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Sindicato de Pascua

-Si les digo que no, es no. Y eso es una orden.

El gran faraón Ramses estaba negado. No aceptaba recibir a los trabajadores Hebreos.
Algunos querían vacaciones, otros mejor paga, otros menos horas de trabajo pero ninguno era escuchado por el faraón.
Por las noches, los judíos se reunían y se preguntaban si alguno había tenido éxito en hablar con «el hijo de Ra», pero todos movían la cabeza de un lado al otro en señal de negatividad.

-Debemos hacer algo. Me perdí el nacimiento de mi hijo por sus malditas pirámides.
-A mi no me dejan tomar vacaciones.
-A mi me pagan menos que al resto porque soy más bajo.
-Te pagan menos porque eres un debilucho y lo que nosotros hacemos en una hora a ti te lleva todo un día- le respondió otro, más musculoso y gallardo.
-Dímelo a la cara -amenazó el anterior.

Y así comenzó una nueva pelea entre los esclavos que terminó, como siempre, en la nada misma al ser tarde en la noche y ninguno tener fuerzas.

-Calma, calma- intentó calmar Moises.

Siendo alto, fornido, de buena presencia, de buen habla y sobre todo muy bizarro, Moises era el más querido de los judíos tanto dentro de la comunidad como fuera.
Incluso el faraón lo tenía en estima al ser, por poco tiempo, su yerno.
Moises se había emparejado con la hija de Ramses y esto le hizo perder por un tiempo su condición de esclavo y formar parte de la corte real.
Finalmente el amor se terminó y el judío regreso a su trabajo en la construcción de las pirámides, aunque con un trato especial.

-Tengo una idea- atinó a decir su hermano, Aarón.

Aunque Moises poseía los atributos físicos, Aarón era de mente rápida y sus ideas habían resultado beneficiosas para el pueblo en el pasado.

-Muchos de nosotros deseamos las mismas cosas, como vacaciones, mejor paga, menos trabajo y mejores condiciones pero el faraón no nos recibe por separado porque atender a todos nosotros debe ser tortuoso, en especial a Iacób- dijo, mirando al más bajo de todos quien volvió a encabronarse. -¿Por qué no pedimos todas esas cosas para todos en lugar de algunas cosas para cada uno?

Todos lo miraron y le ignoraron.

-Pero si no nos recibe por un solo pedido, menos nos va a recibir si cada uno le presenta todas las otras cosas- respondió uno.

Aarón los miró, pensó que se había explicado.

-Pensé que me había explicado- dijo. -No digo que cada uno le pida todo sino que lo haga solamente uno de nosotros. Una sola persona en nombre y palabra de todos nosotros. Si nos ponemos todos de acuerdo, podemos elegir a nuestro rey, a nuestro faraón y que él hable por nosotros y por nuestras mujeres y niños. Si estamos juntos, Ramses no nos obligará a nada. O acepta las peticiones o no continuamos con el trabajo.

Hubo un silencio que se llenó de murmullos de dudas.

-¿Y quién nos representa?

-¿Acaso no es obvio? -respondió Aarón. -Mi querído hermano Moises es el elegido.

Los judíos aplaudieron. Nadie mejor que él para representarlos.

Moises aceptó con gusto, siempre creyó que estaba destinado para cosas importantes.

-¿Qué pedimos primero?- preguntó.

Se produjo una votación entre los presentes y el pedido ganaron fueron las vacaciones.

-Moises, tu eres el elegido. Quien nos liberará. eres el elegido para darnos nuestras merecidas vacaciones-le dijo su hermano.

Finalmente, con Moises a la cabeza, quedó conformado el primer sindicato de la historia, el sindicato de los trabajadores de la pascua y al día siguiente, comenzó su trabajo.

-FARAÓN- Gritó Moises. -Represento al sindicato de los trabajadores de las pirámides. Yo hablo por todo mi pueblo, el puedo elegido, enviado del único y verdadero dios. Ramses, deja salir a mi pueblo….de vacaciones.

Ramses no comprendía lo que sucedía. Una sola persona en representación de todos. Un faraón judío que tenía el control. Esto era algo nuevo para él.

-Deja salir a mi pueblo…de vacaciones- volvió a reclamar Moises. -Deja salir a mi pueblo.

-Jamás- finalmente respondió. -Ahora vuelvan a sus trabajos -ordenó.

Los trabajadores se miraron. Moises no había logrado nada y concurrieron al plan B, dejar de trabajar.

Al presenciar esto, el faraón comandó a sus soldados que comiencen con los azotes y al pueblo elegido no le quedó otra opción más que volver al trabajo.
Por la noche, volvieron a reunirse.

-Tu plan no sirvió de nada Aarón.
-Me duele todo por tu culpa.
-Maldito seas.

La gente lo estaba por linchar pero fue salvado por el elegido.

