golpe anímico que le provocó fue algo que no tenía pensado y durante todo el día lloró, no solo por lo que él había hecho sino por todo l oque estaba sufriendo encadenada aquella persona.
Un simple trozo de papel, unas pocas imágenes fueron el impulsor de la resurrección del alma en un hombre sin corazón.
Hans lloró y le juró a Moisés que cuidaría de él durante el resto de su vida.

Las siguientes semanas, las últimas del campo, Hans se encargó que ningún preso realice más labores y si no fuese porque ya todos los soldados abandonaban el lugar, no lo hubiese conseguido.
Finalmente los soviéticos liberaron el campo y Hans mantuvo su plan original de utilizar al viejo Judío para escapar, sin embargo, esta vez quería escapar junto a él y expiar sus culpas.

El tiempo pasó y Hans y Moshé no se convirtieron en amigos, ni con el pasar de los años. El haber sido partícipe del grupo que secuestró, torturó y asesinó a toda su familia lo hacía ser imperdonable y el más jóven lo sabía y aceptaba.

-No puedo cambiar el pasado, aunque lo desee con todas mis fuerzas- dijo -pero dedicaré el resto de mis días en hacer más placentera tu vida. Lamento mucho todo, Moisés, tú sabes que lo lamento y aunque yo no fui el causante directo de tus penas, si admito que formé parte de aquella banda de hijos de puta. -le repetía cada noche.

Hans le hablaba en lenguaje de señas. Había aprendido aquella forma de habla para poder comunicarse con su protegido, así hablarle durante los días y las noches, aunque siempre sin recibir respuesta.
El hombre alemán cuidaba del anciano judío a pesar de las quejas que este hacía con sus gestos. Sin embargo, el otrora soldado nazi le había jurado que cuidaría del otro hombre hasta el fin de sus días.
Ahora vivían en un pequeño pueblo en Suiza, en donde la paz reinaba y no eran molestados.
Moisés ya era un anciano y estaba bastante enfermo como para vivir por su cuenta y en cierto modo le gustaba ser atendido. Estaba claro que no le quedaban muchas primaveras por disfrutar.
Hans, antiguo miembro de la SS, mantuvo la promesa de cuidarlo hasta el final, incluso en el más allá,  a donde ambos llegaron al mismo tiempo…

¿Religión o chivo expiatorio?
Dividir y vencer.
Culpable es el otro.
Yo soy perfecto y tú no.
Mis problemas son por culpa tuya.

¿Les suena familiar?

Inevitable

Maldito, maldito, maldito, maldito. No me quiero ir, no así. No es justo. Por favor no.

Maldito sea el conductor del camión que decidió cruzar, sin importarle quien pasaba pasaba frente a él.
Maldito sea el conductor del camión violó la luz de alto y que continuó su marcha cuando alguien cruzaba.
Maldita sea mi mala suerte que no pude reaccionar al ver a la mole casi encima mío. Me paralicé y vi mi vida pasar, en mi interior.

Mi esposa y mi niña preciosa, ¿qué harán ahora?. Mi mujer llorará desconsoladamente, no podré evitarlo. Probablemente me convertiré en una añoranza, una foto en su mesita de luz y una lágrima antes de dormir, pero me recordará y yo viviré por siempre en ella.
Pero mi pequeña, la luz de mi vida, que desde su nacimiento me alegró los días y me hizo gustarme mi trabajo solamente para poder comprarle cosas y mimarla. Ella es muy chica, es una niña que apenas gatea. No me recordará. Cuando sea mayor dirá que su padre se marchó cuando ella era muy chica y no tendrá recuerdos míos.
Mi amor, no puedo culparla, yo no puedo olvidar cuando nació, cada vez que le cambié los pañales, cuando dormía junto a su madre y a mi.
Desde que llegó, la relación con mi querida próxima flamante viuda mejoró como no creíamos que fuese posible.
Un embarazo lleno de mimos y caricias y un nacimiento lleno de alegría y puro amor. Hasta que nació, no nos pudimos imaginar los nuevos sentimientos que florecerían en nuestro interior.
La luz me ciega y evoca recuerdos de mi niñez. Mi triste y solitaria vida hasta la mayoría de edad. Mi primer amor, mi primera relación, mi primer trabajo y mi primer día lejos de la casa de mis padres. Mi Dios, ¿es esta mi vida? Simples recuerdos sombríos del crepúsculo de mi existencia.
¿Si he amado, he odiado y he experimentado los placeres de la vida? Entonces, por qué no nace el alba en mis recuerdos.

El ruido de la fricción del caucho me alerta y despierta mis pensamientos. El tan esperado amanecer se hizo presente en la forma de una mujer y de su pequeña compañera. Ahora toda la oscuridad se había alumbrado. Toda mi experiencia de vida iluminaba a mi esposa y a mi niña. Finalmente lo entendí, mi pasado me ayudó a ser quien soy y me empujan a seguir manteniendo encendida la luz de mis recuerdos y de mi vida, mi reina y mi princesa.
Deseo estar con ustedes y verlas crecer.

