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Ingenuo amor (parte 1)

El primer amor es extraño. Para algunos se trata de un momento fugaz, de una salida a comer acompañada del primer beso o del primer encuentro entre sábanas. Se trata de un suceso que se venía gestando mentalmente, pero que al florecer se marchita. Para otros, el primer amor dura más que una simple tarde o noche de diversión y lo convierten en relación. La primera pareja de uno que puede durar largos meses. La emoción se mantiende con el tiempo y a diferencia de los primeros, esta llama tarda más en apagarse.
Finalmente, para otros, el primer amor dura años. Su pasión se convierte en una sólida relación que el paso del tiempo no desgasta. Hay incluso parejas, pocas pero las hay, que su primer amor es su único amor para toda la vida. También hay personas débiles de sentimientos que permanecen en la relación aún cuando la otra parte está con otro u otra.
En este último grupo me encuentro yo, en los poseedores de un ingenuo primer amor. En una relación que duró «formalmente» 4 años, pero que yo recién logré separarme dos años después.
Ella estaba con otro y yo no podía olvidarla. Y no era porque la amaba, era por miedo. Miedo a la soledad, miedo a no poder conseguir a nadie más. A pesar de todo el daño que recibí, yo quería permanecer firme, como un rehén con síndrome de Estocolmo que quiere permanecer junto a quien más daño le está causando.
Yo poseía el síndrome de Estocolomo del amor. Y no estoy exagerando. Desde múltiples engaños con gente de todo tipo, con hombres y mujeres por separado y en conjunto. Desencuentros, mentiras y más mentiras, en la que yo creí que aún me quería y no me daba cuenta de que me utilizaban. Aún no entiendo el motivo. Se que conmigo podía salir y tenía algo de dinero, pero lejos estoy de ser acaudalado. Viéndolo en perspectiva, casi una década después, me da más tristeza todo el dinero que malgasté en regalos para ella, dinero que gané con mi esfuerzo, que las faltas de respeto que cometía hacía mi persona. Lo demás ahora lo tomo como experiencia, pero los ahorros no se recuperan tan fácilmente.

Dos años tardé en poder olvidarla, en cerrar el libro, archivarlo y continuar con mi vida. Dos años desupés tuve la suficiente fuerza como para animarme a olvidar y recomenzar. Sin embargo, me había arriesgado a caer en la tentación. Fue un plan, debía sacarme la duda de que si no sentía nada. Le insistí para que nos veamos y hablemos. A pesar de que ella estaba en otra relación, yo insistí. Estaba siendo egoista por primera vez en mi vida. Necesitaba volver a verla en persona y decidir si olvidaba o caía de nuevo en la depresión.
Quedamos en una pizzería a las 20 hs. Yo llegué unos minutos antes para calmar mis pensamientos. Pasaron 10 minutos después de la hora acordada hasta que finalmente la vi caminar por la calle. En ese momento, mi corazón reaccionó y por fin pude relajarme. No sentía nada. El recuerdo de una bella mujer había sido reemplazado por aquella que venía caminando. Descuidada en vestimenta y físicamente la vi y no sentí nada. No era la persona que recordaba. ¿Qué le pasó? me preguntaba sin ganas de responderme. Sentí mucho alivio en el pecho y agradecí a Dios. Por fin lo había logrado. Por fin podía olvidarla.

-Hola- Me dijo, sonriendo.

Su sonrisa ya no me conquistaba y su cuerpo ya no me atraía. Su estética no me disgustaba pero no me emocionaba. En ese primer encuentro luego de dos años de imaginar distintas situaciones en las que volvíamos me di cuenta que no me interesaba nada de ella.

-Gracias por venir- Le dije mientras que le daba un beso en la mejilla. -Ahora que te veo aquí, ya tengo todo más claro y no necesito más. Solamente necesitaba una nueva primera impresión.- Concluí y me fui ante la mirada atónita de ella. Ese día dormí como un niño luego de una tarde de juegos, agotado pero contento.

Ese fue el final de una larga y tortuosa historia que comenzó con un ingenuo amor.
Siendo ambos jóvenes, demasiado jóvenes para una relación adulta , nos embarcamos en ese viaje. Ella era demasiado inmadura y a raiz de eso, yo me volví adulto de repente a pesar de encontrarme lejos de alcanzar la mayoría de edad.
El trabajar y tener una cuasi independencia económica también aceleró el proceso de madurez.
Nos conocimos en un cumpleaños. Ella era la mejor amiga de la prima, de un amigo que ya no poseo, pero que en ese momento eramos inseperables.
Con mi amigo nos quedamos hasta el final de la fiesta junto con dos chicas con las que comenzamos a hablar. Una de ellas era una chica muy bonita y al hablar, descubrimos que poseíamos los mismos gustos de musica y comida. Nunca había tenido una charla así con nadie y menos con una persona del otro género. Aquella noche, algo sentí en el estómago y no era a causa del dudoso queso de la pizza del cumpleaños.
Nos pasamos los teléfonos y nos despedimos con la idea de quedar para una salida, los 4.
Al irnos, le confesé a mi amigo mi emoción y el me abrazó. Estaba ansioso por la salida.

Las nubes comenzaban a juntarse, indicando que la tormenta caería en poco tiempo. Aquel había sido el comienzo de todo.

Kushim, el primer contador

-Estamos siendo asaltados por los hombres del desierto. – Dijo el padre de Kushim.

Su hijo lo miraba impaciente, queriendo responder, pero su progenitor no deseaba ser interrumpido.

-Nos roban. Esos malditos nos roban. Cada mes de cosecha recibimos menos medidas de cebada. Recibimos menos medidas, producimos menos bebida.

Kushim nuevamente quiso hablar, pero fue no fue escuchado.

-Nos dan menos cebada. Con cada floración nos dan menos cebada. Hace 6 floraciones nos dieron 45 medidas. Hace 3 floraciones nos dieron 40 medidas. Hoy nos dieron 38 medidas. Esos malditos…

-Pa…padre- Se animó a hablar Kushim.

El mayor seguía sin hacerle caso a su hijo. Estaba inmerso en un mar de bronca y odio hacia los repartidores de cebada quienes les llevaban cada vez menos medidas, pero el rey exigía más bebida y se disgustaba si sus pedidos no eran cumplidos.

-¿Qué debo hacer?- Se preguntó el hombre. -No puedo ir con el rey porque no me creería. Los repartidores de cebada eran de su confianza y yo solo soy un simple productor de bebida. Si tan solo puediera demostrarle que recibo menos medidas…¿pero cómo?

-PADRE- Gritó Kushim ya cansado de ser ignorado.

-Kushim, hijo mío. ¿Qué haces aquí? Vete a jugar que estoy en medio de un problema.

-Padre, escúchame, tengo la solución a tus problemas.

-No debes meterte en problemas de adultos, Kushim. Vete a jugar con los demás.

El hombre empujó a su hijo fuera de su casa, nuevamente sin prestar atención a lo que decía.

