La historia real del Coyote

Pobre Coyote, que nunca pudo atrapar al Correcaminos.
Capítulo tras capítulo,  la cena se escapaba de sua garras.
«¿Cómo podía ser?» Se preguntaba.
Si sus trampas estaban perfectamente diseñadas, por lo menos al principio.

Obligado por contrato a disfrutar únicamente del sabor del ave corredora, su panza rugía y eso le desesperaba.
Concurría a planes cada vez menos ideados y más apurados para saciar su apetito.
Aún así, sus artificios de ingeniería no funcionaban contra un ave sin cerebro, un ave que corría sin rumbo y que se reía de él. Eso es algo que no comprendía, a pesar de su gran cerebro, no entendía la causa de sus constantes fracasos.
El Coyote estaba atrapado en una realidad que aborrecía y que había comenzado en la década del treinta, poco tiempo después del recupero de la «gran crísis».

Desde pequeño demostró ser distinto, dueño de una mente brillante, un cerebro digno de admirar. Los estudios primarios y secundarios los completó en sus primeros años de vida y para luego entrar en la prestigiosa universidad nacional de México, en donde obtendría su primer título en ingeniería. Su tésis de doctorado atrajo la mirada de las grandes ligas y fue reclutado por la universidad de Massachusetts para obtener su segundo título en ingeniería para luego pasar a trabajar para la NASA.

En sus primeros treinta años de vida, el Coyote estaba en la cima del mundo, academicamente hablando, pero algo en él le empezó a hacer ruido.
Los cálculos y los modelos matemáticos ya no le apasionaban y le aburrían cada vez más.
Su jefe le dijo que es porque estudió toda su vida y no se tomó un tiempo para descansar y le obligó a irse de vacaciones. El Coyote aceptó tímidamente, sabiendo que ese no era el motivo de sus últimos descuidos.

Su descanso lo aprovechó para pensar, pensar que hacer de su vida. Cada día que pasaba alejado de los números y de las cuentas le hacía pensar en que no quería volver a esa realidad. Pero no sabía que hacer y este era el último día antes de regresar al trabajo.
Tenía aún varias horas antes de ir al aeropuerto de Los Ángeles para regresar a su casa en Texas y aprovechó para ir a su lugar favorito de comida, un bar especializado en pollo frito.

«Todo cambió aquel último día de vacaciones, mientras que estaba comiendo mi amado pollo frito. Fue gracias al hueso de una alita que pude descrubrir mi futuro» Cuenta el Coyote en una entrevista antes de comenzar a grabar el programa que lo saltó a la fama.
«Un hombre se atragantó con el hueso y los médicos no pudieron salvarlo. La gente, entre ellos niños, lloraban sin consuelo y yo sentí que era mi obligación apartarlos de esos pensamientos y sacarles una sonrisa. Actué, hice de payaso y lo logré. Meterme en un papel, actuar, me trajo una revolución dentro. Finalmente había encontrado mi futuro. Quería convertirme en actor y justo estaba en la tierra de las oportunidades, en Hollywood, endonde las ideas se hacían realidad.»

-Seré actor- exclamó ante los comensales que intentaban volver a sus comidas luego del fatídico hecho.
Sin embargo, las risas de absolutamente todos los clientes, empleados y gente del salón hicieron que el Coyote se callase y saliera corriendo.
No se reían de su propuesta, sino de su voz. Un tono rídiculo, digno de un bebé en lugar de un adulto.
El Coyote tenía un trauma que no podía superar y por eso no hablaba en público. Con la emoción de la situación se olvidó de su regla personal, pero las risas exageradas de la gente la recordó.
Juró que no volvería a levantar la voz, no soportaba tanta humillación.
A pesar de esto, en su mente aún resonoban sus palabras. Su nuevo sueño era ser actor y no se detendría hasta conseguirlo.

Pero la era del cine mudo había terminado y un actor que no hablaba no era interesante ni tenido en cuenta.
Luego de una infinidad de rechazos, un viejo amigo de la universidad mexicana se contactó con él. Un pequeño ratón que había saltado a la fama hace poco tiempo, conocido con el nombre de «Speedy González».
Con su amigo de nexo con los productores, el Coyote consiguió trabajo rápidamente como protagonista del nuevo programa que tenían en mente.

-El Coyote y la captura del Correcaminos se llamará y consistirá en que cada semana utilices tus conocimientos en ingeniería para diseñar y contruir equipos y trampas para atrapar al ave corredora-. ¿Te interesa?- le dijeron los productores.

El Coyote aceptó con gusto y le estrechó la mano al productor.

-Una cosa más-le dijo. -Como queremos que esto sea real, solamente podrás comer las aves que captures en el programa. Nosotros te las proporcionaremos, junto con todo el equipo que necesites de la empresa A.C.M.E.

Nuevamente la estrella asintió. No tenía dudas en atrapar varias aves por semana, lo que le daría comida más que suficiente para almacenar.
Pobre Coyote, ignoraba que tal como él había conseguido trabajo por un amigo, todo se mueve por contactos y su primer compañero de grabación, el primer Correcaminos, sería el único que haya. Ignoraba que era la mascota del jefe y que tenía asegurada su supervivencia.
El programa consistiría en ver el sufrimiento y la desesperación de un animal al ser saboteados sus planes capítulo a capítulo. Ese era el morbo que querían vender los productores y la idea tras las creación del show.
Así quedó el Coyote, encerrado en un sueño donde creía que era la estrella y donde la comida se extrañaba.

La verdad, detrás del primer caso de bullying televisivo.

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