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El acabose de mis tiempos

-Ya está, me cansé de toda esta mierda. Hasta acá llegué y acá me planto. Renuncio

Ya sabía que nadie me escuchaba. Estoy solo, como siempre y hablo solo, como siempre.
Mi única compañía es la televisión, sintonizada en el canal de noticias.
Demente soy al escribir esto mientras escucho los panoramas negros sobre el futuro del país.

-Tanto esfuerzo, tanto sacrificio, para nada.

El noticiero hablaba sobre la suba de precios en la canasta básica.

-Me cansé de todo esto. Maldita profesión desagradecida, maldito mundo de contactos, maldito yo al darme cuenta de esto tan tarde.

La nota por la suba de los precios continuaba y ahora hablaban sobre el alza en el valor de los servicios.

-A menos que tenga una señal ahora mismo de que mis escritos son tenidos en cuenta, entonces dejo esto para siempre.

Nuevamente el silencio entre mis pausas era solamente interrumpido por las palabras del conductor del noticiero, pero de mi pedido, cero señales.

-Algo…por favor. Lo que sea. Un mínimo indicio de que tantos años de escritura y tantos libros publicados no hayan sido en balde.

Nada. Nada de nada sucedía. Lloré.

-ADIOS.

Mi última memoria. Dejo todo esto, lo abandono. No recibí ni una señal, ni un solo atisbo de esperanza. Me voy, quédense ustedes acá. Intentaré rehacer mi vida con un nuevo y mejor futuro que no dependa de contactos. La escritura está muerta para mi. Lo siento.
Les dejo el noticiero encendido para que no se aburran.

«Lamentablemente las cosas aumentan sin contról. Pero para no quedarnos con tan mal sabor de boca, queremos finalizar el programa con un cuento intitulado La Inflación, extraido de la página humor pensante punto com. Un cuento triste, con final cómico, para ayudar a entender este maldito fenómeno que nos acosa desde hace años. Por cierto, les recomiendo que visiten esa página, van a encontrar todo tipo de cuentos e historias.»

E.F.: Parte 3

Las lágrimas perduraron durante unos minutos más.

Por fin había caido en la situación de haberse quedado solo en el mundo. No solo eso, sinó que todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos para él.

El sol brillaba en lo alto cuando la última lágrima fue limpiada de su rostro. Las grises nubes habían sido completamente desplazadas por el viento y no luchaban por retornar.

Leo se puso de pie y dejando atrás a la escuela, emprendió un viaje a pie por las calles de la ciudad.

A su paso, el único ruido que lograba escuchar era el de la basura atrapada por el viento.

Todo rastro de vida humana ajena a él había desparecido.

Aunque, observando bien, tampoco podía ver a ningún ave volando el cielo, a ningún gato callejero caminando y a ningún perro perdido ladrando.

«¿Qué habrá pasado?» Se preguntó mientras que recorría las calles. Ahora estaba más calmado.

Muchos negocios tenían sus puertas abiertas, invitando a pasar a los invisibles clientes, aunque no haya nadie para recibirlos.

«¿Será una broma?». Volvió a preguntarse.

Rapidamente se respondió a sí mismo con un rotundo no.

Mientras que caminaba por las desiertas calles, notó una rara sensación en el cuerpo.

Había algo que no lo hacía sentir bien y le hacía respirar con dificultad.

Por un momento, Leo se preguntó si su mala sensación sobre aire tenía algo que ver con lo sucedido.

De pronto el aire escaseaba, no podía respirar.

Su vista se nublaba poco a poco mientras que pensaba que se iba a desmayar.

En su desesperación, entró al mercado cerca de él buscando agua. Atravesó las cajas y llegó a las heladeras, aunque no logró su objetivo y desmayado, cayó.

– o –

Leo se levantó. Estaba mareado y le costaba mucho pensar.

-¿Qué pasó?- Preguntó, sin obtener respuesta.

«Es cierto». Pensó. Estaba solo. Misteriosamente se había quedado solo en este mundo y no pudo contener el grito de desesperación.

-¡AAAH!- Gritó. Gritó con todas sus fuerzas.

Unos pasos se escucharon  a lo lejos y se apresuraron hacía él.

-Leo, ¿¡QUÉ PASA!?- Se escuchó una voz preguntar.

Una mujer estaba parada frente a él.

-¿…Claudia..?

E.F.: parte 2

Nadie.

Nadie más que él.

Hasta donde alcanzaba la vista estaba solo.

Ningún auto circulaba por la calle. Ningún niño jugaba en el jardín de su casa. Ningún vecino cortaba el cesped.

Jack, su vecino, tampoco se encontraba presente y esto le sorprendió por sobre todo.

Jack era un jubilado, jardinero retirado y pasaba casi todo el día en su patio frontal arreglando plantas y que no esté presente, simbolizaba que algo le había pasado. No solo a él, sino también a su antes perfecto jardín.

Leo volvió a entrar a su casa. Su preocupación era evidente.

Se digirió a la sala de estar donde estaba el único teléfono inalambrico de la casa.

Lo tomó y marcó el numero del móvil su mujer. Mientras que llamaba, una voz le indicó que la bateria estaba próxima a acabarse.

Leo miró la base y parecía todo normal.

«Por ahí lo dejaron mal conectado» Pensó.

El tono de espera continuaba al teléfono y su mujer no lo respondía. Su llamada no solamente no era respondida, sino que el contestador del móvil tampoco aparecía.

Al cabo de varios intentos sin respuesta, cortó el teléfono y salió nuevamente de su casa.

Esta vez, prestó más atención al panorama.