Maldito, maldito, maldito, maldito. No me quiero ir, no así. No es justo. Por favor no….

…quiero vivir.

El juez contra lo políticamente correcto

-Pero, es arte. El arte que yo creo debe de ser expresado a todo el mundo.

El joven tatuado intentaba convencer al uniformado.

-Mirá pibe, estás pintando espacio público y está penalizado por ley. O lo borrás ya mismo o venís a la comisaría. ¿Qué vas a hacer?

La cara seria del policia demostraba severidad y su tono firme no daba lugar a dudas de que cumpliría su advertencia.

-Es mi forma de expresión y no la voy a limitar porque usted no tiene la capacidad para entender el arte.

Insultar a un oficial no es la acción más inteligente y a las pocas horas ya estaba queriendo discutir con el juez.

Luego de leer el parte de lo sucedido, su señoría habló.

-Tu forma de expresión la debes manifestar en ámbitos no públicos. Tenés prohíbido realizar este tipo de actos so pena de arresto. ¿Quedó claro?

-Usted me está hablando de pésima manera- replicó el muchacho claramente nervioso y sin saber como encarar la situación.

-Es mi forma de expresión y no la voy a limitar porque usted no tiene la capacidad para comprender las leyes- le respondió, usando las mismas palabras que había recibido el policia.

El juez dio por concluido el asunto y despidió al muchacho.

-Una cosa más- le dijo antes de que el joven tatuado saliera -no creas que lo que llamás arte le importa más al resto que a tu propio ego y satisfacción. La ciudad es espacio de todos y si querés pintar o pegar carteles, hacelo en tu propiedad privada o hacelo por internet, como está tan de moda. A ti no te gustaría que te pinten ni la casa, ni el auto y ni a tu madre. Respeto, muchacho, respeto hacia lo público.

Era la hora del almuerzo y su panza rugía, pero aún quedaba un caso pendiente: Una mujer desnuda fue detenida por exhibicionismo.
Un grupo de activistas protestaban por la opresión de la mujer, totalmente desnudas frente al congreso donde exigían que sea permitido por ley que ellas puedan andar desnudas por las calles.
El juez tenía poca tolerancia hacia el desprecio a los edificios importantes de la ciudad.

-El cuerpo de la mujer es igual de sagrado que el del hombre- dijo, indignada.

-¿Y por qué lo andás mostrando cual si fuera una objeto en un aparador?

-Porque hay un tabú con el cuerpo femenino y un hombre puede estar desnudo sin que nadie le diga nada.

-Tonterías no, eh. Que ayer arrestamos a un hombre por andar desnudo, mismo motivo por el cual vos estás acá.

La mujer se quedó callada pero el juez no.

-El cuerpo es lo más sagrado que tenemos como personas. Es lo único que es verdaderamente propio y hay que cuidarlo y valorarlo. ¿Querés hacer ejercicio y ser delgada? No hay problema. ¿Querés dejar de depilarte y pintarte el pelo de verde? Tampoco hay problema. Pero todo esto en tu ámbito personal. No pretendas ser diferente y gritar al Boreas que te respeten cuando vos sos la que no respeta lo más preciado que tenemos, el cuerpo. Relajate un poco más con la vida y disfrutá que ya no vivimos en la edad media. Y por cierto, la próxima vez que te vea por acá, me importará poco tu excusa y el único consejo que te daré es como cuidar de la retaguardia en la ducha de la celda común.

Al fin había concluido los casos de la mañana y por fin podía almorzar.
Una agradable milanesa con puré de papás era el menú del día.

-Doctor, ¿acaso no le habían prohibído las frituras y la sal?- le preguntó el mozo del restaurante al que iba casi todos los días a almorzar.

-Si muchacho, pero igual traeme el menú y apurate que tengo que volver al juzgado.

El camarero reprobó con la cabeza pero cumplió con el pedido y al poco tiempo levantó los platos.

-Todo muy rico, pibe- le dijo al despedirlo y entregarle en mano una generosa propina. -Por tu silencio -finalizó, guiñándole el ojo derecho.

De vuelta en la sala, aún quedaban dos casos más para ser juzgados ese día y si los concluía rápido, llegaría a tiempo a su casa para la cena.

-Señor Martín, ¿sabe por qué está acá?

El acusado no respondió por consejo de su abogado allí presente.

-Muy bien, yo le voy a decir. Usted está presente en esta que es mi casa porque- el juez se aclaró la garganta -has invadido terreno privado, has agredido a un oficial, has roto propiedad pública, has cortado la libre circulación… -el juez detuvo la lectura leyó en voz baja el escrito que tenía delante. Tres hojas completas de delitos eran demasiado para leer. -Dios mío, muchacho. Me podés decir ¿qué carajo hiciste?

