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Locuras del sano

«Esto es más que un cuento, es una historia para recordarme el conocimiento que solía tener en materia de mitología griega.
Por un lado tenemos a Áxiro, que es un invento mío, hijo del tristemente célebre, Dédalo, padre de Ícaro.
Por otro lado tenemos a Asclepio, dios de la medicina, cuya historia está poco desarollada y es por ese motivo que decidí utilizarlo. Ofiuco, como fue conocido posteriormente, tuvo gran importancia en los mitos, al punto de que fue acendido a los cielos, constituyendo el treceavo signo del zodíaco (olvidado para el horóscopo).
Es una historia exclusivamente para los amantes de la mitología, quienes podrán apreciar lo bien que quedó enganchada la historia con la ya conocida.»

 

Áxiro era el hijo menor de Dédalo, el gran arquitecto griego y por ende era hermano de Ícaro.
Áxiro vivia en exílio a causa de su padre, quien lo envío lejos para curarse la locura de su mente.
Áxíro era conciente de que, a pesar de que era extremadamente inteligente, sus pensamientos eran extraños y que causaba miedo en los hombres.
Con el correr de los años, sus brillantes, pero temidas, ideas fueron perdiendo humanidad y su mente se alejaba de la realidad donde vivía. Solamente su hermano mayor lo calmaba y le hacía mantener los pies en el suelo.
Áxiro amaba a su hermano, era su protector y su mentor y a su muerte, perdió completamente el sentido de la cordura.
Ícaro había muerto por su culpa, por desafiar el límite de las álas que había creado junto a su padre para escapar de la tiranía del rey Mínos.
Creyó ver al dios Sol y quiso seguirlo, sin importar que las álas que crearon se estaban derritiendo, haciendo que los hijos  del arquitecto se precipitaran al suelo.
El mayor, en un último gesto de amor, amortiguó la caída del pequeño, salvándole la vida.

Dédalo no supo que hacer. Al perder a su hermano, su hijo ya no vivía en este mundo. Estaba totalmente perdido.
Una tarde llegó a sus oídos que Asclepio, hijo del dios Apolo y poseedor del título del primer médico humano, estaba en la ciudad y decidió ir a verlo.
Asclepio examinó al pequeño y con una sonrisa tranquilizadora le dijo al mayor que su hijo tenía cura, pero que costaría tiempo y dinero.
Dédalo aceptó y dejó a su hijo en cuidado del otro hombre.

Así comenzó la historia de estos dos compañeros.
Áxiro encontró calma en la medicina y ayudar a curar a la gente lo regresaba a este mundo.
Gracias a su ingenio, la pareja pudo desarrollar tratamientos médicos y medicinas sanadoras. Estando conciente de la realidad, la inteligencia de Áxiro floreció y demostró ser superior a la de mortales y dioses por igual.
Sin embargo, a los ojos del mundo, Asclepio estaba solo.
Áxiro había perdido la vida en su locura, fue la versión que su padre dijo para proteger a su hijo. Esto él lo entendía y aceptaba con gusto. Por fin se sentía en calma y no le importaba que su nombre sea recordado.
Asclepio atendía solo a los pacientes y solo en contadas ocaciones Áxiro ayudaba, pero bajo otro nombre.

Se cuenta que durante uno de sus viajes, se toparon con Hipólito, hijo de Teseo y que poseía una enfermedad terminal. Al ser una enfermedad nueva para ellos, no pudieron encontrar un tratamiento efectivo y el hijo del héroe murió agonizando durante la tercera noche del tratamiento, bajo la vela de Áxiro.
Al ver el rostro del difunto, Áxiro no pudo evitar recordar a su hermano fallecido y sintió gran pesar en su corazón.
En silencio se prometió agotar su vida para que su hermano recupere la suya.

-No descansaré hasta reencontrarme con mi hermano Ícaro- le dijo a su mentor.

Asclepio lo miró, preocupado que su locura vuelva a aparecer despues de tantos esfuerzos.

-¿Cómo planeas hacerlo? -preguntó el médico.  -Tu hermano está muerto, su alma se encuentra en los dominios de Hádes.

Áxiro lo miró, dudando de la pregunta del otro, creyendo que la respuesta era evidente.

-Vamos a revivir a los muertos -afirmó.

Asclepio lo miró con preocupación. -Estás demente Áxiro. La locura ha vuelto a ti- se lamentó. Si quieres hacer esto, estarás solo, sin mi ayuda. Yo no seré parte de tus locuras ni de las consecuencias que esto pueda provocar.

Sin embargo, Áxiro era habil de palabra, capaz de convencer hasta al propio Odiseo.

-¿Acaso no buscas la inmortalidad? Fue lo que me mencionaste una vez, en Delos. Si engañamos a la muerte, no solo serás inmortal, sino que tu nombre será hablado y recordado por toda la eternidad. ¿No quieres eso?

Aquellas palabras fueron suficientes para el médico, que accedió al plan sin más miramientos.

-De acuerdo, Áxiro. Participaré en tu locura. Lo primero y escencial es conseguir una pisca divina de Thanatos, de la mismísima muerte. ¿Alguna sugerencia?

Ambos se pusieron a pensar como atraer al dios. No podían matar, debía ser una muerte no violenta, alguien que fallezca por enfermedad sería útil.
Al parecer, ambos pensaron en eso al mismo tiempo y utilizaron el cuerpo de Hipólito como carnada.
Horas después, el ser alado apareció para reclamar el cuerpo al Hades cuando fue interceptado por Asclepio, que salió a su encuentro en aparente gesto amigable.

-Me llevaré al hijo de Teseo para que sea juzgado por los tres reyes.

-Adelante -respondió el médico. -No hay nada más que yo pueda hacer por él.

Fue así que mientras que la deidad cargaba el alma del caído, Áxiro apareció tras las sombras y le clavó una jeringa al dios. LLegó a extraerle una pequeña cantidad de sangre antes de que sea apartado por el ser alado.
Thanatos marchó con el hálito vital de Hipólito, dejando a su atacante con su marca, un poderoso veneno que quitaba la vida en pocos minutos.
Asclepio, preparado, pudo contrarestar la escencia mortal del dios y salvó a su compañero de una muerte segura.
Ahora poseían el elemento más valioso, la sangre del dios de la muerte y con este elemento tan preciado sumado a la inteligencia de ambos, la cura contra la muerte llegó justo en el momento en que el héroe griego llegaba para buscar a su hijo caído.

Teseo arribó solo, sin compañías, ni siquiera la de su esposa. Había decidido enterrar a su hijo en silencio cuando fue alcanzado por la hábil lengua del hijo de Dédalo.
El héroe aceptó y el resultado fue mejor de lo que esperaron.
El alma de Hipólito regresó a su cuerpo casi de forma inmediata y padre e hijo regresaron a su hogar.

-Para todo lo que necesites -dijo Teseo antes de partir.

Los resultados fueron tan buenos, que Áxiro no dudó en tomar una dosis y partir rumbo a la tumba de su hermano. Partió sin siquiera despedirse de su mentór. Tenía gran ilusión en volver a ver a Ícaro.
Sin embargo, apenas comenzado el viaje, un fulgor blanco y brillante descendió de los cielos y cayó en el campamento de Asclepio.
Áxiro corrió lo más rápido que pudo, pero era tarde. El rayo del rey del Olimpo había fulminado al médico.
Zeus se encontraba al lado del cuerpo y el hijo del arquitecto pudo ver como el médico ascendía a los cielos, para convertirse en la estrella del portador de la serpiente.
Antes de partir, sintió como el rey de los dioses lo miraba.

