Miedo

-Tengo miedo.
-No tengas miedo.

-Esto me da miedo. No lo puedo evitar.
-El miedo es útil. Úsalo.

-¿Qué el miedo es útil?. El miedo me da más miedo. ¿No lo entiendes?
-El miedo es un arma. Puedes llorar y esconderte. Pero tarde o temprano deberás enfrentarlo.

-¿Enfrentarlo?. No, yo no puedo. Todo esto me supera. El miedo me bloquea.
-Vamos. Arriba. El miedo está en tu cabeza. Debes actuar ya.

-Estoy paralizado. No puedo moverme. El miedo me afectó las piernas. Quiero que termine todo esto. Por favor.
-El miedo no se rinde tan fácilmente. ¿Piensas que con pedir que se termine todo esto se termina?. Sal y combate. Es tu oportunidad. No la desaproveches.

-¿Acaso no me escuchas?. Mis piernas están rígidas. Mis maños tiemblan. Mi cabeza está bloqueada. Mi sangre está demasiado fría. El miedo gana la batalla.
-Por favor, que pesimiste éres. ¿Te vas a dejar arrastrar por el miedo?. Puedes superarlo. Confío en tí. Éres valiente y gallardo. ¡Ánimo!.

-No, no puedo. Voy a ceder. Es más fuerte y poderoso. Yo soy solamente un mero mortal y el miedo es eterno. Hombres más valientes lo tuvieron. Vete tú y escapa. Yo me quedaré.
-¿Qué tonterías dices?. Estamos juntos en esto. No te dejaré por nada. Yo estoy aquí para ayudarte y no me moveré. Conmigo derrotarás al miedo. Conmigo serás libre y nunca estarás encerrado. Cree en mi.

-¿Qué crea en tí?. Si tú fuiste quien me metió en esto. Tú eres él causando de que mi mayor miedo se haya vuelto realidad. ¿Por qué sigues aquí?. Vete. Abandóname a mi suerte. Esta batalla está perdida. No puedo ganar.
-Por eso me quedaré aquí. Estaré a tu lado pase lo que pase. No me iré. Enfrentaré al miedo que tienes y daré mi vida por destruirlo. Pero necesito de tu ayuda. Necesito que ya reacciones y ayudes en la lucha. Dependemos de tí. Dependemos de tu fuerza y bravura.

-¿Mi bravura?- Confías mucho en mi. También confiaste al acompañarme. No es tu culpa sino la mía. Por mi estás metido en esto. Perdóname. Por eso te pido que te vayas y me dejes. Me enfrentaré sólo al miedo. ¡Vete!
-Ya te dije que no te dejaré. Estaré aquí por tí y aquí me quedaré así que deja de insistir. Estamos en esto juntos. Será tu miedo, pero ambos lo enfrentaremos. Escucha mis palabras. Siente mi amor. Se que puedes ganar. Pero, por favor, hazlo ya. No queda mucho tiempo.

-Realmente éres especial. Estás conmigo a pesar de donde nos puse. Frente a frente al miedo que siento y tú no te mueves de mi lado. Me das esperanzas. Puedo ver la luz. Si se puede. Puedo lograrlo. Por tí.
-Confía en tí mismo. Tienes un gran futuro, pero solo lo alcanzarás si aquí y ahora ganas la batalla contra el miedo. Éres capaz de muchas cosas. Lo sé porque te conozco desde hace años. Se lo que piensas y lo que sientes. Cree  en tí. Lucha. Lucha y ganarás.

-El miedo es poderoso. Pero yo puedo ganarle. Se que puedo. Ahora lo sé. Ahora que tu me hablas lo entiendo. Lo comprendo. Hay una fuerza más poderosa.
-¡Eso es! Por fin lo entiendes. Hay una fuerza más poderosa que el miedo. Por eso estoy aquí. Para ayudarte a encontrarla. Búsca en tu interior, en tu corazón. Encuéntrala.

-El amor. El amor vence al miedo. El amor de dos personas. El amor que compartimos. El amor puede ayudarnos. Ahora lo entiendo.
-Si, lo has entendido. Por eso estoy aquí contigo. Por eso no me fui. Es por amor y ante eso, el miedo queda indefenso. Ahora que lo sabes, lucha. Busca la victoria.

-Si, tienes razón. Yo puedo hacerlo. El miedo no me detendrá más. Debo superarlo. Debo hacerlo, por tí.
-Por mi y por ti. Por los dos. Por nosotros. Por nuestro presentete y por nuestro futuro. El miedo no debe ganar.

-Se que puedo hacerlo. Le ganaremos al miedo y triunfaremos. Por tí. Por mi.
-Por nosotros. Por nuestro amor. El miedo se irá. Vamos ya.

-Mis piernas se está moviendo. Mis manos reaccionan.- El miedo está perdiendo.
-Mantente así. Derrota al miedo. Demuéstrale quien manda.

-Es nuestro momento. El miedo retrocede.
-Apura que se nos quema el tiempo. Pon en raya al miedo.

-Le gané al miedo.
-Sabía que el miedo no te ganaría.

El auto arrancó. Su chasis aún chorreaba la fresca sangre de su víctima.
Las sirenas de la ley se aercaban. Debía superar el miedo y escapar. Era ahora o nunca.

Microhistorias de terror

Historias de terror en dos o 3 renglones.
Se que soy malo resumiendo tanto, pero intentemos y veamos lo que sale (a medida que se me ocurran más, actualizaré esta entrada):

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«Mi hija me está contando la pesadilla que tuvo.
Pero…si yo nunca tuve hijos.»