El abogado apoyó la mano sobre el hombro del otro hombre y se dirigió al juez.

-Mi cliente ha sido falsamente acusado de esos delitos y de acuerdo al artículo catorce del… -el abogado no pudo continuar.

-Frenate ahí- interrumpió el juez y miró al acusado. -Muchacho, entiendo que quieras un abogado pero no lo comparto y te propongo lo siguiente. Si lo despedimos acá al doctor y hablamos entre nosotros te prometo que voy a ser contemplativo y magnánimo. Quiero que vos me cuentes lo que pasó. Pero por el contrario, si querés que el letrado hable en nombre tuya y solo mencione artículos de leyes y palabrerío, entonces seré duro como el plomo y te recuerdo algo, aunque piense el abogado que sepa de leyes, te puedo asegurar que yo las conozco más y mejor que él y todo esto lo voy a usar en tu contra en la sentencia que dicte. Decide.

El acusado y su representante se miraron y asintieron con la cabeza.
El juez sonrió al ver al letrado abandonar la sala.

-Muy bien, así me gusta. Ahora, cuéntame que pasó.

-Decidí escrachar a mi jefe porque me echó del trabajo.

-¿Cómo es eso?- preguntó su señoría.

-Recibí un telegrama de despido y yo no quiero que me echen.

El juez revisó los papeles que tenía en la mesa.

-Por lo que veo acá el telegrama está correcto y se te abonará lo que te corresponde por el despido. ¿Cuál es el problema?

-Que no quiero que me saquen, yo quiero seguir trabajando. Tengo mis derechos como trabajador.

-¿Sabés algo? Antes de que vengas vos vino tu ex jefe y me explicó la situación. Él tiene una pequeña empresa y los gastos de hoy en día hacen que no sea rentable mantener a tantos empleados. Me dijo que te van a pagar lo que te corresponde, entonces ¿por qué no está en su derecho de despedirte?

-Porque es el trabajo que tengo. El otro es un empresario y yo soy el trabajor que se queda en la calle. Los compañeros me dijeron que debo escracharlo para que me vuelva a contratar.

El hombre levantó la voz y reflexionó la situación.

-Entiendo lo que querés decir- finalmente dijo -pero debes entender algo. El hombre invirtió esfuerzo, salud y dinero en abrir y mantener la empresa. Ahora la debe reducir por los costos que hay. En ningún momento debes pensar que es su obligación darte trabajo. Para mi, el que pudo lograr poner un negocio o empresa y contratar gente es un emprendedor y que vos tengas tus derechos como trabajor no implica que merezcas cosas a esfuerzos del otro, no funciona así. Te invito a que formes una empresa y contrates a empleados como tú que solo piden piden y piden sin considerar el esfuerzo de la otra persona para cumplir. Solo así entenderás la importancia del que crea trabajo y valorarás a tu siguiente jefe. No todos los que poseen un negocio son millonarios y sanguinarios, muchacho, recuérdalo.

El acusado lo miraba en reproche. En su cabeza el trabajo le debía ser proporcionado obligatoriamente y el empleador siempre sería el millonario vividor.

-Respecto a la sentencia, debería condenarte, pero tu ex jefe, el que vos estás escrachando frente a su familia, pidió que no se te imponga condena. Deberías de darle las gracias, pero no vuelvas a testear mi paciencia. Vete con la advertencia.

Pasada una hora, entró el oficial de servicio con la última carpeta del día. «Por fin» pensó el juez, poniendo cara de alivio, sin embargo, el policia lo vio y le borró la calma: -Agarrate- le dijo.

El juez comenzó a leer el expendiente. Un hombre transexual y una mujer con apariencia de hombre demandaron a una agencia de modelos por discriminación al no ser aceptadas en la agencia. Al persistir con la demanda, la empresa había mandado una dura réplica que derivó en una acción penal.

-Tenemos nuestro derecho para ser modelos-

-Esas mujeres (por las modelos) no representan a la sociedad, son falsas, sometidas a una dieta exigente, obligándolas a ir contra sus cuerpos naturales.

El juez hizo una pausa y los miró.

-Dejenme entender un poco más el asunto. Usted es un hombre que se operó para parecer una mujer- le dijo al hombre transexual.

-Yo soy una mujer- respondió ofendido.

-¿Naciste varon?

-No tiene nada que ver. Yo me identifico como mujer.

-Caballero, mientras la ciencia no diga lo contrario, los géneros son dos, el masculino y el femenino, con algunos casos excepcionales, pero no es el suyo ni el de su compañera.

-¿Quién es la ciencia para decir como soy yo?- respondió ofendido.

