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Todo perdido

¿Cómo te sentirías si de la noche a la mañana lo perdieras todo?
Imposible de describirlo, ¿no es cierto?. Solamente los que pasamos por esta indescriptible situación lo sabemos.

Un vacío y la eterna pregunta del “¿por qué a mi?” es lo que nos queda.
“Si siempre fui bueno y siempre ayudé a quién me lo pidió. ¿Qué hice mal?” Nos replanteamos segundo a segundo.

El perderlo todo simboliza el fin de uno. Desde el punto en que sucede la desgracia es que nos transformamos en otro ser, mutamos de personalidad para nunca regresar a quienes éramos.
“Se terminó el bueno y boludo que era” y por un unos instantes, que varían según cada uno, nos volvemos malintencionados, con ánimos de ver al mundo arder, en especial a quienes nos sometieron.

Vivir esos momentos es como ver una película de tu vida con un actor que se te parece pero que no éres.
Si pudiéramos mirarnos desde otro momento, criticaríamos el accionar de nuestro otro yo, pero el precenciar el instante del declive de tu vida te transforma y nadie lo puede puede frenar.
Depende de uno mismo poner un alto a la calentura, al accionar rápido y temerario. No todos podemos controlarnos en esos momentos y algunos terminan siendo víctimas de sus actos, a pesar de que el verdadero culpable de todo esté suelto y riéndose de la situación desde la comodidad de su guarida.

Nos replanteamos una y otra vez lo sucedido y buscamos la forma de culparnos por no haber previsto la situación. Pero coño, ¡No es nuestra culpa!
Me es inentendible el por qué mi cerebro quiere hacerme sentir a mí como el culpable. Porque no lo previne, era evidente que iba a suceder.
¡NO! Eso no debe ser así. Calla cerebro que aquí solo vale el corazón.
Si no lo planteamos antes era porque no nos veíamos en la necesidad de hacerlo. Nadie vive pensando en que le van a suceder las más viles desgracias. Nadie cuerdo realmente.

“Pero, deberías haberlo previsto, fuiste muy descuidado, vos no sos tonto, conocés la situación del país.” Te pueden decir, haciéndo objeto al cuestionamiento anterior que, porque no lo previne, es mi culpa que haya sucedido.
No señores, no es así. No es mi culpa, es culpa del hijo de puta que nos arruinó la vida. Basta pretender desligar la culpa. La responsabilidad del acto es cien por ciento del que lo comete y es en ese instante en que otros conocidos se suman a la disputa. No somos los culpables de lo sucedido, porque nunca debió suceder. Pero la gente no lo entiende y pretende hacerte cargar con culpa. «Yo nunca haría lo que tú hisiste», «Yo no soy tan descuidado», «Fuiste un estúpido al no haber tomado precauciones». ¿suena familiar?
Pretender ofuscar la culpa del mal nacido. «Y si, es obvio. Si lo hacías así invitabas a que te pase». Comentarios llenos de veneno que no hacen más que lastimar.

Acá aprendemos realmente a valorar a las personas que importan.
Aquellas que te apoyan el hombro, te escuchan y te dan la mano para que te levantes, emergen ante nuestros ojos y las que cuestionan tus métodos a todas voces y te usan como centro de novedades para chismes, comienzan a desaparecer de nuestro entorno.
En este punto podemos llegar a quedarnos solos. Pero lo vale. Darte cuenta de a quienes les importamos es una de las pocas cosas positivas que se puede sacar. Separar a quienes les importás y a quienes te utilizan como objeto de labia y conversación para aumentar su popularidad, es indispensable para seguir con nuestro futuro.
Está claro que estas personas posiblemente piensen que actuamos mal y debimos ser más precavidos, pero no lo expresan, retienen y callan esos pensamientos para solamente ponernos el colchón y amortiguar la caída.
Familiares, en mi caso. Amigos nada, solamente fui centro de chismes entre sus conocidos. Personas a las que consideré tan cercanas como un hermano solamente hicieron eco del asunto para tener la exclusiva ante otros. Esto demostró que les es más importante pasar la novedad que brindar una mano.
Solamente falsedades por parte de estos. Ni una visita, ni una palabra de apoyo, como si se tratara de un tema menor y distante. Les puedo asegurar que prontamente desaparecerán de mi lista, aunque me quede solo. Ni un simple mensaje preguntando en que podían ayudar o colaborar, ni una vez ofrecidos para visitarme. No entendiendo la gravedad del asunto y que al día siguiente pretendan dar charla simple pretendiendo que escuchemos sus problemas me hizo replantear todo. Desagradecidos.

