E.F.: Parte 1

Leo se despertó respirando agitadamente.

Su boca aspiraba grandes cantidades de aire, como si no hubiese recibido oxígeno desde hacía mucho tiempo.

Con una mano se quitó la sábana y el cobertor, luego se sentó en la cama e intentó controlar su respiración.

Segundos después, la agitación se fue perdiendo y Leo recuperó el control de su cuerpo, sin embargo, aún seguía mareado.

Mirando a su alrededor, reconoció que se encontraba en su dormitorio, en su casa, pero había algo extraño en ella. Las paredes habían sido pintadas de rojo y alrededor suyo habían decenas de velas consumidas.

Al parecer, estas fueron encendidas hacía varias horas y nada impidió que se fueran consumiendo mientras que él dormía.

Con un fuerte bostezo se levantó de la cama y a pesar de haber dormido, se encontraba vestido con su ropa más cómoda. Se dirigió a la ventana pensando que se había quedado dormido, aunque no podía recordar nada de lo sucedido, su cabeza le dolía.

Separó las cortinas y miró al cielo. Las nubes eran grises y espesas pero se estaban dispersando y el sol se asomaba lentamente.

Se dirigió al baño, su vejiga no podía contener más orina.

Luego de tirar la cadena y de lavarse las manos, abrió la llave de la ducha.

Por alguna extraña razón que no comprendía, se sentía muy sucio, como si su cuerpo hubiese sido untado con manteca o grasa. Sin embargo, al cabo de unos segundos el caudal de agua comenzó a reducirse hasta que se detuvo por completo.

Extrañado, abrió la llave del lavatorio, obteniendo el mismo resultado.

«¿Cortaron el agua?» Pensó mientras que gritaba el nombre de su esposa para que acuda a él.

No obteniendo respuesta, volvió a gritar, esta vez desde la puerta de la habitación.

El silencio perpetuaba.

Un tercer grito sin respuesta fue motivo suficiente para que bajase las escaleras y entrase a la cocina.

Estaba vacía.

El viento soblaba, provocando un movimiento errático en las cortinas.

Leo cerró la ventana y se preguntó si su mujer estaría afuera por algún compromiso.

-ANA-. Gritó. Su hija tampoco acudió a su llamado.

«Debe de estar en el colegio». Pensó.

Sin poder preparar su café diario, por falta de agua, volvió a su habitación para cambiarse de ropa.

Seguía sintiendose sucio y al desnudarse encontró el motivo.

Su cuerpo estaba completamente cubierto por un tipo de aceite viscoso e inodoro.

Utilizando una toalla, pudo quitarse casi toda la sustancia. Luego se puso ropa nueva por encima, maldiciendo no poder bañarse.

Al mudarse de ropa, reparó nuevamente en las velas apagadas y en la pared roja.

Algo había pasado y no lograba recordarlo.

De repente se sintió agobiado. El aire dentro de la casa se volvió espeso y le costaba trabajo respirarlo.

Se estaba mareando. Necesitaba salir.

Bajó rapidamente las escaleras y se dirigió hacia la puerta principal.

Al salir, el aire estaba fresco y pudo volver a respirar con normalidad, pero al levantar la cabeza se quedó completamente sorprendido.

El paisaje era desolador…Leo estaba completamente solo.

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