-Escúchenme -suplicó Moises. -Debemos mantenernos firmes si queremos prevalecer. Para ganarle a Ramses debemos jugar sucio como él, debemos utilizar la fuerza. Debemos contraatacar por las sombras.

Su hermano sonrió e interrumpió.

-Si, eso es. Debemos actuar bajo las sombras. Alguno de nosotros debemos morir de mentira para que no nos busquen. Yo me ofrezco como voluntario.

-¿Qué hacemos?-preguntó uno.

-Las plagas- respondió Aarón -las plagas que nos contaban nuestros padres, las que dios trajo bajo la antigua tierra. Los egipcios no las conocen. Debemos traerlas a la vida todas y cada una de ellas.

-¿Incluso la última? -preguntó Moises.

-En especial la última -le respondió su hermano.

La gente se miró y dudó. Tenían miedo a la reacción del faraón, pero no los podía culpar al ver que todos los que estaban con vida estaban trabajando.
Así fue acordado y tras cada una de las diez plagas, Moises, el elegido del pueblo judío, reclamaba la libertad diciendo que lo que sucedía era voluntad de dios.
Sin embargo, Ramses rechazó cada uno de los pedidos pero tampoco podía culparlos al no saber si esto lo ocasionaban ellos o simplemente se aprovechaban de situaciones.

Cumplidas nueve de las diez plagas, al pueblo elegido no le quedó otra opción que llevar a cabo la última, la más siniestra de todas.
La última plaga, la muerte de los primogénitos se había puesto en marcha. Era la última medida que el sindicato tenía, su última oportunidad para su libertad y por la noche muchos hijos de Egipto cayeron, inclusive el hijo del faraón que había sido atraído por una muy bella niña judía.

-Ustedes ganan- finalmente se rindió el faraón. -Pueden tomarse las vacaciones. Ahora váyanse, déjenme solo con mi hijo.

Finalmente el faraón cedió y el pueblo obtuvo sus merecidas vacaciones. Pero el único problema es duraron más de la cuenta y los hebreos jamás regresaron a Egipto. El éxodo había comenzado.

No será la «verdadera» historia de las pascuas judías, pero si una simpática historia sobre el primer sindicato creado, el sindicato de los trabajadores de las pirámides o más adelante conocido como el sindicato de los trabajadores de la pascua.

El vampiro moderno

Volviendo de un vuelo de junte de comida, padre e hijo vampiro se mantenían callados.
Habían terminado una discución y ninguno se hablaba.
Al poco tiempo, pasaron por encima de Sangronal’s, el nuevo local de comida rápida para su especie y otras tantas.

-Ese lugar es la mayor desgracia que nos pudo haber pasado.- Dijo el padre.
-A mi me gusta- respondió su hijo, comenzando una nueva pelea entre ambos.
-Verdadera desgracia. Un lugar que destruye nuestra cultura.
-Pero…- El hijo no pudo continuar.
-Eso es lo que es y no quiero escuchar una sola palabra más sobre el asunto.

El vuelo continuó en silencio hasta que llegaron a su casa.
El padre cargaba en hombros a un hombre en agonía que les serviría de cena esa noche. Su hijo, por el otro lado, fue a buscar un envase a la cocina.

-Come antes de que se enfrie- Le dijo.
-NO. No quiero, papá.
-¿Cómo que no quieres?
-No quiero comer a ese hombre.
-Pero hijo, necesitas sangre.
-Primero que nada, no necesitamos sangre. Necesitamos hemoglobina y segundo, hay otras formas de conseguirlas. No somos bárbaros, no tenemos que matar a gente cuando en el supermercado se vende morcilla envasada.

El padre, con un claro enojo, agarra el envase del embutido y lo levanta por sobre su cabeza.

-¿Esto? ¿Esto te parece alimento? ¿Este trozo negro puesto en una bandeja de poliestireno te parece sano?

El hijo asintió, provocando la ira del mayor quien arrojó el producto envasado hacia un costado.
La pulcra pared, adornada con retratos de vampiros famosos de la historia, fue ensuciada con el relleno de la morcilla que reventó a causa del impacto. Un fuerte olor a condimento comenzó a emanar.

-¿Condimento?- Preguntó molesto.
-Para darle sabor- respondió con naturalidad su hijo.

El joven le guiñó un ojo, intentando enviar un chiste, una gracia, pero que no fue para nada bien recibida.

-¿Quieres sabor? Busca a un obeso. La grasa es sabor.
-¿Para quedar gordo como tu? No, gracias.

El vampiro adulto jadeaba, le faltaba el aire.

-¿Por qué jadeas? No necesitas respirar.
-Respiramos para serenarnos, ¿acaso no aprendiste nada en «La academia»?

Su hijo le clavó la mirada.

-¿Te refieres al viejo, oscuro y sucio lugar a donde me mandaste en lugar del nuevo y alegre lugar que te había pedido? No. No aprendí nada de nada.

