Semillas de la verdad

Caminando por el mercado, llegué a la parte de jardinería.
Entusiasmado como un nene entre chocolates, fuí directo a la parte de venta de semillas.
Había formado una pequeña huerta en el balcón de mi casa de la cual estaba orgulloso.
Formada por 2 grandes macetas de tamaño suficiente para plantar en ellas cinco pequeñas plantitas, mis pequeñas alegrías jardineras estaban a punto de explotar.
Tenía ocupada solo una de las 2 macetas. En ella, había plantado varias especias como el oregano, el cebollín,  la albahaca, la menta y el ají. Como dije, las macetas eran de generosas proporciones.

Tenía la posibilidad de sembrar cinco variedades más de condimentos. Solo alimentos, las plantas de decoración no me atren en absoluto.

«¿Qué puede ser?» Me pregunté.

Mis ojos pasearon por el eneldo y por el cilantro. Luego se desvíaron hacia la achicoria y a la acelga para finalmente desorvitar por completo.

«Calma, calma»

Para algunos era algo sin importancia, para otros un simple hobbie, pero para mi era otra cosa, en ese momento era mi mundo y mis emociones eran fuertes.
Aún no había terminado de decidir, cuando en un rincón ví que había un pequeño paquete de semillas. Lo tomé en mis manos para saber de que tipo de planta se trataba pero al darlo vuelta me sorprendí al ver que no había descripción alguna. Grande era mi sorpresa.
De color gris y con forma de estrella, eran las semillas más extrañas que jamás había visto.
Di vueltas el paquete para, buscando algun indicio, alguna pista de lo que sostenía en mis manos y en el fondo, sutilmente escrito decía «Semillas de la verdad».

Era un nombre atractivo para una flor, pero no me interesaban tanto las plantas no comestibles así que lo dejé a un lado.

-Aquellas son unas semillas muy especiales.

A mi lado se encontraba un empleado de la tienda, un hombre bastante mayor que yo, poseedor de una rara sonrisa. Me sobresalté al mirarlo, no me esperaba tener a alguien a mi lado.

-¿Qué tiene de especial? -pregunté sin emoción. ¿Se trata de una flor o de un condimento?

El hombre me miró, incrédulo por mi pregunta.

-Se trata de una flor, pero distinta a todas las que hayas conocido jamás. Verás, cada semilla germina en una noche y a la mañana siguiente aparece una hermosa flor blanca. Solamente se puede sembrar una por mes, cambiando tierra por una nueva, pero creo que con una sola semilla alcanza para el resto de tu vida.

-No comprendo. ¿Por qué es eso?

-Porque, amigo mío, la flor que nace te contará un secreto, un secreto que alguien oculta y que tu quieres saber, una verdad. Luego de contarlo, la flor morirá y la tierra en la que se plantó se convertirá en un erial.

-¿Qué una planta me habla y me dice una verdad?- pregunté ironicamente, bajando la vista para ver las pequeñas semillas grises.

-Así es. Llévala si quieres, pero ten cuidado.

Mi corazón dio un golpe fuerte. No me interesaban las plantas no comestibles, pero esta me llenó de curiosidad. Sería bueno conocer los secretos de los demás.
Me enfilé para las cajas y mis ánimos se desplomaron al ver las inmensas filas para pagar.
Me puse en el ultimo lugar, cuando escuché a una cajera me llamaba.

-Psst…por aquí señor- dijo, haciéndome señas para que me dirija a su puesto.

Pensé que tenía que dejar pasar a los otros delante mía, pero nadie pareció importarle el llamado.

«Genial» Pensé. Me iba a ahorrar mucho tiempo de espera.

Apoyé mis cosas sobre la cinta transportadora, dejando el misterioso producto para el final. Cuando llegó al ultimo producto, la cajera reconoció de inmediato las semillas y me dijo:

-Señor. Estas semillas son especiales y unicas. Por lo tanto no tienen precio. Y como tampoco tienen un codigo de barras, no puedo cobrarle nada por ellas. Así que puede llevarselas.

-Es mi día de suerte- le dije, sonriendo.

-Solo tenga cuidado con las flores. La verdad puede ser devastadora a veces. Se lo digo por experiencia-

-¿Cómo es eso?- pregunté mientras que bajaba la cabeza para guardar el cambio.

Al levantar la mirada, la cajera ya no se encontraba en su pueso y la caja volvía a estar cerrada para el público. Todo estaba siendo muy extraño. Ahora tenía demasiada intriga por las semillas.

Regresé a casa y me dispuse a las flores de la verdad. Ya mi curiosidad era demasiada.
Abrí el paquete y dentro noté una pequeña nota de papel con instrucciones del sembrado:

«Semillas de la verdad. Plantar una semilla cada vez que se quiera conocer la verdad sobre alguien. Una vez puesta en la tierra susurrar a la semilla el nombre de la persona de la cual se desea conocer un secreto, luego cubrir con tierra. Se puede plantar durante todo el año y no requiere agua. Plantar de noche. A la mañana siguiente florecerá diciendo la verdad, luego perecerá junto a la tierra en donde fue plantada. No se recomienda su uso. ÚSESE CON CUIDADO».

Ya había entendido todo. Era una broma de los empleados del mercado.

«¿Una broma de personas que no me conocen?» Me respondí.

Curioso como nunca, esperé a la noche para plantarla y le susurré el nombre de mi novia a quien notaba distante desde hace varios días. Quería saber lo que le pasaba, lo que ocultaba y no era capas de contarme.
Cubrí la semilla con tierra y me fuí a dormir.  Pamela ni se inmutó cuando me acosté a su lado y la abracé.

Al día siguiente, me levanté ansioso y vi como un capullo blanco estaba a mi espera. Yo estaba maravillado y aterrado.
Al acercarme para olerla, el capullo se abrió, floreciendo en mí presencia y produciendo un eco en mi mente.

«Ella no te ama…ella no te ama»

Estaba aterrado, pero sabía que la planta decía la verdad. Sin pensarlo dos veces, fui a hablar con ella. Era domingo y ese día ninguno de los dos tenía que ir a trabajar.
La discución que tuvimos fue larga y agotadora.
Pero al final de cuentas ella no pudo más y confesó que ya no me amaba y la razón por la cual no me lo decía es porque quería estar segura y que mi reclamo fue el empujón que necesitaba para terminar.

De forma fugáz, separó sus cosas y se marchó, dejándome en casa, en pijama, solo y triste.
En mi mente no pude dejar de pensar en la verdad que me dio la flor y en la miseria que me trajo al instante. Si no la hubiera arrinconado, por ahí podríamos habernos arreglado.
Decidí volver a la tienda y regresar la desdichosa bolsa de semillas al lugar del que la saqué.

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