El juez contra lo políticamente correcto

-Pero, es arte. El arte que yo creo debe de ser expresado a todo el mundo.

El joven tatuado intentaba convencer al uniformado.

-Mirá pibe, estás pintando espacio público y está penalizado por ley. O lo borrás ya mismo o venís a la comisaría. ¿Qué vas a hacer?

La cara seria del policia demostraba severidad y su tono firme no daba lugar a dudas de que cumpliría su advertencia.

-Es mi forma de expresión y no la voy a limitar porque usted no tiene la capacidad para entender el arte.

Insultar a un oficial no es la acción más inteligente y a las pocas horas ya estaba queriendo discutir con el juez.

Luego de leer el parte de lo sucedido, su señoría habló.

-Tu forma de expresión la debes manifestar en ámbitos no públicos. Tenés prohíbido realizar este tipo de actos so pena de arresto. ¿Quedó claro?

-Usted me está hablando de pésima manera- replicó el muchacho claramente nervioso y sin saber como encarar la situación.

-Es mi forma de expresión y no la voy a limitar porque usted no tiene la capacidad para comprender las leyes- le respondió, usando las mismas palabras que había recibido el policia.

El juez dio por concluido el asunto y despidió al muchacho.

-Una cosa más- le dijo antes de que el joven tatuado saliera -no creas que lo que llamás arte le importa más al resto que a tu propio ego y satisfacción. La ciudad es espacio de todos y si querés pintar o pegar carteles, hacelo en tu propiedad privada o hacelo por internet, como está tan de moda. A ti no te gustaría que te pinten ni la casa, ni el auto y ni a tu madre. Respeto, muchacho, respeto hacia lo público.

Era la hora del almuerzo y su panza rugía, pero aún quedaba un caso pendiente: Una mujer desnuda fue detenida por exhibicionismo.
Un grupo de activistas protestaban por la opresión de la mujer, totalmente desnudas frente al congreso donde exigían que sea permitido por ley que ellas puedan andar desnudas por las calles.
El juez tenía poca tolerancia hacia el desprecio a los edificios importantes de la ciudad.

-El cuerpo de la mujer es igual de sagrado que el del hombre- dijo, indignada.

-¿Y por qué lo andás mostrando cual si fuera una objeto en un aparador?

-Porque hay un tabú con el cuerpo femenino y un hombre puede estar desnudo sin que nadie le diga nada.

-Tonterías no, eh. Que ayer arrestamos a un hombre por andar desnudo, mismo motivo por el cual vos estás acá.

La mujer se quedó callada pero el juez no.

-El cuerpo es lo más sagrado que tenemos como personas. Es lo único que es verdaderamente propio y hay que cuidarlo y valorarlo. ¿Querés hacer ejercicio y ser delgada? No hay problema. ¿Querés dejar de depilarte y pintarte el pelo de verde? Tampoco hay problema. Pero todo esto en tu ámbito personal. No pretendas ser diferente y gritar al Boreas que te respeten cuando vos sos la que no respeta lo más preciado que tenemos, el cuerpo. Relajate un poco más con la vida y disfrutá que ya no vivimos en la edad media. Y por cierto, la próxima vez que te vea por acá, me importará poco tu excusa y el único consejo que te daré es como cuidar de la retaguardia en la ducha de la celda común.

Al fin había concluido los casos de la mañana y por fin podía almorzar.
Una agradable milanesa con puré de papás era el menú del día.

-Doctor, ¿acaso no le habían prohibído las frituras y la sal?- le preguntó el mozo del restaurante al que iba casi todos los días a almorzar.

-Si muchacho, pero igual traeme el menú y apurate que tengo que volver al juzgado.

El camarero reprobó con la cabeza pero cumplió con el pedido y al poco tiempo levantó los platos.

-Todo muy rico, pibe- le dijo al despedirlo y entregarle en mano una generosa propina. -Por tu silencio -finalizó, guiñándole el ojo derecho.

De vuelta en la sala, aún quedaban dos casos más para ser juzgados ese día y si los concluía rápido, llegaría a tiempo a su casa para la cena.

-Señor Martín, ¿sabe por qué está acá?

El acusado no respondió por consejo de su abogado allí presente.

-Muy bien, yo le voy a decir. Usted está presente en esta que es mi casa porque- el juez se aclaró la garganta -has invadido terreno privado, has agredido a un oficial, has roto propiedad pública, has cortado la libre circulación… -el juez detuvo la lectura leyó en voz baja el escrito que tenía delante. Tres hojas completas de delitos eran demasiado para leer. -Dios mío, muchacho. Me podés decir ¿qué carajo hiciste?

