Una historia de Halloween

-¿Escuchaste eso?

-No, dormí.

El ruido de un golpe en la ventana le había despertado, ruido nada fuera de lo común, salvo el hecho de que dormían en un primer piso y las persianas estaban bajas.

-¡Otra vez!, despertá.

-¿Qué querés?- le dije, manteniendo los ojos cerrados.

-Alguien golpeó la ventana.

-Nadie golpeó nada, es la lluvia y tu imaginación- respondí -andá a dormir por favor.

De esta primera vez que me despertó ya pasaron dos interminables horas, lo sé porque desde mi posición, desde mi escondite, puedo ver el relój de mi mesita de luz. Comenzó a las tres de la madrugada y ya debería estar  amaneciendo sin embargo, el día de lluvia no permitía que salga el sol. Debía de resistir, aguantar hasta que el cielo se despeje, aunque lo que me esperaba afuera era una otra pesadilla.
En aquel primer instante tendría que haber escuchado a mi mujer, tendría que haberme levantado de la cama y averiguar lo que pasaba, pero no, asumí que ella estaba escuchando cosas y ahora ya no la volveré a ver nunca más. Se ha ido porque no la supe escuchar, Dios mío, ¿que ha pasado?, si estábamos duermiendo como cualquier otro día y ahora estoy escondido, rezando para que no me descubran, rezando para que se despeje el cielo y amanezca. Por favor que se vayan, por favor que se vayan.

-Ahí va de nuevo. Despertá, fijate que es.

-¿Otra vez? Ya te dije que no pasa nada, ¿podés dormir de una vez?

-No puedo, se que está pasando algo, andá a ver que es.

-No me voy a levantar, la ventana está a dos metros, andá vos pero yo voy a seguir durmiendo.

-Tengo miedo

Esas fueron las últimas palabras de mi mujer. Yo me quedé dormido, sin embargo me desperté al poco tiempo. Mi cuerpo notaba algo raro, había pasado un buen rato y mi mujer no había regresado a la cama. En ese momento me levanté y encendí la luz. Mi preocupación estaba en aumento.

-¿Amor?- pregunté.

No recibí respuesta y mi preocupación aumentaba.
Revisé la ventana y todo parecía estar en órden, pero la calma no me llegaba.

-¿Cielo?- volví a preguntar, esta vez levantando la voz.

Ahora si había escuchado un ruido de respuesta, pero no era lo suficientemente clara.

-¿Qué? No te entendí.

Nuevamente recibí respuesta, nuevamente era un murmullo incomprensible.
Como el ruido provenía de abajo, me levanté de la cama y me acerqué a la escalera.
La luz de la cocina estaba encencida.

-¿Estás en la cocina? -grité desde la escalera.

-Estoy acá- finalmente me respondió.

Pero aquella era una voz gruesa, muy distinta a la de mi esposa.
No llegaba a tener el timbre de un hombre, pero era una voz pesada, como si la persona estuviera en pena.
Bajé lentamente las escaleras y me fui asomando a la cocina.
Allí estaba ella, sentada de espaladas, con una mano sosteniendo una taza y con la otra rascándose el pelo.
Su pijama estaba tirado en el suelo. Se trataba de un camisón negro que usaba para dormir y que ahora estaba a un costado.
Mi mujer estaba completamente desnuda, salvo por la bombacha que le cubría el sexo.
Al verla así, me calenté. No podía evitarlo, su cuerpo me revolucionaba.
En ese momento sentía una mezcla de miedo y lujuria.

-Te dije que había escuchado ruidos – me dijo.

Definitivamente esa no era su voz sino una más ronca. Algo le había pasado y mi erección bajó y se disipó al pensarlo.

-No te entiendo- le dije, mientras entraba en la cocina.

Ella, aún de espaldas, dejó la taza de café y apuntó con su dedo índice al comedor, a su izquierda, dejando visible el costado del redondo pecho izquierdo.
En aquel momento mi corazón latió como nunca y aún más con lo que pasó después.
En el piso yacían los cuerpos de dos sujetos, boca abajo, cubiertos completamente en sangre.

-Ellos quisieron lastimarnos y vos no me protegiste, así que me tuve que hacer cargo yo.

Luego se volteó a verme y aquel fue el peor susto de mi vida. Ella no era mi esposa.

Ojos negros, dientes triangulares, sangre por todo el rostro, dedos largos con uñas como garras y la cara completamente pálida. Aquello era un monstruo.

-Jugaremos a un juego- me dijo con la voz ronca. -Al amanecer yo deberé partir y vos te salvarás, pero si te encuentro antes te mataré sin piedad. Te daré tres minutos para que te escondas dentro de la casa, comenzando ahora.

Salí disparado a la habitación y formé una gran barricada. Me paralizaba el miedo pero no quería morir. Me escondí dentro del armario y aún sigo acá.
Ya debería haber amanecido, pero el cielo estaba nublado y el sol no se asomaba.
Pasaron varias horas desde que me escondí y creo que ella partió así que voy a salir y enfrentarme a la realidad.
Demoré unos minutos en quitar el fuerte, alrededor de la puerta y la abrí, todo estaba en calma. Ahora estoy caminando despacio hacia las escaleras.
Las estoy bajando con miedo, las luces están apagadas, aún no amenció.
Escuché un movimiento y me quedé inmovil. Comencé a volver a la habitación cuando las luces se encendieron de repente. Vi muchas personas por toda la sala, todas mirándome.

-SORPRESA- gritaron.

Mi mujer lo había planeado desde un principio, la mejor fiesta de Halloween que podía imaginar. Con mi pijama transpirado bajé y me uní a la diversión,  aunque aún no comprendo por qué ella seguía desnuda.

 

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