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El arte de la matanza

El primer cazador que no utilizó sus manos, demostró a su tribu el poder de la piedra.
Lanzada desde una corta distancia, pero con gran fuerza y efectividad, la roca golpeaba la cabeza del indefenso animal y lo tumbaba al suelo. No era suficiente para matarlo, pero si le daba a los hombres la ventaja para terminar la labor con sus puños.
El hombre fue proclamado jefe de la tribu y recibió las mejores pieles. Sin embargo, otro de los miembros tuvo celos de él y quiso acaparar todo el poder.
Mejoró la piedra. Buscó una con una punta más pronunciada y afilada y la ató a una rama, creando la primer hacha.
Con el nuevo invento vino la fama y las pieles pasaron a cubrir su cuerpo.
Mandó a crear decenas de éstas armas y se mantuvo en el poder durante varios inviernos hasta que se hizo viejo y fue reemplazado por una mente más joven y ágil que mejoró el sistema utilizando el filo de la piedra para dar forma de punta a un trozo largo y liviano de madera y así volver al método original del primer cazador que era atacar desde la distancia.
La primera lanza llenó de fama, pieles y comidas asadas al nuevo rey de la tribu.
El arco y flecha, la espada, el martillo, el inflamable petróleo fueron creaciones posteriores.
Generación tras generación fue mejorando el arte de la matanza para ganarse el respecto y admiración de los demás.

Por supuesto que cada uno hablaba en su dialecto. Ya sea verbal o de señas, todos querían demostrar quien era el mejor y en la antigüedad, el mejor era el poseedor de la mejor inventiva para la muerte. Sin embargo, fueron superados por el invento de un emperador romano al cual no se le tenía confianza militar.
Claudio, designado a dedo por los soldados romanos, marchó al norte para enfrentarse a la magia de los druidas de Britania bárbara.
Sabía que no podría hacer nada contra la magia de aquellos hombres, entonces tuvo una brillante y demente idea, armar elefantes y mandarlos al frente de combate.

Un elefante armado hasta los dientes, encolerizado por sus captores, suelto en la batalla para destrozar a todo aquel que se le pusiera en su camino hasta que su sed de sangre sea saciada. Aquella innovación y locura, le proclamaron vencedor y su fama fue aclamada.

No obstante, en un mundo en que las guerras no suceden con frecuencia y solo suceden en lugares aislados, una nueva arma de matanza llegó a nuestras vidas.
El ansia de poder, de fama, de reconocimiento y de posición es ahora un tema de perspectiva…

…de perspectiva.

-¿Leo?
-¿LEO?
-¿Qué?- respondí, volviendo a la realidad.
-Que te fuiste otra vez. Te necesito acá, concentrado.
-Perdón, ¿en qué estábamos?
-Te decía que se trata de un tema de perspectiva. Quiero la foto desde este ángulo, porque se le ve mejor la cola. Pero no te inclines mucho porque va a parece que no tiene gomas y que el cuello está alargado.
-¿Entonces?
-Entonces quiero que mejores la perspectiva. Saca otra foto como te dije.
-Si, señor- Dije, volviendo al trabajo y aprovechando para mirar a la infartante modelo.

Escribanos del sexo

Años atrás, mi trabajo podría haber sido considerado como una perversión, incluso yo mismo lo consideré así al principio.
A fin de cuentas, solamente me siento a mirar como dos personas tienen sexo. Sin embargo, hoy en día es una necesidad vital en la sociedad.

El colegio de escribanos del sexo fue creado hace apenas 3 años, fruto de las modificaciones de las leyes en materia de violencia -parcial- de género.
De acuerdo a la nueva ley, una mujer puede denunciar a la persona con quien compartió la intimidad, acusándola de ‘agresora de la integridad’.
En líneas generales, esta ley se dirigía a combinaciones sexuales del tipo 1, o sea, hombre y mujer.
Se estipula que la mujer no siempre es conciente de sus desiciones y que éstas son manipuladas, en su mayoría, por la conducta del hombre.
El varón tiene el poder en la relación, tiene la fuerza para someter con músculos y la habilidad locuaz para someter con palabras. Además de presuponer la condición de ‘culpabilidad inicial’ la cual dictamina que es el causante y único culpable del acto a menos que la compañera de cama testifique lo contrario.
Una tontería, si me preguntáis. Si ella es la que le está denunciando, como va a testificar lo contrario.

Durante la entrada en vigencia de la ley, la polémica fue grande. Aún lo recuerdo. En esos años yo estaba terminando la carrera de abogacía y realizando averiguaciones para comenzar a realizar los trámites y convertirme en escribano.
La primera denuncia fue de personas mediáticas, relacionadas al ámbito del cine y la televisión. Se trataban de personas que se sintieron estafadas por sus parejas al habérseles prometido posición y relevancia en los medios y que las promesas no fueron cumplidas.
Éstas primeras denuncias se cayeron al haber faltante de pruebas y con el tiempo se fueron estableciendo las pautas para la denuncia.
La principal y más importante es que no debían de pasar más de 48 horas desde el acto hasta los exámenes médicos que se realizaban en el día en que mujer asistía a los tribunales.
Al poco tiempo, las salas de espera se fueron llenando y colmando las actividades de los jueces.
Los canales de noticias cubrían constantemente los casos más llamativos y la sociedad sufrió un cambio brúsco y repentino.
El país se estaba descontrolando y el presidente, junto con el rey, debieron tomar cartas en el asunto.
Al poco tiempo, se ordenó la creación del colegio de escribanos del sexo, en donde trabajo actualmente.

-Se trata de algo muy sencillo. Ántes de realizar el acto sexual, debían de llamar al número gratuito del colegio de escribanos del sexo y solicitar a un profesional que verifique y plasme el consentimiento entre las partes.  De esta forma, se asegura que la intimidad se realiza con la debida aprobación.- Dijo el jefe de prensa del gobierno.

Se trataba de un sistema ágil, de precios accesibles y sobre todo, necesario.
Las personas que nos llamaban recibían a un profesional en el destino marcado en pocos minutos. El profesional verificaba el estado de conciencia de cada uno y completaba los nombres en el formulario de consentimiento sexual. Finalmente debía verificar que el acto se mantenga dentro del marco de la legalidad.
Al finalizar el encuentro, el escribano entregaba un certificado notariado con fecha y hora del evento para que sea guardado por cada parte involucrada y se retiraba.

Hoy, después de varios años y cientos de presencias en encuentros, ya no me provoca nada ver a las parejas, pero al principio si debía controlar mis emociones. En especial cuando debía asistir al encuentro de personas sumamente atractivas.
Gracias a dios el trabajo no falta y no me va mal. Sin embargo, aún considero que se ha perdido algo dentro de la sociedad, algo que nos costó demasiado tiempo en conseguir…la libertad.

Quejas y comparaciones

-¡La puta madre! Que gobierno de mierda- Dijo Matías.

Mi amigo se quejaba que en el viaje que realizaría, no podría comprarse todo lo que quería porque, al aumentar el costo de vida, ya no dispondría de tanto efectivo para la travesía.
En realidad, si podía, pero después su bolsillo sufriría las consecuencias.
Yo por dentro pensaba sobre las ganas de quejarse que llevaba la gente. «Encima que estás viajando» me decía por dentro.