Kushim, antes de ser completamente echado, logró gritar algo más.

-SE COMO PROBAR ANTE EL REY LO QUE TE ENTREGAN DE CEBADA.

Su padre se frenó y lo introdujo nuevamente en la casa. Apresuradamente trajo un banco y sentó a su hijo.

-¿Sabes como hacer para que el rey me crea?- Le preguntó.

-Si- respondió Kushim con orgullo. -Lo sé.

Su padre lo abrazó y comenzó a lagrimear, algo muy extraño en los hombres y el jóven se sorprendió bastante.

-Cuéntame.-Le pidió el hombre.

-Todas las mañanas desde hace unos años yo salgo a jugar con los hijos de otros hombres- Comenzó a decir Kushim -y cada vez que obtenía un punto, nunca estuve seguro que al final del mes me sumaran todos los puntos. Fue entonces cuando comencé a marcarlos sobre una tablilla de arcilla creando lo que llamé «registro». Cada vez que alguno logra un punto, se marca una línea de arriba hacia abajo en la arcilla y al finalizar el mes quien tiene más líneas marcadas, es el vencedor.

Su padre no comprendía del todo a su hijo, entonces el decidió hacer una demostración.

-Supongamos que nos traen 6 medidas de cebada. Entonces, hago 6 lineas en  la arcilla y así sabemos lo que trajeron.

Su padre se rascaba la cabeza.

-Entiendo- Dijo. -Pero…¿esta vez trajeron 38 medidas de cebada y anotar 38 lineas es mucho y romperá la arcilla.

Kushim pensó un rato. Sus juegos nunca llegaban a más de 10 puntos. -¡Ya sé!- Exclamó orgulloso.

-Un punto- Dijo.

-¿Un punto?- Preguntó su padre.

-Si. Un punto. Un punto es lo mismo que anotar 10 líneas. Entonces, si hay 38 medidas, anotamos 3 puntos y 8 líneas.

El mayor miraba a su hijo, asombrado de su inteligencia.

-Eso es algo muy ingenioso, hijo. Pero. ¿Cómo saben de quién es cada punto tablilla de arcilla?

-Eso es fácil, papá. Lo firmamos.

-¿Lo firmamos?- Dijo- No comprendo.

-Ponemos nuestros nombres, papá. Mirá. Mi nombre, Kushim, se forma con un cuadrado profundo y una línea profunda. Entonces, cada otro hijo se buscó una forma de anotar su nombre y lo firmamos, o sea, le ponemos nuestro nombre al fondo de la tablilla y así sabemos de quién es.

La idea le impresionó tanto  a su padre que se presentó ante el rey. El gobernante, igual de asombrado que el otro hombre, ordenó a Kushim a diseñar junto a él una serie de dibujos para todos los aspectos de la vida y al cabo de un año, lograron crear el primer alfabeto conocido.
El rey ordenó a Kushim darle una primera prueba y aprovechó el nuevo envío de cebada que recibiría su padre para registrarlo.

Kushim cargó la tablilla de arcilla y anotó lo recibido delante de la mirada del rey y de los repartidores.

«Se recibieron un total de  37 medidas de cebada. Firmado, Kushim»

De esta forma, no solo logró ayudar a su padre en demostrar que recibían cada vez menos medidas de cebada sino que logró crear el primer registro de la historia.

El fin del romanticismo

«La bravura, la valentía, lo gallardezco, lo caballeroso y lo bizzaro han muerto…»

Así concluía el escrito presentado por el alumno  Juan Meres.
Su profesora, al leerlo, citó a sus padres casi de inmediato.

-Gracias por venir- Les dijo.

Lucía era profesora desde hacía 10 años y esta era la primera vez que había leído un escrito como ese.

-Soy profesora desde hace 10 años y es la primera vez que leo un escrito como este- Continuó. -Les he pedido a los chicos (les dice chicos para marcar distancia, pero la verdad es que la diferencia de edad entre ella y los «chicos» era corta) que escriban sobre la realidad, la actualidad, sobre lo que piensan. Esto lo hago desde hace algunos años y con esto puedo ver y analizar lo centrado o distraido que están.

Los padres la miraban en silencio y Lucía interpretó esto como una señal para que vaya al grano.

-Iré al grano. Los cité acá para hablarles sobre el escrito de su hijo y en primer lugar debo felicitarles por el léxico de Juan. Utiliza palabras cuya existencia es desconocida para el grueso de los alumnos y de incluso la sociedad en general, además de que su manera de redactarlo es lineal y entendible. Sin embargo, el contenido es el que me preocupa.

La profesora, dueña de 6 lustros de vida, se recogió la melena dorada y luego le entregó a la pareja, una copia del escrito de su hijo.

Los pdres lo leyeron y permanecieron en silencio una vez más.

-Juan ha escrito cosas muy duras y que me preocupan para su crecimiento sano. Pone que nunca rescatará a la dama en peligro, que no la ayudará ante problemas y que el amor para estas cosas no existe. Dice que abrirle la puerta a su cita, invitar la cena, cortejarla y enamorarla son cosas que no deben existir y que para él, su mujer será una persona más. -Concluyó Lucía, esperando una reacción de sus padres.

-Eso es el pasado, profesora- Respondió la sra. Meres. -Las historias de caballeros y princesas es cosa del pasado. Nosotros vivimos en una sociedad moderna y tolerante, donde ningún género es superior al otro, donde ningún hombre debe rescatar a una mujer. Nosotras nos podemos defender solas.

-Son historias, Sra. Meres. Nadie dice que son cosas que ocurren ahora…

-¿Cómo que no?- Interrumpieron los padres.

-¿Está hablando en serio, Lucía?- Recriminó el hombre.

-Hoy en día hay un tráfico muy grande de mujeres en el mercado negro- Añadió la mujer.

La profesora, incómoda por la dirección en la que estaba yendo la conversación, intentó frenarla.

-Quiero frenar esta conversación porque se está yendo por las ramas hacia un tema que nos trasciende y que es muy delicado.

Los padres de Juan entendieron el freno y se calmaron.

-Hay desigualdad. A eso quería llegar. Hay desigualdad pero no entre nosotros sino en la escoria de la sociedad. Entre los antros más cerrados donde se disfrutan mujeres capturadas y donde hombres son obligados a matarse por unas monedas. La desigualdad no la produce el género masculino o femenino sino que la produce el género humano. Su perversión, su aburrimiento y el dinero acumulado. El ansia de poder, la lascivia y el afán a lo grotescto es lo que produce esta diferencia y es lo que quiso poner nuestro hijo en el escrito.

El señor Meres le cedió la palabra a su mujer.

