Adán: El explorador

El vuelo había resultado de maravilla y el fin del Edén era visible.
Ahora su meta era llegar hasta allí.

-Aunque lo intentes no podrás salir- Dijo Dios.

-¿Por qué no?- Respondió el hombre, quejándose.

-¿No te das cuenta lo lejos que está?. Ni siquiera has pensado en una forma de llevar agua y comida, ni de transporte hasta allá. Tampoco has pensado en si necesitarás armas o incluso en llevar un caballo para escapar de los peligros y regresar sano y salvo al paraiso…

Dios había hablado -nuevamente- de más,  iluminando los pensamientos del primer hombre.

«Creo que necesito crear un nuevo hombre.» Pensó.

Mirando hacia su última creación, le pidió que convenciera a Adán de no emprender esa travesía.
La mujer interrumpió su actividad y acató el pedido de Dios.

-Por tú culpa he detenido el lavado de mi cabello- Le reprochó a su compañero.

Adán la miró pasmado. No comprendía la crítica de la mujer.

-¿Yo qué tengo que ver?- Le preguntó.

-Tú y tus estúpidas ídeas me están molestando, Adán. ¿Por qué no puedes vivir cómodamente en este paraiso?

Adán la miró, sus ojos se fruncieros.

-¿Cómo puedes TÚ vivir en este «paraiso» sabiendo que existe otro mundo totalmente desconocido?- Le retrucó.

-No me interesan otros lugares- Respondió Eva.

-¿Por qué, no?- Indagó Adán.

-Porque Dios me ha dicho que aquí debo vivir y aquí viviré.

Adán se mostraba cada vez más curioso ante las palabras de la mujer.

-Es que no lo has visto con tus ojos. Yo si lo ví

-Eres una ingenua, Eva. Tú fe te tiene atada

-Tú eres el ingenuo, Adán. No puedes vivir en paz, respetando las normas de Dios, de tu creador.

Adán, visiblemente cansado de la ingenuidad de su compañera, comenzó a levantar su tono de voz.

-Quédate, pues. No necesito tu compañía. Dios me ha creado para habitar este mundo y descubrir todo lo que existe en él y si no quisiera que lo haga, no hubiese creado un lugar fuera de este «paraiso» y además, no me hubiese hecho curioso. Yo solo hago lo que fui hecho para hacer.

Dando por concluida la discución, Adán comenzó a planear los detalles de su viaje.
Los golpes del pasado lo habían vuelto cauteloso y en su primer intento, solamente intentaría llegar hasta el límite del así llamado «paraiso». Luego, si las condiciones lo permiten, asentaría campamento en el límite de ambos mundos para recuperar fuerzas y luego partir.

Luego de unos pocos días de preparación, Eva intenta nuevamente convencer a su compañero de desistir de sus ídeas.
Lo encontró sobre el suelo, afilando, con una roca, una rama caída del árbol de manzanas.
Al acercarse, Adán la miró y le ofreció una de las manzanas que habían caído junto a la rama.

-¿Quiéres?- Le preguntó.

Eva lo miró, no comprendiendo la situación.

-Sabes tan bien como yo que no debemos comer las manzanas del árbol.- Le reprochó.

-Si, lo sé- Respondió Adán, sin inmutarse. -Pero ésta no estaba en el árbol, sino que cayó junto a la rama. De esta forma, no estamos rompiendo la órden.

Eva lo miró, debatiendo si estaba en lo cierto o no.
Finalmente tomó la manzana y la mordió.

-Que delicia.- Dijo.

-Si, es cierto. Y es probable que encontremos comidas más deliciosas que esta manzana en las afueras.

Eva lo miró, no comprendiendo la situación.

-Yo no iré, Adán.

-¿Por qué?- Le preguntó, mirándole a los ojos.

La mujer se ruborizó por completo. Eran pocas las veces en las que aquel hombre le miraba.

-Ahh…ya entiendo- Respondió el mismo Adán. -Es por tú fe, ¿no es cierto?.

Eva no habñó y solamente comía la fruta.

-¿Qué haces?- Finalmente preguntó.

-Un sistema de defensa, para que no me pase lo mismo que aquella vez con los leones.

Aquel fue un día casi fatal para Adán. Un León se le acercó, viéndolo como presa cuando el hombre entró en sus dominios. La pelea fue ardua pero el humano prevaleció a fin de cuentas y el animal tuvo que huir.

-Desde ese entonces, he estado buscando formas de defenderme, como las puntiagudas espinas de las rosas. LISTO.

La rama ahora poseía una punta muy afilada, capaz de cortar la piel humana en un instante.

-Lo llamaré, rama de defensa.- Dijo, cantando alegre.

Eva se preocupaba más y más. No del todo por Adán, sino por Dios que hacía ya varios días que no aparecía y no le hablaba.
A la mañana siguiente, llegó el gran día de la partida.

-¿Segura que no quieres acompañarme?- Preguntó Adán.

-No quiero- Respondió la mujer.

Sin más palabras que mediar, Adán partió.
Su caballo estaba cubierto de alimentos y ramas de defensa.

-Eva- Habló Dios.

La mujer se sobresaltó. Hacía mucho que no escuchaba la voz de su creador.

-¿Donde has estado?- Le preguntó. -Adán ya ha partido y no pude convencerlo de que desista.

-Lo se y he actuado. He estado ocupado mejorando el mundo exterior. Si Adán así lo prefiere, no le impediré su salida, pero es probable que nunca más pueda regresar ya que el mundo es muy extenso. Lo siento, Eva.

Eva se lamentó.
Su hombre partiría para nunca jamás regresar.
La mujer lagrimeaba mientras que se acariciaba el vientre.

«Allí parte tu padre, Adán, el tonto aventurero» Se dijo.

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