-Junto basura para sobrevivir. ¿Qué querés que haga?- le escuché decir a una persona cuando el policía le llamó la atención.

El mendigo buscaba, en la calle, algo de valor entre los desechos de las personas y a causa de eso,  el tráfico se vio afectado. Un policía fue advertido por un conductor y el agente fue al encuentro del pobre. Hablaron un rato y el primero debió desistir de su actividad y buscar una nueva montaña en donde encontrar algo de oro.

«Pobre tipo» Pensé, mientras que caminaba.
Mientras que habían personas que se quejaban dentro de la comodidad de su casa, habían otras que sufrían el día a día y pensaba que no había peor destino para alguien hasta que la vi y mi corazón se acongojó.
En una silla de ruedas manejada por un hombre mayor, se encontraba sentada una mujer de unos 70 años.
La pobre mujer no poseía ninguna de sus extremidades. Brazos y piernas se encontraban ausentes y la persona se había reducido a un cuerpo con cabeza.
Demasiada pena tuve con ella, aún mayor a la pena que sentí al ver al otro hombre revolver la basura.
Sin embargo, no estaba preparado para lo que sucedió.

La vi a la cara y estaba sonriente. No podía creer como una persona así, en esa situación, aún supiera lo que es sonreir. La curiosidad fue mucha y frené a la pareja para preguntarle a la mujer el motivo de su sonrisa. La respuesta me partió el corazón.
Aquella mujer era lo más cercano a una cabeza viviente. Debía depender de alguien constantemente. No podía ir al baño ni bañarse, no podía rascarse, no podía escribir cuentos ni bailar los diferentes ritmos, sin embargo, poseía un remanente de felicidad.

-Tengo a mis hijos y a mis nietos y los veo felices. Pasé una buena vida hasta mi accidente y ahora disfruto de cada risa, de cada rayo de sol y de cada nuevo día que puedo vivir.
Mi vida no es tan buena y necesito de ayuda constante. No poseo intimidad ni siquiera cuando duermo. Tampoco puedo abrazar a mi marido y muchas veces quise terminar con todo esto hasta que me di cuenta que aún tengo motivos para ser feliz y mi marido detrás mío es uno de ellos. Él me cuida, me cuenta cuentos, me protege y me ayuda en todo. A pesar de mi condición, yo recibo cariños de él, de mis hijos y de mis nietos. ¿Querés saber por qué estoy con una sonrisa? Es fácil: Porque recibo amor todos los días.

El recuerdo de esa mujer me hizo llegar a casa con una lágrima en mi ojo y una sonrisa en mis labios.
Muchas veces nos quejamos de la vida que llevamos. Nos quejamos porque no sentimos que nuestro esfuerzo diario sea meritorio. Nos quejamos porque a otra persona, a un familiar, a un amigo o incluso a un desconocido le va mejor que a nosotros. Nos vivimos quejando y es normal. Uno siempre debe querer superarse y mejorar.
Compararse sirve en parte para buscar una mejor vida y no quedarnos en nuestra «miserable» posición, pero también sirve para amargarnos día a día.
Crecer es un deber, pero nunca dejando de mirar atrás, porque si lo hacemos, nunca vamos a quedarnos satisfechos y nunca vamos a saber cuando realmente tenemos una buena vida.
Siempre van a existir personas mejores que uno, mejores en lo que uno falsamente cree que es mejor, ya sea mayor dinero, mayor reconocimiento, pareja más atractiva, casa más linda y esas cosas y viendo esto, muchos pensarán que es lo mejor para sobrellevar la vida «como debe ser».
Tampoco esta mal, si es el objetivo de uno, pero el problema en este caso es que no se mira para atrás y no se recula la situación.

-No sirve que te compares con un pobre- Me dijeron varias veces.
-Comparándote con un pobre tu vida va a ser siempre un paraiso.
-Comparate con un famoso y verás que mal que la pasás o con tal político que tiene la vida fácil.

Comparaciones, comparaciones y más comparaciones.
Al final de cuentas parace que es lo único que nos mueve y que nos motiva a mejorar.
Si te comparás con alguien mejor, sos un emprendedor y si te comparás con alguien peor, sos un conformista. Todos son 1s y 0s, todo es blanco y negro, todo es extremo.

Considero que hay siempre puntos intermedios en todas las discuciones. Nada es absoluto en esta vida y nada debería serlo.

Miremos hacia adelante, hacia aquellas personas que creemos que realmente disfrutan de la vida, pero miremos también hacia atrás, para nunca dejar de saber lo que tenemos.
Así es como manejo mi vida. Mirando con los dos ojos hacia adelante, para buscar crecer siempre y sintiendo con el corazón a las personas que están detrás, para nunca olvidar lo que tengo.
De esta forma, busco crecer como persona sin conformarme con la vida que me tocó y a su vez, disfruto de la vida que llevo.

Pequeñas claves para la felicidad que te recomiendo no olvidar.

Terror a 10000 pies

«Tripulación: Alcanzando los diez mil pies»

El avión había despegado y a los pocos minutos, el capitán dio el anuncio a su tripulación.
Como se trataba de un vuelo corto, viajando en un avión pequeño, no volaríamos a la gran altura crucero de los vuelos transatlánticos sino que a una considerablemente menor.
Esto era un gran alivio para mí ya que al poco tiempo se apagaría la señal de obligatoriedad del uso del cinturón y el avión comenzaría a volar de forma horizontal.
Al apagarse la señal, mis pulmones volvían a respirar y mi corazón se realentizaba volviendo a sus pulsaciones normales.

-Odio volar- Le dije a mi mujer.
-¿Qué pasa, cielo?
-Eso- Respondí.
-No te preocupes vida, conmigo no te va a pasar nada.- Me dijo intentando calmarme.
-Me tranquilizaría más si fueses Superman- Le reproché. -Estando en el cielo, vos no podés hacer nada.
-Yo soy mejor que Superman- Me respondió, con sinceridad.
-Eso no es cierto. Superman puede volar y eso es muy útil si se cae el avión.
-Amor, no digas boludeces.
-Es verdad. Superman puede volar y tiene fuerza sobre humana.
-Y te olvidás de algo más, su cualidad más importante.
-¿Cuál? – Pregunté con crítica.
-¡Que no existe!- Exclamó.

La miré con bronca. Mi palabrerío y mi divagación eran fundamentadas en mi miedo a volar.
Claro que no siempre fui así, sino que el miedo lo fui ganando con los años.
Mi primer vuelo lo realicé a mis 25 años. Era todo nuevo para mi. Un mar de sensaciones y emociones, todo resumido en escasas 10 horas.
La excitación al ingresar al aeropuerto por primera vez. La sensación de estar libre de las ataduras del día a día.
El ruido de las turbinas y el primer despegue. El empuje al asiento y el dejar abajo la ciudad y sus luces. Todo aquello fue un festín a los sentidos y yo estaba muerto de hambre.
Cómo olvidar la primer turbulencia, aquel movimiento del avión por acción del viento.
Durante el primer vuelo fue bastante fuerte y contínua, tanto que mi compañera de fila de asiento, una bella chica italiana de mi edad que no hablaba ni castellano ni inglés, se aferró de mi brazo izquierdo y clavó sus uñas en él.
Los afilados garfios penetraron mi piel y me provocaron cortes superficiales.

-Mi scusi, mi scusi- Me dijo con una bella tonada, pero con nervios en la voz.

