La mentira de la bonhomía

-Si te tengo que describir en una palabra, esta sería bonhomía- Así me dijeron en una ocasión.

En ese momento simplemente agradecí, ya que supuse que aquella extraña y desconocida palabra era una cortesía y apenas despedí a la otra persona, entré a la página web de la RAE para buscar el significado:

Según la RAE, la bonhomía se define como afabilidad, sencillez, bondad y honradez en el carácter y en el comportamiento. Es una palabra que viene del francés y que se puede definir -casi- literalmente como «persona buena».

Me puse a pensarlo y puede ser que me describa, sin embargo, debo agregar una cosa a su definición: la ingenuidad.

Incapaz de decir que no. Incapaz de mirar con ojos de fuego a quien me quemó. Incapaz de no ayudar a quien me lo pida. Rara vez levantando la voz y siempre evitando llamar la atención.
Aunque, creo que así era yo en el pasado y la actual realidad está bastante alejada de aquel adjetivo. Crecer y madurar cambiaron las reglas de juego y la forma de ver la vida.
Haber tenído que elegir entre hacer lo correcto y aprovechar oportunidades es una herida que deja secuelas. No haber podido decir que no y haberme frenado por la moral impidieron que viva experiencias necesarias para crecer y poder ser un adulto serio.
Comportarse de una determinada manera para que la gente, extraños en su mayoría, diga que soy afable y buena gente, es algo que no debería importar. Son extraños y lo seguirán siendo.
No te darán más oportunidades por ser bondadoso, no te donarán dinero ni darán trabajo. No traerán negocios ni oportunidades simplemente por honrado, ni se convertirán en grandes amigos.

He cumplido 50 años. Mi estado civil: soltero, sin hijos y sin un digno historial de parejas.
La gente se pregunta por qué poseo aquel triste estado civil si es que soy «tan bueno» no dándose cuenta que ese es el principal motivo de mi soledad.
Aparentemente no muchos quieren acercarse a una persona que ya saben que va a actuar con honradez y con humildad y mucho menos quiere una mujer ser parte de una relación con una persona así.
Ahora me quedan mis recuerdos. La idea de un hijo propio se desvanece con el pasar de los días y con eso, pierdo alegría. Hace tiempo que mi sonrisa flaquea y eso también atenúa mi soledad. Es un ciclo que comenzó desde pequeño, un ciclo que me llevó hasta donde estoy.
Culpo a mis padres, en parte. Ellos instertaron en mí la chispa de la ética y la moral, de la bondad, del carisma y de la empatía. Pero yo, yo lo intensifiqué hasta el límite.
Convertirme en una buena persona fue mi meta desde pequeño. Nunca haciendo berrinches, siempre ayudando con las tareas domésticas y siempre buscando el cumplido del otro. Mis necesidades no eran mías y creía, con ingenuidad, que recibiría el mismo trato y cumplido de la otra parte.
De ahí en más, crecí con una idea fija. Ser bueno, ser bondadoso y ser honrado.
Ahora, que ya veo las cosas con una mirada crítica, me pregunto ¿para qué? ¿qué necesidad tenía de comportarme así?
Pensando en un ideal interno, para el resto de la gente era solamente un estúpido. Una persona de la que puedas aprovecharte y que puedas usar para tu propio beneficio.
Alguien a quien puedas pisar mil veces y puedas pedirle que te ate los cordones mientras estás en el suelo.
¿Quién quiere estar con una persona así? Ahora, a mis diez lustros de vida me puedo responder: NADIE.
Lamento haberme dado cuenta tarde. Lamento haber ayudado a aquellos que no se merecían mi ayuda. Lamento haber sido tan ingenuo y por sobre todo, lamento no haber disfrutado de la vida.

Amigo lector, si estás leyendo esto, hay algo que quiero que sepas:

La bonhomía es una mentira

 

 

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