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Miedo y terror, una historia sin final feliz

-Te amo
-Te amo

Sabina y Telurio se despidieron. Tenían miedo, mucho miedo y lo peor es que no podían enfrentarlo solos. Separados por un cristal imposible de romper con sus manos desnudas, se limitaban a mirarse mientras que un hombre encapuchado estaba por asestar el golpe final.

Fue una fracción de segundo en el que Telurio rogó por su vida y la de su mujer y en el que su vida pasó frente a sus hijos. Su infancia, su adolescencia, su casamiento con Sabina, el nacimiento de sus hijos y la desgracia de perderlos frente a una enfermedad que no pudieron detectar ninguno de los dos médicos que los trataron. Los extrañaba mucho y por lo menos sabía que los volvería a ver.
Recordó el odio que sintió hacia los médicos responsables de afirmar que sus hijos estaban bien y darles el alta sin hacerles los estudios suficientes.
Ya los perdieron y ahora perdería a su mujer delante de sus ojos. Era mucho dolor contenido en un instante y quería que terminen rápido para volver reunirse con su familia.
El dolor al perder a sus hijos, el dolor de la impotencia al saber que se podrían haber salvado si los médicos no hubiesen sido arrogantes y el dolor de saber que su vida estaba a punto de acabar de la mano de un extraño sádico que buscaba su muerte como diversión, le hizo llorar.
Su cabeza volvió a la realidad solamente para evidenciar la muerte de su amada esposa.

-Es tu fin- dijo el encapuchado mientras que Telurio aspiraba el aire por última vez.

Todo comenzó hace escasas horas, luego de ser secuestrados mientras dormían.
Cuatro sujetos irrumpieron en su casa y los ataron de manos y pies.
Despertaron en una habitación, separadas por un inmenso cristal blindado y debieron soportar las torturas que los secuestradores les tenían planeadas. Mientras uno sufría, el otro miraba.
Sin embargo, el dolor más grande para ellos era el de no poder estar juntos, no poder abrazarse ni tocarse. Mucho menos besarse y enfrentar esto juntos.
maldijeron su mala suerte en la vida. Perder a sus hijos y ahora sufrir esta dura realidad.

-Todo ha terminado- dijo uno de los encapuchados.
-Por fin- dijo una mujer tras él.
-Estos malnacidos por fin están muertos, los hemos vengado.
-Si mi amor, los vengamos.

Lucrecia había perdido su alma desde aquella fatídica noche en que los cuerpos de sus hijos fueron encontrados sin vida.
Rómulo, su marido, dejó de creer en la justicia de los jueces y se reunió con Guillermina y Josefo, los padres de Romina y Tino, otros niños que murieron en las mismas circunstancias que los hijos de la otra pareja.
Misma metodología, secuestro, tortura y muerte para los dos varones y las dos mujeres.
El investigar los asesinatos de sus hijos los llevó a encontrarse y no accionar de la justicia los unió en busca del mayor propulsor del cuerpo, la venganza.
Contándose cada detalle de sus vidas, descubrieron un punto en común al recibir las amenazas de una misma pareja. Tanto Rómulo como Josefo los recordaban bien, una pareja que habían perdido a sus hijos y les recriminaban a ellos no haberlos atendido en su momento.

-Me acuerdo- dijo Rómulo. -Este hombre vino a la guardia con sus hijos, yo había discutido con mi mujer- hizo una pausa para mirar a Lucrecia- ¿recordás?

Su mujer asintió con la cabeza, recordando que aquella fue una pelea más que importante, con una amante involucrada.

-Estaba tan distraído que lo único que quería hacer era volver a casa y arreglar las cosas.

-¿Entonces no los revisaste?- indagó Guillermina.

Rómulo volteó a verla, indignado.

-Por supuesto que lo hice, mujer. Los revisé y estaban bien, no vi la necesidad de hacerle más estudios y les di el alta.

-¿Mataron a nuestros hijos porque no supiste hacer tu trabajo como corresponde?- dijo Josefo, encolerizado, levantando el puño en busca de un rostro que lo reciba.

-¿Y tú? Si ese fuese el caso tus hijos no tendrían nada que ver. Cuéntanos que hiciste, señor perfección- respondió Lucrecia.