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«La luz del baño se enciende y mi abuelo me llama.
-Ven- me dice.
Mi teléfono suena y mi abuela dice que el funeral es en una hora.»

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«Pasé la velada más agradable con ella.
Sin embargo la noté fria y distante.
Creo que no hice bien en desenterrarla.»

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«La gente nueva me aterra y por eso las mato.
No te conozco pero no me rindo.
Aún te sigo buscando.»

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«Mi niño estaba llorando y yo lo calmé.
Su madre se enojó.
Ahora el que llora soy yo»

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Cuanta pausa

Casi un mes sin subir un cuento…
No, lejos estoy de no tener más ideas, es más, en este día, 20 de Agosto de 2018, hay 12 borradores de cuentos esperando su turno para ver la luz de la publicación.

El motivo principal es que estoy más enfocado en terminar la segunda parte de «EL FIN», llamada «EL COMIENZO»
No le falta mucho, pero quiero darle un poco más deprioridad a esta trilogía.

Gracias por la paciencia.

Lean.

El arte de la matanza

El primer cazador que no utilizó sus manos, demostró a su tribu el poder de la piedra.
Lanzada desde una corta distancia, pero con gran fuerza y efectividad, la roca golpeaba la cabeza del indefenso animal y lo tumbaba al suelo. No era suficiente para matarlo, pero si le daba a los hombres la ventaja para terminar la labor con sus puños.
El hombre fue proclamado jefe de la tribu y recibió las mejores pieles. Sin embargo, otro de los miembros tuvo celos de él y quiso acaparar todo el poder.
Mejoró la piedra. Buscó una con una punta más pronunciada y afilada y la ató a una rama, creando la primer hacha.
Con el nuevo invento vino la fama y las pieles pasaron a cubrir su cuerpo.
Mandó a crear decenas de éstas armas y se mantuvo en el poder durante varios inviernos hasta que se hizo viejo y fue reemplazado por una mente más joven y ágil que mejoró el sistema utilizando el filo de la piedra para dar forma de punta a un trozo largo y liviano de madera y así volver al método original del primer cazador que era atacar desde la distancia.
La primera lanza llenó de fama, pieles y comidas asadas al nuevo rey de la tribu.
El arco y flecha, la espada, el martillo, el inflamable petróleo fueron creaciones posteriores.
Generación tras generación fue mejorando el arte de la matanza para ganarse el respecto y admiración de los demás.

Por supuesto que cada uno hablaba en su dialecto. Ya sea verbal o de señas, todos querían demostrar quien era el mejor y en la antigüedad, el mejor era el poseedor de la mejor inventiva para la muerte. Sin embargo, fueron superados por el invento de un emperador romano al cual no se le tenía confianza militar.
Claudio, designado a dedo por los soldados romanos, marchó al norte para enfrentarse a la magia de los druidas de Britania bárbara.
Sabía que no podría hacer nada contra la magia de aquellos hombres, entonces tuvo una brillante y demente idea, armar elefantes y mandarlos al frente de combate.

Un elefante armado hasta los dientes, encolerizado por sus captores, suelto en la batalla para destrozar a todo aquel que se le pusiera en su camino hasta que su sed de sangre sea saciada. Aquella innovación y locura, le proclamaron vencedor y su fama fue aclamada.

No obstante, en un mundo en que las guerras no suceden con frecuencia y solo suceden en lugares aislados, una nueva arma de matanza llegó a nuestras vidas.
El ansia de poder, de fama, de reconocimiento y de posición es ahora un tema de perspectiva…

…de perspectiva.

-¿Leo?
-¿LEO?
-¿Qué?- respondí, volviendo a la realidad.
-Que te fuiste otra vez. Te necesito acá, concentrado.
-Perdón, ¿en qué estábamos?
-Te decía que se trata de un tema de perspectiva. Quiero la foto desde este ángulo, porque se le ve mejor la cola. Pero no te inclines mucho porque va a parece que no tiene gomas y que el cuello está alargado.
-¿Entonces?
-Entonces quiero que mejores la perspectiva. Saca otra foto como te dije.
-Si, señor- Dije, volviendo al trabajo y aprovechando para mirar a la infartante modelo.

Apocalipsis

El general Tito había regresado triunfante a Roma.
Sobre la Vía Apia, se transportaba el más preciado botín.
Un candelabro de siete brazos brillaba a la luz del sol. Su color dorado reflejaba los rayos del astro y cegaba a todo aquel que lo mirase.
Miles de romanos entonaban cánticos de alabanzas a Júpiter mientras que el objeto avanzaba a su posición.
Un grupo de 4 soldados fuertemente armados caminaban junto a dos hombres, al frente de la caravana que contenía las riquezas capturadas de la ciudad judía.
Uno de éstos dos hombres llevaba puesta una armadura blanca que rivalizaba con el brillo del candelabro, se trataba del general Tito, hijo del emperador y futuro gobernante del imperio. En su cintura colgaba una Gladius con un mango tallado con el nombre de su padre, el emperador Vespaciano. Tito era aclamado por el pueblo aún más que su padre y su padre así lo permitía.
A su lado caminaba un hombre de baja estatura, vestido con la toga característica de los miembros del senado. Cargaba un bolso con varios pergaminos y diferentes tipos de tinta.
Aquel hombre no era un militar, ni mucho menos era un hombre de poder.
Se trataba de un escriba, de un hombre que documenta la historia pero no forma parte de ella.
Era un judío que rechaza su religión y fue adoptado por el mismísimo emperador para que escriba las batallas ganadas durante su mandato y esta vez había sido el turno de relatar la caída de Jerusalén.

