Más allá del bien y del mal

-Esa es mi propuesta- dijo.

Se encontraba sentada y en calma. Esperaba una respuesta positiva y si no la tenía, se levantaría y concluiría su visita.
El señor Marcelo insistió en que pedía algo poco serio pero no perdía de vista mis movimiento.

-Señora Velez, entenderá que lo que pide va más allá de mis facultades.

-Lo sé -respondió ella -Entonces me marcho sin antes felicitarle por su negocio, está muy bien diseñado.

El señor Marcelo crujió los dientes. Aquella elegante señora entró preguntando por nuestra pintura más cara, un Goya valorado en  un millón de dólares.
Se trataba de una pintura que juntaba polvo en nuestros almacenes. Nadie había preguntado por aquella obra y al día de hoy sigo sin entender como cayó en nuestras manos.
Aquella era la venta más importante que el negocio tendría en su historia, por un amplio margen de diferencia.
Un negocio pequeño, con ventas lentas y de poco valor. La mayoría se tasaban en unos cientos de dólares y unas pocas superaban los miles. De vez en cuando recibíamos algunas más importantes valoradas en decenas o incluso cientos miles, pero fueron pocos los casos.

La venta más importante fue de unos doscientos cincuenta mil billetes verdes hace ya tres años y se trató de una operación que costó esfuerzo y salud pero que finalmente se hizo.
Sin embargo, ahora se trataba de una obra cuatro veces superior en costo a la más vendida en la historia del negocio y que prometía ser una operación limpia.
Como siempre, el ocho por ciento de la venta sería para el negocio y esos ochenta mil dólares eran deseados.
Rosaria Velez era una mujer joven, hermosa y elegante. Su forma de andar, su pausa al hablar, su serenidad y su calma le hacían aparentar más edad, pero su rostro sin arrugas demostraba lo contrario.
Sin dudas, era un cliente distinto a los que hemos tenido.

-Vi en Internet que venden una copia certificada del Saturno de Goya -dijo, al ingresar.

Fue atendida por el señor Marcelo, dueño del negocio.

-Así es- respondió con una sonrisa.

La invitó a tomar asiento y le ofreció una café que ella aceptó con gusto.

-Marcelo Turín, encantado -se presentó.

-Rosaria Velez- respondió la mujer, extendiendo la mano en señal de amistad.

-«Saturno devorando a su hijo», una hermosa pintura de Francisco de Goya, única copia conocida del cuadro- comenzó.

-¿Usted cree que es una copia o un boceto?- Preguntó la mujer, dando un sorbo a la bebida para luego dejarla y acercar el azucar.

-En mi opinión es un boceto. Hay sutiles diferencias con el cuadro original, como si se tratara de pruebas que Goya realizaba.

-¿Y su precio?- Interrumpió la señora.

-Verá, se trata de una obra autenticada, una joya pintada por el maestro español. Entenderá que su precio es alto por esto.

-Lo entiendo. Dígamelo por favor.

-Está valorada en novecientos ochenta mil dólares -respondió el señor Marcelo.

Se lo notaba nervioso, aún más que al momento de calcular los gastos del mes.
La cifra le incomodaba al no tener experiencia en ese tipo de tratos pero trataba de mantener la compostura. Lo ví dudar si debía tutearla o seguir tratándola de usted.
Los tres empleados de la tienda mirábamos la situación a la distancia y esperábamos impacientes la respuesta de la mujer.

-Comprendo. Me parece razonable. Me interesaría verla -respondió.

En ese momento la cara del señor Marcelo se enserió y era entendible el por qué.
Un sueño con hadas que pretendían convertirse en piratas.
Una vil ladrona disfrazada de una frágil mujer pretendía arrebatar la pintura de nuestras manos y causar grandes estragos.

-Discúlpeme, señora Velez. Por razones de seguridad no podemos traerla, espero sepa comprenderlo.

Hubo una pausa de unos segundos y finalmente ella respondió.

-Espéreme un momento- dijo y tomó su celular. -¿Puedes venir con las llaves? -se  escuchó decir y luego colgó.

Segundos después un hombre esperaba que le abran la puerta del negocio.

-Es mi chofer-dijo la mujer.

El señor Marcelo dio la órden y le abrieron la puerta.
Aquel hombre llevaba puesto un finísimo traje y era dueño de una elegante postura.

-Aquí tiene, señora -dijo y se marchó.

-Señor Turín, aquí tiene las llaves de mi auto, un Rolls Royce valorado en una cifra similar a la del cuadro y además le dejo mi documento para que retenga ambos hasta que yo me vaya de aquí, en señal de amistad y para probarle que no pretender robarles el cuadro.

El señor Marcelo tragó saliva y aceptó las condiciones.

-Ya se lo traigo- respondió.

Luego se levantó de la silla y me vino a ver.

-Averigua lo que puedas sobre ella hasta que yo llegue con la pintura y haz una copia del documento por las dudas.

-Bueno- acaté.

