Archivo por meses: febrero 2019

Ingenuo amor (final)

-Prometeme que esto- le dije, señalando a sus muñecas en recuperación -no va a pasar más.

-Te lo prometo- me respondió, pero no le creí.

-En serio te hablo. No sos una loca demente, no necesitás esto ni tampoco drogarte.

-No me jodas, en serio. Dejame hacer lo que se me cante el ogete.

Sabía que no iba a ser fácil.

-¿Querés el cuchillo? No te das cuenta lo mierda que estás ahora. Cortándote, drogándote, sin estudiar, sin trabajar…

Parecía que mis palabras empezaban a tener efecto.

-¿Estudiar? Si lo intenté y no aprobé.  No sirvo para nada, soy tonta.

No me animaba a hacerle daño. Era verdad, no era buena para las ciencias duras y estaba empecinada en estudiar esas carreras.

-Intentalo de nuevo. Seguro que te va a ir bien -mentí. -Yo te ayudo.

Ella me sonrió y trajo los ejercicios de matemática del examen. En mi cabeza eran sencillos, pero para ella eran como escalar una montaña sin llevar un tanque de oxígeno.

-Es una mierda todo, soy una tarada- lloró.

-Vamos. No son tan complicados, un poco de paciencia solamente.

-No. No los entiendo, no quiero más.

-Bueno. No te queda otra que elegir otra carrera.

-Ni loca.

Caminar por el campus universitario con sus apuntes de ecuaciones, sentarse en la biblioteca llena de gente lista y aspirar el aire de una de las carreras más difíciles que se puedan hacer le llenaba intelectualmente y no quería perder esa sensación.

-¿No te das cuenta que no sos buena en matemáticas?- exploté.

Me acurruqué a su lado. Tenía miedo de su respuesta, pero quedé gratamente sorprendido por la reacción, como si lo único que necesitara era que alguien le hablase de esa forma.

-Tenés razón. Tenéz toda la razón. No sirve que lo siga haciendo. ¿Qué carrera puedo hacer?

La respuesta era tan obvia para mi como para ella.

-Arte- le dije, levantando un brazo.

Sus dibujos eran muy buenos. Su trazo limpio y prolijo y era creativa en sus diseños. Sin embargo, en su cabeza era una carrera de poco prestigio. Debía hacer el cambio de mentalidad antes de comenzar.

A la mañana siguiente me llamó para decirme que lo va a hacer y me pidió que la acompañe para anotarse. Se la veía contenta y más aún lo iba a estar con la noticia que yo tenía para darle.

-Te conseguí trabajo. Medio tiempo como asistente en un pequeño negocio de ventas. Un trabajo sencillo y que te va a dar un poco de dinero.

Aquel fue el principio de la nueva vida que le ayudé a que tenga y noté como poco a poco ella fue madurando.
Había hecho un cambio tan grande que ni siquiera los padres, que se habían reconciliado, lo podían creer, pero nadie, absolutamente nadie, me dio crédito por ello.
Lejos habían quedado las drogas y las mutilaciones y, al parecer, también yo.
Me evitaba, no me hablaba y casi no nos veíamos. Menos que menos hacíamos el amor, una práctica que quedó en desuso en nuestra relación.
Con el paso del tiempo, ella ya había logrado una nueva vida, muy distinta a la anterior y en sus planes no estaba yo.
Pensé erroneamente que haberle salvado la vida fuese suficiente como para que se quede a mi lado, pero fue todo lo contrario y fue el punto del fin para mi estadía en su corazón.

Después de 4 años de relación, me llegó el rumor que ella estaba en una relación formal con otro, mientras que estaba «oficialmente» conmigo. En las fotos de las redes sociales los describía como un amigo, un amigo que luego pasó a tener derechos y que finalmente se convirtió en su pareja y todo esto a mis espaldas porque las fotos que subía eran privadas y además yo no era miembro de aquella flamante red social.
A pesar de todo yo seguía feliz. Tenía novia que por fin era feliz y aunque la veía poco, me imaginaba un futuro más serio, juntos. Yo estaba seguro que me amaba tanto como yo a ella, pero como dice la canción, todo tiene un final y todo termina.