«Los judíos, cansados de los impuestos romanos, atacaban a sus gobernantes y pretendían ser su propio gobierno. El rey judío Agripa se había convertido en secreto al cristianismo y eso, sumado a los altos pagos mensuales que debían realizar, colmaron la tranquilidad del pueblo elegido que había sido dominado y así fue como las batallas comenzaron.
Los judíos atacaban constantemente a los romanos, aliándose con Egipto que representaba el granero del imperio. Su trabajo en conjunto provocó devastecimiento en el imperio y Vespaciano no lo podía permitir. El emperador partió rumbo a Alejandría, mientras que su hijo, el general Tito, futuro emperador, condujo sus tropas hacia la ciudad sagrada por los judíos y la conquistó, acabando su revuelta e istaurando el orden. El general tomó varias de las joyas de la ciudad cuando asoló el templo construido por el abuelo del actual rey Agripa, Hérodes el grande, incluyendo un candelabro de oro que se usaba para las festividades. Luego de la conquista, el emperador ordenó una mayor fuerza en la colonia judía.» Relató el escriba.

Lo que no sabía el emperador, era que la propia destrucción había sido planeada por el pueblo elegido.
El Apocalípsis, el fin de los tiempos de los pecadores, daba un paso más hacia su comienzo y uno de los tres elementos principales se estaba llevando a cabo.
La reconstrucción del tercer templo se comenzó con el más absoluto de los secretos.
Se desarrollaba en los confines de la tierra y esperaría el momento oportuno para emerger.
Siglos demoró su finalización y durante esa época, el cristianismo había conquistado al occidente.

Juan, uno de los pocos hombres atesorados por Jesús, había sido testigo de parte de la construcción del templo durante su exílio al oriente. Su silencio fue ordenado por el mismo Jesús al confesarle éste, que todo era parte de su plan.
Su muerte y resurección eran parte del mayor complot de la historia moderna.
-El tercer templo de Salomón emergería de las profundidades del Hades junto a mí y la paz volverá para nuestro pueblo que será dúramente castigado durante los siglos de los siglos.- Le dijo.
-Sin embargo- añadió- Para hacerlo debemos fortalecernos. Los romanos amenazan nuestro presente y por más hijo de mi padre que sea, no puedo conocer el futuro, no poseo aquel don porque el futuro no se puede conocer, aunque si lo podemos guiar y para guiarlo, debemos de formar un corazón fuerte el pecho del hombre. Juan, tu perteneces al selecto grupo que contiene parte de mi alma y es por eso que quiero que veas el fin de los tiempos, el Apocalipsis.

Juan se sorprendió. Era la primera vez que veía a su amigo llorar y una de las raras veces que hablaba sin parábolas.

-Ven. Toma mi mano y te mostraré el verdadero fin del mundo para los pecadores. El momento en que me alzaré para reconquistar el mundo conocido y el aún por conocer. Se testigo y escribe estas palabras para hacerlas llegar a todo romano que adora a falsos dioses.

Y así fue como Juan detalló lo que atestigüó durante las siguientes semanas. Su mente había sido transportada a una simulación del fin que Jesús planeaba.

-Juan, tú eres uno de los pocos hombres que conoce mi corazón y sabes que no deseo castigar a nadie. Pero debes comprender que el miedo es nuestro mayor aliado. Cuanto más miedo tenga la gente, más va a creer en nosotros y menos probable suceda lo que acabas de presenciar. Si. Se lo que piensas, pero lo cierto es que el miedo puede más que el amor y esto es lo que necesitamos para que nuestros números crezcan y nadie recuerde del tercer templo que aún no se termina. Usa el miedo. Finalmente volveremos y traerémos la paz, aunque al principio debamos sufrir. Ahora vete y predica el mensaje por todo el mundo conocido.

«Usa el miedo»- recordaba Juan. «El miedo puede más que el amor».

¿Será cierto?

Escribanos del sexo

Años atrás, mi trabajo podría haber sido considerado como una perversión, incluso yo mismo lo consideré así al principio.
A fin de cuentas, solamente me siento a mirar como dos personas tienen sexo. Sin embargo, hoy en día es una necesidad vital en la sociedad.

El colegio de escribanos del sexo fue creado hace apenas 3 años, fruto de las modificaciones de las leyes en materia de violencia -parcial- de género.
De acuerdo a la nueva ley, una mujer puede denunciar a la persona con quien compartió la intimidad, acusándola de ‘agresora de la integridad’.
En líneas generales, esta ley se dirigía a combinaciones sexuales del tipo 1, o sea, hombre y mujer.
Se estipula que la mujer no siempre es conciente de sus desiciones y que éstas son manipuladas, en su mayoría, por la conducta del hombre.
El varón tiene el poder en la relación, tiene la fuerza para someter con músculos y la habilidad locuaz para someter con palabras. Además de presuponer la condición de ‘culpabilidad inicial’ la cual dictamina que es el causante y único culpable del acto a menos que la compañera de cama testifique lo contrario.
Una tontería, si me preguntáis. Si ella es la que le está denunciando, como va a testificar lo contrario.

