Archivo por meses: enero 2019

El culo del éxito

-Es que no lo entiendo- dijo Ernesto.

Estaba furioso y decepcionado. Se esforzaba mucho a diario, pero la suerte nunca lo acompañó.
Su amigo Lucas lo escuchaba y le comprendía, el corría con la misma suerte que su amigo.
No eran populares, ni eran exitosos. Eran simples mortales con poco alcance.

-Mirá a esta otra. Pone una foto de un culo. UN CULO. Un poco de carne que muestra y mirá los miles de seguidores que tiene. Es que no lo entiendo. -continuó con su reproche.

-No te confíes en esos seguidores, la mayoría son hombres babosos que quieren eso todo el tiempo.

-Y funciona. Con ella aún no, pero esta otra viene mostrando el culo desde hace meses y ya apareció en la televisión. Y ni hablar de la otra que ya está en el teatro. Un culo tiene más impacto y más alcance que lo que hacemos.

Lucas miró a su amigo y entendió que no podría calmarlo, así que se despreocupó del tema.

-No logramos nada así. ¿Para qué nos esforzamos en pintar y pintar? ¿Para qué intentamos crear obras de arte cuando deberíamos estar mostrando el culo y así ser reconocidos?

Cansado de  las quejas de su amigo, Lucas le interrumpió.

-Hagámoslo-le dijo.

Ernesto lo miró desconcertado.

-¿Hacer qué?- le preguntó.

-Eso- respondió Lucas -Mostremos el culo. Deja que me lo afeite y luego pa’ adelante.

-No seas tarado.

-¿Qué podemos perder? Yo lo hago, si te querés sumar bienvenido, pero en principio las fotos por separado. Aún no me atraen los culos de los hombres.

-Deja de cachondeo, por favor -insistió Ernesto -No solamente es ridículo, sino que nos van a dar de baja la cuenta.

-No deberían.

-Pero lo harán. El culo de la mujer es arte, el culo del hombre es vulgaridad.

-Pero lo haremos bonito -replicó Lucas -pondremos una buena iluminación, un buen fondo. Incluso podemos poner fotos desnudos, tapándonos un poco como hacen algunas mujeres.

-Nos van a denunciar en tres días, Lucas.

-A que no.

-Apostemos, pero la multa que llegue la abonarás tú, por salame.

-De acuerdo, trato hecho.

Y así comenzaron las fotos. A un promedio de tres fotos diarias, sus culos aparecerían en reemplazo de los cuadros que pintaban.
Las fotos estaban con mala producción, mala iluminación, mal ángulo, dando un resultado opuesto a las fotos artísticas que querían mostrar, sin embargo, sus culos estaban en la red.
Luego de más de una veintena de fotos, llegó el destino temido y los amigos recibieron su primera denuncia. Una mujer los acusaba de pornográficos. Se trataba de una modelo de Internet que le ofendía las fotos que los amigos publicaban. La denuncia se hizo pública y una semana despues, los amigos ya tenían suficientes intimaciones como para empapelar su estudio. Se les exigía que cesen su actividad inmediatamente. Habían cartas amenazantes de todo color y redacción y mensajes privados y públicos que daban temor.

-Paremos con esto- le dijo Lucas, al leer una carta cuyo contenido atentaba contra su salúd personal.

-Si. Mejor lo dejamos -asintió Ernesto.

Sin embargo, dejarlo no fue suficiente y luego de escasos 8 días de publicaciones, los amigos fueron detenidos por la policia cuando estaban en pleno acto de producción de la foto de despedida.
Los cargos que recibieron los amigos fueron: exhibicionismo, incitación a la pornografía, publicación de contenido explícito no apto para menores, atentado contra la buena conducta y resistencia contra la autoridad.

-No hacía falta la foto de tu culo mientras escapabas de la policia, Lucas.

-La llamo: «El culo contra la ley. Cagaré donde quiera cagar».