-¿Sabes, hijo? A ese lugar acudimos generacion tras genración de Vlads.
-Es un lugar viejo con costumbres viejas. Estamos en un mundo moderno. Ya no hacen falta los asesinatos. No hace falta perder tiempo en eso. Además de ocultar las pruebas, perderle el rastro a la policia y a los cazadores.

El mayor suspiró. Toda la situación le tensionaba. Discutir con su hijo le subía el nivel de estrés. Sentía que no podía hacerlo entrar en razón.

-En mis tiempo, uno debía ser un hombre vampiro y conseguir alimento por sus propios métodos. Debía aprender el arte del sigilo. Debía atacar por la noche y no dejar rastro de su pasar. Dedicabas tu vida entera en conseguir alimento…

Al decir esto en voz alta se paralizó. «Dedicar tu vida entera en conseguir alimento…». Al pensarlo se recordaba a él de chico, discutiendo con su padre porque no pasaba tiempo con él. Las peleas eran permanentes y parecía que la historia se repetía con su hijo. Por fin se dio cuenta que se estaba comportando igual que su padre al no querer compartir la eternidad con el crio.
Se encerró en su estudio, meditando sobre la situación y por fin, al caer la medianoche, salió al encuentro del pequeño.

-¿Sabes que? Salgamos a comer a donde quieras.

Su hijo lo miró incrédulo.

-¿En serio?- preguntó mientras que el otro asentía con la cabeza.
-¡Si!- Exclamó. Quiero ir a Sangronal’s.
-¿Qué? NO. NO. NOOO… Todo menos eso.
-Es lo que quiero…

Y así fueron cambiando las viejas costumbres de los vampiros.
¿Qué pasó con el hombre capturado? Se preguntarán.
Aquella persona en agonía fue donada a un comedor comunitario donde vampiros enfermos y con colmillos flojos pudieron disfrutar, por fin, de una buena comida.

Un anciano no tan sabio

Lee Hai era un anciano conocido por su fama de sabio.
Hombres y mujeres de su pueblo y de lugares más lejanos acudían a él en busca de consejo cuando no podían resolver sus problemas.
Lee Hai siempre estaba para aquellos que lo necesitaban y las respuestas del anciano causaban gran admiración en su hijo, Nei Hai.
El niño creció escuchando los consejos de su sabio padre y durante días, meses, años y décadas y se preparó para seguir los pasos de su progenitor cuando este ya no pueda continuar.

Un día, una pareja joven se acercó al viejo y pidió su consejo. Como gratitud por la molestia, habían traido una canasta adornada conteniendo varios tipos de panes dulces provenientes de cada rincón del reino. Un regalo bastante costoso. Lee Hai los repartió entre todos los presentes y se sentó a escuchar el problema de los visitantes mientras que su hijo se escondía, como siempre lo hacía, para escuchar a su padre y responder primero, en su mente, en silencio.

«Nuestro hijo ha crecido y ya no quiere trabajar en nuestra granja. No nos escucha. Se rebela constantemente y a pesar de que le castigamos prohibiéndole salir y haciéndole trabajar, él se rehusa. Se pasa el día caminando por el mercado del pueblo, hablando, riendo y tomando copas con los mismos vendedores de verduras a quienes nosotros les vendemos y recién regresa a altas horas de la noche.
Le hemos dicho una y otra vez que nos debe ayudar con la cosecha para poder vender aún más y así poder tener un mejor futuro, pero no nos hace caso.»

La pareja finalizó el relato.
El anciano rascó su larga barba blanca y miró hacia el cielo. Esto significaba que estaba pensando en la situación.
Mientras tanto, su hijo, aún oculto, pensó rápidamente una solución.
«Los padres deberían obligarlo a trabajar para que conozca el verdadero significado del esfuerzo que ellos hacen y una vez que lo entienda, ya no necesitarán obligarlo más».
El hijo no pensó en otra cosa y esperó a que su padre hablase.

«Mmmm» Dijo Lee Hai. «Si mal no recuerdo, hasta hace un año atrás ustedes vendían menos verdura y el generoso regalo que han traido en el día de hoy les sería imposible de afrontar».

Hombre y mujer se miraron. Se sintieron indignados por las palabras del anciano.
«Con todo respeto, Lee Hai, esto lo hemos conseguido con el nuestro propio esfuerzo y venimos aquí para recibir un consejo para saber que hacer con nuestro hijo.»

Lee Hai los miró y volvió preguntó. «¿Désde cuando su hijo ya no desea trabajar y desea tomar copas con los vendedores de verduras?»

Los padres se miraron y respondieron que desde hace unos meses.

El anciano los volvió a mirar y al cabo de un minuto finalmente les respondió.