-El grueso de la sociedad, desde antaño creció con la idea que de el hombre debe cuidar a la mujer. El macho fuerte por fuera, pero tierno por dentro, debe proteger a su amada que es débil por fuera y fuerte por dentro. Él no permitiría que le pase nada a ella y daría su vida por protegerla. Así fuimos educados y criados siendo niños, pero al llegar a la adultez, cuando nuestros cerebros comenzaron a madurar, nos dimos cuenta que no todo pasa como en las películas y en los libros. La mujer debe trabajar, debe ser independiente y debe de poder cuidarse, pero en su interior sabe que quiere tener a alguien que la proteja, es una necesidad básica de todos los séres humanos, el instinto de supervivencia.

-Es por eso que también vemos parejas disparejas- Aportó el padre. -La linda niña con el tatuado caco es un ejemplo.

La profesora intentó detener la conversación, pero esta vez no lo logró.

-Disculpe, profesora, pero ahora el camino que está tomando la sociedad es el mismo que tomaron los primeros programadores, que todo sea 1s y 0s. Distintos pero iguales y esto es lo que sabe y entiende nuestro hijo y que plasmó al escribir aquel texto.- Hizo una pausa y luego finalizó -Ahora le pedimos disculpas, pero debemos retornar a nuestros trabajos.

La pareja se levantó y ambos tomaron sus abrigos.

-Díganle que no pierda el romanticismo.-Les dijo antes de que salgan.

Los señores Meres la miraron y el padre le respondió.

-No, profesora. No lo va a perder. ¿Y sabe por qué? -el hombre hizo una pausa antes de finalizar- Porque el romanticismo está enterrado y cada día se le agrega una cadena pesada para que no salga.

Los padres salieron del aula, dejando a la profesora con un mal sabor de boca y una mala sensación en su interior.

Una tierra plana

Así es, vivimos en un planeta chato o en una tierra plana, como prefieran decirle.
La ley fue clara, los presidentes de todo el mundo habían llegado a un acuerdo y las leyes se cambiaron para siempre.
Estaba prohibido, so pena de muerte, cualquier tipo de discusión al respecto.
Nuestro planeta ya no era (y nunca fue) una esfera achatada en los polos. Por el contrario, era (y es) un disco aplanado de unos pocos kilómetros de espesor y nadie podía discutirlo.
Cientos de miles de físicos fueron ejecutados, como en la antigüedad y los que sobrevivieron, debieron cambiar de oficio.
El gobierno ahora lo comandaba una banda de pseudo científicos, quienes decidían los equipos tecnológicos que se podían usar y los que atentaban contra esta nueva realidad.
El concepto de gravedad se mantenía, pero ya no funcionaba igual. Al ser un disco plano, las cosas ya no eran atraídas al núcleo de la tierra sino que mantenían su propio equilibrio.
Los experimentos caseros fueron prohibidos y las imágenes desde el espacio fueron borradas. Todos rastro de inteligencia se fue perdiendo con el correr de los años.
La gente por supuesto que no lo aceptó y las autoridades debieron recurrir al subterfugio más eficiente, el bolsillo. La gente que acepó la teoría fue perdonada de todo pago de impuestos por un periodo de 10 años, mientras quienes quisieran mantener su pensamiento, deberíeron pagar impuestos 10 veces más caros y afrontar juicios penales.
Como el dinero siempre manda, la loca idea fue aceptada e instaurada y poco a poco la sociedad fue eliminando los tan acertados conocimientos que había adquirido en su historia.
Las comunicaciones por satélites habían sido prohibidas por ir en contra de la nueva ideología, al igual que muchas otras piezas de tecnología. El mundo involucionaba en ese aspecto, aunque, sorpresivamente, evolucionaba en otros.

-Estamos en un disco plano y el agua, al igual que todos los líquidos, busca su balance y siempre estará a nivel. Nunca habrá más agua en una parte del océano que en otra parte.-Decía un profesor de ciencias en la secundaria.

-Pero, profesor, yo leí en un libro viejo que encontré, que el planeta tiene forma de esfera.

El profesor, un hombre de unos 50 años, dueño con un malhumor constante, le reprochó.

-Eso es un absurdo. Seguro era un libro de chistes.

-Pero, profesor, lo leí en revistas también. Además, mi papá me contó que las personas son obligadas a creer cosas que no son ciertas.

-Tu padre es un ignorante. En esta clase se está para aprender. A ver si escuchas un poco y después enseñas al idiota que tienes como progenitor.

Los adolecentes no son dueños de sus impulsos y el joven estalló.

-¡Mi papá no es un idiota! Y LA TIERRA ES REDONDA.- Gritó

-¿Ah, si?- Le miró el profesor con sarcasmo. -Entonces me puedes explicar como el agua no se cae o no se junta toda en un sector. Digamos, si es una esfera entonces el agua se caería por todos lados, ¿no es así? O incluso nosotros. Si nosotros estaríamos en casi cualquier lado de una esfera, entonces nos deberíamos caer al espacio.

Acto seguido, el mayor tomó una esfera de plástico y le tiró un vaso de agua encima. El agua rápidamente cayó al suelo.

-¿Lo ves? ¿Cómo puede pasar eso?

El hombre se estaba burlando de su alumno quien, intimidado, no podía responder. La burla del profesor fue acompañada por el resto de la clase y el pobre alumno fue humillado ese día por sus compañeros y desde ese día sería conocido como «la esfera».

Por la noche, habló con su padre y días después volvió al confrontamiento.

-Pero, ¿y las sombras?- Le preguntó. -Jugando en la playa con mi hermano, noté como mi sombra se movía con el pasar de las horas.- Cuestionó el joven en otra clase.

-Las sombras se mueven por el sol.

-Además, ¿como puede ser acá de noche y en el norte de día al mismo tiempo?- El chico no estaba seguro si entendía lo que decía, pero hacía lo posible para recordar las palabras de su padre.

-¡Suficiente!- Le interrumpió el profesor. -Tienes suerte que vivimos en una sociedad moderna y tolerante porque hace 300 años tú -y tú brillante padre- hubiesen sido encerrados de por vida. ¡O peor!. Vete con el director.-Le ordenó.

El muchacho obedeció y entró en la sala del jefe del colegio, el hombre más inteligente que conocía.
Llamó a la puerta, pero nadie respondió.
Volvió a llamar, esta vez golpeando más fuerte y la puerta se abrió.
El despacho estaba vacío y el castigado alumno entró y esperó dentro.
Sin embargo, no pudo creer lo que sus ojos vieron.
Sobre el escritorio se encontraba una esfera celeste apoyada sobre una estructura que le permitía rotar. Encima de esta había una pequeña esfera de color amarillo, simulando ser el sol.

-¿Acaso serán el sol y la tierra?- Preguntó en voz baja.

En realidad, eso pensó, pero su pregunta fue hecha con el suficiente volúmen como para que fuese escuchado por el dueño de aquel despacho.

-Así es- Le dijo, mientras cerraba la puerta con llave al entrar. -Toma asiento.

El director Landon era un hombre de palabras tranquilas. Su calidez frenaba peleas y aflojaba corazones.
Durante las siguientes horas, habló con el alumno sobre la verdadera naturaleza del planeta. A Lucas, el alumno, no le costó trabajo entender las palabras del mayor. Por algún motivo, sentía que todo eso ya lo había escuchado, en los cuentos que su padre le contaba antes de dormir.