Las nubes grises y espesas ya estaban siendo barridas por el viento y el sol brillaba cada vez más fuerte en el cielo.

Cerrando la puerta con su llave, salió y se dirigió a su coche.

Encendió el motor y se puso en marcha. Iría a la escuela a buscar a su mujer y a su hija.

Nuevamente no había nadie más que él.

-Gracias a dios que llené el tanque. Dijo, aunque en realidad no podía recordar cuando lo hizo.

La aguja del medidor de combustible marcaba que el tanque estaba lleno, aunque su camioneta lo consumía más rapido que casi cualquier otro auto.

El camino a la escuela se volvió más complicado de lo que pensaba.

Autos cochados obstaculizaban el camino y arboles caídos le impedían el paso. Esto sumado a que los semafóros dejaron de funcionar repentinamente le complicaron el viaje hacia el colegio.

Más allá de eso, la ciudad parecía intacta, cómo si hubiese sido abandonada de repente.

Al cabo de algunos minutos, estacionó el auto.

Las puertas de la escuela estaban abiertas, invitandolo a entrar.

Leo entró, aunque temeroso, y buscó a alguien que le pueda indicar donde se encontraban su mujer y su hija.

-HOLA- Gritó.

-¿HAY ALGUIEN ALLÍ? ¿ALGUIEN ME ESCUCHA?.

La única respuesta que recibió fue el eco de sus palabras resonando por todo el lugar.

Recorrió un poco el lugar, ya más nervioso que antes.

Comenzó a correr, buscando aula tras aula señales de su familia, señales de cualquier persona.

Doblando en un pasillo, encontró la oficina del rector. Estaba cerrada con llave.

Golpeó la puerta con su mano cerrada. Golpeó una, dos, tres, cuatro veces, pero nadie le respondió.

Corrió por los pasillos, el nerviosismo y la desesperación invadieron su corazón.

-ALGUIEN QUE ME RESPONDA, POR FAVOR.

Nadie.

Nadie más que él.

Una lagrima se asomó en su ojo derecho. Quería salir de allí, el aire lo agobiaba.

Aún le quedaban aulas que buscar y pasillos que recorrer, pero sentía que iba a explotar y se dirigió a la puerta principal.

Saliendo del colegio, se desplomó sobre el seco cesped y comenzó a llorar.

Finalmente se había dado cuenta de que… ESTABA SÓLO EN LA CIUDAD.

 

E.F.: Parte 1

Leo se despertó respirando agitadamente.

Su boca aspiraba grandes cantidades de aire, como si no hubiese recibido oxígeno desde hacía mucho tiempo.

Con una mano se quitó la sábana y el cobertor, luego se sentó en la cama e intentó controlar su respiración.

Segundos después, la agitación se fue perdiendo y Leo recuperó el control de su cuerpo, sin embargo, aún seguía mareado.

Mirando a su alrededor, reconoció que se encontraba en su dormitorio, en su casa, pero había algo extraño en ella. Las paredes habían sido pintadas de rojo y alrededor suyo habían decenas de velas consumidas.

Al parecer, estas fueron encendidas hacía varias horas y nada impidió que se fueran consumiendo mientras que él dormía.

Con un fuerte bostezo se levantó de la cama y a pesar de haber dormido, se encontraba vestido con su ropa más cómoda. Se dirigió a la ventana pensando que se había quedado dormido, aunque no podía recordar nada de lo sucedido, su cabeza le dolía.

Separó las cortinas y miró al cielo. Las nubes eran grises y espesas pero se estaban dispersando y el sol se asomaba lentamente.

Se dirigió al baño, su vejiga no podía contener más orina.

Luego de tirar la cadena y de lavarse las manos, abrió la llave de la ducha.

Por alguna extraña razón que no comprendía, se sentía muy sucio, como si su cuerpo hubiese sido untado con manteca o grasa. Sin embargo, al cabo de unos segundos el caudal de agua comenzó a reducirse hasta que se detuvo por completo.

Extrañado, abrió la llave del lavatorio, obteniendo el mismo resultado.

«¿Cortaron el agua?» Pensó mientras que gritaba el nombre de su esposa para que acuda a él.

No obteniendo respuesta, volvió a gritar, esta vez desde la puerta de la habitación.

El silencio perpetuaba.

Un tercer grito sin respuesta fue motivo suficiente para que bajase las escaleras y entrase a la cocina.

Estaba vacía.

El viento soblaba, provocando un movimiento errático en las cortinas.

Leo cerró la ventana y se preguntó si su mujer estaría afuera por algún compromiso.

-ANA-. Gritó. Su hija tampoco acudió a su llamado.

«Debe de estar en el colegio». Pensó.

Sin poder preparar su café diario, por falta de agua, volvió a su habitación para cambiarse de ropa.

Seguía sintiendose sucio y al desnudarse encontró el motivo.

Su cuerpo estaba completamente cubierto por un tipo de aceite viscoso e inodoro.

Utilizando una toalla, pudo quitarse casi toda la sustancia. Luego se puso ropa nueva por encima, maldiciendo no poder bañarse.

Al mudarse de ropa, reparó nuevamente en las velas apagadas y en la pared roja.

Algo había pasado y no lograba recordarlo.

De repente se sintió agobiado. El aire dentro de la casa se volvió espeso y le costaba trabajo respirarlo.

Se estaba mareando. Necesitaba salir.

Bajó rapidamente las escaleras y se dirigió hacia la puerta principal.

Al salir, el aire estaba fresco y pudo volver a respirar con normalidad, pero al levantar la cabeza se quedó completamente sorprendido.

El paisaje era desolador…Leo estaba completamente solo.