-Yo no recuerdo haberlo atendido, pero si recuerdo que se presentó en mi despacho, amenazando mi vida. No lo recuerdo…¡Espera! Ya lo sé.

Josefo hizo una pausa, recordando aquel momento.

-Seguramente fue así. El día que falleció mi padre, no me permitieron salir del hospital y me escapé dejando en la guardia a un reemplazo con mi sello. Oh dios, no imaginé que por unas horas sucedería esto.

No pudiendo cambiar el pasado, los cuatro adultos decidieron investigar y en poco tiempo tenían tantas coincidencias que ya les resultaba bastante obvio que sus sospechosos sean los culpables de la muerte de sus hijos.

-Se desquitaron con nuestros hijos y ahora nosotros vamos a hacer lo mismo con ellos.

Entre los cuatro planearon poner fin a su despecho y actuar contra los responsables en libertad del asesinato de sus hijos, contra los asesinos Sabina y Telurio.

Miedo

-Tengo miedo.
-No tengas miedo.

-Esto me da miedo. No lo puedo evitar.
-El miedo es útil. Úsalo.

-¿Qué el miedo es útil?. El miedo me da más miedo. ¿No lo entiendes?
-El miedo es un arma. Puedes llorar y esconderte. Pero tarde o temprano deberás enfrentarlo.

-¿Enfrentarlo?. No, yo no puedo. Todo esto me supera. El miedo me bloquea.
-Vamos. Arriba. El miedo está en tu cabeza. Debes actuar ya.

-Estoy paralizado. No puedo moverme. El miedo me afectó las piernas. Quiero que termine todo esto. Por favor.
-El miedo no se rinde tan fácilmente. ¿Piensas que con pedir que se termine todo esto se termina?. Sal y combate. Es tu oportunidad. No la desaproveches.

-¿Acaso no me escuchas?. Mis piernas están rígidas. Mis maños tiemblan. Mi cabeza está bloqueada. Mi sangre está demasiado fría. El miedo gana la batalla.
-Por favor, que pesimiste éres. ¿Te vas a dejar arrastrar por el miedo?. Puedes superarlo. Confío en tí. Éres valiente y gallardo. ¡Ánimo!.

-No, no puedo. Voy a ceder. Es más fuerte y poderoso. Yo soy solamente un mero mortal y el miedo es eterno. Hombres más valientes lo tuvieron. Vete tú y escapa. Yo me quedaré.
-¿Qué tonterías dices?. Estamos juntos en esto. No te dejaré por nada. Yo estoy aquí para ayudarte y no me moveré. Conmigo derrotarás al miedo. Conmigo serás libre y nunca estarás encerrado. Cree en mi.

-¿Qué crea en tí?. Si tú fuiste quien me metió en esto. Tú eres él causando de que mi mayor miedo se haya vuelto realidad. ¿Por qué sigues aquí?. Vete. Abandóname a mi suerte. Esta batalla está perdida. No puedo ganar.
-Por eso me quedaré aquí. Estaré a tu lado pase lo que pase. No me iré. Enfrentaré al miedo que tienes y daré mi vida por destruirlo. Pero necesito de tu ayuda. Necesito que ya reacciones y ayudes en la lucha. Dependemos de tí. Dependemos de tu fuerza y bravura.

-¿Mi bravura?- Confías mucho en mi. También confiaste al acompañarme. No es tu culpa sino la mía. Por mi estás metido en esto. Perdóname. Por eso te pido que te vayas y me dejes. Me enfrentaré sólo al miedo. ¡Vete!
-Ya te dije que no te dejaré. Estaré aquí por tí y aquí me quedaré así que deja de insistir. Estamos en esto juntos. Será tu miedo, pero ambos lo enfrentaremos. Escucha mis palabras. Siente mi amor. Se que puedes ganar. Pero, por favor, hazlo ya. No queda mucho tiempo.

-Realmente éres especial. Estás conmigo a pesar de donde nos puse. Frente a frente al miedo que siento y tú no te mueves de mi lado. Me das esperanzas. Puedo ver la luz. Si se puede. Puedo lograrlo. Por tí.
-Confía en tí mismo. Tienes un gran futuro, pero solo lo alcanzarás si aquí y ahora ganas la batalla contra el miedo. Éres capaz de muchas cosas. Lo sé porque te conozco desde hace años. Se lo que piensas y lo que sientes. Cree  en tí. Lucha. Lucha y ganarás.