-Lucas- Continuó -Yo soy amigo de tu padre y se lo que te ha dicho. Ambos creemos que es momento de comenzar nuestro plan, pero no podemos hacerlo solo. Necesitamos tu ayuda.

-¿Mi ayuda?- Preguntó Lucas, dudoso.

-Tú nos vas a ayudar a transmitir el mensaje entre tus compañeros de clase, en el colegio. ¿Qué dices?

El joven, pensativo, dudó por unos instantes antes de responder. Debía tomar una decisión. Si hacía lo que le proponía su director, sería ridiculizado. Probablemente sería humillado y apartado, pero si lo conseguía, si lograba su cometido, entonces se convertiría en un héroe. Y ser aquello representaba su más grande sueño.
Finalmente levantó la mirada. Sus mirada era penetrante. Sus ojos serios ya no tenían duda.

-Cuente conmigo- Le respondió. -¿Qué debo hacer?

CONTINUARÁ…

Horóscopo

Aries: El carnero. Terco y testarudo. Nada ni nadie te va a hacer cambiar de opinión. Nunca digas la verdad. Al hablar con seguridad la gente se lo creerá. Construye tu vida en base a la mentira y serás feliz. Tienes el poder de hacer creer lo que quieras a los demás. Eres un lider nato. Si te descubren, sigue mintiendo, siempre con seguridad. Recuerda que toda mentira posee algo de verdad.

Tauro: Tu embestida es feróz y temida. La gente te teme. Camina con el mentón levantado. Nunca mires al suelo, aunque pises mierda de perro. Tu orgullo es grande. Tú eres el majestuoso toro y no se arrepiente de nada. Tú enemigo natural son los españoles, aléjate de ellos.

Géminis: Durante toda tu vida te han mentido. Tú poseés un hermano o hermana gemelo. Tus padres no podían mantenerlos a ambos y le dieron en adopción. Es tu deber encontrar al que porta tu mismo semblante y te ocupes de una buena vez de él o ella antes que te reemplace. Tus padres no se dieron cuenta pero el otro es mejor que tú y si los demás se enteran, serías apartado del resto. No puedes permitir que eso pase. Encuéntrale y ocúpate de ser el único geminiano de la familia.

Cancer: Eres el cangrejo que camina de costado. Te llaman chueco, pero a tus espaldas. La realidad es que todos te temen y nadie se atreve a hablarte de frente. Aprovecha y toma ventaja de esa situación. Con un poco de actitud, podrás lograr todo lo que quieras. Ten cuidado de los chinos. Aléjate de los bufetes.

Leo: Eras el rey hasta que vino el hombre con sus jaulas. Te encerró y te llevó a la ciudad. En el circo, te enseñaron las piruetas y así, perdíste tu amada libertad. Ahora se ríen de tí mientras que estás enjaulado. Revélate ante la sociedad. Tú eres el que manda, el dueño del rugido más poderoso y el que da una voltereta por un pedazo de carne. Recuerda, la mortal inversa es el mejor truco.

Virgo: Eres la persona incrédula que se cree todo. Vas a vivir la mejor de las vidas por esa creencia. Todos te van a favorecer para obtener tus favores. Eres una persona que contiene todas las cosas más bellas de la vida. Acepta todo lo que te ofrezcan, desde caramelos en la calle hasta solicitudes de unión a organizaciones de ayuda en África. Siempre di que si y siempre estés dispuesto a todo. La vida te sonríe pero, igualmente saca un seguro de vida.

Libra: Tú misión en la vida es equilibrar las cosas. Tienes dinero en tú cuenta bancaria y hay otros que no lo tienen. Debes transfer la mitad al primero que te pase sus datos. También debes procurar que todo tenga su balance. Toma la balanza de la frutería y haz el bien en la calle. Si ves a alguien que está comiendo, quítale la comida y pésala. Devuelvele solo la mitad y la otra mitad cómela. Repite esto para el resto de las cosas. Quítale la mitad a uno y quédate con el resto. Tú eres el equilibrio fundamental y tu desición es la correcta.

Escorpio: Durante toda la vida se rieron de tí. Ser el más pequeño hizo que los demás no te tomen en cuenta. Pero hay algo que los demás no saben y es que tú poseés un aguijón letal. Tú tendrás la última palabra cuando lo decidas. Ríe y no pares de reir. Con la risa conquistarás a la persona de tus sueños. Por fin, cuando la hayas conquistado y formado una familia, es tiempo de usar el aguijón. Asegúrate de borrar las pruebas.

Ofiuco: Tú no existes para el resto de la gente. Tú signo fue olvidado y reemplazado, entonces tú debes hacer lo mismo. Vives en una realidad distinta al resto. Olvídate que existen los demás, ahora estás solo en el mundo junto con los otros de tú signo. Desnúdate y anda por la calle sin tapujos. Entra a los mercados y toma lo que quieras. Espía a quien tú quieras y haz lo que más te plazca. El mundo es tuyo.

Sagitario: Eres un ser alado y volar es tu misión. Tu vida está en el cielo y desde allí gobernar. No escuches a nadie que te quiera cortar las alas. Reúnete con otros sagitarianos para volar juntos. Tú comandarás desde los cielos. La gente te dirá que estás loco y colgado, pero tú sabrás que ellos son los dementes que no ven la realidad. Vuela con todas las sustancias que tu bolsillo pueda afrontar. Tu enemigo mortal es la comida.

Capricornio: Estás destinado a ser continuamente engañado por tu pareja. No te quieren y te utilizan de pantalla. Sin embargo, tú lo tomas con altura y orgullo. Llevas esa carga sin verguenza y aunque sabes que cada día te crece un cuerno nuevo, nunca darás marcha atrás porque después de todo, nadie va a querer estar con alguien así de dócil.

Acuario: Tú eres como el agua. No puedes constuir nada pero nada te puede herir. Eres la perfecta armonía de la naturaleza. Eres lo que une y mantiene vivo a todos los seres del mundo. Ellos te utilizarán para sobrevivir y tu debes aceptarlo. Desque que naciste estás destinado a vivir para los demás. Tu vida no es tuya. Eres un esclavo. Ofrece tus servicios en los clasificados y acepta cualquier oferta.

Piscis: Ten cuidado con las latas y contentedores. Aléjate de los cuchillos, tijeras y cualquier otro utencillo de cocina. Siempre ordena comida a domicilio. No uses electrodomésticos de cocina. Recuerda que eres un pescado y posees varios enemigos mortales. Tus seres queridos están de oferta en el supermercado, rescátalos. Compra todo el atún que puedas y dales un digno entierro. Vives en constante peligro. Múdate a una playa asilada. Ten cuidado con los signos de Aries, Tauro, Cancer, Leo, Virgo, Libra, Escorpión, Sagitario, Capripornio, Acuario y Ceto. Tú pareja ideal es Géminis.

