Archivo por meses: febrero 2016

En el autobús

El sol brillaba en lo alto y su calor hacía que transpirase mi camisa nueva.
Era una prenda adquidira el día anterior en una tienda de moda, un lugar al que no suelo concurrir con frecuencia.
Muy costosa, por cierto. Era celeste, aunque no era del todo de ese color. También era verde, aunque no era del todo de ese color. De acuerdo a la amable vendedora, quien consideraba que todo lo que me probaba me quedaba de pintón, el color era turquesa.

-Te resalta tus ojos verdes- dijo -Que, por cierto, son muy bellos- agregó, dirigiendóme una sonrisa.

En ese punto ya desconocía si fue un verdadero cumplido o solamente uno más de sus artilugios de venta.

-Con esa camisa, conquistarás a cualquier chica- me dijo, guiñando su ojo derecho de color ambar.

Accedí a llevarla, no solo por las palabras de la bella vendedora, sino porque realmente era una linda camisa. Al pagar, me di vuelta para despedirme de mi musa de camisas pero ya se había ocupado de conquistar a su siguiente víctima. Me habían quedado claras las intenciones de su labia. A pesar de todo, estaba conforme con la prenda, me gustaba.

Al día siguiente, decidí estrenarla, acompañada por el flamante perfume importado que me habían regalado para mi cumpleaños y que, hasta ese momento, permanecía cerrado en el armario.

El calor aumentaba, mientras que el maldito autobús no se asomaba.
Como cada mañana, esperaba al mismo transporte para llegar al mismo lugar y a la misma hora.

Esta era mi rutina diaria. Esperar durante varios minutos, para subir y pasar entre la gente que se amontona en el sector delantero del vehículo, para finalmente poder respirar en la parte de atrás. Todo esto era ya un movimiento automático del cuerpo, era parte del ritual diario para llegar al trabajo. Vestido distinto al promedio de la gente, perfumado, incluso escuchando música, intentaba distraer mi mente del recorrido.
A menudo fijaba la vista en una persona e imaginaba cómo sería su vida. Aunque también lo hacía con gente que caminaba por la calle; Las demás personas me servían de distracción y así, el viaje de media hora de duración se acortaba.

Luego de un rat de espera vislumbré al enorme vehículo acercándose hacía mí. Deseaba que sea de las nuevas unidades con aire acondicionado, aunque lo que más deseaba era que frene y permita mi ingreso, debido a que muchos choferes, cuando el transporte colma de gente, deciden no frenar, dejando a los usuarios olvidados en el sector de la parada.

A menos de una calle de distancia, extendí el brazo derecho y apunté con el dedo indicé en dirección perpendicular al vehiculo, señalando a un negocio que se situaba en la calle de enfrente, pero con la vista clavada en quien manejaba el autobús.
Esta era la forma más común de indicarle al conductor, que pare y me permita subir.

La señal funcionó y el chofer encendió las luces del transporte, en señal de respuesta a mi seña, indicándome que ya podía descender el brazo.
El vehículo fue frenando su marcha, hasta que se detuvo completamente frente a mí.
Lamentablemente no tenía aire acondicionado, pero para mi suerte no había mucha gente. Decidí sentarme en el segundo de los dos asientos disponibles de la «fila solitaria». Prefería ese lugar, para poder imaginar tranquilamente sin ser molestado.

El autobus continuó su marcha y fue detenido pocas calles después por un hombre anciano, de esos que, no importa que tempratura hiciera, siempre estaban elegantes.
A lo lejos, una mujer corría, intentando con todo su aliento subir al autobús antes de que este parta. Luego la vi recuperar el aire poco a poco al lograr subir.

El paisaje por la ventana era el mismo de todas las mañanas, nada fuera de lo normal y nada lo suficientemente interesante para llamar mi atención.
Una nueva parada, esta vez frente a una plaza. Ingresaron una mujer de 30 y pico de años, aunque por su atuendo, parecía mucho más mayor y detrás de ella, una muchacha de no más de 24 años, con un vestido floral, acorde al calor del día. Una muy fresca elección de vestimenta.

