El vampiro moderno

Volviendo de un vuelo de junte de comida, padre e hijo vampiro se mantenían callados.
Habían terminado una discución y ninguno se hablaba.
Al poco tiempo, pasaron por encima de Sangronal’s, el nuevo local de comida rápida para su especie y otras tantas.

-Ese lugar es la mayor desgracia que nos pudo haber pasado.- Dijo el padre.
-A mi me gusta- respondió su hijo, comenzando una nueva pelea entre ambos.
-Verdadera desgracia. Un lugar que destruye nuestra cultura.
-Pero…- El hijo no pudo continuar.
-Eso es lo que es y no quiero escuchar una sola palabra más sobre el asunto.

El vuelo continuó en silencio hasta que llegaron a su casa.
El padre cargaba en hombros a un hombre en agonía que les serviría de cena esa noche. Su hijo, por el otro lado, fue a buscar un envase a la cocina.

-Come antes de que se enfrie- Le dijo.
-NO. No quiero, papá.
-¿Cómo que no quieres?
-No quiero comer a ese hombre.
-Pero hijo, necesitas sangre.
-Primero que nada, no necesitamos sangre. Necesitamos hemoglobina y segundo, hay otras formas de conseguirlas. No somos bárbaros, no tenemos que matar a gente cuando en el supermercado se vende morcilla envasada.

El padre, con un claro enojo, agarra el envase del embutido y lo levanta por sobre su cabeza.

-¿Esto? ¿Esto te parece alimento? ¿Este trozo negro puesto en una bandeja de poliestireno te parece sano?

El hijo asintió, provocando la ira del mayor quien arrojó el producto envasado hacia un costado.
La pulcra pared, adornada con retratos de vampiros famosos de la historia, fue ensuciada con el relleno de la morcilla que reventó a causa del impacto. Un fuerte olor a condimento comenzó a emanar.

-¿Condimento?- Preguntó molesto.
-Para darle sabor- respondió con naturalidad su hijo.

El joven le guiñó un ojo, intentando enviar un chiste, una gracia, pero que no fue para nada bien recibida.

-¿Quieres sabor? Busca a un obeso. La grasa es sabor.
-¿Para quedar gordo como tu? No, gracias.

El vampiro adulto jadeaba, le faltaba el aire.

-¿Por qué jadeas? No necesitas respirar.
-Respiramos para serenarnos, ¿acaso no aprendiste nada en «La academia»?

Su hijo le clavó la mirada.

-¿Te refieres al viejo, oscuro y sucio lugar a donde me mandaste en lugar del nuevo y alegre lugar que te había pedido? No. No aprendí nada de nada.

-¿Sabes, hijo? A ese lugar acudimos generacion tras genración de Vlads.
-Es un lugar viejo con costumbres viejas. Estamos en un mundo moderno. Ya no hacen falta los asesinatos. No hace falta perder tiempo en eso. Además de ocultar las pruebas, perderle el rastro a la policia y a los cazadores.

El mayor suspiró. Toda la situación le tensionaba. Discutir con su hijo le subía el nivel de estrés. Sentía que no podía hacerlo entrar en razón.

-En mis tiempo, uno debía ser un hombre vampiro y conseguir alimento por sus propios métodos. Debía aprender el arte del sigilo. Debía atacar por la noche y no dejar rastro de su pasar. Dedicabas tu vida entera en conseguir alimento…

Al decir esto en voz alta se paralizó. «Dedicar tu vida entera en conseguir alimento…». Al pensarlo se recordaba a él de chico, discutiendo con su padre porque no pasaba tiempo con él. Las peleas eran permanentes y parecía que la historia se repetía con su hijo. Por fin se dio cuenta que se estaba comportando igual que su padre al no querer compartir la eternidad con el crio.
Se encerró en su estudio, meditando sobre la situación y por fin, al caer la medianoche, salió al encuentro del pequeño.

-¿Sabes que? Salgamos a comer a donde quieras.

Su hijo lo miró incrédulo.

-¿En serio?- preguntó mientras que el otro asentía con la cabeza.
-¡Si!- Exclamó. Quiero ir a Sangronal’s.
-¿Qué? NO. NO. NOOO… Todo menos eso.
-Es lo que quiero…

Y así fueron cambiando las viejas costumbres de los vampiros.
¿Qué pasó con el hombre capturado? Se preguntarán.
Aquella persona en agonía fue donada a un comedor comunitario donde vampiros enfermos y con colmillos flojos pudieron disfrutar, por fin, de una buena comida.

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