-Mirá, yo no soy el mejor para explicarlo, pero tengo un buen ejemplo. Cuando se descubre un cuerpo calcinado, se puede identificar su género por los huesos, ¿lo sabías? Entonces, si analizan el tuyo, futuras generaciones dirán que eras varón y todo tu discurcito de sentirte mujer no se sostendrá después de tu muerte. Lo mismo para tu compañera que por más que quiera parecer hombre, es una mujer y que puede llegar a ser muy bella.

El hombre-mujer se ruborizó, nunca nadie le había adulado y la sensación le gustó, aún a pesar de la gran diferencia de edad que existía entre ella y el juez.

-Miren, los criterios que utiliza una empresa privada son personales y si lo hacen así y utilizan un determinado concepto de mujer es porque las ventas les ayudan. Si en algún momento el estilo que ustedes llevan puesto es el que más se venda, entonces no tengan duda de que las llamarán.

-Es discriminación- reprochó el hombre, ahora sin el apoyo de la mujer.

-Puedo facilitarles el contacto con un banco para que les ayuden con un crédito así ustedes ponen su propia agencia de modelos y utilicen los criterios que se les ocurra. Hombres como mujeres, mujeres como hombres, jirafas como perros, árboles como niños, lo que quieran y cuando comprendan el negocio al que ustedes están demandando, entenderán que lo de ustedes es un grito desesperado por ser alguien distinto en este mundo superpoblado. Con tantas redes sociales, con el acceso en tiempo real a la información, la gente se desespera por ser alguien y no caer en el olvido. Por eso llaman la atención con estas cosas. Deben entender que pueden ser felices en el anonimato. Yo lo soy, tengo a mi esposa, mis hijos y mis nietos y nunca necesité una rebeldía para ser alguien importante. Ahora, tienen dos opciones, o siguen adelante con su demanda y les aseguro que van a salir perdiendo, o se retiran e instalan su propio negocio de modelismo con todos los géneros que se les ocurra.

Las demandadas tomaron sus cosas y salieron por la puerta de la sala, anunciando el campanazo final del día de trabajo para el juez de setenta años que por fin se pudo relajar y llegar a su casa.

-¿Cómo te fue hoy?- le preguntó su mujer al servir la cena.

-Todos asuntos menores con personas demasiado jóvenes. Debí de ejercer de psicólogo además de juez.

Su esposa lo miró con cara de consternación y el hombre entendió que habló de más.

-¿Otra vez? Si sabés que no debés de hacer eso, te pueden volver a suspender.

El hombre bajó su mirada hacia el plato de comida. Podía soportar todo tipo de planteos, salvo los reproches de su amada señora.

-Lo sé, lo sé. A veces es más fuerte que yo y hoy brilló con creces. Quisiera que estos chicos que juegan a ser rebeldes realmente entiendan el causal de sus acciones.

-Son chicos, mi vida. Nosotros también lo fuimos y nos comportamos como tontos. Pero dales tiempo, todos los caprichos y locuras se esfuman con el tiempo y con la madurez.

Como siempre su mujer tenía razón y debía de escucharla, pero el juez era él y cambiar era muy dificil a su edad.

-¿Me pasás la sal?- preguntó, sin levantar la mirada del plato.

Una historia de Halloween

-¿Escuchaste eso?

-No, dormí.

El ruido de un golpe en la ventana le había despertado, ruido nada fuera de lo común, salvo el hecho de que dormían en un primer piso y las persianas estaban bajas.

-¡Otra vez!, despertá.

-¿Qué querés?- le dije, manteniendo los ojos cerrados.

-Alguien golpeó la ventana.

-Nadie golpeó nada, es la lluvia y tu imaginación- respondí -andá a dormir por favor.

De esta primera vez que me despertó ya pasaron dos interminables horas, lo sé porque desde mi posición, desde mi escondite, puedo ver el relój de mi mesita de luz. Comenzó a las tres de la madrugada y ya debería estar  amaneciendo sin embargo, el día de lluvia no permitía que salga el sol. Debía de resistir, aguantar hasta que el cielo se despeje, aunque lo que me esperaba afuera era una otra pesadilla.
En aquel primer instante tendría que haber escuchado a mi mujer, tendría que haberme levantado de la cama y averiguar lo que pasaba, pero no, asumí que ella estaba escuchando cosas y ahora ya no la volveré a ver nunca más. Se ha ido porque no la supe escuchar, Dios mío, ¿que ha pasado?, si estábamos duermiendo como cualquier otro día y ahora estoy escondido, rezando para que no me descubran, rezando para que se despeje el cielo y amanezca. Por favor que se vayan, por favor que se vayan.

-Ahí va de nuevo. Despertá, fijate que es.

-¿Otra vez? Ya te dije que no pasa nada, ¿podés dormir de una vez?

-No puedo, se que está pasando algo, andá a ver que es.

-No me voy a levantar, la ventana está a dos metros, andá vos pero yo voy a seguir durmiendo.