Durante la entrada en vigencia de la ley, la polémica fue grande. Aún lo recuerdo. En esos años yo estaba terminando la carrera de abogacía y realizando averiguaciones para comenzar a realizar los trámites y convertirme en escribano.
La primera denuncia fue de personas mediáticas, relacionadas al ámbito del cine y la televisión. Se trataban de personas que se sintieron estafadas por sus parejas al habérseles prometido posición y relevancia en los medios y que las promesas no fueron cumplidas.
Éstas primeras denuncias se cayeron al haber faltante de pruebas y con el tiempo se fueron estableciendo las pautas para la denuncia.
La principal y más importante es que no debían de pasar más de 48 horas desde el acto hasta los exámenes médicos que se realizaban en el día en que mujer asistía a los tribunales.
Al poco tiempo, las salas de espera se fueron llenando y colmando las actividades de los jueces.
Los canales de noticias cubrían constantemente los casos más llamativos y la sociedad sufrió un cambio brúsco y repentino.
El país se estaba descontrolando y el presidente, junto con el rey, debieron tomar cartas en el asunto.
Al poco tiempo, se ordenó la creación del colegio de escribanos del sexo, en donde trabajo actualmente.

-Se trata de algo muy sencillo. Ántes de realizar el acto sexual, debían de llamar al número gratuito del colegio de escribanos del sexo y solicitar a un profesional que verifique y plasme el consentimiento entre las partes.  De esta forma, se asegura que la intimidad se realiza con la debida aprobación.- Dijo el jefe de prensa del gobierno.

Se trataba de un sistema ágil, de precios accesibles y sobre todo, necesario.
Las personas que nos llamaban recibían a un profesional en el destino marcado en pocos minutos. El profesional verificaba el estado de conciencia de cada uno y completaba los nombres en el formulario de consentimiento sexual. Finalmente debía verificar que el acto se mantenga dentro del marco de la legalidad.
Al finalizar el encuentro, el escribano entregaba un certificado notariado con fecha y hora del evento para que sea guardado por cada parte involucrada y se retiraba.

Hoy, después de varios años y cientos de presencias en encuentros, ya no me provoca nada ver a las parejas, pero al principio si debía controlar mis emociones. En especial cuando debía asistir al encuentro de personas sumamente atractivas.
Gracias a dios el trabajo no falta y no me va mal. Sin embargo, aún considero que se ha perdido algo dentro de la sociedad, algo que nos costó demasiado tiempo en conseguir…la libertad.

Quejas y comparaciones

-¡La puta madre! Que gobierno de mierda- Dijo Matías.

Mi amigo se quejaba que en el viaje que realizaría, no podría comprarse todo lo que quería porque, al aumentar el costo de vida, ya no dispondría de tanto efectivo para la travesía.
En realidad, si podía, pero después su bolsillo sufriría las consecuencias.
Yo por dentro pensaba sobre las ganas de quejarse que llevaba la gente. «Encima que estás viajando» me decía por dentro.

-Junto basura para sobrevivir. ¿Qué querés que haga?- le escuché decir a una persona cuando el policía le llamó la atención.

El mendigo buscaba, en la calle, algo de valor entre los desechos de las personas y a causa de eso,  el tráfico se vio afectado. Un policía fue advertido por un conductor y el agente fue al encuentro del pobre. Hablaron un rato y el primero debió desistir de su actividad y buscar una nueva montaña en donde encontrar algo de oro.

«Pobre tipo» Pensé, mientras que caminaba.
Mientras que habían personas que se quejaban dentro de la comodidad de su casa, habían otras que sufrían el día a día y pensaba que no había peor destino para alguien hasta que la vi y mi corazón se acongojó.
En una silla de ruedas manejada por un hombre mayor, se encontraba sentada una mujer de unos 70 años.
La pobre mujer no poseía ninguna de sus extremidades. Brazos y piernas se encontraban ausentes y la persona se había reducido a un cuerpo con cabeza.
Demasiada pena tuve con ella, aún mayor a la pena que sentí al ver al otro hombre revolver la basura.
Sin embargo, no estaba preparado para lo que sucedió.

La vi a la cara y estaba sonriente. No podía creer como una persona así, en esa situación, aún supiera lo que es sonreir. La curiosidad fue mucha y frené a la pareja para preguntarle a la mujer el motivo de su sonrisa. La respuesta me partió el corazón.
Aquella mujer era lo más cercano a una cabeza viviente. Debía depender de alguien constantemente. No podía ir al baño ni bañarse, no podía rascarse, no podía escribir cuentos ni bailar los diferentes ritmos, sin embargo, poseía un remanente de felicidad.

-Tengo a mis hijos y a mis nietos y los veo felices. Pasé una buena vida hasta mi accidente y ahora disfruto de cada risa, de cada rayo de sol y de cada nuevo día que puedo vivir.
Mi vida no es tan buena y necesito de ayuda constante. No poseo intimidad ni siquiera cuando duermo. Tampoco puedo abrazar a mi marido y muchas veces quise terminar con todo esto hasta que me di cuenta que aún tengo motivos para ser feliz y mi marido detrás mío es uno de ellos. Él me cuida, me cuenta cuentos, me protege y me ayuda en todo. A pesar de mi condición, yo recibo cariños de él, de mis hijos y de mis nietos. ¿Querés saber por qué estoy con una sonrisa? Es fácil: Porque recibo amor todos los días.