-No hacía falta.

La noche la pasaron en el calabozo, en donde hicieron alarde de sus atributos traseros frente a la gente equivocada.
Casi fueron devorados por los presos cuando entró el oficial a cargo y les informó su excarcelación luego del pago de una fianza.

-Dos mil euracos- dijo Ernesto. -Me debés mil.

-No te debo nada. La apuesta la gané. Pasaron más de tres días hasta recibir la primer denuncia.

-Ja ja- rió Ernesto de forma irónica. -Es cierto -dijo, guardando la billetera.

Su lento caminar los encontró con que el taller en donde pintaban había sido clausurado al ser el lugar en donde las fotos eran producidas. Sus lienzos estaban dentro y temían no poder recuperarlos.

-En fin- dijo Lucas. -Por lo mejos logramos algo.

-Ser más pobres -rió Ernesto, permitiéndose una risa, la primera que ponía desde que comenzaron esta aventura.

Lucas se alegró y abrazó a su amigo, pero fueron interrumpidos por el constante sonido de notificaciones del móvil de Ernesto.
Parecía que el teléfono se había vuelto loco pero no, en realidad estaban recibiendo miles y miles de mensajes de gente que se enteró de lo sucedido y querían ver más fotos de sus artísticos culos.

-Más de diez mil seguidores en menos de tres horas, Lucas. ¿Sabes lo que significa? -dijo, emocionado.

Lucas asintió con la cabeza. -Si, que me tengo que volver a depilar.

El populismo radial

«-Hoy, recorrí las calles de tierra, de la Villa amigos. Un lugar, con gente humilde, con gente cariñosa. Un lugar, con gente. Con gente olvidada.

Las pausas al hablar eran a propósito. Intolerantes para muchos, pero efectivas en su cometido de resaltar cada palabra dicha en pequeños discursos.
Una mujer, elegántemente vestida, hablaba al micrófono en una pequeña sala cerrada.
Afuera de la sala, un hombre uniformado la miraba con ternura, mientras que otro se encargaba de transmitir el programa que se emitía una vez a la semana.
La mujer hizo una pausa y se acomodó el cabello cepillado y peinado. Su anillo de compromiso de oro y diamantes le estorababa y se lo quitó junto con el brillante y pesado collar que le molestaba al hablar. Dejó ambos artículos costosos a un lado y continuó.

-Sus calles de tierra, sus casas de tierra, sus manos y sus caras cubiertas de tierra, por no tener ni siquiera agua para asearse. Ellos son, los verdaderos pobladores, de nuestra sociedad, los que luchan, día a día, sol a sol, por un país mejor. Duermen en casas sin techos, en camas, sin colchón, pero ya no más. Hoy, repartí, colchónes, para que ellos, sintieran, como deberían dormir, no hoy, sino siempre.

Una nueva pausa intencional, creada para que la noticia de un mayor impácto.
La mujer ya había entrado en calor y quería continuar. Se desabotonó el primer botón de la camisa, dejando al descubierto una pequeña porción de sus pechos y se arremangó las mangas. Hablar y actuar le gustaba más que cualquier otra cosa.

-Ellos sonrieron. Gente humilde, gente trabajadora, como yo lo fui, como lo sigo siendo. Gente feliz de saber, que pueden tener, algo mejor y que nosotros, se lo podemos dar.

La hora se le pasaba rápido y en ocaciones debía ser cortada y sacada del aire para respetar el horario del siguiente programa.
Durante años el programa mantuvo la misma metodología, una mujer hablando durante una hora de lo que repartía a la gente humilde. Colchones, comida, heladeras, radios, incluso una vez repartió vestidos de novia y maquillajes, para que las mujeres se pudieran casar y exigió a las iglesias que brinden sus servicios de forma gratuita. ¿Te imaginas? Personas que desconocían lo que era un casamiento, encantadas con todo el trato que se les brindaba»

El anciano finalizó la historia.