Por otro lado, aparecieron los verdaderamente incondicionales, que estuvieron y están siempre presentes y siempre atentos para ayudar.
Dejando de lado sus vidas y sus compromisos, se dedican casi de lleno a la tarea de reconstruir nuestras vidas sin pedir nada más a cambio de el simple hecho de que dejemos de llorar. Gente que merece el cielo, que te dan su colchón para que no duermas en el suelo, sin tener segundas intenciones.
Soy afortunado al tenerlos, aunque no sea eterno.
A pesar de todo, este es un camino que debemos superar nosotros solos y nadie más, por más cercano que sea, jamás entenderá lo que sentimos y callamos.

“Debés ser fuerte, por tu familia” y “Salvo la salúd, todo se recupera” son las frases de cabecera.
Frases entendibles, pero que en ese momento no surten efecto.
¿Por qué debo ver lo positivo en esto? ¿Por qué simplemente no me dicen que todo es una mierda y nada más? Supongo que para que no haya silencio.
No necesito que me digan que debo ser fuerte por mi familia. Veo a mi hijo pequeño y por él haría hasta lo imposible. Sin embargo, cada vez que lo veo me desarmo. Me destruyo por dentro.

Debo ser fuerte por fuera, pero…¿quién me cuida por dentro?
Yo también soy una persona con sentimientos y por ahí no puedo afrontar esto solo. Soy el hombre, el que debe de poner el pecho a todo. ¿Por qué debo endurecerme si no quería hacerlo? ¿Por qué no hay nadie que me cuide a mí?
La respuesta, en mi caso, es sencilla. Mi pequeño hijo que me alegró la vida desde que nació y lo hace cada día en que lo veo sonreir.

Por un hijo todo se puede.

 

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El populismo radial

«-Hoy, recorrí las calles de tierra, de la Villa amigos. Un lugar, con gente humilde, con gente cariñosa. Un lugar, con gente. Con gente olvidada.

Las pausas al hablar eran a propósito. Intolerantes para muchos, pero efectivas en su cometido de resaltar cada palabra dicha en pequeños discursos.
Una mujer, elegántemente vestida, hablaba al micrófono en una pequeña sala cerrada.
Afuera de la sala, un hombre uniformado la miraba con ternura, mientras que otro se encargaba de transmitir el programa que se emitía una vez a la semana.
La mujer hizo una pausa y se acomodó el cabello cepillado y peinado. Su anillo de compromiso de oro y diamantes le estorababa y se lo quitó junto con el brillante y pesado collar que le molestaba al hablar. Dejó ambos artículos costosos a un lado y continuó.

-Sus calles de tierra, sus casas de tierra, sus manos y sus caras cubiertas de tierra, por no tener ni siquiera agua para asearse. Ellos son, los verdaderos pobladores, de nuestra sociedad, los que luchan, día a día, sol a sol, por un país mejor. Duermen en casas sin techos, en camas, sin colchón, pero ya no más. Hoy, repartí, colchónes, para que ellos, sintieran, como deberían dormir, no hoy, sino siempre.

Una nueva pausa intencional, creada para que la noticia de un mayor impácto.
La mujer ya había entrado en calor y quería continuar. Se desabotonó el primer botón de la camisa, dejando al descubierto una pequeña porción de sus pechos y se arremangó las mangas. Hablar y actuar le gustaba más que cualquier otra cosa.

-Ellos sonrieron. Gente humilde, gente trabajadora, como yo lo fui, como lo sigo siendo. Gente feliz de saber, que pueden tener, algo mejor y que nosotros, se lo podemos dar.

La hora se le pasaba rápido y en ocaciones debía ser cortada y sacada del aire para respetar el horario del siguiente programa.
Durante años el programa mantuvo la misma metodología, una mujer hablando durante una hora de lo que repartía a la gente humilde. Colchones, comida, heladeras, radios, incluso una vez repartió vestidos de novia y maquillajes, para que las mujeres se pudieran casar y exigió a las iglesias que brinden sus servicios de forma gratuita. ¿Te imaginas? Personas que desconocían lo que era un casamiento, encantadas con todo el trato que se les brindaba»

El anciano finalizó la historia.

-De esto pasaron casi cien años, y la situación de aquellas personas no mejoró en absoluto. ¿Qué entiendes de todo esto?- le preguntó al niño que lo escuchó atentamente durante todo el relato.

El chiquillo pensó un momento. A pesar de su corta edad, era una persona muy despierta y los doctores habían dicho que poseía una inteligencia muy superior a la media.

-¿Qué hablar por hablar no sirve? -arriesgó.

-Puede ser, pero no es todo. ¿Qué más se te ocurre?

El niño volvió a pensar y esta vez sonrió al creer que estaba en lo cierto.

-¿La mujer de la historia quería que la gente la reconociera? -preguntó.

El anciano asintió con la cabeza, indicando que se adentraba en el camino correcto.

-¿La mujer de la historía repartía cosas solamente cuando hablaba en la radio?

-Creemos que si, pero no te lo puedo asegurar.

-¿Y solamente le repartía a los pobres?