A punto de entrar a rendir un examen parcial, me suena el móvil. Era ella pidiéndome que nos veamos de forma urgente.
Acudí al lugar de encuentro, una casa de comidas rápidas y apenas nos sentamos a comer me dijo que ya no quería continuar juntos y me confesó que estaba saliendo con otro y que estaba enamorada de él.
Después de incontables engaños, despues de haberle salvado la vida, después de ayudarla a crecer, después de tratarla durante años como una reina, me pisotea y me deja tirado en al arcén, dejando mi corazón destruido frente a la mirada de varios comensales.
Quedé mal. Me costó regresar a mi casa. Mi caminar era lento y desganado. Lloré, lloré mucho encerrado en mi habitación y no quise salir en varios días. Mis padres se preocupaban por mi pero yo fingía que estaba bien y que estaba estudiando. Les mentía todos los días para que me dejaran solo, solo con mis lágrimas.
Desde aquel primer día la llamé una y mil veces. No atendió ninguna de las llamadas.
Agoté todo el saldo del móvil en mensajes de amor y no recibí ninguno.
Fui a buscarla a la salida del trabajo pero nunca la encontraba.
Había desaparecido y en un mes de que me hayan dejado, solamente recibí un mensaje de texto de su teléfono diciendo que no la busque más.
Mi cabeza no lograba entender como había llegado a esta situación y qué es lo que había hecho mal. Le mandé varios mensajes pidiéndole disculpas por todo y que quería estar con ella. Tenía miedo a quedarme solo por el resto de mi vida, a pesar de que por dentro sabía que iba a estar mejor sin ella.

Y así los días fueron pasado, luego las semanas y los meses y yo pensaba cada día en ella. Veía las fotos y añoraba volver a aquellos tiempos de felicidad.
Ya no le mandaba mensajes, pero revisaba las fotos que colgaba en Internet examinando que tenía el otro que no tenga yo. Más dinero era lo obvio. Mientras que yo apenas podía pagar unas cenas en restaurantes y algunas salidas y regalos, con el otro ostentaba una buena vida de viajes, autos y departamentos propios.

Pasado un año me permití olvidarla y comenzar a sonreir nuevamente.
Había conocido a una chica, quien sabe como, que poseía una mirada tierna.
Ella realmente me quería, se le notaba en el rostro.  Se trataba de una persona totalmente distinta a mi primer amor.
Tiernos abrazos, dulces besos y dueña de un corazón noble. Más de una vez me sorprendió planificando salidas según mis gustos. Que se interesaran en mi era una nueva sensación.
Geacias a ella pude comenzar a olvidar, pero la herida dentro mío no estaba cerrada y los puntos se abrieron cuando recibí su llamada.

-Necesito verte urgente- me dijo sin posibilidad de negarme.

Mi cabeza fue una nube de pensamientos y tenía miedo a caer nuevamente en sus encantos.
Mis miedos y temores se hicieron realidad. Ella estaba exactamente igual que la última vez que la vi. Me saludó con un beso en los labios, que no esperaba y no pude evitar, y me habló incongruencias sobre llamados que podía recibir y posibles amenazas. No entendía nada de nada pero tampoco prestaba atención a lo que decía. Estaba inmerso en su ser, nuevamente había quedado cautivado por sus encantos.
Pocos minutos después, se despidió y yo volví a ser quien era un año atrás.
Me separé de la pareja que tenía y me enfoqué en volver a conquistar a aquella misteriosa mujer.

Regresé a mi amargura y soledad, incrementada ahora por el enojo de otra mujer a la cual dejé cruelmente.
Volvieron a pasar los días, las semanas y los meses y yo seguía estando triste.
Casi un año después, luego de un esfuerzo sobrehumano mío de evitar a toda costa ver sus fotos en Internet, decidí volver a verla para poder encararla y cerrar esta historia. La cité en una pizzería y le obligué a que fuera, me lo debía. Quería terminar con todo esto.

