Cuento de terror a la inversa

Lucas había salido de su casa en busca de algún sitio abierto para calmar su hambre. La hora era tarde y su panza rugía.
El trabajo le había demorado en demasía esta vez. La fecha límite para la entrega del informe es en pocas horas, durante la reunión del mediodía y debía regresar para acabarlo, pero primero necesitaba comer.
Era de madrugada y las calles estaban desiertas. Nadie, salvo él, caminaba, ningún auto se hacía presenta y solamente le acompañaba las luces de los semáforos y el ruido del viento.
En las primeras cuadras no tuvo éxito y decidió salir de la avenida y meterse entre las calles menos iluminadas.
La panza le volvía a rugir, tenía hambre y comería cualquier cosa.
Continuó su recorrido entre la oscuridad cuando su corazón dio un vuelco.
Creyó haber visto algo pasar por al lado suyo, pero al darse vuelta solo nadie estaba.
Lucas pensó que ya estaba delirando por el hambre. Delirando no tanto, pero si debilitado. Demasiado trabajo, demasiado esfuerzo, todo sin recompensas.
Una calle después volvió a tener la extraña sensación de que alguien le observaba.

-¿Hola?- preguntó pero nadie respondió.

«Debo de estar imaginando cosas» Pensó, sin embargo, a lo lejos, parado debajo del casi único poste de luz, se encontraba una persona de pie, cubierta por una gabardina.

La distancia que los separaba hacía que Lucas no pudiese distinguir bien al otro, pero algo dentro le dijo que debía alejarse de él.
Así lo hizo y emprendió su regreso a la avenida iluminada por la que comenzó su búsqueda, dejando atrás a la misteriosa figura.
Regresando a sus pensamientos hambrientos, pudo ver a lo lejos unas luces de una cafetería.
Apuró su paso pero al llegar a la esquina, la misteriosa figura en gabardina reapareció y ahora si pudo distinguirlo.
Era alguien extremadamente alto, con piernas tan largas como el cuerpo de un hombre adulto y brazos capaces de cubrir grandes distancias.
Algo raro había y Lucas comenzó a correr en dirección opuesta.
Estaba cansado y sin fuerzas, pero aquel ser le asustó.
Luego de tres calles sin parar, se detuvo a respirar cuando frente a él apareció el ser en gabardina y descrubrió su cara. No era humana, su boca era demasiado grande y al igual que sus dientes. Sus ojos negros y pequeños y sus enormes orejas completaban el rostro sin naríz.
Con un movimiento de su brazo, levantó a Lucas del suelo y lo sostuvo en el aire.
El monstruo sonrió, era una sonrisa desagradable y aterradora.
Levantando el otro brazo, reveló unas filosas garras y las alzó para que la luz le alcance e implante el miedo en la víctima. Las garras cortarían el cuello de Lucas y la criatura lo sabía y sonreía. Sin embargo, la sonrisa se borró cuando las garras se rompieron al contacto con el cuello de su víctima.
Lucas cayó al suelo y el monstruo escapó, estaba herido tanto física como orgullosamente.
Con sus largas piernas se metió entre las oscuras calles y en la más absoluta negrura se detuvo a examinar su herida, aunque no contó con que Lucas estaba allí mismo, a su lado, mirándolo fríamente.
El ente se sobresaltó y volvió a escapar, corriendo hasta perder el aliento por completo.
Aún así, no pudo escapar de su víctima que no le perdía el rastro.
Desesperado, levantó las garras de su otra mano y atacó, pero nuevamente estas se rompieron frente a la dura piel de Lucas.
El ser estaba desesperado, era la primera vez que le pasaba esto y su víctima se había convertido en su victimario. Era su fin y lo sabía.

Pobre ser, solamente quería comer. Nunca creyó que se encontraría con alguien peor que él, con una víctima con piel de acero y de gran velocidad.
Pobre monstruo, él también tenía hambre y nunca creyó que esta noche encontraría su final frente a un muchacho que de día era normal, pero cuando la situación lo ameritaba se convertía en el único super héroe conocido por la humanidad.

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