La bella joven se dirigió hacia mí mientras que yo seguía paralizado por su figura y se detuvo en el primero de los asientos de la fila solitaria, justo delante mío.

Se sentó apresuradamente y el recogido pelo hizo movimientos bruscos, luchando por desprenderse de su cruel prisión. Al lograrlo, fue liberada parte de la hermosa e intoxicante fragancia que llevaba puesta.
Mis sentidos se alertaron y mis ojos no podían desprenderse de su blanco y largo cuello.
A medida que la fragancia disminuía y me volvía a concentrar en la gente de la calle, mi joven vecina hacía un movimiento y mi ser quedaba nuevamente petrificado por aquel olor. Parecía que lo tenía todo calculado para no quitarla de mi mente.

Mi cabeza comenzó a trabajar y en mi mente aparecieron decenas de situaciones involucrándonos a ambos.

Su pelo semi recogido, su cuello blanco y desnudo, sus orejas con sus pendientes, encajaban perfectamente en su contorno. Cada tanto, giraba la cabeza en dirección a la ventana y me permitía ver el perfíl de su rostro. Bello, pero no tanto cómo la parte que más veía en ese momento.

El vehículo se detuvo nuevamente y un joven alto, musculoso y mucho mejor candidato que yo, subió lentamente. Pude ver cómo mi musa de bella fragancia, alzó la cabeza en vista del recien llegado.
Era la primera vez que lo hacía desde que se había sentado.
«¿Habría hecho lo mismo por mí?» me pregunté e inmediatamente me respondí que no.
Ella no le quitaba los ojos de encima y allí sentí derrumbarse toda mi historia.
Nos imaginé batiéndonos a duelo por su mano, destruyendo a mi enemigo y alzándome con la victoria.

El muchacho pasó frente a ella sin dirigirle la mirada y mi musa, visiblemente ofendida por lo ocurrido, retornó a su antigua posición, girando la cabeza un poco más de lo normal hacia la ventana, permitiéndome ver mejor su rostro.
«Te gané señor de los músculos» pensé.

El chofer se apresuró en doblar en una esquina antes de ser alcanzado por el semáforo y detuvo su marcha pocos metro adelante. Una joven menor de 20 años, subió y se sentó en la fila posterior de asientos enfrentados, asientos que miran hacia la parte trasera del vechiculo.
Por algún motivo que desconozco, no pagó el boleto como todos los demás presentes.

-¿Nadie le dirá nada?- dije en voz baja, sabiendo que no sería escuchado.

Aquella joven no había abonado el boleto del transporte y su actitud estaba incomodando a más de uno, especialmente a los miembros más ancianos.
Mi furia iba en incremento, cuando un movimiento hizo que nuevamente se desprendiera fragancia de la bella cabellera de mi musa. ¡Ah!, la amnesia selectiva, una bendición.

El calor nuevamente sofocaba, mientras que el autobús frenaba en mi parada.

Era tiempo de volver a la realidad.

 

El festejo

«¡Por fín ha llegado el día!

Ha llegado el momento de brillar, de iluminar la vida de quienes confiaron en mí.

Para esto fui elegido entre mis hermanos.

Ellos vieron algo en mi y por ese motivo no los voy a defraudar.

Cuanta emoción, cuanta ansiedad, cuanto nerviosismo y cuanta soledad.

¿Cuanta soledad?

Si, debo confesarlo.

Desde que me separaron de mis hermanos me he sentido solo, abandonado y distante en un nuevo lugar, esperando el momento de mi partida hacia una nueva vida.

Aunque agradezco profundamente a quienes me levantaron y me abrieron las puertas de su hogar, siempre me sentí como un pasajero entre ellos. Alguien que pronto los abandonaría.

Pero, ¿En qué estoy pensando?