-El miedo es poderoso. Pero yo puedo ganarle. Se que puedo. Ahora lo sé. Ahora que tu me hablas lo entiendo. Lo comprendo. Hay una fuerza más poderosa.
-¡Eso es! Por fin lo entiendes. Hay una fuerza más poderosa que el miedo. Por eso estoy aquí. Para ayudarte a encontrarla. Búsca en tu interior, en tu corazón. Encuéntrala.

-El amor. El amor vence al miedo. El amor de dos personas. El amor que compartimos. El amor puede ayudarnos. Ahora lo entiendo.
-Si, lo has entendido. Por eso estoy aquí contigo. Por eso no me fui. Es por amor y ante eso, el miedo queda indefenso. Ahora que lo sabes, lucha. Busca la victoria.

-Si, tienes razón. Yo puedo hacerlo. El miedo no me detendrá más. Debo superarlo. Debo hacerlo, por tí.
-Por mi y por ti. Por los dos. Por nosotros. Por nuestro presentete y por nuestro futuro. El miedo no debe ganar.

-Se que puedo hacerlo. Le ganaremos al miedo y triunfaremos. Por tí. Por mi.
-Por nosotros. Por nuestro amor. El miedo se irá. Vamos ya.

-Mis piernas se está moviendo. Mis manos reaccionan.- El miedo está perdiendo.
-Mantente así. Derrota al miedo. Demuéstrale quien manda.

-Es nuestro momento. El miedo retrocede.
-Apura que se nos quema el tiempo. Pon en raya al miedo.

-Le gané al miedo.
-Sabía que el miedo no te ganaría.

El auto arrancó. Su chasis aún chorreaba la fresca sangre de su víctima.
Las sirenas de la ley se aercaban. Debía superar el miedo y escapar. Era ahora o nunca.

Microhistorias de terror

Historias de terror en dos o 3 renglones.
Se que soy malo resumiendo tanto, pero intentemos y veamos lo que sale (a medida que se me ocurran más, actualizaré esta entrada):

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«Mi hija me está contando la pesadilla que tuvo.
Pero…si yo nunca tuve hijos.»

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«La luz del baño se enciende y mi abuelo me llama.
-Ven- me dice.
Mi teléfono suena y mi abuela dice que el funeral es en una hora.»

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«Pasé la velada más agradable con ella.
Sin embargo la noté fria y distante.
Creo que no hice bien en desenterrarla.»

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«La gente nueva me aterra y por eso las mato.
No te conozco pero no me rindo.
Aún te sigo buscando.»

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«Mi niño estaba llorando y yo lo calmé.
Su madre se enojó.
Ahora el que llora soy yo»

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Terror a 10000 pies

«Tripulación: Alcanzando los diez mil pies»

El avión había despegado y a los pocos minutos, el capitán dio el anuncio a su tripulación.
Como se trataba de un vuelo corto, viajando en un avión pequeño, no volaríamos a la gran altura crucero de los vuelos transatlánticos sino que a una considerablemente menor.
Esto era un gran alivio para mí ya que al poco tiempo se apagaría la señal de obligatoriedad del uso del cinturón y el avión comenzaría a volar de forma horizontal.
Al apagarse la señal, mis pulmones volvían a respirar y mi corazón se realentizaba volviendo a sus pulsaciones normales.

-Odio volar- Le dije a mi mujer.
-¿Qué pasa, cielo?
-Eso- Respondí.
-No te preocupes vida, conmigo no te va a pasar nada.- Me dijo intentando calmarme.
-Me tranquilizaría más si fueses Superman- Le reproché. -Estando en el cielo, vos no podés hacer nada.
-Yo soy mejor que Superman- Me respondió, con sinceridad.
-Eso no es cierto. Superman puede volar y eso es muy útil si se cae el avión.
-Amor, no digas boludeces.
-Es verdad. Superman puede volar y tiene fuerza sobre humana.
-Y te olvidás de algo más, su cualidad más importante.
-¿Cuál? – Pregunté con crítica.
-¡Que no existe!- Exclamó.