-Así es. Solamente repartía cosas en los sectores más humildes.

Federico no parecía tener trece años, razonaba como una persona mucho mayor, aunque con la ingenuidad propia de un nene.

-Pero dijiste que se vestía de forma elegante. ¿Repartía cosas vestida de esa forma?

-Si siempre vestía así no lo sé, Fede, pero en las fotos si estaba elegante.

-Abuelo, el hombre que estaba con ella al principio, ¿era policia?

-No, era militar.

-¿Y por qué repartía ella las cosas y no lo hacía el ejército?

Su abuelo lo miró. Sus preguntas le sorprendían.

-El ejercito si repartía, no creas que por que lo decía en la radio, entonces era la única que lo hacía.

-Pero vos me dijiste que la radio cuando apareció era más importante y más escuchada que el video con mayor cantidad de visitas de YouTube.

-Así es, en esos tiempo la radio era la única forma en todo el mundo de que las personas se enteren de lo que sucedía y la gente creía que todo lo que se decía era verdad, salvo cuando se trataran de las novelas de jabón.

-Entonces, ¿por qué el ejército no anunciaba que ayudaba?, como lo hacía ella.

-Porque no hacía falta anunciar cada buena acción. La mujer de la historia solamente hacía las cosas para su propio beneficio.

-¿No le importaban las personas a las que le daba cosas?

-Para nada.

-¿Y por qué lo hacía? Abuelo, por qué hacían esas cosas si no eran verdad.

-En sus cabezas lo creían cierto, Fede -le respondió su tata, con ternura. Allí está la clave de todo esto. En sus cabezas creían que ayudaban, pero en sus actos solamente les dieron falsas esperanzas.

-Dales pescado y dependerán de ti durante toda su vida. Dales una caña y muéstrales como pescar y ya nunca más pasarán hambre» -recordó el muchacho. -Les daban pescado para que dependan siempre de ellos. ¿Ese es el punto de la historia? -finalmente atinó a decir Federico. -¿Que les daban pescado para que no mueran, pescado con papas y vino para darles algo mejor y que sean felices hoy, pero nunca les enseñaron a pescar para que no dependan de nadie más?

El abuelo miró su relój. La hora era tarde y la orden de dormir emanó del viejo.

-Abuelo, ¿la mujer de la historia fue una mujer de verdad? -le preguntó su nieto, al acostarse en la cama.

El abuelo le sonrió mientras apagaba la luz.

-Buenas noches, mi amor -le dijo al salir.

Luego dio unos pasos en silencio «Si todos pensaran como él, que distinto hubiese sido todo».

En el autobús

El sol brillaba en lo alto y su calor hacía que transpirase mi camisa nueva.
Era una prenda adquidira el día anterior en una tienda de moda, un lugar al que no suelo concurrir con frecuencia.
Muy costosa, por cierto. Era celeste, aunque no era del todo de ese color. También era verde, aunque no era del todo de ese color. De acuerdo a la amable vendedora, quien consideraba que todo lo que me probaba me quedaba de pintón, el color era turquesa.

-Te resalta tus ojos verdes- dijo -Que, por cierto, son muy bellos- agregó, dirigiendóme una sonrisa.

En ese punto ya desconocía si fue un verdadero cumplido o solamente uno más de sus artilugios de venta.

-Con esa camisa, conquistarás a cualquier chica- me dijo, guiñando su ojo derecho de color ambar.

Accedí a llevarla, no solo por las palabras de la bella vendedora, sino porque realmente era una linda camisa. Al pagar, me di vuelta para despedirme de mi musa de camisas pero ya se había ocupado de conquistar a su siguiente víctima. Me habían quedado claras las intenciones de su labia. A pesar de todo, estaba conforme con la prenda, me gustaba.

Al día siguiente, decidí estrenarla, acompañada por el flamante perfume importado que me habían regalado para mi cumpleaños y que, hasta ese momento, permanecía cerrado en el armario.

El calor aumentaba, mientras que el maldito autobús no se asomaba.
Como cada mañana, esperaba al mismo transporte para llegar al mismo lugar y a la misma hora.

Esta era mi rutina diaria. Esperar durante varios minutos, para subir y pasar entre la gente que se amontona en el sector delantero del vehículo, para finalmente poder respirar en la parte de atrás. Todo esto era ya un movimiento automático del cuerpo, era parte del ritual diario para llegar al trabajo. Vestido distinto al promedio de la gente, perfumado, incluso escuchando música, intentaba distraer mi mente del recorrido.
A menudo fijaba la vista en una persona e imaginaba cómo sería su vida. Aunque también lo hacía con gente que caminaba por la calle; Las demás personas me servían de distracción y así, el viaje de media hora de duración se acortaba.