El recuerdo de esa mujer me hizo llegar a casa con una lágrima en mi ojo y una sonrisa en mis labios.
Muchas veces nos quejamos de la vida que llevamos. Nos quejamos porque no sentimos que nuestro esfuerzo diario sea meritorio. Nos quejamos porque a otra persona, a un familiar, a un amigo o incluso a un desconocido le va mejor que a nosotros. Nos vivimos quejando y es normal. Uno siempre debe querer superarse y mejorar.
Compararse sirve en parte para buscar una mejor vida y no quedarnos en nuestra «miserable» posición, pero también sirve para amargarnos día a día.
Crecer es un deber, pero nunca dejando de mirar atrás, porque si lo hacemos, nunca vamos a quedarnos satisfechos y nunca vamos a saber cuando realmente tenemos una buena vida.
Siempre van a existir personas mejores que uno, mejores en lo que uno falsamente cree que es mejor, ya sea mayor dinero, mayor reconocimiento, pareja más atractiva, casa más linda y esas cosas y viendo esto, muchos pensarán que es lo mejor para sobrellevar la vida «como debe ser».
Tampoco esta mal, si es el objetivo de uno, pero el problema en este caso es que no se mira para atrás y no se recula la situación.

-No sirve que te compares con un pobre- Me dijeron varias veces.
-Comparándote con un pobre tu vida va a ser siempre un paraiso.
-Comparate con un famoso y verás que mal que la pasás o con tal político que tiene la vida fácil.

Comparaciones, comparaciones y más comparaciones.
Al final de cuentas parace que es lo único que nos mueve y que nos motiva a mejorar.
Si te comparás con alguien mejor, sos un emprendedor y si te comparás con alguien peor, sos un conformista. Todos son 1s y 0s, todo es blanco y negro, todo es extremo.

Considero que hay siempre puntos intermedios en todas las discuciones. Nada es absoluto en esta vida y nada debería serlo.

Miremos hacia adelante, hacia aquellas personas que creemos que realmente disfrutan de la vida, pero miremos también hacia atrás, para nunca dejar de saber lo que tenemos.
Así es como manejo mi vida. Mirando con los dos ojos hacia adelante, para buscar crecer siempre y sintiendo con el corazón a las personas que están detrás, para nunca olvidar lo que tengo.
De esta forma, busco crecer como persona sin conformarme con la vida que me tocó y a su vez, disfruto de la vida que llevo.

Pequeñas claves para la felicidad que te recomiendo no olvidar.

Terror a 10000 pies

«Tripulación: Alcanzando los diez mil pies»

El avión había despegado y a los pocos minutos, el capitán dio el anuncio a su tripulación.
Como se trataba de un vuelo corto, viajando en un avión pequeño, no volaríamos a la gran altura crucero de los vuelos transatlánticos sino que a una considerablemente menor.
Esto era un gran alivio para mí ya que al poco tiempo se apagaría la señal de obligatoriedad del uso del cinturón y el avión comenzaría a volar de forma horizontal.
Al apagarse la señal, mis pulmones volvían a respirar y mi corazón se realentizaba volviendo a sus pulsaciones normales.

-Odio volar- Le dije a mi mujer.
-¿Qué pasa, cielo?
-Eso- Respondí.
-No te preocupes vida, conmigo no te va a pasar nada.- Me dijo intentando calmarme.
-Me tranquilizaría más si fueses Superman- Le reproché. -Estando en el cielo, vos no podés hacer nada.
-Yo soy mejor que Superman- Me respondió, con sinceridad.
-Eso no es cierto. Superman puede volar y eso es muy útil si se cae el avión.
-Amor, no digas boludeces.
-Es verdad. Superman puede volar y tiene fuerza sobre humana.
-Y te olvidás de algo más, su cualidad más importante.
-¿Cuál? – Pregunté con crítica.
-¡Que no existe!- Exclamó.

La miré con bronca. Mi palabrerío y mi divagación eran fundamentadas en mi miedo a volar.
Claro que no siempre fui así, sino que el miedo lo fui ganando con los años.
Mi primer vuelo lo realicé a mis 25 años. Era todo nuevo para mi. Un mar de sensaciones y emociones, todo resumido en escasas 10 horas.
La excitación al ingresar al aeropuerto por primera vez. La sensación de estar libre de las ataduras del día a día.
El ruido de las turbinas y el primer despegue. El empuje al asiento y el dejar abajo la ciudad y sus luces. Todo aquello fue un festín a los sentidos y yo estaba muerto de hambre.
Cómo olvidar la primer turbulencia, aquel movimiento del avión por acción del viento.
Durante el primer vuelo fue bastante fuerte y contínua, tanto que mi compañera de fila de asiento, una bella chica italiana de mi edad que no hablaba ni castellano ni inglés, se aferró de mi brazo izquierdo y clavó sus uñas en él.
Los afilados garfios penetraron mi piel y me provocaron cortes superficiales.

-Mi scusi, mi scusi- Me dijo con una bella tonada, pero con nervios en la voz.

Aunque el brazo me dolía, le indiqué con la cabeza que no pasaba nada.

-Continúa.-Le dije, esperando que en italiano signifique lo mismo.

Aquel fue un viaje largo y lleno de turbulencias, un viaje que hoy, me sería de eterno sufrimiento pero que en esa ocasión fue de constante placer.

Sin embargo, los años pasaron y mi temor empezó y se fortaleció.
Había formado una familia y pensaba que por ahí tenía miedo a dejar a mis hijos sin su padre, pero lo cierto es que el pavór comenzó antes de que los críos hayan nacido.
Ellos no viajaban con nostros en esta oportunidad y se quedaron unos días con los abuelos.
El viaje era corto, de unas 3 horas de duración y el avión estaba lejos de estar lleno. Viajaríamos una semana para festejar nuestro décimo aniversario de casados.

