Archivo por meses: junio 2019

El embarazo (una historia escrita en nueve meses)

«¡HOLA PAPI!» Anunciaba el lienzo grabado en la piel de mi esposa. Era un mensaje para mi. Voy a ser padre por primera vez.

Ella estaba nerviosa. Sus ojos cubiertos de lágrimas, su voz era ronca y las piernas le temblaban.
Yo no supe come reaccionar. La ayudé a sentarse y vi que esparaba una respuesta de mi.
Sonreí y la abracé, no sabía que más hacer. Por suerte le bastó.

-¿Vamos a ser papás?- le dije, nervioso.

Ella me hizo notar que yo también estaba temblando y que mi voz tartamudeaba.
Continuamos con el abrazo pero no teníamos mucho tiempo. Yo había demorado en llegar a casa aquel día y estabamos retrasados para la cena que teníamos arreglada.
Caminamos en silencio hacia el restaurante acordado, sin mediar palabra de lo acontecido. Ambos estando serios.
La cena transcurrió con dos de sus comensales ausentes. Tanto mi mujer como yo, no participamos en las conversaciones y fuimos meros espectadores durante la velada. Ninguno tenía hambre y ninguno hablaba.
Finalmente el compromiso acabó y pudimos regresamos a casa, en silencio, sin siquiera mirarnos durante el trayecto. Sin embargo, nuestras manos se apretaron con fuerza.
Antes de acostarnos nos miramos y me pude permitir una sonrisa.

-¿Vamos a ser papás?- volví a preguntarle.

Ella asintió con la cabeza y ambos lloramos.

«Voy a ser papá» fue todo lo que pude pensar aquella noche.

—- o —-

La primer ecografía es una experiencia muy bonita.
Aunque nuestro hijo no se podía distinguir, nos hicieron escuchar latir su corazoncito.
Esos golpes fuertes me emocionaron tanto que estuve al borde del llanto.
Por fuera no parecía, pero dentro de mi mujer una vida se estaba formando.

-Escuché su corazón- le conté a mi hermana mayor,  en emoción rival a la mía.

Tiempo después tuvimos la segunda ecografía y fue la más linda que un padre a ser se imaginase.
Formadito pero en minuatura, allí estaba nuestro hijo. No medía más que 4 centímetros de largo, pero ya parecía un hombrecito. Aquel momento fue hermoso y emocionante. No esperaba sentir tantas emociones, ni creía que las tenía.

-¿Pensabas en esto cuando nos conocimos? -le pregunté a mi esposa al salir del consultorio médico.

-Nunca pensé que sería madre- me respondió.

Aquellas palabras me preocuparon, no sabía si lo decía porque no quería serlo o porque no creía que encontraría a una persona para compartir su vida y formar una familia.
Por suerte para mi, la respuesta era la segunda.

-¿Estás contenta de serlo?

Asintió con la cabeza, sonriendo. Era una sonrisa real.

-Muy- me respondió.

—- o —-

-No para de moverse -me dijo mi mujer cuando entré a casa.

-¡Que lindo! -le respondí -¿Te gusta?

Se sonrojó y asintió con la cabeza.
Luego me acerqué a su vientre y apoyé mi mano. Esperé y esperé, pero nada.

-Bueno. Se estuvo moviendo mucho, antes -me dijo al ver mi frustración.

Saqué la mano y entré al baño. Habré demorado no más de dos minutos y al salir me repitió que no paraba de moverse.
Nuevamente intenté sentir al crío, pero nada. Apenas apoyaba mi mano, se terminaban los movimientos.

-Está jugando con vos.

Ambos nos reimos y lo imaginamos jugando a las escondidas.

—- o —-

Poco a poco la panza crecía. No solo la de ella, sino que la mía también.
Engordábamos al unísono y eso que había aumentado el tiempo que le dedicaba al entrenamiento. Pero, a pesar de todo el tiempo empleado en el gimnasio, mi vientre aumentaba y me estaba empezando a encabronar.
«Esta grasa no se quita».

—- o —-

Pasaron 5 meses completos y ahora ya veo como se mueve. Patea muy fuerte.

-Solo se mueve cuando estás- me dijo mi esposa una noche.

Y para ella era cierto, mi hijo sentía cuando yo llegaba del trabajo y me recibía a su forma.
Esos movimiento le dolían a mi mujer, pero se alegraba de tenerlos.

-Tienen un niño con mucha vitalidad- nos dijo la doctora durante uno de los chequeos de rutina.

Nos alegramos de que todo estuviera bien.

—- o —-

Mis sueños con él son cada vez más frecuentes. Aunque no puedo distinguir su rostro, puedo ver su cuerpo y su cabeza cubierta de un suave pelo negro.
Es un bebé y no lo puedo sostener en mis brazos, siempre otra persona lo tiene y no me lo da. Aún no puedo experimentar esa sensación y mi mente me lo recuerda.
Esos días despierto feliz, con una sonrisa dibujada en mis labios. Cuando sueño con él, el día se pasa más rápido. Ansío el momento en que lo pueda abrazar, sentir su calor y en el que su aroma me llene. Faltan más de 100 días para su nacimiento y me parece una eternidad. Quiero tenerlo ya.