«No lo hagas» Sintió que le decían a su cerebro.

Listo era Áxiro para comprender que no podía ni debía desafiar a la muerte, que el destino de todo hombre mortal era la muerte y que sus acciones sí importaban en este mundo y eran tenídas en cuenta.
Finalmente su locura había desaparecido.
Áxiro regresó a Creta para rendir homenajes a su hermano caído y a su médico amigo, que ambos perdieron la vida al ayudarle.

«NUESTRAS ACCIONES EN LA VIDA SÍ IMPORTAN» Es todo lo que podía pensar.

 

El embarazo (una historia escrita en nueve meses)

«¡HOLA PAPI!» Anunciaba el lienzo grabado en la piel de mi esposa. Era un mensaje para mi. Voy a ser padre por primera vez.

Ella estaba nerviosa. Sus ojos cubiertos de lágrimas, su voz era ronca y las piernas le temblaban.
Yo no supe come reaccionar. La ayudé a sentarse y vi que esparaba una respuesta de mi.
Sonreí y la abracé, no sabía que más hacer. Por suerte le bastó.

-¿Vamos a ser papás?- le dije, nervioso.

Ella me hizo notar que yo también estaba temblando y que mi voz tartamudeaba.
Continuamos con el abrazo pero no teníamos mucho tiempo. Yo había demorado en llegar a casa aquel día y estabamos retrasados para la cena que teníamos arreglada.
Caminamos en silencio hacia el restaurante acordado, sin mediar palabra de lo acontecido. Ambos estando serios.
La cena transcurrió con dos de sus comensales ausentes. Tanto mi mujer como yo, no participamos en las conversaciones y fuimos meros espectadores durante la velada. Ninguno tenía hambre y ninguno hablaba.
Finalmente el compromiso acabó y pudimos regresamos a casa, en silencio, sin siquiera mirarnos durante el trayecto. Sin embargo, nuestras manos se apretaron con fuerza.
Antes de acostarnos nos miramos y me pude permitir una sonrisa.

-¿Vamos a ser papás?- volví a preguntarle.

Ella asintió con la cabeza y ambos lloramos.

«Voy a ser papá» fue todo lo que pude pensar aquella noche.

—- o —-

La primer ecografía es una experiencia muy bonita.
Aunque nuestro hijo no se podía distinguir, nos hicieron escuchar latir su corazoncito.
Esos golpes fuertes me emocionaron tanto que estuve al borde del llanto.
Por fuera no parecía, pero dentro de mi mujer una vida se estaba formando.

-Escuché su corazón- le conté a mi hermana mayor,  en emoción rival a la mía.

Tiempo después tuvimos la segunda ecografía y fue la más linda que un padre a ser se imaginase.
Formadito pero en minuatura, allí estaba nuestro hijo. No medía más que 4 centímetros de largo, pero ya parecía un hombrecito. Aquel momento fue hermoso y emocionante. No esperaba sentir tantas emociones, ni creía que las tenía.

-¿Pensabas en esto cuando nos conocimos? -le pregunté a mi esposa al salir del consultorio médico.

-Nunca pensé que sería madre- me respondió.

Aquellas palabras me preocuparon, no sabía si lo decía porque no quería serlo o porque no creía que encontraría a una persona para compartir su vida y formar una familia.
Por suerte para mi, la respuesta era la segunda.

-¿Estás contenta de serlo?

Asintió con la cabeza, sonriendo. Era una sonrisa real.

-Muy- me respondió.

—- o —-

-No para de moverse -me dijo mi mujer cuando entré a casa.

-¡Que lindo! -le respondí -¿Te gusta?

Se sonrojó y asintió con la cabeza.
Luego me acerqué a su vientre y apoyé mi mano. Esperé y esperé, pero nada.

-Bueno. Se estuvo moviendo mucho, antes -me dijo al ver mi frustración.

Saqué la mano y entré al baño. Habré demorado no más de dos minutos y al salir me repitió que no paraba de moverse.
Nuevamente intenté sentir al crío, pero nada. Apenas apoyaba mi mano, se terminaban los movimientos.

-Está jugando con vos.

Ambos nos reimos y lo imaginamos jugando a las escondidas.

—- o —-

Poco a poco la panza crecía. No solo la de ella, sino que la mía también.
Engordábamos al unísono y eso que había aumentado el tiempo que le dedicaba al entrenamiento. Pero, a pesar de todo el tiempo empleado en el gimnasio, mi vientre aumentaba y me estaba empezando a encabronar.
«Esta grasa no se quita».

—- o —-

Pasaron 5 meses completos y ahora ya veo como se mueve. Patea muy fuerte.

-Solo se mueve cuando estás- me dijo mi esposa una noche.

Y para ella era cierto, mi hijo sentía cuando yo llegaba del trabajo y me recibía a su forma.
Esos movimiento le dolían a mi mujer, pero se alegraba de tenerlos.

-Tienen un niño con mucha vitalidad- nos dijo la doctora durante uno de los chequeos de rutina.

Nos alegramos de que todo estuviera bien.

—- o —-

Mis sueños con él son cada vez más frecuentes. Aunque no puedo distinguir su rostro, puedo ver su cuerpo y su cabeza cubierta de un suave pelo negro.
Es un bebé y no lo puedo sostener en mis brazos, siempre otra persona lo tiene y no me lo da. Aún no puedo experimentar esa sensación y mi mente me lo recuerda.
Esos días despierto feliz, con una sonrisa dibujada en mis labios. Cuando sueño con él, el día se pasa más rápido. Ansío el momento en que lo pueda abrazar, sentir su calor y en el que su aroma me llene. Faltan más de 100 días para su nacimiento y me parece una eternidad. Quiero tenerlo ya.

—- o —-

Acudimos a una nueva ecografía, en esta oportunidad lo veríamos en tres dimensiones y a colór. Una esperiencia extraña, sin dudas, pero que igual decidimos hacer.
El juguetón de mi hijo no se dejó ver el rostro. Lo tapaba con ambas manos y ambos pies y no los despegaba ni siquiera luego de los varios intentos de la doctora.

-Por un lado, su hijo es un genio. Neurológicamente hablando es un genio, ya que cuida y protege su cabeza a toda costa. Pero bueno, eso hace que no podamos ver más que un pequeño sector se su rostro.

«Mi niño es un genio, lo sabía» era lo que podía pensar al salir del sanatorio y luego de haber visto parte de su carita.

Ahora sí soñé con su rostro. El color de piel de su madre y mi pelo lacio. A los pocos meses de nacido ya hablaba y quería caminar. Un genio, una persona superdotada, dueño de una gran inteligencia. Ese fue el hijo con rostro que apareció en mis sueños. Un niño hermoso que me alegra cada día.
Faltan escasas semanas para su nacimiento y asistimos al curso de preparación donde nos reunimos con otros padres primerizos, como nosotros. Bastante útil resultó y eso contando que creía que era una pérdida de tiempo. Aprendí en frio y espero que funcione en caliente.
Seis semanas y contando, ya casi estamos.

—- o —-

-Mi amor, soy papi-le dije a la panza de mi esposa. -Movete por favor, por mi.

La última visita al médico no había sido satisfactoria: «No está creciendo bien, algo pasa» Nos asustó la doctora. «Parece estar sin fuerzas. ¿Te estás alimentando bien?» Le preguntó a mi señora, que le respondió que estaba comiendo como siempre. «Algo está mal. Vuelvan en una semana y vemos como sigue», nos despidió.

-Por favor mi amor. Movete un poco para papi. Te quiero sentir.

Estábamos en casa, ambos pensativos. Faltan escasas semanas para el nacimiento y apareció este gran problema.

