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Locuras del sano

«Esto es más que un cuento, es una historia para recordarme el conocimiento que solía tener en materia de mitología griega.
Por un lado tenemos a Áxiro, que es un invento mío, hijo del tristemente célebre, Dédalo, padre de Ícaro.
Por otro lado tenemos a Asclepio, dios de la medicina, cuya historia está poco desarollada y es por ese motivo que decidí utilizarlo. Ofiuco, como fue conocido posteriormente, tuvo gran importancia en los mitos, al punto de que fue acendido a los cielos, constituyendo el treceavo signo del zodíaco (olvidado para el horóscopo).
Es una historia exclusivamente para los amantes de la mitología, quienes podrán apreciar lo bien que quedó enganchada la historia con la ya conocida.»

 

Áxiro era el hijo menor de Dédalo, el gran arquitecto griego y por ende era hermano de Ícaro.
Áxiro vivia en exílio a causa de su padre, quien lo envío lejos para curarse la locura de su mente.
Áxíro era conciente de que, a pesar de que era extremadamente inteligente, sus pensamientos eran extraños y que causaba miedo en los hombres.
Con el correr de los años, sus brillantes, pero temidas, ideas fueron perdiendo humanidad y su mente se alejaba de la realidad donde vivía. Solamente su hermano mayor lo calmaba y le hacía mantener los pies en el suelo.
Áxiro amaba a su hermano, era su protector y su mentor y a su muerte, perdió completamente el sentido de la cordura.
Ícaro había muerto por su culpa, por desafiar el límite de las álas que había creado junto a su padre para escapar de la tiranía del rey Mínos.
Creyó ver al dios Sol y quiso seguirlo, sin importar que las álas que crearon se estaban derritiendo, haciendo que los hijos  del arquitecto se precipitaran al suelo.
El mayor, en un último gesto de amor, amortiguó la caída del pequeño, salvándole la vida.

Dédalo no supo que hacer. Al perder a su hermano, su hijo ya no vivía en este mundo. Estaba totalmente perdido.
Una tarde llegó a sus oídos que Asclepio, hijo del dios Apolo y poseedor del título del primer médico humano, estaba en la ciudad y decidió ir a verlo.
Asclepio examinó al pequeño y con una sonrisa tranquilizadora le dijo al mayor que su hijo tenía cura, pero que costaría tiempo y dinero.
Dédalo aceptó y dejó a su hijo en cuidado del otro hombre.

Así comenzó la historia de estos dos compañeros.
Áxiro encontró calma en la medicina y ayudar a curar a la gente lo regresaba a este mundo.
Gracias a su ingenio, la pareja pudo desarrollar tratamientos médicos y medicinas sanadoras. Estando conciente de la realidad, la inteligencia de Áxiro floreció y demostró ser superior a la de mortales y dioses por igual.
Sin embargo, a los ojos del mundo, Asclepio estaba solo.
Áxiro había perdido la vida en su locura, fue la versión que su padre dijo para proteger a su hijo. Esto él lo entendía y aceptaba con gusto. Por fin se sentía en calma y no le importaba que su nombre sea recordado.
Asclepio atendía solo a los pacientes y solo en contadas ocaciones Áxiro ayudaba, pero bajo otro nombre.

Se cuenta que durante uno de sus viajes, se toparon con Hipólito, hijo de Teseo y que poseía una enfermedad terminal. Al ser una enfermedad nueva para ellos, no pudieron encontrar un tratamiento efectivo y el hijo del héroe murió agonizando durante la tercera noche del tratamiento, bajo la vela de Áxiro.
Al ver el rostro del difunto, Áxiro no pudo evitar recordar a su hermano fallecido y sintió gran pesar en su corazón.
En silencio se prometió agotar su vida para que su hermano recupere la suya.

-No descansaré hasta reencontrarme con mi hermano Ícaro- le dijo a su mentor.

Asclepio lo miró, preocupado que su locura vuelva a aparecer despues de tantos esfuerzos.

-¿Cómo planeas hacerlo? -preguntó el médico.  -Tu hermano está muerto, su alma se encuentra en los dominios de Hádes.

Áxiro lo miró, dudando de la pregunta del otro, creyendo que la respuesta era evidente.

-Vamos a revivir a los muertos -afirmó.

Asclepio lo miró con preocupación. -Estás demente Áxiro. La locura ha vuelto a ti- se lamentó. Si quieres hacer esto, estarás solo, sin mi ayuda. Yo no seré parte de tus locuras ni de las consecuencias que esto pueda provocar.

Sin embargo, Áxiro era habil de palabra, capaz de convencer hasta al propio Odiseo.

-¿Acaso no buscas la inmortalidad? Fue lo que me mencionaste una vez, en Delos. Si engañamos a la muerte, no solo serás inmortal, sino que tu nombre será hablado y recordado por toda la eternidad. ¿No quieres eso?

Aquellas palabras fueron suficientes para el médico, que accedió al plan sin más miramientos.

-De acuerdo, Áxiro. Participaré en tu locura. Lo primero y escencial es conseguir una pisca divina de Thanatos, de la mismísima muerte. ¿Alguna sugerencia?

Ambos se pusieron a pensar como atraer al dios. No podían matar, debía ser una muerte no violenta, alguien que fallezca por enfermedad sería útil.
Al parecer, ambos pensaron en eso al mismo tiempo y utilizaron el cuerpo de Hipólito como carnada.
Horas después, el ser alado apareció para reclamar el cuerpo al Hades cuando fue interceptado por Asclepio, que salió a su encuentro en aparente gesto amigable.

-Me llevaré al hijo de Teseo para que sea juzgado por los tres reyes.

-Adelante -respondió el médico. -No hay nada más que yo pueda hacer por él.

Fue así que mientras que la deidad cargaba el alma del caído, Áxiro apareció tras las sombras y le clavó una jeringa al dios. LLegó a extraerle una pequeña cantidad de sangre antes de que sea apartado por el ser alado.
Thanatos marchó con el hálito vital de Hipólito, dejando a su atacante con su marca, un poderoso veneno que quitaba la vida en pocos minutos.
Asclepio, preparado, pudo contrarestar la escencia mortal del dios y salvó a su compañero de una muerte segura.
Ahora poseían el elemento más valioso, la sangre del dios de la muerte y con este elemento tan preciado sumado a la inteligencia de ambos, la cura contra la muerte llegó justo en el momento en que el héroe griego llegaba para buscar a su hijo caído.