Aunque el brazo me dolía, le indiqué con la cabeza que no pasaba nada.

-Continúa.-Le dije, esperando que en italiano signifique lo mismo.

Aquel fue un viaje largo y lleno de turbulencias, un viaje que hoy, me sería de eterno sufrimiento pero que en esa ocasión fue de constante placer.

Sin embargo, los años pasaron y mi temor empezó y se fortaleció.
Había formado una familia y pensaba que por ahí tenía miedo a dejar a mis hijos sin su padre, pero lo cierto es que el pavór comenzó antes de que los críos hayan nacido.
Ellos no viajaban con nostros en esta oportunidad y se quedaron unos días con los abuelos.
El viaje era corto, de unas 3 horas de duración y el avión estaba lejos de estar lleno. Viajaríamos una semana para festejar nuestro décimo aniversario de casados.

-Las últimas cuatro filas están completamente vacías- Le dije a mi mujer al regresar del baño.
-Es temporada baja- Me respondió sin levantar la cabeza de la revista de crucigramas.
-¿Te ayudo?- Le pregunté ya sabiendo la respuesta.
-Ya lo terminé- Respondió.

Ella era una genio y muy culta. Poseedora de un doble título en ingeniería y un master en historia, era la persona más inteligente que conocí en mi vida y al día de hoy no se que hacía ella casada conmigo, un simple trabajador promedio sin sobresalir en ningún ámbito.
De pronto, un movimiento me hizo borrar mis derrotados pensamientos. El avión comenzó a temblar y mis manos lo siguieron. Mi cabeza se olcutó entre el pecho de mi mujer y se negaba a salir.
Ella, con mucho amor, me levantó la cabeza y me miró a los ojos.

-Amor, te podría dar una charla de mecánica de los fluídos y explicarte el principio de sustentación. También podría decirte como se podría volar en caso de perder los motores. También te podría dar las estadísticas de seguridad en vuelos en comparación con barcos y autos, pero lo mejor que te puedo decir es que mires a las azafatas.

Me señaló a las dos mujeres que movían un carrito de comidas y bebidas.

-¿Las ves?- Me preguntó.
-Por supuesto.
-¿Las ves preocupadas?

Ambas estaban con una sonrisa en sus rostros que no pude identificar si eran sinceras o automáticas. No obstante, ambas parecían estar en calma.

-No lo parecen- Respondí.
-Bueno. Cuando tengas miedo, miralas. Ellas tienen cientos de viajes realizados y conocen perfectamente los movimientos del avión. Si las ves y están en calma, entonces te podés realajar.
-¿Y si no las veo?

Mi mujer se quedó pensando.

-Si no las ves es una buena señal también.
-¿Cómo es eso?- Pregunté, levantando una ceja.
-Si no las ves es que deben de estar descansando y si están descansando es que está todo normal.
-¿Y cuando me debería preocupar?
-Cuando ellas estén preocupadas. Cuando las veas caminar rápido de una punta a la otra y cuando las veas mirar hacia los lados. ¿Está bien?
-Bueno- respondí.

Pero por dentro, el miedo se mantenía. Mi cabeza y mis sentidos estaban agudizados para escuchar y detectar cualquier anomalía. El miedo es así, irracional y no hay palabras que sirvan para reconfortarse, sino no sería miedo.

El vuelo prosiguió sin más problemas hasta que el capitán anunció que estábamos inciando el descenso.
El avión comenzó a moverse y temblar. La luz indicadora de la obligatoriedad del cinturón se seguridad se encendió.
La gente regresó apresurada a sus asientos y las azafatas comenzaron a moverse apresuradamente.
El avión se estaba moviendo cada vez más fuerte y mi temor se incrementaba.
Cerré los ojos y me apoyé sobre el pecho de mi mujer. Le apreté la mano izquierda muy fuerte.

-Tengo miedo- Le susurré.

El avión se movía más y más. Ya presentía como caerían las máscaras de oxígeno. Mi cabeza luchaba por recordar las instrucciones mientras que mis labios rezaban oraciones que nunca había recitado.

-Amor, debo confesarte algo.
-¿Ahora?- respondí con los ojos cerrados.
-Si. Ahora. Mirame.

Mi cabeza se negaba a abrir los ojos.

-Mirame- volvió a decir.

Abrí los ojos y la miré. El avión volvió a moverse y le apreté la mano con fuerza.

-¿Qué?- reproché.
-Amor. Debo decirte algo. Te lo estuve ocultando todo este tiempo, pero ahora que vamos a morir, te lo debo confesar.
-¿Qué?- volví a decir.
-Amor, en realidad yo no soy quien vos creés que soy. En realidad yo soy otra persona.
-¿Quién sos?- Le pregunté.

Ella miró por la ventana y no respondió.

-¿Quién sos?- Volví a preguntarle, levantando un poco la voz.

Ella volvió a mirar por la ventana y al cabo de unos segundos, respondió.

-Yo soy Superman y conmigo estarás protegido para siempre.

Habiendo dicho eso, el avión tocó suelo y comenzó a frenar. El aterrizaje estaba a punto de terminar.

Al sentir que estaba sobre el nivel del suelo, me calmé y regresé a mi sonrisa habitual.
En verdad ella era Superman.

Pañuelos bañados en sangre

-Su majestad, debe irse.
-¡Que no! Soy el rey y mi palabra es la ley.
-Las leyes han cambiado, señor.
-Solo el rey puede cambiarlas y el rey soy yo.
-Majestad, van a por usted, por su cabeza y por la mía.
-Vete, entonces. Pero si te vas, serás fusilado.
-Entonces, o muero bajo su yugo o bajo el hacha del verdugo.
-Que no. No te va a pasar nada a menos que yo lo ordene. Por Dios santo, soy el rey.
-Señor, la era de los reyes ha llegado a su fin. Lo que ha sucedido en Francia ha tenido repercusión en nuestras tierras y el pueblo aclama bañar sus pañuelos con sus sangre.
-¿Sus pañuelos?- Preguntó el rey.

Su súbdito lo miró.

-¿Por qué sus pañuelos?- Volvió a preguntar.

Aquel esclavo con -miserable- sueldo bajó la mirada. No era conveniente mirar fijo a su majestad ni mantenerle la mirada en alto durante más de 5 segundos. Aún a pesar de que su régimen llegaba a su fin, tenía el suficiente poder como para cortarle la cabeza en ese mismo instante.

-No…no lo sé, señor.

El rey comenzó a caminar alrededor de su trono real. Lo miraba y acariciaba.
Aquel trono había resistido incontables guerras, batallas tan sangrientas como la imaginación pueda crear. Sus patas habían sido rotas y reclamadas como trofeos pero siempre se reconstruyó. Aquel trono se había mantenido en pie desde su creación, pero ahora se enfrentaba a algo nuevo. Este enemigo era infinitamente más devastador que todas los enemigos anteriormente derrotados. Ahora no luchaba contra un ejército, no luchaba contra un general que se quería sentar en aquel cómodo asiento de piel de cordero. Ahora luchaban contra un mal al que no podían ganar. Luchaban contra una idea.
En Francia, su revolución, su cambio en la forma de pensar. Sus creencias de que ya no necesitaban de un rey que los gobierne. Cansados de la opresión, cansados de que el trabajador pague impuestos y el rico coma carnes. Cansado de que una figura que no elegían ni les representaba les maneje y controle la vida.
Aquella idea era peor que enfrentarse al ejército más poderoso. Aquella idea de destitución del cargo real era un rival imbatible. Ahora no se enfrentaban a los bárbaros, sino que se enfrentaban a si mismos.

