La elección

Una moneda se desliza entre los dedos y cae en un oscuro lugar, lejos del alcance de la mano.
Un botón es oprimido, produciendo un estremecedor sonido que seda a los sentidos.

El show comienza; El movimiento es acompañado con luces de colores, formando una rítmica casi perfecta.
Los rodillos detienen su movimiento y, junto a éste, también lo hacen las luces y el ruido.
Todo vuelve a su estado de reposo, a la espera de que el botón sea presionado una vez más.
Los rodillos vuelven a girar y a detenerse, pero ahora el ruido y las luces permanecieron funcionando aún después de detenerse todo movimiento.
Ruidos metalicos se escuchan desde más abajo, nuevamente un sonido que droga a los sentidos.
Los metálicos son rápidamente apartados del lugar de su nacimiento, siendo asidos por una mano fria con dedos largos y nerviosos.

Segundos después, la morfina desaparece y una nueva moneda vuelve a repetir todo el proceso anterior, excepto que está vez, no se reprodujo provocando nerviosismo en las largos dedos, calmados solamente al recibir una nueva dosis de placebo.

Todo el conjunto es una montaña rusa de emociones, donde abunda la adrenalina, pero finalmente prevalece la desidia con la vida.
Sin embargo, la -corta- emoción del viaje le llenaba si vació interior con tal fuerza que era incomprendido para el observante pacífico.

Así se sentía la señora de «los 7», como era reconocida en el casi al sentarse cada día en la misma máquina tragamonedad donde un triple 7 podría brindarle riquezas inimaginables.
Su bolso arribaba casi colmado de billetes y partía con una ínfima fracción de su contenido.
La historia se repetía día tras día y era presenciada por los incautos empleados del casino.

-Al entrar, la sonrisa de la señora se hace presente, como si al ingresar, la libertad le envolvía el cuerpo- Opinó una vez el gerente.

El casino le daba libertad, o por lo menos, le daba la falsa sensación de libertad.
Era un lugar donde, por un pequeño instante, ella tenía el control absoluto y los demás estaban a su servicio.
Pero, al salir, todo cambiaba, siendo su paso el de un caballero derrotado por otro más valiente y gallardo.

Esto se repetía casi diariamente, sin embargo, aquel día fue distinto.
Su bolso, desbordando de dinero, le brindaba una chispa de vida nunca vista.
La cantidad que tenía no era normal y eso le hacía poseer un gran humor y vitalidad.

Los ruidos, las luces, el movimiento y por sobre todo, el control, le daban fuerzas para seguir viviendo, pero, todo eso se fue desvaneciendo.
Llegó con la primera luz del día y, entrando en el atardecer, el bolso había perdido más de la mitad de su contenido.
Poco a poco tanto el bolso, como su vida, se agotaba.
La cara estrecha y estirada estaba siendo reemplazada por arrugas y demacradez, orotgándole más años de los que verdaderamente tenía.

De repente, su cara se ensombreció.
Su bolso se había agotado y sólamente una moneda había en su mano, la cual rápidamente introdujo en la rendija.
Sin embargo, perder a aquella última sobreviviente le produjo un movimiento en su interior.

-¿A quién quiero engañar? -Se lamentó, comenzando a llorar -Lo he perdido todo. Mi marido, mis hijos, mi familia, mis ahorros. Todo se ha ido.- Sus lágrimas alertaron al personal de seguridad, los cuales estaban listos para devolverla a la calle.

-Ya no puedo caer mas bajo… – Continuó lamentándose.

Tomó su bolso otrora pesado y se levantó.

-Todo se ha perdido…-dijo. «Perdón esposo mio, perdón hijos mios y sobre todo, perdón dios mío, sos he defraudado a todos y ya no se como mirarlos a la cara» Pensó.

«TLING TLING TLING».

La maquina comenzó a hacer sonidos y ruidos metalicos ensordecieron sus oídos.

Había ganado. Por primera vez los tres 7 coincidieron y había obtenido el gigantesco premio acumulado.

-GANÉ- Gritó, haciendo desaparecer las lágrimas y la tristeza que antes le invadían.

Vecinos de maquinas linderas se dieron vuelta para ver el espectaculo metalico con envidia y recelo.

Personal del casino se acercó a felicitarla.
El premio no solamente era mayor a lo que había invertido aquel día, sino que era lo suficientemente grande como para darle a su familia regalos y sobre todo, alegría.
Nuevamente comenzó a llorar, pero esta vez eran lágrimas de alegría mientras que recibía el dinero.
Su bolso estaba pesado nuevamente y le costaba cargarlo al salir por la puerta.

Sin embargo, al estar en ella, la duda invadió su seno.

Poseía un sobrante y podría utilizarlo sin que su familia se entere y por ahí, obtener otro premio aún mayor, era su pensamiento.

El día llegaba a su fin mientras que una señora permanecía inmóvil en la puerta del casino.

 

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