Quería terminar con el ingenuo amor.

Ingenuo amor (parte 5)

Por dentro sabía que me engañaba, pero no quería admitirlo. Yo estaba feliz y era todo lo que me importaba.
Era tan evidente que hasta mis amigos, los pocos que me quedaban y mis hermanos me decían que no podía estar más con ella.
No les hice caso a ninguno y de a poco los fui apartando. No creía en sus palabras, no creía que lo hacían por mi. Suponía que todos estaban cansados de verme tan contento y con tanta vida que querían que vuelva a ser el tímido papanatas de siempre.
El tiempo les dio la razón, a cada uno de ellos y por suerte para mi, el tiempo no fue cruel y me permitió volver a juntarme con quienes aparté en mis momentos de falsa alegría.

Yo estaba en mi segundo año en la carrera y ella había terminado el secundario y deseaba seguir mis pasos en la facultad, queriendo perseguir un imposible.
En el colegio público no le brindaron una base matemática y hacer el ingreso en la universidad le fue imposible, literalmente. Yo sabía que no poseía gran inteligencia analítica pero no pude decir que no al verla todos los días en el campus.
Dentro de ese periodo, sus padres se separaron y ella se mudó, junto a su madre, a la casa de sus abuelos en las afueras de la ciudad a más de una hora en transporte público de mi.
Salvo en la facultad y los sábados, ya no nos veíamos y eso causó un mayor deterioro en la relación. Se la notaba muy triste, aún más cuando le dieron las notas del curso de ingreso y en matemáticas y física su inminente cero se hizo presente y no le fue permitido el ingreso a la carrera.

Al poco tiempo, a mis oídos me llegó la versión de un nuevo cuerno sobre mi cabeza. De estas versiones me llegaban muchas, pero no le daba importancia a ninguna, yo confiaba en ella. Sin embargo, esta vez vino con evidencia en video y no lo pude negar.
Fui a su casa sin siquiera saber si estaba o no en ella, decidido a acabar con todo esto. Estaba ya cansado de tantos rumores de engaños que podían ser ciertos. ¿Qué valgo yo en todo esto?

Casi una hora después, llegué y toqué timbre. Todo el tiempo del viaje lo agoté repitiendo las palabras para dejar y terminar todo, pero nada me preparó para lo que estaba por ver.
Me abrió la puerta un zombie, una persona más viva que muerta. Pálida, completamente blanca estaba. Su bronceado de color dorado había desaparecido. No podía creer su estado si la había visto apenas una semana atrás.
Prácticamente se derrumbó en mis brazos, sin fuerzas.

-Tengo hambre, mi amor- me dijo en un susurro.

Me acongojé. No pude pensar en nada más que ayudarla.
Salí corriendo a comprar algo de comer tanto dulce como salado y volví a su lado.
Ella comió como pudo y se quedó dormida. La llevé a la cama y le saqué el abrigo al acostarla y al hacerlo, entendí todo.
Sus muñecas, tapadas por el suéter estaban cubiertas por una gaza blanca manchada de rojo.
No podía creer lo que mis ojos estaban viendo. Revisé su cuarto y en un rincón encontré dos cuchillas de afeitar con el filo cubierto de sangre.

«Dios mío» pensé.

Me quedé a su lado, mirándola con pena. Sabía que no estaba pasando por un buen momento, pero tampoco creía que pudiese llegar a tanto.
No había nadie más en la casa, todos se habían ido de viaje salvo ella que se quedó con la excusa del estudio.
Unas horas después, despertó, si cara estaba tomando color.
Al abrir los ojos y verme, lloró. Me confesó que me había engañado con un amigo y me contó que no recordaba nada más porque le habían dado para fumar y ella fumó más de la cuenta (aunque para mi, un poco ya era más de la cuenta).