Luego de un rat de espera vislumbré al enorme vehículo acercándose hacía mí. Deseaba que sea de las nuevas unidades con aire acondicionado, aunque lo que más deseaba era que frene y permita mi ingreso, debido a que muchos choferes, cuando el transporte colma de gente, deciden no frenar, dejando a los usuarios olvidados en el sector de la parada.

A menos de una calle de distancia, extendí el brazo derecho y apunté con el dedo indicé en dirección perpendicular al vehiculo, señalando a un negocio que se situaba en la calle de enfrente, pero con la vista clavada en quien manejaba el autobús.
Esta era la forma más común de indicarle al conductor, que pare y me permita subir.

La señal funcionó y el chofer encendió las luces del transporte, en señal de respuesta a mi seña, indicándome que ya podía descender el brazo.
El vehículo fue frenando su marcha, hasta que se detuvo completamente frente a mí.
Lamentablemente no tenía aire acondicionado, pero para mi suerte no había mucha gente. Decidí sentarme en el segundo de los dos asientos disponibles de la «fila solitaria». Prefería ese lugar, para poder imaginar tranquilamente sin ser molestado.

El autobus continuó su marcha y fue detenido pocas calles después por un hombre anciano, de esos que, no importa que tempratura hiciera, siempre estaban elegantes.
A lo lejos, una mujer corría, intentando con todo su aliento subir al autobús antes de que este parta. Luego la vi recuperar el aire poco a poco al lograr subir.

El paisaje por la ventana era el mismo de todas las mañanas, nada fuera de lo normal y nada lo suficientemente interesante para llamar mi atención.
Una nueva parada, esta vez frente a una plaza. Ingresaron una mujer de 30 y pico de años, aunque por su atuendo, parecía mucho más mayor y detrás de ella, una muchacha de no más de 24 años, con un vestido floral, acorde al calor del día. Una muy fresca elección de vestimenta.

La bella joven se dirigió hacia mí mientras que yo seguía paralizado por su figura y se detuvo en el primero de los asientos de la fila solitaria, justo delante mío.

Se sentó apresuradamente y el recogido pelo hizo movimientos bruscos, luchando por desprenderse de su cruel prisión. Al lograrlo, fue liberada parte de la hermosa e intoxicante fragancia que llevaba puesta.
Mis sentidos se alertaron y mis ojos no podían desprenderse de su blanco y largo cuello.
A medida que la fragancia disminuía y me volvía a concentrar en la gente de la calle, mi joven vecina hacía un movimiento y mi ser quedaba nuevamente petrificado por aquel olor. Parecía que lo tenía todo calculado para no quitarla de mi mente.

Mi cabeza comenzó a trabajar y en mi mente aparecieron decenas de situaciones involucrándonos a ambos.

Su pelo semi recogido, su cuello blanco y desnudo, sus orejas con sus pendientes, encajaban perfectamente en su contorno. Cada tanto, giraba la cabeza en dirección a la ventana y me permitía ver el perfíl de su rostro. Bello, pero no tanto cómo la parte que más veía en ese momento.

El vehículo se detuvo nuevamente y un joven alto, musculoso y mucho mejor candidato que yo, subió lentamente. Pude ver cómo mi musa de bella fragancia, alzó la cabeza en vista del recien llegado.
Era la primera vez que lo hacía desde que se había sentado.
«¿Habría hecho lo mismo por mí?» me pregunté e inmediatamente me respondí que no.
Ella no le quitaba los ojos de encima y allí sentí derrumbarse toda mi historia.
Nos imaginé batiéndonos a duelo por su mano, destruyendo a mi enemigo y alzándome con la victoria.

El muchacho pasó frente a ella sin dirigirle la mirada y mi musa, visiblemente ofendida por lo ocurrido, retornó a su antigua posición, girando la cabeza un poco más de lo normal hacia la ventana, permitiéndome ver mejor su rostro.
«Te gané señor de los músculos» pensé.

El chofer se apresuró en doblar en una esquina antes de ser alcanzado por el semáforo y detuvo su marcha pocos metro adelante. Una joven menor de 20 años, subió y se sentó en la fila posterior de asientos enfrentados, asientos que miran hacia la parte trasera del vechiculo.
Por algún motivo que desconozco, no pagó el boleto como todos los demás presentes.

-¿Nadie le dirá nada?- dije en voz baja, sabiendo que no sería escuchado.

Aquella joven no había abonado el boleto del transporte y su actitud estaba incomodando a más de uno, especialmente a los miembros más ancianos.
Mi furia iba en incremento, cuando un movimiento hizo que nuevamente se desprendiera fragancia de la bella cabellera de mi musa. ¡Ah!, la amnesia selectiva, una bendición.

El calor nuevamente sofocaba, mientras que el autobús frenaba en mi parada.

Era tiempo de volver a la realidad.

 

La historia real del Coyote

Pobre Coyote, que nunca pudo atrapar al Correcaminos.
Capítulo tras capítulo,  la cena se escapaba de sua garras.
«¿Cómo podía ser?» Se preguntaba.
Si sus trampas estaban perfectamente diseñadas, por lo menos al principio.

