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Historias de causalidades 2

Ismael caminaba de un lado a otro.

El médico aún no llegaba y su esposa daría a luz en cualquier momento.
Iba y venía dentro de la sala, calmando los gritos de dolor de su mujer.
El bebé estaba en un apuro por nacer, adelantándose dos semanas de la fecha prevista.
Al avisarle, su médico emprendió la vuelta de sus vacaciones, pero nadie sabría si llegaría a tiempo para recibir al bebé.

 

Romina se desesperó.

Los nervios le invadían y nada podía calmarla.
Por primera vez en tantos años de trabajo, sufrió una amenaza de bomba por teléfono.
El hotel se preparaba para recibir al presidente, entre otros huéspedes.
Recurrió al dueño y entre lágrimas y miedo, le rogó que se ocupe de la situación.

 

Jesús se fastidió.

Su jefe, sin pensar en él o en Rosa, la otra empleada de limpieza, decidió quedarse después de hora tomando unas copas con otra persona.
Esa noche era su aniversario de casado, sin embargo, si abría la boca, probablemente sería despedido en ese mismo instante y el dinero del trabajo era de vital importancia.
El tiempo se consumía y  su ídea de festejar junto a su esposa  se echaría a perder si seguía demorándose.
Ya era tarde y su teléfono sonó. Era su esposa, seguramente enojada por la tardanza del hombre.

 

Luciana se enfureció.

Las reservas que habían hecho para sus vacaciones habían sido canceladas por problemas en el hotel.
Había planeado las vacaciones con tiempo suficiente como para darle a su marido un respiro del hospital.
Las fechas confabularon a su favor y nadie debería haberlos molestado.
La cancelación de su hotel, sin embargo, era algo que nunca podría haber previsto.
En compensación le ofrecieron hospedarse en una posada de ensueño, con bebidas y comidas incluidas sin cargo y con todos los placeres que el establecimiento podía brindarles. El cambio parecía bueno, salvo por un pequeño detalle, estaba a pocos kilómetros de distancia del lugar de trabajo de su marido.
La estancia fue agradable, hasta que su marido recibió una llamada del hospital. Un bebé se habia adelantado y debía recibirlo. Por suerte podría hacerlo y volver a la posada en el mismo día.

 

Linda entró en su casa.

Estaba muy emocionada por todo lo que había sucedido aquel día.
Todo le había salido bien y para mejorar las cosas, su marido no se encontraba en la casa.
Era su aniversario y ella quería prepararle una grata bienvenida de su trabajo.
Quería reconocerle todo su esfuerzo para que ellos pudieran llevar una buena vida en éste nuevo país donde se habían mudado y para eso, le prepararía una grandiosa comida.
Necesitaba tiempo y sabía que su marido saldría dentro de poco del trabajo.
No quería llegar hasta ese punto, pero no le quedaba otra.
Debía llamarle y pedirle que aún no regrese a su casa. Linda rezaba para que no se enoje.

 

Tristán tenía miedo.

Recibir al presidente era algo que no tenía en mente y era algo que no quería.
Su hotel era simple pero brindaba todas las comodidades que pudiera uno desear a muy buen precio.
Tenía fama de ser un lugar tranquilo, un lugar de vacaciones para familias y parejas donde pudieran olvidarse del estrés cotidiano.
Las cosas le iban bien. Vivía tranquilo y sin preocupaciones hasta que recibió la llamada.
El presidente quería hospedarse en el hotel, pero no todo era color de rosas.
La noticia tomada con alegría en un primer instante, fue tomando rumbo opuesto debido a las normas y requisitos del jefe de seguridad del mandatario.
Las exigencias eran tantas que Tristán ya no quería recibirlo y prefería mantener las relaciones con las familias.
Los nervios le invadían y necesitaba buscar una solución. Luego de pensar y pensar, solamente se le ocurrió una, aunque era exagerada, podría funcionar.

 

Todos estos son meros ejemplos de que nuestra vida está guíada por las causalidades y todo lo que pasa y pasará, es por algún motivo y para el beneficio de otros (y a veces, del nuestro).

Historias de causalidades

Javier se había perdido.

Estaba oscureciendo y no conocía el camino de regreso al hotel.

Había dejado el mapa en el restaurante donde tomó unas cervezas y no se dió cuenta hasta ya haber caminado varias cuadras en una dirección determinada.

Había llegado hasta un barrio recidencial y no se vislumbraba a nadie por el camino. No había nadie a quien preguntarle el regreso a su pequeño hotel de una estrella y Javier se estaba comenzando a preocupar.