«Vinieron aquí en busca de un consejo para su hijo. Pero escuchándolos, debo concluir que soy yo quien les debe pedir consejo. Pues su hijo, sin admitirlo, los ayuda más de lo que puedan imaginar, mientras que el mío se desvía más y más se su camino».

Nei Hai se movió, delatando su escondite. Las palabras de su padre le alteraron.

«Su hijo, en sus constantes copas con los vendedores, ha logrado que ustedes o vendan más verdura o vendan la misma cantidad a un mejor precio. Como sea el caso, su hijo les ayuda mucho más de lo que ustedes se imaginan. En cambio, el mío se esconde día tras día detrás de aquella cortina, pretendiendo ser alguien que no es. Es por eso que yo les debería pedir consejo a ustedes».

La pareja se miró y comenzó a atar cabos. Tenía sentido como tan repentinamente les compraban más cantidad de verdura y a un mejor precio. Su hijo realmente les ayudaba.
Los padres se despidieron del anciano con una gran sonrisa y regresaron a su granja.

Lee Hai, por su parte, corrió la cortina y puso en descubierto a su hijo.
Con una tierna mirada le dijo.
«Hijo, tú no deseas seguir mis solitarios pasos. Se que deseas una vida con una mujer a tu lado. Yo he recorrido un gran camino, he vivido y conocido todo el mundo y a causa de eso, no tuve a nadie a quien amar por mucho tiempo. Tú no has pasado por mi camino, estás casado, tienes hijos. Disfruta de la vida».

Esa fue la última charla que tuvieron padre e hijo antes de que el anciano muriera.
Nei Hai, tomo su puesto como el sabio del pueblo y poco a poco la gente acudió a verlo para pedir su sagrado consejo.
Sin embargo, los consejos del hijo no eran igual de satisfactorios que los de su padre y poco a poco la gente dejó de acudir.
Decepcionado, Nei Hai rezó a su padre y le pidió un último consejo. Le pidió que le diga por qué la gente no acudía a verlo y no le traían panes dulces como su lo hacían con él.
La ansiada respuesta no llegó ese día, pero si lo hizo una semana después, cuando Nei Hai tropezó con una pequeña caja de madera que llevaba escrito su nombre. El anciano la abrió y sacó el trozo de papel que llevaba dentro. Al leerlo, lloró. La letra era la de su difunto padre.

«Para mi hijo. Se que quieres seguir mis pasos. Pero te pido que no lo hagas. Para llegar a ser sabio primero hay que saber escuchar. Para llegar a ser visitado y que te traigan panes dulces, hay que haber vivido y, para que la gente busque tu consejo, tendrías que haber renunciado a tu vida y a tu familia, que fue lo que yo hice. No cometas mis errores».

El nuevo sabio finalmente comprendió lo que le hacía no tan sabio y dedicó sus últimos años de vida a disfrutar de la compañía de su amada familia y en especial de su nieto, Lee Han, que entraba por la puerta cargando la tan ansiada canasta de panes dulces.

 

Entrevista con rumbo incierto

Las dos sillas están preparadas.
Sobre una mesa a pocos metros de distancia, un plato con bocadillos esperaban su turno para ser devorados.
El entrevistado estaba próximo a llegar. Tenía fama de atontarse, pero al final, sus entrevistas terminaban siendo ampliamente reconocidas, solamente bastaba con entenderlo y seguirle la corriente sin salir de las preguntas.
El timbre de la puerta sonó y apareció el hombre acompañado de dos perros labradores de color marrón oscuro.
Nos sentamos y los perros se acostaron a un costado, entendiendo que su amo no podía ser molestado.

-Que hermosos ejemplares.
-Gracias. Los tengo desde ayer.
-¿Fueron un regalo?
-No. Los compré. Me dieron ganas de tener mascotas.
-Y…¿Cuantos perros pensás tener?
-Ninguno, no me gustan las objeciones.
-Dije Perros, no peros. Animales, mascotas, compañeros de 4 patas.
-Ahh…y no sé. ¿Cuantos se pueden tener?
-Los que quieras.
-Supongo que con unos 30 estaría bien.
-¿30 perros?
-Supongo.

El entrevistado se levantó y se dirigió a la mesa. De ésta tomó uno de los pequeños aperitivos que estaban dispuestos. Era una empanada de 4 quesos.

-Sabrosa, ¿no es cierto?
-Bastante. ¿Qué tiene?
-Para saber que tiene exactamente hay que preguntarle a la cocina. Espera que la llamo.

Doris se acercó y tomó asiento al lado del entrevistador.

-Doris, dile a nuestro invitado cuales son los ingredientes de la empanada.
-Masa para empanadas, provolone, muzzarella, roquefort, fontina, orégano, ají en polvo, ajo y cebolla.
-Ahh ¿y tiene queso? Le siento gusto a queso.
-Si…tiene cuatro quesos.
-Increible. Ahora entiendo por qué es tan sabrosa.
-Gracias, Doris.