-Calma, calma- le dije al ver que volvía a ponerse pálida.

Las heridas se le volvieron a abrir y se quedó dormida nuevamente, momento en que aproveché para salir a comprar alcohol y gazas nuevas para limpiar los cortes.
Durmió hasta entrada la noche, cuando despertó, miró sus cortadas y me habló con su tierna voz angelical.

-Gracias-me dijo, sin fuerzas. -Me salvaste la vida

«Me salvase la vida», unas palabras que me rompieron el corazón. No podía dejarla, no podía abandonarla. Estaba en un pésimo momento y yo debía ayudarla. Todo lo demás, los engaños, las mentiras y las drogas habían pasado a segundo plano.
Me propuse sacarla de aquel pozo y encaminarla a lo que yo creía que era una vida correcta de estudio y trabajo.
Seguía siendo la mujer de mi vida y ahora yo era el de la suya, el que la había salvado y eso nunca lo olvidaría.

Ingenuo amor (parte 4)

En aquel entonces vivía volando. El cielo me quedaba muy abajo y sentía que moraba en el paraiso.
Aquellas primeras sensaciones de placer eran muy grandes para mi pero pequeñas para ella que buscaba constantemente nuevas posibilidades, nuevas poses y nuevas formas de amor.
Terminaba el año escolar, me graduaba del secundario y llegaba el momento en que se organizaba y planeaba el viaje de egreso del colegio. Durante aquellos meses su actitud cambió y se volvió fría y hostíl conmigo.

-Te querés ir para acostarte con todas las mujeres que te encuentres. Admitilo.

Aquella frase se repetía constantemente. Demostró ser muy celosa, hasta llegar a límites insospechados para mi en ese entonces.
Gritos, amenazas, llantos, incluso varias veces me dijo que si me iba nuestra relación se terminaba.
No podía comprender que le pasaba por la cabeza, pero le aseguré mil veces que no pasaría nada durante el viaje.

-No va a pasar nada, quedate tranquila.

-No te creo- me reprochaba.

-¿Cómo querés que te lo demuestre? -atiné a decir.

Ella pensó durante un momento y se fue de la habitación, regresando unos segundos más tarde con una birome y una hoja de papel. Me entregó una nota de compromiso.

«Yo…» tenía que completar mi nombre «me comprometo a no engañar a…» tenía que poner el de ella «y a no olvidarla durante el viaje…»
Una nota comprometiéndome a serle fiel y llamarla todos los días. Una nota que en su momento consideré muy tierna y un lindo gesto. Ella era el amor de mi vida, mi primer y único amor y no quería hacer nada para perderla. Quería estar con ella para siempre y ahora sabía que ella también quería lo mismo.
Luego de eso, la sonrisa le regresó al rostro, pero con ciertos matices falsos. Ella estaba más segura que yo que algo pasaría en ese viaje.

El viaje y llegó y se fue como una estrella fugaz. Todo había pasado demasiado rápido y no veía la hora de volverla a ver. Fueron diez días alejados de mi familia y sin embargo solamente pensaba en verla a ella.
El recibimiento que me dio no fue el abrazo que esperaba y mantuvo distancia al reprocharme que me había acostado con otras mujeres.
Mi cara de alegría por verla se borró y fueron reemplazadas por una más sombría.

-No hice nada- le reproché.

Ella no lo creía. -No me mientas, ya me lo contaron- recriminó.

-¿Quién?

-Mis amigos, todos me dijeron que en el viaje se está con mucha gente.

-Son todos tarados, no estuve con nadie más. Yo te quiero a vos. -intenté abrazarla pero me apartó.

Aquella tarde ella permaneció en silencio. Yo intentaba hablarle pero era todo en vano, mis palabras no penetraban en su gélida armadura.
Me senté en la computadora para jugar y distraerme un poco y fue allí cuando todo comenzó.
Ella había dejado el programa de chateo abierto. La última conversación que había tenido era reciente y era con su mejor amigo. Al subir en la conversación pude leer frases como «Te va a engañar», «Es obvio que te engañó», «Es un tarado».  Era evidente que yo no le caía bien, sin embargo lo siguiente que leí fue mi primer límite. «Me gustó mucho lo del otro día, sos una genia. Quiero repetirlo».