-Es verdad lo que decías, que hace mucho no se mueve. Últimamente solo se está moviendo cuando estás vos, pero en el resto del día, nada -me dijo mi esposa.

Yo la miré, con ojos preocupados.

-Mi amor, soy papá. Acá estoy.

Un poco de silencio en el que observamos el vientre. Al principio nada, pero al poco tiempo la piel hizo unos movimientos brúscos. Se estaba moviendo, moviendo mucho y muy fuerte.

-Hola mi amor-le dije, casi llorando. -Gracias por moverte, sos un genio, sos el mejor.

-Te ama- me dijo mi mujer.

—- o —-

Los siguientes estudios arrojaron aún peores resultados.
Su tasa de crecimiento era cada vez menor y a este paso lo tendrían que sacar antes de tiempo, para hacerlo crecer por fuera de la panza.
Dios mío, cuanta preocupación. Nos tranquiliza saber que, salvo el crecimiento lento, los otros parámetros dan bien y su salud está impecable, no obstante, seguimos muy preocupados.
Estudios constantes y descansos extremos son las únicas medidas que nos dijeron tomar.

-Preocupate por crecer-le dije a mi bebé. -Nosotros nos ocupamos del resto, vos solo crecé.

Un movimiento brúsco se hizo notar y junto a mi esposa, sonreimos, creyendo que aquel movimiento era su respuesta, su respuesta positiva y que realmente nos escuchaba.

—- o —-

Nuestro pequeño nos había escuchado y entendido.
El siguiente contról arrojó resultados favorables, muy positivos.
Debía continuar así para que se quede dentro de su madre.
«Mejor dentro que fuera» nos dijo la doctora, con una sonrisa tranquilizadora.
Vengan la semana próxima a un nuevo contról, faltan veinte días para la fecha estimada así que aunque el próximo estudio no de bien, ya va a estar dentro del márgen normal de las dos semanas y va a nacer sano».
«Con esto les quiero decir que no se preocupen, que el geniecito hizo su tarea y crecío y gracias a eso va a salir sin problemas. Eso si, será un bebé pequeño, pero va a crecer normalmente» Nos despidió.
Ese día festejamos con un helado.

—- o —-

Llegó la gran semana. Si todo va bien, en cualquiera de estos días nacerá y lo tendremos.
También llegó la cuna, que ya colocamos en la habitación que será de él.
Debo reconocer que creía que estaba preparado, pero me di cuenta de que no.
Caminando por la casa, pasé por la puerta abierta de la habitación de mi hijito y vi la cuna, un gran mueble que antes no estaba.
Quedé impactado. Por primera vez tuve noción de lo que se está por venir. Ver la cuna puesta allí, preparada para recibir a un pequeño niño, me cambió por dentro.
Me puse nervioso. Hasta ahora solamente debía cuidar de mi mujer y de su panza, pero tener ese mueble allí, a mi lado, simbolizaba que habrían dos personas por las que deba velar.. Creí que estaba preparado, pero no.
Por suerte a mi esposa le pasó lo mismo que a mi. Me sentí más alividado.
Somos dos, estamos juntos en esto y entre ambos vamos a cuidar del futuro amor que vendrá.

—- o —-

Tiempo cumplido pero él permanece dentro de mamá. Parece que está cómodo, pero debe salir.
«Estoy ansiosa, quiero tenerlo ya» me dijo mi mujer el día anterior a la fecha estimada originalmente.
Los problemas del posible nacimiento prematuro quedaron atrás, para nuestra suerte, y ahora era él quien nos hacía esperar.
Ambos estamos deseosos. Deseosos de tenerlo, de mirarlo, besarlo, asearlo, darle la teta, hacerlo dormir, cambiarle el pañal y sobre todo, de amarlo.
¿Cuándo saldrás?

—- o —-

Y un día llegó.
Debo confesar que estoy más cansado de lo que creía.
Sin embargo, todo es alegría. Tenerlo es una sensación que solo los que son padres conocen.
Estoy viendo las fotos, las que le tomé a mi mujer durante el embarazo. Una por semana, viendo crecerle el vientre hasta que estuvo a punto de explotar y finalmente la última de las fotografías, a la semana de haber nacido, con el pequeño en sus brazos.
Ahora comienza una nueva etapa en donde todo se pospondrá hasta que nuestro hijo crezca.
Trabajo, cuentos, los libros tendrán que esperar para ser editados y los cuentos en esta página también lo harán para ser publicados. Una nueva pausa en este mamotreto, un nuevo «Feriado por vacaciones» que escribí al irme de luna de miel (y que debí explicar porque al parecer, no se había entendido).
Al escribir esto mi hijo no está conmigo, sin embargo puedo sentir la sensación de tenerlo a upa.
Una nueva aventura, un nuevo camino, una nueva etapa comienza, junto a mi mujer y al pequeño Ían, nuestro hijo.

 

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El clarísimo lenguaje inclusivo

«Estimadxs amigxs, estamxs reunidxs par acabar con el mitx del ebseletx lenguaje que les hembrxs de la RAE nes quieren impener.
Ne debemes ceder ni rendirnxs. Es ahere cuande debemxs luchar y cambiar le historie.
Desde tiempes antiguxs, les hembrxs come Cervantxs e Berges nes hicieren creer que la literatura se le escribe de una forma patriarcal. Debemes acabar con este. Ya ne vivimes en el añe mil nevecientes sine que estames en el sigle veintiuno y tedxs debemxs ser incluidxs.
Entences, debemes entre tedxs reescribir la histeria, nxestra histeria para que las nuevas generacienxs ne vivan aislades.»

La gente se miraba los unos a los otros. El tan ansiado y querido discurso con lenguaje sin distinción de género estaba resultando un tanto confuso, incluso entre los más expertos.
La organización no lo había pensado del todo y se reprocharon el no haber repartido el discurso por escrito para que la gente pueda seguirlo. Esto generó murmullos constantes entre los adeptos.

«Les repite, debemxs reescribir la histeria. Les grandes libres de la humanidad fueres creadxs per escriterxs maches, heteresexuales, que nunca fueren apartadxs ni aisladxs y per ese nunca supieren le que significa ser diferente.»

La gente seguía sin comprender el mensaje. Algunos decían que quería ayuda para reescribir los libros más conocidos utilizando el lenguaje inclusivo. Otros opinaban que debían de escribirse nuevas historias para reemplazar a los autores heterosexuales y un tercer grupo creía que debían reescribir los libros de estos autores para que las historias sean historias de gente que fue excluida y apartada.
La oradora hizo una pausa para ver al público. Esperaba que la aplaudieran al finalizar el párrafo pero no fue así. Algo estaba fallando. Miró a sus asesores y ambos levantaron los hombros, en señal de falta de entendimiento.

«Vivimxs en un memente de cambie. La lengue españele se ha transfermade incontablxs veces y vive en constante cambie. Esta es una de esas veces. El hey en día, el nueve sel que amanece sebre nuestrxs cabezxs. ES AHERE E NUNCA».

El discurso finalizó abrúptamente con un potente grito que despertó a los despistados oyentes y provocó una tibia reacción de aplausos.
El propio lenguaje se había defendido y ahora se reía del poco alcance de la oradora.
Una nueva torre de Babel había caído y las lenguas se confundieron.
La misma lengua había resultado victoriosa y esperaba que la única disertante del día comprenda que el lenguaje actual es el cúlmine de varios siglos de perfección y que la causa no está en la labia, sino en la educación…

….

Jodér que costó escribir así. El autocorrector casi estalla.