-Las últimas cuatro filas están completamente vacías- Le dije a mi mujer al regresar del baño.
-Es temporada baja- Me respondió sin levantar la cabeza de la revista de crucigramas.
-¿Te ayudo?- Le pregunté ya sabiendo la respuesta.
-Ya lo terminé- Respondió.

Ella era una genio y muy culta. Poseedora de un doble título en ingeniería y un master en historia, era la persona más inteligente que conocí en mi vida y al día de hoy no se que hacía ella casada conmigo, un simple trabajador promedio sin sobresalir en ningún ámbito.
De pronto, un movimiento me hizo borrar mis derrotados pensamientos. El avión comenzó a temblar y mis manos lo siguieron. Mi cabeza se olcutó entre el pecho de mi mujer y se negaba a salir.
Ella, con mucho amor, me levantó la cabeza y me miró a los ojos.

-Amor, te podría dar una charla de mecánica de los fluídos y explicarte el principio de sustentación. También podría decirte como se podría volar en caso de perder los motores. También te podría dar las estadísticas de seguridad en vuelos en comparación con barcos y autos, pero lo mejor que te puedo decir es que mires a las azafatas.

Me señaló a las dos mujeres que movían un carrito de comidas y bebidas.

-¿Las ves?- Me preguntó.
-Por supuesto.
-¿Las ves preocupadas?

Ambas estaban con una sonrisa en sus rostros que no pude identificar si eran sinceras o automáticas. No obstante, ambas parecían estar en calma.

-No lo parecen- Respondí.
-Bueno. Cuando tengas miedo, miralas. Ellas tienen cientos de viajes realizados y conocen perfectamente los movimientos del avión. Si las ves y están en calma, entonces te podés realajar.
-¿Y si no las veo?

Mi mujer se quedó pensando.

-Si no las ves es una buena señal también.
-¿Cómo es eso?- Pregunté, levantando una ceja.
-Si no las ves es que deben de estar descansando y si están descansando es que está todo normal.
-¿Y cuando me debería preocupar?
-Cuando ellas estén preocupadas. Cuando las veas caminar rápido de una punta a la otra y cuando las veas mirar hacia los lados. ¿Está bien?
-Bueno- respondí.

Pero por dentro, el miedo se mantenía. Mi cabeza y mis sentidos estaban agudizados para escuchar y detectar cualquier anomalía. El miedo es así, irracional y no hay palabras que sirvan para reconfortarse, sino no sería miedo.

El vuelo prosiguió sin más problemas hasta que el capitán anunció que estábamos inciando el descenso.
El avión comenzó a moverse y temblar. La luz indicadora de la obligatoriedad del cinturón se seguridad se encendió.
La gente regresó apresurada a sus asientos y las azafatas comenzaron a moverse apresuradamente.
El avión se estaba moviendo cada vez más fuerte y mi temor se incrementaba.
Cerré los ojos y me apoyé sobre el pecho de mi mujer. Le apreté la mano izquierda muy fuerte.

-Tengo miedo- Le susurré.

El avión se movía más y más. Ya presentía como caerían las máscaras de oxígeno. Mi cabeza luchaba por recordar las instrucciones mientras que mis labios rezaban oraciones que nunca había recitado.

-Amor, debo confesarte algo.
-¿Ahora?- respondí con los ojos cerrados.
-Si. Ahora. Mirame.

Mi cabeza se negaba a abrir los ojos.

-Mirame- volvió a decir.

Abrí los ojos y la miré. El avión volvió a moverse y le apreté la mano con fuerza.

-¿Qué?- reproché.
-Amor. Debo decirte algo. Te lo estuve ocultando todo este tiempo, pero ahora que vamos a morir, te lo debo confesar.
-¿Qué?- volví a decir.
-Amor, en realidad yo no soy quien vos creés que soy. En realidad yo soy otra persona.
-¿Quién sos?- Le pregunté.

Ella miró por la ventana y no respondió.

-¿Quién sos?- Volví a preguntarle, levantando un poco la voz.

Ella volvió a mirar por la ventana y al cabo de unos segundos, respondió.

-Yo soy Superman y conmigo estarás protegido para siempre.

Habiendo dicho eso, el avión tocó suelo y comenzó a frenar. El aterrizaje estaba a punto de terminar.

Al sentir que estaba sobre el nivel del suelo, me calmé y regresé a mi sonrisa habitual.
En verdad ella era Superman.

Pañuelos bañados en sangre

-Su majestad, debe irse.
-¡Que no! Soy el rey y mi palabra es la ley.
-Las leyes han cambiado, señor.
-Solo el rey puede cambiarlas y el rey soy yo.
-Majestad, van a por usted, por su cabeza y por la mía.
-Vete, entonces. Pero si te vas, serás fusilado.
-Entonces, o muero bajo su yugo o bajo el hacha del verdugo.
-Que no. No te va a pasar nada a menos que yo lo ordene. Por Dios santo, soy el rey.
-Señor, la era de los reyes ha llegado a su fin. Lo que ha sucedido en Francia ha tenido repercusión en nuestras tierras y el pueblo aclama bañar sus pañuelos con sus sangre.
-¿Sus pañuelos?- Preguntó el rey.

Su súbdito lo miró.

-¿Por qué sus pañuelos?- Volvió a preguntar.