-Tengo miedo

Esas fueron las últimas palabras de mi mujer. Yo me quedé dormido, sin embargo me desperté al poco tiempo. Mi cuerpo notaba algo raro, había pasado un buen rato y mi mujer no había regresado a la cama. En ese momento me levanté y encendí la luz. Mi preocupación estaba en aumento.

-¿Amor?- pregunté.

No recibí respuesta y mi preocupación aumentaba.
Revisé la ventana y todo parecía estar en órden, pero la calma no me llegaba.

-¿Cielo?- volví a preguntar, esta vez levantando la voz.

Ahora si había escuchado un ruido de respuesta, pero no era lo suficientemente clara.

-¿Qué? No te entendí.

Nuevamente recibí respuesta, nuevamente era un murmullo incomprensible.
Como el ruido provenía de abajo, me levanté de la cama y me acerqué a la escalera.
La luz de la cocina estaba encencida.

-¿Estás en la cocina? -grité desde la escalera.

-Estoy acá- finalmente me respondió.

Pero aquella era una voz gruesa, muy distinta a la de mi esposa.
No llegaba a tener el timbre de un hombre, pero era una voz pesada, como si la persona estuviera en pena.
Bajé lentamente las escaleras y me fui asomando a la cocina.
Allí estaba ella, sentada de espaladas, con una mano sosteniendo una taza y con la otra rascándose el pelo.
Su pijama estaba tirado en el suelo. Se trataba de un camisón negro que usaba para dormir y que ahora estaba a un costado.
Mi mujer estaba completamente desnuda, salvo por la bombacha que le cubría el sexo.
Al verla así, me calenté. No podía evitarlo, su cuerpo me revolucionaba.
En ese momento sentía una mezcla de miedo y lujuria.

-Te dije que había escuchado ruidos – me dijo.

Definitivamente esa no era su voz sino una más ronca. Algo le había pasado y mi erección bajó y se disipó al pensarlo.

-No te entiendo- le dije, mientras entraba en la cocina.

Ella, aún de espaldas, dejó la taza de café y apuntó con su dedo índice al comedor, a su izquierda, dejando visible el costado del redondo pecho izquierdo.
En aquel momento mi corazón latió como nunca y aún más con lo que pasó después.
En el piso yacían los cuerpos de dos sujetos, boca abajo, cubiertos completamente en sangre.

-Ellos quisieron lastimarnos y vos no me protegiste, así que me tuve que hacer cargo yo.

Luego se volteó a verme y aquel fue el peor susto de mi vida. Ella no era mi esposa.

Ojos negros, dientes triangulares, sangre por todo el rostro, dedos largos con uñas como garras y la cara completamente pálida. Aquello era un monstruo.

-Jugaremos a un juego- me dijo con la voz ronca. -Al amanecer yo deberé partir y vos te salvarás, pero si te encuentro antes te mataré sin piedad. Te daré tres minutos para que te escondas dentro de la casa, comenzando ahora.

Salí disparado a la habitación y formé una gran barricada. Me paralizaba el miedo pero no quería morir. Me escondí dentro del armario y aún sigo acá.
Ya debería haber amanecido, pero el cielo estaba nublado y el sol no se asomaba.
Pasaron varias horas desde que me escondí y creo que ella partió así que voy a salir y enfrentarme a la realidad.
Demoré unos minutos en quitar el fuerte, alrededor de la puerta y la abrí, todo estaba en calma. Ahora estoy caminando despacio hacia las escaleras.
Las estoy bajando con miedo, las luces están apagadas, aún no amenció.
Escuché un movimiento y me quedé inmovil. Comencé a volver a la habitación cuando las luces se encendieron de repente. Vi muchas personas por toda la sala, todas mirándome.

-SORPRESA- gritaron.

Mi mujer lo había planeado desde un principio, la mejor fiesta de Halloween que podía imaginar. Con mi pijama transpirado bajé y me uní a la diversión,  aunque aún no comprendo por qué ella seguía desnuda.

 

Locuras en el gimnasio

-Por dios hermano, te vas a lastimar.

El entrenador corrió para detener el ejercicio.

-¿Quién te dijo que la uses así?

Un muchacho, de unos treinta años de edad, se había sentado en una máquina especializada para trabajar los hombros mediante la ayuda de pesos, sin embargo, su técnica estaba muy alejada de la correcta.

-Lo vi en un video de Youtube- respondió.

El profesor se encabronó, le dijo que estaba para ayudarle y que debía consultarle cada ejercicio antes de hacerlo, a él y no a un video de Internet.

El muchacho entendió el mensaje pero le reprochó que le llamó la atención varias veces sin ser escuchado.

-Estabas hablando muy de cerca con la de las calzas grises y no me prestabas atención.

El musculoso celador del gimnasio comprendió la crítica pero no se disculpó en ningún momento.

-Bueno, vamos- le dijo a su raquítico compañero. -eres nuevo por lo que veo, ¿qué objetivo tienes?