El rey continuaba rememorando lo que vivió aquel trono y no podía dejar de pensar que con él se terminaba la historia de los reyes. El pueblo no podía -ni quería- detenerse. No aceptarían cambios pequeños como la baja en impuestos a cambio de que el rey permaneciera en su condición de tal. El pueblo no perdonaría y buscaba la sangre real. Era un enemigo imposible de detener.

-Ahora lo entiendo- Finalmente dijo.
-¿Lo de los pañuelos?
-Si. Ellos quieren bañar sus pañuelos para tener un poco de mi sangre real. Lo que ellos realmente buscan es el poder individual. Cada uno de ellos, de los que planean obtener mi sangre es porque quieren poder, quieren saber lo que representa ser el rey y eso me da una ventaja, me abre el portón a la salvación.
-Señor, ¿está seguro se esto?
-¡Por supuesto!- exclamó el rey. -Ahora se lo que debo hacer, debo negociar con el lider, con quien los dirige. QUE VENGAN

El rey estaba tan seguro de su plan que despidió a su guardia personal para poder recibir al pueblo «hambriento de sangre».
Estaba muy confiado cuando el grupo de 50 personas corrían hacia él. Les daría el poder suficiente para que se pongan de su lado.
Pero, con lo que no contó el rey, era que aquellas personas, aquel grupo estaba conformado por pobres agricultores y productores que nunca habían experimentado el poder ni se les pasaba por la cabeza el tenerlo.
Sin poder mediar palabras, la cabeza real fue separada de los hombros reales y la sangre comenzó a brotar.
Se dice que la cabeza dura conciente unos 5 segundos luego de ser decapitada, tiempo suficiente que tuvo el ya no más rey para ver como los hombres arrobajan sus pañuelos al suelo y los bañaban con su sangre y en aquel breve periodo lo entendió.
Comprendió que no lo hacían sólo por ellos, lo hacían por el futuro de sus familias y el futuro de la vida. La era de los reyes, que había permanecido intacta durante milenios había llegado a su fin y comprendió que el no era más que un simple hombre mortal y que su vida era igual de frágil que la del simple trabajador. El rey había comprendido la verdadera razón de la revolución en Francia….la igualdad.

La importancia de un abrazo

Julia lloraba mientras caminaba por la calle. Sus piernas apenas resistían el peso de su cuerpo. Sus hombros llevaban una carga emocional muy grande.
Echada de su trabajo, echada del departamento donde vivía con su ahora ex pareja desde hacía un par de años y echada del banco al provocar un escándalo por no tener saldo en su cuenta y poder mantener las tarjetas de crédito, su vida en ese momento era un cúmulo de estrés.
Caminaba sin ver, caminaba sin escuchar. Simplemente caminaba. Había perdido el rumbo y se encontraba desorientada.
Era cuestión de tiempo hasta que tropiece pero para su suerte, cayó en los brazos de un chico que pasaba.

-¿Estás bien?- Le preguntó, sintiéndose tonto por aquella pregunta tan trivial.
-Si- Respondió tímidamente ella, secándose las lágrimas de los ojos. -Gracias.

Julia se reincorporó, ahora estaba triste y avergonzada por lo que acababa de hacer.
Se tiró a los brazos de un desconocido, arriesgándose a lo que venga.

-¿Segura?
-Si- volvió a responder. -Gracias por agarrarme.
-No hay problema- Dijo el muchacho con una sonrisa en su rostro.

Julia no se soltó de aquel muchacho. Su cuerpo estaba cansado y hambriento.

-Parecés sin fuerzas. Vení, vamos a comer algo.-Le dijo el chico.
-No, gracias. Estoy bien.
-Dale. No te puedo dejar así. Vení, vamos acá. Te dejo en la mesa, te pido unas medialunas con un café y me voy.
-No quiero- Decía con la cabeza gacha. -Ni tengo plata
-Yo te lo pago.

No solía aceptar ofertas de desconocidos, pero tenía mucho hambre.

-Gracias- Le dijo, con la cabeza aún gacha.

Luego de ayudarla a sentar a Julia en una mesa, se acercó a uno de los mozos y le hizo el pedido. Luego se dirigió a la caja y lo pagó.

-Bueno- Le dijo. -Que te mejores.

Julia por fin levantó la cabeza y le pidió que se siente con ella.

-Gracias por todo.
-Te aceptaré las gracias si me decís como te llamás.
-Julia- Respondió. -¿Y vos?
-Abi.

El pedido llegó y Julia juntó un poco de fuerzas.

-¿Te puedo pedir algo?
-Lo que quieras- Respondió Abi.
-¿Me das un abrazo?

Abi la miró. El pedido fue tierno, ella realmente lo necesitaba.
Se levantó de la silla y con sus brazos, rodeó el cuerpo de Julia.
Pasó el primer segundo y nada pasaba. Pasó el segundo segundo y nada pasaba. Pasó el tercer segundo y los hombros de la mujer se movieron. Fue al cuarto segundo cuando vino el llanto.
Abi se disculpó y diciendo que debía hacer una llamada, luego regresó y le dijo que avisó que no iría a trabajar así permanecía al lado de aquella hermosa muchacha que le había pedido un abrazo.

Así pasaron los días. Julia y Abi habían formado una pareja y la sonrisa en la chica había reaparecido.
Sin embargo, su primer discusión llegó al cabo de un mes mientras que comían y arreglaban para conocer a las familias de cada uno.

-Somos una familia católica tradicional, te va a encantar.

Abi se frenó y la miró. Estaba mudo.

-¿Qué te pasa?- Le preguntó.
-Nada. Respondió él.
-Dale, Abi, decime. ¿No te gustó lo de familia católica?
-Si- respondió Abi con la cabeza baja.
-No te preocupes- dijo ella. -No importa si eres evangelista, apostólico o testigo de Jehová. Somos muy tolerantes.
-Soy judío- respondió en seco.

Julia se quedó inmovil. Aquel chico lindo con el que pasó la tarde y le dio el mejor abrazo de su vida era judío.

-¿Pero…? -comenzó ella, no mirando a los ojos al otro. -No puede ser. Si no usas traje ni el «gorrito» en la cabeza ni tenés barba. Pareces normal.
-Sos una tarada- se limitó a responder él.

Haciendo caso omiso del insulto ella prosiguió.

-Pero si comimos una hamburguesa con panceta. Comimos cerdo y carne no kosher y pasamos las noches de los sábados juntos.
-¿Y con eso qué?
-¿Cómo con eso qué? Me mentiste. Nunca me dijiste que eras un judío.
-Nunca te dignaste a preguntar sobre mis cosas.

Julia se detuvo por un momento. Abi tenía razón. Ella hablaba continuamente sobre ella, sus problemas y su vida pero no se había interesado en la historia de él.

-Tenés razón, Abi. Soy una tarada- Dijo mientras una lágrima le caía sobre la mejilla. ¿Me perdonas?

Él la miró fijo y finalmente respondió.

-Solo si me das un abrazo.