Ellos han invertido tiempo y dinero y me han escogido a mi y solo a mí.

Y aunque fuese cierto y si solamente soy un simple pasajero, entonces en mi despedida debo sorprenderles para demostrarles el agradecimiento que les tengo.

Si, es cierto. Soy muy feliz.

Aunque no puedo evitar pensar que pasará después.

Una vez que logre mi cometido, ¿qué será de mí?.

¿Seré recordado?.

Si, seguramente lo seré y en ese instante seré elogiado por todos.

¿Pero luego? ¿Seré olvidado? ¿A donde iré?.

Alguien viene hacia mi, escucho sus pasos aproximandose.

Siento una mano que me agarra, ya no hay más tiempo para dudas.

Llegó mi hora y allá voy….»

¡FELIZ AÑO NUEVO!

-Papí, que bonitos los fuegos artificiales que compramos.

El compañero ideal

Los extremos nunca fueron buenos para una persona. No todo es blanco y negro.
Los distintos matices del gris intermedio son los que diferencian el camino de cada una de las personas que habitan este mundo.
El enamoramiento se basa en un principio en la atracción física. Evidentemente no nos podemos enamorar si no nos sentimos atraidos hacia la otra persona.
Por el contrario, el amor hacia otra persona se puede producir por muchos factores;

 

Rocío tenía una dificil descición.

Le gustaba estar con Federico, porque junto a él, ella era ella. En otras palabras, junto a él, Rocío se relajaba y disfrutaba de la vida.
No solo eso, sino que durante el tiempo en el que estuvieron juntos, ella realizó varios proyectos personales y mejoró considerablemente su calidad de vida.
La pasaba bien con Federico, pero había un problema y este era que no se sentía atraida por él e intentaba postergar lo más posible los encuentros intímos.
Su pareja, por el contrario, buscaba constantemente la forma de acceder al cuerpo de su pareja.

Por el otro lado, estaba Agustín y cada vez que ella lo miraba, su cabeza se nublaba y  su sexo se humedecía.
En cada encuentro que tenían, ella no podía contener las ganas de amarlo en la cama.
Agustín era atractivo por donde se lo mire y Rocío lo presumía ante todos.
Junto a él, ella experimentó placeres que nunca había vivido.
Pero había un problema y este era que después del sexo, cuando la adrenalina del momento se disipaba, aparecía el silencio.

Rocío intentaba romperlo, un poco nerviosa, contanto algún chiste o hablando de temas sin sentido. Ella sabía que se estaba comportando de manera infantíl, pero no lo podía evitar.
Rocio no podía continuar con su extenuante vida y sabía que había llegado el día en que debiera elegir entre ambos. Entre su amor y su enamorado.

– o –

Habían pasado un par de años desde que la conoció y Federico aún se comportaba de manera infantil al lado de ella. El estaba perdidamente enamorado de Rocío y sentía mucha atracción hacia su magnífico cuerpo. Por este motivo intentaba poseerla casi todas las noches, aunque muy pocas veces lo lograba.
Federico pasaba todo el día pensando en ella, desconcentrandose en su trabajo, distanciándose de sus amigos y de sus pasatiempos y sobre todo, de su vida.
Pasaba día, tarde y noche buscando la forma de sorprender a su pareja. La atracción que sentía hacia su cuerpo no se había desvanecido con el paso de los años y, por el contrario, ésta aumentaba cada vez más.

– o –

Agustín estaba enamorado de Rocío, o mejor dicho, de su cuerpo y sabía que ella le correspondía el sentimiento. Pero sentía que mas allá de la lascivia, no tenían temas en los que hablar, no tenían proyectos que compartir. Muchas veces sus únicas conversaciones eran los propios acontecimientos de la vida.
Él sentía que quería más y ya dudaba sobre ella.
Ella actuaba de forma infantíl y Agustín sentía que ella intentaba complacerlo de mil maneras distintas.
Estaba aburrido, sin embargo, la atracción que sentía por el cuerpo de su pareja era muy grande. En otras palabras, estaba enamorado de ella, pero no la amaba y debía decidir si sería suficiente para su futuro.

