La princesa y el rascacielos

Una tarde, la princesa discutió con sus padres.

-NO- Les gritaba.

-Princesa, debes entender- Le respondían.

Su mamá, la reina y su papá, el rey, querían que su hija, la princesa, ayude a la gente del pueblo.
La princesa debía repartir bolsas con pan, tomate, cebolla y frutas a quienes tenían hambre, pero la pequeña se negaba.

-NO- Les volvía a gritar. -No quiero.

La pequeña princesa no quería darle comida a extraños.

-¿Por qué? -Les preguntaba.

Sus padres le respondieron que esas personas no poseen nada para comer y, cuando uno tiene, es su obligación compartir con los que menos tienen.
La niña los miraba, intentando entender esas palabras.

-¿Mis juguetes también?

-Solo si tú lo deseas, mi amor- Respondió la reina.

La princesa lo pensó un rato y finalmente respondió a sus padres.

-NO. La comida y los juguetes son míos.

Sorprendidos por la respuesta de su hija, sus padres abandonaron la habitación de la pequeña y no regresaron.
La princesa, por su parte, continuó jugando hasta el anochecer.
Cuando por fin se cansó, la panza le rugió.

-Mamá, tengo hambre- Dijo, pero nadie la escuchó.

La pequeña salió de su habitación y recorrió el castillo hasta llegar a la habitación de sus padres.

-¿Mamá? ¿papá?

Nadie le respondió. La habitación estaba vacía y las luces apagadas.
Entonces, la pequeña recorrió todo el castillo en busca de sus padres, pero no los encontró.
Continuó su camino por las calles del pueblo, en busca de alguien que la ayude, pero no encontró a nadie.
La princesa continuó caminando hasta que el sol salió. Había llegado a un lugar desconocido para ella, una ciudad con grandes edificios y principalmente, uno que era tan alto que llegaba hasta el cielo.
Ella caminó hasta llegar a la entrada de aquel lugar y se sentó.
La pequeña estaba agotada de tanto caminar y tenía mucha hambre.

Una madre con su hijo salió del gran edificio y pasó junto a ella. El nene llevaba una hamburguesa en su mano.
El rico olor atrajo la atención de la princesa, cuyo estómago no paraba de rugir.
La madre del nene la miró y se frenó.

-¿Tienes hambre, princesa?-Le preguntó.

-Si- respondió, tímidamente.

-¿Quieres una hamburguesa?- Le preguntó

-No le des. Es mi comida.- Gruño el nene.

Su madre, con calma, le explicó que hay que ayudar a la gente y, cuando uno tiene, es su obligación compartir con los que menos tienen.
El niño comprendió el mensaje de la madre, y le dió la hamburguesa que acababa de comprar.
La princesa lo miró.

-Gracias- Le dijo mientras sonreía.

-De nada- Le respondió el nene.

La pequeña tenía mucha hambre y la hamburguesa estaba muy rica, tanto que la comió en pocos segundos, pero aún seguía perdida en aquel extraño lugar.

-Hija..hija, despierta.

La pequeña despertó. Todo había sido un sueño.
Se había quedado dormida jugando en su habitación.

-Mami, ¿llevamos comida?

-¿A donde? Preguntó sorprendida, la reina.

-A los que tienen hambre, como yo.

Su madre la miró y le dió un fuerte abrazo y durante toda la noche, la princes y la reina repartieron comida a quienes más lo necesitaban.

 

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