Teseo arribó solo, sin compañías, ni siquiera la de su esposa. Había decidido enterrar a su hijo en silencio cuando fue alcanzado por la hábil lengua del hijo de Dédalo.
El héroe aceptó y el resultado fue mejor de lo que esperaron.
El alma de Hipólito regresó a su cuerpo casi de forma inmediata y padre e hijo regresaron a su hogar.

-Para todo lo que necesites -dijo Teseo antes de partir.

Los resultados fueron tan buenos, que Áxiro no dudó en tomar una dosis y partir rumbo a la tumba de su hermano. Partió sin siquiera despedirse de su mentór. Tenía gran ilusión en volver a ver a Ícaro.
Sin embargo, apenas comenzado el viaje, un fulgor blanco y brillante descendió de los cielos y cayó en el campamento de Asclepio.
Áxiro corrió lo más rápido que pudo, pero era tarde. El rayo del rey del Olimpo había fulminado al médico.
Zeus se encontraba al lado del cuerpo y el hijo del arquitecto pudo ver como el médico ascendía a los cielos, para convertirse en la estrella del portador de la serpiente.
Antes de partir, sintió como el rey de los dioses lo miraba.

«No lo hagas» Sintió que le decían a su cerebro.

Listo era Áxiro para comprender que no podía ni debía desafiar a la muerte, que el destino de todo hombre mortal era la muerte y que sus acciones sí importaban en este mundo y eran tenídas en cuenta.
Finalmente su locura había desaparecido.
Áxiro regresó a Creta para rendir homenajes a su hermano caído y a su médico amigo, que ambos perdieron la vida al ayudarle.

«NUESTRAS ACCIONES EN LA VIDA SÍ IMPORTAN» Es todo lo que podía pensar.

 

Inevitable

Maldito, maldito, maldito, maldito. No me quiero ir, no así. No es justo. Por favor no.

Maldito sea el conductor del camión que decidió cruzar, sin importarle quien pasaba pasaba frente a él.
Maldito sea el conductor del camión violó la luz de alto y que continuó su marcha cuando alguien cruzaba.
Maldita sea mi mala suerte que no pude reaccionar al ver a la mole casi encima mío. Me paralicé y vi mi vida pasar, en mi interior.

Mi esposa y mi niña preciosa, ¿qué harán ahora?. Mi mujer llorará desconsoladamente, no podré evitarlo. Probablemente me convertiré en una añoranza, una foto en su mesita de luz y una lágrima antes de dormir, pero me recordará y yo viviré por siempre en ella.
Pero mi pequeña, la luz de mi vida, que desde su nacimiento me alegró los días y me hizo gustarme mi trabajo solamente para poder comprarle cosas y mimarla. Ella es muy chica, es una niña que apenas gatea. No me recordará. Cuando sea mayor dirá que su padre se marchó cuando ella era muy chica y no tendrá recuerdos míos.
Mi amor, no puedo culparla, yo no puedo olvidar cuando nació, cada vez que le cambié los pañales, cuando dormía junto a su madre y a mi.
Desde que llegó, la relación con mi querida próxima flamante viuda mejoró como no creíamos que fuese posible.
Un embarazo lleno de mimos y caricias y un nacimiento lleno de alegría y puro amor. Hasta que nació, no nos pudimos imaginar los nuevos sentimientos que florecerían en nuestro interior.
La luz me ciega y evoca recuerdos de mi niñez. Mi triste y solitaria vida hasta la mayoría de edad. Mi primer amor, mi primera relación, mi primer trabajo y mi primer día lejos de la casa de mis padres. Mi Dios, ¿es esta mi vida? Simples recuerdos sombríos del crepúsculo de mi existencia.
¿Si he amado, he odiado y he experimentado los placeres de la vida? Entonces, por qué no nace el alba en mis recuerdos.

El ruido de la fricción del caucho me alerta y despierta mis pensamientos. El tan esperado amanecer se hizo presente en la forma de una mujer y de su pequeña compañera. Ahora toda la oscuridad se había alumbrado. Toda mi experiencia de vida iluminaba a mi esposa y a mi niña. Finalmente lo entendí, mi pasado me ayudó a ser quien soy y me empujan a seguir manteniendo encendida la luz de mis recuerdos y de mi vida, mi reina y mi princesa.
Deseo estar con ustedes y verlas crecer.

Maldito, maldito, maldito, maldito. No me quiero ir, no así. No es justo. Por favor no….

…quiero vivir.

Más allá del bien y del mal

-Esa es mi propuesta- dijo.

Se encontraba sentada y en calma. Esperaba una respuesta positiva y si no la tenía, se levantaría y concluiría su visita.
El señor Marcelo insistió en que pedía algo poco serio pero no perdía de vista mis movimiento.

-Señora Velez, entenderá que lo que pide va más allá de mis facultades.

-Lo sé -respondió ella -Entonces me marcho sin antes felicitarle por su negocio, está muy bien diseñado.

El señor Marcelo crujió los dientes. Aquella elegante señora entró preguntando por nuestra pintura más cara, un Goya valorado en  un millón de dólares.
Se trataba de una pintura que juntaba polvo en nuestros almacenes. Nadie había preguntado por aquella obra y al día de hoy sigo sin entender como cayó en nuestras manos.
Aquella era la venta más importante que el negocio tendría en su historia, por un amplio margen de diferencia.
Un negocio pequeño, con ventas lentas y de poco valor. La mayoría se tasaban en unos cientos de dólares y unas pocas superaban los miles. De vez en cuando recibíamos algunas más importantes valoradas en decenas o incluso cientos miles, pero fueron pocos los casos.

La venta más importante fue de unos doscientos cincuenta mil billetes verdes hace ya tres años y se trató de una operación que costó esfuerzo y salud pero que finalmente se hizo.
Sin embargo, ahora se trataba de una obra cuatro veces superior en costo a la más vendida en la historia del negocio y que prometía ser una operación limpia.
Como siempre, el ocho por ciento de la venta sería para el negocio y esos ochenta mil dólares eran deseados.
Rosaria Velez era una mujer joven, hermosa y elegante. Su forma de andar, su pausa al hablar, su serenidad y su calma le hacían aparentar más edad, pero su rostro sin arrugas demostraba lo contrario.
Sin dudas, era un cliente distinto a los que hemos tenido.