Ceto: Tú eres el más afortunado de todos. Solo los elegidos nacen bajo este signo. Tú tienes el poder de ganar apuestas, de estar siempre en lo correcto y por sobre todo, de ganar a la quiniela. Ve al casino. Apuesta una moneda y ganarás forturnas. Pero ten cuidado. Tú buena suerte perdurará solamente durante un día, el día en que el Sol ilumine a la ballena. El resto del año sufrirás la desdicha de ser normal. Aprovecha tu día de triunfo para forrarte. Tú eres el verdadero sobreviviente del zodíaco.

 

Sin relación alguna, para no olvidarme, mi cuenta del Santander es la número 331441…

 

Historias de denuncias (de comercios)

Lucas salía de la agencia municipal. Habilitación en mano, lo había conseguido. Su sueño del restaurante propio se estaba por hacer realidad.
Había estado ahorrando durante años en un trabajo de escritorio, donde día a día imaginaba ser su propio dueño, donde sus ansias de cocinar y de complacer a los demás se podían mezclar en un sueño de comidas caseras.
Empezaría de a poco, con un local pequeño y pocos cubiertos que atender. Quería hacer algo distinto, donde la gente pudiera verlo cocinar en el momento con la mejor calidad que pudiera costear aunque para eso deba renunciar a tener ganancias.
Y así fue. Con el flamante título en mano, comenzó su aventura culinaria donde él, junto a su mujer, se encargaron de amueblar y ambientar su «Petit Restaurante», o «PR», como le llamaban de cariño.
Durante varios días, Lucas y su mujer trabajaron incontables horas para dejar a PR  amueblado, ambientado, decorado y abastecido para su noche inaugural.
Se encontraban en una ubicación tranquila. No era el centro atiborrado de gente ni tampoco una zona fantasma. Se trataba de una zona de casas y comercios donde había poca gente, pero caminaban de día y de noche. Por lo tanto, sabían que debían atraer a las personas hacía su lugar y lo hicieron ofreciendo un menu de apertura extremadamente económico con platos finos, pero conocidos.
Las pocas mesas fueron ocupadas y al resto se le explicó que solo atendían una poca cantidad, para mejorar la experiencia del lugar, pero se les invitó a tomar una reserva para el día siguiente. Así las mesas fueron ocupadas día tras día y poco a poco el restaurante fue siendo reconocido. Al cabo de un año ya habían podido llevar el precio del menú al valor que creían para generar ganancias y el restaurante no paró de crecer en fama.
Sin embargo, todo cambió un día en el que se encontraron su negocio cerrado con un gran cartel que anunciaba la clausura por parte del ministerio de salud.
Habían sido denunciados por un supuesto comensal que acusó dolores y malestares luego de haber visitado el resutante.
La denuncia cayó por falsa, pero el daño estaba hecho. La gente comenzó a sospechar del lugar y las reservas fueron retiradas. La clientela se perdía. A causa de la desesperación, volvieron con las ofertas de sus orígenes y la gente fue atraída nuevamente, aunque en menor medida.
Poco tiempo después, una nueva clausura, por el mismo problema que la primera fue el verdugo del emprendimiento de Lucas y de su mujer. La nueva denuncia también se había caido por falsa, pero eso no bastó para recuperar la clientela y el restaurante cerró sus puertas al poco tiempo.
Nadie había reparado en que las denuncias eran falsas y, sobre todo, en la relación de ambos denunciantes. Unidos con el fin de destruir a su competencia.

 

Laura se había recibido de diseñadora de modas. Le gustaba diseñar la ropa y dus diseños eran reconocidos y valorados en la empresa donde trabajaba. Sin embargo, siempre eran modificados y a Laura eso le molestaba profundamente.
Sus diseños no salían al mercado como ella los imaginaba y su malestar fue creciendo poco a poco hasta el punto que debió renunciar a su trabajo para mantener la dignidad de sus prendas. Sola y con mucho esfuerzo, confeccionó a mano sus diseños, eligiendo desde la tela hasta la percha y el lugar donde estaría colgado en su flamante local.
La gente que ya conocía su estilo, acudió al local y quedaron maravillados con las prendas allí colgadas.
Cada una era una obra de arte, cuidada hasta en el más mínimo detalle.
Laura trabajaba durante dos meses creando la ropa y al tercero las vendía.
No llegaba a concluir el mes y la mercadería se agotaba.
Su popularidad fue en aumento y sus creaciones eran esperadas con ansias cada tercer mes.
Un día entró una mujer a su tienda y luego de pasear un largo rato, se dirigió a la dueña con bastante mal humor porque nada le quedaba. Laura entendió rápido la situación. Ella confeccionaba talles para mujeres delgadas, sabiendo que en ellas, sus diseños se lucían. Amablemente le pidió disculpas por no tener el talle, pero para la otra mujer eso no bastó y denunció al comercio por aquel hecho.
Laura fue obligada por la municipalidad a destinar la mitad de sus productos a tallas grandes y llegado el tercer mes, luego de los dos normales de confección, la gente se fue desilucionada de su local, al encontrarlo cerrado.
Fue, finalmente, al cuarto mes que abrió sus puertas.
La mitad de las prendas eran para personas que rara vez entraban por la puerta. Se trataban de diseños clásicos y nada agradables o estirados de los diseños de ella que daban un resultado anti estético.
Confeccionarlos fue más dificil de lo que creyó y le llevó mucho más tiempo, descuidando las prendas que más éxito le dieron.
Poco a poco la gente fue dejando de comprar en el lugar y la ropa se acumulaba a montones. Laura cayó en depresión y debió regresar a trabajar para otros, debiendo ver como sus diseños eran mutilados.

 