Doris se levantó y volvió a la cocina.

-¿Cómo estás?
-Bien.
-¿Sólo bien? Escuché que te está yendo más que eso.
-Es cierto. Pregúntame de nuevo.
-¿Cómo estás?
-Bien.
-¿Sólo bien?
-Si, estoy bien sólo.
-¿Te refieres a una pareja?
-Claro. Tener una pareja no alcanza.
-¿Con cuantas parejas alcanza?
-Mmm…es una pregunta dificil. Diria que depende del espacio que tengas.
-¿Y cuanto espacio tienes?
-Creo que unos 500 metros cuadrados de verde. Igualmente cada pareja tiene que tener su propio lugar. ¿Te imaginas si se encuentran?
-Les dará celos.
-Si, incluso podrían no llevarse bien y hasta matarse y eso no sería bueno.
-No, claro que no.

Se hizo un silencio incómodo.

-Me contaron que has viajado a Europa.
-Es cierto.
-Cuéntame por donde estuviste.
-Por lugares.
-¿Qué tipo de lugares?
-Lugares que no conocía.
-¿Te han gustado?
-Si, las empanadas estaban muy ricas.
-Decía donde has visitado.
-Ahh. Si, se podría decir que si. Es más, traje un recuerdo de uno de los lugares.

Del bolsillo, el hombre extrajo un pequeño y viejo libro en idioma hindú sobre el cuidado de los tigres.

-¿Eso es un libro en hindú?
-Si.
-¿Entonces estuviste en la India?
-Si.
-Pense que caminaste en Europa.
-Si, caminé con ropa. Era una tela liviana que cubría todo el cuerpo, pero que me hacía permanecer intacto frente al calor.
-¿Viajaste acompañado?
-Si, vine hasta aquí con la pareja de perros. Las otras se tuvieron que quedar en la casa.
-¿Las otras?
-Las otras parejas. Sino seríamos muchos.

Me levanté para tomar un poco de agua y una aspirina. Seguir el hilo de la conversación era muy pesado.

-Se dice en las noticias que te estás metiendo en la política.
-¿Se dice?
-Se murmura. ¿Es cierto?
-En parte
-¿En qué parte?
-En las oficinas del estado.
-Pero, ¿qué es lo que te interesa de política?
-Nada.
-¿Y por qué te metes en parte?
-Para averiguar sobre la tenencia de animales.
-¿De las parejas?
-Si.
-No creo que sean necesario muchos trámites para adoptar animales.
-Son muchos. Cada pareja requiere pedidos especiales.
-No sabía.
-Por eso te lo digo.

Mi invitado miró su relój y se levantó.

-Debo irme.
-De acuerdo. Gracias por el tiempo.

Antes de irse, el entrevistado dio media vuelta y habló. Tenía una sonrisa en su boca.

-Por cierto. Aprovecho para comentarte la apertura de mi nuevo emprendimiento, el nuevo «Zoo Libertad». Gracias por la publicidad.- Dijo y se fue.

Tuve que releer la entrevista para entender que casi todas sus respuestas fueron dirigidas hacia ese tema. Realmente era un genio.

Adán: La ineludible realidad

Dios bajó del cielo para asistir a su amada creación.

-Lo lamento, Eva. No hay nada que yo pueda hacer para curarte a tí y a tú fruto. Lo que sufres, sólo con Adán podrá sanarlo.

Eva lo miró, las fuerzas se le iban poco a poco del cuerpo. Apenas podía cuidarse a sí misma mientras que Caín estaba al cuidado de Dios.

-Lo se- Le dijo, sonriéndole.

Dios se retiró, pensando en lo fuerte que era aquella mujer y en lo bien que la había creado.

Adán había encontrado un camino seguro hasta la costa, donde se encontraba el gigante barco y su celador.

-SALUDOS- Gritó.

El gigante no prestó atención al grito y continuó con sus cosas, provocando el enojo del pequeño ser.
Adán, molesto, pinchó la pierna del gigante con un elemento punzante.
El otro, por su parte, fue sorprendido por la molesta sensación y frunció su sien. Dándose vuelta, vio al diminuto hombre y le increpó.

-¿Por qué me has lastimado?- Preguntó, molesto.

-Porque no respondías a mi llamado- Respondió, ahora más tranquilo.

Inmediatamente, Adán cubrió la herida con sus hierbas medicinales y el gigante suspiró relajado.

-¿Qué quieres?- Le preguntó.

-Viajar en ese barco hasta el límite del mundo.

El gigante se sorprendió por las palabras del pequeño. Aquellas palabras le recordaban algo. No a algo, sino a alguien, a él mismo.
Adán insistió en su pedido, el cual fue rechazado por el otro.
Pero el pequeño era perceverante y no se rendía con facilidad. Luego de varios intentos, el gigante accedió, derrotado y le invitó a subir a bordo. Zarparían en pocos minutos.
Ya en altamar, el misterio de la negación del gigante fue revelado.

