El fin del camino

-Hoy caminaré.

Dan lo había decidido. Siempre tomaba el autobús para no llegar tarde, pero hoy había hecho el esfuerzo de despertarse con el tiempo suficiente para emprender el viaje a pie.
No solamente quería hacer ejercicio, sino que quería ver y disfrutar del paisaje, cosa que no podía hacer cuando viajaba en el transporte de la empresa.
Por motivos que desconocía, siempre, es decir, todas las veces que viajaba en el autobús, se quedaba dormido en el asiento.
Cabe resaltar que el vehículo siempre llega casi vacío, con escasas personas en su interior y conseguir asiento no representaba dificultad. Sin embargo, por más despierto que se consideraba, se quedaba dormido y despertaba casi al momento de bajar en la parada.

-Debo tener un sexto sentido- Le decía a sus compañeros de trabajo sobre el milagro de despertarse justo antes de llegar a su parada.

-A mi también me pasa. Debe ser costumbre o acostumbramiento del cuerpo.- Respondió un colega.

-Para mí es lo mismo.- Respondió otro empleado.

-¿Ustedes se quedan dormidos?

-Si.- Respondieron al únisono los otros 5 empleados presentes.

«Que raro…» Se dijo Dan.

Pero lo más extraño fue que a nadie le parecía sospechoso que todas las mañanas se quedasen dormidos en el autobús.
Desconocía el camino a tomar, pero estaba dispuesto a sacrificar su perfecta asistencia por descubrir el secreto tras el misterioso viaje al trabajo.

Ese día se levantó más temprano que decostumbre y comenzó su camino, con su celular y GPS encendido.
El trayecto que le indicaba el móvil era más largo de lo que pensaba y eso fue lo primero que le llamó la atención.

«No importa» Se dijo. «Así podré disfrutar del camino».

Aunque sabía que lo más probable era que se trate de un simple camino con un sobrio paisaje de casas y vecinos amigables, quería saber de lo que se perdía.

Así fue como comenzó a caminar, primero rumbo hacia la parada del colectivo, el cual lo estaba esperando con la puerta abierta.
Al pasar por la puerta, Dan saludó al chofer y siguió de largo. Al hacerlo, la mirada alegre del conductor se frunció y comenzó a tocar bocina. El ruido producido era ensordecedor y solamente se detuvo cuando Dan dió media vuelta y regresó al vehículo.

-Sube- Le ordenó el conductor.

Su cara alegre ahora poseía las más estrictas facciones y su voz era solemne, como la de un rey. Su tono demandaba respeto y no toleraría una desobediencia.

-No, gracias- Respondió Dan, sorprendido por la forma de hablar del otro. -Hoy caminaré.

-No fue una pregunta. SUBE.

El conductor estaba perdiendo la paciencia. Se le notaba visiblemente nervioso y ante una nueva negativa de Dan, se bajó del vacío vehículo e intentó forzar al empleado de la empresa a que ingrese y tome asiento.
Dan nunca pensó en que esto le pasaría ni tampoco en que aquel tranquilo conductor tenga tanta fuerza en sus brazos y tanta solemnidad en su voz.
El forcejeo duró unos segundos más y finalmente terminó con el empleado tirado en el suelo, defendiéndose con sus piernas y su maletín de trabajo.

-SUBE- Ordenó nuevamente el chofer.

-NO- Respondió el otro, aún en el suelo.

Luego de un poco de descanso, comenzaría el segundo asalto y ambos ya estaba preparados. Sin embargo, antes de volver a enfrentarse, sonó el teléfono del conductor quien lo atendió y solamente se limitó a decir: «De acuerdo».

Luego de cortar, le dirigió un saludo a su otrora rival y volvió a tomar su posición al mando del autobús.
Nuevamente Dan estaba sorprendido por la situación y al ver que el chofer se encontraba inmovil en su asiento, sin prestarle atención, prosiguió su camino.

«Maldito bastardo» Le dedicó el pensamiento al encontrarse con la ropa arrugada y sucia luego de haber caído al suelo.

El camino prosiguió de lo más normal posible, las calles, las plazas, los vecínos, todo parecía ser normal, tal cual lo esperaba.
Según el GPS, ya se encontraba bastante cerca, sin embargo, la gran empresa, compuesta de varios edificios y sectores, no se encontraba a la vista.
A medida que acortaba distancia, al horizonte se hacía más extraño.
Finalmente se encontraba a una escasa calle de distancia del destino, pero la gigantesca empresa no se podía observar por ningún lado.
Dan revisó la dirección puesta en el teléfono y se extraño aún más al ver que era la correcta.

