Apocalipsis

El general Tito había regresado triunfante a Roma.
Sobre la Vía Apia, se transportaba el más preciado botín.
Un candelabro de siete brazos brillaba a la luz del sol. Su color dorado reflejaba los rayos del astro y cegaba a todo aquel que lo mirase.
Miles de romanos entonaban cánticos de alabanzas a Júpiter mientras que el objeto avanzaba a su posición.
Un grupo de 4 soldados fuertemente armados caminaban junto a dos hombres, al frente de la caravana que contenía las riquezas capturadas de la ciudad judía.
Uno de éstos dos hombres llevaba puesta una armadura blanca que rivalizaba con el brillo del candelabro, se trataba del general Tito, hijo del emperador y futuro gobernante del imperio. En su cintura colgaba una Gladius con un mango tallado con el nombre de su padre, el emperador Vespaciano. Tito era aclamado por el pueblo aún más que su padre y su padre así lo permitía.
A su lado caminaba un hombre de baja estatura, vestido con la toga característica de los miembros del senado. Cargaba un bolso con varios pergaminos y diferentes tipos de tinta.
Aquel hombre no era un militar, ni mucho menos era un hombre de poder.
Se trataba de un escriba, de un hombre que documenta la historia pero no forma parte de ella.
Era un judío que rechaza su religión y fue adoptado por el mismísimo emperador para que escriba las batallas ganadas durante su mandato y esta vez había sido el turno de relatar la caída de Jerusalén.

«Los judíos, cansados de los impuestos romanos, atacaban a sus gobernantes y pretendían ser su propio gobierno. El rey judío Agripa se había convertido en secreto al cristianismo y eso, sumado a los altos pagos mensuales que debían realizar, colmaron la tranquilidad del pueblo elegido que había sido dominado y así fue como las batallas comenzaron.
Los judíos atacaban constantemente a los romanos, aliándose con Egipto que representaba el granero del imperio. Su trabajo en conjunto provocó devastecimiento en el imperio y Vespaciano no lo podía permitir. El emperador partió rumbo a Alejandría, mientras que su hijo, el general Tito, futuro emperador, condujo sus tropas hacia la ciudad sagrada por los judíos y la conquistó, acabando su revuelta e istaurando el orden. El general tomó varias de las joyas de la ciudad cuando asoló el templo construido por el abuelo del actual rey Agripa, Hérodes el grande, incluyendo un candelabro de oro que se usaba para las festividades. Luego de la conquista, el emperador ordenó una mayor fuerza en la colonia judía.» Relató el escriba.

Lo que no sabía el emperador, era que la propia destrucción había sido planeada por el pueblo elegido.
El Apocalípsis, el fin de los tiempos de los pecadores, daba un paso más hacia su comienzo y uno de los tres elementos principales se estaba llevando a cabo.
La reconstrucción del tercer templo se comenzó con el más absoluto de los secretos.
Se desarrollaba en los confines de la tierra y esperaría el momento oportuno para emerger.
Siglos demoró su finalización y durante esa época, el cristianismo había conquistado al occidente.

Juan, uno de los pocos hombres atesorados por Jesús, había sido testigo de parte de la construcción del templo durante su exílio al oriente. Su silencio fue ordenado por el mismo Jesús al confesarle éste, que todo era parte de su plan.
Su muerte y resurección eran parte del mayor complot de la historia moderna.
-El tercer templo de Salomón emergería de las profundidades del Hades junto a mí y la paz volverá para nuestro pueblo que será dúramente castigado durante los siglos de los siglos.- Le dijo.
-Sin embargo- añadió- Para hacerlo debemos fortalecernos. Los romanos amenazan nuestro presente y por más hijo de mi padre que sea, no puedo conocer el futuro, no poseo aquel don porque el futuro no se puede conocer, aunque si lo podemos guiar y para guiarlo, debemos de formar un corazón fuerte el pecho del hombre. Juan, tu perteneces al selecto grupo que contiene parte de mi alma y es por eso que quiero que veas el fin de los tiempos, el Apocalipsis.

Juan se sorprendió. Era la primera vez que veía a su amigo llorar y una de las raras veces que hablaba sin parábolas.

-Ven. Toma mi mano y te mostraré el verdadero fin del mundo para los pecadores. El momento en que me alzaré para reconquistar el mundo conocido y el aún por conocer. Se testigo y escribe estas palabras para hacerlas llegar a todo romano que adora a falsos dioses.

Y así fue como Juan detalló lo que atestigüó durante las siguientes semanas. Su mente había sido transportada a una simulación del fin que Jesús planeaba.

-Juan, tú eres uno de los pocos hombres que conoce mi corazón y sabes que no deseo castigar a nadie. Pero debes comprender que el miedo es nuestro mayor aliado. Cuanto más miedo tenga la gente, más va a creer en nosotros y menos probable suceda lo que acabas de presenciar. Si. Se lo que piensas, pero lo cierto es que el miedo puede más que el amor y esto es lo que necesitamos para que nuestros números crezcan y nadie recuerde del tercer templo que aún no se termina. Usa el miedo. Finalmente volveremos y traerémos la paz, aunque al principio debamos sufrir. Ahora vete y predica el mensaje por todo el mundo conocido.

«Usa el miedo»- recordaba Juan. «El miedo puede más que el amor».

¿Será cierto?

2 comentarios en “Apocalipsis

  1. Me gustaría conocer el autor, talvez esté en algun lugar y no lo veo, en ese caso disculpen, este texto me parecio muy bueno
    saludos, gracias Estela

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