Obligado por contrato a disfrutar únicamente del sabor del ave corredora, su panza rugía y eso le desesperaba.
Concurría a planes cada vez menos ideados y más apurados para saciar su apetito.
Aún así, sus artificios de ingeniería no funcionaban contra un ave sin cerebro, un ave que corría sin rumbo y que se reía de él. Eso es algo que no comprendía, a pesar de su gran cerebro, no entendía la causa de sus constantes fracasos.
El Coyote estaba atrapado en una realidad que aborrecía y que había comenzado en la década del treinta, poco tiempo después del recupero de la «gran crísis».

Desde pequeño demostró ser distinto, dueño de una mente brillante, un cerebro digno de admirar. Los estudios primarios y secundarios los completó en sus primeros años de vida y para luego entrar en la prestigiosa universidad nacional de México, en donde obtendría su primer título en ingeniería. Su tésis de doctorado atrajo la mirada de las grandes ligas y fue reclutado por la universidad de Massachusetts para obtener su segundo título en ingeniería para luego pasar a trabajar para la NASA.

En sus primeros treinta años de vida, el Coyote estaba en la cima del mundo, academicamente hablando, pero algo en él le empezó a hacer ruido.
Los cálculos y los modelos matemáticos ya no le apasionaban y le aburrían cada vez más.
Su jefe le dijo que es porque estudió toda su vida y no se tomó un tiempo para descansar y le obligó a irse de vacaciones. El Coyote aceptó tímidamente, sabiendo que ese no era el motivo de sus últimos descuidos.

Su descanso lo aprovechó para pensar, pensar que hacer de su vida. Cada día que pasaba alejado de los números y de las cuentas le hacía pensar en que no quería volver a esa realidad. Pero no sabía que hacer y este era el último día antes de regresar al trabajo.
Tenía aún varias horas antes de ir al aeropuerto de Los Ángeles para regresar a su casa en Texas y aprovechó para ir a su lugar favorito de comida, un bar especializado en pollo frito.

«Todo cambió aquel último día de vacaciones, mientras que estaba comiendo mi amado pollo frito. Fue gracias al hueso de una alita que pude descrubrir mi futuro» Cuenta el Coyote en una entrevista antes de comenzar a grabar el programa que lo saltó a la fama.
«Un hombre se atragantó con el hueso y los médicos no pudieron salvarlo. La gente, entre ellos niños, lloraban sin consuelo y yo sentí que era mi obligación apartarlos de esos pensamientos y sacarles una sonrisa. Actué, hice de payaso y lo logré. Meterme en un papel, actuar, me trajo una revolución dentro. Finalmente había encontrado mi futuro. Quería convertirme en actor y justo estaba en la tierra de las oportunidades, en Hollywood, endonde las ideas se hacían realidad.»

-Seré actor- exclamó ante los comensales que intentaban volver a sus comidas luego del fatídico hecho.
Sin embargo, las risas de absolutamente todos los clientes, empleados y gente del salón hicieron que el Coyote se callase y saliera corriendo.
No se reían de su propuesta, sino de su voz. Un tono rídiculo, digno de un bebé en lugar de un adulto.
El Coyote tenía un trauma que no podía superar y por eso no hablaba en público. Con la emoción de la situación se olvidó de su regla personal, pero las risas exageradas de la gente la recordó.
Juró que no volvería a levantar la voz, no soportaba tanta humillación.
A pesar de esto, en su mente aún resonoban sus palabras. Su nuevo sueño era ser actor y no se detendría hasta conseguirlo.

Pero la era del cine mudo había terminado y un actor que no hablaba no era interesante ni tenido en cuenta.
Luego de una infinidad de rechazos, un viejo amigo de la universidad mexicana se contactó con él. Un pequeño ratón que había saltado a la fama hace poco tiempo, conocido con el nombre de «Speedy González».
Con su amigo de nexo con los productores, el Coyote consiguió trabajo rápidamente como protagonista del nuevo programa que tenían en mente.

-El Coyote y la captura del Correcaminos se llamará y consistirá en que cada semana utilices tus conocimientos en ingeniería para diseñar y contruir equipos y trampas para atrapar al ave corredora-. ¿Te interesa?- le dijeron los productores.

El Coyote aceptó con gusto y le estrechó la mano al productor.

-Una cosa más-le dijo. -Como queremos que esto sea real, solamente podrás comer las aves que captures en el programa. Nosotros te las proporcionaremos, junto con todo el equipo que necesites de la empresa A.C.M.E.

