Edicto de precios máximos

«Los productos no pueden ser tomados de rehenes. Para combatir a la terrible inflación que nos dejaron, nos aseguraremos que todos nuestros ciudadanos tengan el pan, la leche, la carne y la fruta sin presiones de ningún tipo. No permitiremos que se acaparen alimentos ni que se especule con el bolsillo».

El profesor detuvo su discurso.

-¿Les suena actual? -preguntó a sus alumnos.

Todos asintieron con la cabeza.
El día anterior, el discurso del presidente había salido en todas las emisoras y fue un discurso muy parecido al mencionado por el profesor.

-Ustedes saben que me gusta la historia, en especial la del imperio romano. Le veo tanta similitud con nuestro presente, que me asusta y por eso les pregunto, ¿lo que dije recién fue de un presidente actual o de un emperador romano?

La mitad de la clase levantó la mano al creer que era un discurso del pasado y la otra mitad al creer que era actual. Solo un niño de cabellera rubia se abstuvo.

-Lucas-le dijo el profesor – ¿qué opinas del discurso?

El tímido alumno se levantó y en voz baja dijo que creía que era tanto del pasado como del presente.
El profesor sonrió, le tenía mucha estima al muchacho, creía que su cabeza estaba abierta a ser llenada con pensamientos y creencias, le profetizaba un gran futuro.

-Lucas tiene razón. Chicos, lo que les dije que un parafraseo, o sea, dicho con otras palabras, palabras actuales, o algo así, del discurso que dio el emperador Diocleciano.

Los chicos se sentaron, este tipo de clases les gustaba y querían aprender usando sus cabezas y oídos.

-Casi dos mil años en el pasado. En realidad unos mil setecientos, pero decir dos mil impacta más así que lo dejaremos así. Nos vamos a casi dos mil años en el pasado, poco tiempo despúes de la muerte de Jesús. El imperio romano estaba sufriendo a causa de la inflación, un fenómeno que todos nosotros conocemos bien. El financiamiento del imperio se basaba en las conquistas militares, conquistas a otros pueblos con el fin de someterlos, extraer sus riquezas y cobrarles impuestos. En Roma, la capital del imperio, estaba prohibido cobrar cualquier tasa a sus ciudadanos pero de algún lado debía salir el pago de toda la administración pública que había. Desde los acaudalados sueldos de los senadores, ediles y otros gobernantes, pasando por el mantenimientos del ejército, hasta las miserias que cobraran los recolectores de basura y los limpiadores de calles. El imperio debía conquistar cada vez más terrenos para mantener semejante estado…

-Lo mismo que ahora- dijo una chica de cabellera larga.

-Si Romi, digamos que nos resulta tan familar que lo podemos pensar como actual.

La chica se sonrojó y volvió a mantener el silencio.

-A medida que el imperio crecía, tenía más bocas que mantener hasta llegado el punto en que las conquistas no fueron una opción y se debió recurrir a la imprenta, a la maquinita de hacer dinero.

-¿Qué dinero había en aquel entonces? -preguntó Federico.

-Monedas. Monedas hechas con metales preciosos, oro, plata, bronce. Cada moneda valía lo que su peso decía que valía. Con esto quiero decir que cada moneda que se acuñaba llevaba una cantidad importante de metal y como el metal no se imprime, se debía conquistar nuevas tierras para producir mayor cantidad de monedas.

-Pero si no podían conquistar nuevos lugares, ¿cómo hicieron?

-Fácil Marcos, recurrir a la máquina de imprimir, como dije antes.

Los chicos lo miraron con cierto recelo.

-Me explico, el metal era limitado, no podían fabricar más. Pero como les dije antes, cada moneda llevaba cierta cantidad de metal, entonces, alguien tuvo la brillante idea de imprimir más billetes para tener más dinero. Traducido al imperio, fundir cada moneda para hacer dos monedas, cada una con la mitad del metal precioso que llevaba la original. Tenían una moneda de oro que equivalía a 10 monedas de plata. Al dividirlas tenían dos monedas en lugar de una para cambiar por diez monedas de plata. ¿Se entiende?

-¿Pero la gente lo aceptó así?

-No Nico, la gente pensó como cualquier persona con inteligencia haría. Si esta moneda tiene la mitad de oro, entonces estoy consiguiendo menos cantidad de oro por el producto que vendo. Produciendo la tan infame suba de precios a causa de la inflación.

Los chicos estaban atentos a la historia.

-A cualquiera de nosotros si les decimos que nuestros gastos son mayores que nuestros ingresos, buscamos la forma de bajar nuestros gastos. Bueno, tanto nuestros gobiernos como en el imperio no pensaban igual. Reducir el gasto público era imposible, era la forma de mantener el gobierno, así que mejor era seguir quitándole material a cada moneda para crear más, en otras palabras, sigamos devaluando nuestras monedas de oro y de plata para tener mayor cantidad. La ventaja con el pasado era que su moneda era literalmente sostenida por los metales preciosos. Otrora, acá era sostenida por las reservas de oro, pero esa ya es otra historia.

El profesor se sentó en su asiento, tomó un poco de agua y continuó.

-Diocleciano debía resolver la falta de productos y alimentos que tenía el imperio. Ciudadanos romanos muriéndose de hambre en las calles. Todo a causa de los viles productores, magnates dueños de terrenos y transformadores de materias primas en alimentos que aumentaban sus precios cada mes hasta que eran imposibles para el bolsillo ordinario. El emperador no permitiría que su gente se muera de hambre y estableció un control de precios en cientos y cientos de productos, poniendo precios máximos rídiculos con el fin de que todos pudieran llegar a comprar el pan, la ropa y otros artículos. Ahora, antes de seguir, yo les pregunto, además de que es un calco de lo que está haciendo ahora nuestro gobierno, ¿funcionó la medida?

Todos los chicos negaron.

-Por supuesto que no funcionó. Al verse obligados a vender sus productos a pérdida, los productores se retiraron del mercado, generando aún más desabastecimiento. El emperador no se quedó de brazos cruzados y ordenó que si volvían a acaparar el grano, serían condenados y ejecutados. Los productores, nada tontos, destruyeron sus propias cosechas. La moneda se devalúa, la inflación continúa y el productor no puede poner el precio acorde a su trabajo. Prefirieron dejar de cultivar y esperar a mejores momentos.

-Profesor, ¿lo que está contando es real o está haciendo un análisis de lo que está pasando en el país?

-Es tan real que lo pueden buscar en la Wikipedia y es tan irreal que uno no cree que sigan aplicando métodos que no funcionaron ni hace dos mil años ni hace dos días. En fin, el edicto fue contraproducente y el emperador dio marcha atrás. Por fin había entendido que la solución no venía de la mano de la obligación.

El timbre del recreo sonó pero los alumnos se mantuvieron quietos, esperando el final.

-Quiero que, para la siguiente clase, piensen y me digan que hizo el imperio para detener la inflación y como lo trasladarían a nuestra época actual. Eso si, sin ver en internet, pensando entre todos ustedes.

El profesor se retiró del aula mientras que los alumnos utilizaban su recreo para pensar como tener un mejor país y dejar de repetir el pasado.

Para eso es la educación…

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