La miré con bronca. Mi palabrerío y mi divagación eran fundamentadas en mi miedo a volar.
Claro que no siempre fui así, sino que el miedo lo fui ganando con los años.
Mi primer vuelo lo realicé a mis 25 años. Era todo nuevo para mi. Un mar de sensaciones y emociones, todo resumido en escasas 10 horas.
La excitación al ingresar al aeropuerto por primera vez. La sensación de estar libre de las ataduras del día a día.
El ruido de las turbinas y el primer despegue. El empuje al asiento y el dejar abajo la ciudad y sus luces. Todo aquello fue un festín a los sentidos y yo estaba muerto de hambre.
Cómo olvidar la primer turbulencia, aquel movimiento del avión por acción del viento.
Durante el primer vuelo fue bastante fuerte y contínua, tanto que mi compañera de fila de asiento, una bella chica italiana de mi edad que no hablaba ni castellano ni inglés, se aferró de mi brazo izquierdo y clavó sus uñas en él.
Los afilados garfios penetraron mi piel y me provocaron cortes superficiales.

-Mi scusi, mi scusi- Me dijo con una bella tonada, pero con nervios en la voz.

Aunque el brazo me dolía, le indiqué con la cabeza que no pasaba nada.

-Continúa.-Le dije, esperando que en italiano signifique lo mismo.

Aquel fue un viaje largo y lleno de turbulencias, un viaje que hoy, me sería de eterno sufrimiento pero que en esa ocasión fue de constante placer.

Sin embargo, los años pasaron y mi temor empezó y se fortaleció.
Había formado una familia y pensaba que por ahí tenía miedo a dejar a mis hijos sin su padre, pero lo cierto es que el pavór comenzó antes de que los críos hayan nacido.
Ellos no viajaban con nostros en esta oportunidad y se quedaron unos días con los abuelos.
El viaje era corto, de unas 3 horas de duración y el avión estaba lejos de estar lleno. Viajaríamos una semana para festejar nuestro décimo aniversario de casados.

-Las últimas cuatro filas están completamente vacías- Le dije a mi mujer al regresar del baño.
-Es temporada baja- Me respondió sin levantar la cabeza de la revista de crucigramas.
-¿Te ayudo?- Le pregunté ya sabiendo la respuesta.
-Ya lo terminé- Respondió.

Ella era una genio y muy culta. Poseedora de un doble título en ingeniería y un master en historia, era la persona más inteligente que conocí en mi vida y al día de hoy no se que hacía ella casada conmigo, un simple trabajador promedio sin sobresalir en ningún ámbito.
De pronto, un movimiento me hizo borrar mis derrotados pensamientos. El avión comenzó a temblar y mis manos lo siguieron. Mi cabeza se olcutó entre el pecho de mi mujer y se negaba a salir.
Ella, con mucho amor, me levantó la cabeza y me miró a los ojos.

-Amor, te podría dar una charla de mecánica de los fluídos y explicarte el principio de sustentación. También podría decirte como se podría volar en caso de perder los motores. También te podría dar las estadísticas de seguridad en vuelos en comparación con barcos y autos, pero lo mejor que te puedo decir es que mires a las azafatas.

Me señaló a las dos mujeres que movían un carrito de comidas y bebidas.

-¿Las ves?- Me preguntó.
-Por supuesto.
-¿Las ves preocupadas?

Ambas estaban con una sonrisa en sus rostros que no pude identificar si eran sinceras o automáticas. No obstante, ambas parecían estar en calma.

-No lo parecen- Respondí.
-Bueno. Cuando tengas miedo, miralas. Ellas tienen cientos de viajes realizados y conocen perfectamente los movimientos del avión. Si las ves y están en calma, entonces te podés realajar.
-¿Y si no las veo?

Mi mujer se quedó pensando.

-Si no las ves es una buena señal también.
-¿Cómo es eso?- Pregunté, levantando una ceja.
-Si no las ves es que deben de estar descansando y si están descansando es que está todo normal.
-¿Y cuando me debería preocupar?
-Cuando ellas estén preocupadas. Cuando las veas caminar rápido de una punta a la otra y cuando las veas mirar hacia los lados. ¿Está bien?
-Bueno- respondí.

