La historia de amor y humor con el título más largo que se haya podido inventar al no saber que título corto ponerle y dejarle simplemente este tan largo nombre que representa el drama oculto al no poder pensar un buen título

Una historia de amor un poco complicada, aunque con un final bastante placentero.

Se conocieron durante el «verano infame».  Aquellos días, la temperatura alcanzó niveles históricos en la ciudad y muchas personas desobedecieron las estrictas leyes de espacios públicos, refrescándose en fuentes y lagos.  La policia, no solo no lo impidió sino que en varias oportunidades se sumó a los infractores en busca de alivio, dejando sus puestos descubiertos. A fin de cuentas, hacía demasiado calor como para delinquir.
A casua de esto, se lo denominó como «verano infame». Fueron varios días en que la gente se desesperaba por algo de frio, un gota de aire.
Lógicamente, los cortes de luz eran constantes. No solo el calor impedía el correcto funcionamiento de las plantas eléctricas, sino que la demana era tanta que provocaba que todo el sistema sobrecalentase.
Para solucionarlo, se dictaminaron cortes secuenciales en los distintos distritos de la ciudad y se cerraron los centros comerciales, los cines y todos los grandes consumidores de energía eléctrica hasta que el calor pasara.
Algunos científicos atribuían el calor a una súbita aparición de magma desde el centro de la tierra, que se posicionó muy cerca de los cimientos de la ciudad, de las napas y de las cloacas, provocando grandes estragos en las mismas. Otros que eran a causa de una actividad anormal del sol. En eso no se ponian de acuerdo, pero, por suerte, todos dijeron que el calor bajará con el paso de los días y de las semanas.

La gente caminaba por las calles con la menor cantidad de ropa que les era posible llevar sin llegar a ser considerado vulgar.
Los hombres menos púdorosos andaban con el torso desnudo, ojotas y bermudas. Las mujeres, en cambio, con pollera y musculosa, aunque varias más atrevidas salian con un short y con la parte superior de la bikini.
El sol «pegaba» tan fuerte que todos estaban con un bronceado dorado en sus pieles.
Por otro lado, los ancianos y los niños eran los que más sufrían, aunque los dejaremos de lado porque esta es una historia de amor y de humor.

Luciano estaba transpirando. Su sobrepeso le hacía tolerar aún menos el calor sofocante y la transpiración se hacía presente entre los numerosos pliegues de su piel y para aguantar el calor pensó en ir a la playa, que era uno de los pocos lugares en donde no se avergonzaba de su cuerpo. Sin embargo, el conocía un lugar oculto para el resto, donde nadie le molestaría.
Estaba solo, sentado en las orillas del pequeño lago que atravesaba la ciudad, en un sector donde el gobierno había creado una playa artificial.
Para crear sombra, poseía una sombrilla que colocó sin miedo a que sea llevada por el inexistente viento y se tumbó en su seno.
Estaba tranquilo, mirando el agua a traves del oscuro tono de sus anteojos de sol.
No muy lejos de allí, un grupo de 3 chicas jugaban al volley. Luciano, intentando ser educado, intentaba no mirarlas, aunque los ojos se movían solos de vez en cuando.
Para resistir la tentación, se recostó, apoyando las manos en su gran barriga y se quedó allí, estático, mirando a la nada misma y cerrando la mente.

Carla, Romina y Tamara estaban jugando al volley. Saltando y riéndo, parecía que la estaban pasando bien. El lugar que habían elegido de la playa era poco concurrido, sin embargo, la presencia de las tres bellas mujeres atraían a más de un depredador. Aunque todos eran rechazados, las amigas seguían atrayendo visitantes y poco a poco la playa fue siendo cubierta en su pequeña extensión.
Al llegar el mediodía, momento en que el sol era más fuerte, la arena comenzó a quemarles los pies y las tres chicas se despidieron. Carla y Romina caminaban plácidamente mientras que salían de la playa y eran acompañadas por varios hombres en busca de una oportunidad, pero Tamara tenía un gran problema y era que no podía encontrar sus ojotas. Las buscó durante los pocos minutos que sus pies aguantaban el quemor de la arena, pero sin suerte y comenzó a correr. El asfalto de la ciudad estaría aún más caliente y en la playa no había rastro de sombra salvo el de una sombrilla.
Tamara corrió y se tiró debajo de la sombra, llenando a Luciano de arena.

-Perdón-Le dijo. -No te vi.

Acto seguido, le ayudó limpiarse provocando en Luciano una gran erección. Al verla, ella rió.