Nuevamente la estrella asintió. No tenía dudas en atrapar varias aves por semana, lo que le daría comida más que suficiente para almacenar.
Pobre Coyote, ignoraba que tal como él había conseguido trabajo por un amigo, todo se mueve por contactos y su primer compañero de grabación, el primer Correcaminos, sería el único que haya. Ignoraba que era la mascota del jefe y que tenía asegurada su supervivencia.
El programa consistiría en ver el sufrimiento y la desesperación de un animal al ser saboteados sus planes capítulo a capítulo. Ese era el morbo que querían vender los productores y la idea tras las creación del show.
Así quedó el Coyote, encerrado en un sueño donde creía que era la estrella y donde la comida se extrañaba.

La verdad, detrás del primer caso de bullying televisivo.

BTHA: Parte 3

«¿Cómo han osado arrestarme? ¿Bajo que cargos? ¡¿DESPUÉS DE TODO LO QUE HE HECHO POR VOSOTROS?!»

La voz de Marcus se hacia sentir, mas no era atendida por la guardia que hasta hace poco le obedecía ciegamente. Pasó de ser el alcalde, el hombre mas importante, influyente y respetado, a ocupar la única celda del pueblo.

Ahora yacía en el suelo de la prisión, esperando que alguien le libere, pero su espera fue en vano.

Nadie vino, ni el juez, ni Damián – «la voz del pueblo»-, ni su ayudante cuando era alcalde, ni Claudio, ni siquiera su mujer, Isabel.

La única visita que tenía era el comisario del pueblo quien volvió a portar un arma en su cinturón y este no era del todo charlatán.

Sin nadie que lo escuchase, sin nadie que le diera un juicio justo, sin nadie a su alrededor, Marcus permaneció solo, en la celda.

Varios días después, Marcus calculó que había pasado un mes, otra persona fue encerrada en misma celda que el.

Marcus lo reconoció como Esteban, uno de los obreros del molino. No era el mas listo, pero era una buena persona.

«¡ TU ! Todo esto es por tu culpa, ‘alcalde’. MALDITO SEAIS». Las palabras de Esteban se clavaron directo en el pecho de su compañero de celda.

«Yo no he hecho nada, Esteban»

«Mientes»

«Estoy diciendo la verdad. He sido acusado injustamente» Replicó Marcus.

«No te creo maldito Inglés» Respondió el otro recluso.

Esa fue toda la conversación que tuvieron por una semana, hasta que por fin un día se rompió el silencio.

«Hoy es mi cumpleaños» Dijo Esteban.

«Feliz cumpleaños. ¿Has de recibir visitas?

«…» Esteban hizo un largo silencio. «No, no recibiré»

«¿Cúal es el crimen por el cual te condenaron?» Preguntó Marcus mientras veía como se volvía sombría la cara de su compañero.

«Robo y asesinato. Me acusan de haber matado a mi propia familia.»

«¿Qué ha pasado?» La voz de Marcus denotaba sinceridad.

Esteban dudó un momento y al final decidió abrirse ante el anterior alcalde:

«Como sabrá…». Parece que había vuelto el respeto al hablar. «Yo trabajaba en el molino que usted contruyó. Fueron épocas muy buenas para mi hijo, para mi esposa y para mí. Teníamos suficientes ingresos para vivir y nos sobraba lo suficiente para darnos algun que otro regalo. Pero todo se terminó cuando derrumbó el molino.»

Marcus pensó en detenerlo y aclarar que el no lo hizo, pero consideró que para ganarselo como aliado, debía seguir escuchando la historia, sin meterse.

«Desde ese momento todo fue miseria. No teníamos dinero para comprar comida y no había trabajo. Al poco tiempo debí salir a robar -comida- para alimentar a mi familia. Siempre robé lo minimo, pan, agua, lo basico para sobrevivir. Hasta que una vez, uno de los dueños de los negocios debió que cerrar debido a los crecientes robos y cegado de ira me siguió hasta mi casa y…»

El llanto de Esteban hizo que sea imposible continuar su relato, pero no fue necesario. Marcus había comprendido lo que pasó después. El dueñó del negocio asesinó a la esposa e hijo de su compañero de celda y este se vengó con el. Pero aún no le quedaba claro por qué fue condenado.

«Pero, ¿por qué te han condenado?» Preguntó Marcus.

«Porque no le pude matar, a pesar de haber hecho lo que hizo, no pude y le dejé con vida, aunque muy mal herido y me acusó. El juez consideró que en mi locura había asesinado a mi familia y casi matado al dueño de la panadería. Fui centenciado a 10 años en prisión….yo robé, pero nadie cree que ese fue mi único delito».

«Yo te creo» dijo Marcus, abrazando al hombre derrumbado por sus lagrimas.

Marcus ahora tenía un nuevo amigo, quien lo ayudaría a recuperar su vida.

BTHA: Parte 2

Marcus y Claudio habían sido condecorados con medallas, honores y mucho oro por su gran y heróico esfuerzo durante la guerra.

Sus nombres se habían vuelto importantes dentro de la comunidad.