El síndrome de Homero Simpson

-Yo lo llamo, el síndrome de Homero simpson

-¿El qué?

-El síndrome de Homero Simpson- repetí.

-No comprendo.

-Ya sabes, Homero Simpson, uno de los personajes más reconocidos a nivel mundial y que muchos le tenemos aprecio, en mayor o menor medida según sobre que etapa de él se hable. Por ejemplo, en las primeras etapas, en donde se desarrolla el personaje, se entiende que es una persona medio torpe, pero bonachón, con un corazón noble y que muchas veces lo vemos sacrificarse por su familia. Sin embargo, después de cierto tiempo comenzaron a ponerlo en situaciones ridículas y sin sentido ni trasfondo y la gente comenzó a perderle empatía. De ésta última etapa es donde saco este síndrome.

-Sigo sin entenderte-se limitó a decirme.

-Bueno- comencé, aclarando la garganta antes de avanzar con el discurso. -Homero es un personaje torpe, que hace locuras, en muchos casos, sin sentido, pero lo vemos que siempre se las arregla o pasa algo para que él termine con una mano colgando del acantilado y salvándose de caer al vacío. Es una persona que hace tonterías pero siempre al final del capítulo o al principio del siguiente vuelve a foja cero y misteriosamente la gente se olvida de lo que realizó hace pocos ¿días? ¿horas? ¿semanas?.

-Sigo sin comprender, Manuel.

-Veamos. En muchos capítulos vemos que Homero renuncia a su trabajo para cumplir con el guión semanal y afrontar una nueva actividad. Una actividad cómica o un trabajo con mucha visibilidad pero poca llegada, como vendedor de helados. Sin embargo, el capítulo termina y al siguiente se resetea la memoria de todos los habitantes de la ciudad y Homero vuelve a su trabajo en la planta nuclear.

-¿Entonces?

-Entonces, haga lo que haga, Homero siempre vuelve a su punto de inicio que es un trabajo estable con una familia que lo quiere y así se mantendrá hasta que realice una nueva cagada.

-¿Cagada?

-Si, cagada. Errores que no podemos permitir que sucedan en nuestra vida, pero que algunos los cometen, sin embargo, en muchos casos sin recibir consecuencia alguna.

-Sigo sin entender, Manuel.

-Pongamos un ejemplo. Supongamos que estás en tu trabajo y te esfuerzas todos los días en mejorar y mejorar, pero nadie te presta atención y a tu lado tienes a tu compañero o compañera que considera que es un privilegio para la empresa tenerlo o tenerla allí y por lo tanto, el esfuerzo que hace es menos que el mínimo posible, es casi nulo.

-Claro, es lo que te había dicho antes, cuando entré a la consulta. Te hablé sobre Carlos.

-De acuerdo, llamemóslo por su nombre y dime si me equivoco en lo que voy a decir. Carlos llega más tarde cada día pero es el primero en irse. No cumple con las obligaciones que le piden y cuando trabajas en equipo con él, su forma de no trabajo te desespera y sientes que debes hacer todo tú solo. ¿Es casí?

-Si.

-Sin embargo y a pesar de lo poco que hace, él sigue estando en tu misma posición, con menos trabajo que los demás porque la gente no confía en él pero mantiene su sueldo que debe ser igual al tuyo.

-¿Es como si fuese comunismo?

-No. Aunque parezca que no todos están en la misma posición, él sigue queriendo cobrar su sueldo cada mes y en su cabeza la figura de trabajo es tan sólida como la tuya.

-¿No comprende que no está trabajando o que cuando hace algo arruina el trabajo de los demás?

-Exacto. Y aunque parezca comunismo desde tu cabeza, al apropiarse Carlos del trabajo de los demás y mantener el mismo ingreso con el menor esfuerzo, en su cabeza sucede un mundo muy distinto, un mundo de igualdad laboral que se refleja en el ojo desatento de los jefes.

-En muchos capítulos se demuestra que Homero debería estar desempleado y que nadie lo debería contratar.

-Como tu compañero Carlos, que, a pesar de cometer errores, disminuir la calidad de trabajo general y generar malestar en el ambiente, sigue teniendo el mismo puesto que vos, que te esforzás cada día. A eso lo llamo el síndrome de Homero Simpson.

-Entonces, ¿qué hago?

-Lo que hacemos cuando no nos gusta un programa. Cambiar de canal.

-¿Qué quiere decir eso, Manuel?

-Quiere decir que si te quedas en el canal en donde Homero aparece, vas a ser absorbido por su ineptitud y fastidiado por la igualdad entre ambos, pero si cambias de canal, comienzas un nuevo trabajo, te podrás alejar de él para siempre.

-Pero, ¿por qué yo soy el que tiene que cambiar de trabajo cuando es Carlos quien tendría que haber sido despedido?

-Porque Homero es así. Hoy se equivoca, pero mañana comienza de nuevo con los recuerdos olvidados para el resto y no hay forma de que escapes, ni siquiera demostrando su ineptitud. Por eso la mejor solución es cambiar de canal y con esto terminamos por hoy. Te espero dentro de dos semanas.

Tomé mis cosas y salí del consultorio despidiéndome de Manuel y recordando sus palabras.
Debía cambiar de canal.

Miedo y terror, una historia sin final feliz

-Te amo
-Te amo

Sabina y Telurio se despidieron. Tenían miedo, mucho miedo y lo peor es que no podían enfrentarlo solos. Separados por un cristal imposible de romper con sus manos desnudas, se limitaban a mirarse mientras que un hombre encapuchado estaba por asestar el golpe final.

Fue una fracción de segundo en el que Telurio rogó por su vida y la de su mujer y en el que su vida pasó frente a sus hijos. Su infancia, su adolescencia, su casamiento con Sabina, el nacimiento de sus hijos y la desgracia de perderlos frente a una enfermedad que no pudieron detectar ninguno de los dos médicos que los trataron. Los extrañaba mucho y por lo menos sabía que los volvería a ver.
Recordó el odio que sintió hacia los médicos responsables de afirmar que sus hijos estaban bien y darles el alta sin hacerles los estudios suficientes.
Ya los perdieron y ahora perdería a su mujer delante de sus ojos. Era mucho dolor contenido en un instante y quería que terminen rápido para volver reunirse con su familia.
El dolor al perder a sus hijos, el dolor de la impotencia al saber que se podrían haber salvado si los médicos no hubiesen sido arrogantes y el dolor de saber que su vida estaba a punto de acabar de la mano de un extraño sádico que buscaba su muerte como diversión, le hizo llorar.
Su cabeza volvió a la realidad solamente para evidenciar la muerte de su amada esposa.

-Es tu fin- dijo el encapuchado mientras que Telurio aspiraba el aire por última vez.

Todo comenzó hace escasas horas, luego de ser secuestrados mientras dormían.
Cuatro sujetos irrumpieron en su casa y los ataron de manos y pies.
Despertaron en una habitación, separadas por un inmenso cristal blindado y debieron soportar las torturas que los secuestradores les tenían planeadas. Mientras uno sufría, el otro miraba.
Sin embargo, el dolor más grande para ellos era el de no poder estar juntos, no poder abrazarse ni tocarse. Mucho menos besarse y enfrentar esto juntos.
maldijeron su mala suerte en la vida. Perder a sus hijos y ahora sufrir esta dura realidad.

-Todo ha terminado- dijo uno de los encapuchados.
-Por fin- dijo una mujer tras él.
-Estos malnacidos por fin están muertos, los hemos vengado.
-Si mi amor, los vengamos.