Pero por dentro, el miedo se mantenía. Mi cabeza y mis sentidos estaban agudizados para escuchar y detectar cualquier anomalía. El miedo es así, irracional y no hay palabras que sirvan para reconfortarse, sino no sería miedo.

El vuelo prosiguió sin más problemas hasta que el capitán anunció que estábamos inciando el descenso.
El avión comenzó a moverse y temblar. La luz indicadora de la obligatoriedad del cinturón se seguridad se encendió.
La gente regresó apresurada a sus asientos y las azafatas comenzaron a moverse apresuradamente.
El avión se estaba moviendo cada vez más fuerte y mi temor se incrementaba.
Cerré los ojos y me apoyé sobre el pecho de mi mujer. Le apreté la mano izquierda muy fuerte.

-Tengo miedo- Le susurré.

El avión se movía más y más. Ya presentía como caerían las máscaras de oxígeno. Mi cabeza luchaba por recordar las instrucciones mientras que mis labios rezaban oraciones que nunca había recitado.

-Amor, debo confesarte algo.
-¿Ahora?- respondí con los ojos cerrados.
-Si. Ahora. Mirame.

Mi cabeza se negaba a abrir los ojos.

-Mirame- volvió a decir.

Abrí los ojos y la miré. El avión volvió a moverse y le apreté la mano con fuerza.

-¿Qué?- reproché.
-Amor. Debo decirte algo. Te lo estuve ocultando todo este tiempo, pero ahora que vamos a morir, te lo debo confesar.
-¿Qué?- volví a decir.
-Amor, en realidad yo no soy quien vos creés que soy. En realidad yo soy otra persona.
-¿Quién sos?- Le pregunté.

Ella miró por la ventana y no respondió.

-¿Quién sos?- Volví a preguntarle, levantando un poco la voz.

Ella volvió a mirar por la ventana y al cabo de unos segundos, respondió.

-Yo soy Superman y conmigo estarás protegido para siempre.

Habiendo dicho eso, el avión tocó suelo y comenzó a frenar. El aterrizaje estaba a punto de terminar.

Al sentir que estaba sobre el nivel del suelo, me calmé y regresé a mi sonrisa habitual.
En verdad ella era Superman.

Un despertar nada agradable

La Luna aún brillaba en lo alto cuando desperté.
Aquel nefasto sueño me había quitado el sueño y ya no pude volver a dormir.
Me levanté de la cama y miré por la ventana, intentando calmar mis pensamientos.
El exterior estaba tranquilo y en silencio, a diferencia del caos que pasaba por mi cabeza.
Me dirigí a la cocina, donde una botella de agua reposaba sobre la mesa. «Bendita agua» Pensé.
Agradecí que fuera aquella bebida y no la que había soñado, que era un líquido negro y espeso, como el petróleo.
La casa estaba en silencio, pero mis pensamientos seguían revueltos. Lo que había experimentado había puesto en alerta a todo mi ser.
Llevaba puesto el pantalón de dormir y tenía el torso al descubierto, al igual que en el imaginario.
Miré por la ventana, hacia la calle. La calma reinaba. Pocos autos circulaban en aquellas horas y el único movimiento constante era el silencioso cambiar de luces de los semáforos. No había viento, no habían ruidos de pesados vehículos, ni siquiera el ruido de animales callejeros. Todos descansaban.
Miré hacia arriba, fijando la vista en el cielo. La Luna brillaba con su palidez habitual, acompañada de las pequeñas luces de las estrellas del firmamento.
Ver que no habían más luces extrañas me calmó un poco. En mi sueño, varias luces que consideraba como estrellas, resultaron ser otras cosas, más pequeñas, rápidas e invasivas que se movían por el cielo a gran velocidad.
Al recordarlo, me alejé de la ventana. Mi corazón volvió a acelerar al sentir que algo aparecería allí y me tragaría con una fuerte luz blanca. Pero nada pasó. Todo estaba dentro de mi cabeza.
Regresé a la cama para intentar volver a conciliar el sueño, pero mis ojos se negaron a permanecer cerrados. Algo en ellos temía caer en la oscuridad del descanso y permanecían alertas.
No los puedo culpar. No era la única parte de mi cuerpo que se negaba a rendirse al cansancio. Mi cerebro, el que creó aquella pesadilla, era el que más alerto estaba. Dio una orden y mis sentidos se agudizaron, permaneciendo en estado de alerta.
Los minutos pasaron y cada segundo transcurrido era una pluma de serenidad apoyada sobre mi seno.
Finalmente me había relajado por completo y acostado en la cama dispuesto a terminar la noche. Mis ojos se cerraron lentamente mientras que me perdía en mis sueños.