-Vi en Internet que venden una copia certificada del Saturno de Goya -dijo, al ingresar.

Fue atendida por el señor Marcelo, dueño del negocio.

-Así es- respondió con una sonrisa.

La invitó a tomar asiento y le ofreció una café que ella aceptó con gusto.

-Marcelo Turín, encantado -se presentó.

-Rosaria Velez- respondió la mujer, extendiendo la mano en señal de amistad.

-«Saturno devorando a su hijo», una hermosa pintura de Francisco de Goya, única copia conocida del cuadro- comenzó.

-¿Usted cree que es una copia o un boceto?- Preguntó la mujer, dando un sorbo a la bebida para luego dejarla y acercar el azucar.

-En mi opinión es un boceto. Hay sutiles diferencias con el cuadro original, como si se tratara de pruebas que Goya realizaba.

-¿Y su precio?- Interrumpió la señora.

-Verá, se trata de una obra autenticada, una joya pintada por el maestro español. Entenderá que su precio es alto por esto.

-Lo entiendo. Dígamelo por favor.

-Está valorada en novecientos ochenta mil dólares -respondió el señor Marcelo.

Se lo notaba nervioso, aún más que al momento de calcular los gastos del mes.
La cifra le incomodaba al no tener experiencia en ese tipo de tratos pero trataba de mantener la compostura. Lo ví dudar si debía tutearla o seguir tratándola de usted.
Los tres empleados de la tienda mirábamos la situación a la distancia y esperábamos impacientes la respuesta de la mujer.

-Comprendo. Me parece razonable. Me interesaría verla -respondió.

En ese momento la cara del señor Marcelo se enserió y era entendible el por qué.
Un sueño con hadas que pretendían convertirse en piratas.
Una vil ladrona disfrazada de una frágil mujer pretendía arrebatar la pintura de nuestras manos y causar grandes estragos.

-Discúlpeme, señora Velez. Por razones de seguridad no podemos traerla, espero sepa comprenderlo.

Hubo una pausa de unos segundos y finalmente ella respondió.

-Espéreme un momento- dijo y tomó su celular. -¿Puedes venir con las llaves? -se  escuchó decir y luego colgó.

Segundos después un hombre esperaba que le abran la puerta del negocio.

-Es mi chofer-dijo la mujer.

El señor Marcelo dio la órden y le abrieron la puerta.
Aquel hombre llevaba puesto un finísimo traje y era dueño de una elegante postura.

-Aquí tiene, señora -dijo y se marchó.

-Señor Turín, aquí tiene las llaves de mi auto, un Rolls Royce valorado en una cifra similar a la del cuadro y además le dejo mi documento para que retenga ambos hasta que yo me vaya de aquí, en señal de amistad y para probarle que no pretender robarles el cuadro.

El señor Marcelo tragó saliva y aceptó las condiciones.

-Ya se lo traigo- respondió.

Luego se levantó de la silla y me vino a ver.

-Averigua lo que puedas sobre ella hasta que yo llegue con la pintura y haz una copia del documento por las dudas.

-Bueno- acaté.

La búsqueda no fue dificil y al primer resultado en Internet apareció la imagen de la mujer sentada en nuestro negocio, tomando un café de dos dólares.

-Rosaria Velez, única hija de un millonario coleccionista de arte recientemente fallecido. Heredó de su padre una fortuna estimada en un patrimonio de cien millones de dólares -le dije al señor Marcelo cuando regreso. Lo vi tragar saliva y bosquejar una sonrisa.

-Si sale los invito a comer al mejor lugar que encontremos -me dijo antes de regresar con la mujer.

-Sepa disculparme, aquí tiene las llaves de su auto y ahora le daremos su documento, le están haciendo una copia.

La mujer asintió con la cabeza y fijó los ojos en el cuadro.

-Saturno o Cronos, hijo de Urano y de la madre tierra. Al igual que su padre, temía ser destronado por uno de sus hijos y los devoró uno a uno -comenzó a relatar la historia, pero fue interrumpido.

-Conozco la mitología, no hace falta el relato.

El señor Marcelo comprendió y guardó silencio mientras que la mujer revisaba el cuadro.

-Entonces, ¿le interesa?- finalmente preguntó.

-Lo siento pero no estoy convencida- dijo ante nuestra decepción. -Buenas tardes a todos- se despidió.

-Buenas tardes -respondió el señor Marcelo, visiblemente desilucionado.

La mujer se dirigió a la puerta pero se frenó, algo le faltaba.

-Mi documento- dijo en voz alta.

Ante la excitación de la posible venta me habia olvidado por completo de devolver aquel elemento.

-Lo siento- dije mientras  me apresuraba. -Aquí tiene.

-Gracias- respondió.

Fijó sus ojos en mi. Tenía una mirada penetrante y no pude aguantarle el nivel. Mis ojos cayeron al suelo en menos de un segundo.
Me puse un poco incómodo y se ve que ella se divertía con mi timidez.

-Creo que he cambiado de opinión- le dijo al señor Marcelo sin quitarme los ojos de encima. -Estoy dispuesta a hacerle una propuesta por el cuadro.

-Me alegra mucho- estalló él.

-Le pagaré el total del cuadro ahora, en efectivo, pero tengo una condición.

-La que quiera.

-Quiero que este joven me acompañe en una salida, en este momento.

Todos nos quedamos paralizados.

-Perdón, señora Velez, creo que no le entendí bien. ¿Dijo que compraría el cuadro si Fede sale con usted ahora?

-Es correcto.

-¿No le parece que es algo poco serio eso?

-Esa es mi propuesta- dijo.

Se encontraba sentada y en calma. Esperaba una respuesta positiva y si no la tenía, se levantaría y concluiría su visita.
El señor Marcelo insistió en que pedía algo poco serio pero no perdía de vista mis movimiento.

-Señora Velez, entenderá que lo que pide va más allá de mis facultades.

-Lo sé -respondió ella. -Entonces me marcho sin antes felicitarle por su negocio, está muy bien diseñado.

Nuevamente la mayor venta de la historia se esfumaba y esta vez era por culpa mía. No podía dejar que esto termine así, debía hacer algo.

-Acepto- intervine.