Lucrecia había perdido su alma desde aquella fatídica noche en que los cuerpos de sus hijos fueron encontrados sin vida.
Rómulo, su marido, dejó de creer en la justicia de los jueces y se reunió con Guillermina y Josefo, los padres de Romina y Tino, otros niños que murieron en las mismas circunstancias que los hijos de la otra pareja.
Misma metodología, secuestro, tortura y muerte para los dos varones y las dos mujeres.
El investigar los asesinatos de sus hijos los llevó a encontrarse y no accionar de la justicia los unió en busca del mayor propulsor del cuerpo, la venganza.
Contándose cada detalle de sus vidas, descubrieron un punto en común al recibir las amenazas de una misma pareja. Tanto Rómulo como Josefo los recordaban bien, una pareja que habían perdido a sus hijos y les recriminaban a ellos no haberlos atendido en su momento.

-Me acuerdo- dijo Rómulo. -Este hombre vino a la guardia con sus hijos, yo había discutido con mi mujer- hizo una pausa para mirar a Lucrecia- ¿recordás?

Su mujer asintió con la cabeza, recordando que aquella fue una pelea más que importante, con una amante involucrada.

-Estaba tan distraído que lo único que quería hacer era volver a casa y arreglar las cosas.

-¿Entonces no los revisaste?- indagó Guillermina.

Rómulo volteó a verla, indignado.

-Por supuesto que lo hice, mujer. Los revisé y estaban bien, no vi la necesidad de hacerle más estudios y les di el alta.

-¿Mataron a nuestros hijos porque no supiste hacer tu trabajo como corresponde?- dijo Josefo, encolerizado, levantando el puño en busca de un rostro que lo reciba.

-¿Y tú? Si ese fuese el caso tus hijos no tendrían nada que ver. Cuéntanos que hiciste, señor perfección- respondió Lucrecia.

-Yo no recuerdo haberlo atendido, pero si recuerdo que se presentó en mi despacho, amenazando mi vida. No lo recuerdo…¡Espera! Ya lo sé.

Josefo hizo una pausa, recordando aquel momento.

-Seguramente fue así. El día que falleció mi padre, no me permitieron salir del hospital y me escapé dejando en la guardia a un reemplazo con mi sello. Oh dios, no imaginé que por unas horas sucedería esto.

No pudiendo cambiar el pasado, los cuatro adultos decidieron investigar y en poco tiempo tenían tantas coincidencias que ya les resultaba bastante obvio que sus sospechosos sean los culpables de la muerte de sus hijos.

-Se desquitaron con nuestros hijos y ahora nosotros vamos a hacer lo mismo con ellos.

Entre los cuatro planearon poner fin a su despecho y actuar contra los responsables en libertad del asesinato de sus hijos, contra los asesinos Sabina y Telurio.

Mi esposa

Que gran mujer es ella.
Un pilar al que subo cada día y me hace ver todo con grandeza.

Este no es un cuento, es mi realidad, la que vivo cada día.
Que grande es ella, la mujer que me espera cada noche al regresar del trabajo.
Mi Superman, como en algún cuento la llamé.
Arrodillado quedo frente a su inteligencia y pasmado ante su increíble memoria.
Siempre tiene una respuesta, una solución y siempre es la correcta, aunque duela.
Busca hacer las cosas bien, siempre con la verdad a su lado y con suficiente ética (copiada de mi). No miente y es sincera y eso le hace sufrir.
La verdad duele y daña y ella no sabe mentir y termina dañando y alejándose de las calumnias y sus dueños.
Portadores de falsedades no son bien recibidos y aquello le acerca a la soledad.
¿Empatía? Si, lo sabe pero ignora. Prefiere siempre ir con la luz que ocultarse bajo el lienzo de otro.
Momentos de tensión ocasiona la falta de aquel sentimiento. Momentos que se pueden evitar al entender que no siempre la crudeza es lo necesario, entendiendo que la vida no es una linea divisoria y que se puede vivir contento, cruzándola.
Ese es mi papel. A veces debo empujarla para que salte la división y rompa su dura coraza de hielo forjado en la soledad de la verdad. Le cuesta vender su ideal a cambio de felicidad. Verdad, tristeza y soledad antes de que falsedad, felicidad y compañía.

Matices y puntos medios. Le falta creer en ellos.
Admitir un error no te hace menos lista sino más humana. Es un ser de inteligencia racional y analítica y eso cierra puertas.

Pero es sabido que yo admiro su inteligencia y cuando se raja la capa de hielo forjado, aparece un ser de luz, de amor y sentimientos que me deja pasmado.
¿Quisiera que siempre fuera así? No. Pero yo creo profundamente en los matices y puntos medios y anhelo que ella sea siempre un ser de inteligencia mezclado con amor y dudas.
¿Dudas? Si, dudas de que no siempre las cosas son como ella cree que son, aunque acierte gran cantidad de veces. Dudas para permitirse dudar sobre cierta situación y no ponerse de un lado de la linea divisoria.
Hay algo especial en ella pero que ella misma bloquea y yo intento sacar.
Ella es una flor de loto, tarda en florecer, pero todo en ella será mágico y especial.

Que grande es ella, mi señora.
Jóvenes somos, futuros criadores de un alma que esperamos con ansias.
Al verla, hablándole a su vientre, a su piel, la sangre me entibia el rostro.
Amor a borbotones, lo veo y siento.
Que maravillosa es ella, mi esposa, que lleva esa alma con alegría, con sonrisa duradera, es un sol que ilumina.
Más bella me siento, me dice a menudo y nuevamente está en lo cierto.
Los pinceles de su cuerpo han cambiado de dirección. Curvas más pronunciadas aparecieron y no le molesta y lo disfruta.

Que grande es ella, mi mujer, que es paciente en la espera y que al mal se enfrenta, siempre con semblante de acero. Combativa en la batalla, en la guerra es un caudillo que ataca primero y es letal. Su ejército la abandona pero ella prosigue. Corazón de luchadora, se enfrenta sola a los molinos. Ahora me tiene a mi, a su Rocinante que siempre la acompaña, aunque ahora ya soy más como Sancho, me quedo atrás y no combato, solo observo y opino.

¿Amor? Mucho. Acumulado por tiempos de escasez. Un ahorro esperando ser gastado.
Demasiado a veces. Depender tanto de otra persona te vuelve vulnerable. Yo soy su talón maldito. Soy la espada de Damocles que pende sobre su cabeza. El hilo es de titanio, el más resistente de todos, pero los bordes son mera madera que debe ser mantenida.
Que grande es ella, mi amada, mi hada de la madrugada que me saca una sonrisa cada mañana.
Que grande es ella, mi alma tomada, que vela por mi de alba a alba.
Que grande es ella…

El odio

-Míralo a ese. Camina como si estuviese en su casa.
-Vienen a este país a aprovecharse de nuestra bondad. Nos quitan nuestros trabajos en medio del paro y ni siquiera nos lo agradecen.
-No deberían permitir que entren, debemos hacer algo. Están atentando contra nosotros, contra nuestro futuro.
-Si, que se vayan a su casa. Gente así arruina nuestra economía. Parásitos mantenidos.

Dos hombres discutían en las calles de Madrid. Frente a ellos, una pareja de origen sudamericano caminaba tomados de la mano. El hombre llevaba puesto el típico uniforme de barrendero, mientras que la mujer vestía de forma casual.
Caminaban lentamente.

-No es la vida que imaginaba para nosotros, mi amor- le dijo la mujer.
-Lo sé. Pero es esto o volver a casa sin posibilidades de un mejor futuro para nosotros y para nuestro hijo.
-Trabajas limpiando las calles, tú, que fuiste gerente ahora barres el suelo y no me dejas ayudarte.
-Ocúpate de tu panza, de Maicón que está creciendo y yo me ocuparé del resto. Empezamos de abajo, cariño. Por lo menos tenemos trabajo y gracias a este barrido tenemos casa.

