El show de los estereotipos (1er elegido)

-Joder, siempre lo mismo con ese tío.

-Es un cabronaso, güey.

-Que se pire.

El español y el mejicano miraban atónitos como el argentino conquistaba a la pareja del italiano.

La muchacha, atraida por los encantos del europeo, permanecía a su lado, hasta que fue vista por el sudamericano quien quedó «flechado» y le dejó  pensando en que ella merecía alguien mejor, a alguien como él.
Mientras que la reciente pareja se encontraba charlando, apareció el tercero en discordia quien fue -irónicamente- gratamente recibido por su amigo. La conversación entre los tres fluyó naturalmente, sin embargo, algo tenía el nuevo, un cierto ego que le brindaba una gran seguridad que poco a poco fue conquistando a la bella mujer hasta que finalmente cambió de pareja.
Lejos quedaron las épocas del gran imperio romano, conquistador de medio mundo, donde esta batalla no hubiera sido perdida. Luego vino un último intento por parte del europeo para recuperarla, pero fue en balde, la mujer había sido seducida.

-¿Por qué no te enojas con él?- Preguntó el español.

-No sé- respondió el italiano.

A pesar de ser una situación repetida, el italiano no solo no se enojaba con su amigo, sino que aún mantenian una excelente relación y es que sabía que había algo en el sudamericano, algo más allá de su ego que le hace ser especial.

-Vamos, cabrón- Dijo el mejicano. -Luego de su ego hay más ego y debajo del ego hay más y más ego.

El español echó a reir.

-Es verdad- Dijo. -El sudaca es así, se cree educado como nosotros pero es solo un indio teñido de piel.

Con la mirada hacía el suelo, el italiano ofreció invitarles la comida a sus amigos, quienes siempre aceptaban la invitación. Por supuesto que la elección era pizza, pero no de cualquier lugar, sino de su propia pizzería.
Los tres amigos se pusieron en marcha, hablando de varios temas, pero principalmente del comportamiento de su amigo faltante.

-Al queso le falta un buen chile- Dijo el mejicano, mientras deboraba la primer porción sacada del horno.

El restaurante era sencillo y con estilo familiar. Pocas y separadas mesas, daban tranquilidad a sus clientes mientras que la tenue luz brindaba una atmósfera romántica.
Sin embargo, el lugar era frecuentemente visitado por la mafia local, el pequeño brazo del crimen organizado de la ciudad. Originados del sur de Italia, estas personas buscaban únicamente el rédito de los pequeños establecimientos a cambio de una protección de ellos.
No obstante, el restaurante permanecía intocable, hasta el punto en que pagaban sus consumiciones y dejaban gratas propinas, a diferencia de los amigos del hijo del dueño, quienes únicamente comían, comían y comían, aprovechando el «descuento» de su colega.

Un rato despúes, apareció el amigo faltante y comenzó a presumir de su conquista.

-No solo tengo su número, sino que hoy a la noche iré a su casa.

El español volvió a molestarse.

-Joder, tío. ¿es que acaso no te importó que estaba con tu amigo?

-¿Qué querés decir?- Respondió el argentino.

-Le robaste la pareja. Tú sabías que no estaba contigo, que estaba con tu amigo, pero lo mandaste a tomar por culo.

-Es cierto. Eres un cabronaso- añadió el mejicano.

El argentino se quedó pensando por un instante para luego dirigirse al tricolor.

-¿Era tu novia?

El italiano lo miró, creyendo entender la mirada de arrepentimiento del sudamericano y finalmente respondió negando con la cabeza.

-¿Vieron?- dijo satisfecho. -No hay problema. Bueno, me voy. Mañana les contaré.

Dicho esto, los amigos aprovecharon para saludarse y despedirse.
Este es el show de los estereotipos, donde uno se comporta de acuerdo a la imagen que tenemos de él, a lo que se proyecta de él, en lugar de a comos somos realmente.

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