El señor Marcelo me miró, reprochando mi actitud y cancelando el trato. El quería protegerme y yo a su vez, quería ayudar al negocio, no solo porque él era como mi padre, sino porque realmente necesitábamos la venta.

-¿Tenemos un trato?- me preguntó la señora Velez.

-Si- respondí, sin dejar hablar al señor Marcelo.

-Entonces, déjame concluir la compra y luego iremos a un exclusivo restaurante -me dijo. -Prepárate para experimentar cosas que nunca has imaginado.

Tragué saliva y esperé entre impaciente e incómodo que llegará el momento en que deba concretar mi parte en la venta.
El señor Marcelo pasó más tiempo pensando en mi que en el casi millón de dólares frente a sus ojos que había traído el chofer de la señora Velez.

-Vamos- me dijo al cabo de media hora, luego firmar los últimos recibos.

Vine a recoger mis cosas y a embalar el cuadro para llevarlo. El señor Marcelo me detuvo y me abrazó. Me dijo algo intentendible, algo mezclado de nervios y gratitúd. Yo simplemente le sonreí y le pedí que no se preocupara, que iba a estar bien.

Aquella sería la primera vez que saldría con alguien de las condiciones de la señora Velez, una mujer dispuesta a gastar un millón de dólares a cambio de una pintura y una salida conmigo. Alguien que, por su condición, se encontraba más allá del bien y del mal.
Debo confesar que estoy bastante nervioso, pero debo dejar estas notas y partir. Ella me está esperando.

Miedo

-Tengo miedo.
-No tengas miedo.

-Esto me da miedo. No lo puedo evitar.
-El miedo es útil. Úsalo.

-¿Qué el miedo es útil?. El miedo me da más miedo. ¿No lo entiendes?
-El miedo es un arma. Puedes llorar y esconderte. Pero tarde o temprano deberás enfrentarlo.

-¿Enfrentarlo?. No, yo no puedo. Todo esto me supera. El miedo me bloquea.
-Vamos. Arriba. El miedo está en tu cabeza. Debes actuar ya.

-Estoy paralizado. No puedo moverme. El miedo me afectó las piernas. Quiero que termine todo esto. Por favor.
-El miedo no se rinde tan fácilmente. ¿Piensas que con pedir que se termine todo esto se termina?. Sal y combate. Es tu oportunidad. No la desaproveches.

-¿Acaso no me escuchas?. Mis piernas están rígidas. Mis maños tiemblan. Mi cabeza está bloqueada. Mi sangre está demasiado fría. El miedo gana la batalla.
-Por favor, que pesimiste éres. ¿Te vas a dejar arrastrar por el miedo?. Puedes superarlo. Confío en tí. Éres valiente y gallardo. ¡Ánimo!.

-No, no puedo. Voy a ceder. Es más fuerte y poderoso. Yo soy solamente un mero mortal y el miedo es eterno. Hombres más valientes lo tuvieron. Vete tú y escapa. Yo me quedaré.
-¿Qué tonterías dices?. Estamos juntos en esto. No te dejaré por nada. Yo estoy aquí para ayudarte y no me moveré. Conmigo derrotarás al miedo. Conmigo serás libre y nunca estarás encerrado. Cree en mi.

-¿Qué crea en tí?. Si tú fuiste quien me metió en esto. Tú eres él causando de que mi mayor miedo se haya vuelto realidad. ¿Por qué sigues aquí?. Vete. Abandóname a mi suerte. Esta batalla está perdida. No puedo ganar.
-Por eso me quedaré aquí. Estaré a tu lado pase lo que pase. No me iré. Enfrentaré al miedo que tienes y daré mi vida por destruirlo. Pero necesito de tu ayuda. Necesito que ya reacciones y ayudes en la lucha. Dependemos de tí. Dependemos de tu fuerza y bravura.

-¿Mi bravura?- Confías mucho en mi. También confiaste al acompañarme. No es tu culpa sino la mía. Por mi estás metido en esto. Perdóname. Por eso te pido que te vayas y me dejes. Me enfrentaré sólo al miedo. ¡Vete!
-Ya te dije que no te dejaré. Estaré aquí por tí y aquí me quedaré así que deja de insistir. Estamos en esto juntos. Será tu miedo, pero ambos lo enfrentaremos. Escucha mis palabras. Siente mi amor. Se que puedes ganar. Pero, por favor, hazlo ya. No queda mucho tiempo.

-Realmente éres especial. Estás conmigo a pesar de donde nos puse. Frente a frente al miedo que siento y tú no te mueves de mi lado. Me das esperanzas. Puedo ver la luz. Si se puede. Puedo lograrlo. Por tí.
-Confía en tí mismo. Tienes un gran futuro, pero solo lo alcanzarás si aquí y ahora ganas la batalla contra el miedo. Éres capaz de muchas cosas. Lo sé porque te conozco desde hace años. Se lo que piensas y lo que sientes. Cree  en tí. Lucha. Lucha y ganarás.

-El miedo es poderoso. Pero yo puedo ganarle. Se que puedo. Ahora lo sé. Ahora que tu me hablas lo entiendo. Lo comprendo. Hay una fuerza más poderosa.
-¡Eso es! Por fin lo entiendes. Hay una fuerza más poderosa que el miedo. Por eso estoy aquí. Para ayudarte a encontrarla. Búsca en tu interior, en tu corazón. Encuéntrala.

-El amor. El amor vence al miedo. El amor de dos personas. El amor que compartimos. El amor puede ayudarnos. Ahora lo entiendo.
-Si, lo has entendido. Por eso estoy aquí contigo. Por eso no me fui. Es por amor y ante eso, el miedo queda indefenso. Ahora que lo sabes, lucha. Busca la victoria.

-Si, tienes razón. Yo puedo hacerlo. El miedo no me detendrá más. Debo superarlo. Debo hacerlo, por tí.
-Por mi y por ti. Por los dos. Por nosotros. Por nuestro presentete y por nuestro futuro. El miedo no debe ganar.

-Se que puedo hacerlo. Le ganaremos al miedo y triunfaremos. Por tí. Por mi.
-Por nosotros. Por nuestro amor. El miedo se irá. Vamos ya.

-Mis piernas se está moviendo. Mis manos reaccionan.- El miedo está perdiendo.
-Mantente así. Derrota al miedo. Demuéstrale quien manda.