El otro le brindó una mirada furtiva

-Llevo ya tres meses y en todo este tiempo no me diste ni los buenos días -continuó el reproche.

El profesor bajó la mirada y suspiró, «hoy será un día largo», se dijo.

Horas más tarde, el profesor se encontró con su reemplazo.

-A la mañana me tocó uno que me hizo un escándalo. Lo hubieses visto, casi se lesiona los hombros con la barra y cuando lo ayudé me dijo de todo porque decía que no le presté atención.

-A veces pasa, hermano. Últimamente me pasa que creen que porque ven a un tipo en Youtube, creen que saben como hacer el ejercicio y como trabaja el músculo.

-Eso mismo pasó, encima me cortó la charla con Sol, justo cuando la tenía.

El recién llegado abrió los ojos, demostrando que ahora si le importaba la conversación.

-¿Y que tal con Sol? Hace meses que la veo cuando llego pero no logro hablar con ella. ¿Te la ganaste?

-Salimos el viernes después del gimnasio, así que el Lunes te contaré.

-Qué envidia te tengo hermano.

Los hombres se saludaron con un abrazo y se despidieron hasta el día siguiente.

-Bueno, es hora de trabajar.-dijo el entrenador de la tarde y realizó una primera recorrida por el recinto, saludando amigablemente a quienes le devolvían la mirada.

La tarde transcurrió con calma y entrada la noche, una de las empleadas del gimnasio le pidió ayuda.

-Ve si queda alguien en el baño de hombres así puedo entrar a limpiar.

El musculoso respondió al pedido de forma casi inmediata y a los pocos segundos salió con la noticia de que tenía luz verde, luego permaneció en la puerta para impedir el paso de alguno de los pocos hombres que quedaban a esas horas.

La empleada, una «niña» dueña de una veintena de años, además de ayudar con la limpieza, daba clases de baile en el lugar. Eran pocos empleados y entre todos se turnaban para el aseo.

La chica comenzó la tarea y rápidamente sorteó los urinales y sus desagradables aromas.
Luego todo era más sencillo, verificar que las duchas estén cerradas y que el vestuario esté en orden.
Sin embargo, lo que pasó a continuación no lo esperaba.

Fuera, un hombre mayor quiso entrar en el baño.

-Perdón, sr. Pedro, pero lo están limpiando -se disculpó de forma seria con el anciano, sin embargo, en la cara se le formaba una gran sonrisa.

El entrenador sonreía mientras agudizaba el oído para escuchar lo que sucedía dentro, en donde la despistada profesora de baile cayó presa de la trampa que le esperaba en la última de las duchas.
Una mano la tomó y la joven no pudo resistirse a lo que vino.
Con un grito ahogado, el entrenador fuera de la puerta entendió que había comenzado la función.

Uno de los alumnos de ella, un muchacho extremadamente pintón, planeó quedarse a solas con su profesora, con la ayuda del entrenador. Todo había sido calculado cual película de amor.
Ambos se miraban mucho durante las clases, pero le tenían miedo a salir juntos por la puerta del gimnasio.
Lejos de estar enojada por la situación, ella se dejó llevar mientras que afuera la fila para mear se incrementaba.

-Están tardando mucho para limpiar el baño- le dijo el anciano a la chica de recepción. -No es de quejoso, pero mi vejiga ya no es lo que era y las ganas de orinar son grandes.

La chica estaba contando los minutos que faltaban para concluir el día de trabajo y sorprender a su novio. Eran casi las nueve de la noche y el día había comenzado de mala manera.
La gente se había acumulado en la puerta cerrada del lugar y esperaban que alguien les abra. Ella se había demorado, estaba descompuesta, pero sus obligaciones la hicieron ir a trabajar, provocando que llegue media hora más tarde de su horario de entrada a las nueve y media de la mañana.
Al llegar y abrir la puerta de las instalaciones, algunas personas la saludaron con una sonrisa mientras que otras se quejaron por la falta de puntualidad:

«Yo no me puedo permitir tu lujo de llegar media hora más tarde a mi trabajo» fue uno de los comentarios que más le dolió.

El día no había comenzado bien para ella y eso incrementaba su estrés.
Le había prometido a su novio que hoy no haría ejercicio alguno, pero las circunstancias fueron otras.
Ella se había vuelto adicta al entrenamiento y su novio estaba preocupado por ella. Cada día más flaca, con menos hambre y viéndose más gorda. Estaba al borde de un trastorno psicológico, motivo que llevó a su pareja a pedirle que por unos días no se ejercite y coma algo rico.
Una linda contradicción se llevó al mediodía cuando el dueño del gimnasio propuso un reto a su personal.
El que haga más kilómetros en diez minutos en la bicicleta fija y diez minutos en la cinta de correr se llevaría como premio una botella de vino importa, valorada en casi medio sueldo de los empleados.
Una caja que fue regalada por un cliente del lugar a modo de agradecimiento del buen trato que se le brindó y el jefe quiso compartirlo con sus empleados.