Habían pasado varios años desde que los amigos conocieron a su amor, Isabel y Claudio pasó gran parte de esos días en idear un plan para separarlos, aunque sin exíto.

En casi todos los aspectos Marcus era una persona con buen corazón.

 

Aunque todo cambió una mañana en la que Claudio fue invitado a la casa de su amigo. Este aceptó y Marcus le contó que quería ser candidato al puesto de alcalde, que recientemente se acababa de desocupar. Le contó a su amigo que quería hacer algo mas por el pueblo que tan gentilmente lo trató.

Con una falsa pero muy bien fingida sonrisa, Claudio felicitó a Marcus mientras que este se dirigía a la bodega para traer una botella de vino para brindar.

En el momento que quedó solo, Claudio tuvo tiempo de ver -sin emociones- las cartas de felicitaciones de parientes lejanos. Aunque una de esas cartas le llamó la atención…

Esa carta estaba escrita en inglés y la firma decía «With love, Mom & Dad» (con amor, mamá y papá).

Claudio se apuró a guardar la carta en uno de los bolsillos de su saco mientras que la sonrisa en su rostro se hacía real y cada vez más y más grande…

Claudio sabía que la ley establecía que para tener un cargo público era necesario ser descendiente de españoles.

Gracias a la torpeza de su «amigo», ahora tendría lo que estuvo esperando y deseando desde hace tanto tiempo, a Isabel.

Marcus fue electo como gobernador.

El tiempo pasó y el pueblo creció a pasos agigantados.

Durante el periodo de permanencia en su flamante cargo, las cosas en el pueblo mejoraron mucho y gracias a su inteligencia, había desarrollado el molino mas grande del imperio español, dandole trabajo a la gran mayoría de los habitantes del pueblo.

Aunque fue precisamente en el día de la innaguración el momento en que Claudio decidió llevar a cabo su plan.

Cluadio se ocupó de correr el rumor de que el nuevo alcalde no era descendiente de españoles y -como los rumores fluyen mas rapido que el agua- pronto los dichos llegaron a los oídos de Marcus.

Al principio estos no tomaron mucha fuerza ya que las obras de Marcus por el pueblo eran tan importantes (y visibles), que hacían opacar a cada repetidor.

Por su parte, Claudio no lograba ocultar su frustración y sus sirvientes eran los principales receptores de su mal humor. ¿Cómo podía hacer para lograr fortificar el rumor? Se preguntaba.

Días despues de pensar y pensar, la respuesta le vino a la cabeza. El rumor no se fortalecía porque la ímagen de su «viejo amigo» era muy grande. Entonces debía bajarla. Y ¿cómo lo lograría? «Muy facil» se respondió.

Derribaría la torre del molino, el simbolo del progreso de Marcus y la principal fuente de trabajo de muchos de los habitantes del pueblo.

«Si el molino cae, Marcus también lo hará». Se decía Claudio por las noches antes de acostarse.

Gracias a Marcus, el pueblo había logrado la paz y todas las armas habían sido entregadas y destruidas. Gracias a eso, en el pueblo se generó una gran confianza entre sus habitantes hasta el punto en que el comisario del pueblo era el único representante de la ley (aunque sin armas).

Pero no todos estaban desarmados. Durante un tiempo, Claudio obtuvo de contrabandando unas nuevas armas traidas del oriente. Estás eran unos artefactos que contenían una gran cantidad de polvora y gracias a ello, producian una devastadora explosión a distancia.

Eso era justo lo que necesitaba para destruir el molino…

Luego de 3 días de pruebas efectivas, el plan de Claudio se llevó a cabo y logró explotar -a distancia- los cimientos del molino, el cual se derrumbó con un fuerte estruendo.

La caída del molino fue la primera ficha  del dominó en caer. No pasó mucho hasta que surgieran varias teorías de la culpabilidad de Marcus en la caída de su fuente de trabajo. En el dinero que el obtuvo y en que esto lo hizo para que el pueblo quede pobre y bajo su merced.

Inmediatamente las acusaciones fueron hacia el lado de su sangre británica,

De ahí en más, Claudio solo se sentó a observar como las cosas tomaban su rumbo. Al poco tiempo los miembros del consejo del pueblo se reunieron y decidieron acusar a su alcalde de traición a la patria sin un juicio justo ni derecho a replica.

Marcus había sido capturado por ser hijo de Ingleses. Nada importó que el era Español y que había servido al ejercito y dado su vida por su nación. Tampoco importó que gracias a el, el pueblo había crecido como nunca y todos los habitantes poseían uno de los mas altos niveles de calidad de vida de todo el imperio español. Nada de eso importó…

El plan había surtido efecto. Isabel lloraba desconsoladamente en los brazos de Claudio mientras este miraba como se llevaban al que algúna vez llamó amigo.

