Éxito y fracaso

Dos amigos de la infancia se encuentran, como cada trimestre, en el bar de siempre.
Escritores de profesión y amigos de larga data, comparten sus vidas ante el otro.
Un joven sonriente, vestido de forma elegante y de andar calmado fue el primero en llegar y sentarse. Con respeto y cordialidad, saludó al dueño y a los mozos del lugar y pidió una una milanesa de pollo con papas fritas.
Al poco tiempo llegó el otro muchacho. Agitado, con ojos cansados, su cuerpo fatigado y sus movimientos torpes, entró al bar y fue saludado por el dueño y los mozos.

-Perdón por la demora. ¿Ya pediste?- Preguntó Santiago.

Martín asintió con la cabeza, obligando a su amigo a levantare y hacer su pedido. Minutos después, ambos recibieron sus platos. Uno comía una deliciosa -y grasosa- milanesa, mientras que el otro una saludable pechuga de pollo a la plancha con una ensalada.

-¿Estás a dieta?- preguntó Martín al ver el otro platillo.

-No. Pero si no como sano, engordo.

-¿Por qué no vas al gimnasio? -preguntó llevándose un bocado de fritura a la boca. Yo voy tres veces por semana.

-Desearía poder ir, pero no me dan los tiempos. Sabés muy bien que trabajo doce horas por día, de lunes a sábados y cuando regreso a casa lo único que quiero hacer es dormir.

Una pequeña pausa se hizo en dónde ambos miraron por la ventana.

-¿Cómo vas en tu trabajo?- preguntó Martín.

-Mal. Detesto ese trabajo. Me siento miserable y cada vez sumo más y más responsabilidades. Todos dependen de mí y me supera -respondió Santiago, derrotado -¿Y el tuyo?

La puasa se interrumpió para comer un bocado.

-¿Qué te puedo decir? -comenzó a decir, tronándo lo dedos de las manos -Es el trabajo perfecto para mí. Trabajo menos de la mitad del tiempo que vos, lo que me deja espacio suficiente para salir e ir al gimnasio, entre otras cosas. Gano suficiente dinero para viajar a europa dos veces al año y principalmente, es un trabajo que me encanta.

Martín trabajaba como guionista, además de ser uno de los principales cerebros creativos de diferentes ideas para un medio de publicidad. Trabajo que el otro amigo envidaba profundamente.

-No sabés la envidia que te tengo.

Santiago trabajaba en un pequeño estudio contable, en donde sus ideas creativas eran tan útiles como una puerta automática en un submarino. Era un trabajo tedioso y aburrido para él, que le consumía mucho tiempo, dándole una pequeña ganancia en relación a las responsabilidades que tenía. Poco ingreso en comparación de la cantidad de trabajo que hacía, pero lo suficiente como para sobrevivir sin lujos pero sin aprietos.

-Puedo meterte en mi trabajo.

-Ya hablamos de esto, te agradezco pero no lo voy a hacer.

-Dale Santi, te estoy ofreciendo ofrezco el trabajo de tu vida y lo rechazás.

-Sabés muy bien por qué digo que no. Sus reuniones creativas son algo que yo no comparto y no quiero compartir. Mi cabeza estará siempre limpia de sus cosas.

La cara del Martín era de incertidumbre. No entendía el rechazo de su amigo hacia algo tan inofensivo.

-Dale Santiago, ¿qué es lo peor que te pueda pasar?

-Es por principios.

-¿Principios? Por favor, no seas tonto.

-Aunque me demore, voy a ser reconocido por mi cuenta y por mi esfuerzo. Soy capaz de crear las historias con mi propia mente, sin ayudas.

-Las vas a crear. Pensá que ésto- dijo, señalando a la bolsa con marihuana que llevaba a un costado -es como la sal para la comida.

La cara de Santiago otro fue de  extrañeza, aunque ya sabía por donde continuaba la charla.

-Un chef puede cocinar los mejores platillos del mundo, lo más lindos, los más sabrosos, los mejores presentados, pero si a sus platos no les agrega sal, entonces ese chef puede ser superado, reemplazado y olvidado por un simple cocinero que te prepara unas papas fritas condimentadas. La sal mejora los platillos así como ésto mejora las ideas.  -dijo Martín, echándole aquel condimento a su guarnición.

Santiago pensó un momento antes de responder.

-Entonces, según tu criterio, cualquier persona sin ideas puede ser mejor que el mejor escritor si solamente le pone «sal», a sus escritos.

Ambos se quedaron callados. El reloj avanzaba y ya era tiempo de pedir la cuenta.

-Pensalo- le dijo mientras que se despedían.

Y aquel día, Santiago lo pensó seriamente por primera vez. Pensó si debía abandonar sus principios para intentarlo.
La idea no le entusiasmaba, pero continuar en su desdichado trabajo era algo que ya no quería ni soportaba y en su vida, los milagros no ocurrían.

2 comentarios en “Éxito y fracaso

    1. Sigue siendo una representación, en parte, de la vida real. ¿Cuantas veces uno queda separado de los demás en fiestas y reuniones simplemente por no compartir la decisión moral? Y después uno se pregunta cómo es que el otro es más feliz, con más amigos y mejor calidad de vida.

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