«PUM PUM PUM»

El golpe me despertó, pero no del todo. Seguía mareado por el súbito despertar. «¿Qué fue eso?» Pensé, aunque ya conocía la respuesta. Fueron tres golpes a la puerta de mi departamento. Miré el relój y los números anunciaban el comienzo de una nueva hora. Seguía siendo de noche, de madrugada.
Me levanté con pavor, preguntándome quién llamaría a la puerta a altas horas de la noche.
Gran parte de mi tenía miedo y se negaba a responder al llamado. Finalmente me levanté y caminé sigilósamente, evitando que mis pasos sean escuchados por quien fuera que estuviese del otro lado.
Por debajo de la puerta de entrada se veía oscuridad. «Mal indicio» pensé mientras que continuaba mi lento caminar.
Primero apoyé el oído sobre la puerta y escuché. No había ruido alguno. Luego posé mi ojo derecho en la mirilla. La oscuridad impedía ver la totalidad del pasillo, sin embargo, no parecía que haya nadie allí. Poco a poco me fui calmando.
Regresé a la cama luego de haber tomado un poco de agua. Por suerte me pude acostar y los ojos se cerraron sin tanta lucha. Estaba muy cansado.

«PUM PUM PUM»

Nuevamente desperté. Otra vez el ruido, aquel ruido me despertó. Eran golpes, de eso no había duda, sin embargo, en esta oportunidad estaba más despierto y entendí que no venían de la puerta principal sino que venía de la cocina.

«PUM PUM PUM»

Nuevamente escuché el ruido y esta vez fui testigo del mismo. La tormenta eléctrica anunciada para la mañana estaba adelantándose unas horas y el viento ya había comenzado a soplar. El ruido provenía del golpeteo de uno de los cables del edificio, presuntamente el cable del servicio de televisión que golpeaba bruscamente contra los ventanales de mi casa en una perfecta trilogía armoniosa.
Me relajé por un instante, aunque en ese momento temía que aquel duro cable pueda atravesar las ventanas.
Por un instante me quedé allí pensando en como atrapar aquel elemento como para que no siga golpeando. Mientras que pensaba, miraba a la calle. La tormenta eléctrica había comenzado y el cielo era bañado con rayos y relámpagos constantes. Unos instantes después, los truenos resonaban en la ciudad, algunos con ruido más potente y otros más alejados.
Había algo extraño en aquel paisaje, algo muy familiar. Algo así había sucedido en el sueño que me despertó al inicio. Sentía como si todo esto ya lo hubiese vivido en mi mente y comencé a temer.
Un rayo cayó justo frente a mi. Mis ojos fueron cegados por el tremendo brillo y lo único que pude ver por unos instantes fue todo blanco, como el Flash de una cámara. Unos instantes duró mi vista así, lo suficientes como para que me orine encima del miedo. Durante esos instantes, vi como unas pequeñas figuras negras se movían a extrema velocidad en aquel mar blanco. Resaltaba mucho como para no ser notados y temí. Temí porque sentía que esto lo había vivido.  Sentí como era succionado por una de ellas mientras que de otra emanaba una sustancia negra que se introducía dentro mío.  Antes de perder el conocimiento, logré escuchar un susurro que decía «la muñeca, la muñeca».
A la mañana desperté en mi cama. La cabeza me dolía y no podía recordar como es que llegué allí. Me dirigí al baño para ducharme y al desnudarme me miré al espejo. Sentía una molestia en la mano izquierda y al mirar mi muñeca, noté una marca que antes no tenía. Un círculo, del tamaño de una moneda había sido marcado en mi piel, junto con unos leves relieves. Poco a poco fui recordando el sueño de la noche anterior y el último susurro antes de quedarme dormido, el susurro que hablaba sobre «la muñeca», sobre mi muñeca.

«Por dios». Pensé. «¿Qué me ha pasado?»