-Es nuestro momento. El miedo retrocede.
-Apura que se nos quema el tiempo. Pon en raya al miedo.

-Le gané al miedo.
-Sabía que el miedo no te ganaría.

El auto arrancó. Su chasis aún chorreaba la fresca sangre de su víctima.
Las sirenas de la ley se aercaban. Debía superar el miedo y escapar. Era ahora o nunca.

Quejas y comparaciones

-¡La puta madre! Que gobierno de mierda- Dijo Matías.

Mi amigo se quejaba que en el viaje que realizaría, no podría comprarse todo lo que quería porque, al aumentar el costo de vida, ya no dispondría de tanto efectivo para la travesía.
En realidad, si podía, pero después su bolsillo sufriría las consecuencias.
Yo por dentro pensaba sobre las ganas de quejarse que llevaba la gente. «Encima que estás viajando» me decía por dentro.

-Junto basura para sobrevivir. ¿Qué querés que haga?- le escuché decir a una persona cuando el policía le llamó la atención.

El mendigo buscaba, en la calle, algo de valor entre los desechos de las personas y a causa de eso,  el tráfico se vio afectado. Un policía fue advertido por un conductor y el agente fue al encuentro del pobre. Hablaron un rato y el primero debió desistir de su actividad y buscar una nueva montaña en donde encontrar algo de oro.

«Pobre tipo» Pensé, mientras que caminaba.
Mientras que habían personas que se quejaban dentro de la comodidad de su casa, habían otras que sufrían el día a día y pensaba que no había peor destino para alguien hasta que la vi y mi corazón se acongojó.
En una silla de ruedas manejada por un hombre mayor, se encontraba sentada una mujer de unos 70 años.
La pobre mujer no poseía ninguna de sus extremidades. Brazos y piernas se encontraban ausentes y la persona se había reducido a un cuerpo con cabeza.
Demasiada pena tuve con ella, aún mayor a la pena que sentí al ver al otro hombre revolver la basura.
Sin embargo, no estaba preparado para lo que sucedió.

La vi a la cara y estaba sonriente. No podía creer como una persona así, en esa situación, aún supiera lo que es sonreir. La curiosidad fue mucha y frené a la pareja para preguntarle a la mujer el motivo de su sonrisa. La respuesta me partió el corazón.
Aquella mujer era lo más cercano a una cabeza viviente. Debía depender de alguien constantemente. No podía ir al baño ni bañarse, no podía rascarse, no podía escribir cuentos ni bailar los diferentes ritmos, sin embargo, poseía un remanente de felicidad.

-Tengo a mis hijos y a mis nietos y los veo felices. Pasé una buena vida hasta mi accidente y ahora disfruto de cada risa, de cada rayo de sol y de cada nuevo día que puedo vivir.
Mi vida no es tan buena y necesito de ayuda constante. No poseo intimidad ni siquiera cuando duermo. Tampoco puedo abrazar a mi marido y muchas veces quise terminar con todo esto hasta que me di cuenta que aún tengo motivos para ser feliz y mi marido detrás mío es uno de ellos. Él me cuida, me cuenta cuentos, me protege y me ayuda en todo. A pesar de mi condición, yo recibo cariños de él, de mis hijos y de mis nietos. ¿Querés saber por qué estoy con una sonrisa? Es fácil: Porque recibo amor todos los días.

El recuerdo de esa mujer me hizo llegar a casa con una lágrima en mi ojo y una sonrisa en mis labios.
Muchas veces nos quejamos de la vida que llevamos. Nos quejamos porque no sentimos que nuestro esfuerzo diario sea meritorio. Nos quejamos porque a otra persona, a un familiar, a un amigo o incluso a un desconocido le va mejor que a nosotros. Nos vivimos quejando y es normal. Uno siempre debe querer superarse y mejorar.
Compararse sirve en parte para buscar una mejor vida y no quedarnos en nuestra «miserable» posición, pero también sirve para amargarnos día a día.
Crecer es un deber, pero nunca dejando de mirar atrás, porque si lo hacemos, nunca vamos a quedarnos satisfechos y nunca vamos a saber cuando realmente tenemos una buena vida.
Siempre van a existir personas mejores que uno, mejores en lo que uno falsamente cree que es mejor, ya sea mayor dinero, mayor reconocimiento, pareja más atractiva, casa más linda y esas cosas y viendo esto, muchos pensarán que es lo mejor para sobrellevar la vida «como debe ser».
Tampoco esta mal, si es el objetivo de uno, pero el problema en este caso es que no se mira para atrás y no se recula la situación.

-No sirve que te compares con un pobre- Me dijeron varias veces.
-Comparándote con un pobre tu vida va a ser siempre un paraiso.
-Comparate con un famoso y verás que mal que la pasás o con tal político que tiene la vida fácil.

Comparaciones, comparaciones y más comparaciones.
Al final de cuentas parace que es lo único que nos mueve y que nos motiva a mejorar.
Si te comparás con alguien mejor, sos un emprendedor y si te comparás con alguien peor, sos un conformista. Todos son 1s y 0s, todo es blanco y negro, todo es extremo.

Considero que hay siempre puntos intermedios en todas las discuciones. Nada es absoluto en esta vida y nada debería serlo.

Miremos hacia adelante, hacia aquellas personas que creemos que realmente disfrutan de la vida, pero miremos también hacia atrás, para nunca dejar de saber lo que tenemos.
Así es como manejo mi vida. Mirando con los dos ojos hacia adelante, para buscar crecer siempre y sintiendo con el corazón a las personas que están detrás, para nunca olvidar lo que tengo.
De esta forma, busco crecer como persona sin conformarme con la vida que me tocó y a su vez, disfruto de la vida que llevo.

Pequeñas claves para la felicidad que te recomiendo no olvidar.

Deja entrar a la felicidad

-¡Esto está todo mal!- le recriminó el jefe.
-¡Dejaste tirado todo otra vez!- le criticó la mujer.
-¿Por qué no comprás un auto como la gente?- le cuestionó su madre. -El hijo de mi vecina Raquel se compró uno deportivo. Claro, él es gerente y tiene que ir elegante al trabajo.