El abogado apoyó la mano sobre el hombro del otro hombre y se dirigió al juez.

-Mi cliente ha sido falsamente acusado de esos delitos y de acuerdo al artículo catorce del… -el abogado no pudo continuar.

-Frenate ahí- interrumpió el juez y miró al acusado. -Muchacho, entiendo que quieras un abogado pero no lo comparto y te propongo lo siguiente. Si lo despedimos acá al doctor y hablamos entre nosotros te prometo que voy a ser contemplativo y magnánimo. Quiero que vos me cuentes lo que pasó. Pero por el contrario, si querés que el letrado hable en nombre tuya y solo mencione artículos de leyes y palabrerío, entonces seré duro como el plomo y te recuerdo algo, aunque piense el abogado que sepa de leyes, te puedo asegurar que yo las conozco más y mejor que él y todo esto lo voy a usar en tu contra en la sentencia que dicte. Decide.

El acusado y su representante se miraron y asintieron con la cabeza.
El juez sonrió al ver al letrado abandonar la sala.

-Muy bien, así me gusta. Ahora, cuéntame que pasó.

-Decidí escrachar a mi jefe porque me echó del trabajo.

-¿Cómo es eso?- preguntó su señoría.

-Recibí un telegrama de despido y yo no quiero que me echen.

El juez revisó los papeles que tenía en la mesa.

-Por lo que veo acá el telegrama está correcto y se te abonará lo que te corresponde por el despido. ¿Cuál es el problema?

-Que no quiero que me saquen, yo quiero seguir trabajando. Tengo mis derechos como trabajador.

-¿Sabés algo? Antes de que vengas vos vino tu ex jefe y me explicó la situación. Él tiene una pequeña empresa y los gastos de hoy en día hacen que no sea rentable mantener a tantos empleados. Me dijo que te van a pagar lo que te corresponde, entonces ¿por qué no está en su derecho de despedirte?

-Porque es el trabajo que tengo. El otro es un empresario y yo soy el trabajor que se queda en la calle. Los compañeros me dijeron que debo escracharlo para que me vuelva a contratar.

El hombre levantó la voz y reflexionó la situación.

-Entiendo lo que querés decir- finalmente dijo -pero debes entender algo. El hombre invirtió esfuerzo, salud y dinero en abrir y mantener la empresa. Ahora la debe reducir por los costos que hay. En ningún momento debes pensar que es su obligación darte trabajo. Para mi, el que pudo lograr poner un negocio o empresa y contratar gente es un emprendedor y que vos tengas tus derechos como trabajor no implica que merezcas cosas a esfuerzos del otro, no funciona así. Te invito a que formes una empresa y contrates a empleados como tú que solo piden piden y piden sin considerar el esfuerzo de la otra persona para cumplir. Solo así entenderás la importancia del que crea trabajo y valorarás a tu siguiente jefe. No todos los que poseen un negocio son millonarios y sanguinarios, muchacho, recuérdalo.

El acusado lo miraba en reproche. En su cabeza el trabajo le debía ser proporcionado obligatoriamente y el empleador siempre sería el millonario vividor.

-Respecto a la sentencia, debería condenarte, pero tu ex jefe, el que vos estás escrachando frente a su familia, pidió que no se te imponga condena. Deberías de darle las gracias, pero no vuelvas a testear mi paciencia. Vete con la advertencia.

Pasada una hora, entró el oficial de servicio con la última carpeta del día. «Por fin» pensó el juez, poniendo cara de alivio, sin embargo, el policia lo vio y le borró la calma: -Agarrate- le dijo.

El juez comenzó a leer el expendiente. Un hombre transexual y una mujer con apariencia de hombre demandaron a una agencia de modelos por discriminación al no ser aceptadas en la agencia. Al persistir con la demanda, la empresa había mandado una dura réplica que derivó en una acción penal.

-Tenemos nuestro derecho para ser modelos-

-Esas mujeres (por las modelos) no representan a la sociedad, son falsas, sometidas a una dieta exigente, obligándolas a ir contra sus cuerpos naturales.

El juez hizo una pausa y los miró.

-Dejenme entender un poco más el asunto. Usted es un hombre que se operó para parecer una mujer- le dijo al hombre transexual.

-Yo soy una mujer- respondió ofendido.

-¿Naciste varon?