El poder del abrazo es mágico. La reunión de los cuerpos entrelazados provoca un estímulo muy grande en los cuerpos haciendo que ambos participantes del acto borren sus problemas.

Llegó el gran día y todo comenzó con calma hasta que el tema de religión surgió de la boca del pater familias.
La cena no había concluido y Abi había salido de la casa de los padres de Julia.
La discriminación y acoso que recibió fue mayor a lo que tenía previsto.
Estaba acostumbrado a ciertos tratos pero su dignidad tenía un límite y aquella noche, el límite llegó antes del postre.
Julia salió tras él.

-ABI- gritó.
-ABI- volvió a gritar.
-Por favor, Abi- ahora suplicó.

Abi detuvo su andar y volvió hacia ella.

-No te vayas- le suplicó
-Tengo mis límites, Julia. Si no me iba, les pegaría y de eso no hay vuelta atrás.
-¿O sea que hay vuelta atrás?
-No lo sé- respondió y se marchó.

Julia regresó a la casa y observó como toda la familia de ella discutía con su padre.
Abi les había parecido una persona de bien, simpática, culta y feliz hasta que llegó a esa casa y fue abordado por su suegro, cuyos pensamientos en religión eran tan cerrados al punto de decir barbaridades sin fundamentos por el simple hecho de atacar al pobre chico, a su religión y a su dignidad.

-¿Lo querés?-Le preguntó su madre, en la cocina, alejados del bullicio del comedor.
-Si, mami. Lo quiero mucho y siento algo especial con él, pero gracias a mi lo perdí.
-Si fue tu padre que dijo esas cosas.
-No, mamá. Yo también las dije, no ahora sino antes, cuando apenas lo conocí, cuando até su personalidad a lo que yo creía que era su religión. Le dije muchas cosas sin sentido.
-Entonces ahora descansá y mañana por la mañana vas a buscarlo.
-¿Para qué? Si papá no lo va a aceptar.
-De papá me ocupo yo. Vos ocupate de recuperarlo y te puedo decir un método infalible para hacerlo.

La madre se acercó al oído de Julia y le dijo unas pocas palabras. Julia sonrió.

Al día siguiente, Juliafue a la casa de Abi y le dijo algo al oído.
Abi la miró y sonrió. Luego asintió con la cabeza.

Ambos se levantaron y se dieron un fuerte y largo abrazo.

Aquel era el secreto que le habia dado su madre, el secreto de la importancia del abrazo.

Después de eso, se prometieron que si no podían arreglar sus tristezas con un abrazo, entonces sus tristezas no tendrían solución.

Historia en pareja

En un pueblo rural de la antigüa China, un campesino llamado Feng, trabajaba la tierra. Aquel lugar era conocido por poseer grandes y fértiles campos de arroz el cual abastecía a gran parte de la población del país.
Feng trabajaba en el campo día y noche junto a su esposa Chi y a sus dos hijos, Lee y Jon…”

-Se escribe Hon.

-Pero dijiste Jon. Pronunciaste la jota.

-Bueno, pero se pronuncia así. Cambialo.

-Ok.

-Y no escribas esto.

-Me dijiste que escriba todo lo que se diga.

-Todo lo que se diga sobre el cuento. Nuestra conversación no es parte de él.

-¿Qué hago?

-Borralo y sigamos.

Feng trabajaba en el campo día y noche junto a su esposa Chi y a sus dos hijos, Lee y Hon. Entre los cuatro mantenían trabajada la tierra y lograban cosechar el tan preciado grano. Con las ganancias podían vivir, sin grandes lujos, pero sin muchos apuros. Feng había heredado el campo de su padre, que a su vez lo había heredado de su abuelo y así desde hacía varias generaciones.
La familia se caracterizaba por tener un solo hijo, para poder pasar la tierra y que no hayan peleas entre hermanos. Sin embargo, Feng había tenido dos. Lee, el mayor, trabajaba la tierra junto con su padre durante todo el día y la noche. Era un trabajador incansable, mientras que Hon ayudaba, pero en menor medida. Esto ocasionaba las tan indeseadas peleas entre los hermanos…”

-Repetiste hermanos.

-No me interrumpas… ¿por dónde iba?

-Tenían un solo hijo para que no hayan peleas entre hermanos y luego hay dos hijos y tienen peleas entre hermanos. ¿Ves? Repetís hermanos.

-Ahh, cierto. ¿Seguimos?

“Lee le reprochaba su falta de esmero y de colaboración. Hon, en cambio, le respondía que él trabajaba el tiempo justo y que no era necesaria tanta dedicación. La tierra haría lo suyo a su tiempo.
Los padres veían como sus hijos discutían y se entristecían. Por un lado, el mayor ayudaba hasta agotarse y por el otro, Hon tenía razón y a veces no hacía falta tanto esfuerzo. Era un dilema.
A medida que pasaba el tiempo, la relación entre los hermanos fue decayendo, hasta el punto que ya no podían trabajar juntos. Uno quería mantener las costumbres de tantos años y trabajar día y noche. El otro quería implementar nuevas tecnologías, nuevos métodos en los que él pueda trabajar menos tiempo y obtenga los mismos resultados que su hermano…”

-¿Cuales tecnologías si dijiste que era un pueblo de la antigüa China?

-¿Me vas a interrumpir todo el tiempo, cielo?

-Perdón. Sigamos.

-Gracias. Además, con nuevas tecnologías me puedo referir a métodos tradicionales y no a las grandes cosechadoras de hoy en día. Hon quería implementar métodos de riego automático, por goteo u otra forma, entre otras cosas.

-Ahh…

“Feng decidió retirarse y descansar del arduo trabajo que venía haciendo desde hacía varias décadas y dejó el futuro del campo a sus hijos. Sin embargo, estos no podía continuar trabajando juntos y su discusión llegó hasta el punto en que los hermanos tuvieron que dividir el campo en partes iguales para que cada uno lo trabaje a su modo.
Lee continuó con el método tradicional de su padre y trabajaba arduamente día y noche, mientras que Hon implementó varios mecanismos de automatización como el regado por goteo y la máquina para cosechar”

Arduamente dia y noche, arduamente dia y noche, arduamente dia y noche…

-¿Qué pasa ahora?

-Sos muy reiterativo.

-¿Y qué problema hay con eso?

-Que no esta bien. Buscá sinónimos. Buscá otra forma de decirlo sin repetir las mismas palabras una y otra vez.

-¿Vos cómo lo pondrías?

-No sé, vos sos el cuentista y yo solo escribo.

-Entonces dejame seguir contando, ¿si?

-Si.

Todo esto hacía que el hermano menor posea mucho tiempo libre, el cual dedicaba, en parte, a arreglar los mecanismos de su sistema automatizado, a descansar y a buscar nuevos métodos de cosecha. Al llegar el momento de la recolección, Hon poseía mayor cantidad de arroz, pero su calidad era notablemente menor y por eso debía venderlo a un menor precio que su hermano, el cual poseía una menor cantidad pero de mejor calidad…”

-Ahh, entonces esto es calidad contra cantidad.