Yo era demasiado ingenuo pero aquello ya saltaba a la vista. La llamé, le mostré la conversación y  su actitud se volvió amenazante.

-¿Quién te dio permiso de leer mis conversaciones?

-¿Qué es esto?- le reproché, ignorando su evasiva.

-Nada- respondió, mirando hacia un costado.

-¿Todo este tiempo diciéndome que yo te engañe con esta y con la otra cuando la que me engañó fuiste vos? -levanté la voz.

Ella seguía mirando al suelo, estaba callada.

-¿Cuantas veces fueron?

-Una -respondió en un susurro.

-No quiero que lo veas mas -fue todo lo que se me ocurrió y fue el punto de partida que ella utilizó para el contrataque.

-Es mi amigo, lo voy a ver las veces que quiera y vos no tenés nada para criticarme porque se bien que te acostaste con varias durante el viaje.

Yo no lo podía comprender. No solamente yo no había hecho nada sino que ella fue la que engañó y encima lo criticaba.
Aquel día nos separamos y no nos volvimos a ver hasta la mañana siguiente cuando se me acercó, me dio un beso en la mejilla y me pidió perdón con una voz angelical.
Yo la perdoné y aquella situación quedó en el olvido. Aún sellaba con fuego mis palabras de que ella era la mujer de mi vida, sin embargo, le había abierto la puerta para que se salga con la suya en este tipo de situaciones.

Ingenuo amor (parte 3)

A los pocos días la pasé a buscar por la casa.
Ya nos habíamos dado aquel primer beso y ahora tenía mis dudas sobre como debía saludarla. ¿Debía de darle un beso en la mejilla o en los labios?
Era un mar de nervios y preguntas. Era todo nuevo para mi y no sabía como debía reaccionar.
Contrario a mi, ella era decidida con lo que quería y sin dejarme entrar en dudas, me saludó con un fuerte beso en la boca.

«Bien» Pensé. Una pregunta menos. De ahora en más la saludo con un beso en la boca. «Vamos avanzando» me dije.

Pasaron los días y semanas. El año finalizó y comenzó uno nuevo.
Con dieciseis años estaba cursando el último año del secundario. Era el más joven de la clase por un gran margen siendo que algunos chicos estaban próximos a alcanzar la mayoría de edad.
Me adelantaron un año escolar gracias a mis notas, pero la inteligencia analítica que tenía para el estudio no se traducía en inteligencia emocional y es por eso que caí en el ingenuo amor.

Mi cabeza dejó de pensar en el estudio, aunque en realidad nunca lo hacía, y se concentraba en estar con ella, en oler su perfume, en sentir tu tacto y en disfrutar del sabor de sus besos.
Yo me sentía más cómodo y relajado y ya me animaba a besarla en los momentos en que quería. Ya no le tenía miedo al contacto de nuestros labios, sin embargo aún faltaba algo.
Faltaba el contacto físico, el roce de nuestros sexos.
Finalmente llegó el día, no lo planeamos pero lo pensábamos en silencio. No solo sería nuestra primera vez juntos sino que sería la primera vez de cada uno.
Acostados los dos en su cama, nos tomamos de la mano y nos comenzamos a tocar, sintiéndonos. Luego tomé un preservativo y me lo coloqué como pude. Me puse encima de ella y la miré a los ojos. Ella me miraba fijo, su cara totalmente roja, mezcla de excitación y de temor.
En ese momento intentaba pensar en ella. Sabía que la primera vez era dolorosa para una mujer, pero la verdad es que pensaba en mi y en estar concentrado para que los nervios no me ganen.
Lentamente comenzamos. Yo me puse rojo, a tono con el color que ella ya tenía. Aquella primera sensación de pentración es algo que no se olvida. Escuchar el ruido que generaba mi movimiento, verla a ella apretar los dientes por el dolor que sentía y notar como nuestros cuerpos se incendiaban era un festín de emociones.