Estos planteos eran los más destacables dentro de los que había recibido Pablo, aquella semana.
Su jefe era, por lo general,  indulgente, pero la situación esta vez era distinta y su benevolente caracter fue reemplazado por un frio temple y una dura mirada. Esta vez no habían perdones que aceptar y si el trabajo no era perfecto, él lo cuestionaría y destrozaría sin consideraciones a su empleado.
Aquel trabajo le había costado a Pablo una gran cantidad de salud, traducido en un sobre esfuerzo de días y semanas. En total, fueron casi 7 meses de arduo trabajo en el que tuvo que sacrificar los fines de semana y los feriados, que eran su descanso, para poder terminarlo en la fecha prevista. Trabajó de Lunes a Lunes, de sol a sol, sin francos ni feriados y sin faltas por enfermedad, cobrando el mismo sueldo y ni un centavo más.
Era de esperarse que esto causó un cambio en la relación entre Pablo y Carla, su mujer.
Ella dejó de trabajar para cuidar de su embarazo.
El médico les dijo que no había de que preocuparse y que el niño nacería sano, pero le dio a la mujer una serie de recomendaciones para que cumpla, entre las cuales era evitar el trabajo y hacer reposo, en lo posible.
El dinero apremiaba y la falta de ingresos de una de las partes les afectaba el día a día.
Era un problema importante, pero entre el problema de dinero y el problema del hijo, la opción elegida fue más que obvia y Carla se dedicó al cuidado de su vientre.
Los días pasaron y poco a poco la pareja fue subsitiendo. Debieron realizar recortes como las salidas en pareja y con amigos y los caprichos en ropa y comida, entre otras cosas.
Sobrevivian, pero al costo de afectar su relación.
Las cosas no venían bien para la pareja y el trabajar de manera casi permanente durante el  embarazo asomó la punta del lápiz que pondría la firma a su separación.
La otrora feliz pareja se desconocía, las conversaciones eran nulas y el silencio reinaba. Él solo prestaba atención a su trabajo y en ella crecía la bronca, angustia y amargura. El silencio a veces era eterno, solo roto cuando Carla le tenía una crítica, como cuando Pablo dejaba la ropa tirada cuando se cambiaba y cosas que antes no repercutían.
Para complicar aún más, la madre de Pablo veía lo triste que estaba su hijo y aprovechaba para meterle alguna comparación odiosa y que no aportaba nada.

-El hijo de ésta…el hijo de la otra…el hijo de tal… A todos les va bien, todos son expertos en sus vidas salvo yo, ¿no, mamá?

Aquella era una frase con la que comenzaba cada discución que Pablo debía afrontar con su madre sin la ayuda de Carla que hacía rato estaba cansada de presenciar ese tipo de peleas y ya no se reunía con ellos.
En cierta medida, Carla también comenzó tener el mismo pensamiento, pero no lo admitía. Veía a su amigas, a su alrededor, todos con vidas normales y cómodas y ella, con 8 meses de embarazo y un marido que trabajaba, trabaja, trabajaba y nunca estaba.

Llegado al noveno mes de embarazo, Pablo entró en su casa con una gran sonrisa. Tenía una gran noticia que contarle a su mujer.
Había llegado el día tan esperado por él, el día en que le contaría una gran noticia a su esposa. Lo había planeado todo. Había reservado un restaurante muy elegante y se había comprado ropa nueva. Además, la pasaría a buscar en un taxi cuyo modelo era el mismo que el auto nuevo que había comprado y que le entregarían la semana próxima. Había planeado cada detalle de aquella noche salvo algo que le sorprendió.
Encontró a su mujer sentada en el sillón. Una amiga le tomaba el brazo con fuerza mientras que le susurraba algo al oído.

«Se fuerte» alcanzó a escuchar Pablo.

-¿Qué pasa?- le preguntó a su esposa.

Carla estaba seria, pero estaba decidida. Ya había hablado todo lo que tenía que hablar con su amiga y ahora era el turno de actuar.

-Quiero que nos separemos- fue la bomba que tiró.

Pablo tenía todo preparado, salvo esto. Luego de meses de lucha, había logrado junto con su jefe completar un proyecto extremadamente importante y habían logrado un trato millonario para la empresa y él, por su gran trabajo, recibiría una cantidad de dinero tan grande, que podría dejar de trabajar durante un muy largo tiempo, aún manteniendo los lujos que quería darle a su esposa y a su hijo.
No le había dicho nada para que sea una sorpresa. Era poco probable que se haga y para lograrlo, todo debía ser perfecto y ese era el motivo por el cual su jefe se enojaba con él y el transmitía su enojo a su casa. También fue el motivo de las largas jornadas de trabajo y del sacrificio que hizo.
Pero ahora nada servía. Su mujer quería el divorcio y no hubo forma de hacerle cambiar de opinión, era demasiado tarde.
Pablo pasó los siguientes días en un hotel. Sin salir, sin hablar con nadie. Estaba deprimido.
Ahora poseía un auto nuevo, dinero y sobre todo, mucha soledad.
Acostado en la cama, mirando al techo, pensó que esto no podía terminar así. Debía recuperar a su mujer y contarle todo, ella va a entender.
Y fue así que salió del hotel y llegó a su casa con la ayuda de su flamante 0 km.
Aún conservaba la llave y la cerradura no había sido cambiada así que entró sin aviso. Sorprendería a su mujer y la recuperaría.
Pero fue ella quien le sorprendió. Carla estaba en el suelo del comedor. Las contracciones eran tan fuertes que no podía moverse.
Pablo la tomó en brazos y como pudo también agarró el bolsito ya preparado y partieron rumbo al hospital.
Carla se subió al auto nuevo y miró a su casi ex esposo pero no emitió juicio. El dolor era en todo lo que pensaba.
El parto pasó y el niño fue retirado de la madre para que lo limpien.

-Se lo devolveremos en unos minutos- les dijo la enfermera.

Carla estaba bastante cansada, sin embargo, necesitaba una explicación de lo que había visto antes.

-Creo que debes explicarme algo.

Pablo sonrió. Finalmente pudo explicarle a la mujer que amaba todo lo que había pasado en los últimos meses y todo lo que había hecho para que ella y su hijo puedan vivir con alegría.
Carla solamente lloró e intensificó su llanto cuando la enfermera le devolvió al recién nacido.

-Hola, Mateo- le dijo al pequeño.

Pablo comenzó a llorar.