«Por tí, Marcos» se dijo al comenzar a correr.

Más allá del bien y del mal

-Esa es mi propuesta- dijo.

Se encontraba sentada y en calma. Esperaba una respuesta positiva y si no la tenía, se levantaría y concluiría su visita.
El señor Marcelo insistió en que pedía algo poco serio pero no perdía de vista mis movimiento.

-Señora Velez, entenderá que lo que pide va más allá de mis facultades.

-Lo sé -respondió ella -Entonces me marcho sin antes felicitarle por su negocio, está muy bien diseñado.

El señor Marcelo crujió los dientes. Aquella elegante señora entró preguntando por nuestra pintura más cara, un Goya valorado en  un millón de dólares.
Se trataba de una pintura que juntaba polvo en nuestros almacenes. Nadie había preguntado por aquella obra y al día de hoy sigo sin entender como cayó en nuestras manos.
Aquella era la venta más importante que el negocio tendría en su historia, por un amplio margen de diferencia.
Un negocio pequeño, con ventas lentas y de poco valor. La mayoría se tasaban en unos cientos de dólares y unas pocas superaban los miles. De vez en cuando recibíamos algunas más importantes valoradas en decenas o incluso cientos miles, pero fueron pocos los casos.

La venta más importante fue de unos doscientos cincuenta mil billetes verdes hace ya tres años y se trató de una operación que costó esfuerzo y salud pero que finalmente se hizo.
Sin embargo, ahora se trataba de una obra cuatro veces superior en costo a la más vendida en la historia del negocio y que prometía ser una operación limpia.
Como siempre, el ocho por ciento de la venta sería para el negocio y esos ochenta mil dólares eran deseados.
Rosaria Velez era una mujer joven, hermosa y elegante. Su forma de andar, su pausa al hablar, su serenidad y su calma le hacían aparentar más edad, pero su rostro sin arrugas demostraba lo contrario.
Sin dudas, era un cliente distinto a los que hemos tenido.

-Vi en Internet que venden una copia certificada del Saturno de Goya -dijo, al ingresar.

Fue atendida por el señor Marcelo, dueño del negocio.

-Así es- respondió con una sonrisa.

La invitó a tomar asiento y le ofreció una café que ella aceptó con gusto.

-Marcelo Turín, encantado -se presentó.

-Rosaria Velez- respondió la mujer, extendiendo la mano en señal de amistad.

-«Saturno devorando a su hijo», una hermosa pintura de Francisco de Goya, única copia conocida del cuadro- comenzó.

-¿Usted cree que es una copia o un boceto?- Preguntó la mujer, dando un sorbo a la bebida para luego dejarla y acercar el azucar.

-En mi opinión es un boceto. Hay sutiles diferencias con el cuadro original, como si se tratara de pruebas que Goya realizaba.

-¿Y su precio?- Interrumpió la señora.

-Verá, se trata de una obra autenticada, una joya pintada por el maestro español. Entenderá que su precio es alto por esto.

-Lo entiendo. Dígamelo por favor.

-Está valorada en novecientos ochenta mil dólares -respondió el señor Marcelo.

Se lo notaba nervioso, aún más que al momento de calcular los gastos del mes.
La cifra le incomodaba al no tener experiencia en ese tipo de tratos pero trataba de mantener la compostura. Lo ví dudar si debía tutearla o seguir tratándola de usted.
Los tres empleados de la tienda mirábamos la situación a la distancia y esperábamos impacientes la respuesta de la mujer.

-Comprendo. Me parece razonable. Me interesaría verla -respondió.

En ese momento la cara del señor Marcelo se enserió y era entendible el por qué.
Un sueño con hadas que pretendían convertirse en piratas.
Una vil ladrona disfrazada de una frágil mujer pretendía arrebatar la pintura de nuestras manos y causar grandes estragos.

-Discúlpeme, señora Velez. Por razones de seguridad no podemos traerla, espero sepa comprenderlo.

Hubo una pausa de unos segundos y finalmente ella respondió.

-Espéreme un momento- dijo y tomó su celular. -¿Puedes venir con las llaves? -se  escuchó decir y luego colgó.

Segundos después un hombre esperaba que le abran la puerta del negocio.

-Es mi chofer-dijo la mujer.

El señor Marcelo dio la órden y le abrieron la puerta.
Aquel hombre llevaba puesto un finísimo traje y era dueño de una elegante postura.

-Aquí tiene, señora -dijo y se marchó.

-Señor Turín, aquí tiene las llaves de mi auto, un Rolls Royce valorado en una cifra similar a la del cuadro y además le dejo mi documento para que retenga ambos hasta que yo me vaya de aquí, en señal de amistad y para probarle que no pretender robarles el cuadro.

El señor Marcelo tragó saliva y aceptó las condiciones.