Aquel esclavo con -miserable- sueldo bajó la mirada. No era conveniente mirar fijo a su majestad ni mantenerle la mirada en alto durante más de 5 segundos. Aún a pesar de que su régimen llegaba a su fin, tenía el suficiente poder como para cortarle la cabeza en ese mismo instante.

-No…no lo sé, señor.

El rey comenzó a caminar alrededor de su trono real. Lo miraba y acariciaba.
Aquel trono había resistido incontables guerras, batallas tan sangrientas como la imaginación pueda crear. Sus patas habían sido rotas y reclamadas como trofeos pero siempre se reconstruyó. Aquel trono se había mantenido en pie desde su creación, pero ahora se enfrentaba a algo nuevo. Este enemigo era infinitamente más devastador que todas los enemigos anteriormente derrotados. Ahora no luchaba contra un ejército, no luchaba contra un general que se quería sentar en aquel cómodo asiento de piel de cordero. Ahora luchaban contra un mal al que no podían ganar. Luchaban contra una idea.
En Francia, su revolución, su cambio en la forma de pensar. Sus creencias de que ya no necesitaban de un rey que los gobierne. Cansados de la opresión, cansados de que el trabajador pague impuestos y el rico coma carnes. Cansado de que una figura que no elegían ni les representaba les maneje y controle la vida.
Aquella idea era peor que enfrentarse al ejército más poderoso. Aquella idea de destitución del cargo real era un rival imbatible. Ahora no se enfrentaban a los bárbaros, sino que se enfrentaban a si mismos.

El rey continuaba rememorando lo que vivió aquel trono y no podía dejar de pensar que con él se terminaba la historia de los reyes. El pueblo no podía -ni quería- detenerse. No aceptarían cambios pequeños como la baja en impuestos a cambio de que el rey permaneciera en su condición de tal. El pueblo no perdonaría y buscaba la sangre real. Era un enemigo imposible de detener.

-Ahora lo entiendo- Finalmente dijo.
-¿Lo de los pañuelos?
-Si. Ellos quieren bañar sus pañuelos para tener un poco de mi sangre real. Lo que ellos realmente buscan es el poder individual. Cada uno de ellos, de los que planean obtener mi sangre es porque quieren poder, quieren saber lo que representa ser el rey y eso me da una ventaja, me abre el portón a la salvación.
-Señor, ¿está seguro se esto?
-¡Por supuesto!- exclamó el rey. -Ahora se lo que debo hacer, debo negociar con el lider, con quien los dirige. QUE VENGAN

El rey estaba tan seguro de su plan que despidió a su guardia personal para poder recibir al pueblo «hambriento de sangre».
Estaba muy confiado cuando el grupo de 50 personas corrían hacia él. Les daría el poder suficiente para que se pongan de su lado.
Pero, con lo que no contó el rey, era que aquellas personas, aquel grupo estaba conformado por pobres agricultores y productores que nunca habían experimentado el poder ni se les pasaba por la cabeza el tenerlo.
Sin poder mediar palabras, la cabeza real fue separada de los hombros reales y la sangre comenzó a brotar.
Se dice que la cabeza dura conciente unos 5 segundos luego de ser decapitada, tiempo suficiente que tuvo el ya no más rey para ver como los hombres arrobajan sus pañuelos al suelo y los bañaban con su sangre y en aquel breve periodo lo entendió.
Comprendió que no lo hacían sólo por ellos, lo hacían por el futuro de sus familias y el futuro de la vida. La era de los reyes, que había permanecido intacta durante milenios había llegado a su fin y comprendió que el no era más que un simple hombre mortal y que su vida era igual de frágil que la del simple trabajador. El rey había comprendido la verdadera razón de la revolución en Francia….la igualdad.

La importancia de un abrazo

Julia lloraba mientras caminaba por la calle. Sus piernas apenas resistían el peso de su cuerpo. Sus hombros llevaban una carga emocional muy grande.
Echada de su trabajo, echada del departamento donde vivía con su ahora ex pareja desde hacía un par de años y echada del banco al provocar un escándalo por no tener saldo en su cuenta y poder mantener las tarjetas de crédito, su vida en ese momento era un cúmulo de estrés.
Caminaba sin ver, caminaba sin escuchar. Simplemente caminaba. Había perdido el rumbo y se encontraba desorientada.
Era cuestión de tiempo hasta que tropiece pero para su suerte, cayó en los brazos de un chico que pasaba.

-¿Estás bien?- Le preguntó, sintiéndose tonto por aquella pregunta tan trivial.
-Si- Respondió tímidamente ella, secándose las lágrimas de los ojos. -Gracias.

Julia se reincorporó, ahora estaba triste y avergonzada por lo que acababa de hacer.
Se tiró a los brazos de un desconocido, arriesgándose a lo que venga.

-¿Segura?
-Si- volvió a responder. -Gracias por agarrarme.
-No hay problema- Dijo el muchacho con una sonrisa en su rostro.

Julia no se soltó de aquel muchacho. Su cuerpo estaba cansado y hambriento.

-Parecés sin fuerzas. Vení, vamos a comer algo.-Le dijo el chico.
-No, gracias. Estoy bien.
-Dale. No te puedo dejar así. Vení, vamos acá. Te dejo en la mesa, te pido unas medialunas con un café y me voy.
-No quiero- Decía con la cabeza gacha. -Ni tengo plata
-Yo te lo pago.

No solía aceptar ofertas de desconocidos, pero tenía mucho hambre.

-Gracias- Le dijo, con la cabeza aún gacha.

Luego de ayudarla a sentar a Julia en una mesa, se acercó a uno de los mozos y le hizo el pedido. Luego se dirigió a la caja y lo pagó.