-¿Aún quieres llamarlo así?
-Si. Tu padre se sacrificó por su familia y vos has hecho lo mismo por la nuestra. Este es mi regalo y mi forma de pedirte perdón.

Aquel fue el primer abrazo familiar junto al nuevo integrante. Carla cayó rendida de sueño. Mateo copiaba a su madre ante la mirada de su padre.
Pasadas unas horas, el pequeño Mateo se durmió y Pablo aprovechó el tiempo para ir a tomar un café con su madre.

-¿Te acordás del hijo de Raquel?. El que era gerente- le preguntó ella.
-Si, mamá. Me acuerdo. El que se compró un auto deportivo porque tenía que estar elegante en su trabajo.
-Bueno- siguió la madre, sin darle importancia al reproche de su hijo. -Parece ser que se lo embargaron porque no podía pagarlo. Le dijo a todos que era gerente y en realidad simulaba trabajar en esa empresa.

Ambos rieron, comprendiendo que la vida del otro no siempre es como te la pintan y recordando que siempre, siempre y siempre, hay que dejar entrar a la felicidad.

 

Una hermosa realidad

Un pájaro vuela por el cielo. Sus alas se extienden y son envueltas por el viento.
Aquella majestuosa corriente de aire es implacable en su camino y el pájaro no tiene más remedio que obedecer.
Lejos está de ser una de aquellas aves todopoderosas con alas tan potentes que pueden superar la tempestad. Aquel es un simple pájaro que debe ceder ante su destino, uno más del montón.
Sin embargo, el ave es ingenua y no comprende lo que en verdad le está sucediendo.
Piensa que sus alas son las que lo guían, sin ningún tipo de traba ni barrera. Se cree libre y feliz. Cree que es dueño de su propio camino.
No se da cuenta que algo más fuerte lo está llevando, lo conduce al camino que más cree conveniente sin preguntarle a las alas si es que allí desean ir. El ingenuo pájaro vuela todos los días en una dirección que no conoce y sin embargo piensa que es la correcta.
Por el camino se van sorteando obstáculos y diversos problemas que el pájaro debe afrontar.
Algunos los supera y otros no, debiendo pedir ayuda constante al viento, el cual siendo todopoderoso, siempre lo pudo ayudar.
Por cada problema que el viento resolvía, la vida del ave fue mejorando, afianzándo el vínculo entre ambos. Era un síndrome de Estocolmo permanente, donde el viento mantiene cautivo ser alado y éste último cree que su captor le está haciendo un bien. Lo cierto es que el viento considera eso y cree que está actuando de la mejor manera por el bienestar de su protegido, sin llegar a entender la realidad.

Los días pasan y el viento no cesó.
El pichón fue creciendo hasta convertirse en adulto ante la mirada de su guardían que estaba más que orgulloso de su protegido.
Un día el pájaro vio a otra ave, de color rosado, delante de él. Volaba hacia su dirección, pero por algún motivo no pudo esquivarla. Sus alas no respondían sus órdenes y las dos aves chocaron.
El enojo del ave de color se pasó rápidamente al ver el rostro de tristeza del otro pájaro. Se lo notaba arrepentido y ese sentimiento provocó una revolución en su interior.
Pasaron un rato juntos, pero no podían mantener el paso. El ave rosa fluía con el viento mientras que la otra volaba de forma estática y siempre con la misma velocidad.
Discutieron. El ave rosa le dijo que no sabía volar y que dependía del viento para moverse.

Se separaron, ambos con el corazón roto. Sin embargo, las palabras de la bella rosada permanecían en su interior.
Tiempo después, quiso tomar otro camino, volar en otra dirección de la que ofrecía el viento y notó que no pudo hacerlo.
Finalmente entendió que no estuvo volando durante estos años sino que fue el viento quien lo empujó todo este tiempo. Las alas del ave se mantuvieron siempre abiertas, simulando el vuelo, pero era aquel elemento primordial el que realizaba todo el trabajo.

La realidad es que el pájaro nunca voló y al querer soltarse del viento, cayó. Sus alas no sabían como mantenerse en el aire.
Estaba cerca del suelo cuando pensó que se estrellaría y perdería la vida. Sin embargo, algo le detuvo la caída.
Una bella ala rosada le salvó. Un ala conocida para él, perteneciente a un ave a la cual creía que no volvería a ver.
Estaba equivocado. Aquella ave colorida nunca lo dejó. Permaneció en las sombras, día y noche hasta que él entendiera que debía comenzar a volar por su cuenta. Confiaba en él y lo esperaría para ayudarle a volar cuando cayera.

Al verlos, el viento los levantó en el aire y les dijo que sus torbellinos no los llevarán a menos que ellos así lo deseen.

Desde aquel entonces, aquella ave voló en libertad, buscando un nuevo camino, volviendo a empezar, aunque esta vez, con el ave rosada a su lado, sonriéndole por toda la eternidad.

 

Vos sos mi bella rosada, quien me mostró que hay otro camino por seguir, uno según mis propios deseos.
Vos sos quien me ayudó a comenzar nuevamente, a poner en funcionamiento mis oxidadas alas y enseñarme a usarlas.
Vos sos la que me esperó a que yo mismo me diera cuenta de mi realidad, de la falsedad con la que vivía, de la burbuja que era mi mundo al que creía falsamente pefecto.
El haberte conocido me cambió la vida, me hizo ser mejor ave. Me hizo crecer y madurar. El haberte conocido me mostró que hay otras realidades, más duras, pero más satisfactorias, donde el camino puede ser más dificil, pero la travesía es más reconfortante.

Vos sos mi bella rosada.

 

El compañero ideal

Los extremos nunca fueron buenos para una persona. No todo es blanco y negro.
Los distintos matices del gris intermedio son los que diferencian el camino de cada una de las personas que habitan este mundo.
El enamoramiento se basa en un principio en la atracción física. Evidentemente no nos podemos enamorar si no nos sentimos atraidos hacia la otra persona.
Por el contrario, el amor hacia otra persona se puede producir por muchos factores;

 

Rocío tenía una dificil descición.

Le gustaba estar con Federico, porque junto a él, ella era ella. En otras palabras, junto a él, Rocío se relajaba y disfrutaba de la vida.
No solo eso, sino que durante el tiempo en el que estuvieron juntos, ella realizó varios proyectos personales y mejoró considerablemente su calidad de vida.
La pasaba bien con Federico, pero había un problema y este era que no se sentía atraida por él e intentaba postergar lo más posible los encuentros intímos.
Su pareja, por el contrario, buscaba constantemente la forma de acceder al cuerpo de su pareja.

