Orgulloso de mi pueblo

Gracias a mi invento, nuestra gran y pequeña nación va a crecer como nunca.

Un pequeño estado, alejado del centro del mundo y aplastado por dos gigantes.
Dos paises cuya extension se equilibra con su inestabilidad.
Nosotros, al estar encerrados, no nos queda otra que sufrir las consecuencias de los mayores.
No tenemos colinas, incluso una broma por estos lares es que si te paras en la terraza de un edificio alto, verás todo el país. Y, fuera bromas, es cierto. Pequeños y bajitos.
Subir una cuesta es divertimento de vacaciones.
Además de nuestra poca población, los paisajes en el interior son conformados por verdes y vacunos.
Los demás vivimos en la parte amarilla, sobre la costa.
Somos pocos y la vida es tranquila, envidiable para muchos, en especial para nuestros hermanos gigantes con sus nervios alterados.
Sin problemas sociales ni económicos, con estabilidad, con gente amigable. Lo tenemos de todo. Gran comida, gran cultura, bellas mujeres y gente amable. Que gran lugar es mi lugar.
Vivimos bien, aunque para el mundo somos invisibles. Algo así como San Marino, país que me enteré que existía hace poco tiempo y que, aunque no conozca, debe de sufrir lo mismo que nosotros, a pesar de ellos estar en Europa.

Mi invento nos puso en el mundo. La gente conoció el nombre y la ubicación de nuestro país gracias a mi y eso nos emocionó a todos. Tendríamos turismo distinto y no de los viejos conocidos. El mundo vería nuestras costumbres, nuestra comida, nuestra alegría a la vida.
Todo por mi esfuerzo.

Filamentos cobalto en forma de red, con un apoyo de nanocintas cerámicas dirigidas hacia una sarta de baterias de alta capacidad.
Ese era mi diseño.
Los filamentos de cobalto se sometían a un tratamiento térmico en condiciones extremas de frío, los endurecía y se colocaban en red como si fuesen una torre. Esto hacía que los rayos de una noche de tormenta sean extremadamente atraidos hacia la estructura. El apoyo cerámico echaba más leña al fuego y hacía que el rayo ataque con mayor intensidad. Todo pasa en escasos segundos y finalmente el poder de Zeus y de Thor era almacenado para dar electricidad gratis a nuestro pueblo.

Un diseño simple, pero lo importante es el tratamiento térmico del cobalto, algo que nadie sabía como producir en este entonces salvo yo.
Como no quería dar mi secreto a conocer, me dediqué a fabricar y venderle mi equipo a los gobiernos que con gusto pagaban monedas por algo que les ahorraría millones.
El mundo dependerá mucho menos del petroleo gracias a mi.

Cabe decir que no soy altruista, pero tampoco obsesionado por el dinero.
A cada país que me pidió el invento solamente le pedí una cosa en su mayoría y dos cosas a otros pocos.
A todos le pedí lo mismo, un millón de dólares.
Para una nación eso es nada, considerando el ahorro que tendrán a corto y largo plazo y entonces nadie me lo rechazó. Casi 100 paises me lo pagaron y a cambio les entregué mi fuente de electricidad.
Sin embargo, a otros paises les hice un pedido adicional, les solicité una visa de residencia permanente.
Amo a mi bandera y todo, pero bueno, hay mejores lugares para vivir…

 

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