-De esto pasaron casi cien años, y la situación de aquellas personas no mejoró en absoluto. ¿Qué entiendes de todo esto?- le preguntó al niño que lo escuchó atentamente durante todo el relato.

El chiquillo pensó un momento. A pesar de su corta edad, era una persona muy despierta y los doctores habían dicho que poseía una inteligencia muy superior a la media.

-¿Qué hablar por hablar no sirve? -arriesgó.

-Puede ser, pero no es todo. ¿Qué más se te ocurre?

El niño volvió a pensar y esta vez sonrió al creer que estaba en lo cierto.

-¿La mujer de la historia quería que la gente la reconociera? -preguntó.

El anciano asintió con la cabeza, indicando que se adentraba en el camino correcto.

-¿La mujer de la historía repartía cosas solamente cuando hablaba en la radio?

-Creemos que si, pero no te lo puedo asegurar.

-¿Y solamente le repartía a los pobres?

-Así es. Solamente repartía cosas en los sectores más humildes.

Federico no parecía tener trece años, razonaba como una persona mucho mayor, aunque con la ingenuidad propia de un nene.

-Pero dijiste que se vestía de forma elegante. ¿Repartía cosas vestida de esa forma?

-Si siempre vestía así no lo sé, Fede, pero en las fotos si estaba elegante.

-Abuelo, el hombre que estaba con ella al principio, ¿era policia?

-No, era militar.

-¿Y por qué repartía ella las cosas y no lo hacía el ejército?

Su abuelo lo miró. Sus preguntas le sorprendían.

-El ejercito si repartía, no creas que por que lo decía en la radio, entonces era la única que lo hacía.

-Pero vos me dijiste que la radio cuando apareció era más importante y más escuchada que el video con mayor cantidad de visitas de YouTube.

-Así es, en esos tiempo la radio era la única forma en todo el mundo de que las personas se enteren de lo que sucedía y la gente creía que todo lo que se decía era verdad, salvo cuando se trataran de las novelas de jabón.

-Entonces, ¿por qué el ejército no anunciaba que ayudaba?, como lo hacía ella.

-Porque no hacía falta anunciar cada buena acción. La mujer de la historia solamente hacía las cosas para su propio beneficio.

-¿No le importaban las personas a las que le daba cosas?

-Para nada.

-¿Y por qué lo hacía? Abuelo, por qué hacían esas cosas si no eran verdad.

-En sus cabezas lo creían cierto, Fede -le respondió su tata, con ternura. Allí está la clave de todo esto. En sus cabezas creían que ayudaban, pero en sus actos solamente les dieron falsas esperanzas.

-Dales pescado y dependerán de ti durante toda su vida. Dales una caña y muéstrales como pescar y ya nunca más pasarán hambre» -recordó el muchacho. -Les daban pescado para que dependan siempre de ellos. ¿Ese es el punto de la historia? -finalmente atinó a decir Federico. -¿Que les daban pescado para que no mueran, pescado con papas y vino para darles algo mejor y que sean felices hoy, pero nunca les enseñaron a pescar para que no dependan de nadie más?

El abuelo miró su relój. La hora era tarde y la orden de dormir emanó del viejo.

-Abuelo, ¿la mujer de la historia fue una mujer de verdad? -le preguntó su nieto, al acostarse en la cama.

El abuelo le sonrió mientras apagaba la luz.

-Buenas noches, mi amor -le dijo al salir.

Luego dio unos pasos en silencio «Si todos pensaran como él, que distinto hubiese sido todo».

El gran gladiador

-CON USTEDES, EL GRAN GLADIADOR- anunciaba el presentador del espectáculo.