Manuel contaba con la ayuda de su socio y de tres empleados, dos hombres y una mujer, para mantener su oficina. Las cosas le iban bien, pero claro, no fue siempre así.
Comenzó solo pero con la ayuda monetaria de sus padres quienes confiaban en su hijo.
Manuel había sido criado y educado para convertirse en una persona educada, trabajadora y con modales.
Desde chico sus padres le habían regalado una computadora y el joven fue creciendo con aquel aparato, ayudando a sus vecinos con la parte informática.
Luego de años de ayuda desinteresada y bajo consejo de los padres, puso una oficina en donde asesoraría y vendería todos los equipos de computación.
La gente comenzó a comprarle y su oficina se expandió.
Con el aumento de clientes sabía que necesitaría ayuda y fue entonces cuando su mejor amigo, un conocido de su infancia, entró en el negocio. Ambos acordaron ser socios y juntos crecieron.
Mudaron sus oficinas a un gran edificio donde les mejoraría el prestigio y contrataron a tres personas. Dos hombres expertos en informática y una mujer con experiencia en administración.
Con la guía de ambos amigos, la gente era bien recibida y bien tratada. Sus dudas eran contestadas y todos recibían un trato agradable. Sin embargo, algo molestó a la recepcionista.
A pesar de que su sueldo base era mayor que el de los hombres, ellos cobraban una mayor cantidad que ella. Esto se debía a que los vendedores recibían un adicional por cada cliente que conseguían. Eso les hacía mejorar su trato y que la confianza en el negocio creciera. La situación se incrementó en las fiestas, donde la ganancia de los dos hombres llegó al doble del sueldo del de la mujer y pasada la época de festividades, ella encaró a sus jefes y les reprochó la situación.
Ellos le explicaron que hay meses que ella cobra más que los otros y que su sueldo no estaba atado a conseguir clientes. Ella siempre tendría el importe asegurado en cambio ellos no y debían de trabajar bastante para alcanzar lo que ella cobraba todos los meses.
La explicación no le bastó y demandó que ella también reciba comisiones por atender y recibir a la gente ya que, si ella no les recibía con una sonrisa, ningún cliente regresaría.
Manuel y su socio y amigo no estuvieron de acuerdo con la explicación y le dijeron que son dos tipos de trabajo distintos. La muchacha se puso a llorar y Manuel le apoyó la mayo sobre el hombro para intentar calmarla.
El toque fue muy sorpresivo para la joven y su cara le cambió por completo. Las lágrimas fueron reemplazadas por odio. Tomó sus cosas y no regresó en toda la semana.
Al comienzo de la semana siguiente, los amigos recibieron una denuncia de acoso y debieron someterse a los tribunales.
Su abogado, conocido y amigo del padre de Manuel, tenía experiencia en este tipo de casos y conocía a sus clientes. Sin embargo, les explicó que no quedaría otra que llegar a un acuerdo económico con la mujer. Ellos accedieron y la suma que le pagaron repercutió en su economía. La oficina en el lujoso edificio debió ser dejada y ambos amigos, sin empleados, debieron recomenzar en el pequeño taller donde empezaron su aventura.
Años de lucha para regresar al comienzo, se dijeron mientras se abrazaban.

 

Estas son historias inventadas pero que reflejan el hoy en día.
¿En qué nos hemos convertido?
¿Hasta que punto hemos llegado para arruinar al prójimo?
Hoy en día una denuncia puede arruinar una vida entera de lucha. Hoy en día, denunciar es sencillo y, para muchos, divertido. No hacen faltan pruebas para denunciar. Solamente ponerse en el papel de víctica y acusar. Luego pedirán disculpas, pero el daño ya estará causado.

En un océano de denuncias somos capaces de hundir la pequeña tabla flotadora que encontramos y la que tiene el otro, sin importarnos el esfuerzo que hizo para conseguirla.
No nos damos cuenta que en lugar de hundir, podemos unirnos, y así, construir un barco donde no haya que nadar nunca más.

El vampiro moderno

Volviendo de un vuelo de junte de comida, padre e hijo vampiro se mantenían callados.
Habían terminado una discución y ninguno se hablaba.
Al poco tiempo, pasaron por encima de Sangronal’s, el nuevo local de comida rápida para su especie y otras tantas.

-Ese lugar es la mayor desgracia que nos pudo haber pasado.- Dijo el padre.
-A mi me gusta- respondió su hijo, comenzando una nueva pelea entre ambos.
-Verdadera desgracia. Un lugar que destruye nuestra cultura.
-Pero…- El hijo no pudo continuar.
-Eso es lo que es y no quiero escuchar una sola palabra más sobre el asunto.

El vuelo continuó en silencio hasta que llegaron a su casa.
El padre cargaba en hombros a un hombre en agonía que les serviría de cena esa noche. Su hijo, por el otro lado, fue a buscar un envase a la cocina.

-Come antes de que se enfrie- Le dijo.
-NO. No quiero, papá.
-¿Cómo que no quieres?
-No quiero comer a ese hombre.
-Pero hijo, necesitas sangre.
-Primero que nada, no necesitamos sangre. Necesitamos hemoglobina y segundo, hay otras formas de conseguirlas. No somos bárbaros, no tenemos que matar a gente cuando en el supermercado se vende morcilla envasada.

El padre, con un claro enojo, agarra el envase del embutido y lo levanta por sobre su cabeza.

-¿Esto? ¿Esto te parece alimento? ¿Este trozo negro puesto en una bandeja de poliestireno te parece sano?

El hijo asintió, provocando la ira del mayor quien arrojó el producto envasado hacia un costado.
La pulcra pared, adornada con retratos de vampiros famosos de la historia, fue ensuciada con el relleno de la morcilla que reventó a causa del impacto. Un fuerte olor a condimento comenzó a emanar.

-¿Condimento?- Preguntó molesto.
-Para darle sabor- respondió con naturalidad su hijo.

El joven le guiñó un ojo, intentando enviar un chiste, una gracia, pero que no fue para nada bien recibida.

-¿Quieres sabor? Busca a un obeso. La grasa es sabor.
-¿Para quedar gordo como tu? No, gracias.

El vampiro adulto jadeaba, le faltaba el aire.

-¿Por qué jadeas? No necesitas respirar.
-Respiramos para serenarnos, ¿acaso no aprendiste nada en «La academia»?

Su hijo le clavó la mirada.

-¿Te refieres al viejo, oscuro y sucio lugar a donde me mandaste en lugar del nuevo y alegre lugar que te había pedido? No. No aprendí nada de nada.

-¿Sabes, hijo? A ese lugar acudimos generacion tras genración de Vlads.
-Es un lugar viejo con costumbres viejas. Estamos en un mundo moderno. Ya no hacen falta los asesinatos. No hace falta perder tiempo en eso. Además de ocultar las pruebas, perderle el rastro a la policia y a los cazadores.

El mayor suspiró. Toda la situación le tensionaba. Discutir con su hijo le subía el nivel de estrés. Sentía que no podía hacerlo entrar en razón.

-En mis tiempo, uno debía ser un hombre vampiro y conseguir alimento por sus propios métodos. Debía aprender el arte del sigilo. Debía atacar por la noche y no dejar rastro de su pasar. Dedicabas tu vida entera en conseguir alimento…

Al decir esto en voz alta se paralizó. «Dedicar tu vida entera en conseguir alimento…». Al pensarlo se recordaba a él de chico, discutiendo con su padre porque no pasaba tiempo con él. Las peleas eran permanentes y parecía que la historia se repetía con su hijo. Por fin se dio cuenta que se estaba comportando igual que su padre al no querer compartir la eternidad con el crio.
Se encerró en su estudio, meditando sobre la situación y por fin, al caer la medianoche, salió al encuentro del pequeño.

-¿Sabes que? Salgamos a comer a donde quieras.

Su hijo lo miró incrédulo.

-¿En serio?- preguntó mientras que el otro asentía con la cabeza.
-¡Si!- Exclamó. Quiero ir a Sangronal’s.
-¿Qué? NO. NO. NOOO… Todo menos eso.
-Es lo que quiero…

Y así fueron cambiando las viejas costumbres de los vampiros.
¿Qué pasó con el hombre capturado? Se preguntarán.
Aquella persona en agonía fue donada a un comedor comunitario donde vampiros enfermos y con colmillos flojos pudieron disfrutar, por fin, de una buena comida.