 

 

Lucia estaba nerviosa.

Ese día debía presentar su tesis para recibirse.

Había pasado toda la noche en vela, estudiando. Poseía todos los temas en la cabeza, sin embargo, la magnitud del evento era tan grande que le hacía dificil concentrarse.

Como ya era tarde, salió de su casa apresurada. Quería llegar con tiempo a la universidad, pero para su mala suerte el tráfico era un caos. Luego de varios minutos de espera sin avances, decidió bajar del táxi e ir corriendo. Sabía que no llegaría a tiempo.

 

 

Juan estaba cansado.

Salió de la oficina mas tarde de lo que debía y debía apurarse a llegar a su casa.

Decidió tomar un taxi y bajarse a dos calles de distancia para que su esposa no descubra que volvió sin su auto, aunque no sabía como iba a poder disimular el olor a alcohol que tenía impregnado.

Cuando bajó, tropezó con un joven nervioso que estaba perdido, buscando el camino de regreso.

A pesar de estar apurado, Juan le ayudó. Él conocía donde quedaba aquel pequeño hotel.

Su dueño y Juan eran amigos y en esa noche estaban tomando unas copas en la oficina del último.

Fueron unas cuantas copas que obligó al personal de limpieza permanecer horas extra en la oficina.

Entró por la puerta trasera de la cocina y su mujer no se encontraba. Al ver una botella de vino, la abrió y se dispuso a servir dos copas.

 

 

Leo se estaba poniendo el casco.

Había decidido ir en moto. No estaba con ganas de ir, pero igual tenía que hacerlo, se lo había prometido a su primo, el dueño del restaurante, debido a que uno de sus mozos no iria a trabajar.

Para su buena suerte la única mesa de la tarde fue ocupada por un turista que ordenó un par de cervezas y las pagó por adelantado.

Luego de atenderla, el primo de Leo le agradecio la ayuda brindada y lo dejó en libertad.

Como aún era temprano, decidió aprovechar el tiempo y adelantar los trámites para que le otorgen el título, aunque el tráfico que había casi lo hizo cambiar de parecer.

Al estar con la moto, sorteaba el alboroto de autos con bastante facilidad y llegaría en muy poco tiempo a su destino.

En un momento una chica bajó de un táxi en plena calle y Leo estuvo a punto de arrollarla.

Él la reconoció, era una compañera de la universidad que estaba entre nerviosa y desesperada por llegar para presentar su tesis.

Leo se ofreció a llevarla.

 

 

Claudia tenía todo listo.

Su marido le había prometido que la ayudaría a cocinar la cena, pero ya se había retrasado.

Le prometió que saldría mas temprano de la oficina y que iría a su casa para que juntos cocinen, como lo solían hacer.

Había ido a comprar todos los ingredientes, junto a un par de botellas de vino. La idea de cocinar juntos le emocionaba mucho.

La espera continuaba y la preocupación aumentaba cuando una sirena se escuchó a lo lejos y su sonido se hizo cada vez mas y mas fuerte.

La ambulancia se había detenido a dos casas de distancia y olvidandose completamente su marido, decidió ir a contemplar la situación.

Minutos mas tarde fue sorprendida por su marido quien le dió un gran abrazo mientras que ella seguía contemplando la escena. Claudia sonrió y volteó para besarlo.

Su marido tenía mucho olor a alcohol. El había abierto una de las botellas de vino y como torpe que es, se le había caído y el contenido se derramó en su ropa.

 

 

Julián decidió cerrar mas temprano su negocio y decidió ir a tomar un café.

El restaurante estaba vacío y una sola mesa tenía rastros de haber sido ocupada. Sobre ella se encontraban un par de cervezas vacías y un mapa turístico.

Julián pudo elegir el lugar que mas le guste para sentarse y eligió uno frente a la ventana.

Por primera vez en el día se estaba relajando.

Se dispuso a leer el diario, intentando concentrarse a pesar del ruido proveniente de la calle.

Una ambulancia se hacía paso entre los autos para luego frenarse en la puerta del restaurante.

Julián vió como el conductor entró apresurado pidiendo direcciones. Debían llegar a una residencia y el GPS se había estropeado.

Viendo hacía la otra mesa, recordó que sobre ella había un mapa, aunque turístico, serviría y se lo entregó al chofer.

Este último, agradecido, retornó al vehículo y le entregó el mapa al medíco que viajaba en el otro asiento.

 

 

Todos estos son meros ejemplos de que nuestra vida está guíada por las causalidades y todo lo que pasa y pasará, es por algún motivo y para el beneficio de otros (y a veces, del nuestro).