La pareja se abrazó y se despidió con un tierno beso. Él debía regresar al trabajo.
Después de todo, barrer y asear las calles era un laboro bastante tranquilo.

-¡Vete a tomar por culo, venezolano!
-¡Lárgate de este país, escoria sudaca!

Los dos hombres españoles comenzaron a gritar, queriendo molestar al barrendero. Los comentarios de odio no parecían afectarle, no era la primera vez que los recibía.
Otros españoles que atestiguaron los gritos brindaron su placaje.

-Déjalo en paz, gilipollas- dijo un hombre
-¿Qué te ha hecho él a ti? -agregó una mujer bastante mayor.

Los dos agresores discutían con los transeúntes que salieron en defensa del trabajador, mientras que otros daban palabras de aliento.

-No creas que somos todos así, hombre.
-Los españoles somos buenos, no le hagas caso a un grupo de porculeros.

Un hombre mayor, un futuro padre de familia, un hombre de casi dos metros de altura, de piel morena y de mirada fría se puso a llorar desconsoladamente.

-Vine aquí por un mejor futuro para mi y para mi esposa y mi hijo. No vine por ganas, vine por ellos, para darles una vida de paz. Dejamos a nuestras familias y comenzamos de cero. No es justo lo que dice, no somos escoria- dijo entre sollozos.

Dos hombres mayores le brindaron una mano para que se levante del suelo.

-No nos tienes que explicar nada, hombre. Si quieres estar aquí, lo estás y punto. Al que le moleste, que le den.
-Si. No nos tienes que dar pena. Tu estás trabajando, haciendo algo que la mayoría de nosotros no quiere hacer. Tienes más dignidad que esos dos. Venga ya, seca esas lágrimas.

-Gra…gracias-tarmatumeó el venezolano mientras tomaba sus cosas y continuaba, como podía, con su trabajo.

Historias de odio hay muchas, las vemos y escuchamos por todos lados.
Ser distinto en cualquiera de sus formas, ser de otra nacionalidad, de otra religión, de otro color de piel, bajo, gordo, cualquier cosa puede ser usada de adjetivo para el juego del racismo.
Un odio interno que poseen ciertas personas que asumen la vida del otro y se permiten juzgar de forma gratuita para satisfacer sus necesidades internas de bronca.
Cualquier motivo es suficiente, lo importante es catalogar y no poseer empatía, es decir, no ponerse en el lugar del otro, en sus zapatos y no conocer su vida.
¿A quién no le ha pasado? ¿Quién no lo ha sufrido?
Yo lo viví (y lo sigo viviendo) en carne propia por mi religión. Soy judío y me gusta serlo. Me gustan las tradiciones que me enseñaron y me gusta la historia del «pueblo elegido». Pero, dejando de lado la religión, que salvo algunos días de festividades, el resto del año está dormido y no forma parte de mi yo cotidiano, sin embargo, en mi corta vida me han dado muchos adjetivos humillantes por el mero hecho de pertenecer a una religión, sin siquiera conocerme. Narizón, usurero, asesino, Hitler, jabón, víctima y un sin fin de palabras me merezco, según ellos, al pertenecer a una minoría.
Ser cristiano está bien, es ser alguien puro y bondadoso. Ser un buen cristiano es una expresión típica por mis pagos. Pero recordarles la historia de los asesinatos cometidos en nombre de Cristo está mal y decirles que ahora predican la paz luego de someter al mundo con su espada durante siglos, está aún peor.
Ser parte de una minoría automáticamente te descalifica para todo, como me contó un amigo una vez:
-No sábes las mujeres que hay. Carlota es mía, pero sus amigas están, uff, ni te imaginas.
-Prefiero quedarme en casa.

El otro de los jóvenes, que escuchaba la conversación en silencio, interrumpió.

-Ni de coña. Tu te vienes con nosotros.
-En serio, prefiero quedarme.
-No seas cagón. No le diremos a nadie que éres judío, ¿vale?
-¿Piensas que eso es lo que me jode?
-Claro. Porque las amigas de Carlota pensarán que, como sois judío, la tienes pequeña.
-Y tendrán razón, pero eso no me molesta.
-¿Entonces? Venga ya tío, no te hagas el misterioso.
-Ya saben por qué.
-¿Aún sigues con esa tontería de que eres gay?
-No es ninguna tontería.
-Vamos, tío. Ya tienes bastante con tu religión como para agregar eso de que te molan los tíos.
-Por eso no quiero ir. Me van a presionar para que me líe con una chavala y no quiero.
-Pero si están buenísimas. Vamos, incluso te dejo a la Carlota para ti solito.
-Que no.
-Que te den, jodido maricón.

Mi amigo me contó que esa fue la última vez que volvió a ver a esos amigos.
Un poco exagerado, le dije, pero nunca se puede anticipar como van a reaccionar las otras personas. Yo he perdido amigos por apoyar a partidor políticos distintos, que es una tontería como para perder una amistad.
Odiar a otros, hablar mal de esas personas, descargar la ira acumulada que tenemos junto con nuestras frustraciones nos hace sentirnos mejor con nosotros mismos. Centrarse en la desgracia ajena, acusando a un tercero de cosas que no conocemos nos hace unir con otras personas y nos vuelve populares.
Odiar te da satisfacción y te vuelve popular y por eso la gente lo hace sin importar las consecuencias.
Odiar es un pasatiempo que nunca pasará de moda y solo nosotros, las «víctimas» lo entendemos y sufrimos.

Odiar te hace congeñar y es por eso que es tan popular.

Ingenuo amor (parte 3)

A los pocos días la pasé a buscar por la casa.
Ya nos habíamos dado aquel primer beso y ahora tenía mis dudas sobre como debía saludarla. ¿Debía de darle un beso en la mejilla o en los labios?
Era un mar de nervios y preguntas. Era todo nuevo para mi y no sabía como debía reaccionar.
Contrario a mi, ella era decidida con lo que quería y sin dejarme entrar en dudas, me saludó con un fuerte beso en la boca.

«Bien» Pensé. Una pregunta menos. De ahora en más la saludo con un beso en la boca. «Vamos avanzando» me dije.

Pasaron los días y semanas. El año finalizó y comenzó uno nuevo.
Con dieciseis años estaba cursando el último año del secundario. Era el más joven de la clase por un gran margen siendo que algunos chicos estaban próximos a alcanzar la mayoría de edad.
Me adelantaron un año escolar gracias a mis notas, pero la inteligencia analítica que tenía para el estudio no se traducía en inteligencia emocional y es por eso que caí en el ingenuo amor.

Mi cabeza dejó de pensar en el estudio, aunque en realidad nunca lo hacía, y se concentraba en estar con ella, en oler su perfume, en sentir tu tacto y en disfrutar del sabor de sus besos.
Yo me sentía más cómodo y relajado y ya me animaba a besarla en los momentos en que quería. Ya no le tenía miedo al contacto de nuestros labios, sin embargo aún faltaba algo.
Faltaba el contacto físico, el roce de nuestros sexos.
Finalmente llegó el día, no lo planeamos pero lo pensábamos en silencio. No solo sería nuestra primera vez juntos sino que sería la primera vez de cada uno.
Acostados los dos en su cama, nos tomamos de la mano y nos comenzamos a tocar, sintiéndonos. Luego tomé un preservativo y me lo coloqué como pude. Me puse encima de ella y la miré a los ojos. Ella me miraba fijo, su cara totalmente roja, mezcla de excitación y de temor.
En ese momento intentaba pensar en ella. Sabía que la primera vez era dolorosa para una mujer, pero la verdad es que pensaba en mi y en estar concentrado para que los nervios no me ganen.
Lentamente comenzamos. Yo me puse rojo, a tono con el color que ella ya tenía. Aquella primera sensación de pentración es algo que no se olvida. Escuchar el ruido que generaba mi movimiento, verla a ella apretar los dientes por el dolor que sentía y notar como nuestros cuerpos se incendiaban era un festín de emociones.