Los rumores de que si ganaba esta batalla sería liberado de la esclavitud eran demasiados y habían llegado a los oídos de Austríx. Estaba muy emocionado y ansiaba que el espectáculo de sangre de comienzo. Deseaba derramar la sangre de su enemigo sobre la arena sagrada y coronarse campeón de los juegos de primavera.
Confiaba en que sería su última batalla y podría descansar de su triste vida como luchador.
Ansiaba con caminar por la ciudad, saludar a las personas y llevar una vida normal.

La leyenda de Austríx comenzó cuando tuvo una idea radical para la época.
Decidió abandonar el cuerpo tallado en marmol que poseía para dar paso a un cuerpo entrado en carnes, cubierto por una densa capa de grasa que hacía las veces de coraza protectora.
Tuvo esta idea al ver como un cerdo salvaje, muy gordo, salvo su vida cuando la lanza que lanzó un compañero apenas le dañó, al cazar.
Desde entonces decidió cambiar su dieta por trigo, cebada y alimentos que le brindasen un mayor cuerpo, o como él decía, mayor protección.
Verlo entrar en la arena la primera vez fue raro, el público ya no lo reconocía por el drástico cambio que había tenido, sin embargo, su plan funcionó perfectamente y las heridas que recibía eran superficiales, haciendo que se recupere rápidamente. La gente comenzó a creer que era inmortal, un Dios guerrero.
Pero para él, había sacrificado velocidad por protección y le había sido útil.
Al poco tiempo, cada escuela de gladiadores contaba con su luchador obeso, pero ninguno alcanzaba la superiodidad del invencible Austríx. Su leyenda se fortaleció tanto hasta el punto que ahora enfrentaba al último enemigo de su vida.

Al ganar,  a Austríx le fue ortogado el Rudis, la legendaria espada de madera hueca que simbolizaba su libertad. Ligera como el aire y tallada con sus victorias de sangre en la arena. Aquel era el símbolo de una nueva vida, ya no era un esclavo y no combatiría a muerte nunca más.
Austríx sostuvo la espada, la miró y quedó en silencio mientras la multitud aclamaba su nombre.

-Austríx, desde ahora éres un hombre libre. Dejarás las arenas de combate y vivirás en la ciudad, como un ciudadano romano más. Buscarás un oficio, pagarás impuestos, tendrás tu casa y formarás una familia donde criarás a hijos lejos de la sangre que te dio esta nueva vida.

Al escuchar esas palabras y comprender las responsabilidades a asumir, la idea de caminar por las calles de Roma y de llevar una vida normal se esfumaron. Su corazón dudó y se encogió. Ya no quería esa vida y estaba siendo obligado a llevarla.

-No conozco otra vida y ya superé 30 inviernos. Yo no puedo vivir como un ciudadano más. Lo siento, pero me he dado cuenta que quiero continuar aquí.

Su lanista no entendía las palabras de aquel hombre libre.

-¿Acaso quieres continuar con esta vida de penas, dolor, sangre y muerte? -le preguntó, indignado.

Austríx lo pensó durante unos instantes y su respuesta fue positiva.

-Soy gladiador y eso es todo lo que se ser. Quiero permanecer en mi rituna, si me lo permites.

Su lanista aceptó con gusto, para él, la presencia de Austríx simbolizaba grandes sumas de dinero y no lo desaprovecharía.

Después de todo el esfuerzo y sacrificio para obtener la libertad, Austríx continuó siendo gladiador, permaneció en su rutina diaria y no la cambió por nada más. De alguna forma, se había acostumbrado a esa vida y al caber la posiblidad de perderla, decidió permanecer en ella.

¿La respuesta de Austríx les parece erronea?
¿Debería haber elegido la libertad?
¿Debería haber intentado escapar de la rutina y comenzar una nueva vida?
Austríx decía que era gladiador y que solo eso sabía hacer, ¿no les pasa a ustedes día a día?
¿No nos animamos a cambiar solamente por el hecho de estar cómodos en lo que hacemos?
La rutina es peligrosa, es un arma de doble filo y debemos desafilarlo para que no nos afecte.
Debemos reinventarnos para que, cuando tengamos nuestro objetivo de libertad, no demos marcha atrás.