-Pará, pará.-me dijo en voz baja.

No habían pasado ni dos minutos desde que comenzamos hasta que nos detuvimos, pero ella ya no aguantaba el dolor.
Le hice caso, me detuve y al retirar mi miembro de su sexo, lo ví rojo, totalmente cubierto de sangre y me preocupé.
Le llené de preguntas de que si está bien y de que me disculpe por lastimarla. Creía que el dolor y la sangre se lo provoqué yo y me sentía muy mal por eso.

-Perdón, perdón- le insistí.

Finalmente me explicó que el dolor y el sangrado son normales la primera vez y que no debía preocuparme.
¿Cómo iba a saber yo eso? Si era un tonto niño ingenuo. Igualmente no pude dejar de sentirme culpable por lastimarla.
Comenzaba a tratarla como una reina, haciéndome a mi responsable de todo el sufrimiento que ella tenía y convirtiéndome en el paladín de su felicidad.
Si discutía con sus padres era mi deber calmarla. Si le iba mal en el colegio era mi deber ayudarla. Si salíamos a la noche, era mi deber acompañarla a la casa para asegurarme de que llegue a salvo y si me engañaba era mi deber perdonarla al creer que era por mi culpa que lo hacía, pero para esta parte aún falta y en este momento la relación estaba en su esplendor.

Poco a poco fuimos haciendo el amor sin llegar al climax, preparando el terreno para dejar de lado el dolor y abrazar el placer. Debo mencionar que yo seguía siendo tímido para el sexo, pero ella floreció como un jazmín en primavera y su aroma fue intoxicante para todo hombre y mujer que se le cruzace.
Luego de ocho meses de relación, finalmente logramos tener una buena y completa sesión de amor.
Había abierto la puerta a un mounstruo de gran apetito lascivo y yo lo estaba disfrutando.

El acabose de mis tiempos

-Ya está, me cansé de toda esta mierda. Hasta acá llegué y acá me planto. Renuncio

Ya sabía que nadie me escuchaba. Estoy solo, como siempre y hablo solo, como siempre.
Mi única compañía es la televisión, sintonizada en el canal de noticias.
Demente soy al escribir esto mientras escucho los panoramas negros sobre el futuro del país.

-Tanto esfuerzo, tanto sacrificio, para nada.

El noticiero hablaba sobre la suba de precios en la canasta básica.

-Me cansé de todo esto. Maldita profesión desagradecida, maldito mundo de contactos, maldito yo al darme cuenta de esto tan tarde.

La nota por la suba de los precios continuaba y ahora hablaban sobre el alza en el valor de los servicios.

-A menos que tenga una señal ahora mismo de que mis escritos son tenidos en cuenta, entonces dejo esto para siempre.

Nuevamente el silencio entre mis pausas era solamente interrumpido por las palabras del conductor del noticiero, pero de mi pedido, cero señales.

-Algo…por favor. Lo que sea. Un mínimo indicio de que tantos años de escritura y tantos libros publicados no hayan sido en balde.

Nada. Nada de nada sucedía. Lloré.

-ADIOS.

Mi última memoria. Dejo todo esto, lo abandono. No recibí ni una señal, ni un solo atisbo de esperanza. Me voy, quédense ustedes acá. Intentaré rehacer mi vida con un nuevo y mejor futuro que no dependa de contactos. La escritura está muerta para mi. Lo siento.
Les dejo el noticiero encendido para que no se aburran.

«Lamentablemente las cosas aumentan sin contról. Pero para no quedarnos con tan mal sabor de boca, queremos finalizar el programa con un cuento intitulado La Inflación, extraido de la página humor pensante punto com. Un cuento triste, con final cómico, para ayudar a entender este maldito fenómeno que nos acosa desde hace años. Por cierto, les recomiendo que visiten esa página, van a encontrar todo tipo de cuentos e historias.»