Por el otro lado, estaba Agustín y cada vez que ella lo miraba, su cabeza se nublaba y  su sexo se humedecía.
En cada encuentro que tenían, ella no podía contener las ganas de amarlo en la cama.
Agustín era atractivo por donde se lo mire y Rocío lo presumía ante todos.
Junto a él, ella experimentó placeres que nunca había vivido.
Pero había un problema y este era que después del sexo, cuando la adrenalina del momento se disipaba, aparecía el silencio.

Rocío intentaba romperlo, un poco nerviosa, contanto algún chiste o hablando de temas sin sentido. Ella sabía que se estaba comportando de manera infantíl, pero no lo podía evitar.
Rocio no podía continuar con su extenuante vida y sabía que había llegado el día en que debiera elegir entre ambos. Entre su amor y su enamorado.

– o –

Habían pasado un par de años desde que la conoció y Federico aún se comportaba de manera infantil al lado de ella. El estaba perdidamente enamorado de Rocío y sentía mucha atracción hacia su magnífico cuerpo. Por este motivo intentaba poseerla casi todas las noches, aunque muy pocas veces lo lograba.
Federico pasaba todo el día pensando en ella, desconcentrandose en su trabajo, distanciándose de sus amigos y de sus pasatiempos y sobre todo, de su vida.
Pasaba día, tarde y noche buscando la forma de sorprender a su pareja. La atracción que sentía hacia su cuerpo no se había desvanecido con el paso de los años y, por el contrario, ésta aumentaba cada vez más.

– o –

Agustín estaba enamorado de Rocío, o mejor dicho, de su cuerpo y sabía que ella le correspondía el sentimiento. Pero sentía que mas allá de la lascivia, no tenían temas en los que hablar, no tenían proyectos que compartir. Muchas veces sus únicas conversaciones eran los propios acontecimientos de la vida.
Él sentía que quería más y ya dudaba sobre ella.
Ella actuaba de forma infantíl y Agustín sentía que ella intentaba complacerlo de mil maneras distintas.
Estaba aburrido, sin embargo, la atracción que sentía por el cuerpo de su pareja era muy grande. En otras palabras, estaba enamorado de ella, pero no la amaba y debía decidir si sería suficiente para su futuro.

– o –

Entonces, ¿cúal es el verdadero sentimiento? y por sobre todo, ¿ha quién elegirias?

From your Valentine

En el cielo, una gaviota busca volando a su presa. Durante varios segundos se conecta con ella, entiende sus movimientos y como va a reaccionar. Todo depende de la buena o mala punteria de la gaviota al sambullirse la fria agua. Parece que va a lograrlo, pero no. La gaviota cae herida al mar donde muere minutos después.

Una flecha lanzada desde la orilla dio por concluida la vida de la gaviota. El hombre que la lanzó no sentia odio hacia ella, ni lastima, ni rencor. Tampoco buscaba venganza. Solo atinaba su punteria.

Una flecha puede causar mucho dolor. Puede causar la muerte y el agonizante sentimiento del sufrimiento. Pero, a pesar de ello, la historia nos hizo creer que las flechas eran simbolo de amor, de enamoramiento y de pasión.

Afrodita, la diosa del amor entre los antiguos griegos, nació de la espuma del mar que fue fecundada con los genitales de Urano, el cielo. Para los antiguos griegos, los genitales eran las joyas de los dioses, eran los elementos con que se creaban otros seres poderosos.

Entonces,  la diosa del amor nació gracias a las joyas del cielo junto al mar.

Afrodita tuvo un hijo, el dios del enamoramiento llamado Eros para los griegos y Cupido para los romanos. A Cupido se lo personificaba como un hombre adolecente, le gustaba jugar y divertirse pero con momentos serios.

Cupido pasaba el día haciendo enamorar a parejas disparejas. Parejas que no tenian razon de estar juntos y disfrutaba viendo como se terminaban separando por lo diferente que eran. Se podria decir que disfrutaba haciendo enamorar y viendo como se terminaba el amor. Esto lo lograba mediante unas flechas magicas que clavaba en sus victimas para que se enamoren de la persona que recibió el otro flechazo (me flechó).

Hoy es el día de San Valentin. Valentín nació durante las cruzadas, momento en que se perseguía y castigaba el Cristianismo duramente, más, entre el ejercito. Valentín casó en secreto a varios soldados bajo el Cristianismo y por eso fue apresado y condenado a morir bajo un centenar de flechas. Antes de morir le escribió a su amor una carta de despedida firmada con “De tu Valentín» ó en inglés, «From your valentine”, expresión que se usa hoy en día en cada carta escrita y firmada un 14 de Febrero. Luego de morir lo santificaron.

Con esto quiero que veas la relación historica del amor y la vida que el hombre creó con el paso del tiempo.

No se si daría toda mi vida a uno de los amores que se tienen en la vida.

Pero de lo que si estoy seguro es que daría toda mi vida por mantener al amor que te tengo hoy en día.

Cupido nos flechó y hasta que no terminemos como Valentín, disfrutemos de nuestro amor.

FROM YOUR VALENTINE

¿Qué pasaría si…

1) …una guerra mundial hiciese desaparecer al 99% de la población mundial?

Si solamente quedaran unos pocos seres humanos habitando en toda el planeta:

¿Seríamos capaces de sobrevivir?

2)…esa persona a la que tanto querés, vive una vida feliz con otro?

Si la querés y amás en silencio mientras que es feliz con otra persona:

¿Serías capaz de confesarle tu amor arriesgandote a entristecerla y perderla para siempre?

3) …una enfermedad zombie enfermara a tu pareja?

Aunque sea un no-muerto sigue siendo, por fuera ,la persona a la que le aceptaste el amor:

¿Serías capaz de matarlo o permitir que otro lo mate?

Que lindo sería que si ese otro que te hace feliz, despues de una pandemia mundial, vuelve a vos convertido en zombie y yo pueda estar allí para salvarte y decirte: «él ya está muerto, pero yo estoy aquí por y para vos».

¿Hace falta el apocalipsis para decirte que te quiero?