Un anciano no tan sabio

Lee Hai era un anciano conocido por su fama de sabio.
Hombres y mujeres de su pueblo y de lugares más lejanos acudían a él en busca de consejo cuando no podían resolver sus problemas.
Lee Hai siempre estaba para aquellos que lo necesitaban y las respuestas del anciano causaban gran admiración en su hijo, Nei Hai.
El niño creció escuchando los consejos de su sabio padre y durante días, meses, años y décadas y se preparó para seguir los pasos de su progenitor cuando este ya no pueda continuar.

Un día, una pareja joven se acercó al viejo y pidió su consejo. Como gratitud por la molestia, habían traido una canasta adornada conteniendo varios tipos de panes dulces provenientes de cada rincón del reino. Un regalo bastante costoso. Lee Hai los repartió entre todos los presentes y se sentó a escuchar el problema de los visitantes mientras que su hijo se escondía, como siempre lo hacía, para escuchar a su padre y responder primero, en su mente, en silencio.

«Nuestro hijo ha crecido y ya no quiere trabajar en nuestra granja. No nos escucha. Se rebela constantemente y a pesar de que le castigamos prohibiéndole salir y haciéndole trabajar, él se rehusa. Se pasa el día caminando por el mercado del pueblo, hablando, riendo y tomando copas con los mismos vendedores de verduras a quienes nosotros les vendemos y recién regresa a altas horas de la noche.
Le hemos dicho una y otra vez que nos debe ayudar con la cosecha para poder vender aún más y así poder tener un mejor futuro, pero no nos hace caso.»

La pareja finalizó el relato.
El anciano rascó su larga barba blanca y miró hacia el cielo. Esto significaba que estaba pensando en la situación.
Mientras tanto, su hijo, aún oculto, pensó rápidamente una solución.
«Los padres deberían obligarlo a trabajar para que conozca el verdadero significado del esfuerzo que ellos hacen y una vez que lo entienda, ya no necesitarán obligarlo más».
El hijo no pensó en otra cosa y esperó a que su padre hablase.

«Mmmm» Dijo Lee Hai. «Si mal no recuerdo, hasta hace un año atrás ustedes vendían menos verdura y el generoso regalo que han traido en el día de hoy les sería imposible de afrontar».

Hombre y mujer se miraron. Se sintieron indignados por las palabras del anciano.
«Con todo respeto, Lee Hai, esto lo hemos conseguido con el nuestro propio esfuerzo y venimos aquí para recibir un consejo para saber que hacer con nuestro hijo.»

Lee Hai los miró y volvió preguntó. «¿Désde cuando su hijo ya no desea trabajar y desea tomar copas con los vendedores de verduras?»

Los padres se miraron y respondieron que desde hace unos meses.

El anciano los volvió a mirar y al cabo de un minuto finalmente les respondió.

«Vinieron aquí en busca de un consejo para su hijo. Pero escuchándolos, debo concluir que soy yo quien les debe pedir consejo. Pues su hijo, sin admitirlo, los ayuda más de lo que puedan imaginar, mientras que el mío se desvía más y más se su camino».

Nei Hai se movió, delatando su escondite. Las palabras de su padre le alteraron.

«Su hijo, en sus constantes copas con los vendedores, ha logrado que ustedes o vendan más verdura o vendan la misma cantidad a un mejor precio. Como sea el caso, su hijo les ayuda mucho más de lo que ustedes se imaginan. En cambio, el mío se esconde día tras día detrás de aquella cortina, pretendiendo ser alguien que no es. Es por eso que yo les debería pedir consejo a ustedes».

La pareja se miró y comenzó a atar cabos. Tenía sentido como tan repentinamente les compraban más cantidad de verdura y a un mejor precio. Su hijo realmente les ayudaba.
Los padres se despidieron del anciano con una gran sonrisa y regresaron a su granja.

Lee Hai, por su parte, corrió la cortina y puso en descubierto a su hijo.
Con una tierna mirada le dijo.
«Hijo, tú no deseas seguir mis solitarios pasos. Se que deseas una vida con una mujer a tu lado. Yo he recorrido un gran camino, he vivido y conocido todo el mundo y a causa de eso, no tuve a nadie a quien amar por mucho tiempo. Tú no has pasado por mi camino, estás casado, tienes hijos. Disfruta de la vida».

Esa fue la última charla que tuvieron padre e hijo antes de que el anciano muriera.
Nei Hai, tomo su puesto como el sabio del pueblo y poco a poco la gente acudió a verlo para pedir su sagrado consejo.
Sin embargo, los consejos del hijo no eran igual de satisfactorios que los de su padre y poco a poco la gente dejó de acudir.
Decepcionado, Nei Hai rezó a su padre y le pidió un último consejo. Le pidió que le diga por qué la gente no acudía a verlo y no le traían panes dulces como su lo hacían con él.
La ansiada respuesta no llegó ese día, pero si lo hizo una semana después, cuando Nei Hai tropezó con una pequeña caja de madera que llevaba escrito su nombre. El anciano la abrió y sacó el trozo de papel que llevaba dentro. Al leerlo, lloró. La letra era la de su difunto padre.

«Para mi hijo. Se que quieres seguir mis pasos. Pero te pido que no lo hagas. Para llegar a ser sabio primero hay que saber escuchar. Para llegar a ser visitado y que te traigan panes dulces, hay que haber vivido y, para que la gente busque tu consejo, tendrías que haber renunciado a tu vida y a tu familia, que fue lo que yo hice. No cometas mis errores».

El nuevo sabio finalmente comprendió lo que le hacía no tan sabio y dedicó sus últimos años de vida a disfrutar de la compañía de su amada familia y en especial de su nieto, Lee Han, que entraba por la puerta cargando la tan ansiada canasta de panes dulces.

 

El arma de astato

Miles de millones cayeron ante las mortíferas armas de astato.
Pistolas y misiles, armas de corto y de largo alcance.
Del material más escaso en todo el universo estaban compuestas las armas de los invasores.
Ningún científico pudo explicar como podían tener semejantes armas, de donde habían conseguido tanto material y, principalmente, como hacían para mantener aquel elemento radiactivo con vida.
Algunas teorías eran que la armadura de los invasores, tanto de su gente como de su nave, lograba algún tipo de reacción extendiendo la vida del material amarillo. Otras decían que las armas eran en realidad micro aceleradores de partículas y que con eso conseguirían la creación del astato. Hubieron otras, ninguna explicaba realmente como podía ocurrir, pero se consideró la primer opción como la hipótesis más acertada ya que las armas dejaron de funcionar cuando la guerra se ganó. En pocos segundos, todo el astatomutó y se convirtió en un elemento menos radiactivo y más manejable para que pueda ser reunido y expulsado del planeta.

