El gran gladiador

-CON USTEDES, EL GRAN GLADIADOR- anunciaba el presentador del espectáculo.

Los rumores de que si ganaba esta batalla sería liberado de la esclavitud eran demasiados y habían llegado a los oídos de Austríx. Estaba muy emocionado y ansiaba que el espectáculo de sangre de comienzo. Deseaba derramar la sangre de su enemigo sobre la arena sagrada y coronarse campeón de los juegos de primavera.
Confiaba en que sería su última batalla y podría descansar de su triste vida como luchador.
Ansiaba con caminar por la ciudad, saludar a las personas y llevar una vida normal.

La leyenda de Austríx comenzó cuando tuvo una idea radical para la época.
Decidió abandonar el cuerpo tallado en marmol que poseía para dar paso a un cuerpo entrado en carnes, cubierto por una densa capa de grasa que hacía las veces de coraza protectora.
Tuvo esta idea al ver como un cerdo salvaje, muy gordo, salvo su vida cuando la lanza que lanzó un compañero apenas le dañó, al cazar.
Desde entonces decidió cambiar su dieta por trigo, cebada y alimentos que le brindasen un mayor cuerpo, o como él decía, mayor protección.
Verlo entrar en la arena la primera vez fue raro, el público ya no lo reconocía por el drástico cambio que había tenido, sin embargo, su plan funcionó perfectamente y las heridas que recibía eran superficiales, haciendo que se recupere rápidamente. La gente comenzó a creer que era inmortal, un Dios guerrero.
Pero para él, había sacrificado velocidad por protección y le había sido útil.
Al poco tiempo, cada escuela de gladiadores contaba con su luchador obeso, pero ninguno alcanzaba la superiodidad del invencible Austríx. Su leyenda se fortaleció tanto hasta el punto que ahora enfrentaba al último enemigo de su vida.

Al ganar,  a Austríx le fue ortogado el Rudis, la legendaria espada de madera hueca que simbolizaba su libertad. Ligera como el aire y tallada con sus victorias de sangre en la arena. Aquel era el símbolo de una nueva vida, ya no era un esclavo y no combatiría a muerte nunca más.
Austríx sostuvo la espada, la miró y quedó en silencio mientras la multitud aclamaba su nombre.

-Austríx, desde ahora éres un hombre libre. Dejarás las arenas de combate y vivirás en la ciudad, como un ciudadano romano más. Buscarás un oficio, pagarás impuestos, tendrás tu casa y formarás una familia donde criarás a hijos lejos de la sangre que te dio esta nueva vida.

Al escuchar esas palabras y comprender las responsabilidades a asumir, la idea de caminar por las calles de Roma y de llevar una vida normal se esfumaron. Su corazón dudó y se encogió. Ya no quería esa vida y estaba siendo obligado a llevarla.

-No conozco otra vida y ya superé 30 inviernos. Yo no puedo vivir como un ciudadano más. Lo siento, pero me he dado cuenta que quiero continuar aquí.

Su lanista no entendía las palabras de aquel hombre libre.

-¿Acaso quieres continuar con esta vida de penas, dolor, sangre y muerte? -le preguntó, indignado.

Austríx lo pensó durante unos instantes y su respuesta fue positiva.

-Soy gladiador y eso es todo lo que se ser. Quiero permanecer en mi rituna, si me lo permites.

Su lanista aceptó con gusto, para él, la presencia de Austríx simbolizaba grandes sumas de dinero y no lo desaprovecharía.

Después de todo el esfuerzo y sacrificio para obtener la libertad, Austríx continuó siendo gladiador, permaneció en su rutina diaria y no la cambió por nada más. De alguna forma, se había acostumbrado a esa vida y al caber la posiblidad de perderla, decidió permanecer en ella.

¿La respuesta de Austríx les parece erronea?
¿Debería haber elegido la libertad?
¿Debería haber intentado escapar de la rutina y comenzar una nueva vida?
Austríx decía que era gladiador y que solo eso sabía hacer, ¿no les pasa a ustedes día a día?
¿No nos animamos a cambiar solamente por el hecho de estar cómodos en lo que hacemos?
La rutina es peligrosa, es un arma de doble filo y debemos desafilarlo para que no nos afecte.
Debemos reinventarnos para que, cuando tengamos nuestro objetivo de libertad, no demos marcha atrás.

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