-Perdón, otra vez- Dijo. -¿Te ayudo?- Le dijo, guiñándole un ojo.

Tamara no solo tenía un cuerpo fenomenal y una sonrisa hipnótica, sino que emanaba buena energía y así lo sintió el miembro de Luciano, quien era casi todo lo contrario a ella. No era tímido, pero no cuidaba de su cuerpo como aquella mujer y sobre todo, tenía una actitud seria que emanaba tantas vibras negativas como se podía.

-Perdí mis ojotas y vine corriendo en busca de sombra. Mis pies se quemaban.

Luciano dudaba de la historia, aunque dudaba más de que ella había elegido voluntariamente acercarse a él, así que le creyó, esperando que no sea un plan para quitarle la sombrilla.

-¿Cómo están tus pies?- Le preguntó, sentándose.

-Calientes-respondió ella -como tu amigo.

Tamara rió. Su intento de provocar una sonrisa en Luciano fue tomado por el otro como una burla.

-Era un chiste- Dijo. -Me llamo Tamara.

-Luciano- respondió, quitándose los anteojos.

-Que lindos ojos, Luciano.

-¿Qué quieres?- Respondió él, no sabiendo por qué no podía ser más amigable y simpático en lugar de serio y altanero.

-Quiero que baje el sol y que mis pies puedan caminar sin quemarse, pero hasta que eso pase, quiero mantener una charla simpática con vos.

-Ahh.

Luciano se lamentaba internamente de su penosa conversación. En su cabeza solo podía imaginarla desnuda.

-Estoy casada-Le dijo, provocando una revolución en su compañero de sombra.

-¿A qué viene eso?

-A que me estás desnudando en tu cabeza.

Luciano pensó que era adivina.

-No soy adivina.

-¿Cómo lo supiste?

-Facil. No me miras a los ojos y no mantienes la conversación, entonces o me estás imaginando desnuda o eres autista y no creo que seas lo segundo.

-Ja ja ja. Tienes razón.

Luciano se soltó. Al estar el sexo fuera de la discusión, pudo comenzar a hablar.

-¿Entrás?

-No mucho- respondió ella, con una sonrisa.

Luciano acaparaba casi toda la sombra a causa de su tamaño y como pudo, acomodó los «rollos» de la panza para hacerle lugar a su compañera.

-Que amable- Le dijo en tono burlón.

-Así soy. Todo un caballero con las damas.

-En especial aquel que se paró para recibirme.

-Ya no quedan hombres así, ¿no?

-Ninguno.

-Salvo tu esposo.

-¿Cual esposo?- preguntó ella, guiñándole un ojo.

Luciano estaba perdido, no sabía si le estaba diciendo la verdad y si estaba casada o no, pero no le importaba. Estaba disfrutando de la conversación.

-Tienes un anillo. -Le respondió, indicando el pequeño aro dorado ubicado en el dedo de la mujer.

-Si, lo tengo. Pero es para evitar a los «conquistadores». No te imagínas lo práctico que resultó.

-Yo también llevo uno.

Luciano se dio vuelta como pudo y le enseño el reluciente anillo, muy parecido al que llevaba su compañera.

-¿Estás casado?

-Lo estoy.

-¿Y qué piensa tu esposa sobre tú mini vos?

-No sé. ¿Querés preguntarle?

-No. Quiero poner el sexo sobre la mesa o sobre la arena.

Sin palabras mediante y sin posibilidad de reaccionar, aunque él no lo haría, buscaron un lugar apartado y se acostaron. Pocos minutos despues, ambos se encontraban agotados, aunque él más que ella.

-Deberías adelgazar un poco si querés que continuemos haciendo esto. Pero primero, tenés que separarte.

Luciano pensó por un momento y luego sonrió.

-Listo.

-¿Cómo listo?

-No más esposa.

-No entiendo. ¿Le vas a decir ahora?

-No. Nunca la tuve.

Luciano se rió ante la atonada cara de Tamara, quien había comprendido la situación.

-¿Para qué usas el anillo?- Preguntó, molesta.

-Para atraer a las «conquistadoras». No te imagínas lo práctico que resultó.

Ambos se echaron a reir mientras que caminaban de la mano bajo el caliente sol de la tarde.
Quién sabe como terminará esta historia que comenzó con mucho humor.
En realidad, yo si lo sé, pero es mejor dejar el suspenso de la corta relación de Tamara y Luciano.
¿Acaso dije corta? Bueno, creo que me delaté.

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