-Yo fui el primer gigante creador por Dios. Estaba solo y no quise quedarme en el Edén. Entonces emprendí mi propia aventura. Dios no pudo retenerme y partí para conocer al planeta, cómo lo llama él. Llevo viajando incontables noches y ya he conocido cada rincón que existe. Es por eso que creé este navío, para llegar hasta el límite de su creación.

Adán lo escuchaba atentamente. Sus historias eran similares.

-Nuestras historias son similares. Sin embargo, mientras que tú te alejabas de tu solitaria compañia, yo me alejé de Eva, la primer mujer.

El gigante no comprendía el significado de aquellas palabras.

-No comprendo lo que quieres decir con mujer, pero no estar solo es algo que yo no pude experimentar, hasta ahora. Sin embargo, no soporto tu presencia.

-¿De qué estás hablando? Yo he visto incontables gigantes en mi camino.

-¿Es eso cierto?

Ambos se detuvieron  a pensar como podía haber sido posible aquello y llegaron a la conlusión que los gigantes con los que Adán se encontró, fueron creados luego de la partida del primero.

-Por cierto, me llamo Adán.

-No tengo nombre, pero puedes decirme como Dios me decía. Nephil.

El viaje transcurrió con la conversción orientada hacia los otros gigantes que vió el pequeño ser. Nephil deseaba encontrarse con ellos y terminar con su solitaria vida.
Al verlo, Adán también sintió grandes deseos de ver a Eva.
Los días y semanas pasaron hasta que finalmente la embarcación se acercaba a tierra.

-Veo una hermosa tierra al frente- Dijo Nephil.

Días después el barco llegó a destino, al fin del mundo y ambos tripulantes descendieron y se despidieron.
Se trataba de un lugar hermoso, donde el verde pasto y los grandes árboles prevalecían. Se trataba de un lugar maravilloso, se trataba del Edén.
Adán por fín se había dado cuenta.
Todo, desde el principio fue parte del plan de Dios y él era solamente una simple marioneta tirada de los hilos por su creador.
Adán había regresado al punto de partida, con su curiosidad reducida al mínimo.
Caín tenía 4 años de edad cuando su padre regresó y su madre no podía estar más feliz.
Adán se recostó sobre el césped mientras que su hijo examinaba las cosas que había traido (y al hombre que las trajo). Al poco tiempo estaban jugando juntos y Adán experimentó una nueva -y poderosa- sensación. El amor por su hijo.

-Tal vez permanezca aquí, al lado de Eva y de Caín. El mundo no me genera más misterio que esta creación, este pequeño Adán que Eva ha creado. Me pregunto cómo ha sido todo y si se puede replicar. -Se dijo, sonriendo mientras miraba a la madre jugar con su hijo -Tal vez permanezca aquí para averiguarlo.

Eva, mirando al cielo, agradeció en silencio. Dios estaba satisfecho y sonreía al ver a sus creaciones nuevamente juntas.

Cosas imposibles

Al fallecer, recibí una notificación de un escribano.
El dueño de aquellos departamentos, aquel tipo viejo y solitario, me había dejado una carta.
«Querido amigo:
Tal vez te sorpreda ésta situación y espero que te sea grato recibir la noticia como lo es para mi escribir estas palabras. Soy poseedor de dos departamentos, cómo bien sabes, además de mi casa donde llevo viviendo una veintena de años, sin embargo, no tengo a nadie a quien dejarle herencia. Durante los años que gestionabas el pago de los alquileres, te fuiste volviendo un ser querido para mi, uno de los pocos que tenía y debo admitir que te tomé bastante cariño y estima. Las visitas mensuales para el cobro de los alquileres eran una bendición y fue por eso que tomé esta decisión. Véndelos si quieres o continúa con los alquileres y espero que tu vida mejore con este dinero adicional. Gracias por alegrarme los últimos años de vida. Un fuerte abrazo. El viejo charlatán H. Peña.»
Mi cabeza laburaba a mil por segundo. Había conseguido tres departamentos casi por milagro. Solamente por ser amable y cumplir con mi trabajo. No lo podía creer.
El escribano me miró. El tampoco podía entender la situación.
Me preguntó que quería hacer con los departamentos. Rápidamente le respondí que venderlos. Sin ser malagradecido, utilizaré parte del dinero para tomarme unas buenas vacaciones. Gracias, viejo charlatán.