-Ya se lo traigo- respondió.

Luego se levantó de la silla y me vino a ver.

-Averigua lo que puedas sobre ella hasta que yo llegue con la pintura y haz una copia del documento por las dudas.

-Bueno- acaté.

La búsqueda no fue dificil y al primer resultado en Internet apareció la imagen de la mujer sentada en nuestro negocio, tomando un café de dos dólares.

-Rosaria Velez, única hija de un millonario coleccionista de arte recientemente fallecido. Heredó de su padre una fortuna estimada en un patrimonio de cien millones de dólares -le dije al señor Marcelo cuando regreso. Lo vi tragar saliva y bosquejar una sonrisa.

-Si sale los invito a comer al mejor lugar que encontremos -me dijo antes de regresar con la mujer.

-Sepa disculparme, aquí tiene las llaves de su auto y ahora le daremos su documento, le están haciendo una copia.

La mujer asintió con la cabeza y fijó los ojos en el cuadro.

-Saturno o Cronos, hijo de Urano y de la madre tierra. Al igual que su padre, temía ser destronado por uno de sus hijos y los devoró uno a uno -comenzó a relatar la historia, pero fue interrumpido.

-Conozco la mitología, no hace falta el relato.

El señor Marcelo comprendió y guardó silencio mientras que la mujer revisaba el cuadro.

-Entonces, ¿le interesa?- finalmente preguntó.

-Lo siento pero no estoy convencida- dijo ante nuestra decepción. -Buenas tardes a todos- se despidió.

-Buenas tardes -respondió el señor Marcelo, visiblemente desilucionado.

La mujer se dirigió a la puerta pero se frenó, algo le faltaba.

-Mi documento- dijo en voz alta.

Ante la excitación de la posible venta me habia olvidado por completo de devolver aquel elemento.

-Lo siento- dije mientras  me apresuraba. -Aquí tiene.

-Gracias- respondió.

Fijó sus ojos en mi. Tenía una mirada penetrante y no pude aguantarle el nivel. Mis ojos cayeron al suelo en menos de un segundo.
Me puse un poco incómodo y se ve que ella se divertía con mi timidez.

-Creo que he cambiado de opinión- le dijo al señor Marcelo sin quitarme los ojos de encima. -Estoy dispuesta a hacerle una propuesta por el cuadro.

-Me alegra mucho- estalló él.

-Le pagaré el total del cuadro ahora, en efectivo, pero tengo una condición.

-La que quiera.

-Quiero que este joven me acompañe en una salida, en este momento.

Todos nos quedamos paralizados.

-Perdón, señora Velez, creo que no le entendí bien. ¿Dijo que compraría el cuadro si Fede sale con usted ahora?

-Es correcto.

-¿No le parece que es algo poco serio eso?

-Esa es mi propuesta- dijo.

Se encontraba sentada y en calma. Esperaba una respuesta positiva y si no la tenía, se levantaría y concluiría su visita.
El señor Marcelo insistió en que pedía algo poco serio pero no perdía de vista mis movimiento.

-Señora Velez, entenderá que lo que pide va más allá de mis facultades.

-Lo sé -respondió ella. -Entonces me marcho sin antes felicitarle por su negocio, está muy bien diseñado.

Nuevamente la mayor venta de la historia se esfumaba y esta vez era por culpa mía. No podía dejar que esto termine así, debía hacer algo.

-Acepto- intervine.

El señor Marcelo me miró, reprochando mi actitud y cancelando el trato. El quería protegerme y yo a su vez, quería ayudar al negocio, no solo porque él era como mi padre, sino porque realmente necesitábamos la venta.

-¿Tenemos un trato?- me preguntó la señora Velez.

-Si- respondí, sin dejar hablar al señor Marcelo.

-Entonces, déjame concluir la compra y luego iremos a un exclusivo restaurante -me dijo. -Prepárate para experimentar cosas que nunca has imaginado.

Tragué saliva y esperé entre impaciente e incómodo que llegará el momento en que deba concretar mi parte en la venta.
El señor Marcelo pasó más tiempo pensando en mi que en el casi millón de dólares frente a sus ojos que había traído el chofer de la señora Velez.

-Vamos- me dijo al cabo de media hora, luego firmar los últimos recibos.

Vine a recoger mis cosas y a embalar el cuadro para llevarlo. El señor Marcelo me detuvo y me abrazó. Me dijo algo intentendible, algo mezclado de nervios y gratitúd. Yo simplemente le sonreí y le pedí que no se preocupara, que iba a estar bien.

Aquella sería la primera vez que saldría con alguien de las condiciones de la señora Velez, una mujer dispuesta a gastar un millón de dólares a cambio de una pintura y una salida conmigo. Alguien que, por su condición, se encontraba más allá del bien y del mal.
Debo confesar que estoy bastante nervioso, pero debo dejar estas notas y partir. Ella me está esperando.