-No tiene nada que ver. Yo me identifico como mujer.

-Caballero, mientras la ciencia no diga lo contrario, los géneros son dos, el masculino y el femenino, con algunos casos excepcionales, pero no es el suyo ni el de su compañera.

-¿Quién es la ciencia para decir como soy yo?- respondió ofendido.

-Mirá, yo no soy el mejor para explicarlo, pero tengo un buen ejemplo. Cuando se descubre un cuerpo calcinado, se puede identificar su género por los huesos, ¿lo sabías? Entonces, si analizan el tuyo, futuras generaciones dirán que eras varón y todo tu discurcito de sentirte mujer no se sostendrá después de tu muerte. Lo mismo para tu compañera que por más que quiera parecer hombre, es una mujer y que puede llegar a ser muy bella.

El hombre-mujer se ruborizó, nunca nadie le había adulado y la sensación le gustó, aún a pesar de la gran diferencia de edad que existía entre ella y el juez.

-Miren, los criterios que utiliza una empresa privada son personales y si lo hacen así y utilizan un determinado concepto de mujer es porque las ventas les ayudan. Si en algún momento el estilo que ustedes llevan puesto es el que más se venda, entonces no tengan duda de que las llamarán.

-Es discriminación- reprochó el hombre, ahora sin el apoyo de la mujer.

-Puedo facilitarles el contacto con un banco para que les ayuden con un crédito así ustedes ponen su propia agencia de modelos y utilicen los criterios que se les ocurra. Hombres como mujeres, mujeres como hombres, jirafas como perros, árboles como niños, lo que quieran y cuando comprendan el negocio al que ustedes están demandando, entenderán que lo de ustedes es un grito desesperado por ser alguien distinto en este mundo superpoblado. Con tantas redes sociales, con el acceso en tiempo real a la información, la gente se desespera por ser alguien y no caer en el olvido. Por eso llaman la atención con estas cosas. Deben entender que pueden ser felices en el anonimato. Yo lo soy, tengo a mi esposa, mis hijos y mis nietos y nunca necesité una rebeldía para ser alguien importante. Ahora, tienen dos opciones, o siguen adelante con su demanda y les aseguro que van a salir perdiendo, o se retiran e instalan su propio negocio de modelismo con todos los géneros que se les ocurra.

Las demandadas tomaron sus cosas y salieron por la puerta de la sala, anunciando el campanazo final del día de trabajo para el juez de setenta años que por fin se pudo relajar y llegar a su casa.

-¿Cómo te fue hoy?- le preguntó su mujer al servir la cena.

-Todos asuntos menores con personas demasiado jóvenes. Debí de ejercer de psicólogo además de juez.

Su esposa lo miró con cara de consternación y el hombre entendió que habló de más.

-¿Otra vez? Si sabés que no debés de hacer eso, te pueden volver a suspender.

El hombre bajó su mirada hacia el plato de comida. Podía soportar todo tipo de planteos, salvo los reproches de su amada señora.

-Lo sé, lo sé. A veces es más fuerte que yo y hoy brilló con creces. Quisiera que estos chicos que juegan a ser rebeldes realmente entiendan el causal de sus acciones.

-Son chicos, mi vida. Nosotros también lo fuimos y nos comportamos como tontos. Pero dales tiempo, todos los caprichos y locuras se esfuman con el tiempo y con la madurez.

Como siempre su mujer tenía razón y debía de escucharla, pero el juez era él y cambiar era muy dificil a su edad.

-¿Me pasás la sal?- preguntó, sin levantar la mirada del plato.

4 comentarios en “El juez contra lo políticamente correcto

  1. Es indudable que este «cuento» ha sido escrito por un hombre, un ser macho, con testículos acuciantes!!!! Ponerse en lugar del otro, ¿cuesta tanto trabajo? Erica Prunello, «transexual»

  2. Es una historia y como todas las historias, sirven para pensar, debatir y abrir la cabeza, es un disparador, no importa que se este de acuerdo o no es una buena historia para la discusión y el debate.

    1. Estoy de acuerdo, Viviana. Además, no es menor el detalle de que el juez intenta impartir lecciones cuando él mismo no hace caso a las recomendaciones que le dan (su médico que le prohibió la sal y su esposa que le pidió que no se involucre emocionalmente en el trabajo). Sin embargo, la historia la baso en la premisa de que hoy en día todos están más suceptibles. Será por el acceso a internet , las redes sociales o lo que sea, pero siento que poco a poco la sociedad se vuelve más «sensible».

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