-Mmm…

“…se trataba de una cuestión de calidad contra cantidad. Mientras que el mayor poseía un producto más apetesible, el menor obtenia una mayor cantidad de grano más asequible.
Los días y los meses fueron pasando y los hijos cada vez se distanciaban más y más, hasta el punto de que ya ni siquiera se sentaban a cenar en la mesa de sus padres. Esta situación se fue transformando en un puñal que se hundía lentamente en el corazón de Feng con cada día que pasaba. Sus hijos no solo no se hablaban sino que competían entre sí para hacer caer al otro y dedicaban más energía de lo necesario en convencer a los vendedores que el producto de su hermano era inferior en todo sentido. Habían alcanzado el punto de no retorno y se habían convertido -formalmente- en rivales, competidores en su rubro.

Tanto Chi como Feng, miraban a sus hijos y se lamentaban, mientras que el puñal avanzaba cada vez más.”

-No tenía un puñal en serio, ¿no?

-No. Es simplemente una metáfora. Para un padre, ver a sus hijos distanciados es un gran dolor.

-¿Nosotros tendremos hijos algún día?

-Supongo que sí, pero primero nos tendremos que casar.

-¿Y cuándo me lo propondrás?

-Mmm…cuando terminemos el cuento. Pero a este paso, no llegaremos nunca a completarlo.

-Continuemos.

Durante el cumpleaños número 50 de su padre, la familia se reunio completa después de tanto tiempo. Ambos hijos habían comprado regalos, sin embargo no se lo pudieron dar. Feng cayo victima de una enfermedad desconocida para ellos y para su esposa.
Al no saber que hacer, los hermanos corrieron juntos hacia el pueblo más cercano en busca de un médico, el cual llevaron rápidamente a su casa. Al revisarlo, éste anunció que su padre sufria del corazón y que la cura era muy costosa.

El hombre escribió la cifra que costaría el medicamento y se la entrego a Chi. Al ver el papel, la mujer comenzó a llorar al punto de casi desmayarse. Luego Lee leyó el número y cayo de rodillas. Algo similar sucedió con su hermano menor al ver la cifra que el hombre había puesto.”

-¿Qué enfermedad era?

-No se.

-Dale, decime.

-Esperá a seguir con el cuento.

Esto no estaba en los planes de los hijos, quienes, muy a su pesar, tuvieron que unir fuerzas junto con su madre para solucionar y salvar la vida de su padre…”

-Ahh, ya entiendo

-¿Qué es lo que entendés?

-Lo que va a sucede

-¿Y qué pensás va a suceder?

-Los hijos van a unirse para salvar a su padre.

-Acabás de escribir que muy a su pesar tuvieron que unir fuerzas. ¿No te parece que ya está implícito que van a trabajar juntos?

-Es lo que estoy diciendo.

-Sos muy perspicaz.

-Gracias.

-¿Seguimos?

…durante los siguientes días, Chi, Lee y Hon se reunieron para discutir como seguir, como llegar a juntar el dinero para la medicina para su padre.

Tanto Lee como Hon creían que debían implementar su método de siembra y cosecha en el campo y que su otro hermano trabaje junto a él. De esta forma, trabajando juntos y ahorrando todo lo que podían, llegarían a comprar el medicamento. El problema es que ambos pensaban lo mismo y no se podían poner de acuerdo.
Las discusiones eran constantes, solo frenadas cuando Feng aparecia.
A pesar de habérsele diagnosticado tal enfermedad, al jefe de la familia no se le ordenó que hiciera ningún tipo de reposo y a causa de eso caminaba por la casa entorpeciendo los planes del resto de su familia y a su vez, apagando el fuego de las discusiones de sus hijos.
Los días pasaron y tanto Lee ocmo Hon descubrieron que si querían plenear un método para salvar a su padre, debían de hacerlo en voz baja ya que los gritos alertaban a su -muy despierto- progenitor.
Poco a poco los hermanos fueron acostumbrándose a hablar sin discutir y escuchar al otro…”

-Es como decía.

-Claro.

-Los hermanos se van a llevar bien de nuevo y van a poder salvar a su padre.

-¿Segura?

-¿Acaso no es así?

Si pensas que es así, deja de escribir. Sino continuemos con el cuento.

-Continuemos.

…a pesar de haberse puesto de acuerdo en no discutir, no habían podido encontrar un punto medio para comenzar a reunir el dinero que necesitaban.
Cada uno continuó trabajando el campo a su manera y al finalizar el día de ventas juntaron todo lo que habían recaudado y lo contaron.
Lo recibido por la venta del arroz no alcanzaba para cubrir el costo de la medicina que padre necesitaba, estaban muy lejos aún. Por esto fueron a ver al medico y le preguntaron que otras alternativas habían ya que juntar esa cantidad de dinero en el tiempo que necesitaba Feng, les sería imposible.
El hombre les respondió que había otro método, más económico pero menos efectivoy si querían usar esa opción tendrían que hacerlo ya.
Los hermanos aceptaron sonrientes y le entregaron al médico todo lo que tenían. Luego regresaron a su casa a darle las noticias a su madre y a esperar.”

-¿Su padre no se podía enterar de nada?

-Era la idea de los hijos

-Pero, ¿él sabia que estaba enfermo?

-Si, sabia. Si lo reviso el doctor.

-Puede ser revisado y que no sepa que esté enfermo.

-Yo creo que Feng es más listo de lo que sus hijos piensan.

-¿Cómo que yo creo? Si es un personaje inventado por vos.

-Es una forma de decir que a veces hay más de lo que ven los ojos, o en este caso de lo que leen.

-No entiendo.

-Ya lo entendrás.

Al dia siguiente la medicina fue entregada, pero antes de aplicarla, el doctor se reunió con los hijos. Les explicó que ésta era una medicina temporaria y que le debían aplicar otra dosis en muy poco tiempo y continuar asi hasta que padre este completamente curado.
Lee y Hon se sorprendieorn por la noticia del medico ya que éste no les había dicho nada cuando le entregaron todo lo que habían recibido por la venta del grano y ahora debían continuar trabajando arduamente para seguir obteniendo el dinero necesario para continuar el tratamiento. Sin embargo, ambos hermanos estaban dispuestos a continuar trabajando por su padre.
Los años pasaron y la relación de los hermanos se había vuelto solida. Gracias a su esfuerzo Feng estaba cada dia mejor hasta el punto de que quería salir de su retiro y volver a trabajar el campo. Pero fue detenido por su esposa.
Con su padre recuperado un poco en fuerzas, los hermanos pudieron descansar un poco de su arduo trabajo. Ese tiempo lo aprovecharon para formar cada uno una familia y poblar la casa de su padre con nueras y nietos.
Días de alegría vinieron y Feng los dedicó a ayudar a sus hijos en sus tareas con el grano y de paso, conocer sus métodos de siembra y cosecha.
Su padre, al ver ambos métodos tan distintos, quedó gratamente sorprendido en que ambos funcionaban mejor de lo que él pudiera haber hecho y el campo había producía mucha más cantidad de mercadería que en sus tiempos de labrado.
Durante una cena, celebrando el cumpleaños número 60 de su padre, los hijos debieron decirle una mala noticia a su madre. Él médico de la familia había fallecido y no habían podido encontrar a nadie que lo pudiera reemplazar ni que conozca donde comprar el medicamento que su padre necesitaba.
Chi les preguntó hace cuanto tiempo de esto y se sorprendió que había pasado hace casi un año, un año en el que su padre no había recibido la tan necesitada medicina.
Los hermanos se escusaron diciendo que se lo veía bien y que no querían decir nada hasta encontrar un reemplazo, pero al pasar el tiempo no les quedó otra más que contárselo.
Su madre observó a su esposo, sentado en la mesa jugando con sus nietos y soltó una lágrima. Luego los beso y dijo que eran unos hijos ejemplares y que tanto ella como su padre estaban orgullosos de ellos.”

