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Sueño: Pesadilla

Increiblemente habíamos rentado esta casa de ensueño por muy poca plata.

El lugar estaba dividido en dos partes. Una de ellas estaba compuesta por el sector de cocina, 2 baños y 4 dormitorios. La otra consistia en una sala de estar y 3 dormitorios más. Pero lo más maravilloso de todo era que ambas partes estaban unidad por un jardín interno y en el medio de este, se encontraba una pequeña cascada que depositaba sus aguas en un pequeño laguito que se podía atravesar gracias a un tronco que se encontraba puesto.

Que maravillosa casa y, a pesar de que la alquilamos solo para vacacionar por un fin de semana, presentimos que la ibamos a disfrutar bastante.

Después de charlas y risas bajo la cascada, decidimos que era tiempo de ir a dormir y cada uno se fue a la habitación que le tocó según el sorteo realizado minutos antes.

Mi familia es bastante numerosa y por supuesto que no ibamos a entrar en todas las habitaciones, por lo que me tocó dormir, sólo, en la sala de estar.

Al entrar en ella, un dolor muy molesto apareció en mi cabeza, cómo si alguien me la estuviese apretando con todas sus fuerzas.

Decidí, entonces, buscar algún medicamento que me aliviane, pero no fue necesario, ya que al salir el dolor se fue como por arte de magia.

Volví a entrar a la sala y el dolor comenzó de nuevo, aunque ahora más fuerte.

Hice una vez más la prueba y entonces comprendí que algo no estaba bien.

Pocos segundos duró mi incertidumbre, cuando al otro lado de la habitación aparecieron repentinamente y frente a mis ojos, dos niñas, una un poco más alta que la otra.

Estás eran rubias, con el flequillo que les tapaba la frente y con dos trenzas que les caían a cada lado de la cabeza.

Estaban vestidas con un uniforme escolar, color gris.

Entré en pánico.

Salí corriendo a la habitación de al lado que por suerte no tenía cortinas. Mi tía y mi prima estaban mirando la televisión en el sillon que había allí.

Sin poder hablar, tensionado por el miedo, golpeé el vidrio y con señales de mis manosl pedí que me ayuden.

Mi prima se levantó y, sin que pueda explicarle con palabras, la arrastré a la sala de estar donde las dos niñas estaban acercandose a nosotros.

Ambos nos quedamos paralizados, ella más cerca de la puerta y yo a unos pasos más cerca de quienes quieran que fueran esas aparentes niñas.

Se acercaron a mí.

Pude notar que no estaban caminando y se movían estando estáticas, estando rígidas.

Se acercaron más, tanto que las tuve a escasos pasos de distancia.

Quise escapar, pero el miedo me paralizaba y mis piernas no se movían.

Les grité: «MUEVANSE, MALDITAS», pero no me hicieron caso.

La niña más pequeña detuvo su marcha, pero la grande continuó acercandose a mí. Se acercaba lentamente, cómo su estuviese flotando y esperando a que el viento la empuje.

Mi prima estaba al lado mío, pero no podía hacer nada. El miedo también la había dejado paralizada.

La niña mayor ya estaba pegada a mí y había levantado su cabeza que hasta ese momento estaba cabizbaja.

Con unos ojos completamente negros, clavó su mirada en mí mientras que mi dolor de cabeza se agudizaba.

Me miró por unos segundos más, aunque a mí me parecían largas e interminables horas y luego abrió la boca. Pero no era una boca cualquiera, sus labios se separaron bastante, cual «Depredador» y comenzó a emitir un fuerte sonido que incrementó aún más, mi ya intolerable dolor de cabeza.

El ruido era tan fuerte que sentía que mi cabeza iba a explotar y se iba incrementando hasta el punto maxímo en el que la niña logró introducirse en mi ya vulnerable cuerpo.

Mi dolor se calmó, pero mi mente no y me obligó a despertarme.

Un sueño para olvidar…

Sueño: La estafa

Finalizada la comida, nos levantamos y salimos del restaurante.
Junto a mí se encontraba mi novia, sus padres y su abuela, que en realidad era otra persona representándola.

Nos dirigimos al auto de mis suegros cuando la abuela exclama que no encontraba su tarjeta de crédito.
Reingresó en el restaurante, aunque sin suerte.
De repente, su celular sonó.

Desde el principio que toda esta situación me producia una mala sensación y es por eso que decidí atender la llamada.
Del otro lado de la línea, una mujer habló, diciendo que había encontrado la tarjeta y se la llevó con ella hasta su casa y si quería recuperarla debía ir a buscarla.

La mala sensación permaneció conmigo mientras que me dirigía hacia el domicilio.
Llegué, estaba sólo y llamé a la puerta.
Una mujer abrió, la que había llamado y fuí invitado a pasar a la cocina.
En ella, sin tapujos ni charla mediante, recibí una especie de nota de rescate por la tarjeta:

«Taxí: $230
  Cena: $410
  Helado: $90
   Varios: $100
Total: $830″

Al ver el total le pregunté, gritando, si esta era una clase de broma.

Su cara de seriedad me dió la respuesta y otorgó claridad a mi mala sensación.
Evidentemente me encontraba tratando con estafadores.

Luego de negarme a pagar el total, ofrecí sólamente hacerme cargo del primer gasto, el único al que consideraba «justo», aunque el importe era de por sí exagerado.

Recibí una negativa y por último decidí llamar a la abuela.
Con una sonrisa de ingenua, opinó que había que: «pagar y listo».

Finalmente llegó junto a mi novia y mis suegros y cuando los fui a recibir, noto que la mujer estafadora está abordo de una camioneta junto a un hombre, presunto marido, y una niña en la parte trasera.

Corro hacia la abuela para preguntarle si les había dado el dinero, ya que temía que no le devolverían su pertenencia.

Mis temores fueron confirmados y con mucha furia corrí hacia el auto y me senté en la parte trasera, junto a la niña. Dejé la puerta abierta para impedir que se escapen y comencé a golpear a la estafadora.

Mis golpes parecieron no afectarles y el auto comenzó a tomar velocidad.
Para mi mala suerte, perdí estabilidad y salí rodando hacia la calle, resultando lastimado en el proceso.Fui rescatado por mi novia, quien me ayudó a ponerme de pie.

Al recriminar a la abuela ésta sólamente respondió: «Y bueno, son cosas que pasan. Ya pasó, ya está».

Iba a gritarle, pero mi voz fue tapada por un sonido superior…

…era el despertador, cumpliendo con su -nada agradable- trabajo de despertarme.

Un día más comienza.