El judío y el nazi

Un recluso caminaba muy despacio, entorpeciendo el camino para todos.
Era su forma de revelarse contra la injusticia de estar retenido allí contra su voluntad.

-Todos los que ves en este lugar son culpables, Hans. Que su aspecto demacrado no te confunda, todos y cada uno de ellos merecen pagar por el daño que causaron.

Hans era un guardia nuevo, lleno de ansias de trabajar, pero se mostraba en duda sobre lo que se hacía en aquel lugar.
Su comandante le intentaba explicar la situación, para que se centre en el trabajo. Era un joven prometedor y con mucho futuro.

-Tú eres un joven prometedor y con mucho futuro y debes comprender que estos remedos de personas son los causantes de todos los problemas que hay, no solo nuestros, sino de todo el mundo, ¿puedes comprenderlo?

-¿Incluso los niños?- preguntó el flamante guardia.

-¿Los niños? Piénsalo Hans. Son niños educados bajo los preceptos de sus malnacidos padres. Los pobrecillos son víctimas de los mayores y ya no pueden ser salvados. Nuestro deber es darles un eterno descanso -el hombre hizo una pausa para mirar por la ventana- a todos.

-¿Por qué no los matamos en lugar de obligarlos a trabajar?

-No Hans, eso es lo que ellos quieren. Ser mártires. Primero deben trabajar hasta agotarse. Deben trabajar hasta que ellos mismos decidan morir. Deben reparar el daño que han hecho. Nuestro trabajo es ocuparnos de los rebeldes, los que se rehusen a trabajar o a morir trabajando. Hans, ellos mismos deben purificar su alma antes de partir, no lo olvides.

Hans rescodaba las palabras de su instructor al llegar al «pueblo».

-Camina, maldito judío de mierda.

El uniformado gritaba en un alemán ensordecedor a un hombre vestido con un pijama a rayas que caminaba muy despacio, entorpeciendo el andar de toda la fila.

-Venga, muevete de una puta vez. -Advirtió otro soldado, mirando tanto a Hans como al Judío, provocando ravia en el primero.

-¿No me has escuchado? Camina judío, camina. -Volvió a gritar Hans, poniéndose nervioso.

Sin embargo, no importaban los gritos que recibiera, el reo no modificiaba su lento andar. Los ruidos ensordecedores no le molestaban, es más, ni siquiera le afectaban y eso era porque aquel hombre, llamado Moisés desde su circunsición, era mudo y sordo de su nacimiento y nadie salvo él lo sabía. Aquel era su gran secreto, que le ayudó a endurecer y soportar las terribles tareas sufridas en aquel campo de concentración en donde miles de personas, desconocidas entre si pero unidas por la religión, vivían esclavizadas a causa del delirio de un hombre.
Moisés no podía quejarse con palabras, no podía gritar de dolor, no podía pronunciar llanto alguno y ni siquiera hablar con sus compañeros de habitación, sin embargo, aquella deficiencia se había convertido en su as bajo la manga.
Ser mudo lo había convertido en una fría roca de arena, dura por fuera pero totalmente frágil por dentro y ser sordo le hizo esquivar los gritos y amenazas aparentando gallardía. Fue gracias a sus cualidad que aguantó con vida hasta ser liberado.

