Amor tras amor

-Sos demasiado lindo para mi.

Fue lo último que dijo antes de irse. Lo peor es que habíamos venido con su auto y ahora yo me encontraba a la espera de un taxi para regresar a mi casa.
Admito que durante cierto tiempo creí que esto fue cierto y eso me ayudó a aumentar el ego.

Después de una relación, llega el periodo de duelo. Tiempo en el cual uno reflexiona sobre lo sucedido y espera a sanar las heridas.
Este tiempo es proporcional al tipo de relación vivida, a su duración y a su desenlace final.
Aunque además influye uno mismo y su capacidad para sanar, como si de un superpoder se tratara.
Pasado el tiempo de duelo, uno se reinserta en el mercado de citas y es en ese entonces que comienzan las situaciones extrañas. Sea el objetivo puramente sexual o el de formar una relación, en una primera cita puede suceder de todo y se pueden escuchar cosas impensadas. Cada uno es un mundo, cada persona posee su forma de ser y de actuar, pero algunas situaciones son demasiado complicadas para entender en un primer encuentro.
Mientras más tiempo se haya pasado en la relación anterior, mayor es el olvido a estos misterioros primeros encuentros.

Una vez sucedió que arreglé salir con una chica que por fotos era muy bella.
Lo de arreglé salir es una exageración, la realidad es que ella fue quien propuso la salida.
Como sea el caso, la pasé a buscar por la casa una calurosa tarde de sábado.
Estaba un poco nervioso, ella era muy bella y yo…bueno, yo era yo. Algo debo tener de atractivo, supongo.
Al llegar a su casa y tocar el timbre, abrió la puerta alguien que no parecía humano. Era un ángel, un ser digno del cielo cuya belleza irradiaba una cálida luz.
Tragué saliva al verla y me puse aún más nervioso.

-Caminemos- me dijo, sin siquiera saludar.

-Bueno- acepté, limpiándome la baba del labio.

No llegamos a dar ni diez pasos cuando me lo soltó.

-Tengo una regla- me dijo. -Vamos a caminar y a charlar durante dos calles y al final de la segunda calle, yo me iré a dar una vuelta. Si regreso es que me gustaste y quiero continuar con la salida.

Me quedé más que sorprendido. Si no quería salir conmigo me lo podía decir y no inventar estas cosas.

-¿Y yo que hago?- le pregunté.

-Te podés quedar y esperar cinco minutos a que yo regrese o te podés ir. No me voy a demorar ni un segundo más de ese tiempo y si cuando regrese no estás, lo entenderé.

No iba a discutir en una primera salida, más aún cuando me pareció una idea simpática y, después de todo, me dio curiosidad y quería continuar.
Acepté y comenzamos a caminar las dos calles de prueba. La charla era amena y ambos estábamos igualmente de locos.
Al poco tiempo llegamos al final del recorrido y antes de partir me mostró una pequeña libreta que llevaba consigo.

-Doscientos setenta y seis veces no regresé y 7 veces si lo hice. -me mostró su estadística.
-Podés llegar a ser el número 8 o el doscientos setenta y siete. Como sea, ya vuelvo.

Decidí esperarla. No solo me parecía interesante, otra forma de pensar, sino que tampoco tenía nada mejor que hacer.
Mientras esperaba, pensé en si había tenido otra primera cita tan rara como esta.

Recordé la vez que una chica me había pasado a buscar para ir a un restaurante ultra fino, como ella. Una chica de clase alta, elegante, sofisticada y sobre todo, forrada.
Casi casi que tuve que desempolvar el esmoquin.
Por mensajes era muy charlatana, habladora y simpática, pero desde que nos vimos que casi no hablaba y se pasó la cena mirándome.
Yo estaba ya medio cansado de comer con la pared y se ve que ella lo notó, porque no llegamos al postre cuando se levantó, le dejó un poco de dinero al mozo y se fue.

-Sos demasiado lindo para mi -se despidió

Fue lo último que dijo antes de irse. Lo peor es que habíamos venido con su auto y ahora yo me encontraba a la espera de un taxi para regresar a mi casa.
Admito que durante cierto tiempo creí que esto fue cierto y eso me ayudó a aumentar el ego.

Miré mi relój, habían pasado dos minutos desde que mi bello ángel partió y yo ya me empezaba a sentir como un tonto parado en la calle, sin siquiera poder sentarme.

Otra situación me vino a la mente, una vez en que iba todo sobre ruedas.
Nos vimos y la charla fluyó. Ella me gustaba y yo a ella también.
Fuimos a tomar unos tragos y las risas y besos estuvieron a la órden del día.
Al salir, fuimos a su casa y nos besamos en el zaguán. Ella puso su mano dentro de mi pantalón, por encima de la ropa interior, probablemente para agarrarme el culo, pero la sacó con asco al instante.
Su mano estaba totalmente negra.

-¿Qué mierda es esto?- me preguntó mientras que corría a lavarse las manos.

Me echó tan rápido de su casa que no me dio tiempo a explicarle que lo negro era un chocolate que tenía para regalarle, pero que olvidé que llevaba y se derritió, traspasando mi ropa.
Saqué el envoltorio del bolisllo y lo tiré a la basura. Luego regresé a mi casa chupándome los dedos, después de todo, era un chocolate costoso y muy sabroso.
Aún pienso en el impacto de esa situación en el cuchicheo femenino.

-Cuatro minutos- me dije. -Aún falta uno.

También recordé la historia de desgracias que me sucedió con una amiga de una amiga.

-Tu éres la desgracia en persona- me dijo, con tono de pitonisa.

Fuimos al cine y la película fue cancelada por un conflicto con los trabajadores.
Luego fuimos a comer y el mozo volcó el plato de pastas sobre el vestido de ella, arruinándolo completamente.
La acompañé a la casa y el taxi en el que viajábamos fue detenido por la policia. Pasamos un par de horas en la comisaria intentando explicar que éramos simples pasajeros.
Su ropa ya comenzaba a oler mal y cuando nos dejaron marchar, sin querer la empujé y su sucio vestido se enganchó con un clavito suelto, dejando su ropa interior al descubierto.

-Tu éres la desgracia en persona- me dijo mientras que se marchaba, sola, sin que quiera que la acompañe.

«Que triste primera cita» pensé mientras que comencé a reir hasta que algo me tocó el hombro.
Finalmente el ángel había regresado a mi lado y me estaba viendo reir.

-Bueno, sos el número 8, te felicito.-me dijo. -¿Quéres seguir?

Intenté besarla de la alegría, pero me apartó.
Aquel fue el primer obstáculo de una larga cita llena de pruebas y barreras, que continuaron durante varias salidas más.  Pruebas y barreras que superé y que ahora, casi once años después de aquel primer encuentro, veo que le hace a nuestra hija, Alma.

 

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