José, el gran libertador

Me consideran un prodigio en el arte de la guerra. Una profesión obsoleta en el siglo veintiuno, pero que en cualquier momento puede llegar a ser de utilidad nuevamente.
Mis notas resaltaban y mis aportes eran tenidos en cuenta. La estrategia era un juego de niños para mi y en cada juego, prueba o simulador al que me enfrentaba, rompía todas las marcas establecidas.
Desarrollé teorías de planes de defensa para ejércitos con poco armamento y mucho espacio para defender, como el de mi patria y creo que fue a causa de esto que recibí una carta del gobierno de los Estados Unidos para realizar una capacitación con ellos.
La idea de aprender del mejor ejército del mundo, de los mejores estrategas y conocer las mejores tácticas me ilusionó a tal punto que creía que me convertiría en un super espía y que conocería los más oscuros secretos de la humanidad.
Exageraba, lo sé, pero estaba muy emocionado al pensar que el país más poderoso me buscaba a mi, a un simple poblador de las llanuras pampeanas.
Debía viajar en dos meses luego de superar un curso intensivo de inglés, pagado por ellos, ya que las capacitación se daría en ese idioma.
La base militar a la que llegué era todo con lo que soñaba. Un gran castillo en medio de un gran predio lleno de hangares y armamento. Militares por doquier y uniformes con estrellas y bordados. Cuantas cosas deseaba aprender y cuantas ganas tuve de conocer sus secretos militares. Sin embargo, nada me había preparado para lo que escuché en la primera de las clases a las que asistí.

-Estás preparado- me dijo Luque, un compañero de clase y creo que el único que hablaba castellano como yo.

-Si- le respondí, emocionado. -Aprenderemos sus tácticas y secretos.

Nos estrechamos fuertemente la mano, ambos compartíamos la misma emoción.

Luego ingresó el instructor. Se trataba de un hombre entrado en años y con una cara dura sin ganas de sonreir. Se trataba de un general retirado del ejército yanqui y llevaba puesto un uniforme con varias condecoraciones que le daban aires de grandeza.
Mantuvimos el silencio para escuchar atentamente la clase (y porque el inglés no era nuestro fuerte).

«José de San Martín. Criollo y libertador en sudámerica, fue el mayor estratega de su siglo. Contemporáneo al legendario Napoleón Bonaparte, este hombre desconocido para nosotros, mantenía ideales forjados con fuego, ideales de libertad como los de nuestros padres fundadores. Un hombre de cuyas estrategias en el campo de batalla permitieron la liberación de manos españolas de un terreno de mayor extensión que el nuestro y con menor cantidad de población y de armas.
El mismo Napoleón aprovechó el avance de San Martín para poder atacar y conquistar España. Conociendo la intención del general francés, el argentino movió las piezas de su ajedréz para actuar en su tierra natal cuando los españoles y los franceses estuvieran en guerra.
No hablaremos sobre historia, sino sobre los planes de este caudillo, sobre como utilizó a Napoleón y a los ingleses para su propio beneficio, sobre como atravesó la cordillera más dificil de cruzar a pie para ayudar a sus vecinos y de como recorrió miles de kilómetros al frente de su ejército para continuar expulsando a los españoles y darles libertad a cada pueblo.
Dejaremos de lado la historia y la política para adentrarnos en las proezas del mayor estratega de su siglo y probablemente, de la historia, Don José Francisco de San Martín.»

Luque y yo nos miramos. Eramos los únicos latinos. Él siendo peruano y yo argentino eramos los que más conocíamos sobre las hazañas de nuestro libertador. Habíamos viajado tanto para conocer los secretos militares de esta superpotencia y terminamos repasando lo mismo que aprendí de chico, en mi pampa nativa, en el culo del mundo.

«EL SECRETO DEL MÁS GRANDE ES APRENDER DEL MÁS PEQUEÑO»