-Bueno- Le dijo. -Que te mejores.

Julia por fin levantó la cabeza y le pidió que se siente con ella.

-Gracias por todo.
-Te aceptaré las gracias si me decís como te llamás.
-Julia- Respondió. -¿Y vos?
-Abi.

El pedido llegó y Julia juntó un poco de fuerzas.

-¿Te puedo pedir algo?
-Lo que quieras- Respondió Abi.
-¿Me das un abrazo?

Abi la miró. El pedido fue tierno, ella realmente lo necesitaba.
Se levantó de la silla y con sus brazos, rodeó el cuerpo de Julia.
Pasó el primer segundo y nada pasaba. Pasó el segundo segundo y nada pasaba. Pasó el tercer segundo y los hombros de la mujer se movieron. Fue al cuarto segundo cuando vino el llanto.
Abi se disculpó y diciendo que debía hacer una llamada, luego regresó y le dijo que avisó que no iría a trabajar así permanecía al lado de aquella hermosa muchacha que le había pedido un abrazo.

Así pasaron los días. Julia y Abi habían formado una pareja y la sonrisa en la chica había reaparecido.
Sin embargo, su primer discusión llegó al cabo de un mes mientras que comían y arreglaban para conocer a las familias de cada uno.

-Somos una familia católica tradicional, te va a encantar.

Abi se frenó y la miró. Estaba mudo.

-¿Qué te pasa?- Le preguntó.
-Nada. Respondió él.
-Dale, Abi, decime. ¿No te gustó lo de familia católica?
-Si- respondió Abi con la cabeza baja.
-No te preocupes- dijo ella. -No importa si eres evangelista, apostólico o testigo de Jehová. Somos muy tolerantes.
-Soy judío- respondió en seco.

Julia se quedó inmovil. Aquel chico lindo con el que pasó la tarde y le dio el mejor abrazo de su vida era judío.

-¿Pero…? -comenzó ella, no mirando a los ojos al otro. -No puede ser. Si no usas traje ni el «gorrito» en la cabeza ni tenés barba. Pareces normal.
-Sos una tarada- se limitó a responder él.

Haciendo caso omiso del insulto ella prosiguió.

-Pero si comimos una hamburguesa con panceta. Comimos cerdo y carne no kosher y pasamos las noches de los sábados juntos.
-¿Y con eso qué?
-¿Cómo con eso qué? Me mentiste. Nunca me dijiste que eras un judío.
-Nunca te dignaste a preguntar sobre mis cosas.

Julia se detuvo por un momento. Abi tenía razón. Ella hablaba continuamente sobre ella, sus problemas y su vida pero no se había interesado en la historia de él.

-Tenés razón, Abi. Soy una tarada- Dijo mientras una lágrima le caía sobre la mejilla. ¿Me perdonas?

Él la miró fijo y finalmente respondió.

-Solo si me das un abrazo.

El poder del abrazo es mágico. La reunión de los cuerpos entrelazados provoca un estímulo muy grande en los cuerpos haciendo que ambos participantes del acto borren sus problemas.

Llegó el gran día y todo comenzó con calma hasta que el tema de religión surgió de la boca del pater familias.
La cena no había concluido y Abi había salido de la casa de los padres de Julia.
La discriminación y acoso que recibió fue mayor a lo que tenía previsto.
Estaba acostumbrado a ciertos tratos pero su dignidad tenía un límite y aquella noche, el límite llegó antes del postre.
Julia salió tras él.

-ABI- gritó.
-ABI- volvió a gritar.
-Por favor, Abi- ahora suplicó.

Abi detuvo su andar y volvió hacia ella.

-No te vayas- le suplicó
-Tengo mis límites, Julia. Si no me iba, les pegaría y de eso no hay vuelta atrás.
-¿O sea que hay vuelta atrás?
-No lo sé- respondió y se marchó.

Julia regresó a la casa y observó como toda la familia de ella discutía con su padre.
Abi les había parecido una persona de bien, simpática, culta y feliz hasta que llegó a esa casa y fue abordado por su suegro, cuyos pensamientos en religión eran tan cerrados al punto de decir barbaridades sin fundamentos por el simple hecho de atacar al pobre chico, a su religión y a su dignidad.

-¿Lo querés?-Le preguntó su madre, en la cocina, alejados del bullicio del comedor.
-Si, mami. Lo quiero mucho y siento algo especial con él, pero gracias a mi lo perdí.
-Si fue tu padre que dijo esas cosas.
-No, mamá. Yo también las dije, no ahora sino antes, cuando apenas lo conocí, cuando até su personalidad a lo que yo creía que era su religión. Le dije muchas cosas sin sentido.
-Entonces ahora descansá y mañana por la mañana vas a buscarlo.
-¿Para qué? Si papá no lo va a aceptar.
-De papá me ocupo yo. Vos ocupate de recuperarlo y te puedo decir un método infalible para hacerlo.

La madre se acercó al oído de Julia y le dijo unas pocas palabras. Julia sonrió.

Al día siguiente, Juliafue a la casa de Abi y le dijo algo al oído.
Abi la miró y sonrió. Luego asintió con la cabeza.

Ambos se levantaron y se dieron un fuerte y largo abrazo.

Aquel era el secreto que le habia dado su madre, el secreto de la importancia del abrazo.

Después de eso, se prometieron que si no podían arreglar sus tristezas con un abrazo, entonces sus tristezas no tendrían solución.