—- o —-

Acudimos a una nueva ecografía, en esta oportunidad lo veríamos en tres dimensiones y a colór. Una esperiencia extraña, sin dudas, pero que igual decidimos hacer.
El juguetón de mi hijo no se dejó ver el rostro. Lo tapaba con ambas manos y ambos pies y no los despegaba ni siquiera luego de los varios intentos de la doctora.

-Por un lado, su hijo es un genio. Neurológicamente hablando es un genio, ya que cuida y protege su cabeza a toda costa. Pero bueno, eso hace que no podamos ver más que un pequeño sector se su rostro.

«Mi niño es un genio, lo sabía» era lo que podía pensar al salir del sanatorio y luego de haber visto parte de su carita.

Ahora sí soñé con su rostro. El color de piel de su madre y mi pelo lacio. A los pocos meses de nacido ya hablaba y quería caminar. Un genio, una persona superdotada, dueño de una gran inteligencia. Ese fue el hijo con rostro que apareció en mis sueños. Un niño hermoso que me alegra cada día.
Faltan escasas semanas para su nacimiento y asistimos al curso de preparación donde nos reunimos con otros padres primerizos, como nosotros. Bastante útil resultó y eso contando que creía que era una pérdida de tiempo. Aprendí en frio y espero que funcione en caliente.
Seis semanas y contando, ya casi estamos.

—- o —-

-Mi amor, soy papi-le dije a la panza de mi esposa. -Movete por favor, por mi.

La última visita al médico no había sido satisfactoria: «No está creciendo bien, algo pasa» Nos asustó la doctora. «Parece estar sin fuerzas. ¿Te estás alimentando bien?» Le preguntó a mi señora, que le respondió que estaba comiendo como siempre. «Algo está mal. Vuelvan en una semana y vemos como sigue», nos despidió.

-Por favor mi amor. Movete un poco para papi. Te quiero sentir.

Estábamos en casa, ambos pensativos. Faltan escasas semanas para el nacimiento y apareció este gran problema.

-Es verdad lo que decías, que hace mucho no se mueve. Últimamente solo se está moviendo cuando estás vos, pero en el resto del día, nada -me dijo mi esposa.

Yo la miré, con ojos preocupados.

-Mi amor, soy papá. Acá estoy.

Un poco de silencio en el que observamos el vientre. Al principio nada, pero al poco tiempo la piel hizo unos movimientos brúscos. Se estaba moviendo, moviendo mucho y muy fuerte.

-Hola mi amor-le dije, casi llorando. -Gracias por moverte, sos un genio, sos el mejor.

-Te ama- me dijo mi mujer.

—- o —-

Los siguientes estudios arrojaron aún peores resultados.
Su tasa de crecimiento era cada vez menor y a este paso lo tendrían que sacar antes de tiempo, para hacerlo crecer por fuera de la panza.
Dios mío, cuanta preocupación. Nos tranquiliza saber que, salvo el crecimiento lento, los otros parámetros dan bien y su salud está impecable, no obstante, seguimos muy preocupados.
Estudios constantes y descansos extremos son las únicas medidas que nos dijeron tomar.

-Preocupate por crecer-le dije a mi bebé. -Nosotros nos ocupamos del resto, vos solo crecé.

Un movimiento brúsco se hizo notar y junto a mi esposa, sonreimos, creyendo que aquel movimiento era su respuesta, su respuesta positiva y que realmente nos escuchaba.

—- o —-

Nuestro pequeño nos había escuchado y entendido.
El siguiente contról arrojó resultados favorables, muy positivos.
Debía continuar así para que se quede dentro de su madre.
«Mejor dentro que fuera» nos dijo la doctora, con una sonrisa tranquilizadora.
Vengan la semana próxima a un nuevo contról, faltan veinte días para la fecha estimada así que aunque el próximo estudio no de bien, ya va a estar dentro del márgen normal de las dos semanas y va a nacer sano».
«Con esto les quiero decir que no se preocupen, que el geniecito hizo su tarea y crecío y gracias a eso va a salir sin problemas. Eso si, será un bebé pequeño, pero va a crecer normalmente» Nos despidió.
Ese día festejamos con un helado.

—- o —-

Llegó la gran semana. Si todo va bien, en cualquiera de estos días nacerá y lo tendremos.
También llegó la cuna, que ya colocamos en la habitación que será de él.
Debo reconocer que creía que estaba preparado, pero me di cuenta de que no.
Caminando por la casa, pasé por la puerta abierta de la habitación de mi hijito y vi la cuna, un gran mueble que antes no estaba.
Quedé impactado. Por primera vez tuve noción de lo que se está por venir. Ver la cuna puesta allí, preparada para recibir a un pequeño niño, me cambió por dentro.
Me puse nervioso. Hasta ahora solamente debía cuidar de mi mujer y de su panza, pero tener ese mueble allí, a mi lado, simbolizaba que habrían dos personas por las que deba velar.. Creí que estaba preparado, pero no.
Por suerte a mi esposa le pasó lo mismo que a mi. Me sentí más alividado.
Somos dos, estamos juntos en esto y entre ambos vamos a cuidar del futuro amor que vendrá.