Los amigos de mi novio tienen cuerpos de película. Se conocieron en el gimnasio y entablaron una pronta amistad. Se los notaba simpáticos, pero sobre todo, sexualmente activos. Al mirarlos, mi mente se imaginaba cada escena posible de una pelicúla triple X donde me consumián completa.
Me sentía mal por engañar, en pensamiento, a mi pareja, pero las ganas que les tenía eran mayores.
Un día, él invitó a sus amigos a mi casa, momento en que yo aproveché a salir con una amiga.
Al regresar, los encontramos bastante tomados, al igual que nosotras. Las risas fluyeron al igual que las miradas que se me iban. Mi novio lo notó y me llamó la atención pidiéndome hablar en la cocina. Era mí fin, sin embargo, su estado de alcoholismo era tal que me confezó que miraba a mi amiga con ojos de lujuria y me preguntó si quería, por esa noche, acceder a un cambio, aunque ellos fueran dos y ella sólo una. Accedí sin reparar si se trataba de una trampa. Por suerte no lo fue y debo admitir que mis sueños se quedaron bastante cortos contra la realidad.

Las horas pasaban y mi cabeza no se concentraba a pesar de haber tomado aquella pastilla que se anuncia como «milagrosa» para el estudio.
El examen final era dentro de pocos minutos y me había levantado temprano a dar un último repaso. Estaba más que perdido y el tema me era tan complejo como el idioma finés.
Apenas había entendido como realizar unos ejercicios básicos.
Realmente no entendí como aprobé los dos parciales para haber llegado a esta instancia.
Mi mente se sabía de memoria tres ejercicios, uno teórico y dos prácticos. Eso era todo y  cualquier cosa distinta a eso, no podría resolverlo.
Los nervios eran tan grandes al sentarme, que no hablé con nadie. Al fondo del aula me encontraba, acomodando nervioso los útiles y cargando el lápiz con más minas de las que necesitaba. Estaba seguro que desaprobaría. No había oportunidad alguna de aprobar y no veía como podía entender aquella materia tan compleja.
Recibimos las hojas con los tres ejercicios y poco después fuimos autorizados a verlas.

Ejercicio 1: Demuestre que todo campo diferenciable en el punto Ā, es continuo en Ā.

Era increible, era el teórico que sabía. Por lo menos no voy a tener un 1.

Ejercicio 2: Calcule el volumen de un cuerpo definido por: 2 x²+2y²+z² ≤ 3 , z≥√(x²+y²), y≥x

Era increible. Dos de los 3 enunciados eran los que me sabía de memoria, incluso podía llegar a aprobar.

Ejercicio 3: Halle la solución particular de la ecuación diferencial: y»+4y’= 8 que en (0;yº)tiene recta tangente de ecuación: y= 6x-1

Comencé a reir y lo continué haciendo hasta que recibí la libreta con el flamante 10 en esta pesada materia que aún sigo sin comprender.

Adán: El primer hombre volador

-¿Qué es lo que haces, Adán?- Preguntó Dios.

El hombre saltaba en su posición.

-Quiero volar, como las aves- Respondió.

Dios se sorprendió, pensando en si la pregunta era por mucha inteligencia o falta de la misma.

-Tú no fuiste creado para volar- Respondió su Dios.

Adán, conociendo la respuesta de su creador, continuó intentando su imposible hazaña.

-Eso lo se. Sin embargo,  me has dotado con inteligencia y razonamiento y pretendo usarlos para dominar todas las habilidades de los otros animales.

-¿Es por eso que debí rescatarte de las profundidades del mar?

Adán asintió con la cabeza. Recordaba bien la situación. Luego de ver a los peces en el agua, se sumergió en el líquido. Fue su primer intento nadando y no resultó nada bien.
Al no saber como mantenerse a flote, se fue hundiendo cada vez más en las profundidades del mar. Todo era nuevo para él y no poder respirar bajo el agua era algo que ignoraba completamente.
Dios, atento a las andadas de su creación, ordenó al delfín que lo rescatase.

-Sin el suelo que sostenga tus pies, tu cuerpo está sometido a la gravedad- Le explicó Dios luego de rescatarlo.

Adán lo escuchaba atentamente.

-La gravedad es lo que hace que te mantengas en el suelo y puedas caminar y correr sobre él. La gravedad impide que te muevas como los peces en el agua y que vueles como las aves en el cielo. No conoces la muerte y no la conocerás porque sois mi primera creación y hasta que no haya más como tú poblando esta fértil tierra, cuidaré de tí. Pero cuando haya creado más personas parecidas a tí, ya no gozarás de mi cuidado y tu deber será protegerlos de todos los peligros a los que estás inmune, porque ellos no lo estarán.

Al terminar el discurso de su creador, Adán se rascó la cabeza intentando comprender su significado. No conocía el significado del peligro y de la muerte, pero recordaba la sensación que tuvo al no poder respirar bajo el agua.

«Si así se siente el peligro y la muerte, entonces no debe ser sentido nunca jamas.»

Pero luego de pensar, a Adán se le había ocurrido un plan.

