Una historia con esperanza

Habían nacido en el seno de una familia amorosa y, a todas miradas, normal.
Él y su hermano dos años menor, vivían con sus padres en un modesto hogar de clase media. No les sobraba, pero tampoco les faltaba y los cuatro pasaban sus días entre juegos y risas.
Al cumplir el hermano mayor los 4 años, momento en que el niño florece su alegría, la familia fue asaltada de forma violenta.
Un error entre los cacos les habían conducido ante la casa de esta sencilla familia que no nadaban en dinero, como ellos pensaban y al creer que la familia se estaba resistiendo, los dos malvivientes discutieron entre ellos.
La discución se fue tornando cada vez más violenta, hasta que uno de los dos sacó un arma del bolsillo de su campera y terminó con la vida de los amorosos padres frente a la atónita mirada de los hijos quienes estaban paralizados en sus lugares.
El otro paria se llevó las manos a la cabeza, no pudiendo creer lo que su compañero acababa de hacer. Nuevamente hubieron discuciones.
El asesino quería busar las joyas y llevarse todo lo de valor mientras que el cómplice quería largárse en ese momento. No se pusieron de acuerdo salvo en el hecho de que los disparos habían atraido a los vecinos y que la policia estaba en camino.
Finalmente decidieron salir, sin embargo, el complice se detuvo y miró a los pequeños huérfanos. Algo dentro del mafioso resurgió, un sentimiento que conocía pero no recordaba: la empatía.
El hombre tomó a los niños y se los quiso llevar, pero fue detenido e increpado por el otro. Nuevamente la discución se tornó violenta y como un calco espejado de la primera escena, el hombre, que quería velar por los pequeños, arremetió contra el asesino de los padres de estos y acabó con su, nada premiable, vida.

Quedaron solos, el hombre y los dos niños. Los pequeños miraban al mayor, al cómplice del asesino de sus padres, con ojos perdidos.
La sirena se podía escuchar a lo lejos anunciando que el tiempo de desición había terminado.
Los tres partieron apresurosos para evitar ser detectados, rumbo a la casa de maleante.
Al llegar, el hombre tomó una valija, la llenó con dinero y objetos de valor y luego partieron rumbo a la estación ferroviaria.
Gracias a un conocido, consiguió 3 billetes para el tren que estaba partiendo, rumbo a una ciudad bastante alejada de la capital en donde vivían.
Allí, en esa pacífica localidad, los tres continuaron sus vidas juntos, formando una nueva familia.
El hombre cuido a los pequeños como si fueran suyos propios, renunciando a su vida de mafioso y comenzando a trabajar honradamente.
Los años pasaron y poco a poco los niños crecieron. El hombre probó ser un padre interesado y preocupado por el crecimiento y desarrollo de los nenes. Junto a él, ellos asistieron a clases y fueron educados en modales y comportamiento, todo lo contrario a lo que el hombre predicó, al ser complice del asesinato de sus verdaderos padres.
Por primera vez en eternos años, los nenes sonrieron y eso llenó de amor al hombre mayor que había conseguido cambiar su vida. Sin embargo, para su desgracia, su pasado lo persiguió y le encontró. Un conocido de su antigüo compañero buscó revancha y la consiguió.

Una escena repetida, el nuevo padre de los nenes fue asesinado frente los ojos de los pequeños. Pero, a diferencia de la otra vez, en esta oportunidad un policia se encontraba en el lugar y acudió de inmediato abatiendo al asesino.
Luego, los nenes fueron llevados a la comisaria donde el uniformado conoció su historia.
El policia sintió pena por aquellos niños y decidió adoptarlos de forma legal.
Lamentablemente, la convivencia fue corta y el policia fue rechazado para doptar. Las razones de esa desición no llegaron a sus oídos y los niños fueron llevados a un orfanato en la capital. Allí recibieron cuidados precarios hasta que las autoridades del lugar desaparecieron con el dinero que les otorgó la ciudad y los pequeños quedaron nuevamente a la deriva.
Sin nadie que cuidara de ellos, debieron tomar una desición, quedarse debajo del techo del abandonado lugar o arriesgarse en la calle.
Los hermanos optaron por lo segundo y se aventuraron, juntos, en la jungla de cemento.
Tenían 13 y 11 años respectivamente y sus cabezas eran ya concientes de su situación. Tenían un poco de dinero que les dió el policia antes de ser obligado a entregarlos, que usaron para comprar alimentos básicos y en poco tiempo, el mayor consiguió un trabajo de pocas horas en un restaurante de mala muerte, en donde hacía las veces de ayudante de limpieza.
Era un trabajo denigrante para cualquier adulto que se autorespetara, pero para el mayor de los hermanos era el suficiente dinero como para alimentarse y sobrevivir. La facha del lugar era digna de la de un establecimiento en una película de terror, sin embargo, el dueño cumplía con los pagos que le había prometido al pequeño, quien demostró ser un trabajador incansable. Los clientes, por su parte, demostraron su generosidad para el pequeño, dándole monedas, que a veces debía ganar de forma humillante y colaboraciones de ropa y abrigo.
Poco a poco fueron metiéndose en la historia de los hermanos huérfanos hasta que el dueño del lugar se enteró que ambos dormían en la intemperie y les ofreció descansar dentro del bar y darle un trabajo a su otro hermano.
El mayor comenzó a cocinar y el menor se encargaba de la limpieza. Ambos eran incansables y agradecidos, algo muy raro en la gente que frecuentaba el lugar.
Pasaron unos dos años de relativa tranquilidad para los pequeños hasta que el lugar fue cerrado por la municipalidad. Nuevamente los chicos quedaron sin un lugar donde estar, aunque ahora tenían la ventaja de tener bastante dinero ahorrado.
El amor de sus padres biológicos, sus verdaderos progenitores, había sido tan grande que les perduraba en sus corazones y eso es lo que les hacía mantener la calma en todo momento.
Con el dinero ahorrado, no tenían que volver a la calle y alquilaron una pequeña habitación en uno de los lugares más detestables de la ciudad.
Los trabajos que consiguieron fueron igualmente de repulsivos, pero poco a poco fueron juntando el suficiente capital para ir cambiando sus vidas.
Los años pasaron y la historia de aquellos hermanos fue pasando de boca en boca hasta caer en los oídos de un escritor poco reconocido, que se encontró con ellos y juntos escribieron el libro de sus vidas.

«Nuestra vida. El relato de unos hermanos múltiplemente huérfanos» Se convirtió en el mayor libro vendido en el año de su publicación y meses después, la película de su historia ya estaba en camino.

Su historia posee un final feliz. Gracias al dinero recibido, pudieron relajar sus almas y cuerpos y dedicarse a vivir. Sus caminos se distanciaron, ya no vivían ni pasaban todo el día juntos. Cada no fue haciendo su vida con la paz que se merecían.
Ambos se casaron, tuvieron hijos y luego estos les dieron nietos a los que amaron durante el resto de sus días y finalmente, cuando ambos ya eran ancianos, los hermanos se reencontraron y se miraron. Ambos asintieron con la cabeza y se fueron a dormir juntos, como cuando eran unos pequeños huérfanos sin hogar.
Sus cuerpos, tomados de la mano, fueron encontrados a la mañana siguiente por sus hijos. Los hermanos fueron enterrados juntos, al lado de donde sus padres descansaban, con la portada del libro grabada en su lápida.

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