—- o —-

Tiempo cumplido pero él permanece dentro de mamá. Parece que está cómodo, pero debe salir.
«Estoy ansiosa, quiero tenerlo ya» me dijo mi mujer el día anterior a la fecha estimada originalmente.
Los problemas del posible nacimiento prematuro quedaron atrás, para nuestra suerte, y ahora era él quien nos hacía esperar.
Ambos estamos deseosos. Deseosos de tenerlo, de mirarlo, besarlo, asearlo, darle la teta, hacerlo dormir, cambiarle el pañal y sobre todo, de amarlo.
¿Cuándo saldrás?

—- o —-

Y un día llegó.
Debo confesar que estoy más cansado de lo que creía.
Sin embargo, todo es alegría. Tenerlo es una sensación que solo los que son padres conocen.
Estoy viendo las fotos, las que le tomé a mi mujer durante el embarazo. Una por semana, viendo crecerle el vientre hasta que estuvo a punto de explotar y finalmente la última de las fotografías, a la semana de haber nacido, con el pequeño en sus brazos.
Ahora comienza una nueva etapa en donde todo se pospondrá hasta que nuestro hijo crezca.
Trabajo, cuentos, los libros tendrán que esperar para ser editados y los cuentos en esta página también lo harán para ser publicados. Una nueva pausa en este mamotreto, un nuevo «Feriado por vacaciones» que escribí al irme de luna de miel (y que debí explicar porque al parecer, no se había entendido).
Al escribir esto mi hijo no está conmigo, sin embargo puedo sentir la sensación de tenerlo a upa.
Una nueva aventura, un nuevo camino, una nueva etapa comienza, junto a mi mujer y al pequeño Ían, nuestro hijo.

 

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El clarísimo lenguaje inclusivo

«Estimadxs amigxs, estamxs reunidxs par acabar con el mitx del ebseletx lenguaje que les hembrxs de la RAE nes quieren impener.
Ne debemes ceder ni rendirnxs. Es ahere cuande debemxs luchar y cambiar le historie.
Desde tiempes antiguxs, les hembrxs come Cervantxs e Berges nes hicieren creer que la literatura se le escribe de una forma patriarcal. Debemes acabar con este. Ya ne vivimes en el añe mil nevecientes sine que estames en el sigle veintiuno y tedxs debemxs ser incluidxs.
Entences, debemes entre tedxs reescribir la histeria, nxestra histeria para que las nuevas generacienxs ne vivan aislades.»

La gente se miraba los unos a los otros. El tan ansiado y querido discurso con lenguaje sin distinción de género estaba resultando un tanto confuso, incluso entre los más expertos.
La organización no lo había pensado del todo y se reprocharon el no haber repartido el discurso por escrito para que la gente pueda seguirlo. Esto generó murmullos constantes entre los adeptos.

«Les repite, debemxs reescribir la histeria. Les grandes libres de la humanidad fueres creadxs per escriterxs maches, heteresexuales, que nunca fueren apartadxs ni aisladxs y per ese nunca supieren le que significa ser diferente.»

La gente seguía sin comprender el mensaje. Algunos decían que quería ayuda para reescribir los libros más conocidos utilizando el lenguaje inclusivo. Otros opinaban que debían de escribirse nuevas historias para reemplazar a los autores heterosexuales y un tercer grupo creía que debían reescribir los libros de estos autores para que las historias sean historias de gente que fue excluida y apartada.
La oradora hizo una pausa para ver al público. Esperaba que la aplaudieran al finalizar el párrafo pero no fue así. Algo estaba fallando. Miró a sus asesores y ambos levantaron los hombros, en señal de falta de entendimiento.

«Vivimxs en un memente de cambie. La lengue españele se ha transfermade incontablxs veces y vive en constante cambie. Esta es una de esas veces. El hey en día, el nueve sel que amanece sebre nuestrxs cabezxs. ES AHERE E NUNCA».

El discurso finalizó abrúptamente con un potente grito que despertó a los despistados oyentes y provocó una tibia reacción de aplausos.
El propio lenguaje se había defendido y ahora se reía del poco alcance de la oradora.
Una nueva torre de Babel había caído y las lenguas se confundieron.
La misma lengua había resultado victoriosa y esperaba que la única disertante del día comprenda que el lenguaje actual es el cúlmine de varios siglos de perfección y que la causa no está en la labia, sino en la educación…

….

Jodér que costó escribir así. El autocorrector casi estalla.