La búsqueda no fue dificil y al primer resultado en Internet apareció la imagen de la mujer sentada en nuestro negocio, tomando un café de dos dólares.

-Rosaria Velez, única hija de un millonario coleccionista de arte recientemente fallecido. Heredó de su padre una fortuna estimada en un patrimonio de cien millones de dólares -le dije al señor Marcelo cuando regreso. Lo vi tragar saliva y bosquejar una sonrisa.

-Si sale los invito a comer al mejor lugar que encontremos -me dijo antes de regresar con la mujer.

-Sepa disculparme, aquí tiene las llaves de su auto y ahora le daremos su documento, le están haciendo una copia.

La mujer asintió con la cabeza y fijó los ojos en el cuadro.

-Saturno o Cronos, hijo de Urano y de la madre tierra. Al igual que su padre, temía ser destronado por uno de sus hijos y los devoró uno a uno -comenzó a relatar la historia, pero fue interrumpido.

-Conozco la mitología, no hace falta el relato.

El señor Marcelo comprendió y guardó silencio mientras que la mujer revisaba el cuadro.

-Entonces, ¿le interesa?- finalmente preguntó.

-Lo siento pero no estoy convencida- dijo ante nuestra decepción. -Buenas tardes a todos- se despidió.

-Buenas tardes -respondió el señor Marcelo, visiblemente desilucionado.

La mujer se dirigió a la puerta pero se frenó, algo le faltaba.

-Mi documento- dijo en voz alta.

Ante la excitación de la posible venta me habia olvidado por completo de devolver aquel elemento.

-Lo siento- dije mientras  me apresuraba. -Aquí tiene.

-Gracias- respondió.

Fijó sus ojos en mi. Tenía una mirada penetrante y no pude aguantarle el nivel. Mis ojos cayeron al suelo en menos de un segundo.
Me puse un poco incómodo y se ve que ella se divertía con mi timidez.

-Creo que he cambiado de opinión- le dijo al señor Marcelo sin quitarme los ojos de encima. -Estoy dispuesta a hacerle una propuesta por el cuadro.

-Me alegra mucho- estalló él.

-Le pagaré el total del cuadro ahora, en efectivo, pero tengo una condición.

-La que quiera.

-Quiero que este joven me acompañe en una salida, en este momento.

Todos nos quedamos paralizados.

-Perdón, señora Velez, creo que no le entendí bien. ¿Dijo que compraría el cuadro si Fede sale con usted ahora?

-Es correcto.

-¿No le parece que es algo poco serio eso?

-Esa es mi propuesta- dijo.

Se encontraba sentada y en calma. Esperaba una respuesta positiva y si no la tenía, se levantaría y concluiría su visita.
El señor Marcelo insistió en que pedía algo poco serio pero no perdía de vista mis movimiento.

-Señora Velez, entenderá que lo que pide va más allá de mis facultades.

-Lo sé -respondió ella. -Entonces me marcho sin antes felicitarle por su negocio, está muy bien diseñado.

Nuevamente la mayor venta de la historia se esfumaba y esta vez era por culpa mía. No podía dejar que esto termine así, debía hacer algo.

-Acepto- intervine.

El señor Marcelo me miró, reprochando mi actitud y cancelando el trato. El quería protegerme y yo a su vez, quería ayudar al negocio, no solo porque él era como mi padre, sino porque realmente necesitábamos la venta.

-¿Tenemos un trato?- me preguntó la señora Velez.

-Si- respondí, sin dejar hablar al señor Marcelo.

-Entonces, déjame concluir la compra y luego iremos a un exclusivo restaurante -me dijo. -Prepárate para experimentar cosas que nunca has imaginado.

Tragué saliva y esperé entre impaciente e incómodo que llegará el momento en que deba concretar mi parte en la venta.
El señor Marcelo pasó más tiempo pensando en mi que en el casi millón de dólares frente a sus ojos que había traído el chofer de la señora Velez.

-Vamos- me dijo al cabo de media hora, luego firmar los últimos recibos.

Vine a recoger mis cosas y a embalar el cuadro para llevarlo. El señor Marcelo me detuvo y me abrazó. Me dijo algo intentendible, algo mezclado de nervios y gratitúd. Yo simplemente le sonreí y le pedí que no se preocupara, que iba a estar bien.

Aquella sería la primera vez que saldría con alguien de las condiciones de la señora Velez, una mujer dispuesta a gastar un millón de dólares a cambio de una pintura y una salida conmigo. Alguien que, por su condición, se encontraba más allá del bien y del mal.
Debo confesar que estoy bastante nervioso, pero debo dejar estas notas y partir. Ella me está esperando.

4 comentarios en “Más allá del bien y del mal

      1. Sobre el final del cuento, barajaba varias ideas desde situaciones lascivas y perversas hasta horrores pero lo quise dejar abierto para que cada uno use su imaginación y piense en lo que harían si estuvieran más allá del bien y del mal.

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