Entre gritos y llantos, Marcus maldijo su destino y juró que volvería a buscar a su amada y tomar venganza del culpable de su situación.

Claudio solo sonrió mientras que Marcus era detenido. Al fín tenía a Isabel en sus brazos y ahora nada ni nadie iba a poder separarlos.

BTHA: Parte 1

Claudio estaba caminando por la pradera.

Había escuchado un ruido entre la maleza y sabía que no se trataba de un roedor queriendo sustraer algúna hortaliza de la huerta. No, ese ruido era de pasos, de sigilosos pasos provenientes de un hombre.

Claudio era soldado del ejercito Español y estaba entrenado para eliminar a los intrusos que amenazaban su país.

Armado con su fusíl, siguió caminando, lentamente, siguiendo el rastro del usurpador hasta que lo encontró.

«¡ ALTO AHÍ !» Retumbó la voz de Claudio .

El movimiento del suelo cesó y un individuo se levantó con los brazos en alto. Llevaba un uniforme militar Ingles, aunque algo sucio.

«TIRA EL ARMA» ordenó.

El soldado Inglés obedeció sin resistencia y arrojó su pistola al pasto.

Claudio sonrió, pensó que tenía la situación bajo control cuando de repente sintió el acero en su espalda. Su sangre se había vuelto fria y le dió escalofrios en todo el cuerpo.

«TIRA EL ARMA» escuchó de una voz detras de el en un pesimo castellano.

Era un segundo soldado Inglés. Claudio había caido en su emboscada y no tenía escapatoria.

O sería asesinado en ese intante o peor aún, sería envíado a Inglaterra como un esclavo.

«KILL HIM» Escuchó decir del soldado que fue el señuelo.

Un ruido resonó en el aire. El disparo se había efectuado y el soldado había caído. Fue un disparo certero a la cabeza del enemigo. Apenas un segundo después el otro soldado se desplomó en el suelo mientras que la sangre se escapaba de su cuerpo. Ambos soldados Ingleses habían caído pero Claudio seguía estatico, no comprendía lo que acababa de suceder. Todo fue muy repentino.

Una mano apareció frente a sus ojos, era una mano que lo invitaba a tranquilizarse y a volver a la realidad.

Claudio la tomó y levantó la vista. Frente a el estaba un hombre Español. No, no solo un hombre. El era un soldado del ejercito Español, un compañero de armas.

«Vaya susto, ¿eh?» Dijo el salvador. «Estuve siguiendo a estos malnacidos y tu me has dado el momento perfecto para emboscar su emboscada».

Cluadio seguía inmovil y miraba fijamente a su compañero.

«Por cierto, me llamo Marcus».

«¿Marcus? No es un nombre muy Español si me preguntas» atestó Claudio ya reincorporado..

«Es latín, significa el protector y en este caso tu protector» Respondió Marcus soltando una carcajada que hizo reir tambien a su compañero de armas.

Marcus había salvado a su compatriota y desde ese entonces ambos se volvieron muy unidos.

Corría el año 1595 y la guerra Anglo-Española estaba en sus momentos criticos.

Claudio y Marcus fueron enviados a Londres en una operación secreta.

Su misión consitía en adentrarse en la casa de uno de los comandantes del ejercito enemigo y recuperar unos planos. Luego destruir toda la casa (y a todos en su interior).

La inteligencia militar Española descubrió que en la casa se escondían unos planos con unos prototipos de armas diseñadas por Da Vinci en el año 1510 y descubiertas por espías Británicos en 1593. Se creía que estas armas eran capaces de una gran destrucción que podían terminar con la guerra. El ejercito español las debía poseer.

Fue así que Claudio y Marcus partieron con su misión la cual realizaron exitosamente. Los planos fueron recuperados y la casa (junto con el comandante de armas y el resto de su familia) fue quemada.

Sin embargo, Marcus sintió piedad por la empleada de la familia Inglesa. En realidad había caido enamorado a primera vista de aquella joven y hermosa muchacha que contemplaba de rodillas y con lagrimas como la casa se quemaba.

Su nombre era Isabel y era Española, pero servía a Ingleses.

Ignorando las palabras de su amigo, Marcus la llevó consigo de vuelta a España y la invitó a quedarse en su casa a lo cual ella aceptó, aunque diciendo que por poco tiempo, hasta que encuentre otro lugar.

Pasaron los días y el amor de Marcus por Isabel se hizo mas fuerte. Ella, por su lado, le correspondió el amor y ambos lo disfrutaron en su plenitud durante algúnos años, pasado el fin de la guerra.

Pero aunque Marcus no lo sabía (y nunca se lo preguntó), Claudio se fué enamorando en secreto de Isabel. No solo de su belleza fisíca, sinó de su personalidad. Aunque no fue correspondido, su objetivo ahora era uno y solo uno. Tenerla. Tenerla aunque eso deba significar deshacerse de su mejor amigo.