– o –

Entonces, ¿cúal es el verdadero sentimiento? y por sobre todo, ¿ha quién elegirias?

Sueño: Los viajes

Parados en la puerta de un centro comercial, en los Estados Unidos, nos dirigimos al subsuelo donde se encontraba un supermercado perteneciente a una cadena multinacional.

El permanente movimiento de personas en el recinto daba la sensación de que el lugar estaba abarrotado de gente, no obstante, decidimos entrar ya que quería encontrar algo que venía buscando desde hacía ya mucho tiempo, un juego de cartas coleccionables.

Yo sabía, que en caso de venderse, el juego de cartas se encontraría en la línea de cajas, sin embargo, desde mi posición no podía verlo.

Finalmente decidí entrar, aunque antes de hacerlo, uno de los 2 amigos con los que había viajado me detuvo.

-No puedes entrar- Dijo.

Al preguntarle el por qué, me señaló unos detectores en la entrada del supermercado y añadió:

-Esos son detectores de almas puras y solo los que posean almas sucias pueden entrar.

Me quedé petrificado por esa declaración y decidí comprobarlo.

Al aproximarme al detector, este comenzó a emitir un pequeño ruido que se hacía más fuerte a medida que avanzaba.

Finalmente mi otro amigo dijo que si quería, podía entrar, pero para eso mi alma se oscurecería para siempre.

Por un momento dudé si el juego de cartas valía la pena y luego de pensarlo brevemente, decidí que sí, lo valía.

El ruido proveniente del detector era muy fuerte, hasta que al atravezarlo, cesó y el detector emitió una luz de color roja, permitiendome el acceso. La luz simbolizaba el fin de mi alma pura.

Una vez dentro, me dirigí a las cajas en donde soñaba con encontrar el tan deseado producto….lamentablemente ya se habían terminado.

Acto seguido regresamos al bus donde un guia nos informó que el resto del viaje se compondría de 4 días con actividades relacionadas a la comida y luego 7 días en un hotel all-inclusive.

Detestaba la idea de las actividades ya que me volví a encontrar solo, pero al finalizar estas, me enteré que en realidad, las actividades consistian en ir a un restaurante distinto cada noche.

Finalmente llegó el turno de la mejor parte, el descanso en el hotel que tenía todo incluido.

La desesperación se produjo al bajar del vehiculo y mostrarnos las habitaciones que eran ocupadas a medida que los integrantes del viaje se peleaban por ocupar cada cama con sus pertenencias.

Habían varias habitaciones, algunas nuevas y otras viejas, pero todas poseían un horno eléctrico.

Por el camino perdí una fuente para horno que contenía un corte de carne condimentado (era el proyecto final del viaje) y la ví en el horno de otra habitación.

Decidí ir a reclamarla luego de haber encontrado una cama en donde dejar mis cosas.

En uno de los pasillos encontréa un viejo amigo a quien no había visto desde hacía tiempo.

Estaba sin remera, intentando hacer funcionar una especie de proyector.

Luego de un enfático abrazo, me comentó que estaba intentando capturar un fantasma.

Mi cara fue de asombro, pero permanecí a su lado mientras que veía cómo mi proyecto final era alejado de mi alcance.

Por un momento me deprimí, pero todo se desvaneció cuando mi amigo logró hacer funcionar el proyector y allí, frente a nuestros ojos, apareció un fantasma.

Se trataba de una muchacha de 20 años aproximadamente, que brillaba con un color blanco y flotaba en el aire.

Su cara reflejaba cortadas profundas, seguramente la causa de su muerte.

Lentamente se nos acercó hasta que la tuve frente mío y gritó.

El gritó era inentendible y muy fuerte, tanto que me despertó…

…era una canción que sonaba en la fm del despertador y me desagradaba mucho. Deberé cambiar la emisora.