Maldito, maldito, maldito, maldito. No me quiero ir, no así. No es justo. Por favor no.
Maldito sea el conductor del camión que decidió cruzar, sin importarle quien pasaba pasaba frente a él.
Maldito sea el conductor del camión violó la luz de alto y que continuó su marcha cuando alguien cruzaba.
Maldita sea mi mala suerte que no pude reaccionar al ver a la mole casi encima mío. Me paralicé y vi mi vida pasar, en mi interior.
Mi esposa y mi niña preciosa, ¿qué harán ahora?. Mi mujer llorará desconsoladamente, no podré evitarlo. Probablemente me convertiré en una añoranza, una foto en su mesita de luz y una lágrima antes de dormir, pero me recordará y yo viviré por siempre en ella.
Pero mi pequeña, la luz de mi vida, que desde su nacimiento me alegró los días y me hizo gustarme mi trabajo solamente para poder comprarle cosas y mimarla. Ella es muy chica, es una niña que apenas gatea. No me recordará. Cuando sea mayor dirá que su padre se marchó cuando ella era muy chica y no tendrá recuerdos míos.
Mi amor, no puedo culparla, yo no puedo olvidar cuando nació, cada vez que le cambié los pañales, cuando dormía junto a su madre y a mi.
Desde que llegó, la relación con mi querida próxima flamante viuda mejoró como no creíamos que fuese posible.
Un embarazo lleno de mimos y caricias y un nacimiento lleno de alegría y puro amor. Hasta que nació, no nos pudimos imaginar los nuevos sentimientos que florecerían en nuestro interior.
La luz me ciega y evoca recuerdos de mi niñez. Mi triste y solitaria vida hasta la mayoría de edad. Mi primer amor, mi primera relación, mi primer trabajo y mi primer día lejos de la casa de mis padres. Mi Dios, ¿es esta mi vida? Simples recuerdos sombríos del crepúsculo de mi existencia.
¿Si he amado, he odiado y he experimentado los placeres de la vida? Entonces, por qué no nace el alba en mis recuerdos.
El ruido de la fricción del caucho me alerta y despierta mis pensamientos. El tan esperado amanecer se hizo presente en la forma de una mujer y de su pequeña compañera. Ahora toda la oscuridad se había alumbrado. Toda mi experiencia de vida iluminaba a mi esposa y a mi niña. Finalmente lo entendí, mi pasado me ayudó a ser quien soy y me empujan a seguir manteniendo encendida la luz de mis recuerdos y de mi vida, mi reina y mi princesa.
Deseo estar con ustedes y verlas crecer.
Maldito, maldito, maldito, maldito. No me quiero ir, no así. No es justo. Por favor no….
…quiero vivir.