«Que raro…» Volvió a pensar.

Finalmente se encontraba en la ubicación de su empresa.

-Usted ha llegado a su destino- anunciaba el aparato.

Adelante de él, el camino continuaba al infinito con calles y casas y vecinos idénticos a los que había pasado.

«Que raro…» Volvió a pensar, sintiendo que ese pensamiento era lo más real que podía encontrar aquel día.

En el horizonte todo era igual que el camino ya recorrido. Las mismas casas, los mismos autos, los mismos perros e inluso los vecinos se parecía. Era como si el camino hacia adelante era un espejo del camino recorrido.

-¡Es un espejo!- Exclamó exaltado.

No lo había notado, pero hasta él, su imagen, el mismo Dan se encontraba frente a si mismo, mirándolo y haciendole señas.

«QUE RARO» Pensó más sorprendido que nunca.

Apoyó su mano sobre el aparente espejo, pero esta desapareció.
El espejo se volvió completamente líquido alrededor de su mano y le permitió que lo traspase sin ningún problema.
Dan retiró su mano rápidamente. Todo esto le resultaba extraño y ahora tenía miedo de continuar.
De pronto, el autobús pasó a su lado y atravezó el espejo.
Su chofer no prestó atención al hombre con el que había reñido hace poco tiempo y su mirada permanecía fija al frente.
Antes de pasar, pudo notar como todos los ocupantes de la unidad a excepción del chofer, se encontraban dormidos.

Su frase del día nuevamente desfiló por sus pensamientos, sin embargo, el cruce del vehículo le dió las fuerzas para cruzar él también el espejo.
Nunca, bajo ninguna circunstancia se hubiese imaginado el panorama que le deparaba detrás.
El cielo celeste fue reemplazado por rojo. La bola del fuego que es el Sol, se veía más grande que de cosumbre. La herrumbe predominaba en los autos y en todo lo metálico que allí se encontraba. Era un panorama apocalíptico.
El autobús continuó su camino pero Dan quería regresar.
Lamentablemente fue apresado antes de que pudiera moverse.

-SUELTENME- Gritaba, pero la capucha que llevaba tapaba la mayor parte del ruido.

Finalmente pudo volver a ver. Se encontraba sentado en una silla, con las manos y los pies atados. Estaba secuestrado.
Un hombre estaba parado frente a él. Llevaba cadenas de oro de gran tamaño y tenía la tez oscura, quemada producto del fuerte sol.

-¿Eres el elegido?- Preguntó con voz ronca.

-¿Elegido?- volvió a preguntarse. -Explícame que es eso del elegido.

El hombre suspiró y lo desató.

-Te llevaré con el sabio- Dijo.

A punta de pistola, fue llevado hasta una casa, una de las pocas que se encontraba en buen estado y dentro, un hombre con barba le esperaba.

-Bienvenido, elegido. Te esperábamos.

«Que raro…» volvió a pensar, Dan.

El hombre barbudo caminaba de un lado a otro.

-Por fin has llegado a nosotros. Tal como fue dicho por nuestro muro de las profecias.

El sabio le señaló a una pared, donde un viejo cartel poseía visibles algunas palabras: «Blanco – hombre- obedezca al jefe – seguridad-vida».

-El hombre blanco será nuestro jefe y nos dará seguridad y vida.- Dijo el sabio.

Dan podía leer el resto de las palabras del cartel, el cual se trataba de una simple advertencia: «Usar trajes blancos los hombres y verdes las mujeres. Obedezca al jefe. Siga las instrucciones de seguridad y cuide su vida».
Una advertencia estandar en su lugar de trabajo.

Dan se volvió el jefe de aquel desolado lugar, donde aprendió que vivía en un espejo, en una realidad falsa creada para los empleados de la empresa, pero que la verdadera historia sucedía de este lado, donde la civilización había caído.
El autobús pasaba cada día por el lugar, llevando cadáveres a un laboratorio más lejano, pero nadie se daba cuenta que se trataban de los mismos cuerpos día tras día.

-Dentro de poco se terminará- Dijo Dan, tomando su lugar como el nuevo soberano de la realidad.

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