Adán: Un padre que no fue

Adán recorrió el enorme cuerpo sin vida de su rival. Aún no entendía como semejante monstruo cayó de bruces por un simple disparo de su cervatana.
Al derrotar al gigante, el pecho se le infló tanto que ya sentía que podía enfrentarse a todo lo que su creador le tirase. Por primera vez fue conciente de su gran ingenio y del terrible arma que eso significaba.

-No hay nada que no pueda lograr- Exclamó con pleno orgullo.

Mientras tanto, Dios ocupaba su tiempo inmortal en el cuidado -a distancia- de Caín, el primer ser humano creado y nacido en la tierra.

-Aquel niño será semejante a mi, semejante a tú Dios- Le dijo a Eva en una de las infrecuentes visitas al bebé.

Eva solo asentía feliz de que su hijo, su fruto, su nueva sensación, crecería y sería semejante a su creador. La experiencia de haber dado a luz y de criar a un niño era basta y llena de emociones. Sin embargo, la ausencia de Adán le provocaba un sentimiento nada agradable en su seno.

-Por favor, traemelo de vuelta.- Imploraba la mujer.

-Todo a su tiempo, mi preciosa. Ten paciencia y confía en mi.

Los días, las semanas, los meses y los años transcurrieron rápidamente para uno y léntamente para otra.
Mientras que Eva dedicaba sus días al cuidado de su hijo, Adán exploraba aquel mundo abierto para él.
El paso del tiempo lo había convertido en un feroz guerrero. La caza y la supervivencia le costaba poco esfuerzo y se sentía casi omnipotente.
Pero Adán no sabía que aún tenía una dificil prueba que superar.
Dios, su creador, se enfrentaría a él. Eva sufría una aguda angustia que repercutía en su hijo y le enfermó. Si Adán no regresaba, Caín no sobreviviría y eso no lo podía permitir.

Caminando por el bosque, escuchó un ruido ensordecedor. Era algo que nunca antes había escuchado.

-Debe ser un nuevo animal.

Su pies, protegidos con cuero de vaca, se movieron con ligereza y pronto encontraron la fuente del ruido. Se trataba de una cascada, pero no como las que tenía en el Edén, sino infinitamente más grande y temerosa. Ésta, desenbocaba en un rio tan extenso como la misma visión.

-¿Será este el rio del fin de la creación?- Se preguntó.

La adrenalina le llenó el corazón. Deseaba con amplias ganas, conocer el fin de la creación, el fin de todo lo que Dios creó. Sin embargo, necesitaba una embarcación que sea sumamente resistente.
Abajo, en la playa donde desembocaba la cascada, pudo ver a un gigante como acomodaba alimentos dentro de un gran barco.

-Es perfecto- Se dijo, mientras trazaba un plan.

La embarcación se veía sumamente resistente y seguramente aquel gigante era un constructor y no un guerrero. No debía matarlo, sino convencerlo de viajar juntos.
Durante su viaje, se topó con todo tipo de gigantes, los temibles guerreros, los amables cocineros y los despreocupados agricultores, pero era la primera vez que se encontraba con un constructor.
Debía de buscar la forma de llegar a un acuerdo y para eso, debía obsequiarle una creación tan impresionante como aquel navío. Debía de pensar algo antes de que el barco zarpe.
La mente de Adán pensaba mientras que buscaba como descender de la cascada y llegar a la playa, mientras que el cuerpo de Eva se deterioraba, al igual de el de su hijo.
Por primera vez, Dios estaba preocupado.

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