La guerra la ganamos, pero el mundo había desaparecido como lo conocíamos.
Los poderosos rayos dorados emitían una cantidad de calor semejante a una supernova y todo, aboslutamente todo, se evaporaba en su camino.
Ahora quedamos muy pocos humanos en el planeta y nuestra tarea es reconstruirlo.
Casi todos los sobrevivientes son extraños entre si y lloran a sus difuntos. Yo, por mi parte, no tenía familia y, al enterarme del cancer terminal que se alojaba en mi cuerpo, me alejé de mi pareja y de mis amigos. Sin embargo, ahora ellos habían desaparecido y yo había sido curado. Una fracción de un rayo de astato me alcanzó y eliminó toda célula cancerígena de mi cuerpo. Es curioso como resultaron las cosas. Con el cancer me terminé alejando de mis únicos conocidos y curado del cancer, ellos terminaron alejados de mi.

En grandes dimensiones, 999 de cada 1000 personas habían sido evaporizadas.
Las grandes ciudades y las capitales del mundo habían sido derruidas. Los pueblos del interior de cada país, perdonados al no ser de relevancia para los invasores.
Como puse anteriormente, la guerra se había ganado y gracias a las intercepciones de las comunicaciones de los bárbaros, supimos que no volvería a producirse orto ataque semejante.
El costo económico, político y social que había causado la derrota en el planeta de origen había sido demasiado grande, el «padre», una especie de Rey que controlaba aquel mundo, había sdo destronado y asesinado, algo que nunca antes había sucedido en sus millones de años de historia. Las guerras civiles, la muerte y el caos se adueño de aquel planeta el cual cayó sumergido en una crisis peor que la de la tierra.
En nuestro planeta, el remanente de la gente se unió para la reconstrucción. La solidaridad floreció, sacando nuestro verdadero yo. El dinero y las posesiones materiales ya no eran de vital importancia. El mundo quedó despoblado y los recursos y las cosas abundaban para todos. Las personas se unieron como nunca antes. Extraños ayudándose entre si, sin miedo al otro. Los instintos olvidados salieron a flote a diferencia del planeta hogar de los invasores, donde su civilización se caía a pasos agigantados. La desconfianza, el odio, el temor, la ira y el recelo, sentimientos nunca antes utilizados, estaban a la orden del día y eso provocó su destrucción.
Todo esto lo supimos gracias a los genios que decodificaron el código de una de las naves principales y ahora su «radio» es usada para nuestro beneficio, nuestra información. Todos los días las noticias de aquel planeta eran difundidas y, a medida de que su civilización se derrumbaba, la nuestra crecía.
Los edificios ya no eran necesarios y las tareas consistían en asegurarnos que no representasen ningún peligro. La tecnología, internet y los usos de nuestra otrora vida cotidiana se volvían obsoletos y solamente se entraba a la red para recibir las noticias del nuevo gobernante del mundo.
No lo aceptábamos, pero era necesario tener a alguien, a un «rey», que se encargue de mantenernos por el buen camino, aunque, si he de ser sincero, nosotros mismos nos encargamos de eso.
Al poco tiempo nos enteramos de que el planeta invasor había sufrido una damnación y las noticias  extranjeras cesaron. Nunca más volvimos a escuchar de ellos. Pero por lo que supimos, su civilización, antes de la codicia de querer conquistarnos, era una sociedad ejemplar, con confianza, respeto y paz. Algo parecido a lo que quiere hacer nuestro «rey».
Yo solamente espero que no terminemos igual que los otros…

Milagro de navidad

-Ya viene, ya viene- dijo el pequeño Tomás.

La madre lo había despertado para desayunar y el niño habló con voz muy baja, casi apagada.

-No te preocupes- respondió su madre. -Todavía es muy temprano.
-¿Papi se va a quedar o tiene que seguir trabajando?
-Papá va a pasar a saludarnos, pero no se va a quedar.
-¿Eso te dijo?
-Si. Hablé con él cuando estabas durmiendo.
-Trabaja tanto que ya no lo vemos.
-Lo hace por nosotros, no lo olvides.

El niño se despertó de a poco y luego del desayuno, ayudó a su madre en la preparación de la casa para la cena de la noche en la que vendrían amigos a comer.
Pasadas las 8 de la noche, el timbre sonó, Tomás abrió la puerta y permitió el paso de las dos parejas amigas de su madre junto a sus hijos.
Luego se sentaron a la mesa y disfrutaron de una agradable comida.

-Ya viene, ya viene.- le dijo Tomás a los otros niños, estaba emocionado.

-¿Aún creés eso?- le preguntó uno de los niños, uno mayor.

-Tu papá trabaja todo el día y no tiene tiempo para verte. Mejor olvidate de él -añadió otro aún más mayor, mirando fijamente al otro.

-NO. Mi papá está trabajando pero mi mamá me dijo que habló con él y que hoy va a venir a saludarnos.

Los otros niños se miraron y cortaron la charla en ese momento. Ellos sabían que no debían adentrarse en ese terreno.

La cena transcurrió en calma. Los adultos conversando y los niños jugando hasta el momento en que se despidieron y Tomás ayudaba su madre a ordenar la casa.
Minutos más tarde, ya en horario de madrugada, salieron al jardín y miraron al cielo.

-YA VIENE. YA VIENE- Tomás gritaba eufórico.

Su madre se permitió una sonrisa. Se acercaba la hora y ahora ella era la que se había emocionado.

Madre e hijo miraban al cielo, impacientes y temblorosos. Sus manos se tomaban con fuerza y se apretaron más al ver una estrella fugaz.

-¡Mamá, mamá! Allí está. ¿Lo ves?

Su madre le regaló un fuerte abrazo.

-Lo veo, mi amor. Saludalo antes de que se vaya.

Tomás alzó una mano y la batió con esmero.
La luz de la estrella duró escasos segundos, sin embargo, la reducida familia permaneció abrazada unos instantes más. Luego el niño cayó rendido por el sueño.
Su madre lo recostó sobre la cama y le tapó con el cobertor. Era una noche fresca.

-¿Mami?- le llamó.
-Dime, mi amor.
-Fue lindo que papá haya pasado a saludarnos.

Su madre lo miró, conteniendo las lágrimas.

-Si. Fue muy lindo.
-¿Mamí?
-Si, amor.
-¿Papá algún día va a dejar de trabajar en las estrellas y se va a quedar con nosotros?

La oscuridad escondía el llanto de su madre.

-Si, mi amor. Te prometo que lo volveremos a ver. Ahora duerme.
-Te quiero mami.
-Y yo a ti. Mucho.

La madre salió de la habitación del menor y se dirigió al comedor. Finalmente cayó dormida, exhausta, en el sillón, aferrada a una foto enmarcada de los tres, de la familia completa dos años atrás. Sobre la foto, el hombre había escrito a mano un presagio de su futuro.

«A mi familia: En navidad yo vendré. Pasada la medianoche estaré montado sobre una estrella fugaz. Miren al cielo, pues yo los estaré mirando. Los amo. Papá.»