Un despertar nada agradable

La Luna aún brillaba en lo alto cuando desperté.
Aquel nefasto sueño me había quitado el sueño y ya no pude volver a dormir.
Me levanté de la cama y miré por la ventana, intentando calmar mis pensamientos.
El exterior estaba tranquilo y en silencio, a diferencia del caos que pasaba por mi cabeza.
Me dirigí a la cocina, donde una botella de agua reposaba sobre la mesa. «Bendita agua» Pensé.
Agradecí que fuera aquella bebida y no la que había soñado, que era un líquido negro y espeso, como el petróleo.
La casa estaba en silencio, pero mis pensamientos seguían revueltos. Lo que había experimentado había puesto en alerta a todo mi ser.
Llevaba puesto el pantalón de dormir y tenía el torso al descubierto, al igual que en el imaginario.
Miré por la ventana, hacia la calle. La calma reinaba. Pocos autos circulaban en aquellas horas y el único movimiento constante era el silencioso cambiar de luces de los semáforos. No había viento, no habían ruidos de pesados vehículos, ni siquiera el ruido de animales callejeros. Todos descansaban.
Miré hacia arriba, fijando la vista en el cielo. La Luna brillaba con su palidez habitual, acompañada de las pequeñas luces de las estrellas del firmamento.
Ver que no habían más luces extrañas me calmó un poco. En mi sueño, varias luces que consideraba como estrellas, resultaron ser otras cosas, más pequeñas, rápidas e invasivas que se movían por el cielo a gran velocidad.
Al recordarlo, me alejé de la ventana. Mi corazón volvió a acelerar al sentir que algo aparecería allí y me tragaría con una fuerte luz blanca. Pero nada pasó. Todo estaba dentro de mi cabeza.
Regresé a la cama para intentar volver a conciliar el sueño, pero mis ojos se negaron a permanecer cerrados. Algo en ellos temía caer en la oscuridad del descanso y permanecían alertas.
No los puedo culpar. No era la única parte de mi cuerpo que se negaba a rendirse al cansancio. Mi cerebro, el que creó aquella pesadilla, era el que más alerto estaba. Dio una orden y mis sentidos se agudizaron, permaneciendo en estado de alerta.
Los minutos pasaron y cada segundo transcurrido era una pluma de serenidad apoyada sobre mi seno.
Finalmente me había relajado por completo y acostado en la cama dispuesto a terminar la noche. Mis ojos se cerraron lentamente mientras que me perdía en mis sueños.

«PUM PUM PUM»

El golpe me despertó, pero no del todo. Seguía mareado por el súbito despertar. «¿Qué fue eso?» Pensé, aunque ya conocía la respuesta. Fueron tres golpes a la puerta de mi departamento. Miré el relój y los números anunciaban el comienzo de una nueva hora. Seguía siendo de noche, de madrugada.
Me levanté con pavor, preguntándome quién llamaría a la puerta a altas horas de la noche.
Gran parte de mi tenía miedo y se negaba a responder al llamado. Finalmente me levanté y caminé sigilósamente, evitando que mis pasos sean escuchados por quien fuera que estuviese del otro lado.
Por debajo de la puerta de entrada se veía oscuridad. «Mal indicio» pensé mientras que continuaba mi lento caminar.
Primero apoyé el oído sobre la puerta y escuché. No había ruido alguno. Luego posé mi ojo derecho en la mirilla. La oscuridad impedía ver la totalidad del pasillo, sin embargo, no parecía que haya nadie allí. Poco a poco me fui calmando.
Regresé a la cama luego de haber tomado un poco de agua. Por suerte me pude acostar y los ojos se cerraron sin tanta lucha. Estaba muy cansado.

«PUM PUM PUM»

Nuevamente desperté. Otra vez el ruido, aquel ruido me despertó. Eran golpes, de eso no había duda, sin embargo, en esta oportunidad estaba más despierto y entendí que no venían de la puerta principal sino que venía de la cocina.

«PUM PUM PUM»

Nuevamente escuché el ruido y esta vez fui testigo del mismo. La tormenta eléctrica anunciada para la mañana estaba adelantándose unas horas y el viento ya había comenzado a soplar. El ruido provenía del golpeteo de uno de los cables del edificio, presuntamente el cable del servicio de televisión que golpeaba bruscamente contra los ventanales de mi casa en una perfecta trilogía armoniosa.
Me relajé por un instante, aunque en ese momento temía que aquel duro cable pueda atravesar las ventanas.
Por un instante me quedé allí pensando en como atrapar aquel elemento como para que no siga golpeando. Mientras que pensaba, miraba a la calle. La tormenta eléctrica había comenzado y el cielo era bañado con rayos y relámpagos constantes. Unos instantes después, los truenos resonaban en la ciudad, algunos con ruido más potente y otros más alejados.
Había algo extraño en aquel paisaje, algo muy familiar. Algo así había sucedido en el sueño que me despertó al inicio. Sentía como si todo esto ya lo hubiese vivido en mi mente y comencé a temer.
Un rayo cayó justo frente a mi. Mis ojos fueron cegados por el tremendo brillo y lo único que pude ver por unos instantes fue todo blanco, como el Flash de una cámara. Unos instantes duró mi vista así, lo suficientes como para que me orine encima del miedo. Durante esos instantes, vi como unas pequeñas figuras negras se movían a extrema velocidad en aquel mar blanco. Resaltaba mucho como para no ser notados y temí. Temí porque sentía que esto lo había vivido.  Sentí como era succionado por una de ellas mientras que de otra emanaba una sustancia negra que se introducía dentro mío.  Antes de perder el conocimiento, logré escuchar un susurro que decía «la muñeca, la muñeca».
A la mañana desperté en mi cama. La cabeza me dolía y no podía recordar como es que llegué allí. Me dirigí al baño para ducharme y al desnudarme me miré al espejo. Sentía una molestia en la mano izquierda y al mirar mi muñeca, noté una marca que antes no tenía. Un círculo, del tamaño de una moneda había sido marcado en mi piel, junto con unos leves relieves. Poco a poco fui recordando el sueño de la noche anterior y el último susurro antes de quedarme dormido, el susurro que hablaba sobre «la muñeca», sobre mi muñeca.

«Por dios». Pensé. «¿Qué me ha pasado?»

Aquel día me sentí extraño y con miedo. Miedo al día, a la noche. Miedo a la gente y a la soledad, pero principalmente, miedo a volver a dormir.

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