-¿Por qué no le contaron ántes a su madre?

-Porque querían resolverlo sólos.

-¿Durante cuanto tiempo estuvieron trabajando para comprar los medicamentos?

-Durante mucho tiempo. Tanto que ya se habían olvidado que era una obligación y se había vuelto una rutina.

-¿Hasta que se enteraron lo del médico?

-Hasta que se enteraron lo del médico.

La cena continuó en silencio. Tanto los hijos como su madre disimularon toda la conversación e intentaron mantener una actitud positiva frente a su padre.
Finalmente Feng se levantó y se dirigió a sus hijos. Se lo notaba en extremo cansado.
Les besó en la frente a cada uno y se fue a dormir, no sin antes decirles que los amaba y que su corazón ahora estaba en paz al verlos llevarse bien, como cuando eran pequeños. Y esa fue la última vez que vieron a su padre…”

-¿Murió?

-Así es.

-No me digas eso, después de tanto esfuerzo. ¿Cómo pasó?

-Simplemente se durmió y no se despertó.

-Algunos dicen que es la mejor forma de pasar a la otra vida.

-Es un método sin dolor, con dulces sueños. Con la satisfacción de que todo en tú vida está cumplido.

El duelo duró varios días y en el último, apareció un hombre a dar sus condolencias.
Se lamentó no haber llegado antes, pero es que recién se había enterado de la noticia.
Se presentó como amigo y abogado de su padre y les presentó a sus hijos su testamento, el cual decía que a su hijo mayor Lee, le dejaba en posesión el campo situado detrás de la casa donde vivían. Se trataba de un inmenso campo con una casa en un rincón, mientras que a su hijo mejor, Hon, le dejaba el terreno completo donde actualmente trabajaban ambos hermanos, junto con el dinero necesario para construir una segunda casa donde vivir con su familia.”

-No entiendo nada.

-Sigamos.

“Los hermanos se miraron. No entendían nada de lo sucedido. No entendían quien era ese hombre, ni como conocía a su padre, ni de donde habían salido los terrenos y el dinero.
Al ver sus caras, el hombre les entregó el pergamino que era el testamento para que vean que todo era cierto y que abajo estaba la firma de su padre. Los hermanos seguían sorprendidos y necesitaban una explicación. El abogado, se aclaró la garganta y les explicó.
Junto al testamento, había una hoja escrita por Feng que fue leída por aquel hombre.
‘A mis hijos. Les dejo tierras y monedas suficientes para que puedan dedicar el resto de sus días al cuidado de sus familias. Ustedes trabajaron dúramente por mí para reunir lo necesario para mi medicamento, aunque la verdad es que ese dinero se guardó y usó para comprar el terreno que Lee va a ocupar y para la casa que quiero que Hon se construya. El médico, un buen amigo mío, me alertó que mi condición requería un tratamiento muy costoso, demasiado para un simple campesino y me alertó que mis hijos, ustedes, estaban conspirando en secreto para comprarlo. Se que invirtieron salúd en esta tarea y no me parecía justo. Es por esto que le pedí que guarde todo lo que le den y, cuando alcance, compre el terreno. También le pedí que junte un poco más para repartir entre ustedes. Hijos míos, les agradezco el sacrificio por su padre, pero éste les quiere recompenzar. Sean felices con sus hijos y cuiden de su madre cuando yo no esté. No olviden que los amo con todo mi maltrecho corazón. Con amor, Feng”.

-Terminamos el cuento. ¿Te gustó?

-Mucho. No me lo esperaba.

-El amor de un padre por sus hijos lo puede todo…. Esa es la ídea. Y si, me gustaría que seamos padres algún día. Mi amor…

-Oh, Dios. ¿En serio lo vas a hacer?

-Te lo prometí, ¿o no?

-Pensé que era un chiste para continuar el cuento.

-No lo fue. El cuento no me importa tanto como vos. Mi amor, ¿te querés casar conmigo?

-POR SUPUESTO QUE SI

-Que bien. ¡Nos vamos a casar!

-¿Mi amor?

-Si.

-¿El cuento tiene continuación?

-El cuento no. Nosotros si.

Ingenuo amor (parte 2)

Pasé a buscar a mi amigo por su casa y ambos nos fuimos rumbo al encuentro con las dos chicas de la fiesta.
Se trataba de un plan sencillo, una partida de Bowling y una pizza. Una noche de sábado en la que esperaba que las risas fluyeran por el desastre que éramos, mi amigo y yo, en los bolos.
Y así fue. No pudiendo atinar al «Strike», terminó el partido con mi amigo a la cabeza, yo en segundo lugar y las chicas en un empate en el 3er y 4rto puesto.
Nosotros eramos bastante malos, pero ellas (gracias a Dios) eran peores.
Nuestro desastroso juego por lo menos ayudó a romper el hielo y durante la pizza, no parábamos de reir.
Los cuatro mantuvimos una charla fluida y la buena onda se mantuvo siempre, pero yo ya quería hablar a solas con la bella chica del cumpleaños. Sin embargo, en esa oportunidad no se daría.

Nos despedimos pero antes planeamos una nueva salida para los 4. Esta vez sería el cine el lugar de encuentro.
Así pasaron un par de salidas más hasta que nos decidimos a salir sólos.
Bueno, en realidad ella fue quien me lo planteó y yo me sentí bastante tonto.
Éramos muy jóvenes y en mi cabeza la película era otra. Si no tomaba yo la iniciativa, entonces mi masculinidad sería afectada.
Ahora me río de mis ingenuos pensamientos, pero como dice el título de esta historia, esto es un ingenuo amor y las cosas no salen como uno las imagina.

Las nubes negras continuaban su movimiento y dentro de poco tiempo cubrirían por completo el cielo, opacando al Sol y a su luz.

La pasé a buscar por la casa una semana después de haber arreglado salir sólos y fuimos a caminar. Paseamos por el parque, dándole más de mil vueltas hasta que cayó la tarde y ella tuvo que volver a su casa.
Aún recuerdo como se aceleró mi corazón cuando estaba llegando. Era mi primer salida, mi primera cita y los nervios eran de esperarse, más en alguien tán tímido como lo era yo.
Si al día de hoy, con 40 años, me sigo considerando tímido, en aquella época, en mis 3 lustros de vida, era la timidez personificada.

Pasaron 2 meses, 8 salidas juntos, hasta que nos dimos nuestro primer beso.
Bueno, nuevamente estoy exagerando. La realidad es que ella me dio el beso y yo solo pude endurecerme como una estatua. Era mi primer beso y no supe que hacer ni como reaccionar.

-Como vos no te movías, me mandé yo. Sos muy lento.-Me dijo luego del beso.

Es entendible. Aún a pesar de mi corta edad, un simple beso no podía demorar tanto en llegar, pero así era yo, ingenuo y tímido en todo sentido.

