Kushim, el primer contador

-Estamos siendo asaltados por los hombres del desierto. – Dijo el padre de Kushim.

Su hijo lo miraba impaciente, queriendo responder, pero su progenitor no deseaba ser interrumpido.

-Nos roban. Esos malditos nos roban. Cada mes de cosecha recibimos menos medidas de cebada. Recibimos menos medidas, producimos menos bebida.

Kushim nuevamente quiso hablar, pero fue no fue escuchado.

-Nos dan menos cebada. Con cada floración nos dan menos cebada. Hace 6 floraciones nos dieron 45 medidas. Hace 3 floraciones nos dieron 40 medidas. Hoy nos dieron 38 medidas. Esos malditos…

-Pa…padre- Se animó a hablar Kushim.

El mayor seguía sin hacerle caso a su hijo. Estaba inmerso en un mar de bronca y odio hacia los repartidores de cebada quienes les llevaban cada vez menos medidas, pero el rey exigía más bebida y se disgustaba si sus pedidos no eran cumplidos.

-¿Qué debo hacer?- Se preguntó el hombre. -No puedo ir con el rey porque no me creería. Los repartidores de cebada eran de su confianza y yo solo soy un simple productor de bebida. Si tan solo puediera demostrarle que recibo menos medidas…¿pero cómo?

-PADRE- Gritó Kushim ya cansado de ser ignorado.

-Kushim, hijo mío. ¿Qué haces aquí? Vete a jugar que estoy en medio de un problema.

-Padre, escúchame, tengo la solución a tus problemas.

-No debes meterte en problemas de adultos, Kushim. Vete a jugar con los demás.

El hombre empujó a su hijo fuera de su casa, nuevamente sin prestar atención a lo que decía.

Kushim, antes de ser completamente echado, logró gritar algo más.

-SE COMO PROBAR ANTE EL REY LO QUE TE ENTREGAN DE CEBADA.

Su padre se frenó y lo introdujo nuevamente en la casa. Apresuradamente trajo un banco y sentó a su hijo.

-¿Sabes como hacer para que el rey me crea?- Le preguntó.

-Si- respondió Kushim con orgullo. -Lo sé.

Su padre lo abrazó y comenzó a lagrimear, algo muy extraño en los hombres y el jóven se sorprendió bastante.

-Cuéntame.-Le pidió el hombre.

-Todas las mañanas desde hace unos años yo salgo a jugar con los hijos de otros hombres- Comenzó a decir Kushim -y cada vez que obtenía un punto, nunca estuve seguro que al final del mes me sumaran todos los puntos. Fue entonces cuando comencé a marcarlos sobre una tablilla de arcilla creando lo que llamé «registro». Cada vez que alguno logra un punto, se marca una línea de arriba hacia abajo en la arcilla y al finalizar el mes quien tiene más líneas marcadas, es el vencedor.

Su padre no comprendía del todo a su hijo, entonces el decidió hacer una demostración.

-Supongamos que nos traen 6 medidas de cebada. Entonces, hago 6 lineas en  la arcilla y así sabemos lo que trajeron.

Su padre se rascaba la cabeza.

-Entiendo- Dijo. -Pero…¿esta vez trajeron 38 medidas de cebada y anotar 38 lineas es mucho y romperá la arcilla.

Kushim pensó un rato. Sus juegos nunca llegaban a más de 10 puntos. -¡Ya sé!- Exclamó orgulloso.

-Un punto- Dijo.

-¿Un punto?- Preguntó su padre.

-Si. Un punto. Un punto es lo mismo que anotar 10 líneas. Entonces, si hay 38 medidas, anotamos 3 puntos y 8 líneas.

El mayor miraba a su hijo, asombrado de su inteligencia.

-Eso es algo muy ingenioso, hijo. Pero. ¿Cómo saben de quién es cada punto tablilla de arcilla?

-Eso es fácil, papá. Lo firmamos.

-¿Lo firmamos?- Dijo- No comprendo.

-Ponemos nuestros nombres, papá. Mirá. Mi nombre, Kushim, se forma con un cuadrado profundo y una línea profunda. Entonces, cada otro hijo se buscó una forma de anotar su nombre y lo firmamos, o sea, le ponemos nuestro nombre al fondo de la tablilla y así sabemos de quién es.

La idea le impresionó tanto  a su padre que se presentó ante el rey. El gobernante, igual de asombrado que el otro hombre, ordenó a Kushim a diseñar junto a él una serie de dibujos para todos los aspectos de la vida y al cabo de un año, lograron crear el primer alfabeto conocido.
El rey ordenó a Kushim darle una primera prueba y aprovechó el nuevo envío de cebada que recibiría su padre para registrarlo.

Kushim cargó la tablilla de arcilla y anotó lo recibido delante de la mirada del rey y de los repartidores.

«Se recibieron un total de  37 medidas de cebada. Firmado, Kushim»

De esta forma, no solo logró ayudar a su padre en demostrar que recibían cada vez menos medidas de cebada sino que logró crear el primer registro de la historia.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.