-Pará, pará.-me dijo en voz baja.

No habían pasado ni dos minutos desde que comenzamos hasta que nos detuvimos, pero ella ya no aguantaba el dolor.
Le hice caso, me detuve y al retirar mi miembro de su sexo, lo ví rojo, totalmente cubierto de sangre y me preocupé.
Le llené de preguntas de que si está bien y de que me disculpe por lastimarla. Creía que el dolor y la sangre se lo provoqué yo y me sentía muy mal por eso.

-Perdón, perdón- le insistí.

Finalmente me explicó que el dolor y el sangrado son normales la primera vez y que no debía preocuparme.
¿Cómo iba a saber yo eso? Si era un tonto niño ingenuo. Igualmente no pude dejar de sentirme culpable por lastimarla.
Comenzaba a tratarla como una reina, haciéndome a mi responsable de todo el sufrimiento que ella tenía y convirtiéndome en el paladín de su felicidad.
Si discutía con sus padres era mi deber calmarla. Si le iba mal en el colegio era mi deber ayudarla. Si salíamos a la noche, era mi deber acompañarla a la casa para asegurarme de que llegue a salvo y si me engañaba era mi deber perdonarla al creer que era por mi culpa que lo hacía, pero para esta parte aún falta y en este momento la relación estaba en su esplendor.

Poco a poco fuimos haciendo el amor sin llegar al climax, preparando el terreno para dejar de lado el dolor y abrazar el placer. Debo mencionar que yo seguía siendo tímido para el sexo, pero ella floreció como un jazmín en primavera y su aroma fue intoxicante para todo hombre y mujer que se le cruzace.
Luego de ocho meses de relación, finalmente logramos tener una buena y completa sesión de amor.
Había abierto la puerta a un mounstruo de gran apetito lascivo y yo lo estaba disfrutando.

El culo del éxito

-Es que no lo entiendo- dijo Ernesto.

Estaba furioso y decepcionado. Se esforzaba mucho a diario, pero la suerte nunca lo acompañó.
Su amigo Lucas lo escuchaba y le comprendía, el corría con la misma suerte que su amigo.
No eran populares, ni eran exitosos. Eran simples mortales con poco alcance.

-Mirá a esta otra. Pone una foto de un culo. UN CULO. Un poco de carne que muestra y mirá los miles de seguidores que tiene. Es que no lo entiendo. -continuó con su reproche.

-No te confíes en esos seguidores, la mayoría son hombres babosos que quieren eso todo el tiempo.

-Y funciona. Con ella aún no, pero esta otra viene mostrando el culo desde hace meses y ya apareció en la televisión. Y ni hablar de la otra que ya está en el teatro. Un culo tiene más impacto y más alcance que lo que hacemos.

Lucas miró a su amigo y entendió que no podría calmarlo, así que se despreocupó del tema.

-No logramos nada así. ¿Para qué nos esforzamos en pintar y pintar? ¿Para qué intentamos crear obras de arte cuando deberíamos estar mostrando el culo y así ser reconocidos?

Cansado de  las quejas de su amigo, Lucas le interrumpió.

-Hagámoslo-le dijo.

Ernesto lo miró desconcertado.

-¿Hacer qué?- le preguntó.

-Eso- respondió Lucas -Mostremos el culo. Deja que me lo afeite y luego pa’ adelante.

-No seas tarado.

-¿Qué podemos perder? Yo lo hago, si te querés sumar bienvenido, pero en principio las fotos por separado. Aún no me atraen los culos de los hombres.

-Deja de cachondeo, por favor -insistió Ernesto -No solamente es ridículo, sino que nos van a dar de baja la cuenta.

-No deberían.

-Pero lo harán. El culo de la mujer es arte, el culo del hombre es vulgaridad.

-Pero lo haremos bonito -replicó Lucas -pondremos una buena iluminación, un buen fondo. Incluso podemos poner fotos desnudos, tapándonos un poco como hacen algunas mujeres.

-Nos van a denunciar en tres días, Lucas.

-A que no.

-Apostemos, pero la multa que llegue la abonarás tú, por salame.

-De acuerdo, trato hecho.

Y así comenzaron las fotos. A un promedio de tres fotos diarias, sus culos aparecerían en reemplazo de los cuadros que pintaban.
Las fotos estaban con mala producción, mala iluminación, mal ángulo, dando un resultado opuesto a las fotos artísticas que querían mostrar, sin embargo, sus culos estaban en la red.
Luego de más de una veintena de fotos, llegó el destino temido y los amigos recibieron su primera denuncia. Una mujer los acusaba de pornográficos. Se trataba de una modelo de Internet que le ofendía las fotos que los amigos publicaban. La denuncia se hizo pública y una semana despues, los amigos ya tenían suficientes intimaciones como para empapelar su estudio. Se les exigía que cesen su actividad inmediatamente. Habían cartas amenazantes de todo color y redacción y mensajes privados y públicos que daban temor.

-Paremos con esto- le dijo Lucas, al leer una carta cuyo contenido atentaba contra su salúd personal.

-Si. Mejor lo dejamos -asintió Ernesto.

Sin embargo, dejarlo no fue suficiente y luego de escasos 8 días de publicaciones, los amigos fueron detenidos por la policia cuando estaban en pleno acto de producción de la foto de despedida.
Los cargos que recibieron los amigos fueron: exhibicionismo, incitación a la pornografía, publicación de contenido explícito no apto para menores, atentado contra la buena conducta y resistencia contra la autoridad.

-No hacía falta la foto de tu culo mientras escapabas de la policia, Lucas.

-La llamo: «El culo contra la ley. Cagaré donde quiera cagar».

-No hacía falta.

La noche la pasaron en el calabozo, en donde hicieron alarde de sus atributos traseros frente a la gente equivocada.
Casi fueron devorados por los presos cuando entró el oficial a cargo y les informó su excarcelación luego del pago de una fianza.

-Dos mil euracos- dijo Ernesto. -Me debés mil.

-No te debo nada. La apuesta la gané. Pasaron más de tres días hasta recibir la primer denuncia.

-Ja ja- rió Ernesto de forma irónica. -Es cierto -dijo, guardando la billetera.

Su lento caminar los encontró con que el taller en donde pintaban había sido clausurado al ser el lugar en donde las fotos eran producidas. Sus lienzos estaban dentro y temían no poder recuperarlos.

-En fin- dijo Lucas. -Por lo mejos logramos algo.

-Ser más pobres -rió Ernesto, permitiéndose una risa, la primera que ponía desde que comenzaron esta aventura.

Lucas se alegró y abrazó a su amigo, pero fueron interrumpidos por el constante sonido de notificaciones del móvil de Ernesto.
Parecía que el teléfono se había vuelto loco pero no, en realidad estaban recibiendo miles y miles de mensajes de gente que se enteró de lo sucedido y querían ver más fotos de sus artísticos culos.

-Más de diez mil seguidores en menos de tres horas, Lucas. ¿Sabes lo que significa? -dijo, emocionado.

Lucas asintió con la cabeza. -Si, que me tengo que volver a depilar.