Corría el último año de la guerra y Hans se había convertido en un gran soldado y en una parte importante en control del campo de concentración. Siempre bajo las sombras, se ocupó de no ser reconocido por ningún recluso para no ser incriminado.
Había escuchado rumores de que la guerra se estaba perdiendo y que los rusos pronto tomarían el «pueblo» y comenzó a planear su huida.
Nadie conocía ni reconocía su rostro salvo el único hombre que jamás le temió, el pobre y fatigado Moisés a quien admiraba profundamente.
Al poco tiempo comprendió el secreto que escondía el Judío, pero calló y lo observó trabajar día tras día viendo como laboraba sin quejas y como su salud se deterioraba con la baja del sol.
Durante varios meses lo observó, imponiéndole trabajos más arduos solamente para ver la reacción del otro. Su fascinación por el hebreo era inmensa hasta el punto que planeó utilizarlo para su plan de escape.
Aprovecharía su condición de fantasma para hacerse pasar por el hijo de Moisés y así escapar, sin embargo, todo cambió cuando lo citó a su oficina. Hans tenía preparada una pequeña comida de bienvenida que fue engullida en instantes por el Moisés. Débil, cansado, con incontables cortadas en el cuerpo pero dueño de una mirada de fuego. Todos esos eran los adjetivos que el soldado pensaba, pero al caer un pequeño sobre al suelo, Hans lo levantó más rápido que el otro y miró su contenido.
Su alma regresó a su cuerpo luego de estar ausente durante la permanencia en el campo de concentración. Una pequeña colección de fotografías de la familia del Judío, con sus padres, hermanos, primos y tíos, todos jugando y divirtiéndose le recordó mucho a las fotos que se tomaban en su casa cuando el era muy chico.
Ambas familias eran parecidas y Hans comprendió que aquel hombre no tenía la culpa de nada de lo que sucedía. Reconoció que ambas familias eran iguales y que el hombre no se merecía esta suerte. El golpe anímico que le provocó fue algo que no tenía pensado y durante todo el día lloró, no solo por lo que él había hecho sino por todo l oque estaba sufriendo encadenada aquella persona.
Un simple trozo de papel, unas pocas imágenes fueron el impulsor de la resurrección del alma en un hombre sin corazón.
Hans lloró y le juró a Moisés que cuidaría de él durante el resto de su vida.

Las siguientes semanas, las últimas del campo, Hans se encargó que ningún preso realice más labores y si no fuese porque ya todos los soldados abandonaban el lugar, no lo hubiese conseguido.
Finalmente los soviéticos liberaron el campo y Hans mantuvo su plan original de utilizar al viejo Judío para escapar, sin embargo, esta vez quería escapar junto a él y expiar sus culpas.

El tiempo pasó y Hans y Moshé no se convirtieron en amigos, ni con el pasar de los años. El haber sido partícipe del grupo que secuestró, torturó y asesinó a toda su familia lo hacía ser imperdonable y el más jóven lo sabía y aceptaba.

-No puedo cambiar el pasado, aunque lo desee con todas mis fuerzas- dijo -pero dedicaré el resto de mis días en hacer más placentera tu vida. Lamento mucho todo, Moisés, tú sabes que lo lamento y aunque yo no fui el causante directo de tus penas, si admito que formé parte de aquella banda de hijos de puta. -le repetía cada noche.

Hans le hablaba en lenguaje de señas. Había aprendido aquella forma de habla para poder comunicarse con su protegido, así hablarle durante los días y las noches, aunque siempre sin recibir respuesta.
El hombre alemán cuidaba del anciano judío a pesar de las quejas que este hacía con sus gestos. Sin embargo, el otrora soldado nazi le había jurado que cuidaría del otro hombre hasta el fin de sus días.
Ahora vivían en un pequeño pueblo en Suiza, en donde la paz reinaba y no eran molestados.
Moisés ya era un anciano y estaba bastante enfermo como para vivir por su cuenta y en cierto modo le gustaba ser atendido. Estaba claro que no le quedaban muchas primaveras por disfrutar.
Hans, antiguo miembro de la SS, mantuvo la promesa de cuidarlo hasta el final, incluso en el más allá,  a donde ambos llegaron al mismo tiempo…

¿Religión o chivo expiatorio?
Dividir y vencer.
Culpable es el otro.
Yo soy perfecto y tú no.
Mis problemas son por culpa tuya.

¿Les suena familiar?