El populismo radial

«-Hoy, recorrí las calles de tierra, de la Villa amigos. Un lugar, con gente humilde, con gente cariñosa. Un lugar, con gente. Con gente olvidada.

Las pausas al hablar eran a propósito. Intolerantes para muchos, pero efectivas en su cometido de resaltar cada palabra dicha en pequeños discursos.
Una mujer, elegántemente vestida, hablaba al micrófono en una pequeña sala cerrada.
Afuera de la sala, un hombre uniformado la miraba con ternura, mientras que otro se encargaba de transmitir el programa que se emitía una vez a la semana.
La mujer hizo una pausa y se acomodó el cabello cepillado y peinado. Su anillo de compromiso de oro y diamantes le estorababa y se lo quitó junto con el brillante y pesado collar que le molestaba al hablar. Dejó ambos artículos costosos a un lado y continuó.

-Sus calles de tierra, sus casas de tierra, sus manos y sus caras cubiertas de tierra, por no tener ni siquiera agua para asearse. Ellos son, los verdaderos pobladores, de nuestra sociedad, los que luchan, día a día, sol a sol, por un país mejor. Duermen en casas sin techos, en camas, sin colchón, pero ya no más. Hoy, repartí, colchónes, para que ellos, sintieran, como deberían dormir, no hoy, sino siempre.

Una nueva pausa intencional, creada para que la noticia de un mayor impácto.
La mujer ya había entrado en calor y quería continuar. Se desabotonó el primer botón de la camisa, dejando al descubierto una pequeña porción de sus pechos y se arremangó las mangas. Hablar y actuar le gustaba más que cualquier otra cosa.

-Ellos sonrieron. Gente humilde, gente trabajadora, como yo lo fui, como lo sigo siendo. Gente feliz de saber, que pueden tener, algo mejor y que nosotros, se lo podemos dar.

La hora se le pasaba rápido y en ocaciones debía ser cortada y sacada del aire para respetar el horario del siguiente programa.
Durante años el programa mantuvo la misma metodología, una mujer hablando durante una hora de lo que repartía a la gente humilde. Colchones, comida, heladeras, radios, incluso una vez repartió vestidos de novia y maquillajes, para que las mujeres se pudieran casar y exigió a las iglesias que brinden sus servicios de forma gratuita. ¿Te imaginas? Personas que desconocían lo que era un casamiento, encantadas con todo el trato que se les brindaba»

El anciano finalizó la historia.

-De esto pasaron casi cien años, y la situación de aquellas personas no mejoró en absoluto. ¿Qué entiendes de todo esto?- le preguntó al niño que lo escuchó atentamente durante todo el relato.

El chiquillo pensó un momento. A pesar de su corta edad, era una persona muy despierta y los doctores habían dicho que poseía una inteligencia muy superior a la media.

-¿Qué hablar por hablar no sirve? -arriesgó.

-Puede ser, pero no es todo. ¿Qué más se te ocurre?

El niño volvió a pensar y esta vez sonrió al creer que estaba en lo cierto.

-¿La mujer de la historia quería que la gente la reconociera? -preguntó.

El anciano asintió con la cabeza, indicando que se adentraba en el camino correcto.

-¿La mujer de la historía repartía cosas solamente cuando hablaba en la radio?

-Creemos que si, pero no te lo puedo asegurar.

-¿Y solamente le repartía a los pobres?

-Así es. Solamente repartía cosas en los sectores más humildes.

Federico no parecía tener trece años, razonaba como una persona mucho mayor, aunque con la ingenuidad propia de un nene.

-Pero dijiste que se vestía de forma elegante. ¿Repartía cosas vestida de esa forma?

-Si siempre vestía así no lo sé, Fede, pero en las fotos si estaba elegante.

-Abuelo, el hombre que estaba con ella al principio, ¿era policia?

-No, era militar.

-¿Y por qué repartía ella las cosas y no lo hacía el ejército?

Su abuelo lo miró. Sus preguntas le sorprendían.

-El ejercito si repartía, no creas que por que lo decía en la radio, entonces era la única que lo hacía.

-Pero vos me dijiste que la radio cuando apareció era más importante y más escuchada que el video con mayor cantidad de visitas de YouTube.

-Así es, en esos tiempo la radio era la única forma en todo el mundo de que las personas se enteren de lo que sucedía y la gente creía que todo lo que se decía era verdad, salvo cuando se trataran de las novelas de jabón.

-Entonces, ¿por qué el ejército no anunciaba que ayudaba?, como lo hacía ella.

-Porque no hacía falta anunciar cada buena acción. La mujer de la historia solamente hacía las cosas para su propio beneficio.

-¿No le importaban las personas a las que le daba cosas?

-Para nada.

-¿Y por qué lo hacía? Abuelo, por qué hacían esas cosas si no eran verdad.

-En sus cabezas lo creían cierto, Fede -le respondió su tata, con ternura. Allí está la clave de todo esto. En sus cabezas creían que ayudaban, pero en sus actos solamente les dieron falsas esperanzas.

-Dales pescado y dependerán de ti durante toda su vida. Dales una caña y muéstrales como pescar y ya nunca más pasarán hambre» -recordó el muchacho. -Les daban pescado para que dependan siempre de ellos. ¿Ese es el punto de la historia? -finalmente atinó a decir Federico. -¿Que les daban pescado para que no mueran, pescado con papas y vino para darles algo mejor y que sean felices hoy, pero nunca les enseñaron a pescar para que no dependan de nadie más?

El abuelo miró su relój. La hora era tarde y la orden de dormir emanó del viejo.

-Abuelo, ¿la mujer de la historia fue una mujer de verdad? -le preguntó su nieto, al acostarse en la cama.

El abuelo le sonrió mientras apagaba la luz.

-Buenas noches, mi amor -le dijo al salir.

Luego dio unos pasos en silencio «Si todos pensaran como él, que distinto hubiese sido todo».

5 comentarios en “El populismo radial

  1. Mi papá laburó siempre, también perteneció a la marina, y sin embargo, los amó hasta sus últimas días, accediendo a determinados «lujos» que no estaban previstos para él, ni para su flia. La historia es una opinión muy al estilo de Doña Rosa, sin preparación académica.

  2. Mi papá laburó siempre, también perteneció a la marina, y sin embargo, los amó hasta sus últimas días, accediendo a determinados «lujos» que no estaban previstos para él, ni para su flia. La historia es una opinión muy al estilo de Doña Rosa, sin preparación académica.

  3. Dale pescado y dependeran de ti». Cuanta maldita razon en la frase. Lo peor es q politicos berretas lo saben. Dale una caña y enseñale a pescar, mucho mejor, no?

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