Ingenuo amor (parte 4)

En aquel entonces vivía volando. El cielo me quedaba muy abajo y sentía que moraba en el paraiso.
Aquellas primeras sensaciones de placer eran muy grandes para mi pero pequeñas para ella que buscaba constantemente nuevas posibilidades, nuevas poses y nuevas formas de amor.
Terminaba el año escolar, me graduaba del secundario y llegaba el momento en que se organizaba y planeaba el viaje de egreso del colegio. Durante aquellos meses su actitud cambió y se volvió fría y hostíl conmigo.

-Te querés ir para acostarte con todas las mujeres que te encuentres. Admitilo.

Aquella frase se repetía constantemente. Demostró ser muy celosa, hasta llegar a límites insospechados para mi en ese entonces.
Gritos, amenazas, llantos, incluso varias veces me dijo que si me iba nuestra relación se terminaba.
No podía comprender que le pasaba por la cabeza, pero le aseguré mil veces que no pasaría nada durante el viaje.

-No va a pasar nada, quedate tranquila.

-No te creo- me reprochaba.

-¿Cómo querés que te lo demuestre? -atiné a decir.

Ella pensó durante un momento y se fue de la habitación, regresando unos segundos más tarde con una birome y una hoja de papel. Me entregó una nota de compromiso.

«Yo…» tenía que completar mi nombre «me comprometo a no engañar a…» tenía que poner el de ella «y a no olvidarla durante el viaje…»
Una nota comprometiéndome a serle fiel y llamarla todos los días. Una nota que en su momento consideré muy tierna y un lindo gesto. Ella era el amor de mi vida, mi primer y único amor y no quería hacer nada para perderla. Quería estar con ella para siempre y ahora sabía que ella también quería lo mismo.
Luego de eso, la sonrisa le regresó al rostro, pero con ciertos matices falsos. Ella estaba más segura que yo que algo pasaría en ese viaje.

El viaje y llegó y se fue como una estrella fugaz. Todo había pasado demasiado rápido y no veía la hora de volverla a ver. Fueron diez días alejados de mi familia y sin embargo solamente pensaba en verla a ella.
El recibimiento que me dio no fue el abrazo que esperaba y mantuvo distancia al reprocharme que me había acostado con otras mujeres.
Mi cara de alegría por verla se borró y fueron reemplazadas por una más sombría.

-No hice nada- le reproché.

Ella no lo creía. -No me mientas, ya me lo contaron- recriminó.

-¿Quién?

-Mis amigos, todos me dijeron que en el viaje se está con mucha gente.

-Son todos tarados, no estuve con nadie más. Yo te quiero a vos. -intenté abrazarla pero me apartó.

Aquella tarde ella permaneció en silencio. Yo intentaba hablarle pero era todo en vano, mis palabras no penetraban en su gélida armadura.
Me senté en la computadora para jugar y distraerme un poco y fue allí cuando todo comenzó.
Ella había dejado el programa de chateo abierto. La última conversación que había tenido era reciente y era con su mejor amigo. Al subir en la conversación pude leer frases como «Te va a engañar», «Es obvio que te engañó», «Es un tarado».  Era evidente que yo no le caía bien, sin embargo lo siguiente que leí fue mi primer límite. «Me gustó mucho lo del otro día, sos una genia. Quiero repetirlo».

Yo era demasiado ingenuo pero aquello ya saltaba a la vista. La llamé, le mostré la conversación y  su actitud se volvió amenazante.

-¿Quién te dio permiso de leer mis conversaciones?

-¿Qué es esto?- le reproché, ignorando su evasiva.

-Nada- respondió, mirando hacia un costado.

-¿Todo este tiempo diciéndome que yo te engañe con esta y con la otra cuando la que me engañó fuiste vos? -levanté la voz.

Ella seguía mirando al suelo, estaba callada.

-¿Cuantas veces fueron?

-Una -respondió en un susurro.

-No quiero que lo veas mas -fue todo lo que se me ocurrió y fue el punto de partida que ella utilizó para el contrataque.

-Es mi amigo, lo voy a ver las veces que quiera y vos no tenés nada para criticarme porque se bien que te acostaste con varias durante el viaje.

Yo no lo podía comprender. No solamente yo no había hecho nada sino que ella fue la que engañó y encima lo criticaba.
Aquel día nos separamos y no nos volvimos a ver hasta la mañana siguiente cuando se me acercó, me dio un beso en la mejilla y me pidió perdón con una voz angelical.
Yo la perdoné y aquella situación quedó en el olvido. Aún sellaba con fuego mis palabras de que ella era la mujer de mi vida, sin embargo, le había abierto la puerta para que se salga con la suya en este tipo de situaciones.

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