-Dios dice que mis pies están unidos a la tierra y al saltar puedo comprobar sus palabras. Pero, ¿y si salto desde un lugar más alto? o incluso ¿sigo caminando desde el pico de una montaña?-

Sabiendo el infortunio que le esperaba, Dios no puedo más que sentir lástima por su creación.

«Le dí razonamiento y libre albedrío para que experimentara, pero esto es algo que no esperaba.» Pensó, lamentándose.

-Adán- Le interrumpió. -¿Estás seguro de esto?

-Por supuesto- Le respondió al ascender por la pequeña montaña.

-Si es lo que deseas, está bien, pero advierte mis palabras. Si realizas el salto, conocerás el dolor y sufrimiento.

-No se lo que es eso- Respondió Adán, sin prestarle atención a su creador.

Dios se frustró. -Pero acabo de decir que lo conocerás si lo haces…- Dijo para sí, comenzando a dudar sobre la inteligencia del primer hombre creado.

Pocos minutos después, Adán llegó a la cima y se arrojó al vacío.

-LO LOGRÉ- Gritó al caer.

-No quiero ver- Dijo Dios.

Y menos mal que no lo hizo porque el golpe que se dio fue sentido hasta en los confines del Edén.

-Sabes- Comenzó Dios. -Este es el Edén, o paraiso, y tú fuiste nombrado en su honor. Tú nombre, Adán, o cuidador del paraiso, fue uno de los regalos que te brindé. Pero al verte así, llorando y lamentándote por tus heridas luego de realizar semejante estupidez, me hace querer cambiarte el nombre.

Adán seguía en el suelo, sufriendo las heridas de su tonto intento de volar y Dios lo miraba entristecido por la imprudente forma de actuar de su creación.

-Lo había dejado como sorpresa, pero creo que ahora es de vital importancia.- Dijo Dios.

Una fuerte luz blanca apareció y dentro, una hermosa y semi desnuda joven caminaba hacía el herido.

-Adán, te presento a la primer mujer, Evantedentrospadantrescotero, pero puedes llamarla simplemente Eva.

El herido hombre la miró y quedó maravillado. Una nueva sensación le invadió el cuerpo, superando por un instante al horrible dolor.

-Eva- Suspiró -Que lindo nombre. Significa sanadora.

-Ejem…

Dios le interrumpió.

-En realidad significa «la sanadora del paraiso y del cuidador del paraiso, de mi tonta creación».

Adán se ruborizó.

-Me creaste a ímagen y semejanza, entonces, TÚ eres el tonto.- Le reprochó el hombre.

-Estás equivocado. Te creé como dices, pero tuve la suficiente inteligencia para crearte. ¡Tú no pudiste crear ni siquiera un par de alas para intentar volar!.

-¿Dijiste crear alas?- Preguntó Adán.

Al entender la situación, Dios se dio cuenta de que debía elegir sus palabras con cuidado si quería que su creación continuara con vida.

-Eva, ahora te lo dejo a tu cuidado. No permitas que se vuelva a lastimar.

Eva asintió con la cabeza.

-¡Ponte esto!- Ordenó la mujer, lanzándole unas ropas al otro ser humano.

-¿Qué es esto, Eva?- Preguntó.

-Se llama ropa y sirve para cubrir tu cuerpo, el cual, en mi presencia debe estar cubierto en ciertas partes.

-No quiero- Adán se negó.

-Dios dijo que a mi me tienes que hacer caso en todo- Le reprochó.

Adán se quedó pensando unos instantes antes de responder.

-Mmm… No recuerdo que haya dicho eso.

Eva, enojada por la situación, llamó a su creador.

-Adán, debes obedecerla EN TODO y si no lo haces, sufrirás mil veces el dolor que te abruma en este momento.

El hombre sintió el miedo y no le quedó más opción que obedecer.
La desnudez había quedado erradicada para los humanos y la mujer había dominado al hombre, sin embargo, no lo podía controlar.
Los días pasaron y Adán, ya recuperado, comenzó a construir unas álas artificiales.

-¿Qué haces?- Le preguntó Eva.

Adán interrumpió su trabajo y levantó la vista.

-Estoy construyendo alas para volar, tal como Dios me lo sugirió.- Dijo, bajando la vista.

«Es un tonto» Pensó el creador. «Tonto pero persistente.»

Pocos días después, las alas ya estaba listas para probarse y Adán se dirigió hacía la montaña donde había realizado su primer salto.

Como la primera vez, no dudó en saltar y con un fuerte viento, envíado por Dios, Adán logró planear por unos largos segundos.
La vista desde arriba era fenomenal, hasta que algo le llamó la atención.

-ES EL FIN DEL PARAISO, LO VEO.- Gritó emocionado, mientras caía al suelo.

El aterrizaje fue perfecto, digo de honores.

-¿Has visto el fin del paraiso?- Preguntó Eva.

-SI- Respondió, enérgico. -Y llegar hasta allí será mi próximo objetivo.