El judío y el nazi

Un recluso caminaba muy despacio, entorpeciendo el camino para todos.
Era su forma de revelarse contra la injusticia de estar retenido allí contra su voluntad.

-Todos los que ves en este lugar son culpables, Hans. Que su aspecto demacrado no te confunda, todos y cada uno de ellos merecen pagar por el daño que causaron.

Hans era un guardia nuevo, lleno de ansias de trabajar, pero se mostraba en duda sobre lo que se hacía en aquel lugar.
Su comandante le intentaba explicar la situación, para que se centre en el trabajo. Era un joven prometedor y con mucho futuro.

-Tú eres un joven prometedor y con mucho futuro y debes comprender que estos remedos de personas son los causantes de todos los problemas que hay, no solo nuestros, sino de todo el mundo, ¿puedes comprenderlo?

-¿Incluso los niños?- preguntó el flamante guardia.

-¿Los niños? Piénsalo Hans. Son niños educados bajo los preceptos de sus malnacidos padres. Los pobrecillos son víctimas de los mayores y ya no pueden ser salvados. Nuestro deber es darles un eterno descanso -el hombre hizo una pausa para mirar por la ventana- a todos.

-¿Por qué no los matamos en lugar de obligarlos a trabajar?

-No Hans, eso es lo que ellos quieren. Ser mártires. Primero deben trabajar hasta agotarse. Deben trabajar hasta que ellos mismos decidan morir. Deben reparar el daño que han hecho. Nuestro trabajo es ocuparnos de los rebeldes, los que se rehusen a trabajar o a morir trabajando. Hans, ellos mismos deben purificar su alma antes de partir, no lo olvides.

Hans rescodaba las palabras de su instructor al llegar al «pueblo».

-Camina, maldito judío de mierda.

El uniformado gritaba en un alemán ensordecedor a un hombre vestido con un pijama a rayas que caminaba muy despacio, entorpeciendo el andar de toda la fila.

-Venga, muevete de una puta vez. -Advirtió otro soldado, mirando tanto a Hans como al Judío, provocando ravia en el primero.

-¿No me has escuchado? Camina judío, camina. -Volvió a gritar Hans, poniéndose nervioso.

Sin embargo, no importaban los gritos que recibiera, el reo no modificiaba su lento andar. Los ruidos ensordecedores no le molestaban, es más, ni siquiera le afectaban y eso era porque aquel hombre, llamado Moisés desde su circunsición, era mudo y sordo de su nacimiento y nadie salvo él lo sabía. Aquel era su gran secreto, que le ayudó a endurecer y soportar las terribles tareas sufridas en aquel campo de concentración en donde miles de personas, desconocidas entre si pero unidas por la religión, vivían esclavizadas a causa del delirio de un hombre.
Moisés no podía quejarse con palabras, no podía gritar de dolor, no podía pronunciar llanto alguno y ni siquiera hablar con sus compañeros de habitación, sin embargo, aquella deficiencia se había convertido en su as bajo la manga.
Ser mudo lo había convertido en una fría roca de arena, dura por fuera pero totalmente frágil por dentro y ser sordo le hizo esquivar los gritos y amenazas aparentando gallardía. Fue gracias a sus cualidad que aguantó con vida hasta ser liberado.

Corría el último año de la guerra y Hans se había convertido en un gran soldado y en una parte importante en control del campo de concentración. Siempre bajo las sombras, se ocupó de no ser reconocido por ningún recluso para no ser incriminado.
Había escuchado rumores de que la guerra se estaba perdiendo y que los rusos pronto tomarían el «pueblo» y comenzó a planear su huida.
Nadie conocía ni reconocía su rostro salvo el único hombre que jamás le temió, el pobre y fatigado Moisés a quien admiraba profundamente.
Al poco tiempo comprendió el secreto que escondía el Judío, pero calló y lo observó trabajar día tras día viendo como laboraba sin quejas y como su salud se deterioraba con la baja del sol.
Durante varios meses lo observó, imponiéndole trabajos más arduos solamente para ver la reacción del otro. Su fascinación por el hebreo era inmensa hasta el punto que planeó utilizarlo para su plan de escape.
Aprovecharía su condición de fantasma para hacerse pasar por el hijo de Moisés y así escapar, sin embargo, todo cambió cuando lo citó a su oficina. Hans tenía preparada una pequeña comida de bienvenida que fue engullida en instantes por el Moisés. Débil, cansado, con incontables cortadas en el cuerpo pero dueño de una mirada de fuego. Todos esos eran los adjetivos que el soldado pensaba, pero al caer un pequeño sobre al suelo, Hans lo levantó más rápido que el otro y miró su contenido.
Su alma regresó a su cuerpo luego de estar ausente durante la permanencia en el campo de concentración. Una pequeña colección de fotografías de la familia del Judío, con sus padres, hermanos, primos y tíos, todos jugando y divirtiéndose le recordó mucho a las fotos que se tomaban en su casa cuando el era muy chico.
Ambas familias eran parecidas y Hans comprendió que aquel hombre no tenía la culpa de nada de lo que sucedía. Reconoció que ambas familias eran iguales y que el hombre no se merecía esta suerte. El golpe anímico que le provocó fue algo que no tenía pensado y durante todo el día lloró, no solo por lo que él había hecho sino por todo l oque estaba sufriendo encadenada aquella persona.
Un simple trozo de papel, unas pocas imágenes fueron el impulsor de la resurrección del alma en un hombre sin corazón.
Hans lloró y le juró a Moisés que cuidaría de él durante el resto de su vida.

Las siguientes semanas, las últimas del campo, Hans se encargó que ningún preso realice más labores y si no fuese porque ya todos los soldados abandonaban el lugar, no lo hubiese conseguido.
Finalmente los soviéticos liberaron el campo y Hans mantuvo su plan original de utilizar al viejo Judío para escapar, sin embargo, esta vez quería escapar junto a él y expiar sus culpas.

El tiempo pasó y Hans y Moshé no se convirtieron en amigos, ni con el pasar de los años. El haber sido partícipe del grupo que secuestró, torturó y asesinó a toda su familia lo hacía ser imperdonable y el más jóven lo sabía y aceptaba.

-No puedo cambiar el pasado, aunque lo desee con todas mis fuerzas- dijo -pero dedicaré el resto de mis días en hacer más placentera tu vida. Lamento mucho todo, Moisés, tú sabes que lo lamento y aunque yo no fui el causante directo de tus penas, si admito que formé parte de aquella banda de hijos de puta. -le repetía cada noche.

Hans le hablaba en lenguaje de señas. Había aprendido aquella forma de habla para poder comunicarse con su protegido, así hablarle durante los días y las noches, aunque siempre sin recibir respuesta.
El hombre alemán cuidaba del anciano judío a pesar de las quejas que este hacía con sus gestos. Sin embargo, el otrora soldado nazi le había jurado que cuidaría del otro hombre hasta el fin de sus días.
Ahora vivían en un pequeño pueblo en Suiza, en donde la paz reinaba y no eran molestados.
Moisés ya era un anciano y estaba bastante enfermo como para vivir por su cuenta y en cierto modo le gustaba ser atendido. Estaba claro que no le quedaban muchas primaveras por disfrutar.
Hans, antiguo miembro de la SS, mantuvo la promesa de cuidarlo hasta el final, incluso en el más allá,  a donde ambos llegaron al mismo tiempo…

¿Religión o chivo expiatorio?
Dividir y vencer.
Culpable es el otro.
Yo soy perfecto y tú no.
Mis problemas son por culpa tuya.

¿Les suena familiar?