Que extraño me sentí al volver a mi casa. Aquello fue un cambio en mi persona. Con ese beso sentí que mi vida tenía sentido finalmente. Aquella era la mujer de mi vida.
O al menos eso pensaba. Pero aquel beso fue el punto de partida de la experiencia más traumática y dolorosa de mi vida.

Mitología perdida

«En el principio existia aquello sin nombre y ocupaba el vasto vacío. ‘Aquello’ no poseía emociones ni sensaciones, no poseía cuerpo ni mente. No poseía vida, al igual que el vasto vacío donde moraba. Pero ‘aquello’ comenzó a cambiar y la neblina que lo conformaba se unió y tomó la forma de huevo y de una esfera roja sobre éste. Se cuenta que de la esfera emanaba tanto calor, que provocó que el huevo eclosionara. Del cascarón comenzó a surgir un ave de plumaje rojo.
Cuando ‘aquello’ salga completamente del cascarón y sus alas se extiendan por completo, se tragará la esfera roja que nos da calor y causará el fin de nuestra existencia. La esfera es su corazón y para que ‘aquello’ viva, debe deborarlo.
Es por eso, que el cuerpo de ‘aquello’ debe ser destruido. Si sus alas no vuelan, ‘aquello’ no podrá conseguir su corazón y perecerá.
Los dioses, nuestros bienhechores protectores, quieren evitar a toda costa, nuestra -y su- damnación y es por eso que están de nuestro lado.
Los bienaventurados dioses dedican sus días a la destrucción de ‘aquello’ y buscan destruir sus alas desde tiempos inmemoriales, desde que Top surgió y nos dio la vida y desde que su hijo, Trok, nos enseñó a sobrevivir.
Somo esclavos de los dioses, pero ellos nos enseñan cosas y nos permiten vivir. Top, el primer dios, surgido de la parte superior cascarón de ‘aquello’, parte que había sido llenada con el calor de la esfera, nos creó a base de calor y de partes de su propio cuerpo. Varios dioses surgieron de él, como su hijo Trok, creado con el miembro de Top que él mismo se cortó.
Trok representa la fertilidad en humanos, animales y en plantas y fue él quien nos enseñó a cultivar y utilizar la sangre azul de ‘aquello’ como elemento vital para sobrevivir y hacer crecer la vegetación y el ganado.
Top y Trok, juntos, crearon a la mayor cantidad de dioses, pero Junto, la oscuridad, destruyó el fuego divino del primer dios y ambos perecieron.
Junto había nacido de la parte inferior del cascarón de ‘aquello’ y el calor de la esfera roja no había bañado su ser. Junto odiaba la vida y dedicaba sus días a convertir todo en oscuridad. Trok, sus hijos, nietos y gran parte de los dioses de su linaje no podían hacerle frente al dios oscuro y sus luces eran apagadas por éste.
Pasaron cientos de años antes de Folden, descendiente de Cokodo, se reuniera con Top y ambos crearan el poder necesario para acabar con la oscuridad.
Top, Folden y Junto lucharon en una intensa batalla y los tres perecieron. La luz de Top se mezcló con la oscuridad de Junto y se esparció por todo el mundo, iluminando durante la mitad del día el ciello gobernado por Cokodo y oscureciéndolo durante la otra mitad.»

Lo anteriormente citado, es una reconstrucción de un segmento la mitología sin nombre, encontrada en tablillas de arcilla y barro que datan de la época de los sumerios, hace 10 mil años, firmadas por Beborák. Se cree que fueron civilizaciones contemporáneas y que habitaban en las fértiles tierras de la antigua Europa. Por el momento no se han logrado traducir más tablillas, aunque se espera que con el paso de los días conoceremos más sobre Beborák y su mitología.

La mentira de la bonhomía

-Si te tengo que describir en una palabra, esta sería bonhomía- Así me dijeron en una ocasión.

En ese momento simplemente agradecí, ya que supuse que aquella extraña y desconocida palabra era una cortesía y apenas despedí a la otra persona, entré a la página web de la RAE para buscar el significado:

Según la RAE, la bonhomía se define como afabilidad, sencillez, bondad y honradez en el carácter y en el comportamiento. Es una palabra que viene del francés y que se puede definir -casi- literalmente como «persona buena».

Me puse a pensarlo y puede ser que me describa, sin embargo, debo agregar una cosa a su definición: la ingenuidad.

Incapaz de decir que no. Incapaz de mirar con ojos de fuego a quien me quemó. Incapaz de no ayudar a quien me lo pida. Rara vez levantando la voz y siempre evitando llamar la atención.
Aunque, creo que así era yo en el pasado y la actual realidad está bastante alejada de aquel adjetivo. Crecer y madurar cambiaron las reglas de juego y la forma de ver la vida.
Haber tenído que elegir entre hacer lo correcto y aprovechar oportunidades es una herida que deja secuelas. No haber podido decir que no y haberme frenado por la moral impidieron que viva experiencias necesarias para crecer y poder ser un adulto serio.
Comportarse de una determinada manera para que la gente, extraños en su mayoría, diga que soy afable y buena gente, es algo que no debería importar. Son extraños y lo seguirán siendo.
No te darán más oportunidades por ser bondadoso, no te donarán dinero ni darán trabajo. No traerán negocios ni oportunidades simplemente por honrado, ni se convertirán en grandes amigos.

He cumplido 50 años. Mi estado civil: soltero, sin hijos y sin un digno historial de parejas.
La gente se pregunta por qué poseo aquel triste estado civil si es que soy «tan bueno» no dándose cuenta que ese es el principal motivo de mi soledad.
Aparentemente no muchos quieren acercarse a una persona que ya saben que va a actuar con honradez y con humildad y mucho menos quiere una mujer ser parte de una relación con una persona así.
Ahora me quedan mis recuerdos. La idea de un hijo propio se desvanece con el pasar de los días y con eso, pierdo alegría. Hace tiempo que mi sonrisa flaquea y eso también atenúa mi soledad. Es un ciclo que comenzó desde pequeño, un ciclo que me llevó hasta donde estoy.
Culpo a mis padres, en parte. Ellos instertaron en mí la chispa de la ética y la moral, de la bondad, del carisma y de la empatía. Pero yo, yo lo intensifiqué hasta el límite.
Convertirme en una buena persona fue mi meta desde pequeño. Nunca haciendo berrinches, siempre ayudando con las tareas domésticas y siempre buscando el cumplido del otro. Mis necesidades no eran mías y creía, con ingenuidad, que recibiría el mismo trato y cumplido de la otra parte.
De ahí en más, crecí con una idea fija. Ser bueno, ser bondadoso y ser honrado.
Ahora, que ya veo las cosas con una mirada crítica, me pregunto ¿para qué? ¿qué necesidad tenía de comportarme así?
Pensando en un ideal interno, para el resto de la gente era solamente un estúpido. Una persona de la que puedas aprovecharte y que puedas usar para tu propio beneficio.
Alguien a quien puedas pisar mil veces y puedas pedirle que te ate los cordones mientras estás en el suelo.
¿Quién quiere estar con una persona así? Ahora, a mis diez lustros de vida me puedo responder: NADIE.
Lamento haberme dado cuenta tarde. Lamento haber ayudado a aquellos que no se merecían mi ayuda. Lamento haber sido tan ingenuo y por sobre todo, lamento no haber disfrutado de la vida.

Amigo lector, si estás leyendo esto, hay algo que quiero que sepas:

La bonhomía es una mentira