Aquel día me sentí extraño y con miedo. Miedo al día, a la noche. Miedo a la gente y a la soledad, pero principalmente, miedo a volver a dormir.

Cuento de terror a la inversa

Lucas había salido de su casa en busca de algún sitio abierto para calmar su hambre. La hora era tarde y su panza rugía.
El trabajo le había demorado en demasía esta vez. La fecha límite para la entrega del informe es en pocas horas, durante la reunión del mediodía y debía regresar para acabarlo, pero primero necesitaba comer.
Era de madrugada y las calles estaban desiertas. Nadie, salvo él, caminaba, ningún auto se hacía presenta y solamente le acompañaba las luces de los semáforos y el ruido del viento.
En las primeras cuadras no tuvo éxito y decidió salir de la avenida y meterse entre las calles menos iluminadas.
La panza le volvía a rugir, tenía hambre y comería cualquier cosa.
Continuó su recorrido entre la oscuridad cuando su corazón dio un vuelco.
Creyó haber visto algo pasar por al lado suyo, pero al darse vuelta solo nadie estaba.
Lucas pensó que ya estaba delirando por el hambre. Delirando no tanto, pero si debilitado. Demasiado trabajo, demasiado esfuerzo, todo sin recompensas.
Una calle después volvió a tener la extraña sensación de que alguien le observaba.

-¿Hola?- preguntó pero nadie respondió.

«Debo de estar imaginando cosas» Pensó, sin embargo, a lo lejos, parado debajo del casi único poste de luz, se encontraba una persona de pie, cubierta por una gabardina.

La distancia que los separaba hacía que Lucas no pudiese distinguir bien al otro, pero algo dentro le dijo que debía alejarse de él.
Así lo hizo y emprendió su regreso a la avenida iluminada por la que comenzó su búsqueda, dejando atrás a la misteriosa figura.
Regresando a sus pensamientos hambrientos, pudo ver a lo lejos unas luces de una cafetería.
Apuró su paso pero al llegar a la esquina, la misteriosa figura en gabardina reapareció y ahora si pudo distinguirlo.
Era alguien extremadamente alto, con piernas tan largas como el cuerpo de un hombre adulto y brazos capaces de cubrir grandes distancias.
Algo raro había y Lucas comenzó a correr en dirección opuesta.
Estaba cansado y sin fuerzas, pero aquel ser le asustó.
Luego de tres calles sin parar, se detuvo a respirar cuando frente a él apareció el ser en gabardina y descrubrió su cara. No era humana, su boca era demasiado grande y al igual que sus dientes. Sus ojos negros y pequeños y sus enormes orejas completaban el rostro sin naríz.
Con un movimiento de su brazo, levantó a Lucas del suelo y lo sostuvo en el aire.
El monstruo sonrió, era una sonrisa desagradable y aterradora.
Levantando el otro brazo, reveló unas filosas garras y las alzó para que la luz le alcance e implante el miedo en la víctima. Las garras cortarían el cuello de Lucas y la criatura lo sabía y sonreía. Sin embargo, la sonrisa se borró cuando las garras se rompieron al contacto con el cuello de su víctima.
Lucas cayó al suelo y el monstruo escapó, estaba herido tanto física como orgullosamente.
Con sus largas piernas se metió entre las oscuras calles y en la más absoluta negrura se detuvo a examinar su herida, aunque no contó con que Lucas estaba allí mismo, a su lado, mirándolo fríamente.
El ente se sobresaltó y volvió a escapar, corriendo hasta perder el aliento por completo.
Aún así, no pudo escapar de su víctima que no le perdía el rastro.
Desesperado, levantó las garras de su otra mano y atacó, pero nuevamente estas se rompieron frente a la dura piel de Lucas.
El ser estaba desesperado, era la primera vez que le pasaba esto y su víctima se había convertido en su victimario. Era su fin y lo sabía.

Pobre ser, solamente quería comer. Nunca creyó que se encontraría con alguien peor que él, con una víctima con piel de acero y de gran velocidad.
Pobre monstruo, él también tenía hambre y nunca creyó que esta noche encontraría su final frente a un muchacho que de día era normal, pero cuando la situación lo ameritaba se convertía en el único super héroe conocido por la humanidad.